miércoles, marzo 07, 2012

El cuarto de hora del hampón hediondo



Ya es un lugar común que la forma correcta de hacer carrera política en Colombia es matar y secuestrar gente, cosa que se demuestra sin cesar: el probable alcalde de Bogotá, Gustavo Petro; el gobernador de Nariño, Antonio Navarro; el "politólogo" León Valencia, etc. Tal vez el caso extremo sea el actual vicepresidente, Angelino Garzón, elegido por los votos de gente que pretendía oponerse al comunismo y a sus bandas armadas, y que al parecer cuenta con el respaldo del ex presidente Uribe.

Ese respaldo es la principal causa de que a un personaje con su trayectoria se lo haya elegido para un cargo potencialmente tan significativo. ¿Nadie recuerda que en una reunión con Pastrana Chávez llevó a un miembro de las FARC? ¿Qué pasaría si a Santos le ocurriera algo?

Es decir, la confianza en Uribe no sólo determinó que saliera elegido un personaje como Juan Manuel Santos, decidido a aliarse con los terroristas a un nivel al que no llegaron mientras gobernaban ninguno de los mandatarios de los noventa, sino que la presidencia podría terminar en manos del antiguo vicepresidente de la Unión Patriótica y compañero de Raúl Reyes en el Comité Central del Partido Comunista.

Bah, es aún peor: la supuesta rebelión contra Santos del vicepresidente generó entusiasmo en muchos uribistas, que todavía no ven problema en que el vicepresidente tenga agenda propia y se dedique a promover una futura candidatura presidencial, por no hablar de las tramas burocráticas que anima. De hecho, en el blog de Alejandro Gaviria leí esto:

Conviene prestar atención a las últimas lindezas del personaje. La primera es la protesta por el cambio en los criterios con que define la "pobreza" el Departamento Nacional de Planeación. Es algo importantísimo porque permite ver los mecanismos de la demagogia. ¿Por qué no se va a evaluar la pobreza con los mismos criterios que en los demás países? Por una parte, hay una formidable tendencia a exagerar la pobreza colombiana porque así los ricos burócratas que viven de remediarla mendigando en organismos internacionales tienen más "argumentos", como llagas o recién nacidos que explotar. Por la otra, los diversos parásitos que viven de denunciarla pueden explotar mejor la indignación.

¿Qué hace el vicepresidente en esa "defensa" de los pobres? Obviamente, figurar y hacer campaña con base en una falacia repugnante. ¿Alguien pretendía que cambiando los criterios de evaluación se reducía la pobreza? No, el problema lo empezaron los críticos y rebeldes, encabezados por el mandatario. ¿Tienen esas protestas algún impacto sobre la pobreza, mejoran en algo la situación de algún pobre? Puede que sí, según la posibilidad de que gracias a las gestiones del vicepresidente o de alguien próximo a él consiga puesto.

No está de más señalar que la principal causa de la pobreza en Colombia es el parasitismo de los funcionarios estatales: cientos de miles de puestos innecesarios, salarios muy por encima de la media, productividad casi nula, imposibilidad de evaluar el rendimiento, pensiones a edades tempranísimas, privilegios innumerables, etc. ¿Quién buscó todos esos privilegios? Obviamente, el sindicalista del Partido Comunista y usufructuario de la actividad de las guerrillas (que dominaban, por ejemplo, la producción petrolera en Barrancabermeja, base del sindicalismo comunista).

La desfachatez de ese hampón se hace más repugnante cuando se piensa en su proclamada fe en el Señor de los Milagros de Buga. Sigue por el mismo sendero ya marcado por sus copartidarios Hugo Chávez y Daniel Ortega, de complacer los aspectos más claramente supersticiosos de la religiosidad popular para ganar apoyos entre personas ingenuas y desprevenidas.

De modo que quien causa la pobreza resulta ser el defensor de los pobres, siguiendo esa rutina colombiana que hace que un propagandista descarado del terrorismo como Alfredo Molano, que sin vacilar felicitaba a las FARC por la masacre de Vigía del Fuerte, resulte experto en "solución de conflictos". Y esas proclamas indignadas resultan ser lo que más se necesita para proveer recursos y servicios a todos.

Pero el personaje no se queda ahí. Posteriormente emitió un comunicado con la genial proclama de que la salud no es un negocio sino un derecho de la población. Es casi ocioso volver a decirlo: inventarse "derechos" no cuesta nada, ni menos convertirse en quien los defiende. La idea de que la salud o la educación no son negocios son sobreentendidos del socialismo que siempre conducen a la miseria a los países cuya población cree en eso. ¿Qué es lo que sí puede ser negocio? ¿La provisión de alimentos, la vivienda, el vestido, la higiene, etc. no son "derechos"? Para su demagogia el desvergonzado personaje no necesita ni un miligramo de imaginación, sólo recita lo que su partido lleva casi un siglo predicando con creciente éxito.

La triste realidad de Colombia es que prestar atención sanitaria no es un negocio porque el negocio, ése sí fabuloso, es soltar discursos proclamando que es un derecho de la población. El vicepresidente es uno de los que mejor han explotado ese negocio, pero son muchísimos. Esas proclamas complican el acceso a los servicios, con lo que viene resultando que la educación y la salud no son negocios porque lo que es negocio es impedir el acceso.

Pero el hombre no se queda ahí. Recientemente, quién sabe si por encargo de Santos, viajó a Cuba, donde proclamó sin ruborizarse que Fidel Castro era un gran amigo de la paz en Colombia, más o menos como decir que Alfredo Garavito es un protector de la infancia. Para no hacer más extenso este post me limito a enlazar el artículo del coronel Luis Villamarín en que hace un recuento de la labor "pacifista" del dictador cubano en Colombia.

No era suficiente, también se quejó del "bloqueo" estadounidense a Cuba y elogió el sistema de este país. Como bien señala Eduardo Mackenzie, ese viaje es muy preocupante. Anuncia un paso más del gobierno en el rumbo de asimilación al imperio chavista.

¡Qué triste que la gente en Colombia todavía tenga puestas sus esperanzas en lo que hará o dirá el ex presidente Uribe, que todavía no ha contestado a las lindezas de su leal ex funcionario! Esa pasividad, esa falta de criterios de quienes se supone que tienen las cosas claras, es una amenaza para la supervivencia del sistema democrático mayor que las infamias de los terroristas y la complicidad del gobierno.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 19 de octubre de 2011.)