lunes, septiembre 29, 2014

Lo que le falta a la paz de Santos


Colombia no pudo ganar el Mundial de fútbol pero sí es el campeón mundial de noticias horribles, tantas que ya son lo normal y no desesperan a nadie. ¿No se dan cuenta los colombianos de que cada año es peor que el anterior desde que subió Santos? No, francamente no. Hay éxitos deportivos notables y la economía se mantiene gracias a los precios de las materias primas. Evaluar lo que podría haber crecido si el terrorismo hubiera retrocedido y el gobierno tuviera otros planes que implantar una tiranía castrochavista no es algo que esté al alcance de todo el mundo.

Pensando sólo en la semana pasada, tanto el atentado en Barrancas, La Guajira, con dos muertos que no inquietan a nadie (ya no es el gobierno Santos ni el terrorismo sino un rasgo cultural: la exuberancia demográfica y el primitivismo hacen que la vida humana además de sagrada sea barata) como la condena a Andrés Felipe Arias por la Corte Suprema de Justicia, verdadera monstruosidad que deja ver al poder judicial como una trama criminal tan siniestra como las mismas bandas terroristas, anuncian lo que será el segundo periodo de Santos, hasta que el referendo de paz haga de Colombia otra Cuba, cosa que ya es sin que se note: no tienen necesidad de perseguir a los medios porque los dueños de los medios son los jefes de la conjura terrorista (desde los años sesenta y puede que desde mucho antes), ni que acomodar al poder judicial porque después de matar a los verdaderos juristas éste pasó a manos de los agentes de los Santos. Incluso el ejército ha visto a montones de generales y altos oficiales abiertamente procubanos, toda vez que entre los sobornos y las persecuciones consiguen doblegar a esos funcionarios.

Todo eso lo sabe cualquiera que se interese en evaluarlo pero interesa a muy poca gente en Colombia: entre los que leen la prensa predomina el interés de participar en el reparto del botín y entre los demás la ilusión de obtener triunfos deportivos. El avance terrorista es un hecho, la tiranía ya controla todo el Estado y todos los medios de comunicación, el próximo paso será la persecución de la disidencia, que complementará al Plan Pistola de las FARC (o del ELN si se legalizan las FARC), tal como los secuestros de líderes importantes como Arias o Plazas Vega por parte del poder judicial complementan los de comerciantes y ganaderos por la parte ilegal de la conjura.

El que dude del sentido de esta persecución podría leer por ejemplo un artículo del profesor y magistrado Rodolfo Arango, en el que anuncia el castigo a los causantes del conflicto. Para concretarlo ya hay planes que explica el secretario general del Partido Comunista Jaime Caycedo en una entrevista publicada en el semanario Voz.
LO QUE LE FALTA A LA PAZ DE SANTOS 
En entrevista con VOZ, Caycedo resalta los retos de independencia del frente amplio y la necesidad de hacerlo girar a la izquierda. 
–¿Cuál es la primera lectura que se le puede hacer a la elección de Juan Manuel Santos, en los pasados comicios presidenciales? 
–El presidente elegido tiene una mayoría que no es frágil, pero es evidente que la ultraderecha sacó un monto importante de votos y pone a pensar en cuál será la perspectiva para el futuro inmediato y el gobierno que se viene. De lo no puede sacar pecho Santos es tener en su mano un cheque en blanco porque ganó gracias a los votos de la izquierda. Si la diferencia entre Santos y Zuluaga hubiese sido mayor a dos millones de votos se podría asegurar que el aporte de la izquierda pudo haber sido residual, pero en este caso la izquierda fue decisiva y eso tiene que ser claro en el diseño de la política social y la política de paz de este nuevo gobierno.
Efectivamente, las clientelas sindicales y las creadas a punta de peculados incesantes en más de diez años de arruinar a Bogotá aportaron los votos decisivos, pues no eran suficientes los comprados en la costa atlántica, los obtenidos con amenazas en las regiones de dominio de las FARC y sobre todo los que consiguió Santos repartiendo entre alcaldes y gobernadores el dinero público. Si fuera porque la gente creyera en su proyecto, Santos no habría pasado a segunda vuelta. Y ni siquiera: también hubo fraude en el conteo de votos, votos comprados directamente y un esfuerzo tremendo de los medios para distraer a la gente con el mundial de fútbol y así mantener la abstención. Colombia no es una democracia porque las elecciones son tramposas y los medios sólo propaganda criminal.
–Es claro entonces que el voto por Santos fue por la solución política al conflicto y no por su visión de Estado.

–Es la valoración de lo que representó nuestro voto: la solución política como salida y, desde luego, el diálogo como fórmula. Pero es evidente que solo ese hecho no es suficiente, pues el diseño del proceso de paz que se viene adelantando en La Habana tiene en la actitud del gobierno Santos un flagrante desconocimiento de las necesarias reformas democráticas, políticas y sociales para el país. Y esos son elementos que en este momento resultan ser obstáculos para alcanzar la paz.
Con colombiana desfachatez (esas manipulaciones del lenguaje son el fundamento del crimen, por eso Colombia es en esencia un país de criminales), el hombre resulta representar a la mayoría de los votantes. Para formarse una idea del peso electoral de los comunistas baste recordar los resultados electorales de las legislativas, en las que pese a que sus candidatos del Polo Democrático y la Alianza Verde contaban con el refuerzo de la intimidación terrorista y recursos fabulosos, no llegaron al 10% de los votos, si se hablara del censo electoral, no llegarían al 5%. Obviamente, lo que consideran paz es exactamente lo que piden las FARC, explícito en este video: la abolición del sistema de libertades (de hecho, menguadísimas gracias al control por las bandas criminales del poder judicial).



–La paz fue un plebiscito pero el gobierno Santos no ha pasado el examen en ese tema. 
   –El proceso de paz ha recibido un espaldarazo. Es un hecho positivo que el pueblo colombiano haya acogido esa vía. Pero el proceso de paz requiere ingredientes nuevos. Nosotros hemos venido insistiendo en que se debe disminuir la concepción de la guerra como política dominante del Estado. El presupuesto más alto es el de la guerra, entonces no nos vengan a decir que con ese presupuesto de guerra se hace la paz; la paz no se hace con un aparato militar gigantesco que asusta los países vecinos. Se necesita voluntad real del gobierno Santos.
Ya he explicado muchas veces que se trata de un atraco: la gente no quiere que sus hijos vuelen por los aires y por eso tolera las promesas de Santos, pero no entiende (porque los medios la engañan) que se trata de entregarle todo el poder a los terroristas a cambio de ventajas para los corruptos. El papel del Partido Comunista, que todo el que quiere interesarse sabe que es lo mismo que las FARC, es hacer más costoso el atraco y debilitar la posibilidad de aplicar la ley.
–¿Hay mucho trecho entre la paz de Santos y la paz con cambios? 
–La movilización, los paros, las protestas no son un punto adjetivo, no es un asunto al margen de la paz. El apoyo con votos para el presidente implica que los temas agrarios, la desprivatización de la salud, la solución de la educación privatizada y la inminente reforma laboral son exigencias que nacen desde el movimiento popular y obligan a ser vinculantes en el tema de paz. El gobierno debe entender que esos asuntos hacen parte de las reformas para la paz con justicia social, de lo contrario la paz no se aclimatará en Colombia, nada pasará si no se resuelven los grandes desequilibrios del país.
La solución a los desequilibrios del país que proponen las FARC o Partido Comunista es la implantación de una tiranía totalitaria, cosa que coincide exactamente con los designios de Santos pero que éste no podría implantar tan fácilmente si hubiera alguna resistencia. Para reforzar la ejecución de esos designios son las exigencias de Caycedo y los asesinatos que los terroristas seguirán cometiendo.
–¿Los millones de votos quieren decir que paz sí, pero el modelo Santos no? 
–Es una paradoja de este gobierno. Santos recibe respaldo para avanzar en un proceso de solución política pero no es para su modelo económico y social y menos para el diseño actual del establecimiento colombiano. Ese sistema político está en crisis y no lo quiere reconocer el presidente reelecto. Su propuesta de suprimir la reelección es un problema antagónico, eso no toca los temas de fondo para una apertura democrática. Por ejemplo: hay que modificar el sistema electoral, la ley 1475, mediante la cual se prohíben en Colombia las coaliciones de fuerzas alternativas para constituir nuevas mayorías en el país, con el pretexto de la doble militancia.
Es decir, el voto del miedo, el voto por el que se premia a los criminales para que no maten más, en parte por cinismo, se interpreta como apoyo a los fines de los criminales e identificación con ellos. Desgraciadamente hay que explicar que ese fin obvio de la paz nunca se denunció. Santos ha avanzado en la imposición de una tiranía comunista sin oposición.
–¿El nuevo gobierno permitirá unos mínimos para la oposición?
–En la antidemocracia del sistema político se carece hasta de un estatuto para la oposición desde hace dos décadas, pero en este caso tampoco es un estatuto para la derecha de Álvaro Uribe Vélez, que hoy tiene presencia en el Estado. El uribismo hace parte del gobierno, en regiones del país son la burocracia que ha hecho posible los siete millones de votos de Óscar Iván Zuluaga, eso no es simpatía por él. El santismo y el uribismo son parte del mismo Estado.
Los comunistas son especialistas en pedir instituciones democráticas perfectas, como las que han implantado ellos en los países que han caído en sus manos (en todos hubo asesinatos en masa, en Colombia los ha habido por cientos de miles mientras se toman el poder y serán millones cuando lo controlen todo):
Nosotros somos oposición democrática distinta de la ultraderecha y por eso requerimos unos mínimos: no más exclusión, ni genocidios. Se debe ampliar la esfera política y democrática para incluir no solo a la izquierda domesticada, sino también la izquierda revolucionaria que esta acá y la que puede venir. Toda la izquierda. 
El Partido Comunista es lo mismo que el gobierno de Santos: una organización criminal dedicada a implantar una tiranía aprovechando los grandes capitales obtenidos mediante el secuestro y otros negocios similares. Si se definen como oposición es lo mismo que cuando se definen como expresión de los excluidos, que son las víctimas de los privilegios que se asignan por su parasitismo (el comunismo fue sólo el pretexto que encontraron las castas coloniales para justificar sus rentas millonarias y completamente improductivas: Caycedo era profesor de Antropología en la Universidad Nacional. Los ingresos que obtendría por cada hora de explicación de la propaganda terrorista, contando el impacto en la pensión, podrían ser cientos de veces superiores a los de una persona honrada que hace trabajos pesados). La "izquierda revolucionaria" es el nombre que les da a las bandas terroristas.
–A propósito de la unidad y la izquierda, ¿qué papel asume el Frente Amplio? 
–Nosotros no hemos querido establecer una caracterización taxativa de esta iniciativa que ha venido tomando fuerza para una paz con cambios, libertades y soberanía. El Frente Amplio está generando en la izquierda nuevos reagrupamientos, nuevas visiones y aproximaciones que a juicio nuestro son positivas. Pero el gobierno ha querido cooptar ese Frente desde antes de las elecciones. Por eso rechazamos que el Frente se confunda con una estructura de gobierno bajo la dirección de Juan Manuel Santos y su modelo de guerra y neoliberalismo.
Por eso creemos que esa iniciativa de unidad debe asumir su independencia para actuar en favor de una solución política que se diferencie de la idea de paz que pregona el gobierno: la paz exprés, sin compromisos ni cambios, el silencio de los tiros sin cambios profundos en la sociedad, sin alentar una batalla de ideas contra el fascismo incorporado en la cotidianidad de los conciudadanos. Y menos una paz en favor de ese gran capital transnacional que busca un nuevo espacio para negocios.
En esa frase en negrita está el sentido último de todos los pacifistas colombianos, incluido el gobierno Santos: Clara López dice que no se trata de desmovilización sino de cambiar la tributación. En mi post de la semana pasada expliqué qué ocurrió con la paz que llevó a la Constitución de 1991. Pero yo ya he renunciado a convencer a ningún colombiano de que no hay otros terroristas que los mismos pacifistas, de los que Caycedo es paradigma: están de acuerdo con ellos por cuanto son triunfadores que han "coronado" sus secuestros y masacres y ya son los que guían al gobierno. Son los modelos de los colombianos y los seguirán matando sin resistencia.
–El tema del fascismo resurgió en cabeza del uribismo. ¿Ese puede ser otro reto para el Frente Amplio? 

–Sí, eso es lo que llamamos la construcción de la posguerra. Necesitamos crear las condiciones de cambio que permitan romper las amarras ideológicas del narcoparamilitarismo, del anticomunismo, de la confrontación del mito del castro-chavismo, que no es más que un invento del uribismo para agitar un fantasma entre los sectores medios del país. Ese es un reto del frente: una cultura de paz, de libertades, de la inclusión. Sin ellos la paz es imposible en Colombia.
Todo lo que llaman fascismo y "narcoparamilitarismo" es cualquier intento de resistencia al triunfo de los asesinos y secuestradores. Lo siguiente es la persecución, que complementa al Plan Pistola y a las infamias judiciales.
–Por último. Se está dando inicio al tema de víctimas en el proceso de conversaciones. ¿Qué opinión tiene al respecto? 
–Ese tema es tan incierto como la verdad histórica. Al Partido Comunista no se le ha reconocido en toda su historia, incluso en la reciente de la Unión Patriótica o desde su fundación, el ser víctima. El anticomunismo fue una parte de la doctrina del Estado y naturalmente eso es una carga muy grande. Cuántas víctimas del Partido Comunista existen en Colombia, compañeros muertos en la tortura, asesinados, desaparecidos y hasta ahora nadie sabe nada de ellos y sin ir muy lejos la historia del genocidio de la Unión Patriótica. Esas víctimas deben ser reconocidas.
El anticomunismo debe ser reconocido como causa de violencia contra el pueblo y del exterminio y los genocidios, que debe ser extirpado de la Colombia en paz. Queremos que el gobierno flexibilice su postura ante estos temas, no solo le exija a los insurgentes hacerlo. No se puede seguir culpando a los comunistas de la guerra en Colombia, el informe Basta Ya exonera al Estado de culpas en el conflicto y también libera a los empresarios y la clase dominante de responsabilidades, pero ellos encendieron la guerra.
Los colombianos son una comunidad hecha para el comunismo. La mala fe y la desfachatez son los principales rasgos de la cultura local. Sencillamente los cientos de miles de personas asesinadas por los comunistas para crear un ejército alternativo e implantar su tiranía se niegan abiertamente, tranquilamente, con la plena certeza de que en Colombia se perdonará eso, de que los colombianos siempre quieren premiar a los triunfadores y asimilarse a ellos. Ver qué migajas les caen del nuevo genocidio que anuncian y que terminará afectando a muchos de los canallas que hoy les ayudan desde el gobierno.

El comunismo fue un crimen colectivo que generó cientos de millones de asesinatos en todo el mundo. En cualquier país civilizado se equipara con el nazismo, pero en la tierra de los criminales sigue prosperando y gracias al poder que han alcanzado controlan al gobierno. Desgraciadamente ni las víctimas más seguras reaccionarán, pues apartarse de los hábitos de servilismo y chabacanería sería ir contra la propia naturaleza. 

Que nadie diga que no sabía qué iba a pasar. Lo han anunciado claramente.

(Publicado en el blog País Bizarro el 9 de julio de 2014.)

martes, septiembre 23, 2014

Retrato de la mala fe

En la década pasada el actual ministro de Salud, Alejandro Gaviria, entonces decano de la Facultad de Economía de la Universidad de Los Andes, empezó a publicar sus columnas de El Espectador en un blog, del que me hice asiduo comentarista. Valga decir que ni conocía ni conozco la economía colombiana ni las "políticas públicas" del país para discutir con académicos importantes, pero el foro estaba abierto y hay gente que siempre "mete la cucharada". El caso es que llegué a familiarizarme con las opiniones del personaje, cuya afinidad con el antiuribismo de 2010 y cuya participación posterior en el gobierno del crimen organizado pretenden cubrirse de una ecuanimidad y una serenidad que en el fondo sólo ocultan la astucia y la ambición de un típico político local.

Recientemente, cuando buscaba una foto relacionada con la Constitución de 1991, me encontré un artículo de Gaviria de 2011 sobre el tema. Me parece que comentarlo permite a la vez describir al personaje y hacer algunas consideraciones sobre ese engendro.
CONSTITUCIÓN Y REALIDAD 
Mucho se ha escrito recientemente sobre la Constitución de 1991. El tono predominante de los editoriales y artículos ha sido celebratorio: las tiranías celebran los cumpleaños de sus líderes; las democracias, los aniversarios de sus constituciones. En esta ocasión, el aniversario ha servido para señalar la importancia del espíritu incluyente de nuestra constitución política y de su carta de derechos. Pero debería también servir para crear conciencia sobre la relativa ineficacia del voluntarismo constitucional y sobre los límites del derecho como herramienta de cambio social.
La última frase de este párrafo y sobre todo el texto en negrita deberían bastar para demostrar la perversidad del personaje. ¿Hay que entender que la Constitución de 1991 no cambió la sociedad? ¿O que no la cambió como predican sus promotores que quería cambiarla? Lo primero es rotundamente falso: el derecho sí es una herramienta que genera profundos cambios sociales y los que introdujo la Constitución de 1991 son la prueba. Lo segundo es indecente: la desfachatez típica, la suposición de que el lector es idiota y va a reducir la intención de alguien a la intención que proclama, como si alguien dijera "ninguno de los niños que Alfredo Garavito se llevó recibió las golosinas que le prometió".

El cambio social fue de tal nivel que el gasto público presupuestado en 1990 fue de 2.154,1 millones de dólares mientras que en 2000 fue de 39.728,3, ¡diecinueve veces más! Si eso no cambia una sociedad, ¿qué es "cambiar"? (Ver página 118.)

Lo que representó la Constitución de 1991 fue la prueba del éxito del voluntarismo constitucional y el poder ilimitado del derecho como herramienta de cambio social. La mentira indecente de Gaviria tiene que ver con su papel de figura del medio favorecido por esos cambios. Sencillamente finge tomarse en serio que se pretendía reducir la desigualdad. No hay otro nombre para eso que MALA FE.
Como lo señaló hace un tiempo el economista colombiano Eduardo Lora, la inspiración primordial de la Constitución de 1991 fue “la búsqueda de la inclusión política y social, y la reducción de las grandes disparidades e injusticias mediante la adopción de un Estado Social de Derecho”. La Constitución de 1991 consagró una serie de derechos sociales, creó un mecanismo expedito para su protección, priorizó el gasto social y condujo, en últimas, a un aumento sustancial del tamaño del Estado. Pero el avance social fue inferior al presupuestado (en un doble sentido). El Estado Social de Derecho ha tenido más efectos simbólicos que reales. Cambió el discurso pero no la realidad.
La inspiración primordial de la Constitución de 1991 fue prohibir la extradición de colombianos, para lo que ese cambio en un articulito se disfrazó de revolución. Lo explica claramente alias Popeye en los minutos 22-26 de este video.


Se repite la misma mentira del primer párrafo. ¿Cómo no va a cambiar la realidad si el gasto público se dispara en una década? Los "derechos sociales" y el mecanismo expedito para protegerlos fueron los mecanismos por los cuales cambió la realidad. Un cambio profundo, drástico, inconmensurable. La acción de tutela es la abolición del derecho, toda vez que la autoridad concreta prescinde de las normas y de los contratos y decide el destino de los recursos comunes. El gasto social que se "priorizó" significó la multiplicación de los ingresos de la burocracia, es decir, de los estudiantes de 1990, que accedieron a privilegios inenarrables gracias a la enorme conquista social de Pablo Escobar (el propio Gaviria reconocía en otra ocasión que la mitad de los empleados públicos están en el primer decil de ingresos; la otra mitad son los policías, los soldados, las señoras que limpian y sirven tintos, etc.). El resultado fue que el índice Gini, que mide la desigualdad, pasó del 51,3 en 1991 a 60,7 en 2002, dato que previsiblemente no le parece a Gaviria digno de mención.

La perversidad de esa mentira ("no cambió la realidad") resulta mucho más evidente prestando atención al párrafo siguiente:
Durante los últimos veinte años los avances en educación y salud fueron notables. Pero el progreso social pareció perder dinamismo desde comienzos de los años noventa. El porcentaje de la población con Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI) disminuyó más lentamente durante los últimos veinte años que en las décadas precedentes. Las coberturas de servicios públicos, en agua potable y alcantarillado en particular, dejaron de crecer. Más preocupante aún, el desempleo y la informalidad laboral aumentaron de manera significativa, se convirtieron en una realidad inescapable, trágica para la mayoría de los colombianos sin educación universitaria. En síntesis, la exclusión económica pudo mucho más que la inclusión social promovida por la Constitución de 1991.
¿Se entiende? Las necesidades de la mayoría de la gente se satisficieron más lentamente que en las décadas anteriores a pesar de la expansión increíble del gasto público mientras que las oportunidades de empleo se redujeron. ¿Cómo es que no cambió nada?

Valga decir (y es muy curioso porque todo lo que pasa en Colombia es eso, que nadie pretende hacer frente a la verdad), ¿qué significa una expansión del gasto público y una creación de derechos que sólo produce menos oportunidades para los de abajo y en realidad mucha mayor exclusión? Si los colombianos no fueran un tipo de criaturas que imitan a la humanidad sin llegar a asemejársele no habría ninguna necesidad de señalar la mala fe del personaje. ¿Cuál es la exclusión económica que puede más que la inclusión? Siempre sirve el ejemplo que puse antes de Garavito. Todo es claro, manifiesto: los universitarios promueven unos cambios que les generan privilegios e ingresos altísimos respecto de los demás al tiempo que se multiplica la tributación sobre los sectores productivos, que es lo que genera exclusión: la inclusión que predica el engendro del M-19 y Pablo Escobar es mucho más absurda y falsa que las golosinas que prometería el sociópata.
Las grandes disparidades sociales tampoco disminuyeron. Todo lo contrario. La desigualdad del ingreso aumentó, primero rápidamente y después a un ritmo menor. Los indicadores actuales de concentración del ingreso son los mayores de los últimos 50 años. Resulta paradójico que, precisamente en el vigésimo aniversario de la promulgación de la Constitución de 1991, Colombia haya pasado a ser el país más desigual de América Latina. Al fin y al cabo el Estado Social de Derecho tenía como objetivo preponderante la reducción las desigualdades sociales. Pero la realidad económica fue más fuerte que la ficción constitucional.
Parece que Gaviria creyera, aunque es la rutina de la universidad, que repetir una mentira la haría creíble. Es obvio que las disparidades sociales no disminuyen sino que aumentan porque la expansión del gasto público sólo significa la multiplicación de las rentas de los que viven del Estado, como es evidente de mil maneras, sobre todo porque nadie explica qué pasó con el dinero público tan copiosamente gastado. La afirmación de que los indicadores de concentración del ingreso son los mayores de los últimos cincuenta años es una mentira si se tiene en cuenta que se refiere a 2011 (Índice Gini en 2010, 55,9, mucho más bajo que en 2002 gracias a los gobiernos de Uribe). La frase que resalto en negrita es otra falacia brutal: la realidad económica es el efecto de la Constitución, que simplemente reforzó el orden tradicional de dominación de la minoría asociada al Estado.
Las explicaciones a la paradoja anterior abundan. Algunos culpan a las reformas liberales de los años noventa. Otros, a la corrupción y a la confusión de competencias entre el gobierno nacional y los gobiernos regionales. Otros más, a la inseguridad y la violencia. Sea cual fuere la explicación, el contraste entre las intenciones y los resultados es innegable. "No seremos los mismos”, dijo el Presidente Santos este viernes al sancionar la Ley de Víctimas en un tono reminiscente al de hace veinte años. Sin ánimo de hacer de aguafiestas, no sobra recordar la gran enseñanza de este nuevo aniversario de la Constitución de 1991: las normas por sí solas no cambian la realidad.
La idea de que hay una paradoja ya es una mentira muy cínica. Todo lo que ocurre es simple y claro: la clase burocrática ensancha su poder y sus rentas y empobrece al resto de la sociedad, en particular a los sectores productivos. Las explicaciones que menciona son las diversas mentiras que se dicen para ocultar ese hecho patente y obvio, que casualmente no se le ocurre mencionar.

Y la frase final vuelve a resumir la misma idea de antes, la misma mentira. Las normas sí cambian la realidad, lo dice él mismo cuando alude al gasto público (que al parecer ya no forma parte de la realidad). Las normas derivadas del triunfo del M-19 y Pablo Escobar sí cambiaron la realidad al punto de enriquecer de forma fascinante a los profesores universitarios (que cobran unas quince veces lo que cobra la mayoría de la gente, el salario mínimo, cosa inimaginable en cualquier país civilizado). Lo que pasa es que no cambian la realidad en el sentido que proclaman sino en el contrario, cosa que es evidente y que con la mayor deshonestidad Gaviria no percibe. No iba a echarse en contra a la clientela que podría encumbrarlo, naturalmente.

(Publicado en el blog País Bizarro el 3 de julio de 2014.)

martes, septiembre 09, 2014

¿Lloriqueamos?

Por @ruiz_senior

El triunfo de Santos genera en Colombia una situación que nadie había previsto: un triunfo en toda regla de los comunistas y sus bandas de asesinos, que ahora avanzarán "como nunca antes" en la implantación de su tiranía.

Desgraciadamente tienen el éxito asegurado porque no hay oposición. Si la hubiera las tareas que debería emprender son enormes, pero muy fáciles de definir. Voy a enumerar algunas que me parecen importantes y urgentes:

- Elaborar los argumentos para promover un proceso ante la Corte Penal Internacional por el genocidio cometido por las bandas terroristas y sus socios urbanos.

- Desarrollar en los medios de prensa y en las redes sociales del exterior una campaña prolongada de explicación sobre la verdadera naturaleza de las bandas terroristas, que permita desactivar el mito de que representan a campesinos pobres.

- Promover la denuncia internacional del carácter dictatorial y fraudulento del régimen colombiano, explicando todos sus nexos con las mafias de la cocaína, los atropellos judiciales, las doctrinas abiertamente criminales de sus funcionarios, las características del fraude electoral y demás.

- Desarrollar un programa político que conduzca a la convocatoria de una Asamblea Constituyente que corresponda a los valores de una democracia moderna y que permita reorganizar el poder judicial de modo que todos los miembros de organizaciones terroristas que ejercen de jueces y fiscales sean procesados por sus actuaciones favorables al genocidio y a la persecución de inocentes.

- Crear medios de prensa independientes que desactiven las mentiras sistemáticas de la propaganda del régimen. Las nuevas tecnologías reducen drásticamente los costos de una actividad semejante.

- Promover el procesamiento de Eduardo Montealegre ante el Consejo de Estado por muchos casos rampantes de prevaricato y participación en política. Señaladamente la negativa a tomar en cuenta los dictámenes periciales que incriminaban a Sigifredo López.

- Denunciar el caso del secuestro y asesinato de los diputados del Valle como un crimen de lesa humanidad que debe conocer la CPI.

- Denunciar ante los medios internacionales y ante la Asamblea de la ONU y el Consejo de Seguridad las actuaciones de los funcionarios de esa organización en las que se vea clara complicidad con el terrorismo, cosa que no es difícil de demostrar.

- Del mismo modo, denunciar ante todas las instancias pertinentes y ante los medios de prensa las actuaciones concretas de las ONG de Derechos Humanos en las que se detecte el afán de favorecer la actividad de los terroristas.

- Promover en las redes sociales la denuncia de las mentiras características de la propaganda del régimen y del adoctrinamiento de escuelas y universidades, de modo que los usuarios tengan oportunidad de conocer los hechos ciertos.

- Organizar por diversas vías a los activistas que rechazan la imposición de la tiranía comunista, de modo que las redes sociales, que todavía operan con alguna libertad, sirvan de contrapeso al formidable aparato de propaganda del régimen.

BUENO, nada de eso se hará porque no hay oposición sino uribismo. El uribismo no va a promover una denuncia por genocidio porque tendría que buscar el castigo de sus socios más amados, como Angelino Garzón, vicepresidente del partido de las FARC en los años ochenta y miembro del Comité Ejecutivo Central del Partido Comunista de Colombia, que era la entidad que encargaba los secuestros y masacres. O de su flamante senador Everth Bustamante, miembro de la dirección de M-19 condenado por terrorismo y determinador junto con otros asesinos de la toma del Palacio de Justicia en 1985.

El uribismo no va a denunciar el concierto para delinquir y lavar activos de La Habana porque ya ha anunciado que lo apoya y sólo espera la ocasión de ocupar un puesto en la mesa de negociación. El hecho de que su campaña electoral se centrara en la educación, ¡en la educación!, muestra la indigencia moral e intelectual de esta gente. Un payaso rústico habría tenido ideas más valerosas y reflexivas.

Tampoco va a denunciar a Montealegre ni a Sigifredo López porque los considera aliados potenciales. ¿O es que ya todos olvidaron el entusiasmo con que acogieron el nombramiento del fiscal, con el que "volvía el Derecho"? Muchos años antes, cuando era presidente de la Corte Constitucional, el prócer se había opuesto a que se obligara a los magistrados a decretar soluciones viables (por ejemplo, pagos por tutelas que se pudieran asumir y no de muchos millones de dólares), ¡porque ellos no iban a hacerse cómplices de la ineficiencia del Estado!

Yo podría explicar, respecto de cada punto de los señalados, por qué el uribismo no hará nada, pero ¿no basta que en ocho años de predominio no hiciera más que abrirle el camino a Santos y a Roy Barreras y que después se negara a hacerles oposición para no perder las clientelas que viven del erario? El uribismo sencillamente parasitó la indignación con el Caguán para que unos cuantos hicieran carrera y después le entregó todo el poder a la oligarquía.

Y uno escribe eso sabiendo que los únicos que no confían en que la solución a todos los problemas es una presidencia vitalicia del Gran Timonel son los partidarios del terrorismo. Sencillamente no se hará nada, salvo tal vez buscar votos a finales de 2015 para cobrar sueldos de concejales y alcaldes con la efigie del Gran Timonel al que una parte menguante del pueblo seguirá idolatrando. 

Eso sí, habrá mucho lloriqueo. ¿No es un componente natural de un proceso como la toma del poder por las mafias terroristas? Sí, es el fondo del decorado, como las notas bajas de una pieza musical.

Lloriqueemos, está demostrado que reconforta. Esperanza no hay, los lambones triunfaron.

(Publicado en el blog País Bizarro el 25 de junio de 2014.)

miércoles, septiembre 03, 2014

El hombre de Flores


Hace unos diez años apareció la noticia de que en la isla indonesia de Flores habían encontrado restos de una especie de homínido que apenas alcanzaba un metro de estatura. La explicación que se daba al proceso por el que esa variante de humanos adquiriera esas características era la combinación de escasez de alimento y de mínima presión de predadores que hiciera necesario un tamaño adecuado para defenderse.

En términos morales e intelectuales, el hispanoamericano ha sufrido un proceso idéntico, por los mismos motivos, una tradición de indigencia y primitivismo y una radical falta de emulación. Los racistas, previsiblemente mayoritarios en la región, atribuyen esos rasgos a la mezcla de europeos con amerindios y negros, pero en tal caso los países de predominio caucásico serían menos corruptos o menos sistemáticamente condenados al fracaso, cosa que no ocurre.

Se trata de la llegada de españoles dominados por la Iglesia que crearon sociedades de esclavitud abierta o disfrazada (encomienda) y se dedicaron a parasitarlas. El ejemplo cundió y cinco siglos después la única vocación clara de los ciudadanos de estos países es ésa.

El grado de ese enanismo del hispanoamericano es patente sobre todo en la conformidad generalizada con la situación. No recuerdo la primera queja por la ausencia de productos industriales de la región en el mercado mundial, o de inventos o descubrimientos científicos. Durante siglos se ha culpado de eso a los países que sí destacan, tal como se culpa de la pobreza a las empresas multinacionales.

Sería aventurado decir que el país en que ese rasgo es más patente es Colombia porque haría falta conocer a fondo a los demás, pero sin duda entre los países grandes es el primero, tanto por las causas (es el más aislado) como por los efectos (es el país del crimen y las mafias).

Las últimas elecciones presidenciales dejaron ver los extremos de esa condición. No tanto por las infinitas infamias de la propaganda (como la imagen del video del supuesto hacker
publicada en Semana en la que Zuluaga aparece diciendo lo contrario de lo que dijo o la encuesta de Datexco que era portada en El Tiempo, en la que se había preguntado quién creía el entrevistado que ganaría y se presentaba como intención de voto) ni por las mil maneras de fraude y compra de votos, que en todo caso alteraron la expresión de la voluntad ciudadana, cuanto por la altísima abstención. No se podía no ver que el bando de Santos era el de las FARC, pero parece que para la mayoría de los colombianos es una decisión difícil condenar a esos sociópatas.

El subhombre colombiano no distingue la verdad de la mentira ni ve ningún problema en que lo engañen, de otro modo esos medios de los ejemplos citados habrían pedido excusas o habrían perdido prestigio. El hecho de que algo sea falso o sucio lo hace más atractivo para los colombianos, como los olores que atraen a los perros. Parece que la perversidad y la bajeza anuncian ocasiones de hacer sufrir a alguien y por tanto atribuirse una condición social superior.

Y naturalmente cuando uno señala esto se encuentra en desventaja porque sin estar mintiendo se parece estúpido, cándido o infantil. Ése es el nivel, por eso es concebible una lindeza como la de interpretar el "derecho fundamental a la paz" (noción vacía de la Constitución de 1991) como el deber de premiar a los asesinos por parte precisamente del fiscal, o como la declaración del presidente del Senado de que es preferible que los asesinos estén legislando y no matando gente. El que crea que eso es compatible con la condición humana no ha entendido en qué consiste la humanización.

Una humanización deficiente comporta el reino del crimen, de la crueldad y la iniquidad. Que a eso ha llegado Colombia lo puede entender cualquiera leyendo esta noticia sobre una "tutela" aceptada por el Tribunal Administrativo de Cundinamarca para obligar a todos los futuros candidatos a premiar a las FARC. Ya no es la corrupción ni el poder de las mafias terroristas dentro del poder judicial sino abiertamente la ley al servicio del crimen, sin que ningún colombiano se inmute.

El genocidio que los comunistas llevan cometiendo más de medio siglo llegará ahora a su clímax, pues para imponerle lo que planean Santos y sus socios cubanos y venezolanos al país hace falta una posición de dominio más clara. Ya lo verán. Y sin resistencia, pues ¿hay algún sector político que cuestione la "paz"? Yo no he leído la primera noticia de ninguno.

(Publicado en el blog País Bizarro el 18 de junio de 2014.)