domingo, diciembre 25, 2011

Cultura mafiosa y cultura universitaria


Mucho se ha hablado últimamente de la "cultura mafiosa", a la que se atribuyen todos los problemas del país. Según Alejandro Gaviria, sería más provechoso analizar la "cultura de la cultura mafiosa". Sobre esa ideología trata este artículo. Una cita muy divertida de un académico parece resumir la cuestión:
Estoy convencido de que el imperio de una cultura mafiosa en el manejo de los dineros públicos en sectores claves de la sociedad, la corrupción generalizada y cínica de una buena parte de nuestros políticos y las prácticas del soborno extendidas entre el empresariado privado son derivaciones del dominio del narcotráfico sobre nuestra economía y de los valores y modos de ver el mundo que acompañaron su increíble auge en la Colombia de los años setenta y ochenta.
Lo que parece molestar a Gaviria es más bien la generalización y como frivolidad del dicho, no el hecho fascinante de que se considere el tráfico de drogas la causa de la corrupción y no su consecuencia, idea que en cierta medida comparte.

Antes de seguir conviene detenerse en la cuestión esencial: lo que llaman "cultura mafiosa" es el uribismo. Su opuesto es la cultura universitaria. Se puede detectar con absoluta claridad en esta perla de Alfredo Molano, que no por nada era durante los noventa el líder indiscutido de la universidad colombiana. Pero también en la producción de sus herederos, como Reinaldo Spitaletta o la nunca bien ponderada Natalia Springer, por no hablar del más dulce y sabio de todos los maestros de moral (también profesor universitario), Ramiro Bejarano. Las quejas contra la ostentación de los nuevos ricos son las rutinarias protestas de todas las jerarquías desplazadas o amenazadas, y el escrito de María Jimena Duzán sobre Carlos Mattos es un ejemplo patente. La ilegalidad o criminalidad no importan, en tal caso habría algún reproche a las organizaciones terroristas, que son en esencia una expresión de la universidad y cuyas proezas contaban con el aplauso entusiasta de Molano, y un poco más matizado de los demás críticos de la cultura mafiosa, en una variación de tonos que llega hasta el silencio de Gaviria, a fin de cuentas otro exponente de la cultura universitaria.

Picaresca y mafia
Esa disposición a despreciar el dinero en defensa de la calidad de las personas es como un resabio del Barroco y la Contrarreforma, y si bien en la Colombia de las últimas décadas se usa para resistir el ascenso de paisas, finqueros y gente sin relación con las castas favorecidas, por entonces tenía mucho que ver con las persecuciones antisemitas. Son numerosas las obras que aluden al tema, como la letrilla de "Poderoso caballero es don Dinero", de Quevedo. Este autor también reseñó la figura del "pícaro", el superviviente desarraigado e inescrupuloso que caracterizaría todo un género literario y que siempre tuvo herederos en Hispanoamérica. El mismo Borges alude a la "viveza forajida" como un valor de aquellos a quienes condena.

De tal modo, la "cultura mafiosa" con que la universidad pretende identificar el uribismo es una queja de todas las generaciones. Baste recordar las protestas de Alberto Lleras contra los avivatos. Lo interesante son los corolarios que acompañan a la definición de los universitarios: en el cajón de sastre de la "cultura mafiosa" entra todo aquello que molesta al gremio, pero apartando esos rasgos es posible contemplar lo que lo define.

La mafia propiamente dicha surge como remanente del feudalismo y florece en Sicilia ante la ausencia de Estado: los viejos poderes locales persisten y cobran contribuciones que unas décadas antes serían legales. Diversos factores culturales y políticos determinan que esa "industria" de la protección persista y se amplíe, aun entre los emigrantes sicilianos. El crimen organizado en Colombia tiene un origen diferente, aunque las coincidencias con el catolicismo y la prevalencia de las lealtades familiares dieron lugar a procesos parecidos.

La relación del crimen organizado con el uribismo es un típico invento de la universidad, ella sí profundamente relacionada con la industria del secuestro y el tráfico de cocaína, como se demuestra pensando en tantos profesores que reclutan estudiantes (caso de Miguel Ángel Beltrán) o que viven dedicados a legitimar a las bandas de asesinos (como Francisco Gutiérrez Sanín y muchísimos otros). En términos sociológicos, la cultura universitaria se presenta como cierta mesura en el consumo (toda vez que el típico doctor no sólo no podría competir con los lujos que se pagan los delincuentes, sino tampoco con los de ningún empresario afortunado), cierto gusto refinado (que en la dimensión local más o menos llega al nivel de Fruko y sus Tesos), etc. Es decir, lo mismo que caracteriza en todas partes a las clases sociales descendentes asustadas por la disolución de las jerarquías, si bien la espiritualidad y cultura de los rumberos guevaristas como ejemplo aristocrático parece concebida para demostrar que la vida colombiana es como una representación de la humanidad por una compañía de babuinos.

En cambio, ¡qué claros son los límites de la cultura universitaria! Después de que durante varias décadas los estudiantes clamaban por la lucha armada, de forma unánime en la Universidad Nacional y otras públicas, ahora resultan todos amables pacifistas partidarios de que se dialogue y se busque la reconciliación. Tras el sonoro fracaso del comunismo soviético y la patente ruina de Cuba, se busca el sueño del populismo chavista, disfrazado por un tiempo cuando Chávez amenazaba a Colombia pero cada vez menos. La ilusión del fracasado socialismo europeo como modelo sigue siendo hegemónica; no en balde Gustavo Petro afirmaba hace un tiempo que el socialismo se descalificaba en Hispanoamérica llamándolo populismo.

Burocracia y rentismo
La única industria eficiente que ha producido la universidad colombiana es la industria del secuestro. Fuera de eso, el horizonte profesional de los titulados es la burocracia, sobre todo la burocracia universitaria, toda vez que el esfuerzo de "educación" siempre demanda más y más recursos, y a fin de cuentas a nadie le sorprende que pese a tantos millones de titulados sea imposible encontrar un tornillo de buena calidad fabricado en el país. Las limitaciones de productividad de los funcionarios se suplen con la grata verificación de sus altas miras morales, demostrables en su adhesión a los "derechos" que proclama la Constitución de 1991, o en la envarada sed de justicia que lleva a Gaviria a asegurar que el magistrado Fierro no prevaricó enviando con pretextos indecentes a Andrés Felipe Arias a prisión y a un "jurista" de su misma universidad a protestar indignado porque el ex ministro no fuera enviado a la Picota.

Es decir, lo que la universidad expresa con su supuesto clasismo y su supuesta superioridad moral es la defensa de una posición de privilegio para los grupos relacionados con ella. Hay dos rasgos que me llaman poderosamente la atención y que muestran la coherencia de ese discurso, la afinidad profunda entre Beltrán y Gaviria. Uno es la rabia por las exenciones a la inversión durante el gobierno de Uribe. El otro, la rabia por las inversiones en el Sena. En ambos casos, la gente que no comparte los tics de las clases altas locales resultan beneficiadas, y eso se percibe como una invasión de la mafia (es decir, de la gente que no está de parte de los secuestradores).

La mayor parte de las personas que estudian en el Sena buscarán trabajo en proyectos productivos ajenos al Estado. Su formación, así como su cantidad, resulta útil a las empresas, cuya expansión resultaba además favorecida por las exenciones. Todo ese montón de mafiosos resultaban en últimas amenazantes para los burócratas o proyectos de burócratas, que prefieren tenerlos como víctimas a las cuales proteger entablando pleitos contra "el Estado", o a las cuales movilizar para reclamar derechos cada vez que la carrera política de algún líder universitario lo requiera. De ahí la histeria con la cultura mafiosa.

El proyecto colectivista
Colombia es diáfana: el orden de esclavitud que predominó durante tres siglos persiste usando nuevas máscaras, ya que la encomienda resulta impresentable en el mundo de hoy. La dominación se perpetúa a través de la retórica colectivista, y la acción de tutela, impuesta por los terroristas del M-19 (que procedían del PCC y no de la Anapo como pretende la propaganda) es un ejemplo típico: los recursos están en manos del funcionario, que concede "derechos" (o los hace tangibles, lo cual es lo mismo) a la medida de su interés o aun de los incentivos que reciba. En últimas, hay colectivismo porque hay dominación, y ésta es a aquél lo que el instinto sexual es al erotismo.

Voy a citar unas cuantas perlas de un decano de Economía para que se entienda cuál es el proyecto que comparte la universidad, sea con estridencias farianas, sea con comedimientos tecnocráticos. Salomón Kalmanovitz publicó un artículo evaluando el primer año de Santos. Muchas son las cosas que habría que comentar, pues el nivel de la argumentación permite figurarse la enseñanza que se imparte en las universidades colombianas, pero sólo voy a prestar atención a la cuestión tributaria.
Pero el desequilibrio fiscal es estructural y no parte tanto del gasto público, sino de los tributos. En mala hora, hace 25 años el Congreso decidió que los propietarios de las empresas y de portafolios financieros no pagaran impuestos sobre sus dividendos y sobre intereses, aduciendo que había doble tributación, lo cual no era cierto. Las exenciones se han seguido introduciendo de manera desordenada, lo cual ha deteriorado el impuesto de renta, haciendo reposar el recaudo en los impuestos indirectos que pagan los que menos capacidad económica tienen de hacerlo.
La primera parte, por no hablar del párrafo anterior, en el que se dan por sobreentendidas las decisiones de las cortes en materia de gasto, muestra cómo se "razona" en el medio universitario colombiano. ¿De qué modo un desequilibrio fiscal es estructural sin partir del gasto público? Se parte del sobreentendido de que éste debe aumentar. ¿Por qué? Porque es lo que permitirá asegurarse rentas a los alumnos de Kalmanovitz. ¿No habrá países en los que se piense más bien en reducirlo? ¿Cómo puede haber un desequilibrio que parta de los tributos y no del gasto? Los lectores forman parte de la masa colectivista, no en balde son parásitos, como sus padres y abuelos. Pero en definitiva se dice que los impuestos que pagan las empresas deben aumentar para corregir el desequilibrio fiscal. Es decir, esa decisión no se presenta como una opción política, sino como una exigencia técnica. El socialismo está sobreentendido.

Pero la parte final del párrafo es realmente prodigiosa, y eso viniendo de un decano de Economía describe a la perfección al país. ¿Cómo que los impuestos indirectos los pagan los que menos tienen? ¿Pagan más IVA los que buscan comida en la basura que los que se desplazan en automóviles BMW, como muchos profesores? Es una noticia sumamente interesante.

El colectivismo como forma de vida tradicional es evidente en la forma de pagar impuestos en Colombia, pero no para quienes no conocen otro país. De lo que se trata es de despojar al que trabaja y produce, exactamente como en la encomienda. El interesado puede comparar lo que paga de impuestos una empresa manufacturera de cualquier tipo en Colombia y en un país europeo de "Estado de Bienestar", así como lo que paga un funcionario público que se gane diez veces el sueldo medio del país (para el caso, los profesores de universidades privadas serían lo mismo, pues dichos centros tienen prohibido el lucro). La comparación es escandalosa, los impuestos que pagan los asalariados ricos en Colombia son ínfimos y los de las empresas son altísimos.

La primera mentira corresponde a lo que se pague por IVA. Pero una mentira tan tosca y ridícula escrita por un decano de Economía da una idea de la calidad intelectual de los enemigos de la cultura mafiosa. "Los que menos capacidad económica tienen" son los asalariados ricos, que sólo en los pantalones de marca Levi's auténticos pagarían más IVA que una persona miserable en varios meses. El afán de poner la carga tributaria sobre los empresarios es sólo el de proteger a la casta universitaria o parásita.

Pero no faltará el que razone que está bien que se cobren impuestos a los empresarios. ¿Acaso no los pagarían si a todas las personas adineradas se les cobrara según su ingreso como en los países civilizados? Además de este impuesto general sobre la renta de las personas físicas, hay un "impuesto de sociedades", que es lo que en Colombia se llama "impuesto de renta". La carga tributaria no afecta a las ganancias de los inversores, que la trasladan al precio o a los salarios. Sólo que en negocios que no ofrecen una rentabilidad alta no invierten, y es lo que se consigue cobrando impuestos altos a las empresas: desanimar la inversión y reducir así los ingresos y las oportunidades de los asalariados productivos. A la burocracia eso no la preocupa en exceso, pues los ingresos del Estado cada vez dependen más del subsuelo, y la miseria generalizada asegura mayor provisión de servicio doméstico barato.

Es decir, la ridícula cháchara de Kalmanovitz sobre "los que menos tienen" y la queja, que comparten los demás decanos, sobre las exenciones a la inversión, son sólo pretextos para impedir que los "mafiosos" (es decir, el tipo de gente productiva que suele apoyar a Uribe) disputen la supremacía al grupo de poder colectivista con que está relacionado el decano.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 24 de agosto de 2011.)

jueves, diciembre 15, 2011

Pero ¿por qué Breivik tenía que matar a los niños?


Como era previsible, Anders Behring Breivik no fue declarado "enfermo" por las autoridades noruegas ni ha mostrado arrepentimiento por los asesinatos que cometió. La ausencia de interés de lucro o poder en su acción lo muestra como un "idealista" que mata para cambiar la sociedad, pero concebir eso hace rabiar de santa indignación en un lugar como Colombia, donde quien más, quien menos, todos han sido admiradores del Che Guevara en alguna época de su vida y donde la misma Constitución y la máxima autoridad judicial legitiman el asesinato como acción "altruista". No tiene sentido sorprenderse: ¿por qué va a esperarse que no aplique la "ley del embudo" quien legitima el asesinato y aun le debe su poder y sus rentas fabulosas a dicha proeza, como ocurre con los herederos del engendro de Pablo que hacen "justicia" en nuestro deplorable muladar?

Ya comenté en otra ocasión que el crimen del noruego es expresión de un malestar innegable en muchos países de Europa a causa, entre otras muchas razones, de la inmigración de origen musulmán y la imposición amenazante de los preceptos islamistas, de lo que es buen ejemplo la persecución a Salman Rushdie o al autor de las famosas caricaturas de Mahoma. Pero sin la menor duda lo que indignaba a Breivik, que planeó su crimen durante muchos años, no serían los musulmanes, porque en tal caso habría ido a matarlos. Ni siquiera los marxistas propiamente dichos, a los que también "perdonó". Creo que vale la pena considerar el que matara a unos adolescentes del partido que ha dominado la política noruega por más tiempo, no a los dirigentes del partido ni a los altos cargos del gobierno.

Lo primero que merece atención es el carácter del partido, pues basta la percepción que se tiene de un término para reconocer la sarta de respuestas ideológicas que todo el mundo tiene antes de asomarse a algo. ¿Qué significa "socialista"? Para el colombiano medio significa "de izquierda", luego "justo", "equilibrado", "ecuánime" y aun "bueno". Por eso copiaré la definición del diccionario, porque si entendemos qué es "socialismo" tal vez sepamos de qué hablamos:
Sistema de organización social y económico basado en la propiedad y administración colectiva o estatal de los medios de producción y en la regulación por el Estado de las actividades económicas y sociales, y la distribución de los bienes.
Luego, el socialismo es el bando del Estado. En los países escandinavos el estatismo ha llegado a extremos mayores que en cualesquiera otras sociedades democráticas. La tasa impositiva ha sido durante mucho tiempo altísima. Se llega a extremos en los que la tasa impositiva es superior a los ingresos, como le ocurrió a la escritora Astrid Lindgren. La imagen que tienen los colombianos sobre esos países, siempre determinada por el adoctrinamiento que se considera "educación", es la de paraísos ordenados y amables gracias a la protección social. Todos los prejuicios y complejos racistas, la ignorancia y la ideología confluyen en el mito que hay al respecto. Se trata de países con una gran cohesión étnica (sin migraciones significativas desde hace miles de años), forzados a la solidaridad y el orden por el clima inclemente, regidos durante casi cinco siglos por una misma forma de vida religiosa y próximos lingüística y geográficamente a los grandes centros de innovación tecnológica y cultural de los últimos siglos (Alemania y el Reino Unido, junto con Estados Unidos). El paraíso del socialismo no cuenta con muchas ventajas respecto a Suiza, pero es casi perder el tiempo explicar eso a los colombianos, a quienes hasta la belleza de la arquitectura o de los paisajes escandinavos les parecen fruto del socialismo.

El sentido de este artículo es sobre todo discutir las falacias reinantes sobre el socialismo. La palabra evoca la idea de "igualdad", concebida en términos de la ideología creacionista del resentimiento como "justicia", aunque tiene poco que ver tanto con una noción como con la otra. La mayor parte de los recursos de los colombianos se gastan en pagar privilegios escandalosos a los socialistas: es decir, a los partidarios del Estado, es decir, a los burócratas. ¿O qué es el Estado?

Cuando el colombiano está delante del ángel escandinavo (me gustaría imaginarme cuántas colombianas rechazarían una invitación a cenar de Breivik antes de su proeza), admira sobre todo el tipo físico, pero lo aliña con ideología: ese paraíso es socialista. No en balde dice Nietzsche, en un texto que explica todas las falacias que reinaron después, que el Estado, posea lo que posea, lo ha robado.

A quien le interese el tema del Estado le recomiendo el capítulo "El mayor peligro, el Estado", de La rebelión de las masas, de José Ortega y Gasset, del que copio un par de párrafos.
Este es el mayor peligro que hoy amenaza a la civilización: la estatifícación de la vida, el intervencionismo del Estado, la absorción de toda espontaneidad social por el Estado; es decir, la anulación de la espontaneidad histórica, que en definitiva sostiene, nutre y empuja los destinos humanos. Cuando la masa siente alguna desventura o, simplemente, algún fuerte apetito, es una gran tentación para ella esa permanente y segura posibilidad de conseguir todo — sin esfuerzo, lucha, duda, ni riesgo — sin mas que tocar el resorte y hacer funcionar la portentosa máquina. La masa se dice: "El Estado soy yo", lo cual es un perfecto error. El Estado es la masa sólo en el sentido en que puede decirse de dos hombres que son idénticos, porque ninguno de los dos se llama Juan. Estado contemporáneo y masa coinciden sólo en ser anónimos. Pero el caso es que el hombre-masa cree, en efecto, que él es el Estado, y tenderá cada vez más a hacerlo funcionar con cualquier pretexto, a aplastar con él toda minoría creadora que lo perturbe; que lo perturbe en cualquier orden: en política, en ideas, en industria.

El resultado de esta tendencia será fatal. La espontaneidad social quedará violentada una vez y otra por la intervención del Estado; ninguna nueva simiente podrá fructificar. La sociedad tendrá que vivir para el Estado; el hombre, para la maquina del gobierno. Y como a la postre no es sino una máquina cuya existencia y mantenimiento dependen de la vitalidad circundante que la mantenga, el Estado, después de chupar el tuétano a la sociedad, se quedará hético, esquelético, muerto con esa muerte herrumbrosa de la máquina, mucho más cadavérica que la del organismo vivo.
Pero en el contexto del "paraíso" escandinavo el proceso va mucho más lejos. La dominación burocrática conduce a una regulación en la que toda responsabilidad individual desaparece, tal como en la sociología totalitaria el delincuente es una víctima de una sociedad enferma. Un escritor danés publicó una novela, El hombre que quería ser culpable, sobre esa enajenación.

Es muy interesante examinar el contexto de la isla de Utoya, donde fue Breivik a matar a los adolescentes de las juventudes del Partido Socialdemócrata. Fue un regalo de los sindicatos al Partido, y está ligada a la historia de sus dirigentes.

Sencillamente, el partido del Estado se vuelve una casta hereditaria que poco a poco se va apropiando de la sociedad. Detrás del móvil del asesino puede estar un sentimiento de agravio que comparte mucha gente, y que tiene que ver con ese papel del Estado que describe Ortega: surge de la sociedad pero la va parasitando. Genera una dictadura invisible que conserva las formas de cortesía (algo que destacan todos los que conocen las sociedades escandinavas) pero poco a poco va generando privilegios para los descendientes de la casta burocrática. Como asegurarles protagonismo y mando desde jóvenes. Y al mismo tiempo muestra su radicalismo con la solidaridad con ángeles hermanos como los de las FARC colombianas.

Claro que ¿cómo va a entenderse eso en Colombia? Los privilegios de la nobleza de sangre motivan las cómicas muecas de desprecio (la "artista" Doris Salcedo, premiada en España, exhibió su rebeldía negándose a un trato deferente hacia un miembro de la familia real), al igual que los de la herencia patrimonial, típicos del orden burgués. No así los privilegios de las castas funcionariales, que a fin de cuentas son tradicionales en Colombia.

Porque el fondo de la adhesión al socialismo de los colombianos es su herencia ideológica y moral. Los privilegios de los de arriba les molestan menos si son burócratas o demagogos. Es decir, porque el ensueño ideológico del colombiano sólo es reflejo de aquello de que está constituido, de lo que ha visto y aprendido, de la plenitud del tinterillo o el cura que disponen de todo sin rendir cuentas.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 17 de agosto de 2011.)

domingo, diciembre 11, 2011

La articulación del movimiento revolucionario

Tuve una discusión en Twitter con el señor
Sergio Araujo Castaño. Me impresiona que hasta la gente que escribe en la prensa comparta las rutinas más increíbles de la ideología colombiana. Como la oposición entre los conceptos de "criminal" y"político":
Para mí es un misterio. ¿Cómo concebir a las FARC como a unos bandidos apolíticos? ¿Desde cuándo el contenido político de alguna organización criminal es legitimador? Esa cuestión, que parece definir a Colombia, la encuentra uno a todas horas. Vale la pena hurgar en esa idea, para mí monstruosa, para entender lo que ocurre.

Pero la discusión al final era sobre la relación entre las camarillas de delfines y las organizaciones terroristas. No tanto eso exactamente, cuanto el papel de un personaje como Roberto Pombo, director de El Tiempo. Lo explicaré más adelante.

Delito político
Cada vez que uno cree haber alcanzado una conclusión precisa sobre un asunto y está feliz con la respuesta que ha encontrado, sólo hace falta que relea un poco algún texto de un clásico que se relacione con el asunto de su reflexión y encontrará ahí su descubrimiento genial, mucho mejor expresado. Eso pasa con la idea de que el delito político existe en la jurisprudencia colombiana, y aun en la cultura tradicional, como forma de proteger a los grandes señores de la política en caso de que fueran derrotados en alguna guerra que emprendían, de modo que los vencedores no los pudieran judicializar. Me gustaría que fuera una ocurrencia mía, pero fue algo que leí hace meses.

El caso es que esa oposición entre "criminal" y "político" es endémica y resulta imposible removerla. El fondo es el orden viejo, con jerarquías brutales que hacían que la vida de los indios y negros fuera insignificante en comparación con la de sus dueños. "Político" era el que podía aspirar a un cargo de poder. El que podía adornarse de retórica y estaba vinculado a castas poderosas. Cuando los colombianos (es incomunicable el que ¡NUNCA NINGÚN EUROPEO HARÍA ESO!) preguntan con rabia si determinado crimen es "político" están expresando ese punto de vista "clasista". La idea de que Breivik es apolítico, o de que si se lo considera político hay que negociar con él y nombrarlo ministro, bastaría para explicar a los europeos lo monstruoso y abominable de la realidad colombiana. Pero "la realidad" no son sólo los crímenes sino esas opiniones como la del trino del señor Araujo que copié arriba. Desligar a las organizaciones terroristas de esa opinión unánime es como percibir sólo la sombra de las cosas. Dichas organizaciones existen y hacen lo que hacen porque en Colombia es legal matar gente para hacer carrera política. No sólo legal, sino legítimo (es decir, legitimado hasta por las víctimas). El que detecta algo monstruoso en eso es percibido como un monstruo.

El Partido Comunista
Es decir, durante todo el siglo XIX el poder se basaba en actos de fuerza, en el triunfo en alguna guerra civil. Podría haber simulacros de elecciones, pero en definitiva gobernaba el jugador que se imponía en las intrigas armadas o en las batallas en campo abierto. Ése fue el contexto de la Guerra de los Mil Días, que pasó a librarse por otros medios hasta que estalló de nuevo a partir de 1948. Sólo que por entonces ya había otro actor, dotado de una tecnología eficacísima de dominación y agitación y con enormes recursos del imperio soviético. De todas las hipótesis sobre el 9 de abril la más plausible es la de la conjura comunista, no porque se pueda probar mucho respecto a los motivos de Roa Sierra sino porque los incendios y saqueos obedecían claramente a un plan, por no hablar del interés de contestar la Conferencia Panamericana, con la que EE UU pretendía "alinear" a los gobiernos de la región (imaginarse a los lambones rivales de Gaitán mandándolo matar con tantos testigos es pura colombianidad). Desde mucho antes el PCC trabajaba para crear una base rural que le permitiera emular a Mao Zedong y su guerra popular prolongada. Esa fase se llamaba "colonización armada comunista" e incluía la formación de cuadrillas armadas y el control territorial en rebeldía respecto del Estado.

Es muy importante considerar ese momento porque todo lo que ha ocurrido después parte de ahí. Tras 16 años en el poder, los liberales tienen una amplia hegemonía respecto de los conservadores, deslegitimados además por su adhesión al Eje. Los grupos de poder que han prosperado durante esos años ("la oligarquía") se ven desbordados por un caudillo populista que arrastra a las masas de su partido. La división del partido mayoritario permite que suba el rival, que copa los puestos (el motivo de todas las guerras) del Estado con gente de sus filas. Tras el bogotazo se desata la violencia contra los liberales y éstos en las zonas rurales se alían con los núcleos del Partido Comunista. Rojas Pinilla combate sobre todo a éstos, con apoyo estadounidense por la Guerra Fría, y detiene la cruzada contra los liberales. El Frente Nacional fue una tregua, pero "la oligarquía" liberal siguió aspirando a la hegemonía. La alianza de esas camarillas con los comunistas en los años cincuenta se ha mantenido de forma intermitente, según el juego de cada momento.

Contra el Frente Nacional se levantó el delfín por antonomasia, que creó una división dentro del Partido Liberal y se alió con los comunistas, poderosos en muchas zonas rurales. (Esta entrevista informa mucho sobre el origen de las alianzas actuales del santismo.) En las elecciones de 1960 el suplente de López Michelsen en las listas del MRL a la cámara era el dulce Juan de la Cruz Varela. La relación del MRL con la revolución fue aún más profunda. Plinio Apuleyo Mendoza contaba esto:
Cuando era dirigente de las Juventudes del MRL envié a Cuba, para adoctrinarlos, a más de cuarenta muchachos. Y varios de ellos, al regresar, crearon el ELN.
Cosa que explica que poco más de una década después el ya presidente López Michelsen impidiera la aniquilación del ELN, como ha denunciado muchas veces el general Valencia Tovar.

Movimiento estudiantil
La Revolución cubana y la efervescencia de los años sesenta hicieron que el centro de actividad del comunismo en Colombia se trasladara a las universidades. Una nueva hornada de delfines de la República liberal pasó a reemplazar a sus padres, comprometidos con el Frente Nacional, en la búsqueda de la hegemonía, Camilo Torres buscó un liderazgo como el de Gaitán en la oratoria, surgieron variantes comunistas basadas en la experiencia cubana (el "foquismo", con miles de partidarios en las ciudades), en la ruptura chino-soviética (maoístas, como el MOIR o los llamados "marxistas-leninistas", genuinos precursores del "pensamiento Gonzalo" y creadores del EPL) o en las revueltas de Mayo del 68 (trotskistas, principalmente).

El objeto de este escrito es mostrar la forma en que los cálculos de los delfines se acoplan perfectamente con los planes del Partido Comunista (y del expansionismo soviético de la época) y de las demás organizaciones "marxistas". Ese fenómeno por una parte está implícito en la ideología (el colectivismo es siempre el sueño del cura, del gran terrateniente, del dueño de clientelas políticas; y la ingeniería social de Stalin tenía siglos de trayectoria en la Rusia zarista), y por otro ocurre de forma casi automática en la sociedad colombiana, por el pasado esclavista. Un estudiante de provincia como Iván Ríos no tiene otra aspiración que asimilarse a los grupos de sabios de uñas pulcras, maneras suaves, vocabulario copioso, habilidades sociales, autoconfianza y organización previa o espontánea. En todas las organizaciones revolucionarias los puestos de mando correspondían a delfines o herederos de alguna forma de poder. La "elevación" social del militante de origen humilde iba acompañada de mística, mientras que los líderes estudiantiles pensaban sobre todo en acercarse a una elite para la que ellos eran sólo segundones. El liderazgo seguía en manos de los de siempre: Gilberto Vieira podía consultar sus decisiones con López Michelsen aunque éste fuera presidente, y durante esos años la identidad entre el PCC y las FARC era manifiesta. Raúl Reyes formó parte del Comité Central de dicho partido, así como muchos otros líderes de las FARC. El comunismo y la guerrilla (no habían pasado veinte años de la lista con Varela, como lo que media entre la época del Proceso 8.000 y la actual) seguían siendo para los líderes "liberales" una baza útil para conseguir la hegemonía en el control del Estado.

García Márquez le propuso a Enrique Santos Calderón crear Alternativa, según cuenta el propio Hermano Mayor del presidente. La revista agrupó las aspiraciones de la generación revolucionaria de la época, y reunió a lo más granado de la clase oligárquica. No hay ningún matiz importante que separe la ideología de Alternativa de la de las FARC. Y nada ha cambiado en el discurso hegemónico de las universidades, donde los lectores de dicha revista pasaron a ser profesores y a "formar" una nueva generación de activistas urbanos del terrorismo, obedeciendo siempre la doctrina de los mismos fundadores. Santos Calderón y Caballero son los grandes orientadores de esa clase, hoy poderosa gracias al "hijo" de Alternativa y de las intrigas de la camarilla de Santos Calderón: el M-19 (sobre el particular es del máximo interés este enlace). Bueno, la apuesta de fondo para el comunismo era el PCC y su organización armada, que también prosperó en esas décadas. El que las universidades estuvieran en manos de grupos académicos con esa disposición es otro tema extenso para las pretensiones de este artículo, pero también muestra la articulación entre la casta oligárquica y las organizaciones terroristas. A ningún gobierno le interesa dejar sin trabajo a Cienfuegos.

Todas las formas de lucha
La "combinación de todas las formas de lucha" no es, como se cree, una idea maquiavélica con la que se pretende justificar cínicamente el asesinato. La ideología colombiana lleva siempre a esa delicadeza:


¿También con la ideología nazi? Las posibilidades podrían ser muchas, y viene a ser el mismo punto que copié arriba: ser "político" es una cuestión de modales. Si alguien propone el exterminio de los judíos y la reimplantación de la esclavitud (y en Twitter-Colombia son "ideas" que uno encuentra), hay que plantearse que siendo personas desarmadas y que sólo opinan, pues resulta respetable.

Pero la "combinación de todas las formas de lucha" era una forma en que el PCC justificaba ante los radicales de las otras sectas su participación en la política electoral. Es decir, y la ceguera al respecto ya resulta fascinante (como alguien que considerara "ludópatas" a los dueños de los casinos), todo lo que hacen las guerrillas tiene el mismo objetivo que las diversas campañas electorales del PCC y las demás formas de "lucha". La aversión a las armas es una forma de exhibir uno su estrato (en otra época sería exactamente lo contrario, una espada o una daga no estaban al alcance de cualquiera), y el efecto, ya cómico, es que estaría bien que un día despojaran a la gente de sus propiedades y la mandaran a campos de concentración o de reeducación, por las buenas, gracias a la persuasión que irían ejerciendo los tiernos reformadores sobre la multitud. Todas las ideas son respetables.

Tanto el M-19 como las FARC y el ELN son apuestas de la casta oligárquica. Mientras que los imitadores de los tupamaros se aliaban con Escobar para asaltar el Palacio de Justicia y eliminar a las cortes de la época (vestigio del Frente Nacional que incomodaban a la nueva hegemonía), las otras dos bandas acompañaban la expansión de la "forma de lucha" sindical. De ese modo el PCC se apropió del Estado, primero gracias a los grupos universitarios y después a través de los sindicatos. Fue a punta de intimidación como los comunistas se impusieron en los sindicatos de Ecopetrol, Telecom, el ICSS, Inravisión, el poder judicial, el magisterio y muchísimos otros, gracias a lo cual por una parte generaron una amplia casta de privilegiados que se pensionaban a los cuarenta años y cobraban, siguen cobrando, el sueldo de diez o más sufridos trabajadores. Las amenazas servían para forzar a los empleados a participar en huelgas, para excluir o asimilar a cualquier sindicalista rival y para imponer los pliegos de peticiones en caso de que algún funcionario se obstinara en no firmarlo. A los "trabajadores al servicio del Estado" los nombraban los gobiernos "liberales" (sobre todo a partir del de Barco) y servían por una parte como fuerza de choque urbana del PCC y por otra como clientela electoral de quienes los habían nombrado. Sólo después del Caguán se planteó mover esas clientelas hacia una opción electoral heredera de Alternativa (promovida también por Orlando Fals Borda) y cuyo candidato de la CUT había sido miembro del Comité Ejecutivo Central del PCC: Luis Eduardo Garzón. La nueva apuesta correspondía al previsible fracaso del "liberalismo" tras el escándalo del proceso 8.000.

Al igual que el M-19, el Polo Democrático contó con el respaldo entusiasta de El Tiempo. En las semanas anteriores a las elecciones de 2002, pese a ser una opción nueva y claramente minoritaria, la candidatura de Luis Eduardo Garzón figuró unas ocho veces más que la de Uribe Vélez en el periódico. Pero antes de esa etapa conviene detenerse en las negociaciones de paz.

Rumbo al Paraíso
Mientras las bandas de asesinos secuestran, extorsionan y trafican con cocaína y el PCC organiza sindicatos y prospera maravillosamente gracias a los votos inducidos por las FARC (que se expandieron gracias al intento de Betancur de aliarse con los comunistas para crear un nuevo paradigma de bipartidismo con el que se recuperara el papel de su partido), la parte más noble de la conjura expande su hegemonía por las universidades y la prensa, así como por el poder judicial y otras instancias del aparato estatal. La Constitución del 91 fue como la conquista de la mitad del poder, y dejó abierto el camino para un "avance" más sustancial en la negociación siguiente. La expansión de las FARC durante los noventa fue acompañada de propaganda velada en la prensa y de presiones por la negociación, que condujeron al Caguán.

Cuando uno dice que las FARC son el servicio doméstico armado de los dueños de la prensa en Colombia lo miran como a un loco. El que crea otra cosa podría ir a una hemeroteca, buscar cualquier ejemplar de El Tiempo o El Espectador de 1998 o 1999, examinar las noticias, los artículos de opinión, etc. ¿Qué pretendían? NUNCA NINGÚN artículo publicado en esos periódicos mientras duró la negociación del Caguán puso en duda que fuera lícito negociar las leyes con organizaciones de asesinos, al contrario, cada atrocidad iba acompañada de la reflexión de que las partes necesitaban llegar fuertes a la mesa de negociación y de que todo eso había que aguantarlo mientras se superaba la fase de creación de confianza. Casualmente los mismos que habían dirigido el M-19 desde el control social (es decir, la relación personal con sus máximos dirigentes), que por entonces ya controlaban completamente El Tiempo, eran bondadosa, bobaliconamente benévolos con los terroristas. La deformidad moral que hace falta para creer en tanta inocencia comporta por lo menos una grave lesión cerebral.

La rabia de la gente con el Caguán, negociación que fracasó por los cálculos erróneos de Pastrana respecto a lo que tendría que conceder a los empresarios del terror (no hay que olvidar que Roberto Pombo formaba parte de los comités temáticos), condujo a la rebelión de 2001 que habría de llevar a la elección de Uribe Vélez el año siguiente. Pero en el contexto de esa campaña electoral ocurrieron los hechos que más marcaron la década en Colombia, como el secuestro de Íngrid Betancur y la masacre de Bojayá. A pesar de los ingentes esfuerzos de la prensa por promover la candidatura de Garzón (dado que Serpa se hundía en las encuestas, y para buscar un relevo del liberalismo que fuera más directamente dependiente de la fronda), ésta no despegaba. La masacre tuvo lugar pocas semanas antes de la elección y sin duda fue una jugada para impulsar al candidato de la paz persuadiendo a la gente de sus ventajas. La intención de voto por Garzón en las encuestas (y cualquiera puede comprobarlo yendo a una hemeroteca) se había multiplicado por seis una semana después. El escritor chocoano Óscar Collazos publicó una columna en la que advertía que eso era lo que le esperaba al país si optaba por la guerra (esa perla es imposible de encontrar en los archivos digitales de El Tiempo, al igual que el editorial en el que advierten que aunque las FARC fueran derrotadas otros tomarían sus banderas, del 21 o 22 de enero del mismo año). Ese mismo argumento movió al grueso de la clientela sindical y a las clases acomodadas urbanas (cada vez más formadas por personas ligadas al sindicalismo estatal) a votar por Garzón. La masacre fue el principal acto de campaña. ¿La encargaron los dirigentes de las FARC por iniciativa propia o fue una "directriz" del PCC o de sus superiores sociales? A lo mejor algún día se sabe. A lo mejor es parte de la información que guardan los computadores del Mono Jojoy y que Santos por algo oculta.

El acoso de la prensa contra el gobierno de Uribe fue inclemente desde el primer día. El hecho de que haya gente capaz de negarlo muestra sobre todo ese curioso déficit de humanización de los colombianos: no se concibe algo que sea verdad sino que se proclama lo que parece convenir en cada momento. "La verdad es lo que yo quiero" es el complemento de la noción de justicia consistente en atormentar y hasta matar a aquellos que a uno no le gustan. No obstante, los editoriales se hicieron vagamente melifluos, no por buena voluntad sino por física impotencia ante la popularidad del mandatario. Con Bush ayudando a Uribe y las encuestas siempre a su favor, no había modo de presentarse como opositores radicales, aunque sí era el tono de la mayoría de las noticias y de las columnas de opinión. No obstante, el episodio de la correspondencia de Piedad Córdoba y su grupo de profesores de la Universidad Nacional con las FARC sirvió para que se atrevieran un poquito más.

Por ejemplo, en este editorial la intención de cobrar los secuestros es abierta, por no hablar del respaldo a la iniciativa de la ex senadora.

El colombiano medio es un ornitorrinco al que uno quisiera mirar por todos los lados a ver qué es realmente. ¿Es un completo imbécil o un cínico lleno de maldad el que duda de que toda la iniciativa de doña Teodora es una jugada de legitimación de la actividad terrorista? ¿Y el que duda de que el apoyo a las iniciativas de la dama de la misma prensa dirigida por los creadores del M-19 y editores de Alternativa, promotores del Caguán y perseguidores despiadados de Uribe demuestra hasta la saciedad una relación clara, una "división social del trabajo", para usar la vieja jerga marxista?

En casi toda Sudamérica se han impuesto los castristas con retóricas populistas y el siempre eficaz apoyo de curas y maestros. En Colombia, el Tíbet de la región, donde el aislamiento es más profundo, la especificidad antropológica del hispanoamericano se hizo más extraña y extrema, tal vez como los vericuetos de un sendero que se extiende por las interminables montañas. La gente es mayoritariamente socialista, como en toda la región (herencia del catolicismo que algunos quieren reimplantar como obligación), pero desconfía de los políticos socialistas porque a fin de cuentas son las mismas castas de siempre. Por eso era difícil esperar que la "izquierda" ganara las elecciones porque el país era pobre y los privilegios maravillosos del sindicalismo estatal no alcanzarían para todos. Pero eso sí, todos aspiran a la "educación" para formar parte de esas castas. De ese modo, las poderosas guerrillas, a las que ni el Partido Liberal ni el Polo Democrático les han pedido jamás que se desmovilicen, son un agente cuya condición política se niega (porque comprometería las adhesiones ideológicas de quien juzga) al tiempo que se admite que se negocie el premio de sus crímenes (por puro sentido práctico). Fascinante.

Los proyectos negociadores de Santos, el acoso inclemente contra Uribe por parte de la prensa y los jueces y todo lo que se ve ahora es exactamente la continuación de la misma política de López Michelsen y el Hermano Mayor del presidente en los años sesenta y setenta. La complicidad ideológica de la mayoría, sobre todo con la falacia criminal del "delito político" (inconcebible en cualquier país civilizado), anuncia una multiplicación de los crímenes porque a pesar del control casi absoluto del Estado y de los medios de comunicación, la casta oligárquica es minoritaria en términos de opinión y electorales: Santos intentará destruir el ejército y las FARC crearán dos, tres, muchas Bojayás para persuadir a más gente de que es la hora de la paz. TODAS, TODAS, TODAS las iniciativas apaciguadoras de las ONG afines al terrorismo han sido promovidas por la prensa. La historia se repetirá y seguiremos encontrando a gente que cree que los determinadores de masacres no pueden serlo debido a sus conocimientos en materia de vinos, automóviles y ligueros.

Postdata: En este interesantísimo enlace se demuestra que Tirofijo emprendió su segunda campaña terrorista contratado por los líderes del MRL Manuel Cepeda Vargas y Carlos Lemos Simmonds.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 15 de agosto de 2011.)

lunes, diciembre 05, 2011

¿A quién sirve la agenda conservadora?


(Advertencia: El término conservador se usa en esta entrada en alusión a la ideología conservadora, tradicionalista o de derecha, no al Partido Conservador Colombiano.)

Irrealidad
De muchas formas se puede percibir una profunda inclinación de los colombianos a evadirse de la realidad, la cual es mucho más notoria cuanto más alto sea el rango social y el arraigo en la vida urbana. Para alguien que vea Google Maps casi toda Sudamérica es una serie de enclaves en medio de la selva infinita. Para la mayoría de los colombianos esa selva es un decorado ajeno a la verdadera vida, que conciben como las series de televisión que ven. De ahí que sea imposible convencer a los académicos de que las tendencias que la estadística marca en los países ricos no se pueden aplicar directamente a Colombia, o hacer comprender a cualquiera que en ningún país del mundo ha sido secuestrado uno de cada mil habitantes. Ni muchísimo menos. También la miseria y el atraso del país se olvidan continuamente, así como su inserción en el mundo globalizado. Cada uno está obstinado en su manía y en medio de eso la expansión chavista avanza minuto a minuto, tanto en la reconquista del territorio por las tropas de niños y rústicos como en la compra de voluntades de jueces, políticos y periodistas para que ayuden a perseguir el uribismo, formando con ese fin un amplio espectro en el que los que no son abiertamente solidarios con el grupo de Piedad Córdoba lo son con aquéllos: callan, olvidan, se distraen. No digo que todos estén pagados, la singularidad colombiana hace que proliferen los canallas desprendidos, sobre todo cuando su desasimiento los libra de la intimidación y asegura sus carreras o su sensación de ascenso social en medios dominados por la oligarquía y la casta sacerdotal que la sostiene.

Izquierda y derecha
La realidad es el descenso acelerado hacia un régimen chavista y la distracción al respecto depende de la ideología. Los tradicionalistas aprovechan cada crimen de las guerrillas y cada iniquidad de los jueces para desprestigiar a la izquierda, y en tan hermoso tránsito las ideas liberales y modernas resultan emparentadas con las de los sicarios judiciales o las de los niños del servicio doméstico armado del profesorado universitario. ¿Qué importancia va a tener el golpe de Estado de Santos y la desmoralización militar en comparación con los caprichos libertarios de la juventud? ¿Qué monstruosidad especial van a ser las personas bomba cuando se han despenalizado ciertos casos de aborto, tal como ocurre en la mayoría de los países en que no ha sido secuestrado ni un ciudadano de cada millón y en los que la posibilidad de ser solidario con quienes usan personas bomba, o con quienes son solidarios con ellos, es tan remota como la de poner asaderos de gente en las carreteras? A los godos y reaccionarios no les molesta tanto lo que ocurre en Colombia como el mundo moderno.

Guerra contra la Ilustración
Tras el siglo XVIII o Siglo de las Luces se suprimió el Tribunal de la Inquisición y la fe religiosa retrocedió en la mayoría de los países europeos y americanos. Lo que determinó la persistencia de la mentalidad contrarreformista en los países andinos y centroamericanos fue sobre todo el aislamiento. Ese aislamiento tiene mucho que ver con la violencia, pues los viejos valores, sobre todo aplicados a la realidad de exterminio, saqueo y esclavitud de los aborígenes, generaron una especie de "cultura de los Soprano" que es la primera causa de los altos niveles de homicidios y demás delitos. El proceso de integración mundial de las últimas décadas va acompañado de un claro retroceso del orden de la época colonial, lo que determina por una parte la desesperación de los tradicionalistas y por la otra la reacción de las castas superiores contra el modelo capitalista-liberal, que es lo que está detrás de la rebelión comunista. La esperanza de que en medio de la bajeza, la venalidad, la crueldad y la mentira vayan a surgir corrientes reaccionarias que devuelvan la fe al mundo no es en últimas más que provincianismo.

La vida humana es sagrada
Un buen ejemplo de ese estado primitivo de la vida colombiana es la campaña presidencial de Antanas Mockus, jaleada por abiertos promotores del asesinato en masa como León Valencia, Sergio Otálora o Antonio Morales Rivera, cuyo lema era "La vida humana es sagrada", mantra que parecía pura nostalgia de la época hippie. ¿Qué significaba eso? No que las bandas terroristas debían dejar de matar gente, sino que el candidato rival no merecía votos porque unos subalternos remotos habían cometido asesinatos de inocentes. Hay algo subhumano en tanta desfachatez.

Pero los conservadores no se distancian mucho. ¿Qué quieren decir cuando hablan de "proteger la vida"? Lo que quieren es que encarcelen a las abortistas. Pero ni siquiera eso, pues todo el mundo cuenta con la ineptitud y corrupción del sistema policial y judicial. Quieren convertir ese tema, explotando toda clase de elementos gore, en un baluarte contra la influencia de la mentalidad de los países desarrollados en la reserva espiritual del papismo. No es complicado darse cuenta de que las leyes punitivas no disuaden a quienes abortan sino que multiplican el peligro para las madres. Para evitar la trituradora de niños sería útil la llamada píldora del día después, pero ahí entra la noción del embrión como ser humano pleno, invencible por cualquier argumento de razón, y entonces la píldora abortiva resulta hasta peor que el infanticidio mismo porque ofrece menos elementos gore para redimir a las almas extraviadas.

Pero aun, dado que el ser concebido es una persona completa desde que se forma el cigoto, ¿por qué no impedir que se forme para que no tenga lugar ese genocidio de los abortos? Nadie los va a ver en semejante campaña contra la castidad, al contrario, los anticonceptivos (por mucho que ya no hagan ruido sobre eso, tal como no lo hacen sobre el divorcio) siguen siendo un crimen para ellos, y no se debe pensar que van a ayudar a promover el libertinaje. Y no es que la castidad no sea una opción respetable y que podrían recomendar, que es como si aparte de cruzar las calles sólo con el semáforo en verde se comprara un seguro de vida. Es que la lógica de verdugos no pretende reducir los abortos ni los encarcelamientos sino preservar el mundo de valores en que el ejercicio libre de la sexualidad iba acompañado del castigo por ser un pecado y la gente temía lo que anunciaban los sacerdotes. Un universo moral que en los países desarrollados se recuerda como rasgo de épocas de oscurantismo, ignorancia y aun opresión. Como la España de Franco o la Italia de Mussolini, o como los siglos de Inquisición.

Y tampoco es que el aborto debamos tomarlo sin ninguna reserva moral, como pretenden los "progresistas", para los que el "derecho" a abortar se vuelve una bandera muy útil. No sólo la impunidad, sino también la posibilidad de exigir que los demás paguen la operación. Sencillamente, el aborto no puede ser pretexto ideológico, y se lo combate con condones y otros anticonceptivos, o con píldoras del día después, y no con encarcelamientos ni con la pretensión de que el Estado castigue los pecados que concibe la religión.

(Ni se me ha ocurrido mencionar la hipocresía: ¿cuántas damas acomodadas y conservadoras han tenido hijos en la adolescencia? Asombrosamente, todas observaron una castidad perfecta, y aun la observan después de casadas.)

Marica el que se case
Otro tema de esa resistencia del pasado es el del matrimonio entre personas del mismo sexo. Por mucho tiempo critiqué las reformas que los permitían porque el Estado no es quién para cambiar el diccionario. Después me di cuenta de que, al igual que con el aborto, la casta burocrática encuentra en esa absurda reivindicación (resumida por un tuitero en la frase del subtítulo), una forma de buscar apoyos y clientelas a las cuales "proteger". Pero la discusión sobre el término es demasiado sutil para el medio colombiano, en el que predomina la hostilidad brutal contra los homosexuales y aun la noción de que serlo es peor que matar gente. Las prácticas sexuales de ese tipo eran normales en el mundo grecorromano, y aun tenían algún uso pedagógico. Tras la implantación de las religiones monoteístas surgidas del judaísmo fueron perseguidas, según las épocas y los países, pero en general en Europa y Norteamérica se han ido aceptando desde comienzos del siglo pasado. No así en los países musulmanes. En Colombia hasta no hace mucho la sodomía se incluía en el Código Penal.

La tolerancia hacia la homosexualidad no va a dejar de aumentar, y en realidad es un rasgo de civilización. La violencia de los reaccionarios al respecto hace pensar que quieren un Irán católico hostil al resto del mundo. La resistencia a las leyes que implantan el matrimonio "igualitario" termina atrayendo a muchos retrógrados brutales que siempre forman las huestes de la gente más ignorante y grosera.

Dosis personal
Otro terreno de la lucha ideológica conservadora es contra la dosis personal de drogas ilícitas, también en una campaña cuyo objetivo viene a ser encarcelar gente, poner a la policía a perseguir otros delitos, como si no hubiera un drama terrible de impunidad e ineficiencia. De nuevo uno se encuentra con las ideas más increíbles. ¿Qué son las "drogas"? Sería bueno comparar el consumo de alcohol y el de marihuana y evaluar cuántas personas pierden el control de su vida por consumir uno u otro producto. ¿Cuántos accidentes de tráfico son provocados por la marihuana y cuántos por el alcohol? ¿Cuántos homicidios se cometen en riñas relacionadas con el consumo de alcohol y cuántas en situaciones parecidas causadas por fumar marihuana? ¿Cuántos episodios de violencia en el hogar? ¿Cuántas muertes son ocasionadas por el tabaco y cuántas por la marihuana?

Las respuestas convencionales son una serie de certezas absurdas cuyo fondo es que quienes pueden contestar a todo eso son quienes no saben nada de la marihuana. A todas horas uno lee cosas así y siente verdadera tristeza. ¿Qué decir de las demás drogas ilegales? Todas resultan iguales, un infierno sobre el que cuanto menos se sabe más se vive, como en el dicho de los mafiosos.

Una certeza absoluta que ni vale la pena mencionar es la que establece una relación causa-efecto entre la "droga" y la delincuencia. Vendría a ser como creer que la ingesta de quesos fuertes favorece la difícil pronunciación de la lengua francesa, cosa que también se podría comprobar a todas horas. Claro que en toda Europa occidental la mayoría de los jóvenes toma alguna vez drogas ilegales y son muy escasos los que deciden dedicarse a atracar a los transeúntes, pero ¿quién va a creer algo así? El que se viera expuesto a esa información, recordaría el nivel de vida, como si a cualquiera que crezca en Europa le sobrara el dinero. O como si en Colombia la delincuencia no existiera en la época en que casi no se consumía marihuana.

La cuestión de la legalización completa del comercio de drogas es bastante más complicada, y ya he explicado muchas veces que se usa en Colombia como recurso legitimador de la industria y las mafias. Pero la obsesión con las políticas represivas del consumo hacen pensar en gente que se sentiría mejor en Cuba o en Irán que en Europa occidental.

Crueldad a toda costa
Otro ingrediente característico de la agenda conservadora es la obsesión con la dureza de las penas. Tiene algo casi cómico la ostentación de pureza y rectitud mezclada con esos rasgos de crueldad, como si se mejorara el rango mostrándose en extremo severo. ¡Cadena perpetua, pena de muerte, son cosas que uno lee cada día! El problema propiamente dicho de la impunidad y la ineficiencia policial y judicial no mueve pasiones en comparación con la idea de castigar duramente a alguien, incluso sin preocuparse de que muy probablemente los castigados serán inocentes. La caridad de estos cristianos cede ante el afán de crear parias respecto de los cuales sentirse como virreyes delante de indios salvajes: fumadores de marihuana, homosexuales, abortistas e infractores de la ley, qué pequeños y despreciables resultan enfrente de las personas como Dios manda, que a menudo se emborrachan y maltratan a la mujer, pero que forman parte de la comunidad prestante. También es un ámbito en el que las personas humildes se sentirán amenazadas, pues muchos casos se han visto de castigo a inocentes y los infractores castigados (y obviamente sus parientes, vecinos y amigos) suelen formar parte del pobrerío, a diferencia de los envarados entusiastas de la severidad. Más apoyos para los demagogos chavistas.

¿Para quién trabajan?
Como ya he señalado, la obsesión por estas cuestiones de las personas tradicionalistas muestra su ceguera política (realmente no le dan importancia a las aventuras de Santos ni al renacer de los terroristas), y aun su estrechez de miras en materia moral, pues reducir los abortos, que debería ser un objetivo acorde con sus creencias, no se conseguirá con campañas engañosas y chantajistas por el encarcelamiento de quienes los practican. Lo más grave es que siendo una parte importante de la sociedad amenazada por el ascenso del chavismo, hoy aliado con la oligarquía bogotana contra la que vociferaba antes el sátrapa, terminan generando una mixtificación respecto a lo que enfrenta a los colombianos: como su propuesta es el enfoque represivo, regalan a los chavistas el enfoque permisivo, que ni tontos ni perezosos aprovechan gracias a que el rigor de los colombianos no da para detenerse a pensar en la suerte de los homosexuales y consumidores de marihuana bajo el régimen cubano. En todo caso, los estudiantes, para poner de ejemplo a un grupo nutrido, no se van a poner de parte de quienes creen que todo el que ha fumado marihuana es adicto (opinión unánime de todos los conservadores) y mandará policías a esculcarlos a ver quién lleva marihuana. Se pondrán en contra, con toda seguridad, tal como hay una mayoría de homosexuales que votan por las listas de Piedad Córdoba o de Gustavo Petro, tal vez en espera del paraíso cubano. Son sectores de personas más bien jóvenes, con más instrucción, más dispuestas a votar y participar en política y con más capacidad de influir entre los demás. Por tanto, con más proyección: una base social que los totalitarios ni soñando habrían encontrado.

Eso mismo se detecta en todos los frentes y uno empieza a pensar que por una parte el rechazo a las FARC y el ELN les sirve a los tradicionalistas para convocar a una mayoría más bien dudosa, sin que les importe demasiado contener a los terroristas. Y por otra que los reaccionarios verdaderamente eficaces son los castristas: en Cuba a nadie se le ocurre pensar que su sexualidad o sus formas de divertirse son privadas sino que se acostumbran a obedecer a la autoridad. Tal vez unos y otros encontrarán un híbrido colectivista en el que la autoridad completa sobre cada persona la ejercerán ministros bendecidos por Roma. No sería tan raro, ¿o a alguien le inquieta que ningún católico diga nada de que un asesino como Javier Giraldo (o como el cura Pérez, o como el mismo Camilo) nunca haya sido rechazado por la Iglesia? De hecho, ¿no es de la mentalidad católica de donde viene la vida colombiana?

Los que quisiéramos un país que se fuera asimilando a las democracias liberales de Europa y Norteamérica debemos pensar en formar una mayoría que haga frente al chavismo. Las banderas de esa mayoría tienen que ser la democracia, la libertad y el derecho, y por tanto en ella tienen que caber todos los sectores sociales amenazados. Cada día que pasa me resulta más claro que la agenda tradicionalista de muchos sólo sirve para legitimar a los chavistas, para que su inepta y corrupta dictadura se "venda" como modernización, tolerancia y apertura. Y que siendo ambos sectores resistencia del viejo orden que permaneció gracias al aislamiento, terminarán entendiéndose.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 10 de agosto de 2011.)