martes, mayo 29, 2012

Pero, veamos, ¿a quién representan las FARC?


Eso se pregunta Mauricio Vargas en su más reciente columna, y a pesar de lo problemático que resulta contestar a esa cuestión vale la pena intentarlo. O mejor dicho, contestar al planteamiento de Vargas, que puede estar induciendo falacias sin proponérselo.

La primera cuestión está en la propia definición: supongamos que se demostrara que las FARC sí representan a una parte, incluso a una parte significativa de la sociedad colombiana. ¿Sería entonces más legítimo negociar el orden político premiando sus crímenes? Bonito sería el rumbo de una sociedad semejante: cada vez que hubiera un conflicto que fuera de alguna manera justificable, uno de los sectores se dedicaría a asesinar y secuestrar inocentes y a destruir el orden legal democrático, y siendo representativos, habría que reconocerlos.

Es decir, el problema no es que las FARC no sean representantes legítimos de ningún sector, sino que amenazan al conjunto de la sociedad y por eso negociar las instituciones con ellas es directamente lesivo para todos. Exactamente como una dama que hiciera concesiones a quien intenta violarla.

Pero lo segundo es también atroz, y no obstante parece sensato y puede haber sido, como ya he dicho, concebido por su autor con la mejor intención: es el viejo lugar común de que las FARC son tan ajenas a la sociedad como cualquier otro grupo delincuencial. Esa idea es grata a la inmensa mayoría de los colombianos, sin distinguir entre uribistas y antiuribistas, pero es una mentira grave y funesta. Las FARC sí representan a un sector social significativo y son el fruto de extravíos de las clases altas y de intereses de importantes instancias de la vida colombiana.

Por ejemplo, haciendo frente a la cuestión de si hay alguien a quien las FARC representan, es obvio que representan a todos aquellos que quieren que se negocie con ellas. ¿No son esas personas una amenaza para la democracia y no alientan los crímenes cuando hacen presión para que se los reconozca como fuente de derecho? La cuestión es tan pueril como si algún abogado pretendiera que el malhechor encargado de llamar a las familias de los secuestrados para cobrar el rescate es en realidad un protector de las víctimas. Las FARC son en últimas clientelismo armado, y su trayectoria con los grandes sindicatos del país lo demuestra. Sus usufructuarios, tanto oligarcas como lagartos, sencillamente "hacen la guerra con los hijos ajenos".

El papel de todas esas personas como parte esencial del crimen se hace más patente cuando se piensa en la relación entre los asesinatos y secuestros de las FARC y las personas que los cometen. ¿Qué beneficio obtiene cada una de esas personas? Tanto si las FARC tomaran el poder como si se desmovilizaran, el futuro de cada criminal específico dependería de su inserción en la jerarquía tradicional (étnica, sexual, "etaria", regional y de instrucción). Es decir, los crímenes los cometen niños indígenas de regiones miserables pero sirven para que personajes como María Jimena Duzán sueñen con embajadas vitalicias (de momento le sirvió para ser cónsul en Barcelona, rodeada de lujos y dedicada a favorecer desde la oficina a los demás "pacifistas" instalados en Europa). Lo mismo se puede decir de los miembros de familias patricias, de los ex presidentes, de los congresistas premiados por Santos, de las ONG, de los sindicatos, de los empleados estatales en términos generales, sobre todo de los de más nivel, que por lo demás son los más resueltamente partidarios de las FARC (es decir, de la negociación, pues es la forma en que se explotan los crímenes lavándose las manos).

Si las FARC no fueran representativas de instancias poderosas de la sociedad, no existiría esa solidaridad general entre los supuestos críticos del uribismo en la prensa y sus compañeros que cabildean más abiertamente a favor de las FARC y legitiman y alientan sus crímenes. ¿O alguien recuerda algún vago reproche de algún antiuribista que escriba en la prensa o aparezca en los medios a la consideración general de "defensores de derechos humanos" que se otorga a benefactores de la humanidad como Iván Cepeda Castro o Javier Giraldo? Curioso. Para entender que todo el antiuribismo es resueltamente solidario con las FARC basta leer por ejemplo las últimas columnas del melifluo académico Eduardo Posada Carbó con un discurso claramente favorable al premio de los crímenes (1, 2).

Y cuando uno suma a los interesados en que las leyes no surjan del consenso de los ciudadanos o de sus representantes sino de la presión de las bandas de asesinos resultan claramente distinguibles dos niveles de grupos a los que representan las FARC.

En un plano ideológico está lo que en Colombia se llama "izquierda", cuya conexión con esa banda de asesinos y con las demás es evidente en todo momento. Las FARC son un nombre para las fuerzas de choque de la "izquierda" o Polo Democrático en las áreas rurales o en los barrios miserables de las ciudades. El que quiera creer otra cosa podría explicar cómo es que ese partido nunca ha pedido a la banda que desista de sus crímenes, y al contrario ha hecho toda clase de presión para que se premien. ¿O no es así? El hecho de que los colombianos disocien ambas actividades sólo es reflejo de esa condición moral que lleva a considerar crimen lo que hace un adolescente hambriento pero no lo que hace quien lo contrata, que sería exactamente el caso del PDA y las FARC. Entre las perlas de esos criminales no es menor la última amenaza del exalcalde de Bogotá Luis Eduardo Garzón, ahora líder de un partido con el que coquetea el uribismo: si Santos no hace la "paz" matarán a un millón.

En un nivel sociológico es mucho más clara la relación: el socialismo a la cubana es, como la tutela, una garantía de que los grupos organizados que tradicionalmente dominan el Estado estarán a salvo de competir y de rendir cuentas. El rechazo del juego político normal en cualquier democracia agrupa a los sectores parasitarios de siempre, caracterizados por ser herederos directos de cargos públicos y también de ventajas concretas a la hora de acceder a ellos: contactos (sobre todo), rasgos físicos próximos a los de los conquistadores, títulos académicos (garantizados por las mismas rentas), etc. No es raro que el presidente de la federación de sindicatos estatales fuera Wilson Borja, corresponsal de alias Raúl Reyes, ni que la revista de los ricos sea la más obsesivamente antiuribista y tenga entre sus columnistas a un sicario ascendido a la gerencia y a una lista de personajes del mismo estilo.

¿A quién representan las FARC? A los colombianos identificados con el viejo orden de castas que por eso aborrecen la democracia y la competencia. Que esos colombianos sean también la esencia del país, el país atávico (a diferencia de las mayorías, que preferirían integrarse en sociedades en las que los señoritos serían despreciados y aun ridiculizados), es precisamente lo que determina la dificultad de acabar con las bandas terroristas: el ciudadano ordinario, que podría intercambiarse por el de clases sociales bajas de cualquier país desarrollado, es incapaz de crear medios de prensa distintos a los que heredaron los jefes del terrorismo. Y las nuevas generaciones son incapaces de resistir a la seducción que ejerce sobre ellos ese orden, el único mundo que pueden concebir, reforzado por la educación.

Hagan la prueba, díganle a cualquier colombiano de 15 años que en 2000 las guerrillas secuestraban a diez personas cada día, o de que Arias o Salazar no se robaron nada. Todos estarán seguros de que eso es mentira. La prensa y la educación están en manos de los amos de las FARC, y hay muy poca determinación para cambiar eso.

Y en definitiva, admitir que las FARC representan a ciertos sectores de la sociedad colombiana implica que esos sectores, cuya complicidad con los crímenes comunistas alcanza más de medio siglo, tienen una responsabilidad que tal vez no sea punible en términos penales, pero que sí debe determinar que se los vete como representación de la sociedad, que se los arrincone y señale, tal como ocurrió con los partidarios de Hitler que no cometieron directamente crímenes. Bueno: decir que las FARC no representan a nadie o que son meros bandidos llegados de la luna es una forma de asegurarle la impunidad a sus cómplices.

Ese combate político es la tarea de Colombia para las próximas décadas, y un improbable desenlace justo requerirá superar el statu quo impuesto en 1991 por la alianza de terroristas, tinterillos y traficantes de drogas: a fin de cuentas, ¿no dicen los del Polo Democrático que son el partido que defiende esa Constitución? Bueno, también para eso debería haber un partido que agrupe a los ciudadanos que quieran oponerse al premio del crimen. Algo que también parece remoto e imposible, pero que no por ello deja de ser necesario. Y posible.

jueves, mayo 24, 2012

Los enmascarados de plata




Uno de los héroes de la industria del entretenimiento más populares en Colombia cuando yo era niño era el Santo, "El Enmascarado de Plata", un luchador mexicano del que se coleccionaban cromos y se leían sus aventuras en revistas de fotos. Habrían de pasar muchos años para que yo entendiera, tras ver las escenas terribles de la lucha libre estadounidense, el Pressing Catch, que por fuerza un espectáculo de lucha es una farsa, que si se enfrentaran los luchadores con la saña que fingen, las lesiones los mantendrían fuera de actividad la mayor parte del tiempo y las muertes serían frecuentísimas.


Una farsa semejante ejecuta el actual presidente colombiano junto con su hermano mayor respecto de las bandas terroristas (que durante décadas promovió el segundo acompañado de buena parte de su medio social y que ahora a toda costa intenta legitimar la prensa controlada por la familia). Por una parte, tratando de encarnar la rabia de la ciudadanía a la que asesinan y despojan, y por la otra obteniendo réditos de ese papel según un guión que si no han acordado (y hay muchas razones para creer que sí lo han hecho) en todo caso surge del mismo consenso básico respecto al final.

Es decir, el espectáculo requiere los necesarios accesos de ira por parte del bravucón presidente y los muy reales asesinatos de las tropas de niños controladas por personas muy próximas a su hermano mayor. El objetivo de las supuestas querellas retóricas es ir haciendo tragar al público la negociación política (para eso son necesarios los crímenes) siempre considerando que resulte verosímil (de ahí que se prodiguen las exigencias de "gestos de paz" y la renuencia de las FARC a demorarlos mientras sacan cocaína y acumulan grandes botines con la extorsión consentida en las zonas fronterizas y protegidas por el régimen venezolano).

Para comprender que se trata de un guión acordado basta con prestar atención al árbitro, que no es otro que la prensa completamente sumisa al hampa gobernante, a tal punto que el siniestro ex canciller de Samper, Rodrigo Pardo, pasó a ocupar un puesto de poder en RCN, la única cadena que no obedecía del todo al libreto samperista-pastranista. Invito al lector a prestar atención a este "Análisis mundial para pensar en rutas para llegar a la paz en Colombia" que es lisa y llanamente el comienzo de una intensa campaña de propaganda de la negociación idéntica a la que precedió al Caguán. No tardó en aparecer la correspondiente columna de Eduardo Posada Carbó, ¡"Apuesta por la paz"! mostrando el optimismo de los cobramasacres que habitualmente exhiben algún comedimiento para poder ejercer su tarea con más efectividad.

De no ser por la distracción habitual de la gente y por la ausencia de una verdadera oposición, sería algo universalmente reconocido que los crímenes son acordados entre el gobierno y los jefes de la banda terrorista. La obsesión por buscar que se legitime a los criminales es casi enfermiza en la prensa de la familia presidencial, pero ¿en qué creen los lectores o por quién toman partido? Los pocos que leen esa clase de noticias son mayoritariamente partidarios de los terroristas. De otro modo habría llamado la atención la legitimación descarada del terrorismo de una señora del Think Tank "Razón Pública" (muy posiblemente un órgano emergido de las FARC, a tal punto que su creador, Hernando Gómez Buendía era firmante de la correspondencia de los "Colombianos por la Paz" con la banda), que previsiblemente apareció en la portada electrónica de El Tiempo.

Bueno, las indecentes declaraciones de Andrés Pastrana forman parte de lo mismo, y la renovación generacional (varios millones de personas han pasado a ser mayores de edad en la última década) así como la presión de la "educación" y de la misma prensa hacen que mucha gente olvide el Caguán, o pierda fuelle la determinación de impedirlo.

Ya es tedioso repetirlo: la negociación política, el premio de los crímenes terroristas, es lo que buscan los partidos de la Unidad Nacional y todos quienes siguen aferrados a esos partidos son cómplices. Puede que a la larga les convenga, pues no se ven muchas posibilidades de impedir que en 2014 salga elegido un heredero de las políticas de los Santos, estos gladiadores farsantes, pero las personas rectas no deberían dejarse engañar.

Es decir, las "críticas constructivas" de algunos forman parte de la misma bravuconada con que los Santos representan su libreto.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 18 de enero de 2012.)

sábado, mayo 19, 2012

Diez verdades de a puño sobre la educación superior

Contra toda evidencia la universidad da por sentado que es necesaria tal como lo hacía la institución eclesial a la que pretende reemplazar.

Si fuera por un objetivo terrenal medible como el crecimiento económico y el bienestar, la universidad pública gratuita es contraproducente.

Respecto a la rebelión de los estudiantes chilenos se pasa por alto que el crecimiento del país también se debió al ahorro en universidades.

Cada vez que un país hispánico está cerca del desarrollo, surgen de la sociedad fuerzas atávicas que lo impiden. Ahora es el turno de Chile.

Como factor de equidad la universidad pública es una falacia monstruosa: la plata de los débiles se dedica a proveer ventajas a los fuertes.

El objetivo de las universidades del mundo hispánico no es el saber, sino la provisión de títulos que garanticen la inclusión del agraciado.

En cuanto es el Estado el proveedor de educación superior ésta se vuelve un pretexto para la exacción de los grupos parasitarios de siempre.

El activismo violento y totalitario es un sino fatal de las universidades hispánicas: mientras gana el paraíso el clero disfruta beneficios.

Si un profesor renuncia ante la indigencia de sus alumnos no culpa a la escuela ni al medio sino a la tecnología. ¿Qué enseñaría ese hombre?

“Es que a eso venimos, a aprender”, replican. Como para esperar que tras más de una década en la escuela sepan leer o escribir. Es Colombia.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 16 de diciembre de 2011.)

domingo, mayo 13, 2012

La plata de los secuestros


Recientemente los grandes pensadores de la prensa colombiana descubrieron algo que hace mucho tiempo señalé, que el problema no es que las FARC hayan perdido sus ideales, sino exactamente lo contrario, que los conservan. Pero es un aspecto casi secundario hoy en día, porque la principal causa de que siga habiendo FARC es la promesa de Santos de premiar sus atrocidades, en aras de un papel en la historia que podría ser más vistoso aún que el de su tío abuelo y que el de Uribe, dado que podría ir acompañado de un Nobel. La organización terrorista está derrotada, pero los aportes de Chávez y el negocio de la cocaína hacen que se le dé respiración artificial, también en aras de complacer a la copiosa masa de pensadores con sueños de justicia social que producen a un ritmo asombroso las universidades.

No faltan quienes señalan que el comunismo podría haber ganado elecciones en Colombia de no ser por la guerrilla, cosa que resulta muy difícil tanto de creer como de dudar. ¿Quién sabe? Sólo la guerrilla permitió el control de las universidades y a partir de ahí de la función pública. A punta de persuasión el PCC no habría llegado muy lejos porque para la rapiña siempre habría infinidad de rivales. Fue la eficacísima intimidación lo que permitió a personajes como Luis Eduardo Garzón controlar el sindicalismo en Barrancabermeja y así hacer hegemónica a la Central Única de Trabajadores (en la que el actual vicepresidente también tenía su papel como parte del Comité Ejecutivo Central del Partido Comunista, la entidad que encargaba y dirigía los asesinatos y secuestros). Lo mismo ocurrió en infinidad de empresas públicas, y cualquiera que sepa algo de esos sindicatos podría confirmar la persistencia de las amenazas por parte de los representantes de la izquierda democrática a cualquiera que pudiera hacerles competencia.

Pero mucho más importante fue la adhesión de personas de los clanes de poder, que a fin de cuentas más que aliados o agentes obraron como grandes accionistas de la cruzada totalitaria, puede que incluso desde los años treinta, pasando por grandes proezas como el bogotazo o la violencia de las dos décadas siguientes. De tal modo, las organizaciones de fanáticos asesinos que recogen las vocaciones que prepara la universidad han pasado a ser sencillamente parte del statu quo, elementos necesarios cuya desaparición se impide a toda costa, como ocurrió con el ELN tras la Operación Anorí, cuando el entonces presidente López Michelsen impidió la aniquilación de la banda en aras de una negociación, según ha denunciado muchas veces el general Álvaro Valencia Tovar.

Es lo mismo que está haciendo Santos ahora con las FARC, con la complicidad de los expresidentes vivos, salvo Uribe (que por otro lado tampoco es que haga oposición): las amenaza con no premiarlas si no matan al ritmo que a él le conviene, bravuconada que sirve para informar a toda la población de que el gobierno está resuelto a "negociar". Tal como ocurrió cuando Pablo Escobar impuso a punta de carros bomba la Constitución que prohibía extraditarlo, la inmensa mayoría de los colombianos se mantienen indiferentes y sólo se oye el ruido de los interesados en que se premien los crímenes, de los pacifistas que para cualquier persona que no tenga disposición servil son obviamente quienes encargan y cobran los crímenes.

Si uno se detiene a pensar, resulta evidente que el fondo de todo es esa incuria absoluta, fruto sin duda de la tradición de oscurantismo que en Hispanoamérica dejó la Contrarreforma del siglo XVII y las prácticas inquisitoriales que la acompañaron. La posibilidad de disfrutar de la vida excluye cualquier oposición al poder o cualquier crítica. Por eso a muy poca gente la subleva que uno de los asesinos que organizaron con Pablo Escobar el asalto al Palacio de Justicia sea hoy el alcalde de la capital del país mientras que el oficial que impidió que destruyeran el régimen democrático está preso tras un montaje evidente.

Pero también por eso a nadie le importa que los miles de millones de dólares que se pagaron por varias decenas de miles de secuestros se hayan esfumado. Las guerrillas llegaron de la luna con unos ideales que perdieron para bajar de estrato y pensar sólo en delinquir, y ¿a quién se le va a ocurrir que los columnistas y líderes de ONG, que siempre han vivido rodeado de lujos sin que se pueda entender cómo los pagan, puedan haber estado prosperando gracias a su pacifismo y a su comprensión con "la insurgencia"?

En cualquier país civilizado habría muchísimas investigaciones periodísticas y judiciales para saber qué ocurrió con ese dinero. En Colombia no, en buena medida porque periodistas y jueces son dos de los principales gremios controlados por los mismos empresarios de la retención: más bien hay persecución judicial y de calumnias del Ministerio de la Verdad contra cualquiera que se interese por saber. Lo único que queda, y alguna vez habrá colombianos con el mínimo de dignidad para planteárselo, es la certeza de que muchos literatos y "científicos sociales", todos extrañamente "enamorados" de Uribe, vivieron rodeados de lujos, de fiesta en fiesta y de orgía en orgía, coleccionando ligueros y agotando botellas de whisky caro sin que se pueda saber cómo se pagaba tan agradable tren de vida.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 13 de diciembre de 2011.)

martes, mayo 08, 2012

El secuestro a crédito

Todo parece indicar que el gobierno colombiano prepara un "proceso de paz" con las FARC, para lo cual hace tiempo que adelanta conversaciones secretas, cosa que puede ser el tema de las conversaciones del presidente con Chávez, pero que pueden estar adelantando otros funcionarios, como la secretaria general de Unasur.

El sentido de esos diálogos es ya un crimen: un gobierno no puede estar tramando nada con organizaciones terroristas a espaldas de los ciudadanos, y por fuerza lo que maquinan es lesivo para éstos. Cuando se entra en esa lógica siempre se termina sometido al juego de los terroristas, como ocurrió con Andrés Pastrana, que hoy en día va tranquilamente a Caracas a decir que Uribe no tenía interés en la "paz", en la que en cambio colaboró Chávez.

El hecho de que lo haga Juan Manuel Santos es aún más grave, puesto que en su plan de gobierno proponía otra cosa:
Derrotaremos al terrorismo, terminaremos el confl icto y construiremos la paz. Mantendremos una presión incesante sobre los violentos, organizados en bandas criminales, grupos guerrilleros y terroristas No les dejaremos más opción que la rendición, la reinserción y la aceptación de la Constitución Política de Colombia. Mantendremos la exitosa política del Presidente Álvaro Uribe Vélez, que combinó la mano tendida y el pulso firme.
De lo que sale que engañó a los votantes y cometió un fraude, lo que viene a ser algo muy parecido a un golpe de Estado. El hecho de que el déficit de civismo (ya he explicado en otro post que es el elemento principal de la situación) y el control de los recursos públicos, con los que compra a los congresistas, y de los medios de comunicación, determine que semejante actuación no tenga respuesta no la hace menos grave. Por el contrario, deja ver más claramente el régimen como una autocracia corrupta que busca entenderse con criminales.

Como siempre que se habla de eso hay que recordar la corrupción del lenguaje: un gobierno que se alía con criminales viene a ser un gobierno criminal, y una prueba de ello es que adopta el mismo lenguaje de la propaganda terrorista. Lo que llaman "paz" es la suspensión de las leyes, cosa que podría hacer cualquier gobierno para evitarse dificultades: reconoce que hay una guerra con los grupos de criminales organizados y deja de aplicar las leyes contra los homicidios y secuestros. Es extraño que ningún gobierno, sobre todo ningún gobierno democrático, haga eso.

En ese camino hacia la "paz", que es el objetivo de los crímenes, el reconocimiento de los asesinos como agraviados que obran legítimamente, el gobierno que negocia a escondidas con los terroristas ha dado un paso más. La promesa de que los "gestos de paz" conducirán a una negociación política, en alusión a la posibilidad de que las FARC liberen a unos militares secuestrados, sólo es una forma encubierta de pagar el rescate: ¡se paga a plazos! No que las FARC desistan del objeto por el que secuestraron a esas personas, sino que lo cobran, según compromisos secretos con el gobierno, al cabo de un tiempo.

Cuando el gobierno y la prensa hayan conseguido "dorarle la píldora" a los colombianos.

Y el problema es que esa forma de obrar no se diferencia nada de la de alguien que hubiera colaborado en los secuestros. De hecho, ¿no los habrá ayudado a planear el Hermano Mayor del presidente? ¿O cómo se explica que el contenido de los PC de Jojoy siga siendo secreto, como no sea porque muchos personajes de ese estilo aparecen ahí como mentores de los terroristas.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 9 de diciembre de 2011.)

jueves, mayo 03, 2012

Ilusiones perdidas

Quinta entrega de la serie de entradas sobre la Colombia de Santos (la primera trataba de los crímenes actuales como resultado y continuación de los que cometieron los amigos de Pablo Escobar y García Márquez en los ochenta, y de la condición de los gobiernos que premian a los criminales; la segunda, de la manipulación de la historia por parte de los responsables de organizar, dirigir, cobrar y usufructuar esos crímenes, como el hermano mayor del presidente Santos; la tercera, de las falacias que hacen circular sobre el tráfico de drogas los acomodados al régimen impuesto por los propios criminales y la cuarta del elemento decisivo del desorden colombiano: la incuria, la indolencia, la falta de una ciudadanía vigorosa y consciente). Esta vez intentaré analizar la corriente política que ha contado con más apoyo popular en la década pasada, las causas de su esplendor y decadencia y su probable porvenir.

Es inevitable ocasionar disgustos a personas que cuentan con que uno es de su bando, pero respecto a lo que representa el uribismo hay que decir claramente que fue una solución falsa, improvisada y limitadísima. Y no por querer justificar de ninguna manera el feroz acoso a que el sicariato moral que protege al régimen ha sometido al ex presidente (que no tiene otro objeto que tratar de avanzar en el camino que abrieron los terroristas en las décadas anteriores a la Constitución del 91), sino porque la indefinición ideológica del propio líder y su incapacidad de romper con las estructuras políticas de siempre conduce a la parálisis, gracias a la cual Santos puede avanzar en su plan de premiar a los terroristas y dejar un país "pacificado" (espera) gracias al reconocimiento que trata de ofrecer a quienes no han hecho otra cosa que intentar destruir la democracia.

Antes de cualquier comentario sobre los ocho años de gobierno de Uribe, para llamar la atención del lector sobre lo expuesto en el párrafo anterior, voy a copiar una frase aparecida hoy mismo en la columna del general Álvaro Valencia Tovar:
Le quedan dos caminos, que en su condición de nuevo jefe supremo puede escoger antes de que la criminalización lo comprometa irremediablemente: persistir con terquedad comunista en el camino hacia la desintegración total, o acogerse a la oportunidad única que el gobierno del presidente Santos, ejecutor de la brillante línea político-militar de su antecesor, le brinda y pasar a la historia como el hombre que puso un final digno a la guerra fratricida emprendida por las Farc.
¿Cuál es la doctrina del uribismo respecto a las FARC? Este general dice con toda convicción que el juego negociador de Santos es continuación de la línea de Uribe. ¿Alguien podría decir si esto es así? La tragedia del uribismo, aquello que lo hace una solución falsa, es que de nuevo la conciencia ciudadana se diluye y los seguidores del ex presidente lo mismo dicen que sí, que los golpes que se han dado a las FARC eran para que negociaran, o que no, que el designio de Santos es una traición. Depende de lo que decida el líder. Él sabe.

De tal modo, cuando en 2001 la complicidad del gobierno de Pastrana con los secuestros y masacres se hizo insoportable (los que duden de la condición de criminal de ese ex presidente pueden prestar atención a sus recientes declaraciones en Venezuela), la gente se aferró al único líder con alguna experiencia que prometía combatir a los terroristas. Yo podría decir "nos aferramos" porque fui de los primeros en promover su candidatura en una época en la que el rechazo al premio del crimen y la complicidad de Pastrana se dividía entre quienes sólo soñaban con una intervención estadounidense, quienes proponían un golpe de Estado y quienes, y eran muchísimos, no vacilaban en esperar que Carlos Castaño recondujera al país. Cualquiera que en aquella época leyera los foros de Caracol o Terra recordará las polémicas que tuvimos (yo solía firmar como Camilo N.) tratando de demostrar que las instituciones podrían sobrevivir si la gente elegía una opción correcta.

Pero eso sólo significó que las cosas entonces estaban tan mal que no había ningún partido que representara cabalmente el rechazo al terrorismo. Uribe era un importante político del partido que había gobernado por tres periodos en los que el terrorismo avanzó, había respaldado la Constitución del 91 y aun fue el ponente de la ley que aseguró la impunidad a los terroristas del M-19.

Menciono todo esto porque hay un abismo entre la sociedad colombiana que quisieran la mayoría de los uribistas y la que quisiera yo: hasta ahora nadie puede demostrar que a Uribe le parezca importante crear un partido distinto de los existentes, ni menos cambiar la Constitución. El presupuesto de su gobierno era el pragmatismo, cosa que en gran medida resulta justificable pero a la postre condujo al "paraíso" actual. Aun, si una corriente poderosa consiguiera una gran movilización ciudadana que cambiara la Constitución y permitiera crear un partido de la mayoría que hiciera frente al socialismo hegemónico hoy en día tanto en las leyes como en los partidos, ¿qué se haría con la prensa y con las universidades? El uribismo nunca pensó en crear órganos de prensa distintos a los existentes, los principales de los cuales son órganos de la oligarquía ligada al terrorismo. Ni menos en cerrar las universidades públicas, eso escandaliza a los uribistas tanto como a los mismos seguidores del Partido Comunista.

Por eso, porque las multitudes ni siquiera tienen valores claros (los uribistas al mismo tiempo profesan una especie de pinochetismo furibundo y un conformismo increíble con las tradiciones políticas locales), no había líderes verdaderamente representativos de nada y de ese modo el Congreso cayó en las mismas manos de los políticos que habían exculpado a Samper y apoyado el Caguán. El problema con los uribistas es que ninguno parece sorprenderse de que el Congreso esté hoy en día formado por tales personajes, como si la mayoría del voto en 2010 no hubiera sido "uribista".

Una vez en el poder, y después de aciertos de ensueño en su primer gobierno, lo único que se le ocurrió al pragmático presidente fue buscar la reelección, para la que el estado de ánimo de la mayoría y la dispersión de sus posibles rivales resultaron favorables (el segundo candidato más votado en 2006 fue Carlos Gaviria, cuyo partido a estas alturas no ha pedido a las bandas terroristas que se desmovilicen). Valdría la pena comparar la respuesta del uribismo y su líder a la cuestión de la continuidad de su proyecto con la que asumió Alfredo Cristiani, que afrontaba una situación mucho más delicada, con un partido cuestionado y una situación más inestable.

Entre los prodigios que se deben a esa primera reelección destaca el partido de la U, pues para conseguir tolerancia de la prensa y votos de la Corte Uribe tuvo que aliarse con Juan Manuel Santos y sus formidables redes clientelares. Pero también el retraso en la firma del TLC, pues la reelección habría sido más difícil con los gremios soliviantados, lo que complicó la negociación y el parón tras el triunfo del Partido Demócrata en 2006.

El error que determinó la ruina del uribismo, que todavía no se ha visto completamente y que nadie quiere entender, fue dedicar el segundo mandato a buscar otra reelección. El primitivismo de Colombia, la consecuente inmadurez cívica y la consecuente inexistencia de partidos basados en doctrinas, idearios y programas claros determinaron que a millones de personas les pareciera de lo más legítimo y correcto que el presidente cambiara las leyes cada vez que alguna obstruía su camino. Casi no hubo respuesta a la graciosa teoría del "Estado de opinión" "fase superior del Estado de derecho" (llegaron a decirlo en un acto al que acudió el heredero de la Corona española, lo que le aseguraba publicidad al hallazgo, y la consecuente sorpresa de los lectores de otros países).

Pero aún más grave fue la actitud de Uribe después del ascenso de Santos: siendo reconocido por la mayoría de los ciudadanos como el líder absoluto del país, no pareció darse cuenta de las implicaciones de la nueva orientación que le daba Santos al gobierno: no podía ponerse en abierta oposición so pena de echarse en contra a todo el Congreso, incluida la Comisión de Acusación que lo procesa por acusaciones absurdas, por lo que aguantó y aguantó, con la esperanza de resultar decisivo en las elecciones regionales y municipales de octubre pasado. Ante la posibilidad de ser candidato a la Alcaldía de Bogotá o de promover a un candidato afín, prefirió apostar a un candidato que parecía tener gran ventaja, pese a que el año anterior ese candidato formaba parte del coro de calumniadores. Cuando el gobierno y Chávez decidieron promover candidaturas alternativas para distraer votos y permitir el ascenso del "progresista" que ayudará a legitimar la negociación con las FARC y la asimilación al eje bolivariano, tampoco Uribe tuvo ninguna respuesta.

La doctrina en la que parecen creer las personas próximas a Uribe es que todo se resuelve accediendo al poder ejecutivo, por eso es de temer que para 2014 estén preparando una nueva reelección, que será frenada por las cortes con la consiguiente seguridad del triunfo para el bando de Gaviria, Samper, Pastrana y Santos, que hoy por hoy tienen a Chávez como el mejor amigo.

El antiuribismo, la campaña de calumnias e intimidaciones de los beneficiarios de los crímenes de Pablo Escobar y el M-19, así como de las demás bandas criminales, ha encontrado en la actitud del ex presidente y de su seguidores víctimas fáciles: no han entendido que los congresistas que promovieron y eligieron se han convertido en aliados de los terroristas y que los partidos a los que siguen aferrados son hoy por hoy meras redes clientelistas sumisas a los designios criminales de sus jefes.

Para hacer frente a la persecución de las mafias de prevaricadores contra el ex presidente y sus compañeros hace falta cambiar la Constitución, crear un partido basado en un ideario claro que incluya la reforma radical de la educación superior (pues durante los ocho años de Uribe los mentores del terrorismo siguieron disfrutando de sus rentas y preparando el nuevo movimiento estudiantil que se ve aflorar ahora), publicar órganos de prensa que denuncien el juego de los paniaguados del gobierno criminal y promover el debate en toda la sociedad. Para todo eso, para la propia defensa del ex presidente, el apego casi fanático de sus seguidores a un líder infalible entregado a un juego confuso e impotente es un estorbo. Otra contrariedad, otro problema.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 2 de diciembre de 2011.)