miércoles, junio 27, 2012

El guía en su atolladero

Cesarismo
La actitud de la inmensa mayoría de los partidarios del expresidente Uribe prácticamente basta para explicar todas las actuales desgracias de Colombia: raro, muy raro es el que no supone que la solución única, y hasta suficiente, para las dificultades del país es que Uribe vuelva a la presidencia. Aún más raro es el que supone que la realidad actual puede ser el fruto de errores del expresidente. Imposible: en 2010 el legislativo elegido estaba formado por los mejores, el partido formado por los herederos de Uribe era casi perfecto, nadie conocía la trayectoria de Santos ni sus inclinaciones y las ocurrencias geniales del segundo gobierno de Uribe, como la segunda reelección (tras dos años de silencio del presidente) o el "Estado de Opinión", ¡fase superior del Estado de Derecho! sólo fallaron por la maldad de los malos que no permitieron al líder de la nación presentarse de nuevo.

Digo que eso basta para explicar las desgracias del país porque en el otro lado, en el del vasto contubernio de Santos con Gaviria, Samper y Pastrana (todos dedicados hoy por hoy a complacer a Chávez, a justificar con el mayor descaro posible el premio de los crímenes de las FARC y a alentar las infamias judiciales, a veces añadiendo penosas protestas y bravuconadas que sólo sirven para demostrar su compromiso con los terroristas) sólo hay reos de traición a la patria, por mucho que tengan todo el poder y una hegemonía casi absoluta en los medios de comunicación. ¿Qué se puede esperar que pase si los contradictores de un régimen criminal sólo proponen remedios brutales e ineficaces? Suponiendo que los partidarios de Uribe, o al menos quienes condenan los crímenes terroristas y su complemento judicial y periodístico en forma de persecución, que moralmente no es menos atroz que los cilindrazos y minas, fueran la esperanza de redención, ¡qué tristeza da comprobar en qué creen y cómo esperan hacer frente a la inevitable hecatombe del ascenso terrorista y el retorno de las peores épocas!

Es curioso que Colombia a lo largo de su historia se haya resistido a ese odioso endemismo hispánico del "hombre fuerte", que se encuentra por todas partes en los demás países de la región y que en gran medida es continuación de una vieja tradición de la España árabe. Uno puede malgastar su vida explicándoles a los uribistas que los países desarrollados lo son porque aceptaron vivir bajo instituciones democráticas como los partidos políticos y los límites al poder personal del soberano. Ni hablar de tantas cosas que el gobierno de Uribe podría haber hecho para modernizar el país y que no hizo, en buena medida por las necesidades de "gobernabilidad" pero sobre todo por el afán de buscar apoyos para las sucesivas reelecciones. El mismo Santos cohesionó a los viejos clientelistas "liberales", los antiguos "lentejos" que acompañaron a Pastrana, como base legislativa de Uribe gracias a la necesidad de apoyos para la reelección de 2006, para la que también fue necesario complacer a los gremios que se oponían al TLC complicando la negociación hasta que un triunfo demócrata ese año la archivó por un lustro.

Lo mismo se puede decir de muchas otras cosas: la educación superior pública siguió siendo el viejo adoctrinadero de sociópatas que es desde hace medio siglo, el poder judicial siguió en manos de los herederos de Carlos Gaviria y Alfredo Beltrán sin que se pensara siquiera de lejos en cambiar el orden impuesto por los carros bomba de Escobar, salvo en lo que concernía a los puestos del presidente y sus allegados, los partidos siguieron siendo las viejas máquinas de favores y prebendas y en cuanto tuvieron ocasión se inclinaron de nuevo por la negociación con los terroristas... La perfección con que sueñan los uribistas es un infierno bastante parecido al actual, que a fin de cuentas surgió del uribismo.

Improvisación
La historia de Colombia en las últimas décadas se podría resumir como el afianzamiento de un viejo clan oligárquico que a punta de violencia, propaganda y clientelismo se apropió de todos los resortes del Estado: el de los herederos de la República Liberal. En las décadas anteriores la gente los reconocía y se rebelaba cada cierto tiempo contra ese poder inicuo. Eso era el gaitanismo, basado en la adhesión al demagogo inspirado que prometía sacarlos del poder y que se encontró su balazo como todos los que los amenazan. Eso mismo fue la Anapo, basada de nuevo en la ilusión de un caudillo ajeno a esa oligarquía y más afín al pueblo. A la Anapo le inventaron una guerrilla formada por antiguos miembros de las FARC controlados por Daniel Samper Pizano y Enrique Santos Calderón que gritaban "Con el pueblo, con las armas, con María Eugenia al poder" y que aparecieron oportunamente un par de meses antes de las elecciones en que la Anapo podría haber vencido a López Michelsen.

Ese statu quo siempre ha vivido de alianzas con los comunistas, muy probablemente para el bogotazo (a fin de cuentas ocurrió contra el gobierno godo, que podría haberse perpetuado a punta de clientelismo, como había durado 16 años la República Liberal), después con las guerrillas "liberales", aun con las alianzas del MRL con el Partido Comunista, y después con la creación del M-19, hasta llegar a la actual campaña de propaganda por la negociación. Pero en contra nunca ha habido ningún proyecto que no fuera la nostalgia goda o la improvisación.

El liderazgo de Uribe surgió como respuesta improvisada al desastre del gobierno de Pastrana y su alianza con las FARC (ojalá no salgan ahora a negarla quienes la negaban antes, porque ya el inepto expresidente prácticamente la reconoce). No era la expresión de ningún partido arraigado en la sociedad ni de ninguna corriente de opinión clara. Uribe no sólo había estado siempre con el gobierno de Samper sino que incluso había sido el promotor del reindulto al M-19. Su elección fue más bien una opción desesperada de mucha gente que no veía otra solución que una intervención estadounidense, un golpe militar o el ascenso de Castaño. La imagen que vendía antes de 2002 sólo era la de la "mano dura" y eso bastó para que la gente lo escogiera.

Su primer gobierno fue casi de ensueño, dada la desesperanza que cundía antes. Pero ¿cuál era el proyecto de país que concebía? Uno en el que él era el presidente y acordaba con distintos partidos parlamentarios las leyes. Sencillamente la continuación de las prácticas clientelistas de antes, cosa que se evidenció con los escándalos de la aprobación de la reelección en 2005 (ciertamente la "yidispolítica" es persecución prevaricadora, pero sólo porque el clientelismo no es delito, y si lo fuera todos los que han estado en el poder deberían ir a la cárcel).

De modo que ante un éxito rotundo e inesperado, no sólo en cifras económicas sino también en popularidad, Uribe no encuentra otra solución para su sucesión que buscar ser reelegido, remedio improvisado que complace a todos los que disfrutan a su lado de las "mieles del poder". El precio, como ya he señalado, era la alianza con Santos y muchos políticos de ese estilo. Pero después del triunfo la visión de corto plazo sigue imperando: no se llega a concebir una organización política que no esté sometida a las agendas de personajes como Santos sino que al cabo de un tiempo no hay, a pesar de los éxitos y la popularidad, ninguna idea de lo que ocurrirá al acabarse la legislatura. Los "porfiristas"
(para recordar al mexicano Porfirio Díaz, un gobernante que se quedó varias décadas convocando elecciones, aunque otros como Stroessner también lo hacían, y que terminó llevando a México a la revolución de 1910) creen que la urgencia de la situación amerita cambiar las leyes cada vez que hace falta, siendo que esa urgencia y la misma "hecatombe" la provoca esa misma determinación predemocrática de imponer una autocracia plebiscitaria.

Aparte de la torpeza de esos inventos del segundo gobierno, y de la candidez de esperar que la Corte Constitucional desaprovechara la ocasión de acabar con el uribismo, por no mencionar las presiones que los mentores de los magistrados harían, llaman la atención las muestras de improvisación increíble: cuando estalló el escándalo del AIS en lugar de defender a Arias intentaron impedir que salpicara al presidente, pues todavía tenían esperanzas del referendo, para el que no había tiempo, y cuando vieron que no había remedio volvieron a esperar que Arias fuera candidato conservador leal y le ganara a Santos. La derrota del joven uribista en la consulta conservadora le abrió el camino a Santos, al que entonces apoyaron.

La agenda de Santos se evidenció desde el principio, desde antes de la posesión, pero el juego de Uribe desde entonces es otra muestra de ese cortoplacismo y esa falta de visión de que he hablado hasta ahora: frente a la persecución inmisericorde del gobierno, a su alianza con Chávez, con los hampones de las cortes, con los sicarios morales más desvergonzados, como Coronell, con los expresidentes que lo presionaban para que le despejara Pradera y Florida a las FARC, etc., Uribe no es de ninguna manera un opositor a Santos sino una especie de consejero descontento. ¿La razón? No ha entendido que el Partido de la U obedece a quien tiene el botín, y quien tiene el botín anda dedicado a destruir todo rastro que haya de uribismo. O si lo ha entendido no quiere aceptar que eso no va a cambiar. Al parecer aún confía que su "gancho" electoral podría hacerlo imprescindible como apoyo en 2014, o que esos congresistas podrían ayudarlo a buscar otra reelección.

Las elecciones de octubre de 2011 evidenciaron el retroceso fatal del uribismo: pese al prestigio y atractivo propios y al apoyo de Uribe, Enrique Peñalosa quedó muy por detrás del candidato de Santos. La maniobra del régimen de lanzar varios candidatos copiosamente financiados, cuya única tarea era distraer votos, no fue denunciada en ningún momento por el expresidente, que no vaciló en acompañar a personajes como Luis Eduardo Garzón, el antiguo dirigente del Partido Comunista que recientemente amenazaba con un millón de muertos, o a Armando Benedetti, el "uribista" que acusaba veladamente a Uribe de la bomba de Caracol y elogiaba a Chávez. Es el fruto de una política que desorienta por completo al votante, pues aparte de una minoría que presta atención a las intrigas políticas la gente no entiende que el gobierno y el principal partido están dedicados a perseguir al gobierno anterior. ¿Cómo lo va a entender si a fin de cuentas se veía a Uribe participando en la campaña del hijo de Roy Barreras en Cali?

Perspectivas
Como anunciamos repetidamente desde la posesión de Santos, la situación del Estado dentro del "conflicto" ha empeorado muchísimo y empeorará muchísimo más en los próximos meses, cosa bastante fácil de imaginarse dado que el gobierno favorece la extorsión en las zonas fronterizas y alienta a las FARC a controlar territorios, traficar con cocaína y cometer todos sus crímenes con la zanahoria de la negociación. Al mismo tiempo, el aumento de los ingresos asegura a Santos la lealtad de todas las clientelas. La perspectiva para 2014 es que Santos podrá presentarse a la reelección y ganar, o buscar metas más dignas de un estadista como él, dejando un heredero que también ganaría seguro.

El propio silencio del señor Uribe al respecto, idéntico al que observó entre 2007 y 2009, hace pensar que espera de algún modo volver a ser candidato, si no en 2014 sí en 2018. La reciente propuesta de Luis Carlos Restrepo de oponerse a la reelección de Santos y convocar una Constituyente fue rechazada por Óscar Iván Zuluaga, un político considerado muy próximo a Uribe: puede que la consigna para 2014 sea "Si no es Juan Manuel Santos es Uribe".

La realidad es que la orgía de masacres que se avecina conducirá a un acuerdo de Santos con las bandas terroristas, acuerdo que en gran medida ya opera (basta recordar el papel de Baltasar Garzón y la secretaria de Unasur en la búsqueda de una negociación pública, porque en secreto ya se da, con las FARC). Eso, sumado al control casi absoluto de la prensa, a la adhesión del poder judicial, ya cooptado por los terroristas, y sobre todo al peso del Estado y sus rentas mineras en la economía hará que la democracia colombiana expire del todo, y por mucho tiempo. El uribismo, la suposición de que no había alternativa a seguir al guía infalible que le abrió el camino a Santos y se mantuvo leal al Partido de la U y al Conservador aun después de la peor persecución, será una de las principales causas.

Explicar a los colombianos que las instituciones en cierta medida son tecnologías es una labor imposible: como esos ancianos que se resisten a admitir que podrían aprender a usar un PC, se obstinan en proclamar que las ruedas en el país pueden ser triangulares, que no hace falta tener leyes claras y correctas ni partidos cuyos militantes se sientan identificados con idearios o proyectos, sino sólo confiar en el hombre providencial que de tanta perfección gobernó los últimos años teniendo como principal ministro al señor que acordó una Constituyente no elegida con las FARC.

Una resistencia de ese tipo es la que necesita Santos para alcanzar la reconciliación y meter a las FARC en la Unidad Nacional para que su clan siga siendo dueño absoluto del país en el siglo XXI como lo fue en el siglo XX. ¡Hasta demócratas parecen! Sobre todo porque sus adversarios, que por lo demás son en gran medida personas que aspiran a las mieles burocráticas y se han visto desplazadas por los nuevos mejores amigos de Santos, no es que tengan mucho apego a la democracia.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 22 de febrero de 2012.)