domingo, septiembre 06, 2009

Referendo, reelección y reencauche

Tienen razón los que critican el dilatadísimo proceso de convocatoria de un referéndum que permitiría a Uribe presentarse a la presidencia una tercera vez. ¿Cuál es la tarea de los legisladores y de los líderes políticos que supuestamente representan a la mayoría? Uno espera que contribuyan a administrar bien el país y cree que ése es el sentido de sus cargos y de sus sueldos, pero no hace falta ser muy receloso para llegar a la conclusión de que sólo piensan en asegurarse el nombramiento y no en lo que hacen una vez lo obtienen.

Se trata de un juego político mezquino e innoble, y su principal causa es la absoluta falta de alternativa. Los pasos de la mayoría del Congreso y de los políticos que acompañan al presidente son tan desafortunados como los de quien tuviera unos zapatos varios números mayores que su talla. Las reglas democráticas suponen unos competidores que buscan el favor de los votantes con propuestas que les pueden resultar atractivas, y en esa competencia cada grupo encuentra sus límites y ajusta sus pretensiones. Pero las condiciones de la oposición y el contexto internacional determinan que eso no se dé: lo que da legitimidad al gobierno es la sensatez de sus presupuestos (seguridad democrática, confianza inversionista y cohesión social), mientras que las propuestas de la oposición, enmascaradas con muchos pretextos deplorables, consisten en premiar a los terroristas y aliarse con Chávez.

Lógicamente, todos los políticos desearían ganarse el favor de los votantes representando sus aspiraciones, pero lo que se ha demostrado desde 2002, al menos, es que nadie se atreve a estar realmente en contra de Piedad Córdoba y Carlos Gaviria sin resultar estigmatizado y perseguido por los grupos de oposición, y de algún modo impedido para competir con el uribismo. Cada vez que un político o un grupo tienen que escoger entre su animadversión a Chávez y las FARC y su animadversión a Uribe, fatalmente, optan por lo segundo. Sería interesante preguntarse por la causa de eso.

Arriesgando una interpretación que ya me resulta más bien rutinaria, señalaré que se trata de “poderes fácticos”, de inercias, de una forma de persistir el viejo orden de castas que termina forzando la adhesión tanto al totalitarismo como a las bandas de asesinos que intentan imponerlo. Quien se proclame hostil a Chávez y condene sin paliativos a sus socios colombianos, tanto de Armani como de camuflado, tendrá automáticamente en contra a los amigos de García Márquez y de Santos Calderón, a los empleados estatales (cuya prosperidad es en gran medida el triunfo de tantos años de lucha de unos tristes rústicos remotos), a los usufructuarios de las universidades públicas (cuya tranquila misión también es fruto de esa lucha)... En resumen, a todas las clases herederas del mando en el orden tradicional.

Por eso es tan llamativo que César Gaviria sea incapaz de romper con la senadora que elogia a Tirofijo o Pastrana con los Vivero Paniza y demás corresponsales de Raúl Reyes. Por eso Mockus no denuncia las infinitas muestras de complicidad del PDA con las guerrillas ni desaprueba que quien encabezaba sus listas al Congreso firme la carta de Piedad Córdoba a las FARC, y en cambio se luce pidiendo la renuncia del presidente por el absurdo escándalo de Yidis Medina. Por eso la prensa supuestamente afín al Partido Conservador recita la misma propaganda de los medios de Santodomingo y demás. En definitiva hay unos títulos de propiedad (por ejemplo, sobre los medios de comunicación) y los tienen los que apostaron por imponer un nuevo orden legal aliándose con las FARC. Tendrían que nacer otra vez para encarnar la aspiración de la mayoría de los colombianos de acabar con esa guerra por el método obvio de negarse a premiar a quienes la hacen.

Esa inexistencia de una oposición leal a la democracia (es decir, opuesta a aceptar imposiciones de bandas criminales) es el mayor problema político que hay hoy en día en Colombia. Y también el mayor problema intelectual. Al no haber propuestas que no pasen por la alianza con los chavistas (y el reconocimiento de sus ONG y de las diversas instancias de poder que ostentan) y con las demás redes clientelistas, todo el ejercicio de oposición es la calumnia constante (tan rutinaria que realmente influyó en el retraso con que se hizo frente a los asesinatos de personas inocentes que se cometían para mostrar bajas guerrilleras), la explotación de cualquier circunstancia que genere descontento (al tiempo que se muestra respaldo a los agraviados de las pirámides que exigen que las dejen funcionar, se culpa al gobierno por no haberlas cerrado antes, al tiempo que se despotrica del TLC se critican los aranceles agrícolas, etc.) y la esperanza de que los intereses locales del nuevo gobierno estadounidense se traduzcan en un respiro para las FARC y una deslegitimación del gobierno.

Bueno: el último recurso de propaganda es el referéndum y la reelección. ¡De repente todos los que iban al Caguán a negociar el futuro del país con Tirofijo resultan los más escrupulosos defensores de las formas democráticas! Ciertamente no es nada nuevo, ¿o alguien oyó alguna vez que algún magistrado de alguna alta corte pensara en suprimir el despeje? Sencillamente el orden legal surgido de la Constitución del 91 había llegado a tal punto que el secuestro y el asesinato en masa eran legales y una forma eficaz, correcta y respetable de aspirar a los cargos públicos. De esa costumbre y de ese país les vienen a los opositores sus aires de demócratas exigentes.

Pero por tal pasan ante gente de otros países o gente que no recuerda todo lo que pasó hace una década. Y la verdad es que el peor efecto de la campaña del referendo y la reelección es ése, que esa gente resulte legitimada. Que en lugar de una mayoría social deseosa de vivir en un país ordenado y libre enfrentada a una minoría de herederos del esclavismo y socios de la industria del secuestro resulte haber una muchedumbre confundida que sólo acierta a reconocer a su caudillo, el cual sólo escucha a su camarilla próxima o a los caciques políticos cuyas redes de corruptelas le aseguren la gobernabilidad. Y que por cuenta de todo eso la minoría parásita que desde hace décadas usufructúa los asesinatos que cometen las tropas de niños sometidos a la secta totalitaria se pueda presentar como defensora de las formas que en cualquier parte definen a la democracia.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 10 de diciembre de 2008.)