lunes, junio 15, 2020

La vida en cuarentena

La cuarentena podría ser una ocasión de superarse para la mayoría de las personas, pero esa posibilidad no la pueden ver gentes que no tienen otra aspiración que vivir cómodamente sin esforzarse, lo que explica la insignificancia industrial de los países hispanoamericanos y el nivel penosamente bajo de sus profesionales, por no hablar de la ideología hegemónica entre las clases acomodadas.

Leo en Twitter esta belleza:


Ya sabemos que hay en Bogotá una gran confusión acerca del sentido de "hasta", pero la transgresión del idioma en este caso es grotesca. Dice en español que ya no hay cuarentena y que la volverá a haber cuando se cuente con una vacuna, caso en el que probablemente ya no será necesaria. Una cosa es que la gente hasta cierto punto se entienda sin atenerse al diccionario (de modo que dicen "tenaz" por "tremendo" o "alevoso" por "agresivo"), y otra que se pueda caer en esos vicios del habla coloquial (que en un periodista local es clara insuficiencia profesional y en alguien como Salud Hernández Mora es grotesca mímesis de la jerga casera de la gente con la que ella trata en Colombia).

Pero, en fin, habrá que pensar que la alcaldesa quiere decir que la cuarentena en Bogotá no se levanta mientras no haya una vacuna, cosa que no se ha atrevido a decir nadie, pero es que tampoco hay ningún país en el que uno de cada mil pobladores haya sido secuestrado ni en el que alguien llegue a legislador gracias a que violó a muchos niños.

La pandemia y la cuarentena han hecho surgir toda clase de prodigios casi inconcebibles. Como las ridículas afirmaciones de Fernando Vallejo, la desesperación de muchos pequeños empresarios que inventan toda clase de soluciones mágicas, la sensata medida "populista" de Bolsonaro (de proveer una renta a los más desvalidos) o la resistencia de López Obrador a las actuaciones que afectaran los ingresos de sus votantes.
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Eso en el plano de las políticas, donde desde mi punto de vista hay poca discusión: todo el mundo acepta que hay que desescalar la cuarentena y reiniciar lo antes posible la actividad productiva, que en algunos países no se ha parado y en otros sólo se ha parado parcialmente. El exabrupto de Claudia López es una excepción, y antes de comentarla como opción política quiero detenerme en otra cosa que me inquieta desde que comenzó la cuarentena.

¿A qué dedica la gente el tiempo cuando tiene que quedarse encerrada en casa? La respuesta a esta cuestión es, me parece, lo decisivo en estos momentos, también respecto de las políticas públicas. Normalmente nos vivimos quejando cuando no tenemos trabajo, y cuando tenemos trabajo nos quejamos del estrés que nos causa y de la falta de tiempo. Pero ahora la mayoría de la gente tiene tiempo libre y la forma en que lo emplea basta para explicar su vida, y también la sociedad a la que pertenece.

Uno de los tangos más famosos, también por sus arreglos instrumentales, se llama "Por una cabeza", el lamento de un jugador cuyo caballo pierde "por una cabeza" y eso lo priva de los favores de la prostituta, que eran lo único que lo movía, de modo que cuando los evoca termina con esta pregunta: "¿Para qué vivir?". 

¿Para qué se vive? La persona que se muere de aburrimiento porque ya no puede hacer lo que hacía antes se muestra tan pobre y tan vacía porque muestra que sólo vive para satisfacer los grados básicos de la famosa pirámide de Maslow: respirar, comer, dormir, cubrirse, tener familia... Las urgencias de la vida o la estrechez de miras de su medio le han privado de los aspectos superiores, de realización personal y defensa de sus propios valores y anhelos.

De modo que al no haber obligación de madrugar para ir al trabajo ni poder siquiera estar por la calle, ¿no es la ocasión de leerse el Quijote, la Biblia, el Tao Te King, algún clásico...? No, para la inmensa mayoría de la gente no, y no porque la inteligencia o la formación le impidan a alguien aprenderse de memoria el Mahabarata en sánscrito, pues cada persona tiene un nivel en el que puede superarse, y no sólo en su patrimonio cultural, aunque en este ámbito las posibilidades son infinitas gracias a internet, sino también en su vida profesional, más directamente relacionada con la prosperidad y la seguridad. ¡Cuánto se conseguiría si la gente aprovechara el tiempo para mejorarse!

Ojalá nos detuviéramos en esto porque esa disposición al trabajo y a la propia superación es el factor decisivo a la hora de plantear la política de una sociedad. Lejos de lo que mucha gente cree, los regímenes comunistas contaban con el apoyo de importantes sectores de la población, porque a pesar de la miseria, de la crueldad que sufrían otros, de la falta de libertad, de la propaganda, de las mentiras y del triste futuro, era posible sobrevivir sin esforzarse demasiado. 

El yerno de Marx, Paul Lafargue, escribió un libro llamado El derecho a la pereza en el que defiende ese punto de vista. El comunismo se presenta así como el enfoque de gente cansada que no aspira a construir nuevos edificios ni nuevas obras de arte sino a saquear lo existente. Es lo que se puede decir de ciudades como La Habana o San Petersburgo, que no mejoraron nada tras medio siglo de comunismo. Y los ejemplos podrían ser infinitos.

¿Para qué vivir? Para descansar y comer, emborracharse y fornicar sin preocupaciones. Eso es el comunismo en nuestro siglo, el "partido del recreo", porque toda otra opción implica trabajar, y trabajar duro. La elección entre la avaricia y el amor a la belleza es una mentira, es más fácil ser un tendero próspero que un violoncelista mediano, y ambas cosas implican trabajar duro. En un medio jerárquico como el colombiano parece una opción diferente porque realmente no hay violoncelistas y cualquier oficio intelectual o artístico es un adorno de un parásito que se las arregla para vivir del cuento.

Lo relacionado con la pirámide de Maslow vale para personas que tienen algún ingreso, ahorros, protección familiar, etc. Los demás tienen la desesperación de la falta de recursos, que en algunos casos se puede remediar mediante el teletrabajo. Pero, además de desesperarse, ¿qué pueden hacer esas personas respecto de su vida? Nada van a perder si intentan mejorar su inglés o su dominio en su carrera.

Pero eso no es sólo el esfuerzo de cada persona, sino del conjunto de la sociedad. ¿Cómo recibieron la cuarentena los estudiantes de secundaria y universidad en España y Latinoamérica? ¿Y los profesores? En la inmensa mayoría de los casos casi todo el trabajo se podría hacer sin clases presenciales, simplemente habría que trabajar más. Incluso tener clases presenciales para grupos pequeños. Pero casi todos los estudiantes y profesores lo vieron como unas vacaciones anticipadas.

Se podría comparar esa actitud con la de las naciones libres de Extremo Oriente: Japón, Corea del Sur, Taiwán y Singapur. Mientras en España los profesores de universidad se quejan de que sus alumnos les preguntan respecto de un tema si se incluirá en el examen para poder descartarlo, en Corea del Sur es fama que el gobierno hace propaganda para que la gente no se exceda en su celo por estudiar más. Es verdad que en esa actitud influye la tradición confuciana, que otorga un gran papel a la educación (que es lo contrario de lo que se entiende en Colombia, donde simplemente se trata de un título que se considera el ingreso a un rango social superior y que a veces permite acceder a ingresos parasitarios sin que a la persona le moleste en absoluto no saber nada ni servir para nada), pero también se trata de países que sin esa laboriosidad, disciplina y ambición de sus gentes serían muy pobres. Hace sesenta años Corea del Sur y Taiwán eran más pobres que Colombia, no digamos que Venezuela, y hoy superan a España y a Alemania, respectivamente. En el futuro superarán de lejos a los países más ricos de Europa.

Pero ciertamente la política no es una cuestión de moralidad y disciplina, descritas como disposiciones individuales. La moral se da en otro ámbito, en el de la organización de la sociedad. Como explico en todas mis entradas en este blog, lo que acusa la sociedad colombiana es el rastro de la esclavitud, la indolencia de una gente que se acostumbró a que los demás tenían que trabajar gratis, o casi, y tenía rentas seguras por pertenecer a un grupo social, y de otra que no ve ningún fruto de su trabajo. El parasitismo como forma de vida.

Esa indolencia explica la vida colombiana, de ella procede la llamada izquierda, el comunismo, que sólo es el descubrimiento por parte de los grupos sociales que pueden forzar el gasto público en la universidad de que la masa de estudiantes es una fuerza irresistible en la sociedad, y por parte de éstos de que gritar y tirar piedras asegura mejor el acceso a ingresos cómodos que cualquier esfuerzo. La cuarentena significa "vacaciones" para estudiantes y profesores, sobre todo porque los segundos no van a tener merma en sus ingresos ni amenaza de despido. El derecho a la educación les asegura una estabilidad que de ninguna manera puede ni soñar el que trabaja duro.

El futuro de un país así ya está descrito, pero ¿a quién le importa que la vicepresidenta viva prometiendo la educación superior universal? ¿Alguien ha dicho algo de los sueldos seguros de los profesores, que en muchos casos cobran además la pensión y hasta dos pensiones? He leído cientos de tuits de derechistas asustados por la posibilidad de que se les den ayudas a los indigentes, cuya vida les parece envidiable (y en todo caso justa, ya que son personas de condición inferior a la de ellos), pero sobre las rentas de los parásitos o sobre el mismo sentido del estudio nunca dicen nada.

La cuarentena perpetua de Claudia López es una promesa a su clientela: unas largas vacaciones. La miseria espantosa en que quedaría la mayoría de la población comporta ventajas porque se abaratarían los servicios y también porque esa masa provocando disturbios y saqueos significa una oportunidad de hacer la revolución y congelar para muchas décadas la jerarquía social.

(Publicado en el blog País Bizarro el 22 de abril de 2020.)