lunes, abril 22, 2013

El estilo colombiano


A causa del lío de la Corte Internacional de Justicia me quedé pensando en lo irrisorio del dolor de patria por la pesca perdida y en la cantidad ingente de recursos pesqueros que sencillamente no se explotan, por ejemplo en el Pacífico. ¿Por qué no hay pesca en Colombia? La respuesta es la misma siempre: por la misma razón por la que sólo hay unas cuantas pequeñas industrias manufactureras y casi ninguna industria turística, cosa que pasa en cualquier otro sector de la economía normal. Porque la pesca industrial plantearía la necesidad de grandes esfuerzos por parte de quienes la ejecutan y de ahí la especialización, los salarios elevados en proporción, etc. En Colombia sólo hay una parte de la población que vive del Estado, por lo general dedicada a protestar y ejercer presión por la rapiña, como actualmente los empleados judiciales, y una mayoría...

Es muy interesante plantearse qué define a esa mayoría. La diferencia de ingreso con los empleados oficiales o con otros profesionales es muy notable y define la desigualdad nacional, que los mismos beneficiarios "venden" al exterior como el resultado de que a ellos no se les concedan más privilegios. De ahí que unos cuantos cientos de miles de parásitos tengan verdaderas esclavas haciendo todas las labores penosas del hogar mientras que otras esclavas atienden las "bajas pasiones" de los doctores varones. Otros esclavos "bolean" ladrillo y hacen trabajos penosísimos por salarios que pueden ser una décima parte de lo que obtiene el doctor medio por explicar sus opiniones, mientras que otros barren las calles y cuidan los jardines... El contraste del ingreso y la productividad de los doctores y sus víctimas sería inconcebible en cualquier país civilizado, por no hablar de las posibilidades de prosperar que tendría una persona esforzada, y que en Colombia son nulas.

Bueno: la esclavitud es lo que define la vida colombiana. No hay modo de tener esclavos en industrias pesqueras pero sí en la producción y transporte de cocaína, ya que los "raspachines" o las "mulas" (que muchas veces son llevadas a punta de pistola al aeropuerto con la barriga llena de bolas de látex) no tienen ningún tipo de relación laboral correcta con sus "patronos" ni disfrutan de la alta rentabilidad del negocio: quienes de verdad prosperan gracias a la cocaína, sin el menor riesgo de ir a prisión ni pasar incomodidades, son los mismos esclavistas del siglo XVI, es decir, sus descendientes, hoy convertidos en logias de abogados y jueces que liberan a mafiosos presos con diversos pretextos, o dirigentes comunistas que cabildean con los anteriores para repartirse las rentas fabulosas de la cocaína. La ideología es un adorno muy grato de gente que es riquísima gracias a la primera empresa del país, que son las FARC.

Pero no sólo con la cocaína hay esclavitud: es lo mismo la extorsión, que convierte a la víctima en un esclavo del asesino que la amenaza, por no hablar del secuestro. Y también ocurre otro tanto con la creciente minería ilegal, negocio en el que de nuevo las grandes rentas del oro y el coltán que explotan las FARC van a manos de los intelectuales, columnistas, oenegeros, abogados, políticos, indignados profesionales y demás próceres. No es sólo la exención de impuestos y la alta rentabilidad de esas industrias ilegales, sino también la absoluta falta de derechos de las personas que hacen el trabajo pesado.

No es ningún misterio para nadie que para proteger esa industria los amos del negocio llevan décadas legitimando la producción y tráfico de cocaína como una imposición de los prohibicionistas y calumniando todo esfuerzo que se haga para perseguir a las mafias, que a la postre siempre terminan siendo subalternas de las redes de tinterillos. Pero con la minería ilegal ocurre lo mismo: las hordas de universicarios siempre están alerta a perseguir cualquier empresa minera que cumpla las leyes, toda vez que sus profesores son los verdaderos empresarios de la minería ilegal. Bueno, cada vez más son sólo simples empleados de una división de la gran industria, porque los verdaderos empresarios son las familias del poder, las mismas que poseen los medios de comunicación y controlan a los profesores y a sus jóvenes asesinos a través de la "izquierda". ¿O es para alguien misterioao que la sobrina de López Michelsen sea la presidenta del Polo Democrático?

El ascenso al poder de los terroristas, gracias no a sus crímenes sino a la tosquedad intelectual y moral de sus víctimas, incapaces de plantearse una oposición al gobierno heredero de Uribe, que sencillamente es el gobierno de las FARC, sólo afianzará ese orden de esclavitud en que transcurre la vida colombiana, así como las industrias de que viven los poderosos. Incluso advertirlo es casi perder el tiempo.

(Publicado en el blog País Bizarro el 29 de noviembre de 2012.)