viernes, septiembre 20, 2013

¿No cancelar los diálogos?

Según una noticia reciente, Uribe no querría acabar con los diálogos de La Habana si uno de sus pupilos ganara la elección presidencial en 2014 (quedan unos ocho meses para la primera vuelta).
Si uno de los nuestros llega a la Presidencia y si las cosas con las FARC están como se encuentran hoy, ¿qué hacer? Mi sugerencia respetuosa es no hablar de la cancelación del proceso sino de una suspensión condicionada del diálogo. Que haya cese de actividades criminales.
Sería muy estúpido entender esa frase fuera de su contexto. Es decir, se dice unos ocho meses antes de las elecciones y su impacto tiene lugar mucho antes. No remite a lo que debe hacer un supuesto presidente uribista sino a lo que se dice ahora que debe hacer. Es eso lo que quiero comentar.

En alguna parte señala Ortega y Gasset que la política y el amor son los temas más difíciles y sin embargo precisamente son también los temas sobre los que todo el mundo cree que puede opinar. Conviene no apresurarse a sacar conclusiones y a suponer que uno lo entiende todo a la perfección y puede dar lecciones. Es decir, conviene reflexionar.

Por ejemplo, la primera impresión es que esa idea es buena: la exigencia del cese de actividades criminales bastaría para devolver la negociación al único sentido posible: la desmovilización, la disolución y el desistimiento de los terroristas, medidas que deberían ir acompañadas de la entrega de las armas. Ésas son las cuestiones importantes y no la impunidad o elegibilidad. Si el resultado fuera que las FARC se negaran, no parece haber nada en lo que se pierda más que exigiendo la cancelación resuelta de los diálogos.

Además, la cosa cierta es que la mayoría de los colombianos "compran" esa "paz" y son sensibles a la propaganda según la cual los militares quieren la "guerra" por la parte que les llega del presupuesto y Uribe porque él o sus partidarios se lucran de ella. Hacerle ajustes a la "paz", condicionar los diálogos, etc., parece una forma de desactivar esa propaganda y agradar a las mayorías, sin las cuales no hay esperanzas de gobernar.

Por otra parte, los políticos son un poder fáctico que no se puede menospreciar por apego a "ideales": en buena medida, la moderación de Uribe y sus socios respecto a los partidos de la Unidad Nacional corresponde al temor a perder todas esas redes de influencia y "maquinarias" que mueven la mayor parte de los votos en las legislativas y una parte muy importante en las presidenciales. Esos políticos necesitan los puestos y las rentas para sus clientelas y por eso aprueban todo lo que Santos les pida. Es una paradoja casi cómica que el crecimiento económico que derivó de la seguridad democrática, al ser posible la exploración petrolera y otras formas de explotación de commodities, terminó favoreciendo al traidor, al resultar el gobierno dueño de rentas fabulosas con las que puede comprar a todo el mundo.

El comedimiento respecto de las negociaciones favorece las relaciones con esos políticos, les ayuda a salvar la cara y permite esperar que una posible mayoría uribista en 2014 cuente con ellos.

Desgraciadamente creo que todo eso es un error. Es la persistencia en el juego de buscar al votante y complacerlo en sus errores, que ya comenté hace unos meses. En apariencia la oferta "razonable" desactiva las acusaciones de intransigencia, pero en la realidad legitima los diálogos, tal como una dama, según el viejo chiste machista, cuando dice "No" quiere decir "Quizá". Negociar las leyes ya no es un crimen sino una actuación tolerable.

La propaganda de la conjura terrorista se basa en el supuesto de que sentarse a negociar las leyes con los que mandan niños bomba es el remedio para que eso no pase, y entre los argumentos que prefieren está el que el mismo Uribe lo buscaba. Dado que eso parece cierto, resulta desafortunado pedir ahora que se cancelen los diálogos, por mucho que la búsqueda de negociación podría basarse en la condición de que cesaran todas las actividades criminales.

Pero entonces la presión sobre los diálogos se reduce a una cuestión de matices. Ya puestos a reconocerles a los criminales su capacidad de decidir las leyes, a tolerar su creciente influencia en el Estado y en la prensa (no que no la tuvieran antes, sino que gracias a los diálogos se va volviendo costumbre), la discusión sobre la impunidad y la elegibilidad parece corresponder a puras ganas de protagonismo... Es todo lo que Santos necesita, estar bravucón una semana y conciliador la siguiente mientras la máquina de extorsionar y exportar cocaína funciona a pleno rendimiento. Según los caprichos de la opinión, las posibilidades de manipulación de la prensa y las expectativas electorales, se exige a los terroristas ceder o se manda al ejército a matar a unos cuantos peones. La "paz" sigue avanzando y se hace imprescindible la reelección para completar una tarea que la propaganda convierte en el mayor deber patriótico.

Muchos temen que la firmeza en exigir la cancelación de los diálogos perjudica las posibilidades electorales de quienes la profesen. Era el tema de Luis Carlos Restrepo hace unos meses. La disposición a tolerarlos es lo que legitima a Santos.

La idea, bastante vulgar, por lo demás, es que se debe escoger entre el sentido práctico y el fundamentalismo apegado a los principios, cosa que permite a todos los tontos afiliarse al sentido práctico sin necesidad de detenerse a pensar. Resulta que los principios no son simples elecciones morales, como prostituirse o comer carne humana para no morir de hambre, sino cálculos que atienden a la realidad.

La realidad es que la negociación es abolición de la democracia. A muy pocos colombianos les interesa la democracia (sobre todo les interesa muy poco a las células del MOIR que hacen de abanderados del uribismo), pero su total desaparición sería una tragedia en todos los sentidos (no se debe pensar que Colombia es una democracia, sólo que tras la componenda de Santos con el castrismo, en la que la tiranía va entrando como con calzador, habrá desaparecido todo vestigio de ella).

Así, no denunciar eso de modo que se oiga fuera de Colombia y los colombianos lo entiendan es otro favor que se le hace al régimen.

Por otra parte, los colombianos no están dispuestos a vivir en un régimen como el cubano. Si no se dan cuenta de que es lo que está ocurriendo, el camino que va abriendo Santos, es porque la propaganda los adormece y porque aun sintiéndose descontentos no saben en qué creer. Baste con señalar que el más probable candidato uribista es el padre de la negociación para entender que el ciudadano corriente tiene por una parte la presión de la propaganda "pacifista" y por la otra la confusión acerca del rechazo a las FARC.

La idea de "matizar" la negociación multiplica esa confusión, por mucho que al activista "de a pie" le parezca el colmo de la sensatez. Dado que nadie pide que se cancelen ya los diálogos, pues seguirán y el gobierno en lugar de estar cometiendo un crimen, traicionando a sus electores e incurriendo en concierto para delinquir en la mayor operación de lavado de activos de la historia, resulta ejecutando, tal vez con errores (tal vez no), algo que no tiene oposición.

¿Alguien recuerda que una negociación semejante no puede llegar a ninguna parte? De momento ha llevado a la multiplicación de la actividad de las FARC en el Cauca y ahora en el Catatumbo, a la multiplicación de las bajas militares y policiales, al aumento exponencial de la extorsión y al reino de la propaganda descarada del terrorismo. La gente ya se va acostumbrando a la idea de que las FARC no van a entregar las armas, según declaran sin ruborizarse, y poco a poco a que la "justicia" persiga a los causantes del conflicto.

De hecho, el uribismo contribuye poderosamente a eso. El lloriqueo por la impunidad y la elegibilidad de los terroristas hace que mucha gente se ponga en contra: ¿es el problema la impunidad? No recuerdo al primer uribista que me responda, no lo hay, la razón es algo que les resulta completamente ajeno. Supongamos que las FARC entregan las armas, se disuelven, se desmovilizan, piden perdón, devuelven el dinero y cuentan toda la verdad. ¿Habría que negarse a firmar porque a toda costa hay que meterlos en la cárcel y prohibirles participar en política?

Los uribistas engañan a la gente, le hacen creer que eso es lo que se discute, que a lo mejor, pese a las evidencias, las FARC sí se van a desmovilizar y a entregar las armas, etc. No, no lo van a hacer, van a seguir negociando y multiplicando su control del Estado. Presionarán por una constituyente como la que se proponía firmar con ellos en tiempos del Caguán el ministro de Uribe Fabio Valencia Cossio para poner a todo el mundo a defender el engendro del 91 que les garantiza el control del poder judicial.

Bueno, también eso: el MOIR es una secta maoísta que no tiene ningún apego especial a la democracia. Su facción "derechista" promovió la reelección de Uribe porque su apuesta era por el "culto de la personalidad" y el régimen de dominación vertical. ¡No faltaría más sino suponer que el Gran Timonel podría haberse equivocado aplaudiendo esa Constitución y promoviendo el indulto completo para el M-19! 

Como las cosas funcionan es cuando no se piensa, cuando se olvidan todos los principios y todos los valores y todos los usos del mundo civilizado en aras de una burda religión para patanes que no tienen otro pensamiento que la emoción patriótica y su apego al conducatore, no faltaría más sino complicarse la vida pensando en cambiar el gasto público, la "educación" superior, la acción de tutela y demás.

En resumen, exigir la cancelación de los diálogos es lo único práctico para sacar del poder a Santos, lo que se demostrará sensato y eficaz, lo mismo que una Constituyente que permita sacar del poder judicial a los agentes del hampa terrorista, y de paso hacer que Colombia se pueda asimilar a las democracias avanzadas. Eso también sería popular en el medio plazo.

Es que el precio de renunciar a la pedagogía para coincidir con las "ideas" que la prensa les inculca a los votantes es renunciar al acierto en política: es aceptar un papel en la obra cuyo libreto escribe el enemigo.

(Publicado en el blog País Bizarro el 12 de julio de 2013.)