martes, octubre 30, 2012

La Conquista permanente


(La presencia de las FARC en el Cauca y la engañosa rebelión de los indios organizados en los resguardos es sólo la continuación de las instituciones de dominación de la época temprana de la Colonia. Las autoridades de los resguardos, cuyo rango heredan del reconocimiento del poder colonial, obran como agentes de los descendientes directos de los encomenderos y las tierras comunales más que servir a los indios concretos sirven al plan de dominación general que la casta parásita aplica, buscando en las autoridades de los resguardos aliados para producir cocaína y despojar a los demás colombianos, y en éstos pretextos para mantener apartados a los indios, a lo que se prestan encantados, por ejemplo con la ridícula condescendencia patente en el uso de "indígena", palabra que tiene tanta relación con "indio" como "individuo", "indigente", etc. Para explicar la cuestión sin abusar del tiempo del lector dividiré esta entrada en dos partes. A manera de introducción y para mostrar el contexto ideológico reproduzco un texto de 2005 que casi con toda certeza es desconocido para los lectores de Atrabilioso, y el próximo miércoles explico los mecanismos concretos de esa dominación y ese aprovechamiento de la exclusión "amorosa", del apartheid "protector" [también los bantustanes del régimen sudafricano se basaban en "el desarrollo separado de los pueblos"].)


LA INDIGENCIA "INDÍGENA"

Cuando se habla de los indios colombianos es inevitable encontrarse con todo el espectro de mitos y valores que definen a los bien pensantes «progresistas», mitos y valores que a fin de cuentas son los mismos que definen tradicionalmente a nuestra sociedad. La habitual carga ideológica de «atribución» es especialmente fuerte: los «indios» (normalmente la palabra es un insulto en Colombia) son los buenos y quienes no están de acuerdo con ellos son los malos, su sociedad obviamente no tiene los defectos de la nuestra, y en cuanto víctimas tradicionales de «nosotros» debemos referirnos a ellos en todo momento con la mayor condescendencia.

Menos individuos que los demás
El sufrido lector ya echará de menos la alusión a nuestros doctores y señoritos y en realidad al menosprecio profundo que hay en todos esos gestos. Es mucho peor de lo que alguien que desconozca el tema puede figurarse. Tras el disfraz paternalista se oculta la violenta descalificación de esas personas, a las que ni siquiera se las considera como individuos sino en virtud de su pertenencia étnica, a las que se atribuye una homogeneidad y una inocencia que sólo muestra el afán de los descendientes de los exterminadores y saqueadores y esclavizadores y cabalgadores de indios por ser todavía más europeos, por ponerse al nivel de Rousseau y elaborar con sus viejas víctimas un mito del «buen salvaje» para consumo doméstico.

El patrimonio sacro
Como ocurre con la selva y con la biodiversidad y demás cosas que —a falta de algún invento, algún mérito, algún aporte a la civilización humana— definen y enorgullecen a Colombia, los indios están maravillosamente como están y el único problema es que lleguen los madereros o los ganaderos o cualquiera que trabaje a tener relación con ellos. Es decir, tras su larga opresión, los indios ahora se han convertido en fósiles que enaltecen la buena conciencia de las clases parasitarias. En momias de un museo grotesco en el que los usufructuarios de las haciendas cocaleras y la industria del secuestro (descendientes directos de los usufructuarios de la esclavitud de siempre, pues la izquierda y sus industrias sólo son la sociedad tradicional) siguen definiéndolos y decidiendo por ellos.

Luchadores natos
Una vez está clara la noción «justiciera» respecto a los indios, la ocasión es perfecta para utilizarlos a favor de los partidos que pretenden una sociedad como la cubana (y sabe quien tenga un poquito de honradez que no lo ocultan en absoluto: hasta Serpa fue en 2002 a entrevistarse con el comandante). ¡Como no existen las individualidades ni los egoísmos que reinan entre nosotros, las familias van al completo a participar de la lucha, gracias a la cual los parientes de los izquierdistas ilustres acceden a puestos diplomáticos que ahora están en manos del clientelismo! ¿Qué puede ser más justo que la defensa de ese mundo ideal?

La antropología al alcance de cualquiera, como la pedofilia
Claro que yo me apresuro a relacionar el arribismo de la clase intelectual con la «momificación» de los indios. ¡Ojalá fuera como la describí antes! En realidad ese fenómeno es importado, y en todo el continente hay varios miles de europeos dedicados a salvar a los indios del mundo moderno. Los progresistas tropicales sólo son los (¡y las!) que esperan un conveniente cambio de nacionalidad gracias al contacto con la gente progresista. O al menos un trofeo exótico que no todos pueden exhibir. Así como el estudiante «idealista» es el modelo del matón rural en la vida guerrillera, el turista sexual o antropológico es el modelo del intelectual colombiano. Es de esos turistas de donde copian los de estrato 6 la idealización del indio, y de ahí para abajo sigue el mimetismo.

El pueblo unido jamás será vencido
Pero hay otra razón para esa idealización. Lo primero es la docilidad del indio, que no suele menospreciar las enseñanzas de los luchadores sociales universitarios, a diferencia de los corrompidos pobladores de las ciudades. Y lo segundo es la jerarquía: como en realidad todas las familias acuden a las marchas y protestas porque en un orden primitivo cualquier cuestionamiento de la autoridad es una transgresión mortal (sabido es que entre los antiguos muiscas del altiplano hasta el mirar a los ojos al soberano era castigado con la muerte), al intelectual progresista le fascina encontrar tanta unanimidad. ¡Es lo que le gustaría de la sociedad, y durante varias generaciones los intelectuales colombianos han mirado con embeleso al gran orador Fidel Castro y han envidiado su eficacia para reunir a las multitudes! Por no hablar de la determinación con que defendía el Che Guevara la unidad en la lucha.

Participación e integración según la izquierda
Y lo que pasa es que la persistencia de las comunidades amerindias en condiciones que no sean lesivas para su dignidad ni para su bienestar depende de su integración con el resto de la sociedad colombiana. ¡Naturalmente que eso lo comparten los progresistas! Sólo que esa integración consiste para ellos en utilizarlos como carne de cañón para frenar el TLC (que afectaría a las rentas parasitarias de muchos terratenientes cuyas familias, es una norma, como antes haber curas y militares, siempre tienen algún miembro significtativo de la izquierda), o para cualquier interés que afecte a la izquierda. ¡Obviamente, por la solución negociada del conflicto armado! Respecto de lo cual su participación es más genuina: es exactamente el mismo caso de los familiares de secuestrados: cualquier disidencia de la izquierda les saldría más cara que a nosotros.

El paraíso perdido
Para que los individuos y las familias indias mejoren sus condiciones de vida es necesaria una integración que signifique mejora de sus fuentes de renta y en cierta medida asimilación de sus comunidades al orden democrático, a los derechos humanos y al respeto de la libertad individual. Quienes quieren mantener a los indios en su primitivismo son los mismos que quieren hundir a Colombia en un orden de ese tipo. Ya lo he dicho: los admiradores de Fidel Castro, a los que no señalo a partir de suposiciones sino de declaraciones abiertas de apoyo, como las del actual alcalde de Bogotá en una entrevista en 2002: ¡Símbolo de dignidad y de resistencia!

Eso: exactamente las palabras que usan para mandar a los indios a matarse para defender su parasitismo, sus sueldos y pensiones fabulosas y sus sueños de poder. Dignidad, resistencia. De no ser por el espeluznante racismo que reina en Colombia la gente estaría advertida de la manipulación que se hace de estos colombianos, los más desvalidos, si se exceptúa a los que han quedado al margen.

(Segunda parte)
Arriba comenté la percepción general de los colombianos sobre los compatriotas de etnias indias, en las últimas décadas caracterizada por la condescendencia, que es el mismo menosprecio de antes pero empeorado con pretensiones de superioridad moral.

Esta vez quiero comentar el papel del conflicto permanente de esos grupos con el "Estado" como parte de un proyecto de dominación cuyos sobreentendidos son trampas y mentiras y cuyos determinadores son a fin de cuentas los descendientes directos de los encomenderos del orden colonial.

Primero, y perdón por la repetición de un tema habitual en este blog (inevitable para desarrollar mi interpretación de lo que realmente ocurre en el Cauca), está la conjura comunista que sirve desde los años sesenta, y tal vez desde antes, a la camarilla oligárquica dueña del Estado (los López-Santos-Samper).

El núcleo de esa conjura es un plan para destruir las instituciones demo-liberales e implantar un régimen como el cubano, con jerarquía social congelada y posesión de todos los bienes importantes por las autoridades políticas. En ese plan tiene un papel determinante el conflicto continuo de grupos que se sienten agraviados por el régimen y tienen reivindicaciones particulares que los mueven al activismo político contra el sistema democrático.

De ese enfrentamiento de diversos sectores contra la mayoría de los ciudadanos esperan los comunistas sacar réditos políticos, y lo consiguen. En su lógica, que en buena medida ya han inoculado a la mayoría de los colombianos, son similares las "luchas" estudiantiles o de empleados estatales, y las de los indios, negros, mujeres, minorías sexuales, etc.

¿No es fascinante? Tanto los empleados estatales como los universitarios son privilegiados de la sociedad y forman un mismo sector social, que es el que lo posee todo y excluye a los indios, negros, campesinos, etc. Pero una vez han convencido a la mayoría de que la forma de resolver los problemas es la rapiña y el enfrentamiento continuo contra un "Estado" que administran ellos mismos y al que le atribuyen recursos inagotables, no hay modo de disuadir a nadie.

De tal modo, las expresiones de descontento de tales minorías se vuelven un recurso del proyecto totalitario, y con ese fin se desplazan desde los años cuarenta los "misioneros" del partido comunista o de los departamentos de Sociología o Antropología de la Universidad Nacional a reclutar activistas afines y animar los enfrentamientos de los indios con las autoridades.

Es en el contexto de esa "lucha" como surge a comienzos de los años setenta el Consejo Regional Indígena del Cauca, y en la década siguiente la Organización Nacional Indígena de Colombia. El fundamento de la afinidad entre los revolucionarios y las autoridades de los cabildos es en el fondo el anhelo común de perpetuar un orden jerárquico de dominación sobre los indios. La mayoría de los colombianos encuentra "natural" que un indio del Cauca esté sometido a leyes y autoridades diferentes de las democráticas porque es lo que el poder, alcanzado por los comunistas en 1991, dicta.

Entre los objetivos del CRIC y de la ONIC estaban desde el principio la garantía de la propiedad colectiva de las tierras asignadas a los resguardos. El fruto de esa propiedad colectiva es directamente el atraso económico y la improductividad, las cuales se permiten porque contribuyen a la perpetuación del poder de las autoridades de los resguardos, aliadas de los funcionarios comunistas.

En la práctica, los indios del Cauca poseen en proporción muchas más tierras que los demás pobladores rurales, pero sus resguardos no son propiamente productivos y sirven más bien para que en ellos se cultive coca y aun se establezcan cristalizaderos y laboratorios.

Es decir, la obra de los "misioneros" de las décadas pasadas es por una parte asegurar la miseria de esas regiones, el conflicto permanente con el resto de la sociedad, la sustracción de territorios y comunidades a las leyes de la república y la colaboración con los ejércitos criminales que llevan a cabo el trabajo sucio del plan comunista.

En el Cauca no sólo se da lo señalado en los párrafos anteriores, sino que los territorios de los resguardos se amplían sin cesar, a veces mediante decisiones de funcionarios del gobierno (antiguos activistas del CRIC, y en realidad de la "izquierda") o mediante invasiones violentas.

Las propuestas de hacer de esos resguardos "comunidades de paz" son un evidente paso en la expansión de las FARC, que ya tendrían territorio despejado, pero las medidas que se toman para expandirlos agravan esa determinación.

Este mapa permite hacerse una idea de la relación entre los cabildos y la producción de drogas:



Vale la pena mirar toda la presentación. El documento de una funcionaria de la Sociedad de Agricultores y Ganaderos del Cauca, disponible en la misma dirección, del que extraigo algunas frases, orienta mucho más:
El pasado 9 de agosto de 2011, en el Auditorio de Comfacauca Pisoje de la ciudad de Popayàn, se hizo el lanzamiento del Plan Cauca (étnico), formulado y diseñado por el Incoder Nacional, cuyo propósito es dar cumplimiento a los acuerdos adquiridos por los diferentes gobiernos con las comunidades indígenas del Cauca. 
Para sorpresa de los invitados no indígenas, que por cierto eran muy pocos, lo que se presentó fue un plan indígena para la ampliación de su territorialidad, que abarca desde el cumplimiento de acuerdos, hasta ampliación y constitución de 18 nuevos resguardos. (14 para el CRIC Y 4 PARA AICO, que significan 16.500 hectareas). 
No es difícil deducir que es un plan, que ha sido diseñado desde un escritorio en Bogotà Y CONJUNTAMENTE CON EL CRIC.
Los datos sobre esa expansión de los resguardos son estremecedores, con lo que sale algo claro: los indios organizados en resguardos son un instrumento de la casta oligárquica para expandir el poder de sus ejércitos. La conquista no tiene lugar mediante los ataques de los terroristas, sino mediante los bastones de la guardia "indígena", que invade terrenos que los tinterillos después les entregan a través del Incoder (al respecto, el documento de Word es exhaustivo).

No se trata de un enfrentamiento de los indios con los demás colombianos, de hecho, muchos indios se manifestaron recientemente exigiendo presencia de la policía y las fuerzas militares en su territorio, sino de grupos y personajes que son poderosos en las comunidades y de paso riquísimos gracias a sus relaciones privilegiadas con la "izquierda" bogotana, hoy dueña de amplias parcelas del poder gracias a las prevenciones de Santos contra la extrema derecha.

Lo que pasa es que los que denunciamos eso somos minoría frente al tremendo poder de la prensa, pero sobre todo frente a la indolencia general: todavía es imposible hacer que entiendan que el PDA y la Marcha Patriótica son la misma cosa que las FARC.


(Publicado en el blog Atrabilioso el 1.º y el 8 de agosto de 2012.)

viernes, octubre 26, 2012

Un año de infamias


Por Jaime Ruiz

Ya se fue el primer año de gobierno de Santos, y al hacer un balance nos invade una sensación de rabia e impotencia. Mucha gente no siente nada parecido ni percibe una situación de extremo peligro. En ese vasto grupo se incluyen los partidarios de las FARC o del chavismo, pero también la gente que se figura que la política no la afecta o que la guerra ocurre en selvas remotas. ¿No era ésa la certeza de los miles que han sido secuestrados por las bandas terroristas antes de su ingrata experiencia?

Vamos a hacer un ligero recuento de lo que ha ocurrido en este año.

Cesaron los odios

La primera sorpresa del año fue el discurso de posesión de Santos, en el que retomó la vieja retórica falaz de la "reconciliación" (como si la agresión terrorista fuera una querella entre grupos igualmente legítimos), de los "odios" (como si a los aventureros totalitarios los moviera el odio y no el afán de poder gracias al asesinato en masa y el terror, como si Gilberto Vieira, Manuel Cepeda o Enrique Santos Calderón odiaran a sus víctimas) y de la "paz" (que no se concibe como la ausencia de guerra sino como apaciguamiento y en últimas como reconocimiento y premio al agresor).

Encuentro con Chávez

Apenas posesionado, Santos se reunió con Chávez, a quien el gobierno de Uribe acababa de denunciar ante la CPI como patrocinador del terrorismo. Del acuerdo salió una extraña complicidad que todavía perdura y que comporta el silencio colombiano ante las innumerables muestras de apoyo del gorila rojo a las bandas terroristas colombianas. Eso ha llegado al extremo de desautorizar al almirante Cely por decir que sigue habiendo guerrillas colombianas en el país vecino: la complicidad con Chávez por fuerza es complicidad con las FARC y el ELN, que atacan desde Venezuela y asolan la región fronteriza con cientos de secuestros y extorsiones. En una ocasión posterior Santos se refirió al sátrapa como "mi nuevo mejor amigo", actitud que es la predominante de su gobierno y que hace pensar que sencillamente el triunfo uribista en las urnas sirvió para entronizar a un émulo de Manuel Zelaya que conduce a Colombia hacia el Alba y la sumisión a la dictadura cubana.

La extrema derecha

La bomba que pusieron las FARC contra la sede de Caracol Radio fue enseguida presentada como una acción de la "extrema derecha" tanto por políticos próximos al gobierno, como el inefable Armando Benedetti, cuanto por la prensa bogotana, dedicada desde la posesión a la propaganda del gobierno y la calumnia del uribismo. Así Semana:




"Analistas" son siempre los propagandistas del terrorismo y los socios de las FARC en esta revista dirigida por el sobrino de Santos, hijo y heredero del creador de Alternativa y principal promotor del Caguán.


Fue el primer anuncio de la "mano negra", un invento de los socios de las FARC para sacar partido de las bombas, que probablemente fueron encargadas por ellos mismos o por quienes los contratan como "analistas".

Componendas

La composición del gobierno de Santos llamó la atención por el predominio de los que perdieron las elecciones. Germán Vargas Lleras apenas llegó a un 10 % pero fue nombrado ministro de Interior y Justicia; Juan Camilo Restrepo representa a la minúscula facción pastranista... Así. Las componendas de Santos consisten ante todo en complacer las ambiciones de reparto de puestos y prebendas de las camarillas políticas tradicionales. Para eso ha multiplicado el número de cargos oficiales. Su aspiración es formar una mayoría con los grupos derrotados en las elecciones, la "Unidad Nacional" con la que pretende oponerse a la mayoría social uribista, y "aceitar" esa base social de lagartos con la plata de las regalías.

Bases fuera

El acuerdo de uso conjunto de las bases militares con EE UU fue invalidado por una corte, sin que el gobierno hiciera ningún esfuerzo para apelar: se notó el alivio, toda vez que lo exigía la alianza con Chávez y el tráfico de cocaína. Probablemente hubo hasta presiones de las camarillas oligárquicas sobre la corte. También fue el primer caso de manifiesta complicidad del gobierno con esa industria. La negativa a extraditar a Walid Makled a Estados Unidos (con aparente alivio de Obama, temeroso de las diatribas de Chávez) y a publicar el contenido de los computadores del Mono Jojoy son pruebas más rotundas de esa complicidad, así como el poder que tiene Ernesto Samper en el actual gobierno.

Ley de Víctimas

Una de las iniciativas predilectas del gobierno fue la Ley de Víctimas. Otra, la Ley de Tierras. Ambas tienen por objeto disponer a favor del gobierno a los jueces, a los abogados y a los políticos, que gracias al nuevo invento dispondrán de grandes fortunas para comprar apoyos los últimos y para enriquecerse directamente los primeros. Todos agradecidos con Santos, salvo el contribuyente, la víctima de siempre, que financiará el bienestar de los de siempre. Las migajas que podrían llegar a las víctimas serían como el salario por el tiempo dedicado a visitar los juzgados y llevar pruebas: en lugar de producir, buscar el favor de los políticos y abogados. El proyecto de Santos es el viejo clientelismo multiplicado.

Prevaricato a la lata

El santo varón pronto encontró la forma de acabar con el "choque de trenes" entre el Ejecutivo y el poder judicial, como que la alianza con Chávez y con sus representantes en Colombia conducía a la coincidencia plena con las pretensiones de las cortes, claramente orientadas a favorecer a las bandas terroristas (el que lo dude puede averiguar por el prontuario de Piedad Córdoba, alias Teodora de Bolívar). La negativa a nombrar fiscal fue resuelta nombrando una nueva terna, en flagrante violación de la ley, para que resultara en el cargo quien interesaba para perseguir el uribismo e impedir las investigaciones sobre el asesinato de Álvaro Gómez Hurtado, con lo que se demuestra quién maneja las cortes y qué intereses había en la confrontación con Uribe. Las relaciones de Ernesto Samper con Chávez son de conocimiento público. El ex juez español Baltasar Garzón, procesado en tres casos de prevaricación, fue invitado por Santos para que adornara un proceso de paz con las FARC que llevan preparando tal vez desde antes de la posesión y que requiere aún unos cuantos miles de asesinatos para tener a la gente persuadida de su necesidad.

Propaganda perversa a todas horas

Hay una relación especial entre el gobierno de Santos y la prensa bogotana. Su familia sigue siendo hegemónica en El Tiempo, cuyo director está casado con una pariente suya. Su sobrino es el director de Semana y el clan López-Samper tiene desde siempre relaciones muy estrechas con el grupo Santodomingo, dueño de Caracol TV y El Espectador. También Caracol Radio es una empresa del grupo español Prisa, ligado al PSOE y a la promoción de gobiernos "izquierdistas" en la región. (Evo Morales decía que el grupo Prisa parecía el "jefe de campaña" de su partido.) Tradicionalmente ligados al interés de premiar a las bandas terroristas, en parte por los intereses de sus dueños y en parte por el público que los consume, los medios escritos encontraron en el giro a la izquierda de Santos la ocasión de perseguir a Uribe y el uribismo. Da lo mismo que el columnista esté directamente relacionado con el PCC o que funja de académico "neoliberal" (es decir, con deudas contraídas con César Gaviria, Rudolf Hommes y su camarilla), no hay semana que no se dedique a calumniar al anterior gobierno o a insinuar levemente (a menos estridencia más autoridad) que fue un desastre. Durante este año esa orgía de odio, que recuerda los cinco minutos de odio contra Emmanuel Goldstein en la novela 1984, ha sido el tema predominante en la prensa. Todo fuertemente reforzado por las hordas de comentaristas adolescentes adoctrinados y a menudo pagados (Alejandro Gaviria contó una vez que el 80% de los comentarios a las noticias de El Espectador procedía del 5% de IP), que también imponen su vociferación en las redes sociales.

Pasos hacia la paz

Algo tiene que estar haciendo bien el gobierno de Santos para que Piedad Córdoba y todos sus acompañantes, aparte de todos los chavistas de la región, lo aplaudan. "Bien" quiere decir, que convenga a los intereses de las FARC y la expansión de la dictadura "venecubana". Por ejemplo, el permiso a la ex senadora Piedad Córdoba para que hiciera el show de las liberaciones con que las FARC las desagraviaban de su destitución. El espectáculo sirvió además para permitir la fuga de Alfonso Cano, entonces cercado por el ejército y probablemente huido a Brasil en uno de los helicópteros. También el gobierno favoreció la celebración en Buenos Aires de un encuentro por la paz promovido por el gobierno argentino con la participación de Adolfo Pérez Esquivel y Federico Mayor Zaragoza, ampliamente promocionado en el periódico de los Santos, en el que se propagó claramente que el criminal era Uribe y las FARC eran algo respetable. La negociación con las FARC es un hecho, así como la mediación de Unasur y Baltasar Garzón, aunque la información al respecto se publique con cuentagotas y en términos falaces.

Monstruosidades jurídicas

La alianza de Santos con los jueces, la prensa y el vasto conglomerado antiuribista ha determinado una sucesión incesante de atrocidades jurídicas, que ya se cometían antes pero que con la complicidad del gobierno han llegado a extremos inverosímiles. ¿Alguien ha notado que a pesar de que se demostró el montaje usado para culpar al coronel Alfonso Plazas Vega, éste sigue preso? Lo mismo ocurre con la condena forzada y claramente prevaricadora al general Armando Arias Cabrales, o con la detención preventiva de los funcionarios del Ministerio de Agricultura durante el gobierno de Uribe, Camila Reyes del Toro, Oskar Schroeder, Tulia Eugenia Méndez, Juan Camilo Salazar, Juan David Ortega y el propio ex ministro Andrés Felipe Arias: se trata de una persecución jaleada por los medios ligados al gobierno y por las hordas de malhechores que hace diez años se burlaban de los secuestrados, movidos por los ideales justicieros que les inculcan maestros como Miguel Ángel Beltrán ("Jaime Cienfuegos") o Medófilo Medina. Esos crímenes cobardes dejan ver el fin del Estado de Derecho en Colombia, por mucho que los paniaguados del régimen se esfuercen en hacer creer otra cosa.

¡Y LO QUE TE RONDARÉ, MORENA!

Así, el secuestro ha aumentado en un 35 %, las FARC han multiplicado sus acciones y han recuperado buena parte del país, con burladero seguro en Venezuela y Ecuador, las pruebas contra sus socios no valen porque la CSJ las desestimó, la máquina de propaganda sigue creando una atmósfera enrarecida de intimidación e incitación a la violencia... ¿Qué le espera a Colombia en los tres años que quedan de gobierno de Santos? Hace falta mucho cinismo para negar la alianza del gobierno con los terroristas, que no ocultan los habituales defensores de éstos en los medios. Tampoco niega nadie la proximidad de negociaciones de "paz" que contarán en principio con el rechazo de las mayorías, rechazo que irá cediendo a medida que las FARC y el ELN vayan dando muestras de las ventajas de la "paz", muy probablemente con ayuda de funcionarios del gobierno (la desfachatez del ministro Rivera diciendo que Venezuela ayuda a combatir el tráfico de drogas y a las FARC habría resultado penosa para el Mono Jojoy). ¿Qué será el próximo año de Santos? No tiene realmente oposición porque el único partido importante que no está en la Unidad Nacional es el dueño del programa que aplica Santos. El ex presidente Uribe promueve a los candidatos a alcaldías, gobernaciones, concejos y asambleas del partido de Santos y ninguno de esos candidatos proclama su rechazo al gobierno. Los mismos actos de persuasión de las FARC y el ELN se los atribuirán a la "extrema derecha", como hizo Santos con la bomba que le pusieron al busto de Laureano Gómez y como hacen Daniel Samper Pizano y León Valencia con el asesinato de Álvaro Gómez Hurtado...

El fervor de los columnistas con Santos lo anunciaba todo, incluido el colapso del Estado que llevará a Santos a gobernar apoyándose en las FARC y en los ejércitos bolivarianos. Sólo gente estúpida y estrecha de miras cree que al haberse prometido a las FARC premiar sus crímenes van a reducirlos para contentarse con poco. Como decía Antonio Morales Rivera, el guionista de "Godofredo Cínico Caspa" cuando era columnista de El Espectador, ¿para qué habrían servido tantos años de lucha?

(Publicado en el blog Atrabilioso el 7 de agosto de 2011.)

La dificultad del elogio


1. Solipsismo
El solipsismo es el idealismo filosófico extremo, la idea de que el mundo es ilusorio. Es muy interesante prestar atención a este concepto porque cada vez que uno habla con un colombiano o lee lo que un colombiano ha escrito se encuentra con el curioso fenómeno de que el colombiano cree que todo lo que ocurre está fuera de él, le llega como un azote o una bendición de fuera, mientras que su interior es perfecto. La obstinación mía en hablar del solipsismo corresponde a la denuncia de ese error: todo lo que ocurre en Colombia está en la cabeza de los colombianos. Si cambiara el enfoque de un grupo significativo de personas sería fácil orientar al país hacia la asimilación a la cultura de las democracias avanzadas. Baste un ejemplo lingüístico para explicarlo: a los miembros de comunidades amerindias se los llama "indígenas", pero esta palabra no tiene relación con "indios" que es como se los llamaba. "Indígena" es una temprana muestra de la condescendencia del "lenguaje políticamente correcto", el término corresponde a la idea de "engendrado allí" y aparece definido en el diccionario como "originario del país de que se trata". Para llamar a los indios con una palabra que se parece pero cuyo sentido no guarda relación, valdría igual "indigente" o "indigno". Pero es imposible que un solo colombiano se detenga a poner en duda que "indio" sea un insulto o que admita que "indígenas" somos todos. ¡Es tan apremiante la necesidad de mostrar "respeto" por los pobres indiecitos llamándolos "indígenas"! Lo mismo pasa con la idea de que las FARC no son guerrilla, no son revolucionarios, perdieron sus ideales, etc.: en la realidad sólo existen porque las apoyan muchos cientos de miles de colombianos; y porque comparten su proyecto político, si bien no sus actuaciones, muchos millones, y en esas protestas se detecta esa afinidad.

2. Izquierda
Yendo al tipo de nociones que llenan la cabeza de los colombianos, ya tenemos que las desgracias llegan de fuera en forma de "bandidos" rústicos que usan un discurso de "izquierda", pero que según la convicción general no tienen relación con la izquierda. ¿Qué es la izquierda? Bueno, los socialistas, los revolucionarios, etc. La izquierda en Colombia (y, a diferencia de la mayoría de los colombianos, conozco otros países) es absolutamente hegemónica en las universidades y no existe fuera de las universidades, como no sea en las bandas terroristas. Ningún problema: la universidad es la tarea de Colombia debido a que la fuerza de los revolucionarios, es decir, de la izquierda o movimiento estudiantil termina, imponiéndose por su superior organización y jerarquía al conjunto de la sociedad, sin hablar de que el contenido de la revolución es la obtención del derecho a la educación universal y que ese anhelo expresa las tradiciones del país. Si uno compara a Colombia con Corea del Sur, un país que tiene sólo unos millones de habitantes más, la expectativa de educación es de 14 años contra 17, mientras que la proporción del PIB dedicada a ese rubro es mucho más alta (4,8 contra 4,2) y el PIB per cápita es apenas una tercera parte. Conocí a un alemán que se quejaba de sus tradiciones: "Los franceses trabajan para vivir pero nosotros vivimos para trabajar". Los colombianos estudian para vivir y viven para estudiar. La cantidad de titulados universitarios tiene que ser bastante similar a la de Corea (pues allí muchísimos estudian carreras técnicas de nivel inferior y pesan en la definición del promedio de 17 años), pero la cantidad de patentes es centenares de veces inferior: la productividad de la educación se mide en la cantidad de diplomas, prácticamente todos los colombianos creen que faltan más diplomas, las personas que consiguen su diploma son casi invariablemente de izquierda, o sea partidarias de la revolución, o sea, que quieren más educación para todos... Si llegan unos asesinos a destruir los oleoductos o a matar soldados, sólo es como cuando un cuerpo expuesto a la luz arroja sombra, las certezas compartidas por casi todos los colombianos son ese cuerpo que produce esa sombra.

3. Tradiciones
La izquierda expresa las tradiciones del país pero su hegemonía ideológica (patente en la prensa, por ejemplo) proviene de que ella misma es una tradición. El que estudia se vuelve de izquierda y eso es exactamente el mismo hecho de la calidad de sus conocimientos y la productividad de las instituciones de enseñanza. Tal como el país no produce manufacturas de calidad, ni muchísimo menos bienes culturales exportables, pero sí muchos diplomas, las universidades no producen patentes ni figuras intelectuales (el mismo alcalde de Bogotá, supuestamente doctorado en Salamanca, cosa de la que dudo, es incapaz de escribir una línea sin errores atroces de ortografía), pero a cambio sí genera un universo de personas de buen corazón que se ponen de lado de los "indígenas" y obviamente quieren más educación, más garantías para el derecho fundamental a la educación, además de que obviamente desprecian la ortografía. Algún consuelo habría de quedar. En ese orden de tradiciones, de prestigios, de vidas académicas llenas de reconocimiento y bien pagada ostentación intelectual, un escrito del inefable William Ospina llama al activismo de esos, grupos, cuya expansión ha ido creciendo a medida que se ensancha el gasto público y que se fortalecen las bandas terroristas y sus negocios. En ese conjunto de tradiciones tiene un lugar decisivo el respeto por Estanislao Zuleta. Su texto más conocido, "El elogio de la dificultad", discurso que pronunció en 1980 cuando recibió el doctorado Honoris causa por la Universidad del Valle, me llamó la atención por la gracia de sus conclusiones. Me pareció que permitía describir con precisión las limitaciones del personaje. Ni hablar de que sus supuestos herederos con su lealtad al Partido Comunista y a los regímenes totalitarios de la región ciertamente no lo entienden, o cínicamente lo manipulan en favor de sus rentas y su poder. El mundo que amaba Zuleta, el de Goethe y Beethoven, es exactamente lo contrario del de Chávez y las FARC, al que se debe la universidad colombiana actual.

4. Estanislao Zuleta
Es muy curioso que el prócer principal de la universidad colombiana no tuviera estudios universitarios, aunque parece ser una norma de la región: tampoco los tenían Gómez Dávila ni Borges. El caso es que Zuleta era un gran conocedor de los clásicos europeos y de diversos temas filosóficos. El grado de su erudición no es algo que yo pueda evaluar, aunque su capacidad de seducción y su talento pedagógico son innegables. Su entusiasmo por el marxismo y el psicoanálisis es completamente anacrónico, muestra del atraso y aislamiento del medio colombiano: los intelectuales europeos de su generación estaban más bien denunciando esas dos modas, hoy completamente menospreciadas salvo en la región andina y en la menguante república austral. En el texto que comentaré se detecta una voluntad de hacer confluir la línea central de la filosofía europea con el marxismo, en un esfuerzo que ciertamente no ha encontrado ningún eco ni aprecio fuera de la región (a diferencia del ultramontano Gómez Dávila).

5. El elogio de la dificultad
El discurso consta sólo de 2000 palabras y no debería dar pereza leerlo a nadie. Empieza con una oposición que yo encuentro falsa entre dos ensueños de felicidad 

Una vida sin riesgos, sin lucha, sin búsqueda de superación y sin muerte. Y, por tanto, también sin carencias y sin deseo...
La valoración de la dificultad es un grave problema, por no hablar de la atribución de la "búsqueda de superación" a las carencias. ¿De modo que si uno tiene que optar entre vivir en la amable Italia o en la dura Groenlandia deberá escoger el segundo país? ¿Y el afán de superación surge de los riesgos y la lucha? Cosa más bien extraña, la Alemania del siglo XVIII era una región bastante tranquila y próspera, donde la vida más bien sonreía. Más adelante explicaré lo que tiene que ver con los anhelos de superación. Unos párrafos después la simplicidad de la oposición entre ensueños blandos y anhelos de superación aparece de nuevo:
En lugar de desear una relación humana inquietante, compleja y perdible, que estimule nuestra capacidad de luchar y nos obligue a cambiar, deseamos un idilio sin sombras y sin peligros, un nido de amor, y por lo tanto, en última instancia un retorno al huevo
No, nadie desea una relación humana inquietante, compleja y perdible. Si esas relaciones estimulan nuestra capacidad de luchar y nos obligan a cambiar, ello no es el resultado de que lo deseemos. Desear relaciones inquietantes, complejas y perdibles es como desear algún diagnóstico de neurosis, un anhelo de ser interesantes, una forma burda de vanidad: el esnobismo.

La mayor parte del discurso se dedica a denunciar las falacias y perversiones de la izquierda, a tal punto que la popularidad del autor entre los universitarios y comunistas, valga la redundancia, es un misterio, que yo atribuyo a la nula comprensión de lectura que ostentan:
Un síntoma inequívoco de la dominación de las ideologías proféticas y de los grupos que las generan o que someten a su lógica doctrinas que les fueron extrañas en su origen, es el descrédito en que cae el concepto de respeto. 
No se quiere saber nada del respeto, ni de la reciprocidad, ni de la vigencia de normas universales. [...] cuando se habla desde la verdad misma, cuando creemos que la verdad habla por nuestra boca; porque entonces el pensamiento del otro sólo puede ser error o mala fe; y el hecho mismo de su diferencia con nuestra verdad es prueba contundente de su falsedad, sin que se requiera ninguna otra. Nuestro saber es el mapa de la realidad y toda línea que se separe de él sólo puede ser imaginaria o algo peor: voluntariamente torcida por inconfesables intereses. 
Es exactamente lo que ocurre con las personas de "izquierda" o universitarias en Colombia. En los últimos doce años he propuesto en blogs y diversos medios discusiones a los pensadores de las universidades, que NUNCA han tenido un solo argumento sobre lo que escribo: cuando no son las amenazas son los insultos o las descalificaciones calumniosas, o bien las protestas por el anonimato o la extensión de los textos. Parece que Zuleta quisiera educar con su discurso señalando los rasgos de la universidad, pero a pesar de su esfuerzo el sicariato no aprendió nada, por mucho que se proclame heredero del profesor. 

Resumiendo esa parte del discurso se va viendo que el paraíso de Cucaña resulta ser todo el proyecto socialista, pero extrañamente Zuleta no saca esa conclusión, sin duda por la clase de lealtades que adquirió en su juventud y que recuerdan esa época para quien no es joven: la revolución se erigía como la salida espiritual frente a la degradación que se suponía que traía el consumismo. Es difícil leer eso sin sonreír con condescendencia y tristeza.
Pero lo que ocurre cuando sobreviene la gran desidealización no es generalmente que se aprenda a valorar positivamente lo que tan alegremente se había desechado, estimado sólo negativamente; lo que se produce entonces, casi siempre, es una verdadera ola de pesimismo, escepticismo y realismo cínico. Se olvida entonces que la crítica a una sociedad injusta, basada en la explotación y en la dominación de clase, era fundamentalmente correcta y que el combate por una organización social racional e igualitaria sigue siendo necesario y urgente. A la desidealización sucede el arribismo individualista que además piensa que ha superado toda moral por el sólo hecho de que ha abandonado toda esperanza de una vida cualitativamente superior. 
La frase que pongo en negrita permite ver hasta qué punto las rutinas de la militancia universitaria cegaban a Zuleta, como a tantas personas ingenuas que "interpretan" todo lo que leen de modo que lo que es contrario a sus convicciones resulta figurado, metafórico, etc. ¿Qué querría decir Goethe con lo de que "prefería la injusticia al desorden"? ¿No era un miembro de la clase dominante de una sociedad mucho más injusta que la de 1980? ¿Alguien que no sea un imbécil sicario de los que reinan en las universidades colombianas se lo puede imaginar abogando por una organización social racional e igualitaria? ¿Qué será el "arribismo individualista"? En el mundo estrecho en que vivía Zuleta se aludiría al afán mezquino de formar parte de la gente rica o prestante del país al precio de la indignidad, pero ¿puede haber mejor ejemplo de "arribismo individualista" que el propio Goethe, consejero aúlico del príncipe de Weimar y personaje poderoso que se indignó ante la Revolución francesa? ¿No era todo el romanticismo el afloramiento de un tipo de individualismo complejo y extremadamente remoto a los sueños de la cómica militancia comunista del trópico? ¿Desde cuándo esos sueños de "organizaciónn social racional e igualitaria" corresponden a una "vida cualitativamente superior". El encontrar "igualitario" como sinónimo de "superior" es como la materialización del disparate de concebir un Goethe demócrata y socialista.
En el carnaval de miseria y derroche propios del capitalismo tardío se oye a la vez lejana y urgente la voz de Goethe y Marx que nos convocaron a un trabajo creador, difícil, capaz de situar al individuo concreto a la altura de las conquistas de la humanidad.
Ya he señalado el horror que le produjo a Goethe la Revolución francesa. Si hubiera conocido a Marx y sus tremendos proyectos nos habría convocado a llamar a la policía. Ni hablar de la indignación por la miseria y el derroche propios del capitalismo tardío, retórica con la que un señor que sí conocía a los clásicos terminó sirviendo al destino sanguinario y degradante de la universidad colombiana.

Y por fin llegó al último párrafo, en el que la confusión adquiere ribetes a la vez monstruosos y cómicos:

Pero en medio del pesimismo de nuestra época se sigue desarrollando el pensamiento histórico, el psicoanálisis, la antropología, el marxismo, el arte y la literatura. En medio del pesimismo de nuestra época surge la lucha de los proletarios que ya saben que un trabajo insensato no se paga con nada, ni con automóviles ni con televisores; surge la rebelión magnífica de las mujeres que no aceptan una situación de inferioridad a cambio de halagos y protecciones; surge la insurrección desesperada de los jóvenes que no pueden aceptar el destino que se les ha fabricado.
"El pesimismo de nuestra época" sólo se puede aludir a la pérdida de fe en el marxismo, que ya había hecho de las suyas en Rusia y aun en China y anunciaba su fin. Es verdad que Zuleta desde mucho antes denunciaba el "socialismo realmente existente", pero ¡qué raro que el marxismo haya desaparecido como referente intelectual en todo el mundo desarrollado! La fama de los "nuevos filósofos" de los años ochenta fue que demostraron que Marx era estalinista, pero Zuleta estaba lejísimos de concebirlo. La rebelión de los proletarios contra el trabajo insensato es una necedad que echa a perder la lucidez de otras frases del texto. La insurrección desesperada de los jóvenes contra el destino fabricado (por las multinacionales) es un tema mucho más productivo, pero requiere el verdadero final del discurso:
Este enfoque nuevo nos permite decir como Fausto: 
"También esta noche, tierra, permaneciste firme. Y ahora renaces de nuevo a mi alrededor. Y alientas otra vez en mí la aspiración de luchar sin descanso
por una altísima existencia".
La rebelión de los jóvenes llevaba al menos quince años en 1980 y en el mundo desarrollado era sobre todo una asimilación del estilo de vida estadounidense: una moda ligada a un fenómeno de ese país. En Estados Unidos era la resistencia, explicable en cualquier caso, a ir a la guerra de Vietnam. Bueno, que no ir a la guerra sea "la aspiración a luchar sin descanso por una altísima existencia" es sencillamente monstruoso. Lo que la Antigüedad habría considerado elevado sería precisamente el valor de morir haciendo la guerra. La deserción como camino de superación habría hecho llorar de lástima a Goethe, ni hablar del resto de la lucha consistente en dejarse el pelo largo, vestir ropa informal y fumar marihuana. La doctrina colombiana diría que los jóvenes estadounidenses no tendrían por qué ir a morir en Vietnam por los intereses "imperialistas", ¡suerte que no se les ocurrió en 1942! La rebelión juvenil fue la causa de la derrota estadounidense en Vietnam, de las atroces consecuencias que eso trajo para los vietnamitas y del genocidio de Camboya. Relacionar tal hecho con una "altísima existencia" corresponde a las altísimas exigencias de los profesores universitarios colombianos que ayer estuvieron homenajeando a Chávez, pero verdaderamente es una ridiculez.

En Colombia la rebelión juvenil tuvo una materialización mucho más fértil en la Juco, con la que sin duda tuvo que lidiar Zuleta: en lugar de ser administradores de empresas, contadores o ingenieros, los jóvenes imbuidos por el  nuevo enfoque se dedicaron a tirarles piedras a los policías, a amedrentar a los transeúntes y con el tiempo a secuestrar gente o a lucrarse de los secuestros que cometían otros.

Las "ideas" de ese párrafo invalidan toda la lucidez que pudo desplegar Zuleta antes. La "altísima existencia" por la que se propone luchar Fausto es una felicidad ciertamente opuesta al ensueño blando de los perezosos y tontos, pero más aún a la moda de perder la guerra para bailar y divertirse. Es ese agón en que vivían los cientos de Estados alemanes de la época, que tantos logros alcanzó en el terreno de la música. Su esencia no es otra cosa que el trabajo y la formalidad extremos, patentes en la clase de educación que tuvieron en la más temprana infancia Mozart y Beethoven (el Renacimiento italiano fue parecido, lleno de esfuerzos sobrehumanos por el reconocimiento y el poder). Esa felicidad la define Nietzsche como un aumento de la fuerza y la explica Ortega y Gasset como la aspiración al "mando". Ese aumento de la fuerza, de la salud, del vigor, del poder y aun del dominio es radicalmente opuesto al anhelo de una organización social justa, babosada de la que viven con rentas altísimas miles de charlatanes que aparte de recitar esas monsergas no tienen ni remota idea de nada.

Las rebeliones obrera, juvenil y feminista son opuestas a esa clase de aspiración: llevan en sí tanto el igualitarismo (obviamente hostil a todo esfuerzo de autosuperación) como el estatismo, amenaza que tal vez entrevió Goethe en la Revolución francesa pero que sólo adquiriría dimensiones monstruosas mucho después de su muerte. La posibilidad de que la gente de un país ahora aprenda a tocar instrumentos musicales, conozca a fondo a los clásicos y se interese por las artes más que la de 1980 es inversamente proporcional al impacto que tuvieron esas rebeliones. Más equivocado no podía estar Zuleta, más vulgar no podía ser su intento de cuadratura del círculo. Lo que endurece y genera superación no es la moda igualitaria sino la admiración por lo que es no igualitario, por lo que es superior: algo que explica Rilke en el poema tal vez más famoso del siglo XX en Europa y Norteamérica, referido al "Torso arcaico de Apolo".
... pues ahí no hay una parte que no te mire,
tienes que cambiar tu vida.
(Publicado en el blog Atrabilioso el 25 de julio de 2012.)

lunes, octubre 22, 2012

Colombia en sus leyes

Actualidad
La propuesta de convocar una Asamblea Constituyente ha tenido las más variopintas respuestas, obviamente de hostilidad por parte de la prensa, pero también de los uribistas (la semana pasada comenté una respuesta de Eduardo Mackenzie). Para Camilo González, se trata de una propuesta de la ultraderecha, "argumento" con el que pretende atraer adhesiones de la clase de gente que todavía cree en la oposición izquierda-derecha (como organización de los ricos para asegurarse privilegios a costa de los demás, la extrema derecha es lo que en Colombia se llama "izquierda"); para Alfonso Gómez Méndez hay demasiadas constituciones y ahora que ya está ésa, ¿para qué cambiarla? Yo la cambiaría para que sea posible llevarlo a él a la prisión en que debería pasarse el resto de su vida. El mero hecho de que un personaje semejante defienda el engendro del 91 dice mucho de su contenido. Mauricio Vargas también encuentra innecesario cambiar la Constitución: claro, era ministro del gobierno de Gaviria, no faltaría más sino que descalificara sus "logros". Mucho más interesante es un tuitero uribista que dice que el único motivo por el que valdría la pena convocar una Constituyente sería para reelegir a Uribe. De hecho, es un clamor casi unánime de los uribistas, y ya sólo me produce tristeza tener que explicarles que su sueño de dictadura vitalicia (Stroessner y Somoza también convocaban elecciones) sería simplemente el preludio del triunfo de las FARC... Mucho más interesante, insisto, es el hecho de que ese tuitero uribista aprueba la Constitución del 91. No es una excepción, es más bien lo que define al uribismo. Pero me ocuparé de eso después.

"Política ficción"
La situación de Colombia hoy en día es sencillamente infernal: el tráfico de cocaína cuenta con grandes ventajas gracias al apoyo del gobierno venezolano, con el que se alió Santos para proteger ese negocio y para que la resurrección de las FARC le permita hacer inevitable un proceso de paz, que a todas luces es su baza para la reelección (lo explicaba con precisión Salud Hernández Mora: "Para el 2014 Santos sacará su as bajo la manga, el que lo puede salvar: negociación con esa banda criminal, algo que al votante, aunque no lo confiese abiertamente, le gusta comprar). Pues ni siquiera eso es tan peligroso como lo sería una tercera presidencia consecutiva de Uribe, porque la oposición cada vez más rabiosa de la prensa y los sectores afines haría que su alianza con las FARC resultara legitimada por los rasgos poco democráticos (en el sentido del régimen que impera en Occidente) del gobierno. Ni hablar de que el Congreso sería exactamente el mismo que hay ahora y que curiosamente se vendió a la primera ocasión al traidor: sería cuestión de poco tiempo que el descontento avanzara con cualquier pretexto, por ejemplo porque la gente creyera que el bienestar del crecimiento económico es natural y que tendría "derecho" a esperarlo todo del Estado, y se formaría una mayoría que "liberaría" al país de la dictadura, encabezada por las FARC. Si no hay un gobierno sensato y respetuoso de los votantes es precisamente por el error de la segunda reelección: lo que se estilaría en una democracia normal sería un partido representativo de la mayoría, pero precisamente el uribismo es una alianza de grupos de los viejos partidos, y casi todos los políticos que ayudan a Santos eran partidarios de la reelección de Uribe.

Un poco de historia
Para entender un poco el sentido de la Constitución de 1991 hay que empezar por salirse de Colombia y verla desde la distancia: el territorio ecuatorial remoto (para la conciencia europea, que es la raíz de la conciencia de los colombianos, desde las creencias hasta las palabras) es conquistado por grupos más bien pequeños de hombres armados al servicio de la Corona española. Ese grupo que saquea y esclaviza es el germen del Estado de los siglos posteriores. La sociedad colonial, bajo la cual transcurrió la mayor parte de la historia del territorio, era la institucionalización de ese saqueo y esa esclavitud, y alrededor del Estado y su aparato de justicia, y de la Iglesia, prosperaba una clase parasitaria que disponía de todo sin producir nada. La historia de Colombia sólo es el forcejeo entre ese viejo orden y los intentos de asimilación a la modernidad occidental. El comunismo, popular sobre todo después del triunfo de Fidel Castro en Cuba, fue la tabla de salvación del viejo orden e impuso en 1991 la mayoría de sus pretensiones. Si se examinara el discurso de la "izquierda" antes de esa fecha y se lo despojara de la retórica marxista, sólo quedarían dos obsesiones claras: la abolición de la "democracia electoral" y la de la propiedad privada de los medios de producción. Así interpretaba el sentir de la clase hegemónica del orden colonial, que no producía ni produce nada y vive apegada al Estado y que teme que el interés de la mayoría prevalezca a causa de las elecciones. Eso fue lo que se impuso en 1991.

El engendro de Pablo
Es imperativo entender el sentido de esa Constitución: se implanta el socialismo, es decir, el predominio del Estado en la economía, gracias a la proclamación de una serie de "derechos de segunda generación" que comportan la multiplicación del gasto público en favor de la clientela de los políticos y los guerrilleros, casualmente la misma. Fue lo que ocurrió durante los noventa, con una multiplicación del endeudamiento y una paralización al final de la década y sin ninguna reducción de la pobreza. Ya he explicado en otra parte que el índice Gini empeoró en Colombia a partir de esa Constitución. El poder de la casta fundadora del Estado, ahora robustecida por la multitud de funciones que éste se atribuye, se multiplica y encuentra su materialización más brutal en la "acción de tutela", graciosa endemia jurídica y moral que significa sencillamente la abolición del derecho (de las normas y los contratos) en favor de la discrecionalidad del funcionario judicial. El gran problema de la política colombiana es la falta de resistencia al orden impuesto en 1991, no que Roy Barreras ahora ayude a la guerrilla y no a la autocracia plebiscitaria con que soñaban los uribistas, que del primero al último mostraron nulo interés por abolir esa Constitución.

Gremios concordes
El tuitero que sólo le ve sentido a una Constituyente para reelegir a Uribe es abogado. Para este gremio la "acción de tutela" es una bendición, si el afectado es un particular, el litigante tiene la ventaja de que sólo tiene que ganarse la voluntad del juez, normalmente favorable a sus compañeros de estudios y de medio social, sin detenerse en normas y contratos. Cuando el afectado por la decisión es el Estado, las ventajas son aún más claras: en este caso las cosas son exactamente al revés de como se las denomina, el Estado es el abogado (la máquina de exacción al servicio de la casta dominante) y el afectado es el contribuyente, incluso si no paga impuestos, porque el resultado del vasto parasitismo de los "trabajadores al servicio del Estado" y de los beneficiarios e intermediarios de las tutelas es la pobreza y el atraso generalizados: pésimas infraestructuras, ínfimo desarrollo empresarial, etc. Sencillamente, en ningún país civilizado se puede concebir que alguien se haga pagar cirugías plásticas, entre otras muchas lindezas, gracias a que el juez admite que la Constitución reconoce un "derecho a la salud": demandante, abogado y juez son sencillamente los herederos de los conquistadores disponiendo de las riquezas del territorio en su favor particular. Ni siquiera la retórica es muy original, cuando además del saqueo había esclavitud y exterminio manifiestos de la población aborigen se invocaba la expansión de la religión del amor. La tiranía del hampa chavista en Bogotá no vacila en recurrir a ese mismo lenguaje orwelliano.

La arcadia añorada
Un argumento del citado tuitero uribista es que los logros del gobierno de Uribe se dieron bajo la Constitución de 1991. ¿Alguien recuerda que el montaje de persecución de Plazas Vega, que terminó con una sentencia que es en sí un crimen, tuvo lugar bajo ese gobierno? ¿Y las sentencias judiciales con las que sencillamente se legisla y se impone al Ejecutivo un tipo de gasto en salud? Un rasgo típico de la Constitución de 1991 es la abolición del poder de las autoridades elegidas, sometidas al poder judicial de un modo inconcebible en cualquier democracia de Occidente. Cuando hacia 2005 se pretendía reformar la justicia, en una entrevista el entonces presidente de la Corte Constitucional, el actual fiscal Eduardo Montealegre, declaraba alegremente que no se los podría forzar a emitir sentencias realizables: ¡ellos no iban a hacerse cómplices de la ineficiencia del Estado! Si se comparan los gobiernos de Uribe con los demás que ha habido bajo esa Constitución saldrían muy superiores, pero encontrar un argumento a favor de la norma en ello es como concluir que el terreno del cross permite desplazarse más rápido que el plano porque alguien gana en ese deporte.

Límites constitucionales
Nadie debe engañarse: la asimilación de Colombia al orden que impera en Europa occidental y Norteamérica, y cada vez más en Asia, no se consigue simplemente cambiando la Constitución. Pero se mire por donde se mire, la mayoría que quisiera esa asimilación y que lo ha refrendado en las últimas cuatro elecciones se encuentra siempre con el freno de las leyes existentes, que sustentan el poder de los socios de las bandas terroristas. La misma circunstancia de la Conquista del Cauca se basa en la entrega de territorios a comunidades indígenas, aporte de dicha constitución que, como ocurre con toda su retórica engañosa, lo que entrega en realidad es individuos a autoridades que resultan fácilmente manejables por los detentadores del poder real, los funcionarios de la máquina del Estado que aseguraron sus puestos y rentas gracias a esa Constitución, de nuevo resucitando instituciones coloniales.

Identidades constitucionales
El análisis minucioso de la Constitución de 1991 rebasa las pretensiones de esta entrada del blog y daría para señalar infinidad de rasgos totalitarios-atávicos. De momento sólo se puede señalar que a la hora de pretender cambiarla no se puede contar con la mayoría de los uribistas, personas cuyos valores e ideario no siempre coinciden con ese anhelo de asimilar a Colombia a las democracias modernas, y que lo mismo se extravían en los típicos caudillismos hispanoamericanos que aplauden un texto constitucional que sencillamente asegura las pretensiones de los comunistas y que en disposiciones como las relativas al delito político, a la negociación de la paz o a la noción de propiedad aseguran la toma completa del poder. No es raro que el Polo Democrático, que es a las FARC lo que el NSDAP a las SS se proclamara el partido de esa Constitución, ni que en 2006 el lema de la campaña de Carlos Gaviria fuera algo consignado allí: "La propiedad es una función social que implica obligaciones". Eso es exactamente la propiedad allí donde las FARC tienen el poder local, una función, el propietario figura en los títulos, pero las rentas y el uso de su propiedad corresponden al Partido Comunista, como cada vez más todo en Colombia.
(Publicado en el blog Atrabilioso el 18 de julio de 2012.)

jueves, octubre 18, 2012

Las reservas frente a una Asamblea Constituyente

Lo primero que debo señalar es que el interés por convocar una Constituyente no es nuevo ni sobre todo popular. Hace varios años lo venimos señalando en este blog, por ejemplo en esta entrada de 2008. Pero siempre han predominado las resistencias de todo tipo, cosa que me produce una tremenda fascinación: ¿qué creen los supuestos "derechistas" o enemigos de las bandas terroristas que significa la Constitución de 1991? ¿Dónde creen que se sustentan en últimas las continuas atrocidades del poder judicial surgido de esa Constitución sino en su texto y en las instituciones que creó? La resistencia a la Constituyente es una expresión de un conformismo para mí incomprensible, una visión según la cual todo lo que se puede aspirar es por ejemplo a que las altas cortes reflexionen un poco y tengan el buen gesto de soltar a Plazas Vega sin soñar siquiera con que los terroristas que mataron a los magistrados paguen por su crimen o al menos encuentren rechazo de la nación en su norma fundamental.

La reciente crisis generada por la Reforma a la Justicia animó a los sectores próximos al expresidente Uribe a pensar en esa posibilidad, pese al escaso eco que habían tenido las propuestas anteriores, como este post de abril de 2011 ("Diez razones para una constituyente") o éste de enero de este año ("Maduros para la democracia"). No obstante, la idea, piedra de escándalo para los propagandistas del terrorismo que predominan en los grandes medios, encontró la resistencia habitual, cuyos argumentos pienso comentar en esta entrada.

Por ejemplo, Eduardo Mackenzie publicó un artículo titulado "La peor de las dos reformas" sobre la malhadada reforma a la justicia, del que copio unos párrafos: 
Como toda crisis, ésta podría aportar algo positivo: abre perspectivas de recambio, de regreso a una cierta racionalidad y prudencia en la conducción del Estado, a condición, claro está, de que la oposición uribista adopte un tono y una postura tan firmes como serenas. 
Por el momento, de ese lado, se nota un cierto apresuramiento. Unos lanzan, de nuevo, la consigna de la asamblea constituyente. Otros piden un juicio político al presidente (la atracción de lo ocurrido en Paraguay parece irresistible). Los demás claman contra la reelección de Santos. Todo eso es interesante pero el recambio político no saldrá de esas iniciativas inmediatistas. Hay que ser cautos pues algunos ya están queriendo transformar esa legítima efervescencia política en un momento revolucionario, es decir, en una coyuntura abierta a todas las aventuras. 
El país necesita un nuevo liderazgo político. O, mejor, necesita recuperar la dinámica que perdió cuando el presidente Santos, elegido por el pueblo uribista, dejó de lado esas banderas. El país debe frenar el curso caótico que emprendió la llamada Unidad Nacional. 
Pero, atención: no hay atajos hacia esa reconquista del poder. La no construcción hasta ahora de un nuevo partido político, de oposición, de proposición y de reconstrucción del país, con millones de adherentes, militantes y votantes, con un programa absolutamente claro, no puede obviarse con llamados a convocar una Asamblea Constituyente.
Lo primero que se me ocurre pensar es ¿de qué modo es "inmediatista" una Asamblea Constituyente? Parece que lo que yo me imagino es distinto a lo que Mackenzie sabe o supone: ¿cuándo se convocaría en el supuesto de que ocurriera? No es verdad que Santos o el Congreso la buscaran, para eso lo habrían hecho antes. Luego, primero habría que convocar un referendo, cosa que requiere la aprobación del Congreso, la cual de por sí es bastante improbable. ¿En qué me equivoco? En un ensueño de lo más complaciente, la Constituyente se podría convocar a la vez que las elecciones de 2014, pero eso sólo a condición de que hubiera verdadero interés, cosa que según veo no comparte el propio Mackenzie.

Tanto el primero como el tercer párrafos citados plantean como solución una "reorientación" del rumbo del gobierno, no hablemos del sobreentendido de que basta esa dirección para que el país vaya bien, cosa que comentaré más adelante. Pero el último trae una confusión grave: de nuevo aparece la Constituyente como un atajo, pero resulta además opuesta a la construcción de un partido de "oposición, proposición y reconstrucción del país". ¿Cuál sería el programa de ese partido sino cambiar lo que los terroristas impusieron en 1991? Otra cosa es que de parte de los líderes de algún modo opuestos a Santos no hay la menor intención de crear ese partido, a tal punto que Fernando Londoño sigue siendo del mismo partido que Pastrana y, según he leído, propone como candidata a la exministra Martha Lucía Ramírez.

Es decir, si entiendo bien a Mackenzie, no hay que promover ahora una Constituyente porque no hay ningún partido que represente a la mayoría, pero tampoco hay la menor intención de crearlo ni de apremiar a los políticos profesionales para que lo hagan: la verdad es que la urgencia de ese partido, que dadas las condiciones de la política colombiana real tendrá que ser amplio y acoger tanto a los católicos y tradicionalistas como a los libertarios, no ha interesado a nadie, al menos públicamente, tampoco a Mackenzie, al que no recuerdo advirtiendo contra la fatal patochada de la segunda reelección de Uribe.

Los siguientes párrafos del texto de Mackenzie me inducen a pensar que lo que llaman constituyente no tiene nada que ver con lo que yo concibo:
¿Ésta sólo se ocupará de hacer otra reforma de la justicia? ¿Y cómo sería esa Constituyente? ¿Incluyendo a toda la clase política? ¿Excluyendo a unos y tolerando a otros? ¿Sería eso democrático? 
¿Sería correcto dejar que quienes votaron el adefesio del 14 de junio voten también el perfil de esa Constituyente?
¿No es lícito suponer que una Constituyente tendría que ser como la de 1991, abierta a todos los partidos y mediante elección libre de delegados por sufragio universal? Lo FASCINANTE es que al parecer para Mackenzie la vaguedad del proyecto le parece expresión de algo "apresurado" y ligero, y digo "fascinante" porque el sobreentendido es que la Constitución de 1991 es tolerable y sólo con un país reconstruido se debería plantear suplantarla.

Todo eso es sumamente confuso: el Congreso existente debería aprobar un referendo para convocar una Constituyente; es previsible que habría muchas resistencias, pero también que con suficiente presión ciudadana se conseguiría. ¿De dónde sale la posibilidad de excluir a alguien? ¿Cuál es el "perfil" de esa Constituyente que podrían (o no) votar los que aprobaron la reforma a la justicia? ¡Los mismos que se quejan de eso lamentan que una Constituyente sea una caja de Pandora o una caja de los truenos o una "vacaloca"! 
¿Cuál sería el partido dominante, el faro iluminador de los debates en esa asamblea? ¿Cuáles sus postulados constitucionales? No seamos ingenuos: una constituyente improvisada puede, por el contrario, agravar la crisis y abrirle las puertas a fuerzas minoritarias y sectarias más avezadas y organizadas para esas maniobras que los otros grupos. Lo repito: sin un partido o, al menos, sin un movimiento uribista estructurado y claro, independiente de esa caricatura que es el partido de la U, una asamblea constituyente será un nuevo problema, no la solución. La teoría de la soberanía popular absoluta ha conducido a veces a nuevas tiranías.
El partido dominante sería el mayoritario, aquel que obtuviera más delegados. Tal vez la única forma en que se lograría crear un partido que defendiera la democracia sería precisamente en el acuerdo de una propuesta constituyente. ¿De dónde saldrá la idea de "una constituyente improvisada". De momento no hay, que yo sepa, una propuesta remota de convocarla, cosa que no aprobaría el Congreso y que requeriría buscar firmas para un referendo. ¿De qué modo fuerzas minoritarias podrían cambiar esa decisión mayoritaria si se conseguiría una participación mucho mayor que la de 1991, inferior al 20%? Lo único que sale claro es la suposición extraña de que de aquí a un par de meses se estaría barajando de nuevo todo el orden legal, y la atroz certeza de que la Constitución de 1991 es tolerable.

Pido perdón por citar todo el resto del artículo de Mackenzie. De verdad es algo que produce angustia. A lo mejor, y no es ningún sarcasmo, hay algo importantísimo que yo no entiendo y que algún amable lector me explicará:

La oposición uribista, por otra parte, se está dejando encerrar en un falso debate: el de la llamada “reforma judicial” del 20 de junio. Ese engendro, es verdad, debe ser echado a tierra. Pero no olvidemos dónde está lo esencial: hay un acto de reforma constitucional aún peor, aún más grave y peligroso para el Estado de Derecho y para la paz en Colombia: el llamado “marco para la paz”. Derrumbar la reforma del 20 de junio de 2012 sin tocar la monstruosidad del 14 de junio de 2012 es dejar que el mal se escape por la ventana. 
Con mucha perspicacia, la izquierda y, sobre todo, sus jefes extremistas, quienes fueron los primeros en destruir la justicia introduciendo métodos abyectos para cometer arbitrariedades a granel, sobre todo contra el uribismo, las Fuerzas militares y los servicios de seguridad del Estado, están alimentando esa visión unilateral: claman contra la “reforma a la justicia” y pretenden que nadie toque el tema del “marco para la paz”. 
Esas dos reformas constitucionales son piezas claves del viraje de Santos. Las dos son nefastas. Pero el “mpp” es la peor. 
Si una favorece a la burocracia de los tres poderes, para facilitar la gobernabilidad del santismo, la otra favorece al principal y más implacable enemigo del país: las Farc. Si el país se distrae ante eso tendrá dentro de poco, si el señor Timochenko es un poco más lúcido, senadores y toda suerte de caudillos, agitadores, bandas y pistoleros de esa corriente en plena libertad y con todos los derechos. Y tendremos, además, una Constitución dictada por las eminencias grises de La Habana. 
Nadie puede olvidar que el acto legislativo votado el 14 de junio de 2012 por el Congreso permite dejar a Colombia huérfana de una Fuerza Pública creíble, en aras de la financiación de un ilusorio “post conflicto”, fase en la cual más se agrava la violencia, como se ha visto en los países de África y Centroamérica donde la llamada “justicia transicional” fue adoptada.

El “mpp” garantiza la impunidad de los jefes y bases de las Farc y del Eln, pues legitima la suspensión de la ejecución de las penas de éstos, prevé sanciones “extra-judiciales”, “penas alternativas” y hasta la “renuncia de la persecución judicial penal” de todos esos criminales, incluso los de lesa humanidad, que hayan sido beneficiados por una decisión subjetiva de la Fiscalía General de la Nación. 
 
 Sí, hay una crisis institucional grave, pero no olvidemos que la solución vendrá de la prudencia inteligente y de la discusión humana, no del arrebato.
¿De verdad que no es una broma? ¿Habrá quien me explique en qué consiste la "prudencia inteligente"? Lo que Mackenzie llama "arrebato" es algo que estamos pidiendo en este blog desde hace al menos cinco años y que no será realidad ciertamente ni en 2014 ni en esta década, pero es el único camino viable para enderezar a Colombia. 

El que publica textos que pueden leer personas desconocidas siempre tiene ese desasosiego de no saber si aquello que escribe se entenderá. ¿Qué es lo que podrían hacer los que no están de acuerdo con el Marco Legal para la Paz para revertirlo? ¿No parece un chiste lo de la "prudencia inteligente"? La única forma en que se podría revertir el conjunto de medidas con que Santos pretende negociar la "paz" con los terroristas (y que no traería violencia de posconflicto sino un agravamiento de las aspiraciones terroristas), es una resuelta movilización ciudadana por una Constituyente. Está visto que son muchos los que no han entendido que la Constitución de 1991 es sencillamente la toma del poder por los terroristas y la garantía de la continuidad del Conflicto hasta que se consiga todo el poder: la vieja noción de Montesquieu de que "No se puede comprar la paz porque quien te la ha vendido se encuentra en mejores condiciones para volver a vendértela".  

Sobre el mismo tema Camilo Andrés Mosquera publicó una entrada en este blog: "Los objetivos del uribismo". Copio un par de párrafos muy dicientes.
El proceso de iniciar una Asamblea Nacional Constituyente es largo y no parece haber un líder que dé palo para iniciarla. La Asamblea Nacional Constituyente por ser nacional es incluyente y las posturas del uribismo son en su mayoría excluyentes de otros sectores como la izquierda.  

 Además de que debe iniciar a través de una ley y este limita su contenido y objetivo lo cual puede convertir a la constituyente en un texto muerto e inocuo, pero la mayor preocupación que deben tener sus impulsores más allá del tema económico es la apatía de los colombianos por ir a las urnas. Sin Uribe en el poder y con una burocracia y maquinaria menguada es posible que la Constituyente se hunda y no consiga los 8 millones que necesitaría para aprobarse, y siendo un fracaso esto, será un lastre muy costoso de cara a las elecciones de 2014.
Lo que para Mackenzie es inviable por corresponder a un arrebato inmediatista, para Camilo es inviable por ser un proceso largo. Las posturas pueden ser opuestas, pero tiene que expresarse una mayoría del país. La ley limita el contenido de la Constituyente, pero ese límite dependerá de la presión ciudadana. La apatía de los colombianos por acudir a las urnas no será tanta como la de 1991, cuando votó menos del 20%.

Queda el sobreentendido de que la Constitución de 1991 es tolerable. Es lo que de verdad merece atención porque, trágicamente, lo que significa esa Constitución permanece oculto para la mayoría. Será el tema de un próximo post.

Una Constituyente sería la ocasión para que la sociedad colombiana discutiera ampliamente sobre lo que quiere y sobre el orden que subyace a las apariencias legales. El error del uribismo fue acomodarse al orden impuesto en 1991 y gobernar hasta donde permitían los verdaderos legisladores de las Cortes, tolerando el prevaricato como forma habitual de obrar del poder judicial.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 10 de julio de 2012.)

sábado, octubre 13, 2012

Poder, prestigio, persuasión


Me desconcertó un poco leer en alguna parte que el poder del Estado es ante todo poder espiritual. Pero pensándolo mejor resulta algo claro: por mucho que la fuerza sea el "argumento" que en últimas cuenta, no bastaría para mantener la estabilidad de un orden social determinado. Es necesario que los súbditos de una autoridad la reconozcan y con ese fin hay toda clase de elementos legitimadores, desde la ostentación de joyas y prendas suntuosas hasta las leyendas sobre su origen, pasando, claro está, por la poesía épica, que no en balde es señalada por muchos autores como el verdadero origen de las naciones.

Ese rasgo del poder evidente en las sociedades arcaicas no podía ser diferente en las modernas, en medio de cuya complejidad destacan grupos dominantes que deciden el rumbo del Estado. Esos grupos ejercen su mando sobre la sociedad a través de los medios de comunicación social, que, ante la "disponibilidad" del poder político, terminan siendo el verdadero poder. Entender su papel en la vida colombiana actual es esencial para saber qué está ocurriendo y qué ocurrirá. A las castas sacerdotales y las liturgias de la época en que la religión era la primera función del Estado las reemplazan hoy los grupos económicos, que en Colombia tienen por principal industria el control del Estado. No es nada especial, el hombre más rico del mundo, Carlos Slim, no ha inventado nada ni produce nada en un contexto de competencia, simplemente maneja relaciones con gobiernos que le dan licencias para sus empresas.

Esos medios de comunicación surgen del mismo poder y son ante todo una formidable máquina de propaganda. Cuando se consigue ver qué pretenden, adónde quieren llevar a su público, se entiende cuáles son los planes de los dueños del poder, los grupos dominantes: clanes, castas, logias o agrupaciones de diverso signo. En la historia de Colombia se podría hablar más bien de castas, aunque en su interior haya diversos clanes a veces enfrentados y a veces capaces de cooptar elementos externos.

¿Quién posee los medios de comunicación en Colombia? La mayor concentración está en manos del clan López-Samper, asociación familiar que opera desde el siglo XIX, cuando los ancestros de los actuales mandamases compartían negocios en Honda. Son los dueños de Semana y tienen una notable influencia en El Espectador y Caracol TV. El propietario formal de estos medios es el Grupo Santodomingo, pero su asociación con los López y Samper es muy antigua. La familia Santos, antigua propietaria de El Tiempo, también está asociada a ese clan y el actual director de Semana es el hijo del antiguo director de El Tiempo, el hermano mayor del presidente. Este periódico lo posee actualmente Luis Carlos Sarmiento, pero su influencia en la línea editorial depende en últimas de su lealtad al gobierno, que es el principal anunciante, por no hablar de otros negocios desconocidos. Lo mismo se puede decir del otro gran canal de televisión, RCN, algo más que dócil en su afinidad con el gobierno actual. En cuanto a Caracol Radio, la asociación del Grupo Prisa, su propietario, con el Grupo Santodomingo y los Samper es de larga data, y la compra de la cadena radial corresponde a una especie de riesgo compartido

Es decir, en lo esencial los medios colombianos presentan un sesgo a favor de sus dueños, lo que no sería nada sorprendente de no ser por su absoluta concentración, y sobre todo por la concentración de los recursos económicos en el Estado. Los clanes mencionados dominan a la vez el gobierno y el control ciudadano al gobierno, desde el gobierno pagan con recursos públicos su propaganda y no encuentran respuesta porque la gente parece no entender que aquello que publican está lleno de intención. De hecho, no recuerdo casi a nadie que vea un mismo plan en esos medios, por mucho que se demuestre que los mismos que los controlan tienen un pasado característico. Da lo mismo: la relación entre la propiedad de los medios y su orientación es invisible para los colombianos. Recuerdo el escándalo que se armó cuando cerraron la revista Cambio, órgano redundante dirigido por samperistas cuya circulación no justificaba que se publicara, ni siquiera a pesar de la pauta que pagaba el Estado. No faltaron los farianos que clamaron contra la "censura". Pero cuando se denuncia la abierta propaganda terrorista en que incurren, entonces todos salen con la pluralidad informativa.

Entender lo que dicen los medios colombianos sobre las guerrillas es entender el sentido que tienen estas bandas, pero ¿quién va a explicarles a los colombianos que a Antonio Caballero lo publican porque sus diatribas convienen a los dueños de la revista? Este rebelde profesional es el modelo de la mayoría de los "creadores de opinión". Si se ve que el premio de los crímenes terroristas es una misión obsesiva de los tres grandes medios escritos bogotanos, de la televisión de Santodomingo y ahora de la de Ardila Lülle, viene a resultar que las bandas sólo cumplen una labor al servicio de esos dueños de los medios, cuyos intereses saldrían reforzados en la negociación. Por eso durante los años del Caguán se leían órdenes directas de cometer asesinatos en las columnas de Alfredo Molano, Sergio Otálora o Antonio Morales en El Espectador. Hoy en día se trata de "aportar" justificaciones para premiar a las FARC, que pueden ser comparar a "Timochenko" con Mandela, como hace Natalia Springer, o proponer nuevos despejes, como hace otro sicario. De hecho, el actual director de El Tiempo empezó su carrera en la revista del M-19 y formaba parte de los comités temáticos del Caguán.

Perdón por ser redundante, pero es algo respecto de lo cual uno encuentra siempre una ceguera especial de los colombianos. Durante los años del Caguán aquello que para un habitante de un país civilizado es obvio (y aun escandaloso suponer otra cosa), que prometer premiar los asesinatos sólo conduciría a multiplicarlos y significaría el fin de la democracia, era anatema en la prensa colombiana. Ese mismo sentido tiene hoy lo que se publica en ella: alentar el terrorismo para obtener ventajas en una negociación. Ya los asesinatos del M-19 y su socio Pablo Escobar trajeron, con la Constitución de 1991, la multiplicación del gasto público, es decir, de las rentas y el poder de los dueños de la prensa y su vasta clientela a costa del desarrollo del país, la orgía de asesinatos que buscan ahora con el pretexto de que es urgente negociar les aseguraría mucho más poder y control.

Y siendo que los medios publicitan lo que interesa a sus dueños, habrá que ver cómo lo hacen, porque hay una parte de seducción y otra de persuasión, y combinadas producen un mainstream de opinión que responde a sus estímulos. A veces siguen al público para no perderlo, pero pronto lo recuperan: el horror de las fotos de Íngrid Betancur en 2008 motivó un gran rechazo a las FARC que determinó que esos medios apoyaran la marcha del 4 de febrero, obviamente tratando de convertirla en un movimiento por la negociación (tal como las marchas del No Más del 97 sirvieron de preludio al Caguán por mucho que buena parte de la clase media que participó en ellas esperaba un cese real de los crímenes). Así, El Espectador la convirtió en marcha por el Acuerdo Humanitario:



Pero esos casos en que complacen tendencias del público para desviarlas son más raros, lo habitual es que simplemente orienten la opinión con métodos de seducción directa. Por ejemplo SoHo es una especie de burdel virtual, cuyo "encanto" no excluye la pederastia, como se puede ver leyendo el texto que acompañan a esta foto:






El director de la revista es un miembro de la familia Samper cuyo "humor" es, como "La Luciérnaga" o los dibujos de Vladdo o Bacteria Opina, pura violencia virtual al servicio del interés de la familia, de los Colombianos por la Paz (grupo al que pertenecen tanto Vladdo como Darío Arizmendi) y en general de... eso, del intercambio humanitario y la solución política negociada del conflicto social y armado. La risa es (al igual que la exhibición del cuerpo femenino), un recurso fácil por el cual se llega a las mayorías y se genera la ideología que interesa al poder. Por ejemplo, la imagen de abajo forma parte del blog de un progresista de ésos. El populacho siempre va a donde hay imágenes sugerentes y risa fácil.




Acerca de la ideología de SoHo y del objeto último de sus seducciones, que no es, como muchos creen, sólo vender revistas o anuncios, sino atraer público para Semana y adherentes ideológicos que terminan votando por el progresismo ya publiqué una entrada en este blog hace unos años. Pero si se interesan por su creatividad o su calidad, es una distracción gravísima no conocer este blog: Fotocopias colombianas.

Esos datos ya orientan ampliamente sobre el sentido de los medios colombianos, pero la promoción de ideología, de un discurso indistinguible del chavismo y que en un país civilizado sería con frecuencia algo muy despreciado y ligado a medios marginales, cuando no objeto de atención de la policía y los jueces, es obsesiva y no desdeña recursos. Se podría hacer algún estudio sobre las telenovelas, en las que se encontraría lo mismo. Al menos el actor que encarna a Pablo Escobar es activísimo en Twitter: otro adalid cívico que dedica su tiempo libre a maldecir a Uribe con falacias del más burdo sicariato, y que con eso consigue además de reconocimiento, excelentes relaciones con los que influyen en los castings de la televisión. Eso por lo demás es común a la farándula local, no en balde es el país de los "lambones".

Aparte de la pornografía, el escándalo y las burlas ofensivas que halagan a la peor chusma, los medios colombianos tienen otro medio de seducción particularmente eficaz: la indignación. En realidad es lo mismo que la pornografía y el "humor", algo montado sobre un engaño: el halago, las víctimas del "ingenio" de Samper Ospina son a menudo personas que despiertan envidia en el público, personas de mejor condición social y económica, que resultan despreciables gracias a que el patán que lee al gran poeta se incluye sin darse cuenta en el Dream Team de los que reciben favores de las modelos, cosa que en la realidad está lejísimos de ocurrir. Eso mismo pasa con la indignación, la gentecita menos digna de consideración oye o lee a los abanderados de la justicia y de repente resulta moralmente perfecta pero afectada por los desafueros de quién sabe qué enemigos. Lógicamente, los malos son los que no convienen a los dueños de los medios y del poder político. Vale la pena ver este "mensaje" del típico "intérprete de la angustia popular"

La cosa no es para bromas, el video ya tiene más de 243.000 reproducciones en YouTube. Creo que es difícil encontrar un ejemplo más claro del modo en que la indignación es una forma de halagar al público y hacerlo compartir una superioridad moral tan grata como participar del ingenio de los humoristas o de las danzas sinuosas de las modelos. De paso el prócer señala a Andrés Felipe Arias, con alias y todo, como un delincuente, cosa que su público se traga sin mucha reflexión: el delito de Arias es incomodar a los que le pagan a este payaso, lo más parecido que hay en la Colombia de hoy a Hugo Chávez.

Bueno, hay algo innegable en la relación de la prensa colombiana con los portavoces urbanos del terrorismo, y, como ya he señalado, eso nos debería hacer pensar sobre la verdadera naturaleza de las guerrillas. ¿Por qué tanto El Espectador como El Tiempo publicaron editoriales apoyando la iniciativa de Piedad Córdoba de comunicarse con las FARC para pedirles un intercambio humanitario que era lo que pedían las FARC? Era obvio que se trataba de legitimar a las bandas terroristas, pero ¿no es lo que hace la prensa día a día? Se dirá que hay algunos columnistas hostiles a las FARC y el ELN, pero por ejemplo en Semana no lo es ninguno, y en El Tiempo cuando escribe José Obdulio Gaviria hay otros cinco comunistas radicales en la página de opinión. Si no abrieran de vez en cuando la puerta a gente que expresa el sentido común de la mayoría, sería más evidente su sesgo.

Pero no hay que complicarse mucho la vida. Héctor Pineda, un asesino del M-19 que participó en el engendro de 1991, cuenta sin incomodarse demasiado:

Al final de la guerra, cuando regresé a mi tierra con la buena nueva de la paz, Pedro Bonett, el abogado del Grupo Santo Domingo, imagino que con el beneplácito del "jefe invisible", nos acompañó en el periplo de la política como senador de la bancada del M-19.
Eso son, tras la retórica de la lucha de clases y la indignación antipolítica y anticapitalista sirven a la conjura de los grandes poderes cuyos negocios consisten simplemente en el control del Estado. Las relaciones del samperismo con las FARC, cada vez más evidentes, sobre todo gracias a la abierta representación que hace al funesto expresidente de Chávez en Colombia, remite de nuevo a esa relación. La ideología totalitaria es un buen pretexto para expandir el gasto público, a través del cual se aseguran los negocios de los dueños de los medios, y para mantener cebada a una clientela que se forma casi automáticamente gracias a que cristaliza sobre el molde atávico de la sociedad de castas colonial (razón por la que tiende a ser dominante en Bogotá y más difícilmente en otras regiones).

El terrorismo es pues clientelismo armado y un recurso de la casta dueña del país, que por eso concentra su odio en el expresidente Uribe, porque fue el único que hizo frente a los proyectos de refundación basados en el premio del crimen. Los medios son para sus dueños, además de, como ya he explicado, una formidable máquina de propaganda, un medio de intimidación. ¿Qué mejor ejemplo que la última columna de María Jimena Duzán, siniestro personaje que fue nombrada cónsul en Barcelona para complacer a las FARC: con el pretexo de la fallida reforma, acosa al fiscal para presionarlo para que libere a Sigifredo López (es el sentido de ese artículo).
Si para el fiscal Montealegre estos orangutanes modernizan nuestro estado de derecho, entonces ya no sorprende su obstinación por inculpar al exdiputado Sigifredo López, a pesar de que todas las pruebas que tenía contra él se le han deshecho.

¿De qué modo se han deshecho? Gracias a la magia de los medios: la voz del personaje que habla en el video que publicó la Fiscalía es la de Sigifredo López, así como la dicción, la prosodia, etc., y cualquier cotejo profesional lo confirmará. La afirmación de la figurona terrorista se basa en la multitud de mentiras que han publicado los medios, la principal de las cuales es que el FBI emitió un dictamen favorable, cuando simplemente señaló que el material que recibió no servía para hacer un cotejo.

En esa misma campaña, Semana publica un artículo de Daniel Coronell que valdría la pena desmontar de no ser porque esta entrada ya es interminable. "La Fábrica Nacional de Testigos" sólo se ocupa de uno, un antiguo miembro de las FARC al que no les habrá costado nada amedrentar o comprar, o ambas cosas, para que se desdiga. Por ahí descalifica a decenas de testigos de todas clases, incluido un vendedor de fruta que vio a Sigifredo López dando órdenes. Obviamente no dice nada del cotejo de voces que rehúyen: el arte de Coronell es brindarle a la masa de mediocres tinterillos parásitos que sirven de base social al régimen y a las bandas de asesinos que lo sustentan supuestas pruebas de calumnias. Ese artículo es un ejemplo típico, ¿qué denuncia? ¿Cuál es el delito de Muñoz? ¿Qué pretende demostrar con las "pruebas" que aporta? Sólo consigue que un público previamente aleccionado, de arribistas y lambones, crea que se han desvirtuado las decenas de testimonios que inculpan a Sigifredo López, por no hablar del problema del cotejo.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 4 de julio de 2012.)