martes, agosto 18, 2009

Casi todos contentos

Resulta casi cómico encontrar tantas manifestaciones exultantes por el triunfo del candidato demócrata en EE UU la semana pasada. ¿Cuál será la magia de ese hombre que ilusiona a los más entusiastas chavistas y a muchos que aborrecen al temible líder de la izquierda iberoamericana? ¿Qué cambios de tantos que esperan unos y otros serán realidad?

En Colombia en particular se trata de explotar la afinidad entre Bush y Uribe para erosionar el prolongado éxito de nuestro presidente. El fervor de la prensa es tal que es muy raro encontrar a una sola persona que dude de que Bush es “el peor presidente de la historia estadounidense”. Con tanta autoridad de tantos columnistas, transmitida día tras día en las aulas desde la Primaria, el país cuenta ya con muchos millones de expertos en historia de Norteamérica, en geopolítica y en Irak.

De modo que la elección de Obama resulta un bálsamo para la oposición colombiana, como los asesinatos de inocentes, supuestamente a manos de militares (según un columnista de El Espectador, determinados por el gobierno) o como los escándalos de Yidis Medina o Rafael García, y tantos y tantos, con que el viejo orden intenta volver a los tiempos felices de Samper y Pastrana. Puede que la moral de la tropa, aun de la sufrida horda de niños y rústicos que hacen el trabajo sucio, se levante al ver caer al presidente estadounidense que más se comprometió con la causa del fin del terrorismo en Colombia, y que eso se tome por el anuncio de un relevo conveniente para las aspiraciones bolivarianas.

Pero sería mejor que nos detuviéramos a analizar seriamente eso. Hay colombianos que creen que Uribe es una tragedia para Colombia y que el país habría estado mejor gobernado por Horacio Serpa o por Carlos Gaviria y sus respectivos séquitos, es normal que a esas personas no les guste Bush. Pero los que no razonan así, ¿qué dirían de la afinidad de Bush y Uribe? Ahí es donde incide la propaganda de la prensa. ¿Alguien se ha detenido a evaluar realmente los ocho años de Bush? ¿Y si tenía sentido la intervención en Irak? De repente, y es un rasgo de la realidad de Colombia, los que orientan sobre política internacional a la gente, aun a la gente que se oponía al Caguán, son los mismos que iban allá a congraciarse con los guerrilleros o que desde las columnas de la prensa o desde los púlpitos universitarios promovían el premio de los crímenes. Tan poderosa es la máquina de propaganda de los medios.

La juventud de muchos lectores influye en esa percepción: ¿alguien recuerda lo que se decía de Nixon? ¿Y de Reagan? ¿Alguien cree que la situación de los iraquíes es peor que con Sadam Husein? Por desgracia, sí, casi todos los colombianos, pero eso es sólo una muestra increíble de ignorancia y frivolidad. Los chavistas no cesan en su propaganda, según la cual Bush es culpable de que Bin Laden decidiera atentar contra las Torres Gemelas, o Chávez hiciera a EE UU motivo de sus violentas diatribas.

Pero el legado de Bush será muy claro: un régimen que amenazaba a todos sus vecinos y oprimía hasta el genocidio a sus ciudadanos ha caído y la presencia militar estadounidense en la región es un hecho. Es lógico que a los aliados de Sadam (con quien Chávez se reunía) no les guste, el problema es que los demás lleguen a entender que nada era mejor en la zona antes de Bush, ni siquiera las muertes de iraquíes, cometidas mayoritariamente por los enemigos de Bush en la región con el aplauso de los antiamericanos de Europa e Iberoamérica. ¿Alguien ha pensado en lo que recibían los ciudadanos iraquíes de la renta petrolera? ¿Y en los derechos que tenían ante su gobierno? ¿Y en sus perspectivas vitales?

Los chavistas tienen motivos para odiar a Bush, del mismo modo que tienen motivos para odiar a Uribe. En 2000 los talibanes dominaban Afganistán y el islamismo tenía fuertes bases en lugares como Sudán, amén de perspectivas de servir de refuerzo al régimen iraquí. Es más o menos exactamente lo mismo que las FARC, también los amigos de las FARC en Europa, en realidad muchos millones de personas, tienen motivos para odiar a Bush, pues sin la firme colaboración de su gobierno con el colombiano, tal vez el retroceso de la banda habría sido mucho menor.

El otro pretexto del odio a Bush es la crisis económica. Al respecto también habría muchas cosas que considerar: ¿cuántas personas son más pobres hoy que en 2000? Como la economía es una cuestión sumamente compleja y no todo el mundo la entiende, menos en Colombia, donde la lectura es una herejía, todos los que habrían llevado a nuestros países a una miseria como la cubana pueden presentarse como los grandes entendidos y solucionadores de problemas. El sustento de esa falacia es la suposición de que el crecimiento económico es natural, como el de las plantas, y que cuando hay una crisis es porque alguien estuvo maquinando para crearla. Puede que haya habido errores de exceso de confianza, pero no hay muchos expertos que aseguren que con otras políticas u otro gobierno habría habido tasas similares de crecimiento sin crisis.

Al igual que con la política internacional uno se encuentra con un problema muy serio, que es el déficit de racionalidad de los colombianos: se trata de mentes supersticiosas que ni se dan cuenta de que los imbuyen de supuestos absurdos según la conveniencia de quienes los dominan. ¿Cómo explicarles que es por no ser así, por no creer a quienes predican la típica retórica predominante en Colombia, por lo que los estadounidenses y europeos tienen ingresos de promedio unas diez veces superiores a las de los colombianos? La conciencia de los colombianos sobre el mundo parece descansar sobre la idea de que la gente de esos países es más rica por un capricho divino, o por el saqueo de nuestras riquezas naturales (discurso que sigue siendo la doctrina oficial de las “universidades” colombianas).

El nuevo presidente estadounidense es un enigma para la mayoría, aunque su actitud sobre el TLC con Colombia muestra a un cínico bastante desenvuelto. Se puede suponer que atenderá a los expertos tanto en temas de seguridad como de economía, pero también que buscará asegurarse los votos para un segundo período premiando a las minorías específicas que lo apoyan, por ejemplo, gente pobre a la que podría ofrecer asistencia, o trabajadores sin mucha calificación preocupados por la competencia extranjera. También es posible que intente resultar tolerable para las bases republicanas, o que busque a toda costa el enfrentamiento para deslegitimar a la oposición.

Esto último es lo que creo que hará. Su éxito político no está basado en grandes ideas sino en la seducción de la oratoria y en eslóganes perfectamente idiotas como “la audacia de la esperanza”. Hay un precedente de un político de ese estilo: el líder del PSOE español José Luis Rodríguez Zapatero. Aliado con los separatistas catalanes y con los nacionalistas vascos, aun favoreciendo la presencia de los aliados de ETA en las instituciones, consiguió conservar una mayoría con la cual ganar las elecciones este año.

Y previendo que será así, que Obama buscará la adhesión de los proteccionistas, el TLC con Colombia puede considerarse aplazado por mucho tiempo, y también es probable que el Plan Colombia termine. Más aún: todos los enemigos de EE UU buscan desde ahora “medirle el aceite” al nuevo mandatario, y por eso Chávez anuncia que pondrá bases en el Zulia, los rusos que reforzarán el poder intimidatorio de su territorio en la antigua Prusia Oriental y los islamistas buscan agravar las tensiones en Afganistán. Lo más probable es que las FARC estén pendientes de un atentado de gran impacto, de algún magnicidio o algo así para que todos recuerden que ahí está “el conflicto” colombiano, seguros de que los propagandistas conseguirán que se atribuya al gobierno.

Y no sería nada raro que Obama buscara entenderse con ellos. Sólo es que la memoria de los colombianos es breve y ya nadie recuerda las reuniones de los representantes de Clinton con los de las FARC en Costa Rica, ni las menciones a congresistas demócratas en el computador de Raúl Reyes. Sencillamente, para Obama es más importante el apoyo de los admiradores de Sean Penn o de Oliver Stone que el de los que se preocupan por las víctimas del terrorismo en Colombia, siempre menos gente y menos organizada y activa. También para Zapatero los orgasmos del secretario de Movimientos Sociales de su partido fueron una formidable fuente de votos.

Pero eso suena a ganas de aguar la fiesta, ahora que casi todos estaban tan contentos y de acuerdo. Es que si los habituales propagandistas de las FARC están encantados con Obama alguna razón tendrán. Digo yo. Y la responsabilidad vuelve a estar donde siempre ha estado, en la cabeza de cada persona, pues de todos modos los chavistas no llegarán muy lejos, ni siquiera aliados con Obama, si la gente resiste a las embestidas de la propaganda y del terror, que siempre son complementarias.

Y mal haría el gobierno en no contar con esa posibilidad y en buscar a toda costa complacer al nuevo gobierno estadounidense: lo más probable es que los demócratas busquen el fin del uribismo y un gobierno que agrade a sus bases.
(Publicado en el blog Atrabilioso el 12 de noviembre de 2008.)