martes, diciembre 29, 2015

Hazañas póstumas del payaso mártir


El segundo Gran Colombiano
En una encuesta que llevó a cabo el History Chanel en 2013 y en la que participaron más de 700.000 personas, el segundo puesto, por detrás de Uribe y con más de un 17% de los votos, lo obtuvo el humorista asesinado Jaime Garzón: muy por delante de García Márquez, Nariño o Santander. Cuervo, Silva o Gómez Dávila obviamente no eran candidatos, a ellos los hados (o la muerte jardinera de que hablaba Rilke) los hicieron nacer donde no debían, entre una gente a la que no pertenecían.

Valdría la pena prestar atención al "humor" del personaje, porque no era más que propaganda del gobierno de Samper y sus socios terroristas. No se debe olvidar que los noventa fueron una época de intensa actividad de las FARC y el ELN, con muchos más muertos que nunca antes, lo que condujo al Caguán. Lo que es evidente es que esos crímenes no inquietaban al humorista, el sentido de cuya obra comenté una vez analizando un texto de su guionista,

Formas de lucha
No es posible escribir sobre Colombia sin recordar que cuando uno se encuentra con un colombiano éste suele creer que la izquierda es algo distinto de las guerrillas, lo que produce ganas de buscarle un psiquiatra, si bien él cree que el que necesita un psiquiatra es uno. Los infinitos crímenes resultan poco importantes en comparación con esa increíble disposición: son como su sombra, es inevitable que ocurran cuando quienes los encargan, promueven y cobran son respetados por toda la sociedad. 

Y es que en el culto a Jaime Garzón se manifiesta la complicidad descarada y total de ciertos grupos sociales con los terroristas. ¿Cuántos estudiantes universitarios escriben tuits sobre Jaime Garzón y comparten la indignación por su asesinato sin que les importen ni remotamente los cientos de miles de personas asesinadas por las diversas bandas terroristas? Se podría decir que son todos, y es porque el joven puede apasionarse por mejorar el mundo si ve perspectivas de poder hacerlo desde un buen cargo público, y si no tampoco le importa y se deja llevar por sus profesores, cuya tarea es generar ese ambiente.

De modo que la muerte de alguien que no condenaba los asesinatos sino que los alentaba  y cobraba abiertamente los inquieta pero las de cientos de miles de personas inocentes no, y eso no llama la atención de nadie. No hablemos de que considerar criminales a esos deudos no le parece apropiado a nadie en Colombia.

Una vez me reprocharon que considerara la discusión en internet como "el conflicto", pero es por lo mismo que explicaba arriba: si los profesores universitarios que legitiman las masacres no son sus autores, tampoco los guerrilleros matan a nadie, puesto que no lo hacen ellos sino sus manos, y al disparar, sólo algunos dedos. Lo que se ve hoy en día con los contratos de la Fiscalía y el "carrusel de la paz" es que esos profesores eran los verdaderos jefes de las bandas y los que acceden a cargos de poder gracias a los crímenes.

De modo que el "humor" de Jaime Garzón, la persecución judicial contra cualquiera al que puedan atribuirle responsabilidades sin ninguna prueba (como José Miguel Narváez) y las campañas de duelo en las redes sociales son la continuación de las masacres por otros medios, parte de la misma "lucha", tal como fabricar cañones y explosivos y transportarlos son actividades que contribuyen al logro de los objetivos de un ejército tanto como los disparos. Quejarse de un asesinato que sufren los asesinos les resulta muy útil para legitimar y alentar muchos más, y nadie emprende una denuncia resuelta de esa clara relación de los que cometen los crímenes con los que los encargan y cobran.

Los hechos
La conjura terrorista en Colombia ha estado entreverada en toda su historia con el Partido Liberal, desde los años treinta hasta ahora mismo. Los gobiernos de ese partido entre 1986 y 1998 dieron lugar a un claro avance de las diversas bandas (con cientos de miles de asesinatos en ese periodo), lo que condujo a la legalización de diversos frentes (M-19, CRS, etc.), a la Constitución complaciente que legitima el asesinato para abolirla, a una dilatada orgía de crímenes y a una situación de poder para las FARC hacia 1998, cuando llegó al poder Pastrana y le despejó una enorme región a esa banda. Al igual que Santos y que Belisario Betancur, Pastrana estaba dispuesto a ceder cuanto fuera necesario para quedar como el Prometeo que consiguió la paz para Colombia, por mucho que esa paz fuera sólo una apariencia y en realidad los terroristas multiplicaran sus atrocidades. Se sabía que Jan Egeland le había prometido un Nobel de la paz.

La disposición liquidacionista de Pastrana encontró resistencia entre diversos sectores militares, que en una ocasión incluso le presentaron la renuncia en masa apoyados por el entonces ministro de Defensa, Rodrigo Lloreda.

En paralelo a las negociaciones en el Caguán, había toda clase de presiones de los medios y de los frentes legales de la conjura: tanto se consideraba definitiva la conquista del sur del país por las FARC que se empezó a hacer presión para que el gobierno le despejara al ELN una amplia región del sur de Bolívar. Con ese fin se creó una "Comisión Facilitadora de Paz", que no era más que la entidad de cobro que representaba a los terroristas ante el gobierno. De esa comisión formaba parte Jaime Garzón, al igual que Wilson Borja, que también sufrió un atentado. Lo más probable es que su asesinato tuviera relación con intentos de impedir ese segundo despeje.

Todos los crímenes se deben esclarecer y todos los asesinos deben pagar, lo curioso es que el presupuesto de la paz por la que claman todos los deudos de Jaime Garzón precisamente es la impunidad de los crímenes de las bandas con las que el humorista tenía relación (tanta que intermediaba en secuestros, que fue alcalde menor de Sumapaz, la región de presencia guerrillera en Bogotá, y que reconocía en televisión que conocía a los terroristas).

Siempre se repite lo que ocurrió con el "paramilitarismo", la indolencia de los colombianos ante los crímenes terroristas y el control que la conjura ejerce sobre el poder judicial deja a las víctimas indefensas. La tentación de la venganza es poderosa, y todo eso se agravará ahora que Santos dará a las FARC derecho a castigar a todos los que las hayan incomodado: la impunidad y el premio de los crímenes no pueden prevenir la violencia. Los colombianos que no forman parte de la conjura pero respaldan la negociación por ahorrarse dificultades sólo se las dejan a sus hijos, en el mejor de los casos.

(Publicado en el blog País Bizarro el 3 de diciembre de 2015.)

miércoles, diciembre 23, 2015

Perder siempre es ganar un poco


Como siempre, lo primero es plantearse cómo concibe uno lo que ocurre. Por ejemplo, ¿cree el lector que hay alguna comunicación directa o indirecta entre el fiscal Montealegre, antiguo presidente de la Corte Constitucional, y las altas cortes, o cada uno obra por su cuenta y sólo saben lo que piensan y hacen los otros a través de los canales formales? ¿Es muy atrevido suponer que obran de forma coordinada y que reciben presiones del clan que domina el país?

Pensando en la persecución contra Plazas Vega a partir de 2007 y la que sufrieron todos los posibles rivales de Santos después de 2010, me acordé del caso Invercolsa: ¡qué casualidad que los jueces revivieran "sorpresivamente" el escándalo cuando Uribe nombró ministro de Interior a Fernando Londoño! Mientras tanto, para decidir sobre la casación del caso Plazas Vega hay que esperar muchos años, con el demandante preso.

De modo que quien no obre de mala fe debe suponer que todas las persecuciones y canalladas de los sicarios togados y del fiscal tienen que ver con directrices de las familias del poder y sus jefes cubanos. Y si eso es así, ¿cómo es que la Corte Suprema de Justicia se apresura a archivar el caso contra Uribe que presentó el fiscal? ¿No podría éste haberles preguntado por teléfono qué harían para no resultar fracasando? ¿O la amenaza condujo a algún tipo de pacto secreto, para el que habría sido concebida?

La situación de Uribe respecto del poder judicial define toda su conducta: vista la desfachatez con que obran esos jueces, que avergonzaría a los propios asesinos, ¿qué les costaría encontrar testigos que implicaran a su hermano con actividades "paramilitares"? Lo que haría otra persona sería salir del país y demostrar la persecución y el prevaricato sistemático desde el exterior, pero eso es inconcebible para un hombre que tiene propiedades considerables y parientes con los que el narcorrégimen se podría ensañar. Más razonable es, para sus intereses, resistir en Colombia y hacer oposición hasta donde lo dejen.

La desgracia es que su popularidad hace que nadie se plantee una oposición aparte, y finalmente lo único que se hace es lo que él decide, rodeado por gente que comparada con la que lo acompañaba en su segundo mandato no sale mucho mejor parada. De ahí que en todas las elecciones habidas desde 2010 se haya evitado denunciar con firmeza al régimen y su esfuerzo por premiar el genocidio: ningún candidato de ningún partido se ha opuesto a negociar con las FARC. Y eso que la mayoría de las personas que se reconocen como uribistas odian a esa banda asesina. La voluntad de los ciudadanos confusos y dispersos no importa, sólo las cuentas del expresidente y sus cohortes de lambones.

Esa circunstancia se debe tener en cuenta al pensar en el plebiscito con que Santos pretende legitimar la imposición de un narcorrégimen controlado por la casta que dirige su hermano y con vastas regiones en manos de un partido armado que dicha casta dirige. Debería planteársela cada ciudadano, pero parece que el juicio cívico de la gente apenas llega hasta la simpatía por un líder u otro.

Si se acepta que Uribe es rehén del poder judicial y por eso no se opone a la "paz", el corolario lógico es que por su propio prestigio y por la propia conveniencia del régimen deba hacer alguna oposición, como cuando los directivos de un equipo de fútbol compran a jugadores del rival: éstos deben fingir que juegan por el triunfo de su equipo. Lo que cuenta es el resultado, la oposición se hace, pero de modo que siempre resulte perdiendo y cada uno salve la cara.

Pero aunque no se acepte dicha premisa, ¿qué cree el lector que deberíamos hacer quienes nos oponemos al "proceso de paz"?

Es imposible llegar a ningún entendimiento con gente que obra de mala fe. Y suponer que los líderes uribistas se oponen a ese proceso es pura mala fe, cuando todos los días manifiestan que lo apoyan y veladamente que podrían mejorarlo con su presencia.

Es muy llamativo que los columnistas y otras figuras del uribismo se apresuren a pedir que se vote No. Eso es lo que espera Santos: sacar adelante su atraco con alguna resistencia y lograr una mayoría a través de las habituales presiones sobre los alcaldes, congresistas, sindicatos, "sociedad civil", empresas que contratan con el Estado, etc. También, claro, con amenazas directas de los terroristas, compra directa de votos y orgía de propaganda en los medios. Un plebiscito en el que se escoja entre la paz y la guerra daría una participación de más del 30%, con más de 20 puntos de ventaja para el Sí.

Pero es que votar No a una infamia es reconocer legitimidad a quien la plantea. Como el viejo dicho que reza que cuando una señora dice "no" quiere decir "quizá". Una señora a la que se le sugiere hacer algo deshonroso no dice "no" sino que responde con un bofetón o llama a su marido para que ajuste cuentas con el atrevido.

De modo que aun descartando el acuerdo del uribismo con el régimen, votar No es un error gravísimo que comporta el reconocimiento del proceso de paz, dado que no significa que se condene el proceso sino que se rechaza el acuerdo, tal vez en aras de uno mejor.

Lo que se debe hacer es llamar a la abstención, deslegitimando el proceso y arrinconando al régimen, que resultaría indistinguible de las FARC. Los argumentos para denunciar el acuerdo terrorista son infinitos, y la gente expuesta a la disyuntiva de apoyar a los terroristas u oponerse opta por desentenderse del asunto. Claro que el margen de 13% de votos por el Sí que el hampa gobernante impuso se alcanzará de sobra, pero aunque se doblara (y no se doblará) resultaría ilegítimo frente a una sociedad que mayoritariamente demuestra que no cree en el atraco de Santos. Las rutinas leguleyas de mucha gente hacen pensar que el resultado electoral es importante, cuando lo único que cuenta es lo que piensen y sientan los ciudadanos.

Bueno, es cuestión de cada uno: la diferencia entre el No y la abstención activa es la aprobación tácita del proceso de paz y de la legitimidad del régimen. El que acepta un juego se muestra dispuesto a reconocer su resultado, y es casi obvio que los senadores y congresistas del Centro Democrático esperan acomodarse en el nuevo orden y seguir conservando una cuota de poder en representación de los descontentos, para lo que no vacilarán en seguir con el lloriqueo eternamente. Los ingresos de los representantes populares son deliciosos. No hay que culparlos a ellos. De hecho, ni siquiera votaron No a la convocatoria del plebiscito.

Pero nadie debe engañarse: si se acepta el plebiscito, que con toda certeza se pierde, se acepta el resultado y el orden resultante. El que piense en una verdadera democracia debe basarse en esa mayoría que no aprobaría a las FARC y que con otro gobierno estadounidense y tras la caída de las satrapías bolivarianas apoyaría una refundación legítima. Pero ¿no era algo que podría haberse planteado el uribismo desde antes de 2006?

(Publicado en el blog País Bizarro el 27 de noviembre de 2015.)

jueves, diciembre 17, 2015

Los curas pederastas

Tipos de hombres
El hombre es una bestia afortunada que aventajó fatalmente a todas las demás e introdujo en el universo próximo un sentido que no había antes. Pero cuando se dice eso así se corre el riesgo de olvidar lo esencial, la animalidad humana. Como ya he explicado muchas veces, el origen de la mayoría de los errores ideológicos y morales es la superstición creacionista, gracias a la cual puede prosperar la falacia de atribuir al "hombre" la palabra y la cultura. Es decir, la especie de por sí puede contar con la eficacia del sistema nervioso central y con el aparato fonador, pero eso no basta para inventar lenguas ni literaturas, y quienes sí lo hicieron fueron algunos individuos y no sólo por formar parte de la humanidad sino por sus intereses y circunstancias.

Los individuos de la especie Homo sapiens no son de por sí parte de la cultura, sino que la pueden asimilar por tener órganos para ello. De ahí que la inmensa mayoría tengan una comprensión ínfima de cualquier cosa y unos intereses limitados y mezquinos. La ideología igualitaria los hace agraviados por cualquier mérito o esplendor ajeno, lo cual hace que esas mayorías sean una amenaza para la supervivencia de la propia humanidad cuando su gran número y sus instintos primarios son manipulados por individuos malintencionados, como ocurrió con los totalitarismos del siglo XX y como ha ocurrido en Venezuela con el despreciable Hugo Chávez (unos instantes de actuación de ese patán dañan a Venezuela más que el despojo espantoso a que la sometió, cada vez que un venezolano está delante de una persona civilizada tiene que explicar que el líder de su país dijera "You are a donkey, mister Danger").

Los individuos de esa masa, cuya vida en las últimas décadas se ha hecho cómoda y muelle, aborrecen toda forma de existencia superior, les da lo mismo el literato que el científico, el artista, el místico o el estadista. Si alguien disfruta de la ópera es porque intenta convencer a los demás de que es rico y si estudia las estrellas es porque está mal de la cabeza.

Es ahí donde nace el odio a los curas y monjas: no se entiende que un hombre se tome en serio la fe religiosa y renuncie a una existencia ordinaria para seguir su vocación. La criatura vulgar sólo está para buscar placeres y ventajas, el odio por todo el que se distinga es su principal rasgo de carácter. Muchos se escudan en los aspectos supersticiosos de la religión, pero en esa certeza asoma de nuevo la mencionada superstición creacionista: el hecho de que alguien niegue la existencia de Dios o el papel que el cristianismo le atribuye no le confiere a ese alguien ningún conocimiento sobre nada. El conocimiento no es natural ni obvio. Estanislao Zuleta ironizaba diciendo que para muchos la religión era una maniobra antisindical. 

Anticlericalismo de ayer y de hoy
La hegemonía de la Iglesia y los privilegios del clero encontraron un gran rechazo en la Ilustración y en el liberalismo de los siglos XVIII XIX, por lo que durante mucho tiempo se considerara de por sí lógico que el liberal fuera anticlerical. El proceso posterior, que caracteriza a los dos últimos siglos, es el de la expansión del Estado, que a toda costa busca un dominio sobre la sociedad equivalente o mayor al que tenía la Iglesia en la Edad Media europea.

De modo que en tiempos del tribunal de la Inquisición y la religión de Estado, el conflicto entre el clero y sus detractores trataba del surgimiento de la cultura de la libertad, cuyo antecedente era la Reforma del siglo XVI. A partir del florecimiento del socialismo y de la expansión del poder de la burocracia, valga la redundancia, el anticlericalismo es lisa y llanamente persecución religiosa: no se quiere que la gente tenga otras creencias que las que ordenan los dueños del Estado y al cura del pueblo lo reemplaza el maestro, por lo general más ignorante.

De hecho, la mayoría de las "modernizaciones" que promueve la izquierda en Colombia tienen que ver con el afán de formar mayorías mediante la suma de agraviados diversos, bien por la tradicional aversión a la sodomía, bien por la desaprobación del consumo de drogas o incluso por la lesión que infligen a algunos quienes acuden a espectáculos taurinos.

Esos pretextos permiten a la burocracia organizada atraer partidarios cuyas motivaciones son otras que el despojo a la sociedad. La promoción de la permisividad hacia las drogas o la homosexualidad cuenta con que el público desconoce el tratamiento que reciben los consumidores de drogas o los homosexuales en los países que patrocinan a la izquierda: Cuba, Irán, Rusia o Corea del Norte. En el caso de la persecución a los católicos, el refuerzo no viene de los placeres que desaprueban los conservadores, sino del puro rencor de la chusma por lo que no entiende.

Pederastas y curas
Los estudios que he encontrado señalan que la pedofilia afecta a un 2% de los hombres casados, la misma cifra de curas con dichas inclinaciones que reconoce el papa izquierdista y ansioso de poder dentro de la Iglesia. No sería muy sensato suponer que todo hombre es pedófilo, pero curiosamente es raro el que no lo cree de los curas.

Se trata de una forma burda de falacia ad hóminem: tal como a los políticos del otro partido los acusan de ser homosexuales (o de cualquier otro placer que el detractor quisiera permitirse pero no se atreve a hacerlo), la gente que no concibe tomarse en serio las liturgias, las vidas de los santos, los evangelios y demás elementos de la confesión católica se imagina que alguien lo hace porque tiene algún incentivo secreto. Como ya he indicado, lo que genera odio es la condición moral superior, el sacrificio de la propia vida en aras de la imitación de modelos que se admiran. Un cura cuya conducta fuera irreprochable, tal vez la mayoría, al menos en el terreno sexual, no despierta menos aversión al universicario o al lameculos profesional (que es el mismo universicario cuando ha formado familia y se esfuerza en buscar marcas de estrato para los herederos de su honrosa condición).

Para perseguir a los católicos, la conjura totalitaria, de la que las bandas terroristas son sólo el "brazo armado", tiene más dificultades que para perseguir a los taurinos: en limpiar llagas y consolar a moribundos no hay nada que pueda despertar envidia en la chusma. De ahí que exploten ese tema mentiroso con recursos canallescos que sólo los medios colombianos, esa letrina indignante, se atreven a usar. 

Al cabo de un tiempo "reinterpretan" la religión y así "recuperan" a muchos católicos, convenientemente intimidados y sometidos de mil maneras. Por eso los líderes del Foro de Sao Paulo se vuelven cristianos. Los imbéciles que se suman a las calumnias contra los curas sólo favorecen a unos tiranos que intentan reemplazarlos para implantar una dominación que termina en degradación infinita.

(Publicado en el blog País Bizarro el 25 de noviembre de 2015.)

jueves, diciembre 10, 2015

El momento decisivo


A pesar de todas las ventajas con que cuenta y del apoyo internacional, el proyecto de Santos de implantar, a través de la negociación de paz, un régimen comunista controlado por su familia tiene dificultades y se arriesga a fracasar. Va a ser difícil que puedan cerrar la negociación para la fecha en que prometieron hacerlo (unos meses antes de las elecciones estadounidenses, para prevenir el riesgo de que un nuevo presidente fuera menos complaciente). Los esfuerzos del régimen por refrendar de algún modo su infamia se encuentran con dificultades que podrían ser insalvables.

Tres hechos recientes destacan entre esas malas noticias: por una parte, se hace público que Colombia vuelve a ser el primer productor mundial de cocaína, tras un aumento del 52% entre 2013 y 2014. Por otra, detienen a los ahijados de Nicolás Maduro en Haití mientras efectuaban operaciones de venta de 800 kilos de cocaína colombiana. Finalmente, el autodenominado Estado Islámico masacra a más 130 personas el 13 noviembre en París.

Un poco por eso es llamativa la tosquedad de la propaganda con que pretende convertir esas malas noticias en apoyo mediante recursos de verdaderos criminales. Conviene detenerse en los tuits de María Fernanda Cabal y en las acusaciones que se le dirigen porque tratan de algo que muchos colombianos perciben: que el terrorismo en Colombia se premia y en otras partes se castiga. El sarcasmo no es especialmente mordaz, y más bien esos tuits los podrían haber escrito miles de colombianos.

De modo que los cinco minutos de odio buscan descalificar esa opción de rechazo a la paz empleando calumnias que pueden tener éxito entre la gente que sólo lee los titulares y los "memes" de Facebook. El resultado de todos modos no fue muy halagüeño para el régimen. Los cinco tuits relacionados con el tema tuvieron en conjunto más de 5.000 retweets y la representante se hizo más conocida entre  la gente que rechaza la negociación, que en realidad podría ser más que la que la aprueba, pues el apoyo mayoritario se basa en engaños que en algún momento se aclararán. También el hashtag #SoyCabal fue TT durante muchas horas, con casi 7.200 tuits.

Lo más interesante de todo eso es que en la respuesta no tomaron parte los dirigentes uribistas, cosa que hace pensar en fisuras en el movimiento pero sobre todo en la dirección que verdaderamente va a tomar éste. ¿Cree el lector que se trata de desaprobación de los tuits de la representante? Eso sería gravísimo, pero la mayor parte de los legisladores y columnistas uribistas están a favor de la negociación, por mucho que no lo proclamen y dejen que las bravuconadas del Gran Timonel hagan creer otra cosa a la gente.

Pero es probable que se trate de otra cosa: del afán de estar de acuerdo con los periodistas y con el mainstream de opinión que estos crean. El único uribista destacado que dijo algo al respecto fue Sergio Araújo:

Claramente compartiendo el tono de la inefable Vicky Dávila y de los demás sicarios de Santos: 

De verdad que es incomunicable: sociológicamente, estéticamente, moralmente, el uribismo es lo mismo que el santismo, sólo cambian los votantes ingenuos. Para agradar a la prensa que empezó a acosar a Andrés Felipe Arias (y así no estorbar a la segunda reelección) todos callaron sobre esa infamia evidente.

Pero en cambio sí aparecieron recomendando la última columna de Mauricio Vargas. Una frase de esa columna lo resume todo, también al uribismo:
He sostenido en esta columna que la refrendación sobra y es riesgosa.
¿Cómo que "sobra"? ¿De modo que todo el régimen político cambia y los colombianos pasan a ser esclavos de unos sociópatas y no hace falta consultarlos? Eso que entusiasmaba a los uribistas los va describiendo como una gentecita comparable a Santos y su cuadrilla. ¿Cuáles son los riesgos que entraña la refrendación de los acuerdos? Obviamente, que la gente no los aprobara y se echara a perder la negociación.

Eso que es riesgoso para Mauricio Vargas y los uribistas es para la democracia una esperanza. Los segundos tratan de salvar el proceso y jugar con la baraja nueva, según los cálculos que van haciendo de repetir en el Senado o en el Congreso, y hacer una carrera así, dejando a un lado a los presos como Luis Alfredo Ramos, del que nunca hablan. Y la negociación es un problema que les genera inseguridad: cuanto antes se aclare, mejor.

El cuento de que "Santos asuma la responsabilidad histórica de lo firmado", siendo que lo firmado es el fin de la democracia y la implantación de una tiranía controlada por los asesinos, es ya el colmo del cinismo. Mauricio Vargas pugna por salvar el proceso, los uribistas por no tener que apoyar lo acordado (y perder los votos de la gente descontenta) o de rechazarlo (y arriesgarse a persecuciones judiciales y a perder sus jugosos ingresos actuales). Mejor fracasar en votaciones en el Congreso y el Senado por ser minoría, dejarle la responsabilidad a Santos y mantener sus modestas cuotas de poder a punta de lloriqueo y de componendas con los demás padres de la patria (incluidos los nuevos: Timochenko no es más criminal que Angelino Garzón).

Por su parte, Rafael Nieto Loaiza denuncia las trampas y prevaricatos con que pretenden imponer los acuerdos de paz. No obstante, para entenderlo bien conviene prestar atención al párrafo final:
Sin embargo, señor Santos, no sobra que recuerde que “para la firmeza y sostenibilidad de los acuerdos” es indispensable una aprobación popular verdaderamente mayoritaria. Sin ella, repito, los acuerdos no valdrán ni el papel en que están escritos.
No se debe entender que el columnista desaprueba el contenido de los acuerdos, ni menos la misma negociación, sólo expresa que se requiere una aprobación verdaderamente mayoritaria, imposible sin contar con el uribismo, que previsiblemente mejoraría dichos acuerdos.

No hay que engañarse con las ideas de Nieto Loaiza. Ya en una ocasión lo explicó:
Al país no le conviene que a Santos le vaya mal. A nadie, salvo a los criminales, les conviene que a Santos le vaya mal.
Como todos los demás uribistas prominentes, Nieto Loaiza apuesta por la negociación y recomienda no imponerla sin refrendo mayoritario.

Es algo a lo que llega en algún momento cualquier post de este blog: el lector, ¿qué piensa de la negociación? Para mí es muy simple y lo he dicho desde 2010: la negociación es un crimen, el mayor de toda la historia de Colombia, la consumación de un plan criminal de muchas décadas cuyo principal autor es el hermano mayor de Santos. En consecuencia, creo que al país le conviene que a Santos le vaya mal y que no pueda implantar la tiranía que pretende. A lo mejor soy un criminal. Eso es literalmente estar en el lado opuesto al de Nieto Loaiza, que siempre ha apostado por el país del posconflicto. Pero ¿qué piensa el lector?

Para que a Santos le vaya bien es necesario que sus acuerdos con las FARC tengan un refrendo mayoritario, y ése es el problema al que se enfrenta, que cada vez más la cuadratura del círculo se muestra imposible y no puede darles a las FARC todo lo que le piden porque en ese caso perdería el apoyo de los políticos, que podrían ponerse de parte de la mayoría de la gente en aras de su propio interés.

La idea de desistir del referendo convocar un plebiscito y cambiar las leyes para que bastara la participación del 13% del censo es sencillamente desesperada: y el resultado es que al ser tan "generoso" el margen la participación podría acercarse a ese porcentaje, lo cual sería fatal para Santos y su paz porque no se podría vender como un gran avance en el exterior, menos en plena guerra contra el terrorismo y los aliados islamistas de las FARC, ni tampoco ante una ciudadanía descontenta con la infamia.

Pero para salvarlo está el uribismo, que no quiere quedar como enemigo de la paz en una campaña por la abstención y arriesgarse a disgustar al fiscal y a los sicarios de la prensa, y con ese fin acepta que sea él (Santos) quien "asuma toda la responsabilidad", como señala Mauricio Vargas. Cierto que esto es lo opuesto al párrafo que cité de Nieto Loaiza, pero el uribismo es un doblepensar tropical muy versátil.

Los esfuerzos de los uribistas en el Congreso y el Senado para impedir los cambios no servirán de nada porque son minoría, y lo saben. Si quisieran hacer oposición, y aun buscar su supervivencia política, deberían pensar en una campaña por la abstención en el plebiscito que terminara llevando a una participación ínfima, incluso por debajo del umbral abusivo que piensan poner. No es difícil demostrar que se trata de convertir en amos del país a unos asesinos a los que odia la inmensa mayoría de la gente. Ni hablar del exterior, donde las complicidades evidentes de Santos con las satrapías bolivarianas y el comienzo del fin de la hegemonía continental del Foro de Sao Paulo (con el probable triunfo de Macri) ponen a sus valedores en verdaderos aprietos.

Siempre es volver a lo mismo: ¿qué piensa el lector? Yo sé que el uribismo no hará una campaña por la abstención y contra los diálogos. Sé que la tiranía terrorista se impondrá y la violencia será peor. Es el fruto de lo que hizo el uribismo en la legislatura pasada, y aun de los dos gobiernos de Uribe, sobre todo del segundo, con Santos y Roy Barreras. Pero sobre todo es el fruto de su complicidad actual con Santos, al que quieren salvar para no verse en aprietos contradiciendo a Vicky Dávila ni resistiendo a los que los llaman enemigos de la paz.

Éste es el momento decisivo para que la gente mande al carajo el uribismo, pero tampoco eso pasará. La recuperación de la democracia en Colombia se quedará para otra generación.

(Publicado en el blog País Bizarro el 18 de noviembre de 2015.)

viernes, diciembre 04, 2015

El comunismo en América

Origen del comunismo
En un texto llamado Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo, Lenin señala como tales la filosofía alemana, la economía política inglesa y el socialismo utópico francés. Pero el marxismo es sólo la elaboración teórica clásica del comunismo, cuya materialización tiene muchas causas: el colectivismo cristiano es una de las principales, y sobre él es imprescindible la lectura de Los enemigos del comercio, de Antonio Escohotado (disponible en internet). También el catolicismo provee la idea de un gremio de mandarines bondadosos —provistos del apoyo de la grey, siempre agraviada por el esplendor ajeno—, que gobierna la sociedad en oposición a los ricos y plenos.

Pero las causas principales del comunismo en el siglo XIX fueron la enorme expansión de la economía generada por la industrialización y el crecimiento del Estado, no sólo en recursos y organización, sino sobre todo en legitimidad. La transformación profunda del orden mundial desde la Independencia de las colonias británicas de Norteamérica hasta el fin de las guerras napoleónicas trajo la hegemonía del liberalismo y de la burguesía y el declive de los usufructuarios tradicionales del absolutismo: la nobleza y el clero. El socialismo fue la venganza de estos perdedores. La posibilidad de mover a las masas a punta de promesas de un futuro maravilloso (quitando de en medio a los propietarios) y así acceder al poder político y apropiarse de él.

A finales del siglo XIX había en los principales países de Europa partidos "socialdemócratas" que seguían la doctrina marxista. El Partido Obrero Socialdemócrata Ruso era uno de ellos. De ahí viene la "ingeniosa" ocurrencia de Pablo Iglesias de que Lenin era un socialdemócrata. Pero en ningún caso la ortodoxia dura que representaba Lenin triunfó en países industrializados y con tradiciones liberales: sólo en el imperio ruso, y eso gracias a la derrota en la Primera Guerra Mundial. La Revolución de octubre fue un golpe de Estado en el que la soldadesca hambrienta encumbró a unos conspiradores extremistas. Allí donde los obreros eran una clase mayoritaria, los "socialdemócratas" renunciaron a esa ortodoxia, como en Austria con Bernstein y después con Kautsky, cuyo "revisionismo" dio lugar a otro libro de Lenin: La revolución proletaria y el renegado Kautsky.

De modo que el comunismo como variante radical del marxismo sólo surgió como división de la "socialdemocracia", de la Segunda Internacional, a raíz de la Revolución rusa.

Comunismo y burocracia
Los únicos países de Europa en que el comunismo fue por sí mismo una fuerza significativa fueron los de tradición católica u ortodoxa: España, Francia, Italia, la antigua Yugoslavia y Grecia. En los escandinavos, tan ridículamente admirados por la izquierda sudamericana, no sólo no hubo dictadura del proletariado sino que a nadie se le ocurrió tocar la monarquía ni ciertos privilegios de la nobleza, no hablemos de la propiedad. Los de Europa central y oriental simplemente fueron conquistados por los soviéticos tras la caída del nazismo.

Y es que el comunismo se pudo implantar por la misma naturaleza del Estado, que el propio Lenin explicó en El Estado y la revolución, donde plantea que la destrucción del Estado supone un periodo previo de "dictadura del proletariado" hasta que llegue la sociedad sin clases. Ese horizonte remoto de redención total recuerda el mahayana del budismo: la extinción individual es el fin, pero mientras tanto se vive lo mejor posible. 

Para que la dominación total de la burocracia se hiciera realidad era necesaria una tradición de esclavitud, de dominadores crueles e inescrupulosos y de dominados impotentes y acostumbrados a carecer de derechos. No se debe olvidar que la servidumbre fue abolida formalmente en Rusia en 1861, 56 años antes de la toma del poder por los bolcheviques, ni que todas las formas de opresión que puso en práctica el régimen soviético ya se habían ensayado bajo el zarismo. En otras partes el comunismo ascendió como expresión de revueltas anticoloniales, pero por una parte había comunismo gracias a la influencia soviética, y por la otra no sabemos qué conflictos había en el interior de esas sociedades. En China el comunismo también significó el retorno de los mandarines.

De Castro y el Che al Foro de Sao Paulo
La Komintern intentó alentar revueltas en toda Hispanoamérica y pronto se crearon partidos comunistas en todos los países, pero la rígida doctrina marxista no encontraba eco en sociedades poco industrializadas. La tradicional inestabilidad colombiana sirvió para que pensaran en emular a Mao y generar una "guerra popular prolongada" que condujera a implantar un satèlite de la URSS en la región. La crisis cubana abrió esa posibilidad, pero gracias al engaño, pues Fidel Castro no obraba abiertamente como comunista ni al parecer tenía relación con el Partido Comunista Cubano, que era legal y afín a Batista (con el que había gobernado antes de la dictadura).

El partido afín a los insurrectos se llamaba Partido del Pueblo Cubano y no era comunista (aunque probablemente Castro sí era agente soviético). La juventud idealista y romántica que se levantó contra Batista era de blancos educados, es decir, de la minoría que descendía de los españoles. En Cuba se abolió la esclavitud en 1868 y se alcanzó la independencia de España treinta años después. Al respecto, hay que tener en cuenta que había una proporción de esclavos de origen africano muy superior al promedio de los países hispánicos. Es decir, la dulce utopía de los valerosos jóvenes consistía en pura ingeniería social trufada de halagos y promesas y del admirable propósito de robarse las inversiones estadounidenses en la isla, así como de despojar a los empresarios ricos.

El triunfo de Castro ilusionó a todas las clases altas del continente. Se debe tener en cuenta que Cuba era un país de un nivel cultural y económico muy superior al de la zona andina o Centroamérica. El sueño de destruir las instituciones existentes e implantar un régimen monolítico dominado por dichas clases arrasó en todas partes, con los jesuitas siempre en cabeza y los cachorros de las clases oligárquicas elaborando una épica heroica a punta de bochinche, charlatanería y canalladas sin límites.

Y así como los soviéticos cooptaron a la élite cubana y la sometieron a la doctrina marxista, forzando la fusión de las fuerzas de Castro con el viejo Partido Comunista (sin resistencia, gracias al control de las rentas y cargos públicos), en toda la región los revolucionarios de origen patricio adoptaron el marxismo como su medio de interpretación del mundo y sobre todo de ideología con la cual educar a los más jóvenes.

Es importante detenerse en esta cuestión porque a muchos les suena absurdo que las clases poderosas acojan el sueño de la sociedad sin clases. El encanto del marxismo es que provee un relato de la historia y aun del cosmos que parece creíble en ambientes intelectualmente precarios. El móvil real del conspirador y orador universitario es el acceso a cargos públicos de poder, cosa que no le sería posible sin la violencia (las protestas callejeras o el sindicalismo son la misma violencia que los secuestros y masacres, casos en los que la intimidación sólo se intensifica). Pero la cosmogonía en la que el destino de la humanidad ha sido descrito y el orden existente se basa en una gran iniquidad que se debe remediar le resulta muy productiva para ese fin.

Es decir, el comunismo hispanoamericano es un disfraz del viejo orden de dominación y jerarquías, amenazado por la sociedad liberal y democrática, por el modelo estadounidense que se expande por todo el mundo. Si algo obsesionaba a la izquierda colombiana de los años sesenta y setenta eran las urnas, en las que podían ganar personas sin instrucción. Con el tiempo, la única instrucción es la ideología comunista, sobre todo porque favorece la legitimación del asesinato y de cualquier otro crimen.

Pero los disturbios callejeros, el sindicalismo y los secuestros no bastaban para tomar el poder. Durante los años sesenta y setenta, gracias a la implicación estadounidense en la Guerra Fría, los revolucionarios fracasaron, salvo en Nicaragua, y aun eso por la distracción del periodo Carter, que también comportó la pérdida de Afganistán y Etiopía, y el genocidio en Camboya.

El gran triunfo del comunismo cubano en la región tuvo lugar en Colombia, y la clave está en la alianza con las élites y en los recursos de la cocaína. La Constitución de 1991, pese a la falta de popularidad de sus propuestas (los delegados fueron elegidos por menos del 20% del censo electoral), comportó el control del poder judicial por los agentes cubanos, cosa que sigue hoy en día. La legitimación del M-19 y también de las FARC y el ELN (autorizadas a tomar las armas gracias a que sus crímenes son "delitos políticos" y pueden quedar impunes), así como la prohibición de la extradición, significaban en la realidad carta blanca para la industria de la cocaína.

La caída de los precios del petróleo durante los noventa permitió el ascenso de Chávez, sin la menor duda gracias a la labor de los cubanos y a los recursos de la cocaína que dominaban los comunistas colombianos. Algún día se sabrá de qué modo todo eso también tuvo que ver con el triunfo de Lula y con la creación del Foro de Sao Paulo.

El régimen venezolano, como el nicaragüense, tiende a una típica tiranía comunista, aunque celebra elecciones en la medida en que la hostilidad exterior podría amenazarlo. Lo mismo ocurre en diverso grado con todos los demás regímenes de la zona andina y aun del Cono Sur. La hegemonía comunista está garantizada con el adoctrinamiento escolar y la propaganda en los medios de comunicación y los mecanismos de terror están listos.

"Narcopopulismo"
La condición del comunismo hispanoamericano no se entiende bien cuando se idealiza la teoría de Marx y se la separa de la realidad material a la que pretende estar adscrita. Esto es frecuente en comentaristas conservadores y religiosos: parece que sin esa construcción teórica no fuera posible la dominación totalitaria. La visión religiosa es difícil de ocultar en esas interpretaciones. Marx parece el demonio creando la maldad, y si no hubiera escrito sus obras la historia habría ido por otro rumbo.

Pero en el caso de Hispanoamérica, antes está la esclavitud y el daño moral de crueldad e indolencia que genera entre los dominadores (según temía Denis Diderot). Es decir, el materialismo histórico y el materialismo dialéctico son la palabrería que sirve de liturgia al intento de perpetuar la jerarquía de siempre. Tenemos, pues, que los comunistas resisten a la globalización y los conservadores también, por eso estos últimos encuentran tan grata la atribución de toda la culpa a la cháchara marxista. También para el clero universitario, el elemento decisivo son las rentas, a cuya obtención sirve la doctrina y sus diversas demagogias.

Otro error, ligado al anterior, es negar el papel del comunismo, dadas las tosquedades y mezquindades de los tiranos tropicales que lideran la revolución y el peso de la industria de la cocaína en sus regímenes. Si fuera por la ortodoxia marxista, ningún régimen comunista merecería ese adjetivo. Los regímenes sudamericanos cuentan con la base de clero altamente ideologizado que está en la base de cualquier satrapía comunista, y cada vez más con el poder de intimidación de un régimen de terror incontrolable. También las leyes se vuelven día tras día las propias de tiranías.

El comunismo siempre fue una organización criminal que prosperaba en lugares en los que la esclavitud y el absolutismo tenían tradición, y la especialización de sus negocios depende de las circunstancias locales: el saqueo para la soldadesca rusa, la producción de cocaína para los rústicos colombianos y los tinterillos que protegen y organizan el negocio. Cuando la estructura soviética falló salió a la luz el orden mafioso subyacente, que ahora pervive en Rusia sin marxismo. En todas las satrapías comunistas hay parásitos robando y muchas veces acumulan grandes fortunas.

Comunistas o mafiosos, profesores o coroneles, tinterillos o asesinos, los opresores se complementan y la ideología resulta útil a su dominación. Las teorías de Marx están superadas y se sabe a dónde conduce la falta de libertad y democracia, pero el estilo de vida sudamericano necesita pretextos para perpetuarse y los encuentra en esas supersticiones exóticas.

(Publicado en el blog País Bizarro el 15 de noviembre de 2015.)