domingo, diciembre 20, 2009

Las palabras, absueltas

Se dice que la enemistad entre el perro y el gato empezó cuando se encontraron y el primero, siempre tan sociable, se acercó batiendo la cola, gesto que el felino interpretó como un intento de agresión. Esa dificultad de entender al otro y de ponerse en su lugar se encuentra siempre que se confrontan opiniones sobre algún asunto. Por ejemplo, los críticos de Israel y defensores de la causa palestina sólo ven que cada vez hay más colonos en Cisjordania y que Gaza sigue bloqueada y con su población en la miseria.

Ésos son hechos: si Hamás pretende la destrucción del Estado de Israel, se trata sólo de palabras. Si algunos regímenes islámicos, como el iraní, hablan de echar a los judíos al mar, son sólo palabras, igual que si su líder niega el Holocausto. Y cuando se va más allá de las palabras, como con el programa nuclear, siempre queda el recurso de decir que a fin de cuentas Israel también tiene esa clase de armamento.

Y lo que pasa es que para entender al otro y entenderse uno mismo hay que empezar a mirar con atención las propias palabras. Éstas van más allá de la voluntad de quienes las pronuncian o escriben, seguirán ahí cuando esas personas desaparezcan y siempre encontrarán quien quiera imponerlas sobre la realidad. Los israelíes lo saben muy bien, pues a fin de cuentas nadie temía a los antisemitas de finales del siglo XIX en Alemania y Austria.

Y en la realidad nadie puede asegurar que si mañana los palestinos de Gaza o de Cisjordania viven bien no van a creer que han logrado una victoria sobre Israel y que sólo hace falta un empujoncito para acabar por fin con el Estado judío, según las proclamas en que siguen creyendo. André Glucksmann señalaba en alguna ocasión que aun la destrucción de Israel sería sólo el comienzo de una guerra mucho más ambiciosa contra Europa. De hecho, los defensores de la posición palestina no le dan mayor importancia al hecho de que Ahmadineyad niegue el Holocausto y ningún líder musulmán lo desautorice. Y el motivo profundo es que el odio a Israel en Occidente, con el sufrimiento de los palestinos como pretexto, es la bandera actual del antiguo antisemitismo.

Pero no todo el mundo comprende la gravedad de lo que se dice. En un hermoso cuento de Chéjov unos señores que salen de un restaurante ven unas aves que salen de la torre de un prelado y discuten sobre ellas, pero alguien los ve y se pregunta qué estarán mirando y así se forma otro corrillo, hasta que a alguien se le ocurre que está ardiendo la casa del prelado y otro lo cree y se arma tal revuelo que los primeros parroquianos se preguntan cómo no vieron el fuego a tiempo. Eso mismo deberán pensar los colombianos que durante tantas décadas anhelaron que el país tomara el rumbo cubano. Ya en 1970 eran completamente hegemónicos en casi todas las universidades, y lo siguen siendo: conservan la adhesión sentimental por la revolución y le agradecen a Piedad Córdoba sus esfuerzos por liberar secuestrados, pero que a nadie se le ocurra pensar que los actos de las guerrillas, rigurosamente descritos en su retórica unos años antes, tienen que ver con ellos.

Esa pretendida inocencia del lenguaje es sólo "inocencia" (candor) de quienes creen en ella: como las palabras son gratis, se presume que no tienen importancia y que "no hay ideas criminales en la Academia". Por eso el redactor de El Espectador que escribe una noticia como ésta: "Piedad Córdoba busca ayuda en España para secuestrados" pensará que sólo es una leve mentira que puede servir a la causa de agradar al dueño y a los que controlan el periódico.

Pero las mentiras no son menos graves que los crímenes, sobre todo esas mentiras con las que se pretende insuflar oxígeno a los terroristas. Sólo gracias a ellas han podido las FARC alcanzar tanto poder. Del mismo modo que los izquierdistas de las décadas anteriores creían que la lucha armada sería como una fiesta y desechaban atender a la evidencia de que sus arengas eran simples llamados al asesinato, así los de hoy en día vociferan calumnias contra el gobierno y defienden a la siniestra senadora y a la siniestra Corte Suprema de "Justicia", convencidos de que eso no tendrá que ver con el resurgir del terrorismo.

Otro ejemplo de mentira claramente comprometida con el crimen es este escrito de Daniel Samper, que después de una larga retahíla llena de mentiras llega a esta perla:

No podemos seguir sacrificando colombianos valiosos que, equivocados o no, buscan una patria mejor en esta larga guerra.

Cosa que no debe entenderse como que él va a pedir a las FARC que se desmovilicen, ni nada parecido, sino que quiere señalar al gobierno como el agresor que persigue a unos colombianos que quieren mejorar el país. Bueno: antes había explicado que con ayuda de otros países se deberían reunir todos los sectores para acordar un país más justo: ¿qué van a importar los ciudadanos?

Para que se llegue a entender por qué en Colombia han asesinado tranquilamente a tantos miles de personas conviene considerar por ejemplo el caso del dramaturgo español Alfonso Sastre, cuyo escrito es mucho menos enaltecedor del terrorismo que el de Daniel Samper, pero que será procesado porque allí donde el lenguaje es impune, donde los señores Molano y Otálora ordenaban tranquilamente asesinatos desde sus columnas y la mayoría de las noticias de la prensa son descaradas mentiras (como la que explica las motivaciones de la senadora Córdoba), los hechos no tardan en corresponder a las palabras.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 24 de junio de 2009.)

martes, diciembre 15, 2009

Investigación-Acción participativa

Cuando se habla del "conflicto" colombiano suele haber un enorme desinterés por sus causas reales, en buena medida porque la incuria intelectual es un rasgo de la cultura local, pero también porque los especialistas en esas materias son exactamente los mismos generadores del conflicto. De ese modo se impone su versión y todo el mundo cree fácilmente que las FARC son un grupo de traficantes de drogas que reclutan jóvenes abandonados por el Estado o que son campesinos fanatizados que perdieron la noción de la realidad.

Pero no hay tal: basta hurgar un poquito en la historia de las últimas décadas para comprobar que todo lo que hacen las guerrillas estaba claramente resuelto en las consignas de los grupos de la llamada izquierda de las generaciones anteriores. Puede que los detalles más escabrosos no fueran mencionados por los instigadores de la "revolución", pero eso ocurre por una parte porque nadie sabe cómo será el futuro, y por la otra porque fijarse en esos detalles habría conducido al desaliento. Un elemento cómico al respecto es el escándalo que se hace porque el senador Jorge Enrique Robledo aparezca en los computadores de Raúl Reyes como persona vinculada a las FARC siendo que su partido de origen, el MOIR, no aprobaba la lucha guerrillera.

Nadie que conozca la historia de la izquierda podría dejar de distinguir entre "estrategia" y "táctica". Los pro-chinos del MOIR no aceptaban a las FARC por una parte porque las dirigían sus rivales prosoviéticos, y por otra porque no creían que el foco guerrillero fuera la vía eficaz hacia la revolución. No sería por escrúpulos morales por los que unos psicópatas entusiastas de la Revolución cultural china y de su hijo más característico, el regimen del jemer rojo en Camboya, iban a dejar de apoyar unos cuantos asesinatos de soldados y unos cuantos secuestros. Sencillamente al fracasar por completo como vanguardia del movimiento revolucionario y al cesar el conflicto chino-soviético, no encontraron otra salida que sumarse a sus antiguos rivales del PCC en el Polo Democrático. Es decir, aceptar el poder de las FARC significó para el MOIR un cambio de "táctica" para el que estaba plenamente preparado. (Ese poder es la base de poder real del Polo, es decir, del PCC: la base con que los comunistas consiguieron apropiarse de los sindicatos de entidades estatales y disponer de recursos fabulosos para expandir su proyecto político y cooptar a las demás sectas.)

Pero el MOIR es el fruto de una disidencia remota del mismo proyecto comunista, y resulta mucho más interesante evaluar el origen de ese proyecto y su relación con la sociedad colombiana, pues, como ya he señalado, las guerrillas son exactamente la realización de ese viejo proyecto, y sin el poder acumulado por las FARC en las últimas décadas tampoco habría sido posible el ascenso electoral del PDA. Bueno, también porque el poder de las FARC influyó en el ascenso de Chávez, cuyos recursos hicieron mucho por el poder del frente de masas del comunismo colombiano.

Entre los acontecimientos de las últimas semanas destaca la detención de Miguel Beltrán (alias "Jaime Cienfuegos"), profesor de Sociología de la Universidad Nacional encargado de reclutar estudiantes para las FARC. Como era de esperarse, los partidarios del comunismo salieron a defender al citado profesor con el encantador argumento de que no hay ideas criminales en el ámbito académico. Lo que pasó inadvertido para todo el mundo es que esa facultad es uno de los principales centros del movimiento comunista en Colombia y si bien ese profesor tenía correspondencia con Luis Édgar Devia, nadie podrá suponer que los demás no forman parte de ese proyecto. Bien como adoctrinadores, bien como reclutadores, bien como proveedores de estratagemas y falacias con las cuales sacar adelante la revolución.

Basta con fijarse en la historia de esa facultad: la fundó y dirigió casualmente el mismo creador de la revista Alternativa, el mismo creador del Polo Democrático, el mismo autor del libro (La violencia en Colombia) que sirvió durante décadas para presentar a las guerrillas financiadas copiosamente por los soviéticos como autodefensa de campesinos perseguidos por el gobierno: Orlando Fals Borda. Este sociólogo muerto en 2008 es tal vez el principal ideólogo de las FARC, y se le conoce por ser uno de los padres de la "IAP" (Investigación-Acción Participativa).

En este texto que Alfredo Molano escribió a la muerte de la esposa de Fals Borda en 2006 uno puede formarse una idea de la clase de personas que dieron origen al movimiento guerrillero: la señora era descendiente de dos candidatos presidenciales de la primera mitad del siglo, y los demás fundadores de dicha facultad eran el sacerdote y patricio Camilo Torres y el jurista y teórico radical Eduardo Umaña Luna, hijo del poeta y político José Umaña Bernal. Es verdad que las guerrillas ya existían en las décadas anteriores, pero su persistencia y poder habrían sido imposibles sin el "movimiento estudiantil revolucionario" que crearon esos personajes y sus pupilos explotando el fervor que recorrió el continente tras la Revolución cubana.

Se puede decir sin riesgo de equivocarse que el origen social y las diversas conexiones de esas personas están en la base de la orientación que dieron a la facultad que crearon: la IAP es una ciencia cuyas respuestas no son el resultado de la investigación sino que están antes, ya descritas en la misma formulación del método. Se trata de una ciencia ideológica cuyos ejecutantes llevan a cabo una "praxis" que en buen romance sólo tiene un nombre: política.

El contexto de todo ese invento es en extremo interesante. ¿Nadie se habrá preguntado cómo es que en los países en los que se desarrolló la Sociología a nadie se le ocurrió algo tan lindo como la IAP? Pero ¿qué es la Sociología? Según el diccionario es "Ciencia que trata de la estructura y funcionamiento de las sociedades humanas". La IAP se aparta por completo de cualquier noción de "ciencia" y termina siendo mero activismo. ¿Alguien se habrá detenido a pensar en qué trabajan los sociólogos? En Colombia, dada la escasez de recursos y el escaso desarrollo de las ciencias, la posibilidad de que la notoria cantidad de profesionales de esta ciencia formadas por esas universidades sea absorbida por las empresas privadas es nula. Los sociólogos, imbuidos de su papel redentor de la sociedad, necesitan los ingresos estatales y con tal fin resultan forzosamente adscritos a la red de poder de la izquierda democrática, gracias a la cual se crean para ellos los puestos que les pueden asegurar sus ingresos (siguiendo una lógica colombiana, según la cual quien haya estudiado es merecedor de por sí de un ingreso, sin que importe la utilidad de su labor).

De ese modo, la irresponsabilidad de los proveedores de recursos públicos ha proporcionado durante muchas décadas a un grupo de patricios conjurados una multitud de agentes dedicados a organizar el movimiento subversivo y dependientes de ese grupo para su sustento. Nada de eso ha cambiado, cosa que no se puede achacar al gobierno de Uribe, pues si un día decidiera cerrar la Universidad Nacional (donde Camilo Torres, Umaña Luna, Fals Borda, Molano y varios miles de ideólogos de las FARC siempre han campado por sus anchas recibiendo ingresos fabulosos que les proveen los demás colombianos para que puedan vivir rodeados de lujos mientras planean asesinatos y secuestros), lo más seguro es que no tendría suficiente apoyo para resistir la rebelión estudiantil y profesoral.

Es decir, si a los colombianos los matan, mutilan, secuestran e intimidan es sobre todo porque no saben o no quieren saber de dónde procede la agresión. Ese poder incrustado en el centro de la sociedad es la garantía de persistencia del orden colonial, en el que el clero y las familias de las que procedía ejercían un dominio absoluto y parasitario sobre toda la sociedad. Pero mientras los demás no se den cuenta de que sus recursos no deben gastarse en cebar a sus verdugos habrá pocas esperanzas de que cese la violencia.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 17 de junio de 2009.)

viernes, diciembre 11, 2009

El Estado de opinión

Diversos medios han señalado últimamente la manía del presidente Uribe de aludir al "Estado de opinión", una supuesta "fase superior del Estado de Derecho". La primera vez que leí un comentario al respecto no entendí ni remotamente a qué aludía. En lasillavacia.com han reproducido diversos ejemplos de uso de la citada expresión, que permiten formarse una idea del sentido de esa extraña ocurrencia. Y la verdad es que nada bueno pinta.

El mero nombre del hallazgo resulta molesto. Si uno se detiene a pensar lo único que encuentra parecido es el "voto de opinión", expresión que sirve para explicar la anomalía de la democracia colombiana, donde el hecho de que la gente vote según sus ideas y no según los incentivos ilícitos que le ofrecen las "maquinarias" por su voto resulta de lo más honroso. Como si alguien imprimiera "hijo legítimo" en sus tarjetas de visita. Fuera de Colombia, "voto de opinión" es una expresión incomprensible. Como lo sería "biología del carbono". Los votos que no fueran "de opinión" serían considerados fraudulentos.

Para no alargar innecesariamente este post comentaré sólo una frase en la que parece resumirse el espíritu que alienta el nuevo hallazgo del gobierno:
Aquí las leyes no las determina el presidente de turno. Difícilmente las mayorías del Congreso. Todas son sometidas a un riguroso escrutinio popular, y finalmente a un riguroso escrutinio constitucional.
De modo que el Estado de opinión consiste en la aprobación mayoritaria a las políticas del gobierno. Lo primero que asusta es la mentira flagrante: ¿cómo va a ser "riguroso" el escrutinio popular? Se trata de la más patente contradicción en los términos, lo "popular" es casi por definición lo que no es riguroso. ¿Quién evalúa la aprobación popular de cada medida? Pero eso es lo primero que asusta, no lo que más asusta. Lo peor es que si la opinión bastara las leyes sobrarían. Y es lo que parece anunciarse: un régimen plebiscitario que aprovechará el éxito de las artes propagandísticas del presidente para imponer lo que quiera a punta de referendos.

Uno no puede dejar de mirar los regímenes políticos del Tercer Mundo, y el colombiano es uno de ellos, sino como un aula de alumnos díscolos, indisciplinados y conflictivos respecto de los cuales las democracias maduras siempre tienen una mirada recelosa y severa. Puede que muchos reaccionen con emoción nacionalista ante esta idea, pensando que no hay que someterse a ese escrutinio. Pero basta con comparar los resultados de todas las estadísticas para entender que no hay ninguna alternativa a la asimilación a esas democracias.

Y lo que más puede dañar la integración de un estudiante problemático es la resistencia a ceñirse al protocolo: quién sabe qué ocurrencia podrá tener, gracias a la cual empeorará su rendimiento y abrirá para sí las puertas de la correccional, como saben todos los maestros. La idea del escrutinio de la opinión es una ocurrencia vulgar que tienen todas las dictaduras, como los nombres pomposos que encuentran para aludir a esas ocurrencias (imposible no acordarse de la "democracia orgánica" del fascismo).

Lo que más preocupa es la sensación de que el presidente se va encerrando en un círculo de aduladores y va perdiendo la noción de la realidad. La popularidad es algo que se puede perder en cualquier momento y que no asegura el éxito, como le ocurrió a Fujimori (que fue el primer populista que mantuvo un amplio apoyo popular gracias a la televisión). También la continuidad de las políticas del gobierno es una aspiración legítima y que debemos defender, pero las urnas podrían escoger otra cosa. El presidente no es el dueño del puesto, sino quien ha recibido un mandato que expira el 7 de agosto de 2010.

Si Uribe fuera consciente de lo cuestionada que es la democracia colombiana fuera del país y de los enemigos tan poderosos que tiene no cedería a la tentación de promover esas ocurrencias. El hecho de que un medio como la BBC reproduzca la propaganda de alguien como Holman Morris puede servir de ejemplo de las amenazas que acechan al régimen democrático y a la continuidad de las políticas del gobierno. No se podría hacer ningún regalo mejor a los amigos de las FARC y de la llamada izquierda democrática que esa retórica que recuerda a las dictaduras o semidictaduras de los países vecinos, y que les servirá para deslegitimar precisamente la opinión mayoritaria que respaldará la democracia liberal en las urnas.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 10 de junio de 2009.)

lunes, diciembre 07, 2009

Moral y estrato

Me llamó mucho la atención leer en un artículo de Plinio Apuleyo Mendoza sobre el escándalo de las escuchas ilegales atribuidas al DAS y publicado en el ABC un párrafo como éste:
Gracias a Felipe, conocí escandalosas injusticias presentadas como revelaciones por revistas como «Semana» (de la cual fui su primer director hace 25 años) y «Cambio». Pedí a sus directores, buenos y honestos amigos míos, rectificar lo publicado por ellos, y siempre me escucharon. Sabía dónde estaban los falsos testimonios.
Es una constante en los escritos de Mendoza. ¿De veras podemos creer que los directores de Semana y Cambio son honestos? Lo mismo leí alguna vez sobre los entonces director y editor general de El Tiempo, señores Santos y Pombo. Pero la atribución de miras elevadas a cualquiera que tenga un alto nivel social o intelectual parece una pasión de este autor. Por ejemplo, en un escrito de hace muchos años sobre las causas de la adhesión de los intelectuales hispanoamericanos al comunismo se lee:
Sartre no hizo esta apostasía. Apenas vio petrificarse en una casta burocrática el socialismo a la soviética, optó por apoyar otros desvaríos: el maoísmo y el tercermundismo más agreste. "Me produjo fiebre —recuerda hoy el escritor y periodista francés Jean Daniel, a propósito del prólogo escrito por Sartre al libro Los condenados de la tierra de Franz Fanon— leer aquello de que un colonizado no podía encontrar su salvación sino en el asesinato de un colono y un negro, en el de un blanco".

Me apresuro a decir que no era el suyo un caso de deshonestidad. Sartre fue un hombre profundamente honesto. También lo era Julio Cortázar, a quien conocí de cerca: cándido y honesto. Simplemente el francés y el argentino, como muchos europeos y muchos intelectuales latinoamericanos, fueron seducidos por una utopía intelectual que parecía condenar a una muerte cierta a la democracia liberal y la economía de mercado y pintaba con trazos luminosos el camino hacia una sociedad sin clases. No veían ellos, pues, la realidad deplorable de un sistema, sino su exaltación ideológica.
Se puede empezar con Sartre, ¿quién va a creer que sea deshonesto? Que el colonizado mate al colono y el negro al blanco, es lo que se dice la reflexión de un hombre honrado, recto, lo que se dice un justo. Y eso por no hablar de la Revolución cultural china, que le produjo un enorme entusiasmo: los jóvenes inspirados por la lectura del Libro rojo persiguiendo a los funcionarios señalados por los representantes del Gran Timonel, ¿cómo iba a ser una imagen semejante resistible para un hombre honesto? Yo no sé si Sartre conoció los logros de la Kampuchea Democrática, pero estoy seguro de que en su honradez los habría aplaudido.

Respecto de Cortázar se puede decir lo mismo: si alentaba el crimen y propalaba las mismas falacias que se oyen y leen hoy en día en los medios de los amigos del terrorismo, no era porque tuviera un cálculo perverso sobre su popularidad y sus regalías, sino porque le entusiasmaba un mundo justo en el que los escritores como él recibían el halago de las multitudes (el mayo de 1968 lo convirtió en una superstar) y eran automáticamente amigos de los nuevos gobernantes. ¿Por qué no iban a ser éstos honestos? Tanto los Castro como los Ortega eran respetuosos y acogedores con Cortázar, y aun lo admiraban.

La última novela de Cortázar, Libro de Manuel trata sobre un grupo de revolucionarios argentinos que preparan el secuestro de un responsable de la represión. La publicación de esa obra en Argentina en 1974, en plena efervescencia de las guerrillas urbanas del ERP y los Montoneros fue un gran acontecimiento, y sin duda tuvo que ver en la oleada de terror y caos que preparó el camino a la dictadura de Videla. La candidez del hombre tuvo mucho que ver en el sacrificio de muchos jóvenes que se afiliaron a las bandas criminales seducidos por una retórica historicista más parecida a la de la Falange de lo que sus promotores quisieran. (Claro que al ser leído esto por colombianos no se entenderá nada: ¿quién va a ocuparse de leer la retórica de la Falange? Si algo es sinónimo de "primitivismo" es "prejuicio".)

Tanto en esa novela como en otros textos Cortázar suscribía lindezas como ésta, atribuida a la esposa de un líder de la guerrilla urbana brasileña:
Es necesario darse cuenta de que la violencia-hambre, la violencia-miseria, la violencia-opresión, la violencia-subdesarrollo, la violencia-tortura, conducen a la violencia-secuestro, a la violencia-terrorismo, a la violencia-guerrilla; y que es muy importante comprender quién pone en práctica la violencia: si son los que provocan la miseria o los que luchan contra ella...
Lo que se dice un modelo de honradez. El genial escritor no era capaz de comprender que dar golpes de Estado para apropiarse de todo y someter a la población no son formas muy correctas de luchar contra la miseria. Para él, en su candidez, bastaba la retórica, el proclamarse enemigos de la miseria y atribuirla a otros. Pero abundan los ejemplos de su adhesión al régimen cubano, para el que escribió los más exaltados ditirambos, incluso mucho después de que se conocieran los campos de concentración y la persecución a los escritores disidentes.

Ante esos ejemplos de honestidad uno se puede quedar pensando ¿quién podrá ser deshonesto? Si esos grandes sabios reconocidos unánimemente y de indiscutible inteligencia se entusiasman con un proyecto histórico que empieza secuestrando y matando gente y termina encarcelando y matando gente en masa, ¿qué responsabilidad podrán tener los que los siguen? Ahí se llega a un viejo tema colombiano: quien termina el bachillerato no presta el servicio militar, quien acaba la universidad no puede delinquir, quien es de buena familia no puede ser inmoral. Esa concepción ciertamente corresponde al origen social de Plinio Apuleyo Mendoza, pero también tiene que ver con su propia trayectoria. Por ejemplo, en una columna reciente en El Tiempo asegura:
Es muy probable, por ello, que quienes defendemos a los militares injustamente acusados apoyamos a Uribe, no creemos en el diálogo ni en la santidad del Polo Democrático o la de Colombianos por la Paz, seamos vistos compasivamente como exponentes de una obstinada derecha. Ideas de viejos o de godos, deben pensar. Pero los entiendo, qué caray. También yo pasé por ahí. Quizás fui aún más lejos. Cuando era dirigente de las Juventudes del MRL envié a Cuba, para adoctrinarlos, a más de cuarenta muchachos. Y varios de ellos, al regresar, crearon el Eln.
Lo primero que uno siente como una prueba de un cinismo inconcebible es que los amigos de Plinio A. Mendoza que dirigen El Tiempo, Semana y Cambio crean en la santidad del PDA. Pero él los comprende, ya que él mismo vivió con los ojos vendados hasta los cuarenta años. Es que al paso que vamos los únicos deshonestos somos los que leemos los escritos de esos filántropos y les encontramos el casi abierto interés en el retorno de las masacres y la recuperación de las FARC.

La verdad es que como persona próxima a la cúspide del poder político en la Colombia de mediados del siglo XX, Mendoza habrá pasado su juventud soñando con las más altas dignidades, como es preceptivo en esas personas. En eso no hay nada de malo, pues la gente en cuanto supera sus necesidades animales tiene como casi únicas metas el reconocimiento y el mando. El problema es el hallazgo de la retórica que le permitiría hacer realidad el sueño de Gaitán, el amigo de su padre: liderar a las masas y asegurarse el poder. La Revolución cubana fue el modelo perfecto. El comunismo era su atajo hacia el poder como lo es para sus amigos que siguen con los ojos vendados.

Si uno piensa en alguien como alias Alfonso Cano le resulta imposible determinar cuándo empieza el jefe de las FARC a ser deshonesto a diferencia de Sartre, Cortázar, Santos, Pombo y Pardo. ¿Acaso por ser más mestizo que el Che Guevara, a quien Cortázar admiraba y elogiaba sin ambages, va a ser menos honesto? Pero eso mismo se podría decir de todos los jefes guerrilleros, salvo los que son puros mercenarios y ambiciosos que tienen que encargarse de ordenar las castraciones y fusilamientos. Es decir, a diferencia de los que son de estratos bajos.

Y mientras no se entienda esa responsabilidad de los que piensan y escriben, de los que pertenecen a grupos sociales privilegiados, sencillamente va a ser tolerable mandar matar gente con retóricas sutiles y elegantes, y los únicos culpables son los que no han leído lo suficiente para manejarlas.


(Publicado en el blog Atrabilioso el 3 de junio de 2009.)

miércoles, diciembre 02, 2009

El espejo y el péndulo





En la película Duck Soup se puede ver la famosa escena en que el presidente de Freedonia, Groucho Marx, se pasea por su palacio con su camisón y su gorro de dormir y se encuentra con un impostor que va vestido igual e intenta convencerlo de que está ante un espejo. Es la misma tarea en la que se encuentran muchos políticos de muchos países a partir del triunfo de Obama: tratar de presentar la situación propia como un reflejo de la estadounidense, resultando ellos la versión local de Obama y sus contradictores el trasunto de Bush.

Desde hace mucho se explota ese elemento de propaganda en clave local: la propaganda pacifista consiguió en 2003 soliviantar los ánimos antiamericanos en Europa y en el caso español promover el castigo del aliado de Bush, cosa que de todos modos sólo se logró en 2004 gracias a que los terroristas islamistas mataron a 191 personas en Madrid tres días antes de las elecciones. Posteriormente es un tema recurrente de la propaganda del gobierno del PSOE presentarse como la versión local de Obama, toda vez que los votantes no están mayoritariamente dispuestos a pagar el precio de la demagogia antiyanqui.

Pero la comparación es bastante forzada. Zapatero es un político mediocre cuyo verdadero oficio (y el de todo su gobierno) es despotricar del partido de la oposición, al que culpa de todas las calamidades que ha sufrido España en el último año (no, no es como en otras partes, como rápidamente dictó el prejuicio: es un personaje de la calidad de Chávez, si bien su público es menos tosco). Un buen conocedor del antiguo bloque soviético describe así al presidente español:
Eso sí, Zapatero muestra ya en los mítines la mirada trastornada y el rictus descompuesto de los líderes bolcheviques de provincias cuando amenazaban al enemigo y acusaban al traidor de impedirle cumplir con brillantez su plan quinquenal. Impotente, vierte odio y discordia por doquier. Es peligroso. Dentro y fuera pueden aprovechar su siembra quienes no nos quieren bien. Alguien debiera advertírselo. Pero me dicen que Zapatero ya sólo escucha las voces que oye en su interior.
También en Colombia se pretende explotar esa imagen del espejo, y buena parte de la campaña de propaganda de la prensa contra Bush tiene ese objetivo: los admiradores de Chávez, como William Ospina (pero son prácticamente todos los columnistas de El Espectador) enarbolan sin complejos el pendón humanitario para maldecir el día en que cayó el filántropo amigo de Chávez que "gobernaba" Irak. Bueno, no se debe pensar que van a presentar a Wilson Borja como el Obama local, pero ¿a quién se le ocurre que el Partido Comunista va a ganar las elecciones? Hace menos de dos décadas obtuvo 22.000 votos en unas elecciones, y ciertamente el tráfico de cocaína con que se financia su fuerza de choque permitió crear una vasta clientela entre los empleados públicos (Borja fue presidente de Fenaltrase), pero las elecciones presidenciales requieren muchos más votos.

No, el "obamoide" criollo es Sergio Fajardo: académico, tecnócrata, "progresista", sosegado... El hombre recauda fácilmente el apoyo de la pobre versión local de la Beautiful people. No son muchos los que se dan cuenta de que el vasto "Partido del Caguán" (en que Fajardo necesita apoyarse para formar una mayoría) resultaría inconcebible en EE UU. Es difícil saber hasta qué punto el engaño dará resultado, primero porque Colombia es muy cerrada y la "obamofilia" es más bien una actitud de la misma clase de gente que votó por Carlos Gaviria en 2006, y segundo porque tal vez la imagen del ¡también admirado por William Ospina! no sea tan buena dentro de un año: su actitud conciliadora ha envalentonado a Chávez, a Ahmadineyad y al sátrapa norcoreano, como por lo demás era previsible. Puede que pese a la propaganda la localización del origen de los problemas en la perversidad o estupidez de Bush no siga convenciendo a mucha gente en 2010.

En paralelo a esa imagen del espejo hay otra en la que se cifran las esperanzas de la oposición: el péndulo. Ya no sé cuántas columnas de opinión dedicadas a quejarse del despilfarro de recursos en la guerra contra las FARC y la terrible inseguridad urbana habré leído. La teoría del péndulo parte de que la gente se entusiasma con la guerra contra la guerrilla por un tiempo, hasta que se cansa y empieza a pedir negociaciones de paz. También es un engaño: sencillamente hay épocas en las que surte efecto la propaganda de la prensa deslegitimando el Estado y la gente tolera que los matones de la izquierda democrática impongan su voluntad, como ocurrió con la Constitución del 91. (Bueno, lo que deslegitiman es la democracia, porque el Estado también es la Universidad Nacional desde la que se dirigen las FARC, como lo demuestra el episodio de alias "Cienfuegos" y la Corte Suprema de Justicia, desde donde se cabildea a favor de los negocios de la banda asesina.)

El problema del péndulo para la facción antiuribista es el de una jugada arriesgada de póquer: ¿cómo conseguir que la gente se convenza de la necesidad de la paz y apoye a los aliados de Piedad Córdoba, como el señor Fajardo? Una buena cantidad de bombas en las ciudades (cosa bastante fácil para los terroristas, que cuentan con miles de estudiantes dispuestos a poner en práctica cualquier campaña de ese tipo) podría surtir efecto, pero también, dado el triunfalismo de la mayoría uribista, podría alentar el voto "guerrerista". Más agudos parecen los que se adueñan del triunfo que siempre han saboteado y se proclaman "enemiguísimos" de las FARC y aun dispuestos a enterrarlas refundando el país bien de acuerdo con ellas, bien "desapareciéndolas" de la atención pública.

Pero son sólo motivos (temas) del engaño, y tal vez de autoengaño: la mayoría de los colombianos hoy por hoy desean vivir en un país cuya renta crece, en el que se construyen hoteles y se crean empresas. Por muy redentoras que les pinten las misiones del señor Fajardo y los demás doctores, por mucho que repitan que el país se hunde por los regalos a los ricos, por mucho que presenten a los que cobran los secuestros (como el señor Garzón, que se gastó buena parte de los recursos de los bogotanos en campañas por el "intercambio humanitario") como emisarios de un país en paz y "reconciliado", la gente sabe que en estos años ha mejorado su nivel de vida y ha aumentado su seguridad. Si se deja arrastrar con espejitos hacia un movimiento pendular puede perderlo todo y terminar peor que en 2002.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 27 de mayo de 2009)