viernes, diciembre 26, 2014

El amplio bando de la paz


Hay una especie de establishment colombiano formado por las familias que dominan el Estado y sus redes de influencias, de las que la llamada izquierda y hasta las bandas terroristas son sólo una faceta, como los medios de comunicación o las mafias del poder judicial. Lo que piensa ese sector dominante es muy conocido y resulta casi ocioso considerarlo sin pensar en alguna alternativa. Es decir, lo que más importa es el discurso alternativo tal como la estructura del virus del ébola sólo importa porque permite buscar el remedio o la vacuna que podría impedir las muertes que ocasiona.

En Colombia la única alternativa que hay al régimen es el uribismo y por desgracia es imposible hacerles entender a los uribistas la peligrosa confusión en que andan, toda vez que están dispuestos a seguir a su líder a donde él quiera llevarlos y él no parece saber muy bien adónde quiere ir.

Baste pensar en las críticas a la negociación de La Habana por parte de la  mayoría de los uribistas: todas las objeciones que ponen tienen el problema de que antes Uribe ha aceptado todo eso. Tanto la no entrega de las armas ("dejación") como la elegibilidad, la impunidad y hasta la Constituyente se planteaban al comienzo de su segundo gobierno. El interesado puede consultar al respecto este documento de la Presidencia de la República del año 2006 (una entrevista a Uribe en la que acepta todo eso y aun aboga por el "intercambio humanitario").

Nadie debe pensar que siquiera remotamente Uribe es comparable a Santos, ni que esas ofertas de negociación se parecían a lo que ocurre ahora: lo que ha hecho Santos es resucitar a una banda derrotada y poner a todo el aparato del Estado a su servicio. Durante los gobiernos de la Seguridad Democrática se combatió a las bandas terroristas con los resultados que se conocen (aunque parece que ya todos los olvidaron). La tentación de  negociar no era en absoluto un peligro porque los terroristas sólo podrían sentarse estando ya desesperados, y siguiendo su costumbre esperaron al siguiente gobierno.

Es decir, es normal que Uribe considerara la negociación con todas esas condiciones como el logro completo de su obra de gobierno: de esa negociación podrían haber salido los terroristas impunes y elegibles y no obstante derrotados. De la que tiene lugar en La Habana ya son totalmente triunfadores y sencillamente tienen seguro el control del país por muchas décadas siempre y cuando mantengan la alianza con la oligarquía.

También se debe tener en cuenta que Uribe tenía que hacer frente siempre a la formidable presión de la máquina de propaganda de los aliados del terrorismo y de algún modo necesitaba mostrarse conciliador para evitar que lo presentaran como un generador de violencia sesgado a favor de los "paramilitares". Y sobre todo al eco que esa propaganda siempre ha tenido entre los colombianos, tan poco apegados a la ley que anhelan "reconciliarse" con los terroristas (que agravian a otros).

Los reproches que se le pueden hacer no tienen que ver con lo que hiciera con las bandas terroristas, a las que a fin de cuentas combatió con rotundo éxito, sino con los errores que cometió en la presidencia como líder político: la alianza con la oligarquía y la lamentable intentona de convertirse en presidente vitalicio, que son las causas de la catástrofe actual (tal vez lo peor que le ha pasado a Colombia en toda su historia, la caída en manos de unos genocidas que matarán en las próximas décadas a muchas veces más personas de las que han matado hasta ahora).

Y mucho más grave aún que eso ha sido la incapacidad de hacerle frente al conjunto del régimen y al gobierno de Santos después de salir de la presidencia. Tiene gracia que pudiera plantearse una Constituyente para conseguir la desmovilización de las FARC pero no para transformar el poder judicial que le impedía desarrollar su plan de gobierno y aun cometería desmanes atroces como el encarcelamiento de Plazas Vega durante su gobierno.

El problema está en esas limitaciones de todo tipo, no sólo de Uribe sino de todos quienes le acompañan, que acerca de la forma en que conciben el país y del proyecto que tienen son bastante confusos y "cortoplacistas". ¿Alguien cree que ha habido alguna diferencia clara de Uribe o el uribismo con la letra o el espíritu de la Constitución de 1991? En absoluto, ni siquiera con tantas increíbles endemias colom bianas como la parafiscalidad o el 4 X 1000.

Y como el gobierno de Santos plantea un proyecto siniestro, mal pueden hacerle oposición unas personas que no tienen un proyecto claro de país. De ahí vienen todas esas concesiones escandalosas (como llamar "paz" a la negociación, "replicando" la peor corrupción del lenguaje, que es la base del poder terrorista). Y todas esas máscaras de una oposición que no lo es al hecho mismo de premiar el crimen (pues, como ya he explicado arriba, tanto la impunidad como la elegibilidad o la misma constituyente habían sido aprobadas por Uribe en 2006).

Nadie debe pensar que esas actuaciones de entonces comprometen a Uribe o al uribismo y que por eso no pueden oponerse rotundamente a lo que ocurre en La Habana: podrían decir que eso ocurría entre verdaderos enemigos, o aun que eran errores que no están obligados a volver a cometer. El problema no es ése, es que realmente no se oponen a negociar con los terroristas sino a ser excluidos de la negociación. De otro modo podrían declarar que liderarían una movilización popular contra la componenda y que no acatarían lo que acuerde el gobierno con las FARC. No harán nada de eso.

Sencillamente el hecho de negociar es una violación flagrante de la ley y la abolición de hecho de la democracia. Es decir, por mucho que en el lenguaje colombiano "democracia" sea cualquier cosa, es evidente que la voluntad ciudadana se ve sometida a la opresión de las bandas terroristas y mientras éstas no se sometan a las instituciones legítimas no pueden ser sino perseguidas. Los demócratas nunca pueden aceptar el resultado de esas negociaciones y puede darse el caso de que una mayoría, aun una mayoría clara del censo electoral, se someta al atraco. Eso no querría decir que el resultado fuera legítimo, lo que habría aprobado esa mayoría sería la continuación del genocidio y el premio del cometido hasta la fecha de la consulta.

El uribismo no está para eso: lo que han hecho desde que Santos es presidente es tratar de evitar que la propaganda los muestre como "enemigos de la paz", no porque sean idiotas y no entiendan que la componenda de La Habana no es "la paz" sino porque descubrieron que no tenían recursos comparables a los del Estado y los medios de comunicación bien implantados que sirven al proyecto terrorista.

Ésa es una actitud mezquina que está en la base de las derrotas electorales de este año: a fin de cuentas sólo tienen una quinta parte del legislativo y un 20% de los votos posibles en la segunda vuelta de las presidenciales. Unos políticos con valores claros preferirían oponerse a la voluntad de la mayoría (conformista ante el éxito de los asesinos de otros por pura comodidad) que obrar de forma indecente aceptando de hecho la infamia de La Habana.

por eso Santos sólo tiene que ganar invitando a Uribe a conversar. Si éste no acude, los medios podrán decir que se opone a la paz y entonces tendrá que ir a pedir disculpas o a poner las burdas objeciones que ha puesto hasta ahora (hasta el procurador declara que él no se opone a la "paz"). Si acude, queda como que va a bendecir la componenda y a aceptar migajas que se quedarían en nada. Muchos esperan que pida una cita pública, que se convertiría en un show, en el que como mucho plantearía objeciones secundarias a la paz, de nuevo explicando que no se opone ni es obstáculo...

Sencillamente ni Uribe ni el uribismo son respuesta a la componenda terrorista. Ya lo han demostrado por cuatro años (fíjense en esta noticia de comienzos de 2011, para ver que ya era público el designio de Santos de premiar a las FARC) y no van a decir que sencillamente la negociación es un crimen.



Pero falta una generación o dos para que aparezca gente que quiera entenderlo. Prácticamente todos los uribistas votarían por Romaña si fuera en las listas de Uribe. ¿O en qué se diferencia Romaña de Angelino Garzón o Everth Bustamante? Hace falta gente que entienda que el poder judicial es una banda criminal que debe estar en la prisión y no encarcelando inocentes. ¿Algún uribista habrá notado que todos los precandidatos declararon ante el encarcelamiento de Luis Alfredo Ramos que "demostraría su inocencia ante la justicia", sin ocultar la satisfacción por las expectativas que se les abrían? Los uribistas no son gente que esté para cambiar esas cosas y se extinguirán como corriente política significativa tras someterse a la componenda de Santos tal como Gómez Hurtado se sometió al engendro de 1991.

(Publicado en el blog País Bizarro el 22 de octubre de 2014.)

sábado, diciembre 20, 2014

Noción de "honor"

Por @ruiz_senior

¿Cuánto ha cambiado Colombia desde 2010? La inmensa mayoría de la gente de las ciudades no detecta ningún cambio importante porque en términos generales la economía no ha experimentado grandes sobresaltos y tanto los salarios como las oportunidades de empleo se mantienen. Muchos han prosperado gracias a la abundancia de recursos en manos del gobierno, que le ha permitido multiplicar los empleos públicos (a medida de los intereses de los políticos que lo apoyan).

Pero esa sensación es engañosa, como si uno tomara un taxi para un desplazamiento largo en una ciudad desconocida: no reconocería el trayecto ni sabría con certeza adónde lo estarían llevando. Respecto de lo que ocurre en La Habana la mayoría de la gente la percibe como algo lejano y a medias se resigna porque le prometen que se va a reducir la violencia, y si bien lo que ocurre es que aumenta día a día, tampoco es tan intensa la percepción que se tiene de ello en las ciudades.

No es lo mismo para los militares y policías, en especial para los que habían asumido como propio el combate contra las bandas terroristas. La verdad innegable es que el alto mando obedece a un gobierno cuyos fines son indistinguibles de los del enemigo mientras que los oficiales que más se han destacado en el combate con los terroristas están presos o destituidos. A eso se suma el hecho de que algunos altos oficiales apoyan abiertamente a las FARC y amenazan a los civiles que se oponen a premiar sus proezas. Se requiere un gran esfuerzo de prudencia para no pensar que esa valerosa disposición corresponde a intereses pecuniarios: las dos grandes organizaciones económicas del país son el Estado y las FARC, y ambas están dedicadas a lavar el dinero de la cocaína y el secuestro. Tal como todos los parlamentarios uribistas de 2010 se volvieron promotores de las FARC, aparecen muchos generales "pacifistas" que sin duda obran por las mismas motivaciones.

Esa realidad de colaboración de los altos mandos con el crimen contrasta cómicamente con la ilusión de los estúpidos de siempre que creen que podría haber un golpe militar que redimiera al país de su destino bolivariano. Todos los vicios morales e intelectuales que causan el atraso del país se resumen en esa esperanza: el sueño de que todo se arregle por una actuación de otros y la incomodidad con la democracia y la ley.

Pero esos oficiales que se lucran de la muerte de sus subalternos y todos los que los obedecen permiten hacerse una idea del país: ¿cómo es que hay oficiales que combaten a las FARC y soldados que mueren cuando es evidente que el gobierno al que sirven alienta y premia a esos criminales? Sencillamente porque tienen ese oficio y obedecen a una autoridad, y por servilismo y mentalidad de funcionarios que esperan su sueldo y su pensión, dan la vida, y sin duda en muchos casos caen gracias a información que les dieron sus superiores a los asesinos. Puede que incluso los manden a morir para dar argumentos a la "paz" (que sólo funciona gracias al miedo de la población).

Y esa extraña disposición lo lleva a uno a preguntarse ¿cómo es que ninguno deserta? La gente estúpida se burla de los aviadores suicidas japoneses de la Segunda Guerra Mundial, pero ¿en qué se diferencian realmente de los demás combatientes? En esa misma guerra murieron sólo en Europa un millón de estadounidenses. En la de Vietnam murieron 58 000. El que va a la guerra sabe que se juega la vida con una probabilidad altísima de morir. El que, como "Ricaurte en San Mateo" va a una muerte segura, como los terroristas suicidas del yihadismo, va también a una gloria segura. Pero ¿qué gloria puede ser morir por no desertar ni retirarse de una fuerza que se sabe que sirve de pretexto a los criminales?

Esas palabras relacionadas con el prestigio, como gloria, me hacen pensar en el "honor". Se supone que el oficio de los militares se basa en el honor y en el amor a la patria. Lástima que ésta sea una noción escurridiza y problemática. Dentro de pocos años los militares  y policías estarán tomando parte en el genocidio, que se considerará persecución de enemigos de la patria, ¿o qué hacen los militares y policías venezolanos o cubanos? Se me ocurrió mirar en el diccionario la noción de "honor" para tratar de entender qué mueve esa extraña sumisión de tantos funcionarios colombianos a quienes los matan.
1. m. Cualidad moral que lleva al cumplimiento de los propios deberes respecto del prójimo y de uno mismo.
2. m. Gloria o buena reputación que sigue a la virtud, al mérito o a las acciones heroicas, la cual trasciende a las familias, personas y acciones mismas de quien se la granjea.
Tenemos, pues, que las dos primeras acepciones de la palabra remiten al compromiso con el deber y al prestigio que se deriva de él. ¿Es ese sentido el que mantiene la sumisión de los militares y policías? Parece que como todo en Colombia es la máscara de intereses mezquinos. En el de los jefes, los millones que les provee el gobierno y sus socios terroristas, en el de los mandos medios, la esperanza de ascenso, la pensión y el sueldo, gracias al cual terminarán cumpliendo órdenes de los peores asesinos, tal como en Bogotá los policías cumplen órdenes de un personaje que los mataba aliado con Pablo Escobar. En el caso de los subalternos, la incapacidad de sentirse dignos de respeto y por tanto capaces de desobedecer a unos criminales. El servilismo que tanto llama la atención a cualquiera que llega a Colombia de otro país.

Y el problema es que esos militares y policías carecen de honor y de valor, porque de otro modo renunciarían a sus rentas en lugar de hacerse cómplices de un crimen infame del que los propios compañeros de menor rango son hoy en día las principales víctimas. No se puede pedir que infrinjan la ley ni que resuelvan los problemas de los civiles, pero ¿cabe mayor deshonra y mayor traición a sí mismos y a sus juramentos que servir al enemigo para no perder unas rentas miserables? De todos modos cualquiera que se aplique a cumplir con su deber termina en la cárcel, ¿no habrá ninguno capaz de correr a refugiarse en una embajada y denunciar lo que hacen sus mandos al servicio de la mayor empresa cocainera del mundo?

No, no lo habrá: el honor es una cosa muy rara entre los colombianos. Una máscara que usa cualquiera, tal como se considera "educación" a la recitación de la propaganda terrorista y "justicia social" al despojo de las mayorías en favor de las clientelas del terrorismo.

(Publicado en el blog País Bizarro el 15 de octubre de 2014.)

sábado, diciembre 13, 2014

La fiebre del odio


Uno desde lejos se pregunta qué será en la conciencia de los colombianos su país y su actual gobierno, y se encuentra como buscando un rastro en la selva: tal es la bruma en que parece vivir la mayoría de la gente, no porque la engañen con artes eficaces sino porque su nivel de humanización es tan limitado que no echa de menos ninguna verdad ni ninguna coherencia.

Desde su discurso de posesión, Santos ha usado como pretexto de su actuación el afán de "superar los odios", cosa que casa muy mal con la efectiva persecución del anterior gobierno y de los militares que intentaron aplicar la ley, bien con calumnias incesantes reproducidas por la máquina de propaganda, bien con actos judiciales monstruosos como la condena a 17 años de prisión a Andrés Felipe Arias sin que siquiera se pudiera argüir el dolo ni menos ningún provecho económico del ex ministro (se dirá que el poder judicial no depende de Santos, pero ¿no depende de Santos? Desde 1991, y aun desde antes, el poder judicial, como la Universidad Nacional y todos los organismos estatales que no derivan de las urnas, obedecen al régimen cubano, al mismo al que somete Santos a Colombia).

Las causas de esa persecución corresponden al afán de implantar un régimen totalitario según el programa del Partido Comunista, que comparten todas las universidades públicas y ahora también las privadas, así como los círculos de clases altas que siguen a las familias herederas de la República Liberal. Cualquier sector conservador o liberal (no en el sentido de las redes mafiosas que en Colombia usurpan los nombres de esos partidos sino de las ideas conservadoras y liberales) les resulta un estorbo y, gracias a la hegemonía que tienen entre los grupos de descendientes de las castas superiores de la sociedad colonial y al control de los medios de comunicación, consiguen generar un ambiente de persecución y odio que por sí mismo basta para explicar por ejemplo los 40 000 secuestros que ha sufrido el país (los propietarios rurales, los empresarios productivos y aun muchos empleados de alto rango de empresas extranjeras amenazan la hegemonía de esos grupos y por eso nunca hubo solidaridad con las víctimas del secuestro).

Esa pasión del odio encuentra un público muy bien dispuesto en la juventud que sale de las escuelas, donde recibe el correspondiente adoctrinamiento, pues también los profesores de todos los rangos son clientela de esos grupos de poder y abrazan con fervor una ideología que les ahorra la difícil tarea de formar lectores o trabajadores eficientes. Un muchacho frustrado en sus aspiraciones de consumo y ascenso social (gracias a la miseria y atraso del país, que sólo es el resultado del parasitismo de las clientelas de la "izquierda"), resulta un entusiasta de las doctrinas del resentimiento y la utopía que llevó a la miseria a todos los países en que se aplicó (Cuba era uno de los países más ricos de Iberoamérica en 1959, con el doble del PIB per cápita de España). El hecho de que en Colombia sea la doctrina de los ricos la hace aún más tentadora, pues el consumidor de esa propaganda siempre puede atribuir la causa de su frustración a los ganaderos o a los altos funcionarios, de los que no sabe nada, y compensa su rencor con la buena conciencia de pertenecer a una clase intelectual que aprende de Samper Ospina y otros pensadores.

El caso es que los colombianos "instruidos" de hoy en día consideran algo monstruoso el programa Agro Ingreso Seguro, sobre cuyos efectos en el mundo del agro no saben ni quieren saber nada, mientras que miran para otro lado cuando se enteran de que los terroristas usan niños bomba para matar policías. Uno mira a los ojos a alguien así, y son casi todos los que han ido a una universidad en las últimas décadas, y se siente como interrogando a un mono que hubiera presenciado un sacrilegio o un incesto: son idiotas morales, seres vacíos en los que la ínfima humanidad que podría haber se ha vaciado para reemplazarla por pasiones baratas y de fondo falaz. Otro ejemplo es la historia de Fernando Londoño como asesor de Invercolsa: no hay una sola persona a la que le interese que los empleados de una empresa estatal tuvieran el privilegio de comprar acciones y enriquecerse fácilmente, sino que un asesor externo se considerara empleado, cosa que los indigna mucho más que los miles de mutilaciones que cometen los terroristas (y que el público cobra atribuyéndoselos al "conflicto" pendiente de superación, como si el que cobra un secuestro se considerara un protector de la vida).

Esa disposición, la lealtad a la jerarquía de que se sienten parte, influye en la ceguera con que acogen las mentiras de la prensa y la propaganda del odio contra el uribismo y contra los militares que no corren a lucrarse en el lavado de activos de La Habana. Nadie detectó que el Morena de los años ochenta era "Movimiento de Reconstrucción Nacional" y que la página de los amigos del procurador y de María Fernanda Cabal se llama "Restauración Nacional" y no pueden tener ninguna relación, como sin el menor pudor afirmaba Noticias Uno, ni que en ese mismo noticiero fuera noticia la relación del asesinado Adán Quinto con el general del Río (el objeto de odio que le ofrecen a las turbas de saqueadores serviles) y no el asesinato en sí, al que justifican tranquilamente, como se ve en este video.


Tampoco le importa a ninguno de esos compatriotas el escándalo que armó El Espectador porque alguien descubrió que en la página web del programa radial La Hora de la Verdad habían publicado un artículo atribuido a Vargas Llosa y que resultó apócrifo. Los que llegaron a enterarse de que el texto maldito había aparecido antes en El Espectador (que lo borró de su página web antes del escándalo) lo consideraron una jugada de su bando y por tanto justificable. La mayoría no llegó a enterarse, ya tenían una nueva piedra con la que lapidar al periodista al que fallaron matando con una bomba lapa hace un tiempo (esa labor de comprometer en el asesinato a la población es exactamente la misma de los nazis, pero la verdad es que el público tercermundista de El Espectador tiene mucho menos interés en la verdad o en la moralidad que los partidarios de los nazis). De modo que cometen un fraude descarado, calumnian y tratan de ocultar las pruebas pero no encuentran reproche de casi nadie.

El episodio deja ver un público degradado hasta el mismo nivel de los violadores de niñas y autores de atentados con niños bomba: una chusma de canallas que aplauden cualquier infamia con tal  que sea provechosa a su causa, que sólo es el anhelo de tomar parte en la rapiña.

Más grave aún es el contenido de la última columna del increíble sicario moral Daniel Coronell, en la que intenta demostrar que Uribe mantenía un canal de comunicación con las FARC. Un público como el colombiano está pendiente de habladurías y no faltará el que crea que las pruebas de esos contactos son algo más importante o más grave que el hecho de ofrecerles una Constituyente, como hizo el gobierno Uribe en 2006, o de acordar con la banda una Constituyente que ni siquiera tendría que ser refrendada en las urnas, como hizo el nuevo coordinador político nacional del Centro Cemocrático, Fabio Valencia Cossio, en tiempos del Caguán.

No vale la pena preocuparse de si eso que cuenta Coronell es cierto. Si lo fuera, ¿qué cambiaría? Claro que se pueden mantener contactos con los criminales para obtener su rendición, cosa que representaría un logro magnífico para cualquier gobierno. Lo fascinante es que el sicofanta afirme que lo que hace Santos es "mucho menos".

Lo cierto es que, sin ir más lejos, los "diálogos de paz" de La Habana ni siquiera mencionan las muchas decenas de miles de millones de dólares que han obtenido los terroristas con la extorsión, el secuestro, la minería ilegal y la cocaína. Se da por sentado que no van a ser un estorbo para llegar a un acuerdo. Haría falta que demostraran que el gobierno de Uribe les proponía lavar sus enormes fortunas.

Lo cierto es que en años de negociación todo lo que ha ocurrido es que los terroristas han recuperado terreno, han vuelto a las regiones de las que habían sido expulsados y han aumentado los asesinatos de militares y policías así como la extorsión. La "paz" es sólo el despeje generalizado que les permite producir y exportar, a través de Venezuela o gracias a los contactos con las mafias mexicanas, cientos de toneladas de cocaína.

Lo cierto es que el gobierno Santos forma un mismo frente con los "reales jefes en la sombra" que denunció hace poco Plinio Apuleyo Mendoza y colaboran en la persecución de militares y políticos que incomodan a los designios del terrorismo. Bueno, ¿no lo forma también Coronell? ¿No intoxica al público su noticiero alentando y legitimando a los asesinos?

Lo cierto es que el gobierno presenta la negociación como un proceso democratizador, cuando sólo es el acuerdo con unos asesinos por el que la voluntad de los ciudadanos resulta valer menos que el poder de intimidación de aquéllos.

El problema de Uribe no es que intentara negociar con los terroristas en su gobierno sino que no se ha opuesto a la infamia de La Habana, no porque le guste sino porque teme quedar en minoría o ayudarles a sus enemigos a presentarlo como "enemigo de la paz". Ya en el momento en que se hizo pública la componenda, debió responderle a Francisco Santos, que afirmaba que "Uribe habría firmado un acuerdo como ése", y después debió desautorizar esos diálogos, exigir el cumplimiento de la ley, llevar a los genocidas a la justicia global, denunciar los innumerables prevaricatos del fiscal y otros funcionarios y las falacias de la negociación. Nada de eso ha hecho. Tampoco lo hará.

Pero no pretendo ser el consejero de Uribe. Llevo varios años explicando que la defensa de la democracia, la ley, la justicia y la libertad supone oponerse a esa componenda y que Uribe no lo hace, a tal punto que el tema de la campaña del Centro Democrático era la revolución educativa. Los ciudadanos tienen que saber en qué lado están, porque a veces parece que la fiebre del odio subvencionado (hay que ver lo que gasta Santos en pagar la propaganda, como a Coronell) sólo tiene por objeto crear una "polarización" falsa entre un bando de Valencia Cossio y otro de César Gaviria, ya que el uribismo acompaña la negociación de La Habana (habría que demostrar que alguien le respondió a Luis Carlos Restrepo cuando propuso unirse a ella, o a Rafael Guarín, que hizo lo mismo).

El problema en fin es si se va a hacer frente a la tiranía terrorista, y la respuesta parece ser que eso quizá ocurra después de que se haya implantado totalmente, porque mientras avanza nadie se plantea aplicar las leyes y denunciar a los genocidas, todos pendientes de las supuestas mayorías que conseguirá el caudillo que no quiere contradecir a los medios "pacifistas". El uribismo es el enemigo que no se resiste y que les conviene, al que le pueden atribuir nexos con sectores rurales que podrían haber acompañado a las AUC. Gracias a esa fiebre del odio pasa inadvertida la gran cuestión del premio y la legitimación del crimen, tareas a las que contribuyen los entusiastas de la persecución al procurador, a Londoño y a Uribe y que los demás no detectan porque no hay quien les diga la verdad.

Acerca de lo que mueve a quienes apoyan a Coronell hay que repetir algo que he explicado muchas veces: las bandas terroristas sólo son las guardianas del orden social. El "intelectual" bogotano que lee Semana no tiene interés en la verdad sino en formar parte de la jerarquía de los que se pensionan jóvenes y tienen servicio doméstico gracias a que se ganan 15 o más salarios mínimos por ostentar su cultura o explicar sus opiniones. La verdad le importa tan poco como las víctimas de los asesinatos: ¿para qué complicarse la vida si siempre hay alguna rumba a la que lo pueden invitar?

Sólo es que Colombia sigue siendo la misma sociedad de castas que fue la Nueva Granada y las fuerzas que podrían llevar a una asimilación al mundo moderno no han surgido o están dispersas y confusas gracias al embrujo del caudillo. Puede que la dominación totalitaria dure medio siglo o más, a fin de cuentas los rumberos que leen Semana y El Espectador son el modelo de los demás (Zuluaga prometía llevar a la universidad a todos los jóvenes).

(Publicado en el blog País Bizarro el 8 de octubre de 2014.)

domingo, diciembre 07, 2014

Las marrullerías del Centro Democrático


El diccionario define "marrullería" como "astucia tramposa o de mala intención". Es la definición que corresponde a la actuación del Centro Democrático respecto a la negociación de La Habana. La apoyan pero hacen creer que la rechazan para mantener la lealtad de los votantes distraídos, a los que el contenido de las actuaciones de los políticas les resulta tan oscuro como cualquier disquisición teológica. No porque no pudieran entenderlo sino porque se lo ocultan con falacias.

Un ejemplo de que la apoyan, aparte de las decenas de ejemplos que he puesto en este blog, es esta frase de Uribe que forma parte de una constancia que dejó en el Senado el 22 de julio: "dada la evolución de las circunstancias del país, el Gobierno y las Farc deberían acelerar, firmar a la mayor brevedad su acuerdo de paz y someterlo a consideración de la opinión pública". Dos días antes, en el discurso del 20 de julio, expresó la misma idea de apoyo sobreentendido a la negociación.

Porque si el problema es que se retrase el acuerdo, queda claro que el hecho de que se esté negociando no merece repulsa, como si el que presencia un crimen exige que no le manchen de sangre los muebles. Más elocuente todavía es esta constancia del senador José Obdulio Gaviria sobre la respuesta de las FARC a la propuesta de Uribe resumida en la frase anterior:
Solicitamos que el Gobierno nacional tome nota de las belicosa respuesta de las Farc -de palabra y de obra-, a la proposición del senador Uribe. Pedimos que el presidente Santos instruya a los delegados gubernamentales en La Habana para que notifiquen a las Farc que esas afirmaciones son inaceptables y van en contravía de la búsqueda de un acuerdo para la desmovilización y reinserción de sus miembros. Y si ese no es el propósito de las Farc, pedimos al Gobierno nacional obrar como lo ordena la Constitución y la Ley
La mala fe es evidente en el  hecho de que se hace pensar a la gente que están desaprobando la negociación, cuando de hecho la reconocen y alientan: ¿alguien dudará de la buena fe de Mora, Naranjo y De la Calle? Sólo hace falta que Santos les diga que les reprochen a las FARC sus feos modales y así la paz seguirá y traerá consuelo al país.

Más indecente, patético, es esto que declara el representante Santiago Valencia:
Solicitamos al Gobierno y a la Cancillería, así como a las autoridades migratorias, que se le informe a la opinión pública nacional la situación migratoria de Tanja Nijmeijer, y en caso de que no se ajuste a la ley, sea excluida de manera inmediata de la mesa de negociaciones y el proceso de paz que se adelanta en Cuba.
Luego, se tolera que unos asesinos impongan leyes y dirijan sus crímenes desde el exterior y se reconoce la infamia de premiarlos, pero se crea un problema porque falta el papel sellado en el trámite de uno de sus representantes. Mientras no se entienda que la moral es estética, que esa ruindad es tan atroz como un crimen, no se sabrá nada de Colombia.

Para ser oposición al régimen terrorista hay que partir de que la negociación es un crimen, que no se pueden imponer mentiras sobre el origen de las bandas terroristas ni sobre la responsabilidad de los crímenes. Y ciertamente señalar que al ser una violación de la  ley y una actuación abiertamente cómplice con el genocidio, no se debe acatar por mucho que fuera refrendada por la población. ¿O no lo han sido todas las leyes que les ha dado la gana a los comunistas y los nazis imponer?

Millones de colombianos se oponen a esa infamia y no tienen voz  porque los engañan los políticos del Centro Democrático y porque no disponen de información suficiente para darse cuenta de lo que ocurre. Las continuas denuncias de Uribe en su cuenta de Twitter y el lloriqueo generalizado por la situación hacen pensar que el uribismo rechaza la negociación, pero en la realidad sólo buscan ocupar un puesto en la mesa, como he explicado muchas veces.

Un ejemplo de que se hace creer tal cosa es esta noticia aparecida en el diario español ABC:
La mitad de los electores votó por lo que proponía su rival, el candidato uribista Óscar Iván Zuluaga, quien prometió romper con el proceso de paz en Cuba.
Se podrá decir que la redactora se confundió y publicó algo falso, pero lo que la indujo a error fueron las opiniones de muchas personas a las que leía en las redes sociales y que mostraban apoyo por Uribe. Tanto él como Zuluaga como todos los dirigentes del Centro Democrático han mostrado apoyo a la negociación (exactamente Uribe se oponía a que se propusiera romperlos) y sólo le han puesto objeciones en los momentos en que eso les prometía algún rédito electoral.

Hay que hacer frente a la realidad: la negociación podrá servir para elegir a un sucesor conveniente de Santos, pero en algún momento la firman y la refrendan. En ese momento empezará el esfuerzo para restaurar la democracia, que deberá partir de deshacer lo que impusieron los criminales en 1991. Para esa tarea el uribismo es un obstáculo. Como ya expliqué en otro post, las tareas que tienen por delante los demócratas deben ir más allá de la búsqueda de votos para asegurar rentas a los profesionales de la política. Alguien debería pensar en denunciar formalmente al fiscal por sus innumerables delitos, y en llevar a la CPI un proceso contra el Partido Comunista y sus aliados por genocidio. También dejarle claro a todo el mundo que se trata de un concierto para delinquir, lavar activos y legitimar a una organización criminal. Eso, como ya lo he explicado cientos de veces, NUNCA lo hará el uribismo (dedicado a proteger al asesino Sigifredo López, cuya culpabilidad está demostrada por pruebas forenses irrefutables).

Pero siendo sincero harán falta unas cuantas décadas de régimen fariano, al que los uribistas se acomodarán si va con el correspondiente papel sellado, para que alguien conciba hacer algo.

(Publicado en el blog País Bizarro el 24 de septiembre de 2014.)

lunes, diciembre 01, 2014

Revolución y nombres

Se me ocurrió promover en Twitter el lema #PónganleUnNombreDePersona y el asunto no interesó a nadie. Es un indicador de la actitud de los colombianos ante ese fenómeno curioso de los nombres absurdos. Se podría decir que cuanto más absurdos son los nombres que la gente humilde les pone a sus hijos mejor se cotiza el que fue bendecido por unos padres muy informados que le pusieron Tadeo o Tobías: en el infierno de servilismo y enanismo moral que es Colombia, ese privilegio sacia muchas vanidades.

El caso es que los colombianos más amados por sus compatriotas se llaman Radamel Falcao, Nairo y James. Los dos primeros son meras adiciones de sílabas con alguna sonoridad que recuerda un nombre, el tercero es la versión inglesa de las traducciones del hebreo Jacob (o Yákob) que en español dan Jaime, Diego, Santiago, Yago y Jacobo. Al alejarse de la pronunciación inglesa, simplemente es otra suma de sílabas, que se escribe igual que "yeims".

En los demás países la gente oye esos nombres con una mezcla de lástima y risa. Mientras que prácticamente todos los colombianos valoran más que nada los éxitos de sus héroes, no parece haber ninguno que se quiera dar cuenta de que cuanto más suenen esos nombres más lamentables y dignos de pesar resultan todos los colombianos.

¿Quién ha dicho que los nombres pueden ser simples sumas de sílabas? No sólo los nombres propios sino todas las palabras tienen un origen y se usan por convención. Si alguien en cualquier parte empieza a llamar a una cosa o a una acción con un término caprichoso todo el mundo lo mira como si se hubiera vuelto loco o como si usara un término de otra lengua. Sólo en el terreno de las marcas comerciales es posible buscar términos vacíos pero eufónicos para nombrar algo, pero ése no es el lenguaje común.

Lo que merece atención es que eso no ocurre ni ha ocurrido fuera de Iberoamérica. Según el predominio de un grupo cultural o de una religión se usan los nombres que corresponden, pero esos nombres no son ocurrencias sino que en su origen significaron algo y después iban ligados a la fama de quienes los usaban. 

¿Qué significa pues ese salto en la tradición que lleva a disociar el nombre de los nuevos iberoamericanos de las tradiciones? ¿Qué significa espiritualmente esa disposición de la gente a inventarse nombres a partir de sumas de sílabas? Es algo en lo que a nadie le interesa pensar: los colombianos que ponen esos nombres a sus hijos no son muy propensos a dar explicaciones y los demás están felices de mirar con condescendencia a gente que no ha tenido la suerte de disfrutar de una buena educación.

En el plano más superficial se podría encontrar que esa disposición corresponde al anhelo de estar a la moda, de borrar el rastro de las generaciones anteriores, a las que se menosprecia por su rusticidad y pobreza, de parecer estadounidenses o de ser "originales", pero ¿cómo es que eso no ocurre ni ha ocurrido en el resto del mundo?

Cuando los niños no reciben nombres de personas sino adiciones de sílabas no sólo crecen desarraigados de sus antepasados miserables sino también de la humanización, que es en esencia un proceso inverso a esa rebelión: es el continuo perfeccionamiento de las formas de vida a partir de la asimilación de las costumbres y estilos de una minoría adelantada. ¿O habrá quien crea que todo el mundo empezó a hablar o a escribir al mismo tiempo?

Y ese fenómeno es contemporáneo a la fiebre revolucionaria que comenzó con el triunfo de Fidel Castro en Cuba en 1959: no existe una interpretación reconocida del origen de esa rebelión. En mi opinión, como ya lo expliqué en un post reciente, se trata de la resistencia del orden jerárquico de castas tradicional a la asimilación al modelo estadounidense: para atraer a la tropa se la imbuye de una ideología según la cual las dificultades o la miseria son resultado de una conjura de los ricos y poderosos. En buena medida el discurso ya había sido usado por los sacerdotes católicos, que a fin de cuenta son la reserva espiritual del viejo orden.

La proliferación de la delincuencia y el tráfico de drogas en Hispanoamérica es un fruto típico de esa ideología, cuyo exponente más característico es Antonio Caballero (la industria misma de la cocaína tiene también su centro en el régimen cubano). Si una persona padece carencias, eso es culpa de las demás y se justifica que las robe. ¿No fallaron antes los inventores del automóvil en proveerle a uno el que merecería tener? ¿Por qué va uno a responderle amablemente a un mundo que prefiere a otros?

Ese sentimiento de agravio es casi la principal seña de identidad del iberoamericano y algo que me ha llamado la atención hace mucho tiempo: ¿cómo es que no están descontentos de sí mismos? No cabe duda de que detrás está la omnipresente superstición creacionista, que de por sí impide entender el proceso de humanización: nadie parece darse cuenta de que los iberoamericanos no han inventado nada ni aportan nada a la comunidad humana, como no sean crímenes y atrocidades morales y estéticas.

Bueno: del agravio surge la rebelión y ese estado de ánimo en el que nada se considera respetable, ni las propiedades ajenas ni las nalgas de las muchachas que pasan ni las normas de urbanidad. Tampoco los nombres de las personas: a cada uno le parece que su capricho debe ser ley y lo único que tolera es la violencia que lo puede afectar.

De ese modo, un régimen como el cubano imbuye en sus ciudadanos la sumisión absoluta (so pena de ir a dar a un campo de concentración), pero fuera de aquello que está reglamentado y afecta al interés de la casta dominante, reina un desorden tremendo por la falta de modelos y normas con los que la gente se identifique. Sin duda que la revolución multiplicó el alcoholismo (como ya ocurrió antes en Rusia), pero también los incestos y los abusos de todo tipo en ámbitos íntimos.

También en los nombres: puede que el uso de nombres "originales" fuera incluso estimulado como parte del "ateísmo" oficial, el caso es que desde los años sesenta millones de cubanos empezaron a tener nombres como Yohandry, Yusnaby, etc. Fue donde primero ocurrió eso que después se convirtió en norma en la región, más cuanto más esté cerca un país del molde colonial (Cuba se independizó en 1898) y por tanto lejos de la asimilación al mundo moderno (seguro que es más raro en México).

La tragedia que eso significa para los hispanoamericanos es incomunicable, más aún para los colombianos, que no entienden que quien contrata a un sicario es el asesino y que quienes llaman "paz" al reconocimiento de los crímenes sólo los legitiman y alientan. Dentro de cada país esa "moda" contribuye a mantener la jerarquía, en el plano íntimo, la persona que tiene un nombre absurdo vive avergonzada de sí misma, salvo que su nivel cultural sea tan bajo que no se dé cuenta, pero en todos los casos su existencia resulta menos humana, pues ese adjetivo no sirve para aludir a una especie sino al proceso de humanización.

(Publicado en el blog País Bizarro el 10 de septiembre de 2014.)