lunes, julio 27, 2020

La guerra cósmica: de la banda de los cuatro a los antivacunas


El desconcierto general ante la crisis causada por la COVID-19 ha dado lugar a una explosión de reacciones desmesuradas y muchas veces disparatadas por parte de gente que parecía sensata, como si el impulso para la discusión ideológica no se pudiera contener y tener que atender a la realidad fuera sólo un fastidio. Asusta la frecuencia creciente con que se describen las medidas de cuarentena como un ataque contra los derechos individuales y se propone simplemente acabar con todas las restricciones y todas las medidas de control porque, según dicen, cada uno verá si se contagia. No siempre son los mismos argumentos, pero creo que es innegable que hay mucha gente haciendo esa traducción de las medidas contra la pandemia al conflicto ideológico, bien que se vea como izquierda y derecha, bien como libertarios y socialistas, bien como patriotas y conjurados globalistas de Soros. Esa visión recuerda al profeta persa Mani (siglo III), cuyo dualismo sólo reproducía lo que ya creían siglos antes los adeptos del zoroastrismo; una guerra perpetua entre el bien y el mal de la que todo fenómeno es de alguna manera representación. Imposible no recordar ante esa paranoia a la "banda de los cuatro" que tomó el poder en China en los últimos años de vida de Mao Zedong y que previamente había lanzado una guerra ideológica contra Lin Biao y Confucio.

Ciencia y superstición
En un texto sobre Sócrates, Estanislao Zuleta explicaba el espíritu de la ciencia a partir de la idea de "no saber", si uno va donde un gran médico, éste suele no saber que tiene uno y le manda hacer un montón de análisis, pero si va al curandero de la plaza de mercado, éste siempre tiene el diagnóstico y el remedio. Por eso la tarea de Sócrates no era ser sabio sino anhelar saber, que es lo que significa filosofía. 

La ideología o prejuicio siempre tiene las respuestas antes de que se formulen las preguntas porque ve los fenómenos como meras representaciones de conflictos metafísicos, de modo que para muchos no hay que detenerse a pensar en lo que ocurre realmente con la pandemia, ya saben que los gobiernos van a aprovecharla para restringir libertades y cobrar impuestos, y que la paralización de la economía es más grave que la muerte de unos cuantos. Los penosos disparates que publicó Fernando Vallejo sobre la inmunización masiva yo los había leído antes en tuits de libertarios. Como los curanderos de Zuleta, con unas cuantas líneas que hayan leído sobre la pandemia ya resultan graduados de virólogos y epidemiólogos. Si el cierre de negocios los afecta, muchos se vuelven los más severos críticos del gobierno, por ejemplo del de Duque, al que no le reprochaban su adhesión a la paz de Santos y ni siquiera su disposición a premiar al ELN. En realidad, el gobierno sólo había estado en minoría cuando pretendió subir el IVA a los productos básicos porque esos libertarios se verían también afectados.

En otros, el resorte no es el interés personal directo sino la situación de la gente más débil, pero es curioso que cuando uno habla de las endemias colombianas, como la educación superior pública o la parafiscalidad, se nota que no les inquietan en absoluto, como si no fueran la causa de la miseria de la mayoría. Para estas almas sensitivas la situación de los "habitantes de la calle" o de los presos antes de la pandemia era tolerable.

La economía o la salud
Obviamente no merece el menor reproche el que se preocupe por la situación económica, pero el llanto y la protesta que presuponen que no se debe aplicar la cuarentena es por una parte el atrevimiento de sentar cátedra sobre lo que se desconoce y por otra la reacción más egoísta a los problemas. En el fondo lo mismo, no tratar de entender la realidad sino hacerle frente con armas de juguete. Otros ni siquiera tienen nada que decir sobre la economía sino que sufren síndrome oposicional respecto de los políticos del bando hostil, de modo que cuando un personaje como Claudia López propone mantener la cuarentena hasta que haya vacuna ellos proponen acabar ya con toda restricción y culpan de las dificultades a la conjura globalista y a veces incluso a la vanidad de la alcaldesa. El economista Juan Ramón Rallo aborda, creo yo que acertadamente, la cuestión. Recomiendo leer su artículo para no insistir en esa absurda discusión.

La biología no obedece a la ideología
Es obvio que todos los políticos de todos los partidos intentan aprovechar la pandemia en favor de sus intereses (sobre todo lo hacen cuando se quejan de que los demás lo están haciendo). De tal modo, conviene entender que a los totalitarios que mandan en países como España, México y Argentina, y en gran medida también en Colombia, les interesa el empobrecimiento y la destrucción de puestos de trabajo. Si esas sociedades valoraran el trabajo, ellos no obtendrían votos. Y nadie debe pensar que el sufrimiento de los venezolanos, por poner un caso, inquiete en absoluto a sus gobernantes, que viven rodeados de lujos y en fiestas. Ésa es la historia del comunismo, en tiempos de las más espantosas hambrunas los recursos de los Estados se dedicaban a promover revoluciones en otros países, como ocurrió con la Komintern. El comunismo en Colombia es el fruto de ese dinero sustraído a los hambrientos, no sólo a los rusos sino también a los chinos, que pagaron la creación del MOIR, tan influyente en el partido Centro Democrático. En España esperan (y lograrán) que una renta básica universal les asegure los votos de los millones de personas que se han quedado sin trabajo. La miseria resultante generará tensiones de las que saldrá vencedora la mayoría paniaguada.

Pero todo eso no quiere decir que fuera posible desistir de la cuarentena y así evitar la ruina y la destrucción de empleos. Esas bobadas sólo las dicen personas muy desinformadas en Colombia. La primera vez que se decretó el estado de alarma en España todos los partidos apoyaron las medidas de cuarentena, no había alternativa porque lo que se anunciaba era el colapso hospitalario. No hay ningún caso en el que un gobierno haya desistido de imponer medidas de restricción de la movilidad y no haya conseguido una multiplicación exponencial de los contagios y las muertes, y por tanto, también de la ruina y la destrucción de empleos. Boris Johnson pagó su comedimiento contagiándose él mismo. Y hoy el Reino Unido es el país con más muertes por COVID-19 en Europa. Lo mismo ocurre en Brasil y México, países que ahora encabezan el censo de muertes por la pandemia en Iberoamérica.

La tontería de las interpretaciones ideológicas impide plantearse respuestas reales tanto a la pandemia como a la amenaza no menos letal de expansión del poder del hampa dirigida desde La Habana. Cuando los críticos del gobierno "amigo de la paz" se dedican a clamar al cielo contra las medidas restrictivas, por una parte les dan la razón a los defensores de dicho gobierno y de la llamada izquierda, y por el otro gastan energías en algo que no conduce a nada. Si hubiera un partido que representara una verdadera alternativa, se esforzaría en proponer medidas que permitieran trabajar y a la vez proteger la salud de la gente. De eso se trata, de evaluar el riesgo de cada actividad, de cada persona, de cada espacio, de modo que esa elección absurda entre el sacrificio de unos cuantos y la continuidad de algunos negocios deje de tener sentido. Eso es posible en todas partes, si pueden abrir las tiendas de alimentación, ¿cuántos negocios no habrá en los que la exposición al contacto entre personas sea menor?

Las soluciones, tanto asistenciales como técnicas, dependen más de la eficiencia de los gobiernos y la disciplina de la gente que de la ideología. Baste pensar en China, donde, si bien es cierto que publican cifras engañosas y tapan muchos contagios y muertes, tendrían millones de muertos si no hubieran sido eficientes cerrando la provincia y la ciudad en que se detectó la infección. Si los gobernantes comunistas chinos fueran del nivel de los socialdemócratas y chavistas españoles no sólo habría una mortandad monstruosa por la pandemia sino además una hambruna generalizada, aunque ciertamente los chinos son más disciplinados que los españoles (ayer salí a pasear por Barcelona y se me ocurrió contar las personas que llevaban mascarilla, que eran la minoría a pesar de que es obligatoria).

La manía ideológica, como ya expliqué antes, hace recordar la campaña de algunos gánsters comunistas chinos contra sus rivales cuando el segundo del régimen, Lin Biao, cayó en desgracia: una querella palaciega se presenta como una guerra cósmica. Lin Biao no tenía nada que ver con Confucio, pero el adanismo de esos terroristas-propagandistas los alentaba a presentar al creador de la cultura china como un elemento caduco al que combatir para elevar de nivel la justificación de sus persecuciones. Y también recuerda a los enemigos de las vacunas, personas que reciben rumores por WhatsApp y creen que la biología molecular es algo que se entiende reduciéndolo a una cuestión de gustos personales. Encuentran público porque efectivamente la mayoría de los niños no vacunados no se contagian de las enfermedades infecciosas contra las que se aplican vacunas, pero eso ocurre precisamente gracias a que la inmensa mayoría de la población está protegida. En otra época la mortalidad por la viruela era enorme.

Lo que se haga para afrontar la pandemia y la crisis que vendrá debe ser objeto de una discusión seria, y mucho me temo que al final los criminales totalitarios sacarán provecho de ambas calamidades. Eso no se podrá impedir mientras la respuesta de quienes deberían combatirlos sean la sinofobia, las teorías de conspiración o los fanatismos ideológicos.

(Publicado en el blog País Bizarro el 23 de mayo de 2020.)

martes, julio 14, 2020

Sergio Fajardo y el milagro de las encuestas


Durante mucho tiempo me ha fascinado la carrera de Iván Duque: de ser un completo desconocido durante los gobiernos de Uribe, pasó a candidato al Senado en la lista única que encabezaba el expresidente en 2014 y de ahí a personaje intensamente promovido por los medios, como la revista Semana, elegido como mejor senador por una cámara dominada por los amigos de Santos (el ganador normalmente es Jorge Enrique Robledo) y elogiado por personajes como León Valencia, Rodrigo Uprimny y Vladdo. La manipulación de las encuestas previas a la primera vuelta de las elecciones de 2014 prueba que había un acuerdo de la mafia gobernante con Uribe y su partido para imponer a Duque como presidente y que la forma en que se consiguió fue impidiendo el paso a segunda vuelta de Sergio Fajardo.

Noté algo muy raro en las encuestas a la primera vuelta de las elecciones de 2018 y empecé a publicar en Twitter los resultados de dichas encuestas que aparecían en la Wikipedia, y pocos días después esas encuestas desaparecieron de la página. Es verdad que eso lo puede hacer cualquiera, pero ¿quién puede tener interés en tomarse ese trabajo? Afortunadamente se me ocurrió mirar la versión inglesa, donde todavía están.


La columna morada corresponde a la votación que se preveía por Petro, la azul, a la que podría alcanzar Duque según las encuestas y la que hay debajo del cuadro verde a la de Fajardo. Fíjense en que la única encuesta en la que el resultado que obtendría Fajardo se parece a lo que ocurrió el día de la elección es la de un instituto ajeno al medio colombiano. (El resultado final fue 39,14 para Duque, 25,06 para Petro y 23,73 para Fajardo.)  ¿Cuándo aciertan las encuestas en Colombia? Nunca, no porque la población sea imprevisible sino porque la mala fe reinante hace que las encuestas sólo sean propaganda. Para formarse una idea de la forma en que las encuestas se usan para influir en la elección conviene prestar atención a las que se publicaron antes del plebiscito de 2016:


No tiene sentido que todas se equivoquen tan gravemente, sencillamente, si era seguro el triunfo del sí, nadie iba a perder el tiempo votando no. Y del mismo modo, si era tan escasa la votación por Fajardo, muchos irían al "voto útil", contra Duque o contra Petro, por no hablar del aliento que tendrían los que dominan las maquinarias de compra de votos para invertir en un tipo como Petro que no pasaría a segunda vuelta.

Los votos que obtendría Fajardo en las encuestas de los medios colombianos en las últimas encuestas previas a la elección siempre anuncian más de diez puntos de diferencia respecto a lo que resultó finalmente, y en algún caso son un tercio del resultado. Como pasa siempre que se discute con colombianos, ningún argumento conmueve las certezas de nadie, pues, como decía Hannah Arendt de la época nazi, cuando es imposible negar las mentiras los que decían creerlas admiten que sabían que era mentira pero tienen algún pretexto.

De haberse aproximado las encuestas a los resultados finales, muchos votantes habrían tenido la duda de si apoyar a Petro o a Fajardo, o bien a Duque o a Fajardo, y sus posibilidades de pasar a segunda vuelta eran muy superiores. En lugar de los 15 puntos de algunas encuestas tuvo 1,33 puntos de desventaja respecto de Petro.

La cuestión es ¿qué habría pasado si Fajardo hubiera pasado a segunda vuelta contra Duque? Pues que muy probablemente habría ganado. Es más inteligente, más simpático y por entonces más conocido por la gente. De modo que favorecer a toda costa el paso a segunda vuelta de Petro era una jugada para asegurar la elección de Duque. Petro no podría ganar, si hubiera estado cerca de disputarle realmente la presidencia al inverosímil ungido de Uribe se habrían movilizado muchas fuerzas dormidas para impedirlo, mucha gente que votó por otros candidatos y después se abstuvo habría ido a votar. Pero Fajardo parecía una amenaza menor.

¿Es realmente distinto Fajardo a Petro? Yo creo que no. En la época del Caguán era o había sido alcalde de Medellín y publicó un artículo lamentando el fin del despeje, después se encontró a uno de sus funcionarios en un campamento terrorista y finalmente fue gobernador de Antioquia por el Partido Verde, que es sólo el M-19 lavado de cara y con una trayectoria bastante problemática. Fajardo forma parte de la mafia cubana exactamente igual que Petro o que otros políticos abiertamente comunistas.

Luego, ¿qué interés podría tener el clan oligárquico en impedir su triunfo? Por una parte, sería un agente nuevo con alguna autonomía, por la otra seguiría habiendo un "polo" de descontento en torno al uribismo, con el que claramente hubo acuerdos para llegar a ese resultado. El ascenso de Duque es perfecto para los planes cubanos, el acuerdo de La Habana se aplica sin cambios, las entidades surgidas de ese acuerdo, como la JEP o la Comisión de la Verdad, siguen operando sin contratiempos, la propaganda contra Uribe mantiene a los descontentos ocupados defendiendo a su líder, se reclutan muchos uribistas cuya verdadera aspiración se acaba en un puesto bien pagado (como la que elogia al padre De Roux) y se neutraliza completamente cualquier descontento. Incluso se comienza una nueva negociación de paz con el ELN, gracias a la cual todas las atrocidades de la paz de Santos quedan confirmadas y poco a poco olvidadas, tal como ocurrió antes con el M-19 y los grupos guerrilleros que negociaron la paz en los ochenta.

Es decir, Fajardo habría ganado con los votos de la "izquierda" y la gente descontenta seguiría cuestionando el acuerdo de La Habana. Con el triunfo de Duque eso desapareció, sólo algunas personas aisladas en Twitter decimos algo y nos describen como "extrema derecha" (si por algún motivo yo tuviera que tomar partido entre la izquierda y la derecha, sin duda estaría más cerca de la izquierda, palabra que siempre ha querido decir la igualdad, la libertad, la fraternidad, el respeto de los derechos humanos y del sufragio universal, sólo que en las cabezas brutales de los colombianos ya ha llegado a significar lo contrario, que es como si alguien se opusiera al amor porque entendiera que Tornillo les hacía el amor a los niños campesinos secuestrados para servir de carne de cañón). La presidencia de Duque es exactamente lo que conviene a los cubanos, a tal punto que no hay un solo periodista extranjero que no lo sitúe en las antípodas de Maduro y compañía por mucho que su gobierno no haya cambiado absolutamente nada de lo que dejó Santos.

¿Qué motivos podría tener Uribe para prestarse a una jugada parecida? Por una parte él es un político de la vieja escuela, formó parte del Poder Popular con Samper y del Senado que permitió la Constitución de 1991, incluso fue ponente de una ley que refrendaba la impunidad del M-19. Por la otra, es víctima de un acoso judicial inclemente, que incluso significó el encarcelamiento de su hermano. Uno no sabe qué pruebas pueden tener en su contra para encarcelarlo o destruir su imagen, por ejemplo por actuaciones de los años ochenta, cuando era alcalde de Medellín y director de la Aerocivil. Además, gracias a ese acuerdo sigue siendo un importante senador y un líder que influye en una parte de los nombramientos. No en los más importantes, que son para los que encarga Santos o su club mafioso, pero sí en algunos.

Y bueno, como concluyen los porteños: no es fácil responder a los porqués pero ahí están los hechos. Duque nunca lideró ningún rechazo al acuerdo de La Habana, incluso cuando ganó el no corrió a matizar ese triunfo para convertirlo en apoyo a la paz, salió de la nada, fue promovido por los amigos del narcoterrorismo y gobierna sin molestar en absoluto a los exportadores de cocaína ni al nuevo poder surgido de los acuerdos de La Habana. Incluso nombra ministras que tomaban parte en protestas contra su gobierno.

La mayor decepción no procede de los votantes uribistas cuyo conocimiento de la política es tristemente precario, ni de Uribe o Duque, que ya mostraron en los años anteriores a 2018 sus verdaderas inclinaciones, sino de las personas que mostraban oposición a Santos y su acuerdo. Hoy son perfectos socios de los terroristas y ejercen de comparsas en el show del Congreso. Desde mi punto de vista son otros criminales. Desde mi punto de vista, cualquier intento regenerador tiene que hacerse contra esa gente igual que contra los terroristas. Son socios y valedores de un gobierno criminal de guante blanco.

(Publicado en el blog País Bizarro el 12 de mayo de 2020.)