martes, abril 26, 2011

Las causas de la mala ortografía

Julio Cortázar es el autor de un texto divertidísimo llamado "Instrucciones para subir una escalera"; lo menciono porque lo recuerdo cada vez que leo algo relacionado con el aprendizaje de la ortografía. Por ejemplo, aprender la regla que determina que salvo la b y la p las demás consonantes van precedidas de n y no de m me parece algo tan poco práctico como la lectura del texto de Cortázar, pero además muy aburrido. ¿Se correrá el riesgo de que alguien escriba "emgañar", "emvío", "emtregar", "imvolución" o "amfibio"?

Eso lleva a pensar en las causas de la mala ortografía. En principio hay una evidente cuestión de escaso hábito lector, de modo que la gente que no dedica tiempo a leer no sabe cómo se escriben palabras que ha visto escritas muy pocas veces. Ocurre con palabras que se escriben con h, v o b o con s, c o z, o bien con ll o y: casos en que la pronunciación llama a engaño. También se debe tener en cuenta una deficiente asimilación de las normas relativas a los acentos, fruto de la mala calidad de la instrucción. Pero aun eso se resolvería fácilmente leyendo. Si la memoria no bastara para aprender la ortografía, tampoco daría para entender lo que se lee, y tal vez ni para expresarse oralmente.

Nada de lo anterior explica el que haya tantas personas que sí leen y sin embargo tienen muy mala ortografía, cosa que por lo demás es increíblemente más frecuente en Colombia que en España. La causa es ésta: al escribir cada palabra la mente busca el registro de su grafía, y el error procede de un registro falso, normalmente introducido antes que el correcto. Ver un par de veces una palabra escrita y recordarla con precisión es extremadamente fácil en comparación con la tarea de borrar una certeza errónea, sobre todo por el esfuerzo que hay que hacer para distinguir el nuevo dato de otros asociados, para que el "echo" no "heche" a perder el error que se cometía. Más grave es cuando el vicio cuenta con la bendición del poder o del uso común, como ocurre con la doble rr en las palabras compuestas: ¿cómo se va a esperar que la gente escriba bien cuando su postre es el "Chocoramo", los periódicos publican "publireportajes" y los anuncios del gobierno municipal bogotano informan de las "ciclorutas"?

Esa cuestión del registro falso trasciende el tema de la ortografía y atraviesa la cultura de Occidente desde Sócrates hasta algunas teorías psicológicas modernas. Cuando el griego proclama que sólo sabe que no sabe nada está denunciando lo que los supuestos sabios creían saber, que sometido a examen era sólo una opinión (doxa), y cuando instruye interrogando busca ir hasta el lugar en que esa "opinión" (hoy diríamos "ideología" o "prejuicio") ha construido un falso cimiento de lo que se cree saber.

En lo que concierne al tema más frecuente de este blog, y suponiendo que el lector acepta que los problemas colombianos son sobre todo la cultura y la mentalidad de los habitantes del país, se puede decir lo mismo: las ideas que tienen los colombianos sobre el mundo son profundamente distintas a las que tienen las personas de los países civilizados, y eso no ocurre por falta de "educación", como se cree, sino exactamente por la "educación", por la clase de registros falsos que reciben en la "educación", no sólo en la instrucción escolar sino en la tradición familiar o en los medios de comunicación.

No estaría mal hacer un inventario de esos registros falsos, de esos prejuicios torcidos que configuran una ideología lamentable que es la única causa del atraso. Sobre la ideología general de los colombianos, a la que en la última década se ha opuesto el hastío con las atrocidades de las bandas fecodistas y las mentiras de los demagogos, recomiendo este viejo escrito: "Maestras y madres". Intentaré señalar algunos rasgos típicos.

Creacionismo: Es el principal error y es casi imposible encontrar un colombiano que no lo comparta. Su forma extrema es el anticapitalismo que culpa a los industriales de la inexistencia de bienes: si los pobres viven sin lavadora los responsables son los fabricantes de lavadoras. Pero podrían ponerse miles de ejemplos. Otro, muy frecuente, es el que relaciona el ingreso o el salario con las necesidades de consumo de las familias. Eso se lo he leído a catedráticos, columnistas, etc.: "¿A ver si ponemos una semana al ministro a vivir con el salario mínimo?". "¿Cómo puede una familia vivir si el salario no alcanza para pagar la canasta familiar?" Es muy raro el colombiano que lamente la ausencia absoluta de patentes de la industria mundial surgidas en Colombia: la ventaja de otros países no se asocia con la historia ni con la cultura sino con la injusticia de su dominación. La destrucción del escaso tejido industrial que se desarrolló durante los años del Frente Nacional pareció a todo el mundo una forma de justicia. Las teorías colombianas sobre el tráfico de drogas son todas regurgitaciones creacionistas que presuponen que el atraso o la barbarie son el resultado de una actividad nefasta de algún agente malintencionado y no la simple ausencia de civilización, y que esperan justificar el hecho de que Colombia esté en buena medida en manos de las mafias en las leyes que prohíben la actividad de esas mafias. Las certezas totalitarias de los parásitos que se forman en las universidades colombianas siempre tienen esa base.

Nacionalismo: Casi siempre los patriotas cometen el error de confundir sus sentimientos con la realidad a la hora de evaluar la importancia o el papel de Colombia en el mundo. El caso más típico es la indignación porque se considere a los colombianos traficantes de drogas. Todo funcionario, lagarto, profesor, periodista o jurista salta lleno de rabia ante tan tremenda suposición. ¡Parece que las naciones importantes de la historia lo fueran porque sus ciudadanos no eran todos delincuentes! Con frecuencia se compara el tamaño del país con el de grandes potencias, como el Reino Unido, como si las aportaciones colombianas en la historia de cualquier ciencia o arte fueran una milésima parte de las británicas. En general, la base creacionista contribuye a que la historia general del continente americano y sobre todo de la América hispana se desconozca, y es ahí donde prospera el sentimiento de agravio tan característico de las sectas parasitarias, de las que las guerrillas son sólo la fuerza de choque rural.

Antiamericanismo: El rápido ascenso de Estados Unidos durante los dos siglos pasados respecto de las viejas potencias europeas y el viejo resentimiento de los españoles contra los británicos y de los católicos contra los protestantes genera un sentimiento de agravio que de nuevo remite a la base creacionista: el antiamericanismo fue una reacción de las clases poderosas contra la cultura de la libertad, contra la iniciativa privada, contra los derechos individuales y la democracia. Cuando la expansión estadounidense llevó a ese país a ser la primera potencia, esas mismas clases canalizan el malestar por la pobreza culpando al país cuya tecnología más ha hecho para reducirla en todo el mundo. Al parecer los computadores y teléfonos "celulares" son regalo divino que usan los gringos para dominar a sus víctimas meridionales, sobre todo complicándoles el disfrute gratuito. El antiamericanismo es una potente fuerza reaccionaria que supone que alguna vez hubo o habrá una autoridad buena del mundo que impartirá justicia entre las naciones. Esa manía arraigada lleva a los hispanoamericanos a estar siempre del lado de la opresión, bien cuando los godos colombianos se pusieron de lado del Eje, bien cuando la totalidad de la clase magisterial y universitaria se puso de parte de la satrapía cubana y sus patrones soviéticos, bien ahora, cuando esos grupos poderosos se hacen cómplices, a través del lamentable gestor de componendas que traicionó a sus votantes y de la prensa de su familia, del régimen venezolano y sus aliados iraníes.

Igualitarismo: La tensión en torno a la igualdad legal y social de todas las personas forma parte de la tradición de Occidente. En la formulación liberal se supone que hay una igualdad ante la ley para el rico y para el pobre, cosa que en los países más próximos al modelo estadounidense se cumple en gran medida. Para la mayoría de los colombianos el hecho de que alguien tenga más riquezas es un agravio y una injusticia, cosa que tiene además el rasgo gracioso de que los predicadores de esa igualdad se ganan el sueldo de decenas de personas por mostrar lo buenas personas que son, cosa que produciría vómito a cualquier capitalista de un país civilizado. De esa suposición, igualmente derivada de la superstición creacionista, sale la aversión al trabajo y el desprecio de aquellos que se preocupan por prosperar individualmente: el pobre siente que aquello que tiene el rico se lo ha quitado a él, cosa que ocurre en la sociedad colombiana y mucho menos en los países capitalistas. No hay que escarbar mucho para encontrar el mismo rencor en las personas feas y en las personas sin talento: ¿puede haber mayor agravio que el encanto y la aptitud de otros? Ese igualitarismo surgido de la superstición sobre el mundo y la vida está en la base de toda la criminalidad, tanto la "egoísta" como la que disfruta de rentas que envidiarían los mafiosos, como ocurre con la administración de justicia o los "Colombianos por la Paz" (en cualquier país civilizado toda esa gente estaría en prisión).

Fetichismo de las normas: Esta manía es de las más increíbles. Llevo como un mes esperando que el bloguero Gaviota Jurídica me explique cómo es que un personaje como Daniel Coronell y toda la "bigornia" de propagandistas de los negocios de los Samper y la Casa López que dominan los medios tienen derecho a interceptar conversaciones de un reo con su abogado y al mismo tiempo a promover el encarcelamiento por décadas a personas que descubrieron actividades criminales gravísimas por parte de magistrados de la mayor instancia judicial y de políticos y "periodistas" que ciertamente colaboran con los secuestros y con su cobro, que es para lo que se cometen. En últimas, la ley es la voluntad de la autoridad, sólo disfrazada por un ritual que celebran una caterva de malhechores: como una misa celebrada por una cofradía de travestis. Una persona de un país civilizado que lo entendiera no podría contener el vómito ante la continua exhibición de poder que hacen los mafiosos que fungen de "periodistas": la prueba de la culpabilidad de alguien es que está preso. Eso se podría haber dicho de Mandela, pero ¿cómo comparar el régimen de Apartheid con el dominio de una caterva de tinterillos que trabajan para la industria de la cocaína y que encarcelan preventinamente a representantes populares basados en pruebas forzadas y a menudo compradas a cambio de premios para los reos culpables de atrocidades? La nación colombiana (como comunidad cultural) se formó en tiempos del Santo Oficio, la razón siempre ha cedido a la autoridad y por eso el país se rige por una Constitución impuesta por el que pagaba una cantidad fija por cada policía asesinado, por una secta de asesinos y por un tinterillo seguramente vendido a los anteriores. Es por esa sumisión a la fuerza, a veces legitimada por el ritual, por lo que las bandas terroristas persisten, no en balde apoyadas y promovidas por los poderes que impusieron esa constitución y que sacan provecho de ese orden de iniquidad.

Son muchísimos otros los registros falsos que se pueden hallar en el fondo de la mentalidad colombiana pero éstos son los que alcanzan en un escrito que ya se ha hecho, como cosa rara, bastante extenso. También serían muchas las posibilidades de explicar esos errores fundamentales, esos datos torcidos presentes en el fondo de la mentalidad habitual, pero es lo que se pudo hacer. No creo que pueda haber progreso si no se hace frente a esos prejuicios, si no surge una generación de colombianos capaces de cuestionar las rutinas del discurso oficial (es decir, del poder real, de las clases dominantes reales y de sus medios y academias).

(Publicado en el blog Atrabilioso el 19 de enero de 2010.)