lunes, junio 17, 2013

¿De qué lado están los uribistas?


Como ya he explicado muchas veces, la única fortaleza de Santos en su gobierno, del que ya han transcurrido casi dos tercios, es la falta de oposición: no le costó nada comprar a los diputados y senadores de los partidos "uribistas" y forzar al expresidente y a sus seguidores a suscribir sus políticas so pena de persecución penal o de exclusión total de la función pública.

Esa situación se evidencia ahora que las encuestas muestran el hastío ciudadano con el gobierno y con la negociación de La Habana. Realmente no hay ningún partido que se oponga a esa negociación y encarne ese rechazo. Lo que sí hay es una obsesiva presión propagandística para convencer a la gente de que esa infamia es necesaria.

Antes de volver a los uribistas tengo que prestar atención a los rasgos más chocantes de esa presión: lo que se le opone es el sentido común que hace sonar una alarma en la mente del ciudadano corriente porque los políticos que no están con Santos están pensando en las componendas electorales que pueden armar para recuperar algún poder.

Esta noticia de El Espectador es típica: la invocación a la Constitución, que nadie cuestiona, sirve para atribuir autoridad a los personajes que aparecen, que en lugar de asesinos y líderes de bandas criminales resultan emisarios de la paz.

Esos angelitos de paz son en su mayoría abiertos promotores de las FARC, y en realidad algo más, porque ¿qué creen los lectores que buscan las FARC? ¿Cuál sería el destino de Carlos Lozano o Álvaro Leyva si las FARC consiguen (cada vez es más seguro que lo conseguirán) vencer al ejército e imponer una tiranía comunista? Los terroristas se reúnen para hacer presión para que se los premie.

Uno de los personajes presentes en esa reunión es el ex líder del M-19 Antonio Navarro Wolff, cuya defensa del proceso de negociación fue un poco más elocuente en esta entrevista con Édgar Artunduaga.
¿Cómo va las conversaciones de paz en la Habana?
En este proceso de paz hay una serie de actores que están con los dedos cruzados tratando de que la cosa salga mal y cada hecho que pasa la magnifican, hacen un escándalo, hacen todo lo posible para decir que las cosas están mal. Hay que terminar el conflicto, por el bien del país.

¿Usted tiene algunos nombres de esos enemigos de la paz?
Dios los hace y ellos se juntan y usted y todos sabemos quiénes son. Más allá de eso, hay que llamar a la grandeza. Las víctimas, cuántas víctimas podemos ahorrarnos si el conflicto termina anticipadamente, si se encuentra una manera abreviada de terminar con el conflicto. O para ponerlo en términos de los empresarios antioqueños, cuánto dinero nos ahorramos si encontramos una salida, en vez de prolongar la guerra por otros veinte años.

¿Cuando hablamos de gente metiéndole palos a la rueda del proceso de paz estamos hablando del expresidente Uribe?
Estamos hablando de un grupo de personas que cada vez que pasa algo dicen que ese proceso de paz no ha dejado avances. ¡Hombre cómo así! ¡Espérese! Yo no estoy seguro que vayan a salir bien, nadie cree en Colombia de que eso vaya a salir bien pero evidentemente si hay una oportunidad hay que jugársela.
He puesto algunas frases clave en cursiva para llamar la atención sobre su sentido. Mientras no se logre desbaratar los sobreentendidos de esa propaganda no se podrá "terminar el conflicto". Lo que más de treinta años de negociaciones han demostrado es que el crimen no se resuelve convirtiendo a los asesinos en gobernantes. Tras el triunfo de sus asesinatos y secuestros de los años ochenta, el M-19 accedió al poder, desde donde promovió y cobró los crímenes de las FARC y el ELN.

El sobreentendido es que el conflicto se va a acabar premiando a los criminales. Lo que cualquiera puede comprobar ahora mismo es la multiplicación de la extorsión y el asesinato de soldados y policías en comparación con los últimos años del gobierno de Uribe. La verdad es que "acabar el conflicto" sólo es posible si se plantea aplicar las leyes, como ocurre en todo tiempo y lugar. Todo intento de someter al país a la voluntad de los criminales tiene el obvio efecto de envalentonarlos. La idea de "acabar el conflicto" olvidando a las víctimas y premiando a los victimarios es la abolición del derecho y de la humanización.

Desgraciadamente, esa retórica tiene muchos seguidores. En un post reciente expliqué que esos entusiastas de la paz son sencillamente la minoría que en Colombia apoya los regímenes bolivarianos y la satrapía cubana, pero al ser las clases poderosas y "educadas", imponen sus falacias y su jerga al conjunto de la sociedad.

Un lugar común de esa clase de personas es la invitación a la "grandeza", consistente en premiar a quienes ponen personas bomba y queman campesinos por resistirse a entregar a sus hijos para que maten policías, de modo que Navarro y sus compañeros lleguen a gobernar.

Así, la oportunidad que hay es exactamente la misma que cuando Betancur, hace más de treinta años, empezó a buscar la paz reconociendo y premiando a los criminales: Navarro y su banda de asesinos se plantearon, seguramente espoleados por los servicios de información cubanos y los agentes de ese régimen en Colombia (Enrique Santos Calderón y tal vez García Márquez), dar un golpe de Estado y someter al gobierno: eso fue la toma del Palacio de Justicia, el producto de la disposición de Betancur a premiar los crímenes de esa banda asesina.

Más descarada aún es la propaganda en La Silla Vacía, revista virtual que, como todos los medios del antiuribismo de la década pasada, se ha quitado últimamente la máscara para ser un órgano abierto de propaganda de las FARC. Ahí entrevistan a un líder de la banda que, como para que los lectores se vayan acostumbrando, obra abierta e impunemente sin que a nadie le importe.

Vale la pena leer toda la entrevista para ver hasta qué punto la propaganda del terrorismo alcanza cotas que no se veían desde el Caguán, y que tal vez ni siquiera entonces se vieron.
¿Quiénes estarían interesados en boicotear el proceso?
No tendrían cómo identificarlos, pero que los hay los hay. Hay sectores politiqueros que han medrado, que se han enriquecido, que han conseguido fines utilitarios a los que no quieren renunciar. Hay regiones donde hay gente trabajando contra el proceso. Y no necesariamente todos de derecha o latifundistas y terratenientes, sino alentadas por intereses mezquinos y criminales incluidos los del narcotráfico.
Sólo cito esta pregunta porque reproduce uno de los lugares comunes de la propaganda de la negociación, que es simplemente la propaganda terrorista. El hecho de que el gobierno se gaste los recursos comunes en pagar la propaganda del terrorismo no interesa a nadie, y por el contrario se tolera la infamia absurda de que si uno se opone a que se premien los crímenes es porque se beneficia de que siguen: siguen porque se premian.

La experiencia de los últimos años es absolutamente elocuente: gracias a los acuerdos de Santos con Chávez las FARC tuvieron carta blanca para cobrar la extorsión en las regiones fronterizas y para pasar la cocaína a Venezuela. Gracias a esa ventaja pudieron reclutar más niños y multiplicar la extorsión en todo el país. Son los defensores de la negociación los que se benefician de que los terroristas sigan expandiendo su poder. Y eso demuestra que toda su propaganda es sólo parte de la conjura terrorista.

Para resumir lo anterior, que ya se ha hecho (extrañamente) largo, diré que hay una gran presión del aparato de propaganda del régimen para legitimar la negociación y una lógica resistencia ciudadana, tímida y confusa pero no tan minoritaria que no preocupe a los terroristas (o sea, al gobierno). ¿Dónde quedan los uribistas? Ya he señalado muchas veces que todos los precandidatos han mostrado de alguna manera su reconocimiento a la negociación. Bueno, también Luis Carlos Restrepo, todo hay que decirlo.

Lo interesante es que ese apoyo es aún más marcado entre los seguidores: parece que radicalizar el discurso y denunciar la negociación no le ha sido muy útil a Óscar Iván Zuluaga, se oyen muchas presiones de gente que se ilusiona con Francisco Santos. Es evidente que esas personas no están entre quienes rechazan la negociación. El exvicepresidente es un claro defensor del proceso, y vale la pena prestar atención a sus respuestas en esta entrevista con María Jimena Duzán para que cualquier persona decente entienda que debe descartar toda posibilidad de apoyarlo

Casi cada respuesta es una perla maravillosa. Haré pocos comentarios sobre lo más enternecedor, destacado en cursiva. Es verdad que han pasado seis meses, pero ¿qué habría cambiado en la actitud del primo del presidente? De hecho, hasta el final del proceso del Caguán fue uno de sus defensores.
M.J.D.: Sorprendió que fuera usted el que sacó a la luz pública una noticia que el gobierno tenía guardada bajo llave. Me refiero al documento en el que se acuerda el inicio de conversaciones con las Farc.
F.S.: Es que yo no solo saqué el acuerdo, sino que conté la historia de cómo habían sido las conversaciones en Cuba y en Oslo. Y le digo una cosa: me guardé una cantidad de información.

M.J.D.: ¿Y por qué no la reveló?
F.S.: Porque no quería hacerle daño al proceso. Lo que pasa es que cuando empecé a ver que todo el mundo filtraba cositas, me dije: “Yo con todo … ¿y no lo saco?... !Nooo, perdóneme!”. La noticia de que venía un proceso de paz en firme me la confirmó una persona que me llamó del Cauca a contarme la historia con pelos y señales. Yo le pregunté que quién era la fuente de esa información y él me dijo que eran “los amigos” (la guerrilla). Ahí fue cuando decidí echar la primera chiva. Después de que conté la historia de los primeros encuentros, me llegó el documento de la forma más inesperada. Y no le puedo decir nada más, porque donde haya un indicio de quién es esa persona, la matan.
¿No es muy diciente ese interés en no hacerle daño al proceso? ¿Están los uribistas en el bando de la negociación o en el que le haría daño al proceso de premio del crimen? Para mí es evidente que están en el primer grupo.
M.J.D.: ¿Usted filtró esa noticia para torpedear el proceso de paz? Se lo pregunto porque el uribismo, grupo en el que usted milita, se opone al proceso.F.S.: ¿Usted cree que si Julio Sánchez, Darío Arizmendi o Vicky Dávila hubieran tenido ese documento, no lo sueltan? Yo solo pensé en las Farc porque creía que se iban a molestar, pero al final no paso casi nada. La revelación del documento solo contribuyó a que el show no fuera tan grande, sino un poquito más pequeño. Pero además le voy a decir una cosa: si Luis Carlos Restrepo le llega al presidente Uribe en el 2008 con un acuerdo como este, Uribe lo firma. El presidente Uribe siempre tuvo claro que el uso de la fuerza es para lograr un acuerdo. Y estoy convencido de que hoy estamos sentados por lo que hicimos durante los últimos ocho años contra las Farc.
Esta vez se escapa a contestar si "el uribismo se opone al proceso", lo interesante es que Uribe nunca ha dicho nada sobre eso: ¿habría empezado un proceso como el actual? El que calla otorga. Y no es que diga que combate para negociar, cosa que siempre se puede decir sea cual sea la intención, sino que rechace las afirmaciones de su vicepresidente.
M.J.D.: ¿O sea que usted, a diferencia del expresidente Uribe, sí apoya el proceso de paz?
F.S.: Si esto le sale muy bien al presidente Santos triunfa, si le sale mal es el fin de su gobierno. Está en juego el todo por el todo. Sin embargo, creo que es una apuesta que vale la pena hacer así no sea la solución a todos los problemas del país, como se le ha hecho creer a la gente.
Curiosa la entrevista: la entrevistadora pretende insistir a toda hora en el rechazo de Uribe al proceso, para darle oportunidad a Santos de proclamar su apoyo.
M.J.D.: Pero si es cierto que Uribe también quería la paz, ¿por qué él se opone al proceso de manera tan integral?
F.S.: Es que eso tiene que ver con que la pelea entre Juan Manuel Santos y Álvaro Uribe no es una pelea por la paz, sino una disputa política.

M.J.D.: ¿Pero no es un poco mezquino que el expresidente Uribe esté utilizando la paz para conseguir réditos políticos?
F.S.: ¿Y cuándo la política no ha sido mezquina? Pero además le digo: Santos también ha sido inmensamente mezquino con el expresidente Uribe. Pudo haber construido su gobierno sobre lo construido, pero no quiso. Si no hubiera tenido la mezquindad en varios nombramientos en los que no vale la pena entrar, Uribe estaba montado en la paz al lado del presidente Santos. Le aseguro. Pero no: Santos decidió romper de una manera sutil pero brusca y le hizo un daño irreparable a esa relación. Ese es un error grave del presidente.
¿Falta alguna prueba de que el uribismo sólo tiene un conflicto de nombramientos y componendas con el gobierno? No lo que diga Francisco Santos sobre la negociación, sino el apoyo que tiene después de esto y el silencio de Uribe y compañía al respecto.
M.J.D.: ¿Qué opina del nombramiento del general Mora como representante de los militares?
F.S.: No había podido escoger una mejor persona. Es el general de más influencia en el estamento militar. Queda eso sí en una situación difícil, porque se va tener que negociar en medio del fuego. Yo quiero ver la reacción del general Mora cuando haya un atentado como el que hubo en Caquetá cuando mataron 42 militares y que acabó con el proceso de paz de Barco. Creo que el nombramiento de Naranjo es de doble filo, sobre todo si le empiezan a aparecer todos los temas en los que sale salpicado, porque le puede armar un escándalo innecesario al gobierno. Creo que Luis Carlos Villegas no representa al sector agrario que es el que más tiene que perder en esta negociación, y en ese sentido me parece que se equivoca el presidente Santos. Frank Pearl y Sergio Jaramillo son dos personas cercanas al presidente y fueron las que arrancaron ese proceso.

M.J.D.:¿Qué opina de las gestiones de su primo Enrique Santos Calderón?
F.S.: Pues mire: el jugó un papel clave en todo esto porque los conocía, y su presencia generó una gran confianza. Es más, yo le dije al principio de este gobierno esta frase: “ ¡Lo que usted ayudó a armar ahora ayúdelo a desarmar!”, ¡Es que por la revista Alternativa pasaron todos los grupos guerrilleros!.

M.J.D.:¿Qué opina del nombramiento de Humberto de la Calle como coordinador de los negociadores?
F.S.: Que manda dos mensajes: uno que la paz es liberal y gavirista. Ese es un mensaje peligrosísimo porque no incita a la unidad en torno a la paz y que muy seguramente va a tener costos electorales porque va a producir una reacción en la U y en los conservadores. El segundo es positivo porque que se trata de una persona con gran experiencia en el manejo de la Constituyente.

M.J.D.: ¿Se lanza de nuevo a la política?
F.S.: Tengo claro que mi carisma y el acercamiento con la gente son unos activos políticos inmensos. Lo que pasa es que yo me salí de la Vicepresidencia y me metí de lleno a la radio de manera inmediata y quiero dedicarme a descansar. ¿Que si descarto la política?, no la descarto. Pero es que para ejercerla se requiere una piel de cocodrilo que por primera vez en mi vida no sé si la tenga. Yo soy una persona demasiado sensible de piel. A veces me dicen que soy demasiado bueno y demasiado ingenuo y que eso en política es fatal.

M.J.D.: En una ocasión usted me dijo que salir de la Vicepresidencia al periodismo no le parecía ni traumático ni éticamente incompatible. ¿Sigue pensando lo mismo?

F.S.: Viéndolo en retrospectiva fue muy difícil. Uno viene del poder con un conocimiento y una mirada de la que es muy difícil desprenderse. A eso agréguele el hecho de que llegué al periodismo en medio de una dolarización, lo que hizo aún más complicado el tránsito. Sí, le confieso: no fue fácil.
En toda la entrevista, y en todo el lenguaje de Santos y los uribistas, se comparte esa dulce y redentora idea de que el permiso para extorsionar y la promesa de premiar las masacres se pueden llamar "paz". Perdón por repetirlo: el que quiera defender la democracia tiene que saber que el uribismo es parte del bando enemigo. ¿O no es patente en esas respuestas del más probable candidato uribista?
M.J.D.: ¿Los medios son muy santistas?
F.S.: Mire, la Unidad Nacional en los medios es total. Claro que en la prensa regional se siente menos la unanimidad tal vez porque allá se percibe más el deterioro del orden público. Esa unanimidad de los medios capitalinos le hace mucho daño a Santos.

M.J.D.: ¿Alguna duda de que Santos se quiera reelegir?
F.S.: Ninguna, aunque yo creo que la reelección es dañina.

M.J.D.: ¿Qué me dice? ¿No fue usted quien más la empuñó y más la impulsó a pesar de todos los males que ella encarnaba?
F.S.: Creo que habría que ampliar al periodo a cinco o seis años y eliminar la reelección. A esa conclusión llegué viendo lo que pasó en la segunda reelección de Uribe. En general he visto que a los presidentes la reelección les genera un desgaste en su gobernabilidad porque les hace perder independencia ante el Congreso. Y no me diga que Santos no ha dado puestos.

M.J.D.: Debo entender que a usted le gusta solo la reelección de Uribe pero no la de Santos.
F.S.: ¡Nooo!. En el proceso de la primera reelección de Uribe se generaron hechos positivos para el país. Pero el proceso político fue desgastador. Si el presidente tiene seis años para gobernar se dedica a eso. Si tiene cuatro con posibilidad de ocho, gobierna dos años y los otros los dedica a su reelección. Colombia no es una democracia madura como para meterse en ese tema todavía. Ahora, si Santos hace la paz y no se reelige, ¡es el presidente del universo!. Y si encima de eso deja el proyecto de la eliminación de la reelección con la ampliación de periodo, sería una jugada magistral, propia de un pokerista.

M.J.D.: ¿Su relación con el presidente Santos sigue siendo tan lejana?
F.S.: El siempre es muy amable. Me echó el otro día un vainazo en el discurso el día del grado de su hijo del colegio. Habló de los “odios que rompen familias”. En el fondo sé que para él soy una piedra en el zapato; somos primos hermanos dobles, pero yo tengo mi posición y él la suya.

M.J.D.: ¿Qué opina del nuevo gabinete?
F.S.: Que es un gabinete de bogotanos y bogoteños. Los primeros son de acá, los segundos nacieron en la provincia pero han vivido toda su vida en la capital. Me parece un círculo cerrado y alejado de la realidad del país. En el fondo este es un gobierno muy parecido al de Pastrana y al de Gaviria en el que los ministros de entonces son los de ahora. Aquí sí valdría la pena decir que bienvenidos al pasado. ¡Con decirle que la renovación del Partido Liberal, es Horacio Serpa! Claro que las Farc no se quedan atrás: los negociadores de las Farc son los mismos de Tlaxcala. Estamos fregados.

M.J.D.: Pero eso no solo pasa en la política, también pasa en los medios y usted es un ejemplo de eso.
F.S.: Lo era hasta el viernes. Le voy a decir una cosa: un país donde el presidente es un Santos, el director del primer periódico del país está casado con una Santos, el director de la revista más importante es un Santos, el que está trabajando tras bambalinas por la paz es un Santos y el que le hace la oposición es un Santos, no existe ni en África.
He señalado en cursiva otras frases en que se refuerza esa idea, que me parece un crimen, de que lo que hace el gobierno de Santos con las FARC tiene algo que ver con la "paz".

Ah, no tengo ninguna esperanza de que los uribistas reconozcan que están en el bando de la negociación, ni menos que se alejen de Santos. Hace años tengo comprobado que su rasgo principal es el "doblepensar", la capacidad de observar a la vez dos actitudes opuestas, guiados únicamente por la lealtad al rebaño. Algún tema distinto a la negociación de La Habana encontrarán para oponerse a Santos, por mucho que se hagan cada vez más inconfundibles del PDA. Sobre la paz a la vez callarán, aplaudirán la negociación (o a Francisco Santos, por mucho que sepan cuál es su opinión) y se opondrán con toda la rabia.

La democracia en Colombia es una opción minoritaria. Muy minoritaria, casi nadie entiende que estos politiqueros no la defienden sino que más bien la amenazan.

(Publicado en el blog País Bizarro el 28 de febrero de 2013.)