domingo, julio 31, 2022

Imprimir dinero, imprimir diplomas

Aristóteles distinguía entre formas legítimas y formas degeneradas de gobierno, las primeras, la monarquía, la aristocracia y la democracia; las segundas, la tiranía, la oligarquía y la demagogia.  El gobierno de uno, de un grupo pequeño o de todos es legítimo cuando su propósito es el bien común.

Esa noción de bien común está ausente en la política iberoamericana, donde la sociedad sigue el patrón de la conquista y el periodo colonial y no hay propiamente una comunidad política en la que todos se reconozcan. La mayoría de los pobladores no cuentan y siempre, aun ahora, se los considera ciudadanos de segunda.

Si se atendiera al bien común se podría pensar, por ejemplo, en una elevación efectiva del nivel de vida, es decir, del ingreso per cápita. Pero ese anhelo entraría en contradicción con los intereses de los detentadores del poder, que a menudo encuentran en la degradación de la moneda una forma de despojar a sus súbditos. Es lo que ha ocurrido, por ejemplo, recientemente en Venezuela, donde un dólar se cambiaba por unos 600 bolívares en 1998 y por varios billones (millones de millones) en la actualidad. La cotización del dólar puede dar una idea de lo que ha ocurrido con los precios. Gracias a la emisión de dinero el gobierno tiene resueltos todos sus problemas y los ciudadanos son cada vez más pobres.

La forma en que opera la inflación es ésta: al aumentar el dinero en circulación, a menudo por efecto del gasto público, aumenta la demanda de bienes cuya oferta no aumenta, de modo que sube el precio. La hacienda pública cobra una parte fija de lo que se compra y se vende y de los ingresos de las empresas y los ciudadanos, luego, el dinero que estos reciben mengua en términos reales, pues alcanza para comprar menos, mientras que el ingreso del Estado aumenta sin dificultad. Por eso a la inflación se la suele llamar «el impuesto de los pobres». Las personas que tienen patrimonio, conexiones, acceso a la información, liquidez o relaciones con el poder pueden salvar su dinero de muy diversas maneras, pero la gente pobre no. Y para compensar la pérdida de poder adquisitivo se suben los salarios, lo cual sólo hace que los precios suban aún más.

Debe entenderse que la inflación en Venezuela no es un accidente ni un error de los gobernantes sino una jugada perversa de unos tiranos que sacan provecho de la miseria de sus ciudadanos, unos tiranos que gracias a esa miseria aseguran su poder, tal como ha ocurrido por varias décadas en Cuba.

Cuando se piensa en el bien común ausente de Hispanoamérica hay otro aspecto en el que se registra el mismo fenómeno que se da en la impresión de billetes: la educación. La desgracia es que ese despojo y ese engaño no tienen quien se les oponga. Voy a tratar de explicar de qué modo la impresión de diplomas es tan empobrecedora como la de billetes.

En primer lugar, los empleos no surgen porque haya personas tituladas que puedan ocuparlos sino porque hay empresas viables que necesitan personas que hagan un trabajo. Resulta que las empresas no son viables por los altos impuestos, que se cobran para formar a los titulados gracias a la demagogia que sirve a la casta oligárquica. De tal modo, muchos candidatos con diplomas de alta denominación van a competir por muy pocos empleos, y el exceso de oferta se traduce en caída de los salarios.

La gente humilde ve en la educación el «ascensor social» que les permitirá a sus hijos entrar a formar parte de la clase media, pero eso no se cumple porque las ofertas de empleo que encontrarán serán poquísimas y las ocuparán las personas de las clases acomodadas de siempre. En realidad la mayor parte de los empleos para egresados de universidades los provee el mismo Estado, y la tarea que éste asume es la educación (todo entra en el patrón del origen de la sociedad, la educación es la moderna evangelización, y en realidad su misión de adoctrinamiento es muy similar). Es decir, la onerosa inversión en educación sirve sobre todo para proveerles empleo a las personas de la clase media y media alta que en una economía productiva estarían en desventaja. Acceden a esos empleos porque antes estudiaron en colegios privados y provienen de familias con más instrucción y refinamiento.

No se debe creer que la educación es una oportunidad para todos, en realidad, la gente más pobre no llega ni a terminar la escuela primaria. Los pobladores de regiones apartadas no se ocupan como «raspachines» por sueldos parecidos a los cubanos porque les dé el capricho. Tampoco los millones de personas marginadas mandan a sus hijos a la universidad, pues si hay millones de muchachas prostituyéndose no es porque les disguste ser doctoras (aunque al paso que va Colombia pronto será como Cuba, donde las prostitutas callejeras tienen títulos).

La educación pública gratuita que tanto gusta a los políticos es para la gente de la clase media baja un sacrificio que se hace persiguiendo un sueño que no la mejorará en nada. Aunque el muchacho no pague nada por estudiar, a menudo no puede hacerlo porque tiene que contribuir al ingreso familiar, no es concebible que en la construcción o en la agricultura sólo se acepten mayores de veinticinco años. Pero el que sí puede hacerlo sencillamente habrá pasado unos años en los que hace gastar dinero a su familia en su manutención y después no encontrará ningún empleo.

Luego, la educación superior gratuita que presentan como un favor a los pobres es un despojo a los pobres que favorece a la gente acomodada, cuyos hijos se ahorran el trabajo en la primera juventud y se aseguran gratis empleos cómodos para el resto de la vida. Lejos de ser la revolución que corregirá las desigualdades es la fórmula perfecta para mantenerlas.

Si en lugar de ese gasto fastuoso se dejara que cada cual se pagara sus estudios los jóvenes se tomarían más en serio el conocimiento, al menguar la carga tributaria crecerían las empresas y se crearían muchas otras, lo que multiplicaría los empleos, en la medida en que el país se fuera insertando en la economía mundial; al final todos accederían a ingresos más altos.

No es inocente ese interés de todos los políticos en prometer diplomas gratuitos, las clases superiores están acostumbradas a su parasitismo y con ese pretexto cometen el mayor despojo sin ninguna resistencia. Corresponde a la condición primitiva de la sociedad, al estado moral de los pobladores, que no se sorprenden de que nunca haya habido recursos para redimir a los niños de la calle pero sí los haya para la cultura, que como he explicado, es sólo las rentas de los descendientes de los criollos. ¿Qué piensan los colombianos del hacinamiento en las cárceles? Si una persona de otro país conoce a un colombiano no lo ve como el doctor que cree ser porque sin mucho esfuerzo obtuvo un diploma, sino como una bestia de un país en cuyas cárceles los presos, que muchas veces son inocentes, duermen unos encima de otros.

La educación que los colombianos entienden consiste en el acceso a la condición de doctores, en un mundo plenamente humanizado alguien se preguntaría por el amor al saber, o por el hábito lector que sólo se puede adquirir cuando está presente ese amor. La cantidad de librerías que hay en Bogotá, excluyendo los expendios de textos escolares y universitarios, es más o menos la misma que en una ciudad alemana o francesa de diez mil habitantes. La ortografía o el cuidado del idioma de los ciudadanos, al menos de los que usan las redes sociales, hace dudar de que hayan hecho la primaria. No importa, no se trata de saber nada sino de disfrutar de un Derecho Fundamental que se puede reclamar mediante acción de tutela.

(Publicado en el portal IFM el 10 de junio de 2022.)

martes, julio 26, 2022

Patanes, pícaros, payasos

Me llamó la atención este trozo de la novela Sobre los acantilados de mármol del escritor alemán Ernst Jünger: «Cuando desaparece el sentimiento del derecho y del bien, cuando el miedo nubla los entendimientos, es cuando las fuerzas del hombre de la calle son fácilmente vencidas. Pero el sentido de lo que es verdadero y legítimo permanece despierto en la vieja aristocracia, y de ella brotan los nuevos retoños del espíritu de equidad. Ésta es la razón por la que todos los pueblos honran la nobleza de sangre».

Yo leí otra traducción seguramente mejor, pero a fin de cuentas lo que interesa de la idea de Jünger es que en todas partes hay «privilegios de cuna» y que los hay porque los pueblos los aprueban. Lo cual hace recordar al filósofo español José Ortega y Gasset, que entendía que todas las sociedades contaban con una “minoría rectora” que determinaba su forma de obrar y su futuro.

Precisamente respecto de Ortega tengo que mencionar a alguien que me dijo una vez que era un «señorito madrileño», y pensándolo después me he dado cuenta de que ese origen social privilegiado es común a casi todas las figuras intelectuales de Hispanoamérica: Borges era un patricio porteño, Octavio Paz era un patricio del Distrito Federal, Vargas Llosa es un patricio arequipeño, Savater es un patricio de San Sebastián… Incluso los dos únicos colombianos que «sacan la cara» por el país en ese ámbito, Rufino José Cuervo y Nicolás Gómez Dávila, procedían de familias de la clase más alta.

El sentimiento de agravio de las personas de condición más modesta es un error moral e intelectual que convendría, como dicen en España, «hacerse mirar»: el odio rencoroso al que está arriba es directamente proporcional a la crueldad con que se trata al que está abajo. Mientras no consigan destacar por nada, todos tienen «sed de justicia», que en última instancia consiste en la posibilidad de cada uno de ascender. El ensueño de una igualdad plena es característico de alguien que no ha leído ni viajado ni alcanzado ningún refinamiento o placer. Por eso cree, por ejemplo, que la incultura es un producto de la falta de oportunidades, como si hoy no fuera sencillísimo encontrar miles de libros en internet.

Los intentos de corregir la supuesta injusticia de esos privilegios y esas jerarquías sólo dan lugar a nuevas castas que tendrán que volver a aprender a usar los cubiertos. La hija de Chávez, paradigma de esa clase de redentores, tiene un patrimonio de miles de millones de dólares que no obtuvo precisamente trabajando, por poner un ejemplo típico. En contraste, la familia real japonesa es la misma desde hace varios miles de años, y en los países escandinavos, en los que ya llevan casi un siglo de políticas socialistas, no guillotinaron al rey ni quitaron sus títulos a los nobles.

Todo lo anterior debe servir para que el objeto de este artículo no se entienda mal: los miembros de la llamada oligarquía colombiana no son condenables porque hayan nacido en familias más ricas o más poderosas o más refinadas que las nuestras, sino porque obran como lamentables patanes, no sólo haciendo daño al país sino a la memoria de sus propias familias. Sus incesantes atropellos sólo los dejan ver como provincianos que se han librado de sus rivales matándolos, y que no han asimilado las más elementales normas de urbanidad. El episodio de Germán Vargas Lleras golpeando a un subalterno es paradigmático.

Si uno mira la biografía de Ernesto Samper descubre que muchísimas personas importantes de la Bogotá del siglo XIX son sus antepasados. Cuando se lo ve como valedor del régimen criminal de Maduro o cuando se evidencia su relación con los carteles de la cocaína y con el asesinato de Álvaro Gómez Hurtado, de cuya responsabilidad intentan librarlo los secuestradores y violadores de niños de las FARC, el fruto de tanto talento y tanta distinción resulta ser simplemente un personaje del bajo mundo.

El de los hermanos Santos es un caso parecido. El mayor escogió desde la juventud el crimen como forma de mantener el poder, por lo que junto con García Márquez se dedicó a maquinar la creación de una banda de asesinos que satisficiera las ambiciones del régimen cubano. A lo mejor algún día se sabe el papel que tuvo este hombre en el asesinato de José Raquel Mercado o en el asalto al Palacio de Justicia. Obviamente no podía desconocer que su banda obraba de consuno con el cartel de Medellín tras un acuerdo que logró el embajador cubano. El pretexto ideológico puede convencer a los adolescentes de clases modestas, para cualquiera menos torpe es evidente que se trata de tener poder gracias a que se manda matar gente. Otro patán, otro pícaro.

Juan Manuel Santos tomó otro rumbo, el de aprovechar los privilegios para acceder a puestos de poder y extender una red de influencias que serviría de base a su ambición. Como cualquier matón no tuvo ningún pudor en engañar a los votantes para hacerse elegir y el día de su posesión declarar que haría lo contrario: sería buenísimo que alguien mostrara un político destacado de un país importante que haya hecho algo así. De nuevo son los modales, el cuchillero más despiadado no teme que nadie le reproche sus engaños y cuenta con el temor ajeno. Y el objeto: gracias a sus actuaciones la producción de cocaína se multiplicó por cinco en pocos años y el país llegó a ser más dependiente de esa industria criminal que nunca antes.

No está de más mencionar entre los patanes más notorios al ministro Gaviria, otro privilegiado social, que prohibió el glifosato y ayudó a llenar los suelos de agroquímicos al multiplicarse los narcocultivos. En su mundo de servilismos, deformidad moral, ignorancia y miedo parece concebible que se pueda decir que todo eso se hizo a favor de la salud humana y ambiental. El primitivismo del país produce a la clase de personas que esperan ser tomadas en serio al fingir que creen eso.

Todos estos personajes acompañan la campaña presidencial de un tipo que dice «abrazarsen» y nadie espera que se sonrojen: el país es como es porque ésta es su «minoría rectora».

Esas importantes castas desembocan en el último ejemplar, el humorista chabacano que no vacila en buscar la risa de su audiencia haciendo mención a la mutilación que sufrió Vargas Lleras en un atentado terrorista, o alegrándola con fotos de niñas de dieciséis años desnudas.

El daño que esa clase de «minoría rectora» le hace al país es estremecedor. Baste pensar en la educación para entender que la hegemonía de esos personajes es lo que impide alcanzar la libertad y la prosperidad, pero es algo que explicaré mejor en otro escrito.

(Publicado en el portal IFM el 3 de junio de 2022.)

jueves, julio 21, 2022

Emergencia nacional

Muchos factores determinan la posibilidad de que finalmente Petro resulte siendo presidente de Colombia, no tanto porque haya un riesgo de que la mayoría de los votantes lo apoyen sino por el fraude más que anunciado, innegable respecto de las pasadas elecciones legislativas y seguro para las próximas.

Nadie tiene un control preciso de la compra de votos que se efectúa alrededor de las llamadas «maquinarias», pero la adhesión al candidato narcocomunista de los más señalados urdidores de esas trampas hace pensar que será abundante. Al respecto será útil comparar la participación en regiones como La Guajira o los antiguos territorios nacionales con la registrada en otras elecciones presidenciales.

La toma del poder ejecutivo por comunistas explícitos, no porque Petro se describa como tal sino porque a fin de cuentas gobiernos como los de Ernesto Samper o Juan Manuel Santos servían al mismo fin sin proclamarse «de izquierda», es la coronación de un proceso que lleva cien años gestándose, desde las primeras incursiones de agentes de la Komintern en los primeros años veinte hasta la fundación del M-19 y la revista Alternativa a comienzos de los setenta, que fue la ocasión en que los clanes oligárquicos buscaron en el comunismo promovido por el régimen cubano la ocasión de ganar la sempiterna guerra civil, en tregua durante los dieciséis años del Frente Nacional.

En esta segunda fase del proceso, todo fueron avances. Tras la confluencia de intereses con el Cartel de Medellín, acuerdo impulsado por el embajador cubano Fernando Ravelo, se llegó a la toma del Palacio de Justicia en 1985, acción que seguía una operación semejante del sandinismo que había merecido una crónica entusiasta de García Márquez. En esos años gobernaba Belisario Betancur, que en aras de la paz permitió a esas bandas expandirse por todo el país.

El segundo gran logro fue la Constitución de 1991, impulsada por una plataforma de estudiantes y curiosamente obstinada en salvar a los compatriotas de la extradición, el mismo móvil de la citada toma del palacio en 1985. Se puede decir que tras la implantación de esa nueva norma fundamental —creada por una asamblea elegida por menos del 20 por ciento del censo electoral y convocada en abierta violación de la ley—, la toma definitiva del poder por los comunistas era cuestión de tiempo. En esa década tuvo lugar la conquista de la función pública a través de los sindicatos de funcionarios, entre los que no era menor el papel de Asonal Judicial, que complementaba a los magistrados escogidos por la Asamblea. Las actuaciones de personajes como Carlos Gaviria tras dejar la judicatura, o Eduardo Montealegre, también presidente de la Corte Constitucional, después fiscal general, en abierta adhesión a la conjura totalitaria dejan pensando a quién sirve realmente el poder judicial colombiano.

En paralelo, las distintas guerrillas avanzaron en control territorial y acopio de recursos, de modo que al final del gobierno de Samper el Estado no podía imponerse, y Pastrana llegó a negociar la paz con las FARC haciéndoles concesiones que a la larga generaron un profundo descontento popular. Los gobiernos de Uribe trajeron la derrota de la banda en el ámbito militar, pero de ninguna manera en el político. El control de la función pública, de la universidad y de los medios de comunicación siguió y fue decisivo para que el sucesor de Uribe obrara ya abiertamente como ejecutor del viejo plan que había empezado su hermano mayor cuarenta años antes.

De modo que la presidencia es el último reducto de la democracia y la libertad que hay que defender antes de que Colombia siga el camino de Nicaragua y Venezuela, y eso será muy difícil habida cuenta de la impotencia de la sociedad frente al fraude descarado, que se evidenció, como ya he dicho, en las elecciones de marzo.

La tarea más urgente al pensar en las elecciones es lograr una alta participación que permita demostrar el fraude. Es decir, la principal baza de los totalitarios es la habitual abstención, que es un fracaso de los políticos de «derecha», que corren prestos a conceder que Petro es de algún modo un candidato de los humildes y no precisamente de los que despojan a los humildes y a competir en demagogia, como con las promesas de cupos universitarios para todos (sólo en Cuba se llega a esa proeza, y en países como Suiza la proporción de jóvenes que van a la universidad es muy inferior a la colombiana). Los que no votan son sobre todo los pobres, y nadie les explica que con Petro el salario mínimo será parecido al de Venezuela, ahora unos 29 dólares, pronto menos por la galopante inflación, mientras que con una economía libre se podría alcanzar el de Ecuador, 425 dólares.

Esa rutina demagógica es una de las causas de la abstención pero no la única, también la ausencia de denuncia respecto a las conexiones de Petro con el hampa narcoterrorista, manifiesta en la insurrección conocida como Paro Nacional de los últimos años. O en la identidad de su movimiento con la corrupción política, evidente en datos como la conexión de sus socios con Álex Saab.

Es decir, se combatiría la abstención advirtiendo la emergencia nacional que significa la elección del domingo: si la ventaja de Petro es considerable y consiguen introducir una cantidad significativa de votos fraudulentos, será mucho más difícil impedir que gane la segunda vuelta y que Colombia deje de ser una democracia relativa para convertirse en una dictadura abierta, como Cuba, Nicaragua, Venezuela y también Bolivia a estas alturas.

(Publicado en el portal IFM Noticias el 27 de mayo de 2022.)

miércoles, julio 13, 2022

Misterios uribistas


La actuación del expresidente Uribe y quienes lo rodean desde 2010, y aun desde antes, y después del partido Centro Democrático, genera toda clase de dudas sobre su verdadero propósito, y a veces da la impresión de que en última instancia busca impedir que los designios de Juan Manuel Santos y sus socios del narcorrégimen cubano encuentren resistencia. ¿Cuáles son los móviles de esa conducta? Es lo que de algún modo se debería esclarecer.

Misterios y evidencias
La historia no es un complot, aunque está llena de complots y componendas que horrorizarían a quien concibe el mundo con ojos piadosos, de ahí la famosa frase atribuida al canciller del Reich prusiano Otto von Bismarck: "Las leyes son como las salchichas, mejor no saber cómo se hacen" (idea que el patán Juan Manuel Santos intentó alguna vez presentar como "la morcilla nacional", tal como otra vez salió a hablar de "Sangre, sudor y lágrimas"). La historia se va haciendo con elementos muy complejos pero por lo general manifiestos: para evaluar la actuación del uribismo, antes de pensar en los móviles ocultos hay que prestar atención a lo evidente, aquello que incluso el más resuelto "derechista" acoge sin cuestionamientos. Por ejemplo, la Constitución de 1991, surgida de un golpe de Estado, en abierta violación de la ley vigente y elaborada por una asamblea en cuya selección no participó siquiera el veinte por ciento del censo electoral, en medio de carros bomba y asesinatos incesantes.

¿Alguna vez ha habido en el uribismo la menor tentación de sustituirla por una norma liberal que delimite claramente las atribuciones de las cortes y corrija los desmanes totalitarios de esa norma? NUNCA. Lo mismo se podría decir de todo el entramado legal que la acompaña y que no es compatible con ninguna noción de democracia, como el delito político, la "acción de tutela" o la relación entre el PIB y la financiación de la Universidad Nacional: sencillamente se implanta un régimen socialista que congela el orden social de siempre y no surge ninguna oposición porque los paganos no cuentan, y tampoco entienden.

El pasado de Uribe
El descontento de la mayoría de los colombianos con la infamia del Caguán que determinó el fracaso y el desprestigio del gobierno de Andrés Pastrana se encauzó en la figura de Uribe en gran medida gracias a la persecución de los medios, obstinados en asociarlo con el "paramilitarismo" a causa de su apoyo a las Convivir, autorizadas por el gobierno de César Gaviria. De ese descontento surge el triunfo en primera vuelta en 2002, que dio lugar al exitoso gobierno que terminaría en 2006. Se suele decir que el efecto de los atentados del 11-S se tradujo en un apoyo estadounidense más claro que el de la era Clinton, y que los avances en seguridad y el aumento del precio de los hidrocarburos favorecieron el milagro, pero eso forma parte de otra historia.

Lo que me interesa señalar aquí es el hecho de que Uribe no era el adalid de la justicia que vieron millones de colombianos en él. Era uno de los autores de la Constitución del 91 y había hecho carrera al lado de Ernesto Samper. De hecho, su papel promoviendo una ley que reforzaba la impunidad del M-19 forma parte de lo que hacía todo su partido. Antes de ser senador en esos años, durante los ochenta, había dirigido la Aerocivil y había sido alcalde de Medellín. Eran los años en que Pablo Escobar y sus socios se contaban entre los hombres más ricos del mundo y su poder en la región era abrumador. ¿Cuál fue el papel de Uribe en esos años? De eso nadie habla y siempre queda la duda de si por hechos de esa época es rehén del clan oligárquico, que dirige las actuaciones de las cortes. Lo cierto es que su popularidad, relacionada —como la de Fujimori o Chávez— con su continua presencia en la televisión, pasa por alto esa trayectoria como figura destacada del muy corrupto y muy afín al comunismo Partido Liberal. ¿Alguien recuerda cuál fue su papel durante el proceso 8000?

Con la venia de sus majestades los Santos
A finales de 2001 ya era evidente que Uribe sería el favorito para ganar las elecciones, pues los conservadores eran extremadamente impopulares por los atropellos que el gobierno había tolerado a las FARC, y Serpa resultaba poco creíble como líder de la restitución de la ley. ¿Qué sentido tenía poner a un personaje como Francisco Santos como candidato a la vicepresidencia? Ese periodista había sido un entusiasta defensor del "despeje" y del proceso que llevaba adelante Pastrana, y ciertamente no tenía ningún liderazgo en ningún sector. Uribe le dio el cargo quizá en aras de alguna benevolencia de los medios que controlaba la familia. De hecho, el propio virrey cubano, el creador del M-19, Enrique Santos Calderón, se proclamaba uribista.

Pero fue el segundo gobierno, en el que perdieron peso personajes como Fernando Londoño en favor de José Obdulio Gaviria, el que dejó claro que Uribe no era ningún reformista sino un jugador más de la vieja partida oligárquica. ¿Realmente corría algún riesgo de perder la reelección por el que tenía que buscar la alianza con Juan Manuel Santos? ¿O sencillamente la reforma que le permitía volverse a presentar fue tolerada por la Corte Constitucional con la condición de que le daría un importante ministerio al tartamudo y haría elegir a sus "fichas" al Congreso?

Es muy probable que la presidencia de Santos a partir de 2010 ya estuviera negociada antes de 2006, no hay que olvidar el apego de Uribe a la palabra empeñada. La actuación del sanedrín de Uribe, con singular protagonismo de José Obdulio Gaviria, cuando empezó la grotesca persecución contra Andrés Felipe Arias es muy llamativa. Bueno, en esos mismos años se produjo el también grotesco encarcelamiento, en medio de la indiferencia del gobierno, de Plazas Vega, otro que podría haber representado a esa mayoría que se manifestó en febrero de 2008 contra los terroristas.

El maoísmo, Firmes y el mundo de Pablo Escobar
En alguna ocasión Gaviria ha dicho que el origen del uribismo era la persistencia en Antioquia del movimiento Firmes, que era la marca electoral del M-19, organizada por el grupo de Alternativa para capitalizar en votos el poder alcanzado por la banda a punta de secuestros y colaboración con el narcotráfico. Pero León Valencia señalaba que en un periodo anterior Gaviria había formado parte del Partido Comunista de Colombia Marxista-Leninista, la organización creada tras la ruptura chino-soviética con el pretexto de la ortodoxia estalinista contra el "revisionismo" que habían emprendido los soviéticos tras el XX Congreso del PCUS en que Jruschov denunció los crímenes de Stalin.

El motivo real era el anhelo chino de tener la bomba atómica y la rivalidad imperial con la URSS. El maoísmo surgió en Colombia en dos versiones, una era ese partido, con su guerrilla llamada igual que el ejército chino "Ejército Popular de Liberación", la otra era el Movimiento Obrero Independiente y Revolucionario, promovido por un antiguo político liberal, Francisco Mosquera, y que buscaba ser un frente de masas menos doctrinario y sectario que el PCC-ML. De más está decir que ambos grupos contaban con abundante financiación china: en esos años morían en el Chung-Kuo millones de personas de hambre, pero en todos los colegios en Colombia se veían ejemplares de China Reconstruye, una revista en papel satinado con fotos de los logros de la revolución, así como las Obras escogidas de Mao Tse-Tung y por supuesto el Libro rojo del "Gran Timonel".

Es muy llamativo que, tras el ascenso de Santos, la segunda vez que hubo ocasión de hacerle frente electoralmente aparecieran en las listas uribistas personajes ligados a ese mundo criminal, como Everth Bustamante o Rosemberg Pabón, pero pronto también se formó una poderosa camarilla alrededor de Gaviria, formada por "violentólogos" de pasado comunista y por dirigentes del MOIR. ¿Qué falta hacía llevar al Congreso a esa clase de personajes? Propiamente, ¿qué es lo que realmente representa Gaviria? ¿Por qué Uribe no se apoya en personajes más claramente afines a las mayorías que lo eligieron y lo siguen apoyando? La camarilla de antiguos maoístas define las actuaciones del CD, y el hecho de que resulten juntos a pesar de su diverso origen hace pensar que los nexos con el régimen de Pekín de los tiempos del "revisionismo" siguen animando las actuaciones de estos próceres.

Sospechosa "oposición"
Santos llegó a hacer lo contrario de lo que esperaba la gente que lo eligió, pero nunca tuvo oposición de Uribe ni de su combo, por mucho que el ambiente de sus primeros meses de presidencia fue de verdadero terror, con hechos tan desconcertantes como la bomba de Caracol. La popularidad de Uribe seguía siendo altísima y el país vivía unos años de optimismo, pero curiosamente no hubo candidatos significativos o de oposición a Santos en las elecciones locales de 2011. Petro llegó a alcalde porque el dinero público pagó las campañas de Parody, Luna y Galán, que le "pisaban" el terreno a Peñalosa. ¿Hubo alguna denuncia por parte de Uribe y su comparsa? No, no presentaron candidatos, Uribe se sumó a la campaña de Peñalosa, candidato del M-19 o Partido Verde, y cuando fracasó (porque había cuatro candidatos con el mismo perfil ideológico) se dijo que era por culpa de Uribe. 

Antes de comenzar el proceso de La Habana era evidente que Santos tomaría ese camino, y ciertamente no hubo la menor oposición. El lloriqueo del uribismo en esos años parecía tener más relación con el anhelo de tomar parte en la negociación. Para las elecciones de 2014 pusieron como candidato a un personaje absolutamente carente de atractivo para el votante, que para colmo de males había estado elogiando al gobierno de Santos. Sencillamente, nunca quisieron hacerle frente a Santos, a quien le habían dado la presidencia. La traición fue aún más grave tras el plebiscito, en el que la camarilla de Gaviria llamaba a abstenerse hasta que la presión de la gente les hizo poco recomendable insistir. Cuando, contra todo pronóstico, resultó vencedor el NO, corrieron a salvar el acuerdo por motivos inexplicables para quien no piense en móviles oscuros. Bueno, Uribe dijo que era por la "palabra empeñada". La voluntad popular cuenta menos que sus compromisos. 

Más extraña es la carrera de Iván Duque: era un antiguo protegido de Santos que llegó al Senado por inclusión en una lista cerrada. Después fue promovido por Semana y por personajes como León Valencia, Ariel Ávila y Rodrigo Uprimny, hasta que resultó candidato presidencial. Antes de 2014 era un completo desconocido, y de no ser por el fraude que se cometió con las encuestas para que Petro pasara a segunda vuelta, habría perdido en 2018 ante Fajardo. Duque siempre ha sido un subalterno de Santos y su elección tenía por objeto salvar el acuerdo de La Habana de cualquier tentación de echarlo atrás. ¿Por qué era el candidato de Uribe? Porque lo que hace el CD es lo que le conviene a los Santos. Algunos políticos del CD se quejan del acuerdo, pero al final su lloriqueo se queda en nada, salvo por el aplauso de los votantes, entre los que la mayoría son hinchas sin el menor discernimiento, que creen que la política es una cuestión de sentimientos y en veinte años no han visto nada raro en todo lo que ha ocurrido.

Petro presidente
Para mí es evidente la colusión del uribismo con Santos y su refrendo tácito a la infamia de La Habana, pero si alguien tuviera alguna duda bastaría con pensar en la candidatura de María Fernanda Cabal. ¿Por qué el CD no llevó la cuestión a una consulta como las que designaron a Petro y a Gutiérrez como candidatos de su sector? Incluso habrían ganado dinero, pero de lo que se trataba era de impedir que prosperara una candidatura hostil a Santos y su mundo. Nada más, en cuanto pasaron las elecciones legislativas el flamante candidato salido de la extraña encuesta renunció para apoyar al exalcalde santista, que es como él, un seguro perdedor. Puede tener mucho atractivo popular en su región, pero en el resto del país parece más bien un "ñero" de los que acuden a los actos electorales de Petro.

Petro es un personaje cómico que ejerce alguna seducción sobre las víctimas de Fecode y causa mucha risa entre los extranjeros que curiosean acerca de la política colombiana. Toda su vida ha sido un subalterno de los Santos, desde que en la adolescencia se unió a la banda de asesinos del clan. Ellos le consiguieron una beca para estudiar Economía en el Externado y después, como he explicado, le abrieron el camino a la Alcaldía de Bogotá. Ganará las elecciones porque cuenta con el dinero de la cocaína, que controlan sus compañeros de las FARC (la Unión Patriótica es abiertamente una marca política de la banda y forma parte con la Colombia Humana del "Pacto Histórico"), de modo que, si la propaganda y la compra de votos llegaran a ser insuficientes, siempre les quedará el fraude electoral, para lo que cuentan con el registrador. Que eso ocurrirá así es evidente después de que aparecieran un millón de votos que cambiaron drásticamente la composición del Congreso y de que se demostrara que hubo 300.000 votos repetidos.

¿Qué se puede hacer ante ese fraude? NADA, para impedir que alguien haga algo están Uribe y el CD, como parte de la conjura de Santos, están para asegurar el triunfo de Petro. El que lo dude puede preguntarse cómo es que no han sacado a millones de personas a protestar por un fraude tan patente. ¿Cómo es que no le piden cuentas al gobierno? ¿Cómo es que no presentan denuncias penales? Mientras se va implantando la tiranía comunista que domina casi toda Hispanoamérica, con intervención clara de Irán, China, Rusia y Cuba, los supuestos defensores de la democracia siguen con su habitual lloriqueo quejándose del fraude en algún tuit aislado.

Ojalá el sufrimiento que causará a los colombianos el triunfo del siniestro asno Petro permitiera a algunos despertar del embrujo caudillista y darse cuenta del papel que Uribe y Gaviria han estado desempeñando mientras Santos le abría el camino a esa tiranía. En cierta medida, el agente de esa destrucción es el ciudadano indolente que no ha querido ver tan misteriosas actuaciones de su ídolo y de quienes lo rodean.

(Publicado en el blog País Bizarro el 16 de mayo de 2022.)

jueves, julio 07, 2022

Del patriarcado al totalitarismo


La vida cotidiana en Occidente se ha vuelto una batalla continua entre la visión liberal del mundo, que intenta resistir a la embestida totalitaria, y el proyecto de dominación que se pretende imponer a punta de ingeniería social, intimidación ideológica, propaganda y control de los resortes de la economía y el poder político. Acerca de los agentes de ese proyecto ya escribí una entrada de este blog hace unos meses, esta vez quisiera acercarme a las claves de su discurso.

Los siglos del liberalismo

Voy a atreverme a plantear una línea central de la historia humana que parte de la confluencia de las civilizaciones de Mesopotamia y Egipto en el Mediterráneo oriental y después en la parte europea de ese mar. El resto de Europa heredó esa historia en forma de cristianismo. Los pueblos indoeuropeos, entre los que hay que incluir a los griegos y romanos, se hicieron con los siglos amos de la mayor parte del planeta y determinaron la civilización actual. El liberalismo tenía antecedentes en la Antigüedad mediterránea y en forma dispersa en la Edad Media, pero sólo se conformó como forma de vida predominante tras la Reforma protestante y el declive de los imperios continentales. Los holandeses y británicos experimentaron un formidable desarrollo económico y abrieron el camino a las ideas que tomarían forma en el siglo XVIII con la Ilustración, la Revolución industrial y las revoluciones norteamericana y francesa. Al vencido absolutismo lo reemplazó a partir de entonces la democracia, cuyo fundamento es la igualdad: no se puede hablar de "derechos humanos" sin admitir que son de todos. ¿Es posible que esa "bella época" esté llegando a su fin?

Los valores liberales

Lo que el siglo XIX entendió como "izquierda" era el liberalismo. Aunque se cuenta que los padres de la Independencia de Estados Unidos tenían esclavos, el fin de la esclavitud era inevitable por el enunciado en que se basaba la nueva nación. También la conquista de la igualdad por parte de las mujeres. Y el afán de cohesión social intrínseco a la democracia. Y también el anhelo de igualdad económica y de protección a los débiles. Todas esas cosas que se consideran rasgos del socialismo lo son en esencia del liberalismo, incluido el Estado gigante que construyó la burguesía para asegurar el cumplimiento de la ley, que es la garantía de los derechos de todos. Lo que surge con el totalitarismo comunista no es el logro de esos valores sino su destrucción: la máquina intenta apropiarse del dueño, los supuestos garantes de la ley igualitaria se convierten en una casta todopoderosa que despoja a los demás de sus derechos. En realidad, el retorno de la esclavitud con otro formato. En Iberoamérica ese retorno resultó más fácil porque los esclavistas nunca se fueron y nunca hubo sociedades liberales, los descendientes de los encomenderos son los señores de la guerra comunista. Por eso yerra cómicamente el que cree que ellos defienden esos valores, valores que él desaprueba por ilusa adhesión a un mundo ya desaparecido. En el fondo se trata de la misma pereza del señorito comunista pero manifiesta en forma de triste e inepta gesticulación.

La herencia comunista

Las ideas de Marx como proyecto político nunca han tenido ninguna posibilidad en países acostumbrados a la libertad, como los anglosajones, pero sí en sociedades menos maduras moralmente, como Rusia o Hispanoamérica. Son un pretexto para mantener el orden de castas presentándolo como un paso más adelante del liberalismo. Pero una vez que controlaron el país más grande y con más riquezas naturales del mundo, los comunistas alcanzaron mucha influencia en diversas regiones, como Asia sudoriental, el sur de Europa, algunas zonas de África e Iberoamérica. Con ocasión de la Segunda Guerra Mundial, muchos comunistas europeos emigraron a Estados Unidos y conquistaron entornos académicos y culturales influyentes. El viejo sueño de la sociedad sin clases, convertido en grotesca tiranía de una nomenklatura sobre una masa humana sin derechos, no podía encontrar un público significativo en ese país, pero para reemplazar a la burguesía encontraron a los blancos, a los varones, a los heterosexuales, a los cristianos... Las políticas de identidad son el reemplazo de la vieja lucha de clases con un sucedáneo amorfo del proletariado. Una vez que el crecimiento del Estado y la multiplicación de los cupos universitarios crearon la base social del nuevo proyecto y se produjo la concentración de los recursos en manos de los magnates de las nuevas tecnologías, el nuevo discurso se exportó y sirve a los comunistas en Europa e Iberoamérica, además del resto del mundo anglosajón.

Feminismo y patriarcado

En la bellísima película Sunset Boulevard se dice que la gente nunca piensa que las películas antes de filmarlas hay que escribirlas: ¡se imaginan que la historia se la van inventando los actores! Ese error es el mismo de todas las concepciones creacionistas, y un elemento decisivo de su propaganda. Baste pensar en López Obrador exigiendo al gobierno español que pida perdón por la Conquista. Cualquiera que lea los periódicos ve un espectáculo grotesco, pero ciertamente la mayoría de los mexicanos sienten eso porque cada uno tiene sus motivos para sentirse agraviado y poco le importa que López Obrador pertenezca a la clase de los agraviadores. Se imaginan el mundo recién creado y con los bienes y encantos al alcance de otros. Eso mismo pasa con el "patriarcado". A la gente ignorante la convencen de que se trata de una injusticia sin sentido como si se pudiera entender la humanidad sin su historia, o como si ésta fuera la aplicación del plan de Dios (no lo duden, "el tiempo de Dios es perfecto"). Aprovechando su fuerza física, los varones se las arreglaron para no dejar a las mujeres sacar carbón de pozos profundos, arriesgar la vida en combates continuos con asesinos bien pertrechados y echarse encima la responsabilidad de dirigir la tripulación de un barco. Y ese atributo se convierte en la forma de "mal" a que se enfrentan las huestes justicieras que no tienen que atender a ninguna consideración superior, sino sólo a su tarea de destruir esa ventaja de los machos.

¿A qué llamamos "libertad"?

Me he dado cuenta de que a la gente le gusta creer que la noción que tiene de algo es la única y que resulta absolutamente clara. De ahí que la mayoría de los tuiteros anticomunistas se declaren de "derecha" porque están persuadidos de que "derecha" quiere decir "libertad económica", cosa que no corresponde en absoluto a ningún diccionario. Eso mismo pasa con "libertad". Si la concebimos como la disposición de la voluntad del individuo autónomo y consciente, esa libertad tiene poco que ver con la permisividad de los padres o la falta de control de los jóvenes: "Ella es libre de llegar a la hora que quiera" se puede entender como que una persona dependiente resulta despojada de su responsabilidad porque a quienes deben educarla les resulta más cómodo desentenderse. La libertad de un individuo que no es siervo de otro ni está sometido a otros fines que los propios, eso es algo que sólo pudo surgir con el patriarcado. Es inconcebible ese individuo autónomo sin la existencia de la familia (que es menos natural de lo que se cree, por ejemplo, en muchas tribus amazónicas no hay familias sino una comunidad más amplia con una sola autoridad). Y la familia presupone un padre, sobre todo porque tiene la tarea de defender a la mujer y a la prole. La inseguridad de la vida en la Antigüedad es difícilmente imaginable para nosotros. Las casas de Ampurias, en la costa catalana, no llegarían a los veinte metros cuadrados, pero los muros eran de más de 50 cm de grosor. También era responsabilidad del varón, por ejemplo, en la época romana, el trabajo más duro si era agricultor o ganadero, marino o albañil. En general, el dominio patriarcal era lo contrario de la libertad de una persona que no tiene responsabilidades, más una carga que un privilegio.

El origen de la virtud

Volviendo a la cuestión de las palabras, es muy raro que alguien se pregunte por qué una palabra como virtud empieza igual que virilidad. Y es que en latín la palabra vir significaba "varón". La virtud era la condición del varón como la juventud es la condición del joven. Entonces no era lo contrario del pecado o del vicio, sino el aplomo y la gravedad que acompañaban a la carga que arrastraba el varón como jefe de la familia, y ésta en Roma incluía a los esclavos. Esa autonomía caracterizaba a Grecia y Roma y tuvo su versión en la Europa medieval en la forma de pequeños señores cuya existencia era un continuo forcejeo para ganar independencia respecto a otros señores más poderosos. Ortega y Gasset dice que es de ese espíritu de donde viene el liberalismo, y no hay que confundirse al respecto con la idiotez de la guerra de los sexos; la liberación de la mujer, el logro de su autonomía y "empoderamiento" sólo han sido posibles en las sociedades herederas de Europa, ni en el mundo musulmán ni en el indio ni en Extremo Oriente ni en África se ha producido algo parecido. Se podrá argumentar que el cristianismo tuvo un gran papel ahí, pero al fin la materialización jurídica de la igualdad sólo ocurrió a partir de la Revolución americana. La transformación que llevó al sufragio femenino y a la apertura de oportunidades para las mujeres fue simplemente maduración de los principios liberales y no fruto de una guerra contra todos los varones. Ése es un mito de la propaganda totalitaria que encuentra público porque la gente cree que el argumento de las películas se lo van inventando los actores y que el mundo es como es porque así fue creado.

El festín de las identidades


Las identidades en que se basan los comunistas para agrupar a su público funcionan porque mucha gente cae en la trampa: no sólo la lesbiana que se siente más libre con un caramelo que le dan y un poder de escandalizar tremendo (antes a los adolescentes solitarios los acosaban hombres mayores, cosa que los indignaba, ahora ceden y resultan diplomados en liberación sexual, rebeldía y diversidad), o la abortista (que no es alguien que hace algo horrible, sino una valiente que conquista un hermoso derecho), sino también la gente conservadora, que realmente cree que alrededor de ese "feminismo" hay algún interés de las mujeres (extrañamente más afines a las personas de su sexo que a sus padres, hermanos, hijos o amantes). Lo mismo pasa con las resistencias a los logros femeninos, es un regalo que les dan los tradicionalistas a los totalitarios porque, siendo como son personas muy tontas las que creen esa propaganda, fácilmente suponen que algún hombre se resistirá a que sus hijas sean científicas, compositoras o directoras de cine. O que para serlo sólo hace falta que se abran cuotas.

Un mundo menos libre

En realidad, las personas que siguen a los totalitarios son más víctimas que criminales, entre los negros de Estados Unidos predomina la intimidación sobre la convicción y las personas "diversas" de todo tipo son tristemente unánimes en su condición de víctimas ansiosas de quejarse. Lo que la conjura totalitaria amenaza no son prerrogativas masculinas, que desaparecieron hace tiempo, sino la libertad de todos. Y lo que puede vencerlo es la recuperación clara de los valores liberales. La denuncia de la pérdida de libertad que esa moda representa para todos, más que el apego a un mundo de ayer que por suerte ya no existe.

(Publicado en el blog País Bizarro el 20 de abril de 2022.)