martes, enero 05, 2010

De Cuervo a Thomas

A raíz de la polémica generada por la norma aprobada por el Concejo de Bogotá de obligar a usar el "lenguaje incluyente" en los textos de la administración capitalina, la profesora Florence Thomas publicó en El Tiempo una columna titulada "La caverna de Rufino Cuervo". Creo que sin darse cuenta la señora Thomas abrió un camino para enriquecer la discusión de un modo que puede resultarle poco grato.

Rufino José Cuervo
No existe ninguna materia científica, por especializada que sea, en la que una de las primeras figuras sea un colombiano, salvo la Filología Española. En ella Cuervo resplandece muy por encima de cualquier argentino o mexicano, por mencionar dos países cuyos ciudadanos figuran por delante de los colombianos en las demás ciencias. El ataque de la señora Thomas es muy sintomático, no sólo de su ignorancia de la historia colombiana (atribuye al filólogo el nombre de su padre), sino del tipo de prejuicio sobre el lenguaje y de afán renovador a toda costa que define su posición. Pero antes de extenderse sobre esto conviene detenerse en el contexto en que reina la citada profesora.

Castas guerreras y sacerdotales
Por lo general los iberoamericanos nos sentimos excepcionales en el mundo: somos el producto de una conquista brutal y de la posterior colonización de gente llegada de lejos. En realidad ése es un proceso casi rutinario en la historia. En el caso de India los conquistadores indoeuropeos compartimentaron la sociedad y se atribuyeron a sí mismos el papel de mando: ellos y sus descendientes. Son los "colores" superiores de la sociedad india tradicional, los guerreros y sacerdotes. El mismo fenómeno se puede observar en muchos sitios. A medida que pasa el tiempo y que los pueblos sometidos asimilan el nuevo orden, la casta sacerdotal expande su poder y su número a costa de la casta guerrera. Eso mismo ocurrió en Colombia con los criollos en el periodo colonial, y en gran medida el "conflicto" con los comunistas, al igual que en toda Hispanoamérica, es la resistencia de esos privilegios atávicos.

Patrimonialismo
La casta sacerdotal amplía sus funciones a medida que la sociedad se diversifica y el Estado crece. Dentro de ella cabe en últimas la burocracia, o al menos sus elites. En Hispanoamérica ese poder perpetuado se caracteriza aún por el patrimonialismo (o enajenación de los bienes públicos por parte de los que ejercen el poder). En el periodo colonial era legal enriquecerse en el ejercicio de un cargo público, y después el Estado siguió siendo el gran proveedor de recursos para los miembros de los grupos de poder y sus descendientes. Hasta mediados del siglo XX la Iglesia y el Ejército eran los principales surtidores que proveían esas rentas, pero desde entonces han ido aumentando los empleos en otras entidades estatales: los organismos de control, los que proveen felicidad a la población, la universidad, obviamente...

Trotskismo

¿Se entenderá que en Colombia tradicionalmente ciertas personas tienen asegurados puestos de mando en la función pública desde que nacen? No, no sólo los políticos de las diez familias principales sino muchos otros. Si no fuera posible proveerlos entre los que hay, se crearían los cargos, como ocurre con infinidad de organismos. Esas personas sagradas se forman en los mismos colegios y mantienen una notoria cohesión de grupo desde la infancia. En la universidad se integran en alguna hermandad más o menos vedada a los demás, que en el siglo XIX era la masonería y desde la época de la Revolución cubana son las sectas totalitarias. En los años setenta, la época en que Florence Thomas empezó a destacar en el medio colombiano, la moda que agrupaba a los cachorros de burócratas de alto nivel, al menos en Bogotá, era el trotskismo. Casi que todo está expresado en esa elección: nada de arriesgarse en aventuras armadas, nada de hacerse responsable de monstruosidades, ninguna relación con indigenistas y demás descastados: un ideal de comunismo elegante e inédito, un poco afrancesado y muy respetable intelectualmente (en Colombia, claro), y para completar el retrato una estética (barbas y bigotes muy cuidados y gafas redondas) que recordaba la época de Rufino José Cuervo. No se podía pedir más.

Mayo del 68
Desde el fin de la segunda guerra mundial Francia experimentó la hegemonía cultural del socialismo, con diversas variantes. Las más revolucionarias afloraron en la revuelta de mayo de 1968, y su influjo en Hispanoamérica, todavía a la moda de París, fue enorme. Esas corrientes, cuyo común denominador es el afán de destruir la democracia formal, son lo que anima el activismo de la profesora francesa, sobre todo en la medida en que también coinciden con la aspiración de las camarillas de revolucionarios de clase alta que a un tiempo temen a una sociedad igualitaria como resultado de la globalización y aspiran a ascender socialmente desplazando a la cúspide del poder (las pocas familias que suelen dominar la política nacional). Ella es la abanderada de ese proyecto revolucionario y ése es todo el sentido de su feminismo. En una página hagiográfica se lee sobre ella:

Thomas había llegado a Colombia en 1967 en compañía de Manuel Morales, un colombiano del cual se enamoró en París, padre de sus dos hijos: Nicolás y Patrick. Florence quedó encantada con el país, sus gentes, con el níspero, el lulo y los encapuchados de la UN, a los que conoció en calidad de docente extranjera cuando irrumpían, con pasión juvenil, a sus clases de Psicología Social para difundir consignas sobre un mundo más igualitario.

Me equivoqué: los asesinos emcapuchados no temen ni resisten un mundo más igualitario, sino que lo buscan. Una vez graduados, esos igualitaristas se integraron en los sindicatos de empresas públicas y se pensionaron antes de los 45 años con el ingreso de varias decenas de personas. No, no habían renunciado a un mundo igualitario, lo habían hecho más igualitario para los demás, pues la mayor parte de la renta minera del país se la repartían (y aún se la reparten) entre ellos como premio a su lealtad a las bandas terroristas y a los ideales de Florence Thomas.

Feminismo
Antes de seguir con las ideas de Florence Thomas conviene detenerse un poco en esta noción. Antes de 1968 no había claras conexiones entre izquierda y feminismo, y ni siquiera el reclamo por el derecho a votar interesaba mucho a los comunistas. Fue a partir de entonces cuando descubrieron el filón de los particularismos: raciales, "de género", nacionales, religiosos, regionales, ecologistas, de modos de vida alternativos, de orientación sexual, etc. El motivo de esa variación es que definitivamente el gran sujeto del cambio histórico, la clase obrera, se había desdibujado. En política no llega al poder quien no consiga armar mayorías. Si se piensa que las mujeres son la mitad de la población, quien consiga trasladar el mito de la explotación a las mujeres (como parte de un orden superable por el socialismo) ya tendría audiencia en la mitad de la población del mundo. Pero el feminismo que no era pretexto de los totalitarios tenía mucho sentido en las sociedades avanzadas y sigue teniéndolo en Colombia: no habría por qué reprobar a ningún movimiento político con agenda femenina. Es que el de Florence Thomas y los trotskistas o ex trotskistas de la Universidad Nacional sólo es el totalitarismo. Por eso todos son miembros de "Colombianos y colombianas por la paz".

Heroína civilizadora
La señora Thomas se concibe a sí misma como una heroína civilizadora que llega con una graciosa novedad a una región atrasada y miserable, en la que la gente todavía no ha aprendido a ser como ella. Como ocurre con tantos europeos en Colombia, automáticamente encuentra la adhesión de la mayoría de la gente, pues del orden de castas antiguo viene esa sumisión servil ante la gente blanca y europea, con frecuencia mezclada con un enorme resentimiento, que se atenúa si la persona permite al lagarto integrarse en su medio. Todo eso es muy interesante, porque una persona como ella difícilmente tendría algún liderazgo en su país y el hecho de tenerlo en Colombia le hace particularmente agradable la vida. En cuanto europea útil a los igualitarios que se ganan por explicar sus opiniones políticas al menos diez veces el sueldo de la gente que se desloma trabajando, la señora Thomas resulta rápidamente integrada en la elite de la sociedad.

Ingeniería social
Pero esa labor de la señora, de repente encumbrada por su afinidad con los totalitarios, sólo puede ser concebida por una parte como ingeniería social y por la otra como parasitismo. La tarea de corrupción del lenguaje que emprende (siguiendo una aburrida rutina europea, hoy en desuso salvo entre la izquierda radical y en el gobierno español) alrededor del "género" (la Universidad Nacional tiene una Escuela de Estudios de Género, en la que la señora Thomas y sus subalternos o sucesores adoctrinan a la gente para que piense que el sexo con el que nace es una idea que le imbuyeron y que en realidad su "género" es el que escoja) sólo tiene sentido como aguijón del resentimiento. En eso se gastan los recursos de los colombianos. Lo interesante de la ingeniería social de los totalitarios es que con la supuesta intención de proteger a la gente lo que se hace es someterla. No otra cosa son los fabulosos programas de salud y educación de la satrapía cubana, respecto de la cual una ex trotskista conspicua, Laura Restrepo, declaraba sin rubor: "Es lo que queremos".

Filología
Los estudios lingüísticos, incluida la gramática, tienen por objeto conocer las estructuras del lenguaje. Cuando se trata de la gramática normativa tienden a proponerse formas de hablar o de escribir que se consideran más correctas. Esto corresponde a la eficacia de la expresión, a la claridad del mensaje y a la precisión de su sentido. Cuando a Florence Thomas, portavoz de los aprendices de brujo subvencionados que reinan en la Universidad Nacional, le parece que el mundo de Cuervo es "la caverna" está aludiendo a esta noción. La suya es la de la imposición burocrática, cosa que nadie podrá negar en el caso del "lenguaje incluyente" del consistorio bogotano. A ellos no les interesa conocer el lenguaje, sino crearlo según sus aspiraciones de dominio, un poco como cuando Chávez ordena adelantar media hora los relojes. En ese contraste entre el mundo de Orwell y el de la más alta ciencia que ha habido en Colombia se expresan claramente las motivaciones "feministas" de Florence Thomas y sus "intelectuales" barbilindos. La corrupción del lenguaje contra la ciencia del lenguaje.

Obreros y mujeres

En Colombia hay un machismo odioso y opresivo, que es como decir que hay desigualdades económicas. Lo que pasa es que los totalitarios como defensores de las mujeres son sólo un ejemplo de cinismo: el feminismo de Florence Thomas ha aportado tanto a las mujeres colombianas como el sindicalismo de la CUT a los obreros colombianos. Ha sido un pretexto eficaz para que los de siempre obtengan sueldos multimillonarios (por ejemplo, cuando Luis Eduardo Garzón presidía la CUT, en los noventa, se ganaba diez millones de pesos mensuales, lo cual equivalía a más de cuarenta salarios mínimos, cantidad que ningún funcionario del Estado se gana en ningún país europeo) y los demás sigan en la miseria. Si algo ayudaría a redimir a las colombianas sería ante todo el crecimiento económico y el imperio de la ley, pues la pobreza y la inseguridad son sus principales problemas. Lo que pasa es que prósperas y seguras no habrá modo de que obedezcan a Florence Thomas y sus sueños "emancipadores". De quien más urge emanciparse es de esas personas, sobre todo por el robo infame que cometen contra los colombianos (y colombianas) cobrando sueldos fabulosos por adoctrinarlos y someterlos.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 1º de julio de 2009)