martes, octubre 22, 2013

El relato legitimador

Los psicólogos suelen decir que para recuperar el equilibrio una persona necesita un relato que explique lo que ha pasado y dé unidad a su vida. Eso lo saben muy bien los jefes del terrorismo, no los torpes capataces de las plantas de producción en la selva sino los que controlan las universidades públicas y acuden a cocteles con los dueños de la prensa y las familias presidenciales.

Se podría decir que la parte principal de la empresa terrorista es la legitimación, toda vez que sin ella todos los crímenes serían sólo eso, crímenes, y la sociedad pretendería castigarlos. Y en esa tarea el papel del actual gobierno es decisivo: al atronar en todo momento a través de los medios pagados con dinero público en aras de la "paz", convierte los asesinatos que cometen los terroristas en el resultado de una desavenencia que se intenta remediar. La víctima resulta igual de culpable que el asesino, aunque ambos son inocentes comparados con quien intenta impedir los asesinatos.

En esa tarea no es de poca monta lo que significa el Informe de Memoria Histórica: contratado por el gobierno de Uribe a personajes como el asesino múltiple León Valencia (la vulgaridad y mediocridad del uribismo dan para eso, y la incapacidad para el autorrespeto se manifiesta en que el mismo vicepresidente que los contrató ahora se queja del resultado), dicho informe cuenta con el respaldo de toda clase de instituciones internacionales y como documento oficial pasará a ser la historia que se enseñará en las escuelas. Es verdad que ya se enseña eso, pero no era tan oficial ni tan reconocido, podría ser una manía del profesor.

La actitud de Juan Manuel Santos cuando se presentó dicho informe es la de un socio abierto del terrorismo. ¿Qué quiere decir que "el Estado" pide perdón? ¿Qué es "el Estado"? Contribuyendo a la propaganda terrorista, resulta que la estructura institucional es responsable de crímenes que pudieron cometer algunos oficiales o soldados contra las tropas o los auxiliadores de las organizaciones terroristas promovidas por el hermano de Santos. Él pide perdón y por tanto legitima todas las tramas de exacción que viven denunciando al "Estado" por hechos de ese tipo, a menudo ficticios, como lo de Mapiripán, y así ayuda a recaudar dinero del "Estado" (de los ciudadanos) para la causa terrorista (sólo la mala fe resuelta, la deformidad moral profunda que hace del colombiano una criatura ajena a la humanidad, permite suponer que los curas Giraldo o De Roux o el Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo, CAJAR, son algo distinto de las FARC).

Pero la tarea de legitimación va mucho más allá. Para poner un ejemplo, encontré esta foto en Twitter:


Al buscar en Google los nombres de los niños resultó que estaban asociados a un caso famoso de "desaparición forzada", dado que al parecer los autores del secuestro fueron asesinados y desaparecidos por policías, según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Algunos de ellos fueron condenados después de la desaparición, al parecer, a los demás los detuvieron y asesinaron porque tenían relación con los que fueron condenados.

Lo fascinante es enterarse de que entre esos desaparecidos relacionados con ese secuestro había dos hermanos de apellido San Juan, y ahora se llama así el auditorio de la Universidad Distrital, "Auditorio Hermanos San Juan". El dinero público dedicado a ennoblecer a criminales. Como si alguien quisiera convertir en héroes a los policías que supuestamente mataron a esos secuestradores.

Pero es más, el Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo publicó un video sobre esos desaparecidos en el que los niños secuestrados y asesinados ni siquiera se mencionan, mientras que los deudos de los asesinos los presentan como verdaderos angelinos nacidos para traer el bien al mundo. Vale la pena verlo.


Si se prestara atención a esa historia se entendería mucho de Colombia: las universidades caen en manos de grupos de conspiradores que adoctrinan a los estudiantes y los ponen a formar guerrillas para tomar el poder y hacer ministros y embajadores vitalicios a esos conspiradores. Unos caen presos o asesinados, como esos desaparecidos, otros se libran y con el tiempo explotan los recursos obtenidos con los secuestros o el poder y las relaciones alcanzados gracias a esos crímenes y resultan presentando como mártires a los criminales caídos, gracias a lo cual le sacan al Estado (a los contribuyentes) billones. ¿Sabía usted que el líder del CAJAR, el abogado Alirio Uribe, pertenecía al M-19 y pudo ser el que ordenó o planeó el secuestro de esos niños? Yo tengo la plena certeza de que los carros bomba que mandó poner Pablo Escobar se los encargó a la banda, pero es imposible conocer la verdad: el gobierno de Gaviria se las arregló para que fuera imposible averiguar quién cometió realmente cada crimen (dejémosle el lloriqueo por la "impunidad" a los uribistas que votarán entusiasmados por Everth Bustamante y Carlos Valverde y ciertamente nunca han cuestionado ni cuestionarán la Constitución de 1991).

Pero el relato legitimador es una tarea continua y va avanzando a medida que se consigue implantar en la conciencia colectiva mitos, como el del carácter excluyente del Frente Nacional (muy recomendado este análisis al respecto) o la relación del asesinato de Jaime Garzón con sus performances televisivas (otro ejemplo arquetípico de la falsa oposición entre el Estado y la "insurgencia". ¿Cómo es que un crítico semejante tenía tanto espacio en la televisión de entonces? Porque las FARC y el ELN son siempre útiles a las camarillas que mandan, en ese caso al gobierno de Samper).

Ciertamente, la mejor baza de los terroristas es el control de la educación a partir de los sindicatos de maestros y de la hegemonía en el mundo universitario, toda vez que cada segundo nace un idiota y a los adolescentes los imbuyen de todas sus mentiras.

Pero eso no quiere decir que desaprovechen otros métodos. Por ejemplo, esta placa en el Palacio Liévano, que ya comenté en otra ocasión:


El hecho importante, la toma del palacio por un comando terrorista y el asesinato de los magistrados, se da por obvio y sólo se alude a lo que conviene a la propaganda de los asesinos hoy gobernantes: las sentencias condenatorias, prevaricatos en toda regla, se muestran como prueba, lo que deja ver que el poder judicial no sólo cumple tareas sicariales para el terrorismo, sino que además contribuye al relato legitimador. ¿No se sorprenderá ningún transeúnte de que los que acordaron con Pablo Escobar el asalto al palacio y el asesinato de los magistrados estén impunes, ricos y poderosos?

La pésima ortografía del texto deja ver la clase de gente que ocupa el poder gracias al ascenso de los criminales. Pero es una norma, también en esta otra placa se ve:



Cuando uno va a averiguar quién fue ese angelino tan generoso que entregó su vida por la paz de Colombia, resulta que Jaime Bermeo era un secuestrador y asesino del M-19, tal vez el autor de muchos secuestros y asesinatos como los de esos niños, y que al parecer fue muerto en actos de guerra sucia o de líos por la cocaína con rivales de Pablo Escobar, de ninguna manera "por la paz de Colombia".

En el relato legitimador, que avanza sin cesar, los crímenes monstruosos de los terroristas se considerarán pasos hacia la paz, necesarios ante la injusticia previa. Ninguna atrocidad de las FARC es mucho peor que las que cometió el M-19 y no obstante ahí se ve a esa banda asesina reinando y dando clases de moral.

¿Prevalecerán? Para los budistas, el único sentido de la vida humana es la budeidad, la potencialidad de llegar a ser el Buda. Si en alguna dirección marcha la historia, no parece ser la del imperio de los asesinos y canallas. Colombia es sólo un trozo de selva que produce sus propias fieras y les permite reinar. El avance de la humanización pondrá a todos estos malhechores en su sitio. Bastaría con que algunos colombianos empezaran a hacerlo, pero esa llama es aún débil.

(Publicado en el blog País Bizarro el 14 de agosto de 2013.)