jueves, agosto 09, 2012

"Hablando con Álvaro Uribe"

La confrontación política en Colombia entre los partidarios del actual gobierno y los opositores que de algún modo se podrían reconocer como defensores del legado de Álvaro Uribe bien valdría como ejemplo de lucha entre el bien y el mal. Baste señalar la manifiesta e inequívoca afinidad de TODOS los enemigos de Uribe con personajes como Daniel Samper Pizano, que en su último artículo protesta porque no se le da suficiente reconocimiento a Piedad Córdoba como liberadora de presos. Al que dude de la relación de esa señora con las FARC y su identidad como Teodora de Bolívar le recomiendo leer este artículo, del que extraigo un párrafo:
Tanto Teodora Bolívar como Piedad Córdoba llegan el 16 de septiembre del 2007, a la poco habitual hora de las cuatro de la madrugada, a Caracas. Las dos, Teodora y Piedad, vuelven a encontrarse el 27 de octubre, a la misma hora, en Venezuela. Teodora y Piedad coinciden al mismo tiempo el 30 de octubre siguiente con 'Simón Trinidad', en Washington. Y el 4 de noviembre, tanto Teodora como Piedad cancelan un viaje a España que tenían programado, ambas invitadas al mismo foro humanitario, porque a las dos las llaman sus deberes humanitarios a Venezuela.
No existe en verdad el menor riesgo de que ninguna persona que conozca la política colombiana crea que la senadora ejerce ninguna labor humanitaria, sólo es que en el bando del crimen, a medias deformados por el primitivismo y barbarie de la tradición, a medias por la militancia comunista y su onda expansiva de intimidación y bajeza, esperan hacer "oficial" esa mentira monstruosa.

Ese cinismo de Samper Pizano es la norma entre los enemigos de Uribe. Otro prócer del mismo estilo, extrañamente próximo al gobierno y al ministro del Interior, el miembro del Comando Central del ELN León Valencia no vacila en escribir
Nadie acepta la responsabilidad que ha tenido en el conflicto. Esa actitud esconde una tragedia mayor: nadie quiere comprometerse a la no repetición de los hechos. No aceptan, porque no están arrepentidos.
Con lo que un terrorista responsable de miles de secuestros y asesinatos resulta erigido en guardián de la moral, cosa que no incomoda en absoluto a la mayoría de las clases acomodadas bogotanas y a la totalidad de los enemigos de Uribe, como tampoco las perlas de Samper Pizano. Con la misma desfachatez ejercen todos de veedores de la justicia y calumnian sin el menor pudor, como hacía el ex alcalde Mockus cuando era candidato presidencial, aliado con León Valencia y muchos otros asesinos.

La orgía de desfachatez de ese bando de usurpadores que son la base social del santismo es casi la norma en la Colombia de hoy. El siniestro Gustavo Petro no vacila en burlarse de las víctimas del Palacio de Justicia con un discurso canallesco a la vez que condecora al prevaricador Baltasar Garzón. Ahí, en la misma plaza de Bolívar. (Aquí se puede oír la oratoria del personaje, cuya invocación del "perdón" es otra burla en medio de los montajes judiciales contra Plazas Vega.) Respecto a la afinidad de Petro con el actual presidente, invito al lector a encontrarla manifiesta en este escrito de un portavoz del M-19 (el mismo que con toda inocencia contó que habían incluido en el grupo parlamentario al abogado del Grupo Santodomingo, como para entender la clase de relaciones en que se basa la línea editorial de El Espectador y Caracol TV). 
Las extremas, los polos que critican y garrotean a Petro, coinciden en unirse contra el Presidente Juan Manuel Santos.
De tal modo, todo es extremadamente claro, y el que tenga algo que objetar a lo expuesto podría mostrarme las críticas de algún antiuribista a los personajes mencionados. No lo hay: es una vasta conjura detrás de la cual no hay nada más que el viejo orden de esclavitud y parasitismo. Esta noticia resulta por completo esclarecedora. 1,3 billones de pesos, más de 30.000 por cada habitante del país, costará ese "logro" (que explica de qué modo el Partido Comunista, a cuya alta dirección pertenecía el fundador de Asonal Judicial, Jaime Pardo Leal, se hizo con la clientela de los grupos más rancios del poder tradicional).

En resumen, la causa de los antiuribistas es innegablemente afín al terrorismo y a los grupos parasitarios del poder y su objetivo es sacar partido de una posible negociación del gobierno con los terroristas. No hay que ser un lince para ver detrás un viejo orden de dominación. Invito al interesado a relacionar los textos enlazados para ver si no es claro eso.

Pero una cosa es eso y otra muy distinta que en el lado contrario no haya errores y extravíos. Para empezar, el predominio de un discurso "derechista" que he denunciado repetidas veces como equívoco y funesto. El mismo ascenso de Uribe en 2001 fue el fruto de la desesperación y es muy llamativo el escepticismo generalizado que reinaba entonces respecto de la democracia y sus mecanismos: la inmensa mayoría de los que se oponían a la negociación de Pastrana se repartían entre los que soñaban con una intervención estadounidense, los que clamaban por un golpe de Estado militar y los que cifraban sus esperanzas en un triunfo de Carlos Castaño. Hacia finales de 2000 los resultados de Uribe en las encuestas eran aún irrisorios.

El triunfo de 2002, en medio de los intentos de asesinar al candidato y la campaña obsesiva de la prensa (el entonces candidato del Partido Comunista, Luis Eduardo Garzón, apareció en El Tiempo unas ocho veces más que Uribe, y finalmente obtuvo ocho veces menos votos), no sirvió para disuadir a esa gente de sus sueños dictatoriales: tal como antes aplaudían a Fujimori, convirtieron a Uribe en un candidato a presidente vitalicio. La única respuesta que encontraron contra la conjura de los terroristas y sus socios fue una adhesión fanática al ahora ex presidente, gracias a la cual es imposible encontrar fisuras en su discurso o en su actitud.

Flaco favor le hacen a Uribe y al país. Si bien sus políticas estaban en lo esencial bien orientadas, su resistencia a convertir el respaldo popular en una nueva opción partidista lo hizo dependiente de las redes clientelistas tradicionales y le impidió planear la sucesión de forma eficiente: hacia 2006 no había otra alternativa que presentarse a la reelección, para lo cual incurrió en Dios sabe qué componendas con Santos y los demás "liberales" que fundaron el Partido de la U. También los escándalos de Yidis Medina y Teodolindo Avendaño tienen que ver con ese remedio desafortunado de la reelección, que por lo demás dejaba intacto el orden surgido de la Constitución de 1991 y la olla de grillos de los partidos carentes de idearios, valores y proyectos que no fueran la aspiración de sus dueños de tomar parte en el reparto del botín.

Esos errores marcaron el segundo periodo de Uribe, con el agravante de que al final se descubrió que la única idea que había para el gobierno que siguiera sería otra reelección. Para los grupos dominantes fue muy sencillo prohibir el referendo en la Corte Constitucional. Por efecto de esa gracia resultó elegido Santos con los votos que reconocían los logros del gobierno de Uribe. ¿No le cabe alguna responsabilidad al ex presidente en la elección de ese personaje fatídico? Bah, si fuera sólo el primer mandatario. ¿Cómo es que todo el Congreso, del que más de dos tercios correspondía a políticos "uribistas", está hoy respaldando la supresión de la democracia que implica la negociación que planea Santos?

Diversos rasgos, una visión cortoplacista, una confusión general sobre el proyecto político (la mamarrachada del "Estado de Opinión" es un buen ejemplo de esto) hacen que el liderazgo que tiene Uribe sobre las mayorías que se oponen a Santos resulte funesto: en casi dos años no se ha visto ninguna verdadera oposición, no hay el más remoto proyecto de crear un partido de masas basado en un ideario reformador ni menos de un texto constituyente que sirva para promover la abolición del engendro de Pablo Escobar. La única solución que se les ocurre a los seguidores de Uribe es otra reelección, que puede ir enmascarada en forma de candidatura a la vicepresidencia. Opera el juego de la vieja política, en el que los aspirantes a cargos públicos no tienen otro horizonte que los puestos y los ciudadanos no ven más salida que esa lealtad de hinchas.

Parece que la posibilidad de reconocer un error amenazara el prestigio del líder, lo cual explica el desperdicio de la gran oportunidad que fueron las elecciones de octubre de 2011 para mostrar el rechazo a Santos. De ahí esa ambivalencia que hace dudar de si Uribe realmente se opone a las políticas de su sucesor: el escándalo por la alusión al "conflicto armado" en la Ley de Víctimas muestra la resignación del ex presidente y su séquito a esa infamia que apoyan todos los congresistas elegidos por la gente que confiaba en ellos.

Un reciente artículo de Moisés Naím me llamó la atención sobre las cautelas del ex presidente. ¿Qué hace falta para entender que por ese camino no habrá nunca forma de vencer a Santos y la mayoría parlamentaria y burocrática que ha formado gracias a la nueva riqueza petrolera? Los que ansían abolir la democracia para contener el comunismo no lo entenderán, tal como en 2000 no entendían que la cuestión era con votos y respeto a las leyes.
Mi primera pregunta fue: "Las autoridades han detenido a su ministro de Agricultura, a su secretario general de la Presidencia y a su director de los servicios de inteligencia. También están enjuiciados su ministro del Interior y su secretario de prensa. Esto solo puede significar dos cosas: o que usted tiene muy mal criterio para seleccionar a sus colaboradores o que hay un hostigamiento judicial contra usted y su equipo".
Pongo en negrita algo que se pregunta cualquiera que no es colombiano, a quienes de algún modo representa Naím, pero que cualquier colombiano que lea la prensa reconoce inmediatamente (los antiuribistas, como para confirmar que representan un mundo premoderno, plenamente inquisitorial y bárbaro, se justifican llamando "justicia" a los ejecutores de la persecución). Esa persecución judicial no debería ser una posibilidad que pregunta un entrevistador, sino algo que el ex presidente y un movimiento mínimamente identificado con la legalidad y la democracia debería haber denunciado desde el principio. No obstante, fíjense lo que contesta Uribe: 
Uribe me respondió que no se podía generalizar y que cada uno de estos casos había que discutirlo por separado, cosa que pasó a hacer. Uribe está convencido de que sus colaboradores son valiosos servidores públicos, inocentes de los cargos de los que se los acusa (corrupción, intervención ilegal de teléfonos, etc). Él seguramente piensa que algo raro está pasando.
¿Cómo así que hay que considerar cada caso por separado? En esa actitud hay un tácito reconocimiento a la autoridad judicial cuya prevaricación es manifiesta. ¿Qué le costaría sencillamente decir "Pues sí, hay un hostigamiento judicial". Se evade y sugiere remotamente que algo pasa.

Los invito a ver la entrevista. ¡A ver quién me sostiene que es lo que contestaría un gobernante democrático que es víctima de una persecución obstinada de personajes cuya actitud es un delito manifiesto!

Para sobreponerse a ese retroceso de medio siglo que representa el santismo hace falta otra cosa, no ese lenguaje sinuoso que en la práctica termina siendo tolerancia con las insidias de los prevaricadores. Cuando yo era niño y aprendía a montar en bicicleta me dijeron que después de la tercera caída ya sabía, y después se inventaron que me tiraba aposta para aprender más rápido. Los que queremos buscar un país moderno homologable a las democracias de Europa occidental y Norteamérica sabemos que hace falta la segura derrota de las medias tintas en 2014 para que surja una verdadera oposición. El actual liderazgo de Uribe es un estorbo, pero de nada sirve repetirlo: el sonoro fracaso de octubre no les dijo nada.







(Publicado en el blog Atrabilioso el 11 de abril de 2012.)