domingo, junio 30, 2013

Hundidos en el club de los pobres


Desgraciadamente uno no puede acercarse a nada colombiano sin la sensación de que los nombres de las cosas no corresponden, que puede haber orquestas sinfónicas, universidades, periódicos, cortes de justicia, cortes legislativas y profesionales de nombres muy honrosos sin que nada de eso pudiera compararse con lo que son en países civilizados: como si todo fuera de juguete y lo consumieran personas cuya edad mental es de seis años, convencidas de que el fonendoscopio de plástico permite reconocer el interior del paciente. O como si un recluso idiota viera a sus compañeros representando una obra teatral y creyera que de verdad Julio César o los amantes del Barroco se parecen a sus compañeros.

Un buen ejemplo es el periodismo. En la última edición de Semana aparece un informe sobre la pobreza que lo deja a uno fascinado por la cantidad de sandeces y mentiras que se dicen. Bueno: cualquiera dirá que en todas partes el periodismo es propaganda e incluye la manipulación y el uso de falacias diversas. Y es cierto, sólo que la tosquedad de los recursos en Colombia impresiona, tanto como el desparpajo con que pretenden convencer a la gente de que interceptar las comunicaciones de Gustavo Petro o Piedad Córdoba es un delito que amerita cárcel y matar a miles de personas indefensas lo convierte a uno en proveedor de paz. ¡Qué ejemplos más comedidos he puesto, es porque es muy difícil encontrar algo apropiado!

Para formarse una idea de ese periodismo y de la autora de dicho informe vale la pena ver este video, donde al único que no aplaude (entre cinco) el premio de las masacres lo anulan por el sencillo procedimiento de no dejarlo hablar, de toser cuando habla, de apoyarse mutuamente los voceros del terrorismo. María Teresa Ronderos es uno de los personajes que aparecen ahí.



 ¿Por qué Colombia no sale del club de los pobres? 
Por María Teresa Ronderos

INFORME
Mientras los demás países de América Latina aprovecharon la bonanza económica para sacar a millones de sus ciudadanos de la pobreza, Colombia quedó rezagada y aún tiene escandalosos índices de miseria y desigualdad. Será el desafío principal del próximo Presidente.
¿Cuáles son "los demás países"? Ya se verá que las realidades de esos países no tienen nada que ver. Sin ir más lejos, siguiendo el índice NBI (Necesidades Básicas Insatisfechas), Colombia redujo la cantidad de personas que cabían en esa categoría del 22,56 al 17,66 entre 2002 y 2009. ¿A alguien se le ocurriría comparar los índices de pobreza con el PIB per cápita? A esta "periodista" no se le ocurre. En todo el escrito se da por sentado que Colombia no redujo la pobreza a pesar de que todas las estadísticas disponibles muestran otra cosa. ¿Queda rezagada respecto a Venezuela? Casi todos los propagandistas del chavismo pasan por alto los precios del petróleo. Lo que define a Colombia es que a nadie se le ocurre cuestionar eso.
[...] El conflicto armado es una de las razones para que a pesar de la bonanza económica de los últimos años no se haya logrado reducir la pobreza al ritmo que lo hicieron otros países del continente
Este párrafo forma parte del mismo tema obsesivo de los medios colombianos: la propaganda de la negociación. Claro que el terrorismo impide reducir la pobreza, pero ¿se ha reducido menos que la bonanza económica? ¿Cuál era el PIB per cápita en Colombia en 2002 y cuál era en 2012? 
En años prósperos del nuevo siglo, entre 2003 y 2008, Colombia creció como hace tiempo no se veía: en promedio el 5,5 por ciento del PIB cada año, y superó en desempeño a Brasil, Chile y México. Sin embargo, mientras para varios de los países de América Latina este tiempo de vacas gordas significó que muchos de sus habitantes salieron de la pobreza y la indigencia y consiguieron un empleo decente, en Colombia, el florecimiento de la confianza inversionista no nos sacó del club de los pobres.
"Los años prósperos" son una forma de decir que la mejora del ingreso no era el resultado lógico de la política de seguridad democrática sino algo externo. O si se admite que era la aplicación de la ley, se intenta a toda costa pasar por alto ese hecho: ¿cómo es que Colombia tenía un mejor desempeño que Brasil, Chile y México? ¿Por qué no compara la reducción de la pobreza en términos porcentuales en esos países con el de Colombia en esos años? Después se trata de "varios países" y no los que mencionó antes. Pero resulta que esos tres países particularmente tienen un PIB per cápita muy superior al colombiano. ¿Qué países son esos "varios"? Bah, ¿es que en Colombia muchos de sus habitantes no salieron de la pobreza y la indigencia? Y claro que el florecimiento de la confianza inversionista no sacó a Colombia del club de los pobres porque el punto de partida en 2002 era muy inferior al de los países que cita. ¿De qué está hablando? ¡Pertenecer al club de los pobres no se asocia con el PIB per cápita ni con los ingresos reales de cada país, sino con el buen corazón de las políticas!
Así, una nación enorme como Brasil pudo en esos años rescatar de la pobreza a 40 millones de personas. Y Perú, donde uno de cada cuatro habitantes pasaba hambre en 2001, consiguió reducir la indigencia a la mitad. Incluso Venezuela, a pesar de la polarización política, redujo sus pobres y sus indigentes a la mitad y Ecuador bajó los primeros en 10 por ciento.
¿Dónde están esas cifras sobre la reducción de pobreza? No las hay concretas: mientras que dice que Colombia tuvo más crecimiento del PIB entre 2003 y 2008, no tiene en cuenta que después de 2009 la economía brasileña creció muy por encima de la de Colombia, y si se tuviera en cuenta la década daría otros resultados. ¿De dónde saca la reducción de la pobreza en 40 millones de personas en esos años? ¿A qué medición de la pobreza se refiere? ¿Cómo se compararía eso con la reducción de la pobreza en Colombia, con menos de una cuarta parte de la población? Sencillamente se compara la reducción de la pobreza sin tener en cuenta el PIB real de los países sino sólo algún dato que corresponda a la propaganda. ¿Seguro que Colombia no bajó la indigencia en un 10%? Y claro que con un millón de millones de dólares Venezuela podría reducir la pobreza, olvidarse de ese dato sólo denota mala fe.
Colombia, en cambio, en materia social mejoró a cuentagotas. Bajó la pobreza de 51 a 46 por ciento, sólo 5 puntos. Y entre los pobres, el número de indigentes volvió a quedar casi como estaba en 2002, al borde de la escandalosa cifra de 18 por ciento. Esto quiere decir que casi uno de cada cinco colombianos no tiene ingresos suficientes para cubrir sus necesidades calóricas básicas, que es la manera técnica de decir que sufren de hambre.
Curiosamente encontré este documento de la Cepal en que compara los datos de pobreza e indigencia en diversos países en los años a que alude la "periodista". La pobreza en 2002 era de 54, 2 y la indigencia de 19,9. "Alrededor de 2009" ambas cifras estaban en el 45,7 y el 16,5, respectivamente: no hay que preocuparse, es para colombianos, a ninguno le va a molestar una mentira por monstruosa que sea. ¿Qué importa que una reducción de más del 8,5 se quede en el 5% y otra del 3,4% sea NADA? Para 2010, al final del gobierno de Uribe, las cifras habían llegado a 44,3 de pobreza y 14,8 de indigencia. La mentira es ya pura falta de respeto al público, pero en Colombia la ideología se puede permitir eso porque en todos los casos se trata de justificar el parasitismo del público de Semana.

Todo el sentido del artículo, aparte de la rutinaria propaganda de la negociación con que se premian las masacres, es demeritar el gobierno de Uribe: por eso las mentiras ridículas, los países considerados por su evolución sin tener en cuenta su PIB de origen ni los precios del petróleo: a la clase de "personas" que leen esas revistas las halaga el descontento con la injusticia, la desigualdad y la pobreza, como si no fueran ellos la única causa de que las haya. 
Otro ingrediente se añade a este triste panorama. El boom económico abrió más la brecha entre ricos y pobres en Colombia, según lo estableció la Cepal. Al comenzar el siglo XXI Colombia estaba entre los países con altos índices de desigualdad, junto con Perú, y Brasil era casi el peor de América Latina. Para 2008, Perú había bajado a la categoría media y Brasil se había salido de la lista de desigualdad extrema. Colombia, no obstante, entró a la lista de los muy desiguales.
Otra sarta de mentiras: claro que toda riqueza abre la brecha entre ricos y pobres porque cada vez que alguien tiene algo más aumenta su ventaja respecto al que no tiene nada. Colombia tenía en 1999 un índice de Gini de 58,7 y Brasil de 59,8 (lo cual no quiere decir que los pobres en Brasil fueran más pobres, porque el PIB per cápita hace mucho tiempo es superior). Es muy importante recordar que ese aumento de la desigualdad es el resultado de la Constitución de 1991: ese año el índice de Gini era de 51,3. Pero al terminar el gobierno de Uribe, en 2010, el índice de Gini era de 55,9: no sólo no había aumentado la desigualdad respecto a 1999 o a 2002 (60,7) sino que se había reducido casi cinco puntos, lo que sumado al crecimiento del PIB sólo se puede considerar como un gran progreso. Por cierto, en 2009 la desigualdad en Brasil era del 54,7 (no aparecen datos de 2010), bastante cerca a la colombiana. (Todo lo anterior se puede contrastar en este documento del Banco Mundial). Según la CIA, en 2012 el coeficiente de Gini de Brasil era de 51,9 en 2012, no tan lejos como pretende la "periodista" del colombiano, 54,8.
¿Qué nos pasa?
¿Por qué Colombia no pudo aprovechar los años de bonanza para aliviar la pobreza? ¿Por qué este país con instituciones públicas mucho más sofisticadas que las de Guatemala, más urbanizado que Bolivia y con un sector empresarial más pujante que el de República Dominicana, está con ellos en la cola de América Latina, en materia de pobreza? ¿Por qué después de haber más que duplicado su gasto público social (del 5,9 por ciento del PIB en 1990 al 12,6 por ciento en 2008) no consigue que esto se traduzca en menos pobres?
Cuando ya está sembrada la mentira resulta fácil sacar conclusiones: lo que permite reducir la pobreza es la libertad económica ligada al orden. También la desigualdad: el que tenga alguna duda sólo puede comparar la evolución de la desigualdad en la Colombia de Samper y Pastrana y en el Perú de Fujimori, Toledo y Alan García en la página enlazada arriba.
Una primera explicación es que un largo y degradado conflicto armado, como ninguno otro en la región, ha pauperizado a la población. Según encontró la Segunda Encuesta Nacional de Verificación de los Derechos de la Población Desplazada, 760.000 familias campesinas fueron forzadas a huir para salvar sus vidas entre 1998 y 2008, dejando atrás, por abandono o por despojo, 5,5 millones de hectáreas de tierra.
Como ya he señalado, todo es propaganda de la "paz", pero ¿dónde hay información precisa sobre la población desplazada? Lo de llegar hasta 2008 tiene el objeto de ocultar que todo eso se redujo considerablemente durante los años de Uribe: como si yo calculo que entre Carlos Slim y yo poseemos unos 60.000 millones de dólares. Nótese la gracieta de convertir en desplazador ¡al conflicto!, no vaya a ser que aparezca quien le vea defectos a los agentes de paz amigos de la revista.
Si antes del éxodo la mitad de esas familias eran pobres y una tercera parte tenían ingresos de miseria, después, el 97 por ciento quedó en la pobreza y el 80 por ciento en la indigencia. Esa catástrofe social perdura hasta hoy. Según el Dane, la pobreza entre los habitantes del campo está por encima del 65 por ciento, lejos del promedio nacional de 46 por ciento. Y la indigencia urbana también aumentó en el último año. 
La desigualdad, además, se profundizó con el conflicto de la última década. Según investigó Ana María Ibáñez, del Cede (Universidad de los Andes), desde 2005 el índice Gini de concentración de la propiedad aumentó hasta 0,875, el más alto de la región después del de Paraguay, un país mucho más pequeño. "Los de por sí pocos propietarios de la tierra compraron aún más predios y la propiedad se concentró a estos extremos", explica Ibáñez.
No, la desigualdad se redujo drásticamente en la última década. Si se refiere a la desigualdad en la propiedad rural, es lógico: la mayor parte de las tierras despojadas pasaron a los terroristas socios de Semana.
La guerra también nos afectó de otra manera. En la última década el país se concentró en una prioridad, reducir la violencia. A eso le apostó el gobierno de Álvaro Uribe buena parte de los recursos y de su energía institucional. Por eso, a pesar de haber aumentado tanto el gasto social, éste sigue estando por debajo de países como Brasil o Costa Rica.
Ahora que se legalizó la extorsión y los infinitos crímenes monstruosos de los terroristas son fuente de derecho y de paz, va a resultar que en lugar de aplicar las leyes hay que renunciar a ellas para tener más para el gasto social. Es la burda propaganda de las FARC.
El otro gran problema es la corrupción. Se han desviado miles de millones de pesos de gasto público social a políticos inescrupulosos o a los actores armados, como se hizo evidente en el escándalo de la para-política. Según el Índice de Transparencia Internacional que mide la percepción de corrupción del sector público en 180 países, Colombia viene empeorando en los últimos años, y en 2009 bajó del puesto 70 al 75.

Pero además hubo políticas públicas que impidieron que Colombia aprovechara la bonanza para mejorar de manera más radical la calidad de vida.
Siempre la mala fe: si Colombia había bajado del 70 al 75 en 2009, ¿por qué no cita datos de 2012? La respuesta es sencilla: en 2012 Colombia bajó al puesto 94. No faltaría más sino que la revista del sobrino del presidente divulgara lo que no conviene a la propaganda. Tanta indecencia produce vómito, pero es incomunicable: ¿a cuántos colombianos les molestará siquiera vagamente que se mienta tanto?
¿Política contra-pobres?
Es una verdad de Perogrullo que nadie puede combatir la pobreza si no produce más. Pero aumentar el PIB no es suficiente. Es necesario crear empleos formales que son los que llevan a la gente a salir de la pobreza. Esa es la política social más eficaz.

Este gobierno arrancó con un panorama bastante difícil: la economía apenas creciendo, un 17 por ciento de desempleo y una suma de viejas políticas que hicieron el empleo muy costoso. Crecimos, pero no logramos bajar el desempleo a menos de dos dígitos y se crearon muchos más empleos informales que formales. ¿Por qué?
El consenso entre los economistas es que si generar un empleo formal es de por sí costoso, la política económica reciente desincentivó aún más la creación de nuevos puestos de trabajo.

Una empresa debe girar casi 60 por ciento más sobre cada salario que le paga al trabajador, en salud, pensión y parafiscales. Además, después de cierto rango, al empleado le hacen retención en la fuente. Estos costos no salariales son hoy los más altos de América Latina.
El gobierno de Uribe no le hizo frente a los parafiscales, eso es cierto. Y no obstante el desempleo sí se redujo gracias a las inversiones.
La política de Uribe de confianza inversionista consistió en otorgarles exenciones a las empresas para que se animaran a invertir y a crecer y, la más protuberante, otorgó una deducción de impuestos del 40 por ciento de la inversión de capital productivo. Trabajo caro y capital barato hicieron que los empresarios reemplazaran a muchos de sus empleados por máquinas. Es decir, cambiaron la señora de los tintos por una cafetera, y al señor del parqueadero por una palanca automática.
Esto es fácil de creer para un colombiano: ¿qué es el trabajo? Si las máquinas dejaran a la gente sin trabajo, los países más mecanizados serían los que más desempleo afrontarían, y precisamente ocurre lo contrario. Sin aumentar la productividad las empresas nacionales no podrían competir, y por eso a más automatización y uso de máquinas avanzadas más oportunidades de empleo, ya que sería más factible hacer viables los negocios, exportar, crear nuevos servicios para la demanda más próspera gracias al aumento de productividad, etc. Otra mentira
[...]
Sin embargo, según Jorge Núñez, experto de la Misión de Pobreza, de todos modos los más ricos del país se están quedando con el 30 por ciento del gasto público social. La principal razón es porque los de mayores ingresos reciben el 86 por ciento de las pensiones y a los de menores sólo les toca el 0,1 por ciento. "No tiene mucho sentido hacer un gran esfuerzo de gasto social, si éste no llega en forma prioritaria a los más pobres", dijo a SEMANA.
A ver si el lector es capaz de figurarse quiénes son esos ricos que se quedan con el 30% del gasto público social. ¡Claro! Los lectores de Semana. Los empleados estatales, los tinterillos de cien mil oficinas y agencias públicas, los cientos de miles de profesores universitarios, los activistas de uno y otro lado, los lagartos... Los amigos de la paz (es decir, de las negociaciones de paz). El "conflicto", es decir, la aventura de unas bandas de asesinos obstinados en destruir la democracia, no es más que clientelismo armado: garantía para el parasitismo de los descendientes de los encomenderos. Control social e imposición de las aspiraciones de estos sectores. Si se pensara en lo que se gasta en las universidades públicas, y en subvenciones de todo tipo a las privadas, sencillamente se vería que el despojo es mucho mayor. Basta eliminar ese parasitismo para acabar con la pobreza.
El próximo Presidente colombiano tiene que diseñar una política audaz si quiere sacar a Colombia del atraso social en que se encuentra. Bajar la pobreza a cifras de un dígito como lo hicieron Chile o Brasil y salirse definitivamente de la vergonzosa lista de los países más desiguales del mundo, requiere mucho más que eficaces programas que le alivian la miseria a la gente, pero que poco ayudan a sacarla para siempre de la pobreza. Se trata de construir sobre lo ya hecho, y hacer de la generación de empleo formal y la redistribución de la riqueza un propósito nacional.
Lo cual es el programa terrorista: la creación de empleo formal sólo puede surgir de la consolidación de la economía productiva, no del rumbo chavista que le imprimió Santos al gobierno. Bastaría comparar la contratación de empleados estatales por los gobiernos de Colombia a partir de 2010 y de Venezuela a partir de 1998 para ver que se trata de lo mismo, y con los mismos resultados, sólo hace falta que los parásitos tomen todo el poder, favoreciendo al lamentable traidor para obtener su premio Nobel y asegurándole a su casta cierto dominio persistente. De resto la redistribución va por el rumbo venezolano.

(Publicado en el blog País Bizarro el 20 de marzo de 2013.)

jueves, junio 27, 2013

El precio de la paz


Van a cumplirse 65 años del bogotazo y al parecer nunca se sabrá la verdad sobre la conjura que llevó al asesinato de Gaitán, salvo las inferencias obvias de que su muerte convenía a los desplazados de la dirección liberal y a los comunistas, que en la década siguiente serían aliados públicamente y después de forma intermitente, sobre todo después de la creación del M-19, tropa comunista controlada desde La Habana, como señalaba el primer director de Alternativa.

Eso mismo se puede decir de todos los demás magnicidios y hechos trágicos que jalonan la historia colombiana, como los asesinatos de Galán y Álvaro Gómez o la toma del Palacio de Justicia por la banda controlada por Enrique Santos Calderón. ¿Qué ocurrió después del cierre de la revista con la relación del heredero del control en El Tiempo y el M-19? Al respecto, la respuesta de uno de los jefes terroristas contribuye a la vieja tarea de ocultar los hechos.

Esto dice Antonio Navarro Wolff en una entrevista con Édgar Artunduaga:
¿Está de acuerdo en continuar el debate sobre la toma del Palacio de Justicia?
No es bueno para el proceso de paz. Hay que decirlo con sinceridad. Todos los participantes en la toma están muertos, los autores materiales o intelectuales o desaparecidos. Quienes estuvieron del otro lado estén condenados.
Seguro, se les ocurrió sólo a los que tenían que morir, y como mostrando ese desprecio que sienten por los colombianos, acaso merecido, exhibe como un trofeo las condenas a los militares que impidieron a los terroristas salirse con la suya. Lo mismo que hace el siniestro Gustavo Petro con su repugnante placa. Lo enternecedor de todo es la noción de paz como injusticia monstruosa, como triunfo de los asesinos, noción que los colombianos admiten por ser algo legitimado por el poder y los medios.

De modo que quedan muchísimas cosas ocultas sobre los que decidieron tomar el palacio y puede que en varias décadas algún historiador o periodista extranjero que pueda acceder a los archivos de Moscú o La Habana pueda aclararlo. Lo que se discute ahora es lo accesorio, lo que les sirve de pretexto, una vez que se apropiaron del poder judicial matando a los juristas y comprando a los gobernantes, para perseguir a los miembros decentes del ejército.

Nada raro que casi cuarenta años después de la primera propaganda del M-19 vuelva a aparecer algo de ese estilo en El Tiempo. No es buena idea lamentarse de que se publique: siempre hay columnistas del M-19 aparte del propio Santos Calderón, de Daniel Samper Pizano y de Roberto Pombo. Por mucho tiempo era columnista Otty Patiño y ahora lo es Héctor Pineda, por no hablar de la promoción que hicieron del libro de Vera Grabe en los años del Caguán. No es buena idea porque Rafael Vergara, tratando de mentir, es mucho lo que cuenta; y merece atención.
¡Viva Colombia!, comandante Jaime Bateman ¡cumpliremos! Ese 6 de noviembre de 1985 a las 11 a.m. el M-19 se tomó a tiros el Palacio de Justicia. (Vea la galería de imágenes de la toma del Palacio de Justicia). El magistrado Manuel Gaona presentaba ponencia sobre el Tratado de Extradición con EE. UU. y en otra de las salas procesaban por violadores de los derechos humanos a generales, encabezados por Miguel Vega Uribe, ministro de Defensa.
Pongo en cursiva una frase respecto de la cual la hija de Vega Uribe, Thania Vega, envió una carta al director de El Tiempo, aclarando:
Falta a la verdad Vergara cuando dice que a mi padre, el general Vega Uribe, lo estaban procesando el 6 de noviembre de 1985 en “otra de las salas” del Palacio, cuando en realidad se estaban debatiendo las demandas de inexequibilidad de la ley que permitía la extradición de los narcotraficantes a los Estados Unidos por la vía administrativa.

Falta también a la verdad cuando afirma que el imaginario proceso contra mi padre y otros generales era por “violadores de los derechos humanos”. ¿Por qué no precisa el amnistiado qué autoridad procesaba a mi padre, cuáles eran los generales que también eran objeto de dicha actuación judicial y en qué etapa del proceso se hallaban? No lo dice, señor Director, porque no es cierto.
Es un rasgo cultural casi inconcebible para quien no conozca a los comunistas: la calumnia incesante contra el adversario. La carta hasta el momento no ha sido publicada en el periódico, entre otras cosas seguramente para no poner a los lectores a preguntarse de dónde sacó el ex terrorista dicha información. La base de la mentira típica de los comunistas es el rumor, la altísima probabilidad de que la persona que la oye no tenga modo de contrastarla. Se nota que al terrorista le pesan los años y no puede salir de las viejas rutinas. Desgraciadamente tampoco hay mucha gente interesada en preguntarle. Gracias a la toma del Palacio de Justicia también se aseguraron el control de la educación y adoctrinan mediocres que no tienen la menor noción de la verdad.
La barbarie de la retoma militar se justificó difundiendo que el M-19 había ido a quemar los expedientes del narcotráfico. Obviamente, nada dijeron del juicio contra los generales. La Corte inmolada como consecuencia de la toma rechazaba el modelo de Seguridad Nacional, el abuso del estado de sitio y su estatuto de seguridad, declarado por ellos parcialmente inconstitucional.
(Todas las cursivas en las citas son mías.) Otro viejo recurso de la propaganda, considerar que es barbarie entrar con tanques en el edificio asumiendo la toma de rehenes como un hecho consumado sobre cuya legitimidad no hay que preguntarse. Los asesinos convertidos en jueces de las autoridades. "Yo la voy a violar a usted, señora, no es motivo para que me grite." Esa genialidad describe la historia reciente de Colombia y la conciencia de los colombianos.

Pero es más gracioso: ¡se fueron a tomar como rehenes con amenaza de muerte a sus amigos! Los magistrados eran antiyanquis (rechazaban el modelo de seguridad nacional) y enemigos del Estado de sitio y el estatuto de seguridad. Era una corte bolivariana, nacionalista y democrática. ¿No estaría de acuerdo con la toma? Yo poco a poco voy creyendo que sí.
Bolivariano, nacionalista y democrático, el M-19 se hizo oír con golpes como la toma de la embajada de la República Dominicana, que desnudó ante el mundo la represión del gobierno de Turbay Ayala y del general Camacho Leyva.
Este párrafo es otra genialidad que también debería bastar para explicar al país. ¿Qué es "democrático"? Comunicarse con los colombianos es muy difícil debido a esa relación singular que tienen con las palabras. ¿Cómo puede ser democrático un grupo que toma como rehenes a los miembros de la máxima instancia judicial del país? Porque los colombianos dividen las palabras entre gratas e ingratas y toman las gratas para sí. Yo soy democrático, el que no esté a mi favor es antidemocrático. El partido que ha estado más de una década pidiendo que se pase por encima de las urnas y se premie a los asesinos es el Polo Democrático. A nadie le molesta: no hay ningún horror ni ninguna barbarie fuera de la mente de los colombianos. Las atrocidades que ocurren son la sombra de esas "distracciones".

Pero estos demócratas amigos de la corte tranquilamente se jactan de haber secuestrado a los embajadores en la embajada dominicana: ¡le mostraron al mundo la represión de Turbay! Una vez que la gente renuncia al diccionario, ya está preparada para asumir eso. Los atracadores le muestran al mundo la insolidaridad de los borrachos, etc.

PRIMER PAGO DEL PRECIO DE LA PAZ: el reconocimiento a los asesinos. La toma de la embajada no es algo por lo que deban ser culpados sino un hecho del que pueden jactarse. En el libro de Vera Grabe se aludía al asesinato de José Raquel Mercado como algo que los había definido como los "justicieros del pueblo". Eso mismo sucederá con las FARC, mucho más ya que gracias a la negociación de Santos (y mucho más a la falta de resistencia de Uribe y compañía) han comprado a toda la clase política tal como antes se apropiaron del poder judicial.
Frustrada la exigencia de libertad de los presos políticos y el fin del contubernio cívico militar, esa toma incruenta, con embajador de EE. UU. incluido, estimuló la acción de amplios sectores democráticos que confluían en la lucha contra las torturas, el fin del estado de sitio, la demanda de una amnistía incondicional y el Diálogo Nacional.
¿Cuáles eran esos "presos políticos"? ¿Cuándo es "político" un preso? Los presos habían cometido delitos distintos a sus opiniones políticas y sólo eran "políticos" tal como lo son los asesinos de las FARC y el ELN presos. Lo que pasa es que este asesino usa el mismo lenguaje. Ya entonces los amigos de los secuestradores eran obviamente "democráticos".
El primer Belisario Betancur (1982) no solo prometió "ni una sola gota más de sangre colombiana" sino que, en medio del ruido de sables, escuchó al pueblo y concedió la amnistía, abrió las cárceles, derogó el régimen de excepción, pactó treguas con la insurgencia y suscribió acuerdos de paz por separado con la Farc, el M-19 y el Epl. Presos por el robo de 5.000 armas al Ejército, los dirigentes del 'eme' quedaron libres.
Este párrafo es el más interesante de todo el escrito: Vergara tranquilamente nos cuenta que los amnistiados después de robarle 5.000 armas al ejército quedaron libres y obviamente siguieron en sus andanzas, la alternativa era que el Estado se rindiera. ¿Cómo no, si ellos eran los "democráticos"?

La retórica es casi obscena en su desfachatez. ¿Qué es el "pueblo"? Algo distinto a lo que se expresa en las urnas. Para los comunistas de la época, es decir, para la universidad, al parecer sin que haya cambiado nada, el pueblo son todos los que callan, cuya vocería alegremente ocupan ellos.

Pero el retrato de la obra del "primer" Belisario Betancur debería alertar a los colombianos porque es exactamente lo que está pasando con Santos.

SEGUNDO PAGO DEL PRECIO DE LA PAZ: los gestos generosos que se tienen con los terroristas sirven para que se reagrupen, hagan acopio de recursos, expandan su radio de acción y preparen nuevas acciones criminales. En cuanto se busca la paz, entendida como la claudicación ante los criminales, se favorece el recrudecimiento de la violencia, que fue lo que ocurrió en los ochenta. El precio de la paz del "primer" Betancur fue la orgía criminal que comenzó con la toma del palacio de justicia y siguió con todo lo que han hecho las FARC en estos treinta años.
En el acuerdo, la insurgencia legitimó al Gobierno, y este reconoció al "movimiento popular alzado en armas", con la oposición desatada de expresidentes y militares que enfrentaron el reconocimiento de dos ejércitos.
La basura retórica es tan burda, tan increíble que parece un chiste: ¡la insurgencia legitimó al gobierno! La banda de rateros legitima al policía que los ayuda a robar y todos contentos. Cuando Betancur llamó a la banda de asesinos de Santos Calderón y García Márquez "movimiento popular alzado en armas" aseguró las decenas de miles de asesinatos ocurridos desde entonces.
Dos cartas estaban sobre la mesa: civilizar la política o politizar la guerra.
Todos los comunistas son aprendices de malos literatos, como Antonio Caballero, a los que sus padres apenas les enseñaron el manual de retórica. La lógica del atraco se tapa con un juego de palabras. ¿Qué es "civilizar la política"? Que las instituciones legítimas se sometan a unos asesinos. ¿Qué es "politizar la guerra"? NADA, las palabras que podrían formar un quiasmo combinadas con "civilizar la política". Si uno lee o escucha a personajes como Luis Eduardo Garzón (cuando no está borracho) o Hernando Gómez Buendía (ahora portavoz abierto de las FARC) siempre se encuentra con ese ingenio para formar simetrías aparentes con palabras, gracias a las cuales deslumbran a su público y van a lo suyo.
El Diálogo Nacional buscaba democracia, desactivar los factores objetivos y subjetivos de la guerra, pero Betancur no asistió a la instalación. En diciembre del 84, el campamento del M-19 en Yarumales fue atacado. Tras los combates se recuperó la tregua. 
En todo el país, nutridas manifestaciones asustaban y agudizaban las contradicciones. La confianza se rompió, y el cierre de la apertura y la 'inteligencia' desató las muertes y desaparecidos de la UP y el M-19.
Claro, después de amnistiar a un montón de criminales, de reconocerlos y favorecer su expansión, Betancur les sale a deber por no hacerles la "revolución por decreto".

TERCER PAGO DEL PRECIO DE LA PAZ: tras reconocerlos y ayudarlos a reforzar su poder, el gobierno que se sienta a negociar está sometido a exigencias crecientes y el único camino que tiene es una rendición total, so pena de convertirse en el criminal y en el causante de la guerra según la propaganda de los criminales a los que ayudó. No hay riesgo de que tal cosa ocurra con Santos, su gobierno es el de los accionistas de las FARC. Expresa una alianza anterior al asesinato de Gaitán y se integrará en el eje castrista de forma creciente. Pero los que creen que así van a menguar los asesinatos son cómplices aunque no sean perversos como Santos sino sólo idiotas.
La eliminación de los "nervios que conducen las ideas entre la cabeza de la culebra y el cuerpo social", de que habló el embajador de EE. UU. Lewis Tambs, funcionó (Tambs escribió con Fred Aker, US marine, el manual Destruyendo el síndrome de victoria). ¡Nadie lo hizo!, son "los asesinados sin asesino", que denunció Antonio Caballero.

Esa carta marcada politizó la guerra y aún no logramos del todo civilizar la política. El incumplimiento de la palabra fue la causa de la toma del Palacio. Negarlo es alimentar la mentira, la antípoda de la Justicia.
No se entiende la relación de Tambs con el resto, pero la conclusión, que pongo en cursiva es definitiva: el sentido del atraco en su aspecto puro, directo. Un crimen monstruoso no es culpa de la organización que lo comete sino de quien no les obedeció. Exactamente así funciona la industria del secuestro, el secuestrador necesita recursos, los niños que vigilan al secuestrado tienen que comer. Si no se paga el rescate y hay que matar al secuestrado, es culpa de los que no pagan. La desfachatez de estos criminales no tiene límites, pero ¿cuántos colombianos han simpatizado con las guerrillas y con el M-19?

Siempre tengo que explicar que es inconcebible tanto desparpajo de estos asesinos y a la vez tanta popularidad si no expresaran algo más que sus ambiciones y disparates racionalizadores. Expresan la resistencia de las castas parasitarias al mundo moderno. El que haya urnas, derechos de propiedad, empresas, inversiones y demás amenaza un orden previo en el que todo estaba garantizado por las lealtades personales con los detentadores del poder político. Eso mismo se detecta en la Revolución cubana y en el chavismo.
La responsabilidad de la palabra
En Palacio se quebró la legitimidad de todos: murieron soldados, seres inocentes, mis maestros, juristas y compañeros, que tocan a mi puerta. Conversar con las voces que me habitan es riesgoso, lo sé.

La utópica toma y su retoma dejó al descubierto los excesos a los que conduce la guerra, la barbarie de los odios acumulados. Por su independencia o su defensa, la tercera rama del poder público fue arrollada. No hay justificación y solo existe el castigo o el perdón. La condena de los que allí estuvieron fue la muerte; a los demás nos acusaron de autores intelectuales.
 
Dejadas las armas, en 1990 fuimos indultados y se propuso incluir a los militares: el rechazo fue tajante. La justicia quedó activada y de allí los señalamientos de las comisiones de la verdad y el fallo del Tribunal de Cundinamarca con cargos, incluso, al expresidente Betancur.
La burda y repetitiva culpabilización del otro: ellos intentan implantar la tiranía destruyendo las instituciones democráticas, secuestran a los magistrados, los matan y gracias a eso se hacen dueños del Estado, pero eso no es suficiente: ¡son los maestros de pacifismo! (Éste empieza describiéndose como "ecologista".) Uno lee esas cosas y piensa que los demás colombianos se merecen esos amos, ¿cómo es que no hay un rechazo claro a semejantes asesinos?

Más interesante es el proceso que conduce a la monstruosa condena de Plazas Vega. Los amnistiaron, se propuso incluir a los militares (es decir, legitimar a los terroristas al punto que sus asesinatos fueran equivalentes al hecho de tratar de impedirlos). Como no se quiso someterse a eso, ¡la justicia quedó activada! La persecución de los que incomodaron a los asesinos acordada por César Gaviria para poder mostrar resultados de paz, que efectivamente mostró y explotó, gracias a los cuales durante esa década los terroristas mataron aún más que en la anterior.

También es un rasgo cultural: el leguleyismo. La ley que impusieron ellos basta para justificar la rara asimetría de la justicia, que quienes secuestraron a los magistrados estén de maestros de moral, alcaldes y demás y quienes aplicaron la ley estén presos. ¿Qué le vamos a hacer?, así es la ley. Esa ·transferencia de culpa" es típica y con toda certeza tiene su base en el saqueo y esclavitud de la época colonial, justificados siempre en la Corona remota y en la ley, cuya iniquidad se exhibía sin pudor.

La "justicia activada" es sólo la secta comunista persiguiendo demócratas desde las cortes que conquistaron tras matar a los verdaderos juristas en el Palacio de Justicia. El descaro llega a tal punto que el informe de una comisión formada por tres expresidentes de la Corte Suprema de Justicia se basa en testimonios y argumentos de autoras pertenecientes al M-19.
Donde hay rehenes no hay negociación
¿Hubo un golpe de Estado? ¿Quién determinó la solución de meter tanques y "acabar con todo", antes de que llegara la Cruz Roja? ¿Por qué solo se sopesó la solución militar?
Al respecto aclara Thania Vega en la carta citada:
Hay mala fe cuando se pregunta: ¿Hubo un golpe de Estado?, infundio que ha sido rotundamente negado por el Ministro de Gobierno de la época, Dr. Jaime Castro, quien al respecto ha escrito dos libros suficientemente aclaratorios, ignorados por el señor Vergara.
Es típico, cualquier mentira se puede seguir diciendo porque cada segundo nace un idiota y siempre queda Fecode para preparar a los creyentes.

Lo curioso es de nuevo la visión de los criminales sobre la forma en que se los debe combatir. ¿Cómo han llegado los colombianos a aceptar esas actuaciones? Insisto, porque sólo se trata de una dominación antigua. En ningún otro país nunca se podría encontrar a un asesino como León Valencia orientando a los militares.
A las 12 del día Betancur llamó a consejo de ministros; el de Defensa no llegó. "No negociaremos ni transigiremos ante tan aleve atentado", expresó el comunicado de la Presidencia.

A las 12:25 aparecieron los tanques y se difundieron las peticiones del M-19: se exige, entre otras, publicar la demanda armada y convocar al pueblo al juicio contra el Presidente por la violación de los acuerdos de paz.

"Avancen con los tanques y helicóptero", ordenó Vega Uribe, a la 1:55 p.m. Luego se escuchó al presidente de la Corte, Alfonso Reyes Echandía: "¡Que el Presidente de la República dé finalmente la orden de cese del fuego!".
¿De qué modo iba el pueblo a juzgar al presidente acudiendo al llamado de un comando terrorista? Del mismo modo en que el pueblo escogió al M-19 como sus justicieros porque mataron a un líder sindical. El juicio consistió en pintadas que hizo el M-19. La desfachatez de semejantes cálculos es de verdad casi un chiste.

Lo mismo que el llamado de Reyes Echandía, consciente de que los terroristas lo matarían si se hacía algo contra ellos. Sigue la lógica del secuestro a que aludí arriba: el niño le dice llorando a su madre que debe llevar un millón de dólares, si su corazón es tan duro, no se podrá culpar al secuestrador, no señor. Ella tendría que escuchar a su hijo.

La tragedia, insisto, es la forma en que millones de colombianos se hacen cómplices de semejantes asesinos.
¿Ser rehén eliminó la orden y por eso Betancur no le pasó al teléfono? Hitler quemó el parlamento vacío, era imposible pensar que en la retoma se descargara todo el poder de fuego. Vencer supeditó salvar a los magistrados y rehenes.

Paladín 6, "(...) estamos con toda la libertad de acción y jugando contra el tiempo. Por favor apurar, apurar a consolidar, y acabar con todo".

¿Por qué no hubo un respiro?
Ahora comparan al gobierno con Hitler, dado que ya se habían apropiado del Palacio, ¿no era el hecho de impedirles chantajear al país como el incendio del Reichstag? Quién sabe qué más habrían pedido en cuanto se hubiera cedido a su chantaje y cuántos muertos más habría habido. Desgraciadamente se las han arreglado muy bien para acallar todos los testimonios que podrían explicar qué otros planes tenían y quiénes planearon la toma. Yo doy por sentado que aparte de los que la acordaron con Escobar están con toda certeza tanto los servicios de información cubanos como el hermano mayor del presidente, Enrique Santos Calderón, pero es algo que sólo se infiere de la trayectoria del personaje.
Ni reflexión ni mediación
Sorprendido por la toma, como asilado en México busqué la mediación del Gobierno; la respuesta fue contundente: "Imposible, la decisión es militar, no habrá negociación".
Entiéndase, intentó cobrar el secuestro que había planeado, tal como se dice que determinó el asesinato de su paisano José Raquel Mercado.
Con la victoria de Ronald Reagan, la teoría de la reversión puso fin a la de contención, y se impuso la doctrina de los 'conflictos de baja intensidad'. Nosotros ejemplarizamos una de sus sentencias: ¡si hay rehenes, no hay negociación!

La inflexibilidad deflagró la hecatombe, y la impunidad ofrecida chocó con el Estado de Derecho, que sobrevivió.

El coronel Plazas Vega fue claro: "No sé, yo no sé quién esté adentro, o quién esté afuera; yo sé que salieron varios magistrados, no sé si tal vez esté adentro de ellos".
Es decir, dado que entonces había un significativo sector de comunistas en las universidades, como ahora, sólo que entonces eran estudiantes y ahora, gracias al asalto al Palacio y a otros crímenes, tienen segura la renta como profesores, siempre se los puede seguir soliviantando con el odio a Estados Unidos.

Y sigue la lógica del atracador: en caso de violación relájese y goce. No fue la inflexibilidad sino el acto terrorista, que se reivindica de forma descarada.
Previo a la toma, en su informe al Congreso el 20 de julio de 1985, el otro Betancur expresó: "Firmé los acuerdos de paz con la insurgencia para lograr su desarme en todos los sentidos de la palabra; su desarme político, su desarme moral, su desarme material". El acuerdo fue una trampa para eliminar al contrario.

Valga recordar que el decreto 1573 de 1974 creó un Poder Nacional, que "legalizó" un autogolpe cívico militar del que la Justicia estaba excluida. Ese poder se expresó con contundencia cobrando cuentas.
¿Se entiende? Nadie debe esperar que se sienta a negociar con los terroristas para que dejen de matar y secuestrar porque sería una trampa para eliminarlos.

CUARTO PAGO DEL PRECIO DE LA PAZ: una vez reconocidos, reforzados y admitidos como proveedores de paz, sus conductas pasan a ser completamente legítimas y cualquier intento de cese de sus crímenes o de su organización ilegal y hostil al Estado será considerado una agresión y permitirá presentar al que no se somete como un agresor tramposo.
Desenterrar las pruebas ocultas
En 1986, Alessandro Barata, padre de la Criminología Crítica, de paso para un congreso en La Habana, donde presentó un video sobre el Palacio, me ratificó que en la decisión de arrollarlo y quemarlo pesó la doctrina.

Con el palacio humeante, el coronel (retirado) Charles Gillespie, embajador de EE. UU. en Colombia (un diplomático clave en la invasión de su país a Grenada, y quien además fue el último embajador estadounidense de la era Pinochet), afirmó para la TV de su país: "¡Triunfamos sobre las pretensiones de los rebeldes!".

Reagan fue el primero en felicitar a Betancur. Es tiempo de cerrar heridas. Solicitemos con sentido de patria los archivos ya desclasificados del departamento de Estado para comprobar si el poder que se vació en la Casa de Nariño fue o no ejercido desde un territorio donde ondeaba otra bandera.
Y de nuevo la ya tediosa enseñanza de los terroristas sobre lo que se debería hacer para que sus crímenes no tuvieran consecuencias. ¿Quién quemó el Palacio? ¿Quién mató a los magistrados? En todo el escrito se da por sobreentendido que no se debe culpar a la organización terrorista que hace esas cosas sino a quien se lo impide.

Es lo que está tras la condena a Plazas Vega y Arias Cabrales, la venganza de unos asesinos que habían calculado muchos más réditos mucho más rápidos del asalto al Palacio y los asesinatos planeados. La parte final viene a significar que la obvia determinación de no ceder al chantaje de los terroristas (nunca ningún gobierno se ha sometido en otros países, y fue la debilidad del colombiano ante la toma de la embajada de la República Dominicana el que los envalentonó para hacer esto) fue el resultado de presiones estadounidenses.

EL PRECIO DE LA PAZ: creo que queda claro que los esfuerzos de Betancur por aliarse con los comunistas para ganar gobernabilidad (de haber habido segunda vuelta no habría ganado las elecciones, pues su triunfo fue efecto de la división liberal, tal como ocurrió en 1946) sirvió para que las FARC se expandieran por todo el país, los responsables del robo de fusiles en el Cantón Norte salieran a organizar nuevos crímenes y de ese modo se multiplicara la violencia. Todo lo que ha ocurrido desde entonces es el precio pagado por ese error. ¿Cuántas personas armadas tenían entonces las FARC, el ELN y el M-19? No pasarían, siendo generosos, de unos dos mil. La relación es sencilla, cuando se ofrece reconocimiento a los asesinos se les da lo que más necesitan para matar. La paz de Santos multiplicará el horror para muchas más décadas, pero no es cosa de Santos, que a fin de cuentas gana popularidad gracias a que negocia, sino de la inmensa mayoría de los colombianos, que no son capaces aún de decir claramente que premiar el crimen no es paz, que la negociación no es legítima y que a toda costa se desacatará.

(Publicado en el blog País Bizarro el 15 de marzo de 2013.)

lunes, junio 24, 2013

Una revolución democrática


El clero terrorista
Como ya he señalado muchas veces, la guerrilla o izquierda o movimiento estudiantil revolucionario o como se quiera llamar es una estrategia de dominación de las castas herederas del poder desde la época colonial, que con el pretexto de la educación tienen acceso a una parte muy importante del presupuesto, gracias a lo cual pueden preparar la base social que asegure a sus jerarcas, y sobre todo a los descendientes de sus jerarcas, el control sobre los cargos decisivos del Estado.

El comunismo vino a reemplazar a la Iglesia católica y el profesorado al clero. A eso se añade una clara degradación, pues por corrompida o esclerotizada que esté la Iglesia remite a Jesucristo y los valores que promovió mientras que el comunismo sólo es una utopía de esclavitud que tienta a los que han vivido esclavizando a otros (trátese de Rusia, de China o de Cuba y Sudamérica) y que siempre condujo a la tiranía de los peores y a orgías de sangre. Pero el núcleo de la vida colombiana es el parasitismo de los descendientes de los criollos, y así como la evangelización era un pretexto del saqueo, el comunismo es un pretexto del rentismo: la familia que antes tenía un obispo ahora tiene un columnista o un decano. O varios.

William Ospina
El prestigio de este escritor antes de sus novelas y de sus traducciones de Shakespeare provenía de sus ensayos: se trataba de diatribas que servían para cohesionar al gremio terrorista y en las que no es difícil encontrar encendidos reconocimientos a las FARC y el ELN. En plena época del Caguán publicó un escrito en el que llama a toda la "franja amarilla" a entender cuál es su bando y qué es "lo que está en juego". Curiosamente, el texto ya no se encuentra en internet, ni la revista que lo publicó, seguramente para obligar a los cientos de miles de lectores forzosos a comprar los libros.

Es decir, el personaje es conocido porque lo ha promovido la "izquierda", como es ya tradición en Hispanoamérica: el reconocimiento que pudiera tener Mario Benedetti, comparado con Salomón de la Selva, Vicentre Huidobro o Gabriela Mistral lo explica todo. Sólo hay que consultar a los que saben de poesía. El arraigo de esa forma de obrar es muy profundo porque lleva a pensar en la vida hispanoamericana, donde siempre ha habido estrategias para obtener prebendas, canonjías, sinecuras, beneficios, etc., que en el siglo XX corrieron en gran medida por cuenta de los soviéticos y de los Estados en que llegaron a dominar sus franquicias.

Colombia es uno de esos Estados. No es que el dinero de los secuestros fuera a parar directamente a la revista Número o a William Ospina, sino que los sindicatos están controlados por revolucionarios profesionales que deciden en gran medida el rumbo del gasto público. Y no sólo los sindicatos, baste pensar que la Universidad Nacional tiene un organismo dedicado a promover la "paz" entre "el Estado" y la guerrilla.

Todo eso se multiplica si uno piensa en un gobierno como el de Samper, cuya base social llegó a ser la clase media "izquierdista" controlada por el PCC: a cambio de ese apoyo el gobierno entregó toda clase de puestos de poder a las "fichas" de dicho partido y gastó muchos millones en promover a los escritores ligados a él, sobre todo a William Ospina y Héctor Abad Faciolince.

Antitaurinos
La forma de vivir y pensar de los hispanoamericanos, sobre todo de los más desarraigados (respecto de una identidad anterior o distinta a la sociedad colonial) y aislados (respecto del resto del mundo) que son los colombianos, está determinada por esos viejos rasgos jerárquicos que definían la sociedad colonial. El campesino no necesitaba saber leer y lo concerniente a la verdad de la religión ya lo sabía el sacerdote. Eso mismo se reproduce con las opiniones políticas: la presión armada consigue puestos para ciertos profesores que emiten dictámenes sobre el valor de ciertos autores (en todas las universidades colombianas y hasta en los colegios se estudian los ensayos de William Ospina) y cada alumno se vería en un aprieto enfrentándose a tan eficiente autoridad: el colombiano del siglo XXI está frente a la presión ideológica organizada del castrismo exactamente igual que el indio del siglo XVII frente a la Iglesia.

A causa de esos prestigios se impide un rechazo cabal al terrorismo. ¿Cuántos colombianos condenan a las FARC? La cantidad se reduce cuando se piensa en los que condenan a Piedad Córdoba, pese a todas las pruebas que hay en su contra. Pero ¿qué decir de los que defienden a la exsenadora? Son al menos el 80% de los columnistas de los grandes medios capitalinos. ¿Cuántos colombianos los ven como lo mismo que las FARC? Muchos no los leen y sólo conocen opiniones sobre su calidad o interés (todos los colombianos emiten juicios ponderativos sobre la obra de García Márquez comparada con la de otros autores, más convencidos cuanto menos hayan leído), muchos los conocen por otros encantos que tienen, es decir, facetas que permiten la identificación del público, si es un homosexual estará siempre del lado de Felipe Zuleta y le queda mucho para entender que es un firme defensor de Piedad Córdoba, y lo mismo si tiene trazas de don Juan: hará lo propio con Collazos, y así todos los demás.

Viene a ser como si los enemigos de la tauromaquia condenaran a los toreros pero no vieran nada que reprochar a los taurinos. Extrañamente no es así: no hay un solo antitaurino que no haga responsable al público de las crueldades que se cometen, pero los colombianos, del primero al último, tienen una gran dificultad para atribuir alguna responsabilidad no ya a los partidarios del terrorismo sino a los que gracias a él se lucran y se hacen poderosos. Tal es la forma de vida del país. Tal es el peso de las jerarquías atávicas, de las rutinas, de los prestigios promovidos y de la ausencia de modelos éticos.

Con Chávez hubo paraíso
Los secuestros y el tráfico de cocaína están detrás de la carrera de William Ospina, pero también de la elección de Chávez. Ojalá hubiera testimonios de la relación del finadito con los comunistas colombianos antes de su elección y del control que ejercía la nomenklatura de La Habana y sus servicios de información. Alguna prueba hay de que las FARC financiaron la campaña de Chávez, al igual que la de Correa, pero para entender el camino de los recursos no hay que buscar la correspondencia del Secretariado sino los nexos de Chávez con personajes y organizaciones colombianas legales, así como la relación con el tráfico de cocaína del régimen cubano.

El caso es que cuando Chávez llegó al poder toda la conjura tuvo recursos multimillonarios de todo tipo. Baste pensar que un personaje como Gonzalo Guillén es "asesor de medios escritos de países sudamericanos" para imaginarse la generosidad del régimen. Entre los regalos más destacados de Chávez a los progresistas colombianos, o sea, a los intelectuales colombianos, estuvo el premio Rómulo Gallegos a William Ospina: no sólo un cheque millonario sino el plus de prestigio y ventas que acompañan al premio.

Era obvio que el gran intelectual tendría que defenderlo tras su muerte. El texto publicado el pasado domingo en El Espectador era previsible. Incluso en la desfachatez de las mentiras. Comentaré sólo las más increíbles.
Chávez: una revolución democrática

La diferencia más visible que puede señalarse entre Hugo Chávez y su admirado Simón Bolívar es esta: que Chávez no tuvo que hacer la guerra para triunfar.

Eso es también lo que diferencia a Chávez de Fidel Castro y del Che Guevara: detrás de esas leyendas hay una historia de guerras y de sangre, y Chávez pudo por suerte asumir el desafío de emprender la transformación de la sociedad, como lo reclamaban hasta los poderosos de todo el continente, recurriendo sólo a los instrumentos de la democracia.
El golpista indultado adquirió reconocimiento gracias a su intentona, es decir, a las personas que hizo asesinar, pero sin duda su primera campaña fue financiada con recursos de los secuestrados colombianos, por no hablar del reino de asesinato e intimidación que generó su gobierno.
Su única derrota, la del golpe militar que intentó en 1992 contra Carlos Andrés Pérez, se convirtió al final en otra victoria, porque lo salvó de haber llegado al poder, en su impaciencia, por la vía traumática de una ruptura violenta de la institucionalidad. [...]
La constitución que hizo aprobar después, que convierte al poder judicial en una agencia de persecuciones al servicio del ejecutivo, resulta así un modelo de "institucionalidad".
[...] El pueblo venezolano lo eligió una y otra vez, para desesperación de sus opositores, que nunca entendieron que la única manera de enfrentarse a un líder histórico de la importancia de Hugo Chávez, pasaba por hacer un reconocimiento a la verdad y a la justicia de su causa.
Así, la institucionalización del odio, la corrupción incomparable, la destrucción de la economía y demás prodigios son una "causa justa" que los opositores deben aceptar. Esa clase de trampas retóricas son típicas de la prensa y la universidad colombianas, y el hecho de que alguien que se expresa con circunloquios tan torpes sea considerado un gran escritor hace pensar en los colombianos como criaturas subhumanas.
Un país riquísimo, cuya riqueza principal pertenece al Estado, es decir, a la comunidad, había visto con asombro cómo unas élites petroleras arrogantes e insensibles se paseaban por el mundo como jeques saudíes mientras el pueblo venezolano se hundía en la pobreza y en el desamparo. Nadie puede negar que esas élites fueron las que educaron al país en la lógica precaria de los subsidios y las que nunca hicieron esfuerzos serios por “sembrar el petróleo”, por convertir la riqueza petrolera en una economía diversa que estimulara el trabajo social y la iniciativa de la comunidad. Después le reclamarían a Chávez no haber hecho plenamente en diez años esa siembra y esa diversificación que ellos no intentaron en 50.
No es humor, es directo: si se cerraron cien mil empresas, emigraron cientos de miles de personas productivas, se multiplicó hasta el delirio el despilfarro de recursos en las empresas estatales, fue porque los gobiernos anteriores al de Chávez no favorecieron la diversificación de la economía. Lo cierto es que los gobiernos anteriores son precursores del de Chávez, pero ni remotamente ninguno llegó a la destrucción de toda la estructura productiva a que llegó Chávez. La tosquedad de la argumentación remite de nuevo al país que tiene en semejante personaje por un gran escritor: no hay modo de no pensar en algún tipo de subhumanidad. Ni hablar de las arrogantes élites petroleras, baste pensar en la fortuna de los Chávez o en su afición a los lujos más costosos.
Durante décadas y décadas la pobreza creció en Venezuela, y a diferencia de Bogotá o de Buenos Aires, donde es posible mantener la dilatada pobreza oculta a los ojos de los visitantes, Caracas vio surgir en sus cerros las barriadas de los desposeídos, las rancherías que contrastaban con la innegable opulencia petrolera.
¿Cómo es que creció la pobreza en Venezuela? Pues porque la bonanza de la crisis petrolera de los años setenta atrajo a millones de inmigrantes de otros países y de las zonas rurales a las ciudades y la caída de los precios después dejó sin recursos al país. No que las administraciones de precursores de Chávez como Carlos Andrés Pérez no fueran cleptocracias, sino que la causa del empobrecimiento fue la caída de los precios. Ya se verá cómo la multiplicación del nivel del precio parece algo secundario a la hora de ponderar la obra de Chávez.
Ya en 1989, la pobreza de las muchedumbres se había convertido en desesperación y Chávez cosechó lo que los poderes venezolanos habían sembrado: la indignación del pueblo, la inconformidad, el ahogado espíritu de rebelión al que él le supo dar finalmente su lenguaje y su rumbo.
La genialidad aquí es ésta: presentar una oposición entre los precursores de Chávez y éste. Si la pobreza se había convertido en desesperación no era porque no estuviera Chávez. El nivel de tales falacias hace pensar en una lesión cerebral, pero es otra cosa: un daño moral profundo que de nuevo hace pensar en una humanidad disminuida.
Ahora se quejan de la supuesta falta de modales de este líder seductor e impulsivo, un hombre de origen humilde que no simulaba aristocracia, que decía lo que sentía como le gusta al pueblo que se diga: con un lenguaje llano y directo, desafiante y a veces peligrosamente sincero. Yo dudo que haya habido en Latinoamérica un político más surgido de la entraña del pueblo, más parecido a las hondas sabidurías, las malicias, las travesuras y las valentías del alma popular.
¿Los hijos de las maestras son gente humilde? ¿Los coroneles? ¿Se podría decir que antes de su intentona de golpe de Estado Chávez estaba entre el 95% de venezolanos más pobres? Eso sí, tenía talento para halagar a la peor gente. Eso no se le niega.
Una de las muchas cosas que demostró es que se podía hablar de los grandes asuntos de la economía y de la política en un lenguaje sencillo. Se ha vuelto costumbre entre nosotros que los jóvenes egresados de Harvard y de Oxford que manejan los asuntos públicos utilicen para hablar de economía una jerga de iniciados que hace sentir a todos los demás incapaces de acceder a los arcanos de esa ciencia imposible. Es un evidente mecanismo de exclusión, algo para alejar a los profanos; por eso, de las manos de esos ministros eruditos brotan a menudo los colapsos financieros, los “corralitos” que hunden a países enteros en la ruina, y la tolerancia de robos descarados como los de DMG en Colombia, que estafaron a cientos de miles de personas sin que ningún perfumado experto viniera a explicarle al pueblo y a las clases medias que estaban cayendo, con el beneplácito del poder, en las redes de unos asaltantes cínicos.
Siempre se puede hablar de economía con un lenguaje sencillo, otra cosa es que lo que se diga sea verdad. ¿Chávez entendía de economía? La idea de que los colapsos financieros brotan de los conocimientos de Oxford y Harvard, o del lenguaje hermético de los egresados es típica colombiana, pero produciría preocupación en cualquier país civilizado. ¿Por tanto la situación venezolana es mejor que la de un colapso financiero o un "corralito"? La serie de inferencias de este párrafo demuestra un poco más lo explicado arriba: ¿qué clase de gente puede tomarse en serio eso? La inmensa mayoría de los que van a la universidad en Colombia, donde William Ospina es considerado un clásico, alguien entre Borges y Keynes. De hecho, el chavismo es como un macro DMG, pero estos estafadores no recurrieron a la violencia en la misma medida.
La economía, de la que depende el bienestar de millones y millones de personas, no puede ser una ciencia abstrusa e inextricable, y esa farsa descarada es apenas un mecanismo para mantener a los pueblos lejos de la posibilidad de entender los procesos y de juzgar los resultados.
Es la medida de Colombia: Chávez es el gran pedagogo de la economía, que no puede ser abstrusa e inextricable porque de ella depende el bienestar de millones de personas. Aquí se encuentra el halago cómodo para los lectores de prensa colombianos, personas grotescamente ignorantes en materia de economía (vivo fuera de Colombia y sin la menor exageración suelo encontrar mucha más comprensión de esa ciencia en cualquier dependiente español que en la inmensa mayoría de los profesores universitarios colombianos con los que he hablado). Todo el que no entienda de economía, es decir, todo el mundo, sobre todo en Colombia, se siente reivindicando por la protesta del representante del "pueblo" ante su inextricabilidad.
Con unas cuantas alianzas internacionales, y una reducción de la oferta, Chávez logró que los precios del petróleo alcanzaran cifras asombrosas y tuvo de repente en sus manos unos recursos incalculables para echar a andar su proyecto. El primer reclamo que se hizo a su política fue que hubiera dedicado recursos del petróleo a ayudar a los países vecinos y a conseguir aliados en el mundo. Pero a comienzos de los años 70 un ilustre antecesor de Hugo Chávez, Salvador Allende, intentó también transformar su sociedad sin recurrir a la violencia, confiando en el respeto a las instituciones que proclamaba y exigía el gobierno norteamericano y que juraban con firmeza los ejércitos y los potentados. Cuando vieron que Allende intentaba transformaciones reales, el famoso respeto por la institucionalidad que predicaban el imperio y sus adláteres se fue al piso, y una conspiración criminal acabó con Allende, con sus sueños y con la fe en la democracia de toda una generación. Las guerrillas arreciaron por todas partes, el ejemplo de Pinochet fue seguido por militares de varios países, y una noche de sables y de crímenes, que todavía tiene sentados en los estrados a esos viejos generales genocidas, fue el precio que Latinoamérica pagó por la interrupción del proceso democrático chileno.
¿Por qué el petróleo pasó de menos de 10 dólares en 1998 a 146 en 2008? Es mentira que las operaciones especulativas de Chávez hayan provocado tal aumento, la causa fueron los atentados terroristas y las consecuentes guerras de Irán y Afganistán y la expansión incesante de la economía asiática. Pero supongamos que fuera así. Es muy interesante porque los colombianos, dada su condición especial, no pueden entender la dimensión moral del asunto. Supongamos que el líder de un país bendecido por reservas gigantescas de petróleo se las arregla para reducir la producción y así aumentar el precio. El primer efecto es que a ese país se desplazan recursos gigantescos de la gente de los países productivos: el que madruga a trabajar dedica parte de sus recursos a enriquecer al que sólo nació ahí. Eso ocurre con los países petroleros del golfo Pérsico desde hace mucho tiempo. ¿De qué lado está espontáneamente el colombiano? Obviamente, del lado del parásito. Siempre dirá que en Venezuela hay mucha pobreza que remediar, pero ¿qué pasa en los países verdaderamente pobres que no producen petróleo, como la inmensa mayoría de los de Asia y África? Que se agrava espantosamente la pobreza. La desfachatez del enfoque de William Ospina describe a los colombianos y sus valores reales.

La relación entre la compra de voluntades de gobiernos de países pequeños y la influencia en los demás países gracias al petróleo y Allende es grotesca, pero más lo es la idea de que Allende era un demócrata porque ganó las elecciones. En realidad obtuvo el 37% de los votos, tal vez los de una cuarta parte del censo electoral, y con esos apoyos pretendía implantar un régimen totalitario. Hitler también ganó unas elecciones, eso no lo hace demócrata. Lo que lo diferenciaba de Allende es que no se le impidió hacer de las suyas, y que nunca sería defendido con idioteces de ese estilo. Todo se arregla con adjetivos, que es lo que espera el público de este pensador: la oposición a Allende era "criminal". ¿No sería más lícito decir que lo era su proyecto totalitario que conducía a la guerra civil a la manera de la que provocarán los chavistas? No, había ganado unas elecciones.
De todos los procesos políticos y culturales que necesitaba vivir América Latina, ninguno es más importante que la incorporación de los pueblos a la leyenda nacional. La deformación colonial, prolongada por una tradición de castas señoriales que borró a los pueblos indígenas, sus lenguas, sus memorias y sus mitologías; que después de liberar a los esclavos no se esforzó por construir un proyecto de integración social, de educación, de salud y de incorporación a un relato de los orígenes; y que postró a los pobres en la inermidad y la exclusión, exigía en todas partes una gran reforma que devolviera a los pueblos el protagonismo, liberando su iniciativa histórica. Esa fue la tarea que parcialmente cumplieron la Reforma de Benito Juárez y la Revolución de Villa y de Zapata en México, los gobiernos de Roca e Irigoyen y el movimiento peronista en Argentina, el movimiento de Eloy Alfaro en Ecuador y la rebelión de los mineros de Bolivia en 1952. También la lograron los primeros tiempos de la Revolución cubana, antes de que el bloqueo norteamericano forzara al Estado a imponer restricciones de guerra. Darle su lugar al pueblo en la historia es algo que sólo se logra con respeto verdadero, con oportunidades, con valores, con cohesión social, y fortaleciendo la dignidad de quienes, si no se les permite ser ciudadanos plenos, tienen que terminar convirtiéndose en parias o en verdugos.
Los terroristas totalitarios son los descendientes de esas castas, y manipulan a sus antiguas víctimas para alimentar el odio contra el mundo moderno y la libertad. Los pobres sólo van a salir más pobres por el claro empobrecimiento que genera el chavismo, que malgastó más de un billón de dólares en hacerse propaganda, perseguir a los medios críticos y exportar su modelo a otros países. Hispanoamérica será dentro de unas décadas un mundo diverso, con países miserables (los sometidos al chavismo) y otros prósperos, como los del Pacífico y tal vez Brasil.

Benito Juárez dirigió una revolución liberal, absolutamente nada que ver con Perón y aun con Villa y Zapata. Propiamente Perón y Chávez son antiliberales, y ni hablar del racismo y la complicidad con los nazis del régimen peronista. La cháchara antiliberal y antimoderna mezcla los ingredientes más increíbles: a fin de cuentas se dirige a colombianos. No va a hacer falta complicarse con detalles.
Cuánto habría ganado Colombia si le hubiera permitido llegar al poder hace 65 años a Jorge Eliécer Gaitán. Los 300 mil muertos de la violencia de los años 50, y los 500 mil muertos del resto del siglo, atribuibles por igual a las guerras, la violencia, la pobreza y el desamparo social, la delincuencia, la proliferación de las guerrillas y la industria del secuestro, el crecimiento de las mafias, el desmonte de la estructura institucional, la pérdida de sentido patriótico de las élites empresariales y la creciente corrupción política, el paramilitarismo, la juventud arrojada a las guerras de supervivencia, y la caída de muchos militares en la tentación del crimen y la riqueza fácil, todas esas cosas se habrían conjurado con la incorporación del pueblo a la leyenda nacional, que era el sentido profundo del proyecto gaitanista, con la restauración moral que reclamaba su oratoria enfática y pacífica. De todo eso posiblemente salvará el pacifismo chavista a Venezuela, y hasta los que lo odian se lo agradecerán algún día: de vivir en un país como Colombia, donde las carreteras llegaron a convertirse por momentos en caminos sin retorno, y donde en los meses de enero y febrero de 2013 ya llevamos contados más de mil desaparecidos. Chávez creyó en la democracia. Entendió que no iba a recurrir a las armas, pero que su proceso no se abriría camino si caía en la ilusión de ser, en tiempos imparables de globalización, una aventura encerrada en las fronteras de su país. Se inspiraba en Bolívar, quien nunca aceptó esa idea estrecha de unos paisitos incomunicados, y siempre predicó el ideal de la solidaridad y la construcción de una patria continental.
La ciencia de adivinación que permite saber que Colombia habría ganado con un populista también es algo apropiado para los hábitos intelectuales del país. Los supuestos trescientos mil muertos de la violencia de los años cincuenta son obra en la mayoría de los casos de los comunistas, al igual que los supuestos quinientos mil muertos del resto del siglo, al igual que la delincuencia, las guerrillas comunistas y el desamparo y la pobreza.

El lector no merece mucho respeto, por eso es fácil que se le presente a Chávez como un nuevo Gaitán. De ahí a hablar de "pacifismo chavista" hay un trecho, pero es el nivel de la patria: ¡ahora la Venezuela que deja Chávez, con índices de violencia muy superiores a los colombianos es el modelo! ¿Y de qué "desaparecidos" habla? ¿Dónde hay documentación sobre esos desaparecidos?

Hace unos 13 años leo y escribo comentarios en la prensa. Todo lo que ocurre en Colombia se explica pensando que hay gente que lee cosas así y las cree. Los asesinos y secuestradores de las FARC y el ELN son adalides idiotas y rústicos a los que engatusan con tal sarta de mentiras ridículas.
[...]
Pero qué gran país es Venezuela; qué alto sentido de respeto por los conciudadanos el de un país que aun en medio de las más borrascosas diferencias de opinión no se hunde en la violencia sectaria y en el baño de sangre que ha caracterizado cíclicamente a algunos de sus vecinos. Venezuela vive hace quince años, no en la polarización, como afirman algunos, sino en la apasionada politización que caracteriza los momentos de grandes transformaciones históricas. Chávez y sus hombres aceptaron llamar revolución al proceso emprendido, pero hay que conceder que el siglo XX dejó la palabra revolución, por generosa, legítima o inevitable que fuera, cargada de bombas y de sangre, de horrores civiles y tragedias imborrables, y en cambio la revolución de Chávez ha consistido en unas decisiones económicas y en unas movilizaciones políticas: no en fusilamientos, ni proscripciones, ni censuras.
La realidad no existe: las milicias, la persecución a la prensa, la multiplicación increíble del asesinato, son cosas que el lector no debe pensar. No debe recordar al pensar en la grandeza de ese prócer que transformó el mundo. Tampoco la riqueza inverosímil de la familia Chávez y los protegidos del régimen, muy superior a la de cualquier otro ladrón del hemisferio occidental. A ese nivel llega la mentira de la universidad colombiana: a punta de esa clase de desfachatez se permiten adoctrinar asesinos sin cesar con el dinero de las víctimas.
Es esto tal vez lo que le da al proceso liderado por Hugo Chávez su magnitud histórica: nadie puede ignorar la importancia de lo que ocurre, nadie puede ignorar la enormidad de los problemas urgentes que ha enfrentado, la enormidad de las soluciones que ha intentado, y sin embargo se ha cumplido en un clima de paz, de respeto por la vida, en el marco de unas instituciones, y atendiendo a altos principios de humanidad y de dignidad.
Hasta los niños saben que las bandas de atracadores son  protegidas por el gobierno, que las FARC y el ELN extorsionan y secuestran en Venezuela, que Chávez los protege y promueve, que los asesinos del régimen son capaces de golpear a los periodistas por la televisión: suena a puro lenguaje de amenaza.
Los opositores, que son muchos, lo negarán, como es su derecho, y la prensa de oposición en Venezuela, que es casi toda, afirmará que estos tres lustros han sido de persecución y de censura, como lo han dicho a los siete vientos con todos los recursos de la comunicación moderna en estos trece años. Pero los opositores no pueden negar la generosidad de propósitos de este proceso, así como el chavismo no puede negar la civilidad de sus adversarios, en un continente donde ha habido contrarrevoluciones más feroces y sanguinarias que las revoluciones a las que combatían.
¿Casi toda la prensa venezolana es de oposición? Hasta ahora se sabe que la mayor inversión del gobierno, que ni una carretera ha hecho a pesar del millón de millones de dólares, ha sido en propaganda. La "generosidad de propósitos" de semejantes rateros ya es el colmo.
Los millones de personas que lloran con el corazón afligido la muerte de su líder, la dimensión planetaria de esta muerte y la enormidad popular de este funeral confirman que estamos ante un hecho histórico de grandes dimensiones. La verdad se conoce: Venezuela es uno de los pocos países del mundo que se han permitido el lujo inesperado de emprender una transformación histórica con el menor costo posible de confrontación y de arbitrariedad.
Finalmente, Chávez bien podría haberle hecho un favor inmenso a la democracia, Chávez podría ser, en América Latina y a comienzos del siglo XXI, el hombre que refutó la teoría de que la violencia es el motor de la historia. Muchos habrán querido forzarlo a la violencia, muchos soñarán aún con intentarlo, pero cuando ya creíamos que era verdad que el Estado existe sólo para garantizar privilegios y para mantener lo establecido, alguien ha venido a demostrarnos que la democracia puede ser un instrumento de transformaciones reales, que abran horizontes de justicia para las sociedades. 
Hugo Chávez, con su mirada sonriente de llanero y su sonrisa profunda de hombre del pueblo, bien podría haber hecho algo mucho más profundo y perdurable que inventar el socialismo del siglo XXI: es posible que haya inventado la democracia del siglo XXI.
La dimensión épica del hombre es innegable. Aquí he recopilado fotos del hombre con los grandes próceres de nuestra época, a los que sus correspondientes aduladores les habrán escrito panegíricos menos ridículos que éste. Ésa es la dimensión planetaria, la supervivencia de la satrapía cubana y la imposición de una tiranía que podría cometer en los próximos años un genocidio como el de Camboya, más probablemente en Colombia pero también en Venezuela, donde ya el homicidio alcanza dimensiones épicas.

Pero insisto en la cuestión central: ¿recuerda el lector a alguien que desapruebe a este escritor genial? No, a los guerrilleros los desprecian por ese calzado tan tosco que llevan, aparte de las uñas sucias. Y a Piedad Córdoba porque aparte de mujer es mulata. A este modelo literario nadie lo va a cuestionar. Las idioteces y mentiras, la imposición de opiniones a punta de adjetivos, es la cultura del país. Nadie va a cuestionarla.

(Publicado en el blog País Bizarro el 13 de marzo de 2013.)

jueves, junio 20, 2013

Sopla un viento de paz

Tras más de una década vertiendo opiniones en foros, blogs y redes sociales, es inevitable sentir que uno se repite sin cesar, que todo lo que escriba ya lo decía hace muchos años y lo ha explicado de muchas maneras diferentes, y no obstante hay que repetirlo porque en ninguna parte aparece nadie que lo quiera refutar, a la vez que son poquísimos quienes lo comparten.

Lo que más repito porque más me parece importante y más difícil es de asimilar para los colombianos, es que las bandas terroristas no son más que fuerzas de choque de entidades diferentes, de redes de poder que en cierta medida vertebran la sociedad colombiana tradicional y  definen al país.

Eso explica el interés de los descendientes de los altos dignatarios de la República Liberal y de sus populosas clientelas por conseguir que los gobiernos firmen la "paz" con las guerrillas, actuación que se emprende sin cesar, con presiones eternas de los mismos, desde hace más de treinta años, no desde el gobierno de Betancur sino ya desde la última etapa del de Turbay, con el previsible resultado de que cada negociación refuerza el poder de dichas bandas, que a finales de los setenta no tendrían más de un millar de hombres en armas.

Es decir, la guerrilla es parte de un bando de la sociedad, una facción dominante que siempre orienta el rumbo del Estado a punta de asesinatos y otros crímenes que fuerzan una negociación tras la que salen dotadas de más poder las clientelas de las mencionadas familias. Pero con un control tan efectivo, que la oposición que encuentran es dispersa, confusa, mezquina y sobre todo precaria e indolente en términos intelectuales.

Y como esa percepción es exacta para mí pero sorprendente para la inmensa mayoría de los colombianos, vuelvo a escribir fascinado con la ceguera ante la nueva fiebre de la "paz", que sólo es el efecto de una campaña de propaganda obsesiva de los medios que acompaña los asesinatos y extorsiones porque la persuasión eficaz es con palo y zanahoria.

Aparte, la fiebre tiene que ver con la caída de popularidad de Santos. Una presión obsesiva para convencer a la gente de que convertir a los asesinos en gobernantes y el supuesto alivio de suponer que por fin se va a acabar la violencia podrían recuperar la imagen del funesto presidente.

La violencia no se va a acabar por la sencilla razón de que el resultado de la negociación es la demostración de que "el crimen paga", como saben todos los colombianos sin que les interese hacer frente a esa fatalidad: tal como Angelino Garzón o Gustavo Petro llegaron a altas dignidades después de dirigir organizaciones de asesinos, Timochenko e Iván Márquez los sucederán y serán ejemplo para las nuevas hornadas de justicieros.

Pero sólo son los obreros de la industria de la muerte, en cuyas oficinas trabaja otra clase de gente que nunca es cuestionable para los colombianos, para quienes no importa la moralidad de lo que se hace sino la categoría del calzado que se puede comprar. Así se resume la moral del país. Por eso ¿cuántos entienden que un personaje como María Jimena Duzán es una criminal mucho más culpable que los pobres rústicos que obligan a alguien a estallar en una estación de policía con bombas pegadas a su cuerpo? Yo creo que se podrían contar con los dedos de una mano.

Es decir, nadie presta atención a esa dimensión del crimen, y hay que repetirlo, como lo expliqué antes. Esas personas de la gerencia de Murder Inc. empiezan en la universidad compitiendo por protagonismos y según su aptitud, su suerte o su determinación se relacionan con los miembros de las familias del poder. Después su vida pasa intrigando en cocteles, calumniando a quien les incomoda y siempre abriendo el camino a la negociación con que se obtiene el resultado de los asesinatos y demás crímenes que encargan.

Viven rodeados de lujos gracias a esas intrigas y a menudo consiguen que los pague directamente el Estado. La dama en cuestión fue cónsul en Barcelona gracias a la disposición de Pastrana de premiar a las FARC. Ocupaba una oficina en la calle más cara y lujosa de la ciudad y tenía hasta ¡agregada cultural!, que casualmente era una hija de Alfredo Molano, pues para eso son los crímenes, para conseguirle esa clase de puestos a la familia de los representantes bien situados.

De modo que el personaje es perfecto para hacer la propaganda del santismo, no en balde es columnista de una revista que reúne a lo mejor del país: el "colombiano por la paz" Vladdo, el proxeneta Samper Ospina, el asesino múltiple León Valencia, el dandi taurino Antonio Caballero, el socio de Pastor Perafán y multitud de columnistas en línea que son aún más audaces que los de planta.
"Por qué creo que la paz va a resultar"
Yo sé por qué: porque tiene el encargo de hacer propaganda a esa mentira monstruosa de llamar paz al acto de premiar los crímenes. ¿Va a resultar en términos de multiplicación del poder de su banda y de sus rentas? Por supuesto, sea que maten a diez mil este año o a medio millón, en todos los casos la expansión del poder terrorista y la exportación de cocaína han tenido una época dorada gracias a Santos.
Llegué a La Habana con el pesimismo que se refleja en las encuestas de opinión en torno al proceso de paz y me devolví cargada de un inusitado optimismo producto de lo que vi y escuché. Pero no solo me volví optimista. Llegué con la convicción de que en La Habana, al contrario del escepticismo que se respira en esos sondeos, va a haber paz.
Claro que va a haber paz y de hecho ya hay paz, sólo es imaginarse los tranquilos cálculos con que los lagartos que mandó Santos obtienen su parte de las toneladas de cocaína exportadas. Cualquiera que preste atención a la cantidad de bajas militares y civiles a manos de los terroristas de 2013 comparado con cualquiera de los últimos cinco años sabe que lo que llaman paz es sólo el retorno del poder terrorista. Pero en La Habana viven, como ella misma, rodeados de lujos y en amables conversaciones sobre negocios fabulosos.
Probablemente no habría llegado a esta conclusión si no hubiera logrado entrevistarme con las dos partes de la mesa, —es decir, con los delegados del gobierno y con los delegados de las Farc—, oportunidad que han tenido muy pocos periodistas. Esa posibilidad me permitió palpar una realidad muy diferente a la que se percibe en el país y echar abajo varias de las aseveraciones que se tienen por ciertas en Colombia en torno a lo que verdaderamente está sucediendo en La Habana.
Con toda certeza habría llegado a esa conclusión porque es su tarea, hacer propaganda de la negociación, tal como antes lo era concentrar el odio de los grupos parasitarios contra el gobierno de Uribe (¿nadie recuerda el "unanimismo", que era el clamor unánime de los medios terroristas contra la buena imagen de Uribe en las encuestas? ¿Y el dolor por los "falsos positivos"? La comparación entre ambos tipos de argumentos retrata a los colombianos como unas criaturas cuya inclusión en la humanidad es un abuso de la cortesía). "Las dos partes" son una misma parte pues el gobierno no fue elegido para premiar los crímenes sino para aplicar las leyes y los negociadores son sólo otros forajidos. ¿Alguien cree que tienen algún disgusto esos canallas? 
Cuando llegué me asaltaban muchas dudas. La más grande era la de que me fuera a encontrar con unas FARC aferradas a sus inamovibles de antaño y a ese autismo que les impedía sintonizarse con el momento histórico que se les abría. Ese era el sabor que me había dejado un intercambio epistolar duro, pero directo que habíamos mantenido el año pasado Iván Márquez y yo. En ese cruce de cartas le pregunté si iban a reconocer a sus víctimas y no tuve respuesta. Di por sentado que las Farc seguían aferradas a la tesis cada vez más insostenible de que ellos no podían ser victimarios, porque se veían a sí mismos como víctimas de un terrorismo de Estado que los había impulsado a abrazar las armas.
¡Y maravillosamente los encontró razonables y respetables! Bueno, la respetabilidad es un sobreentendido: no es que usen personas bomba, mutilen a miles de niños y sigan matando soldados, sino que correspondan a las ridículas exigencias del público de esta asquerosa.
Por eso me sorprendió que Timochenko en la carta que le envió al presidente Santos la semana pasada, hubiera dado ese primer paso al anunciar que las Farc estaban dispuestas a “darle la cara a las víctimas”. Que yo recuerde, nunca antes las Farc habían reconocido que esta guerra infernal los había convertido de víctimas a victimarios y que sus atropellos habían causado un inmenso dolor en muchos colombianos que hasta hoy las repudian.
Típico: semejante gesto, en medio de la orgía de asesinatos, en medio de la infamia de su pretensión de destruir la democracia, dicen algo que le permite a esta propagandista ofrecerle buena conciencia a su público. Ya se avanzó, ya nos podemos reconciliar.
La carta desafortunadamente no tuvo el impacto que se merecía porque fue registrada como un acto de pugnacidad hacia Santos luego de que el presidente señaló a las Farc de despojadoras en una visita que hizo a San Vicente del Caguán. Eso dio pie para que en ciertos medios se dijera que el ambiente en La Habana estaba enrarecido y que el proceso pasaba por su peor momento, cosa que nunca sucedió. Si se lee cuidadosamente la carta, Timochenko hace dos anuncios muy importantes. El primero es que acepta por primera vez, desde que se iniciaron las negociaciones, que ha habido importantes avances en La Habana. El segundo, sin duda mucho más relevante, es que anuncia su disposición a “darle la cara las víctimas”.
Típico, de nuevo: la dulce experiencia de encontrar briznas de esperanza. El oficio de estos asesinos es mucho más despreciable que el de los rústicos que les proveen sus rentas.
Iván Márquez me confirmó esa misma aseveración en la entrevista que me concedió para SEMANA, en donde el jefe de la delegación de las Farc se atreve incluso a ir más lejos en los dos temas y revela que por un lado se han “construido dos o más cuartillas de acuerdos” con el gobierno y por el otro reconoce que en la guerra se cometen atropellos y propone una comisión para buscar a los soldados y policías que podrían haber muerto en cautiverio.
¡Van a buscar a los soldados y policías que han muerto en cautiverio! Hay que ver la nobleza de estos líderes para buscar la paz. No faltaría más sino la excelente noticia de que se han firmado quién sabe qué acuerdos que siempre son crímenes porque parten del supuesto de que un gobierno puede sentarse con una banda de asesinos a ver cómo se reparte el país con ellos.
El paso que han dado las Farc en materia del reconocimiento a sus víctimas es un avance mucho más importante que todas las cuartillas que se hayan podido escribir conjuntamente en el tema agrario entre el gobierno y las Farc. Con este anuncio me di cuenta, así para muchos sectores en el país nada de esto sea relevante, que esta guerrilla no es la misma del Caguán, ni de Tlaxcala; ni siquiera la misma que vimos en Oslo. El Iván Márquez que yo me encontré en La Habana no me habló como el guerrero que vimos en Noruega sino como un político. Y hay que reconocer, así nos cueste, que las Farc que están negociando en La Habana han empezado a entender que a la luz del derecho internacional ningún proceso de paz puede salir airoso si no se hace pensando en las víctimas.
Tras descubrir la esperanza, viene la ponderación: ¿cuál es el paso? Que ya no dicen que no han matado a nadie. Lo único más despreciable que semejante basura es la condición de la clase de gente que la cree. No son desalmados como esta asquerosa, que a fin de cuentas obtiene su fortuna y su protagonismo, sino cobardes y desalmados colombianos típicos que sueñan con ser como ella.

Y desde luego que los jefes de las FARC están pensando en las víctimas: en cuánto obtiene cada frente de extorsión, en cuántos soldados y policías matan, etc.
Es cierto que todavía hay muchas respuestas que nos deben las Farc: no nos han dicho la verdad sobre su responsabilidad en el atentado al Nogal, ni sobre su vinculación al narcotráfico, que todavía insisten en negar. Pero más allá de todas las verdades que nos deben, me vine con la impresión de que su decisión de abandonar las armas es irreversible y que han emprendido un viaje que no tiene vuelta atrás. “Ustedes creen que nosotros somos como las piedras, que no cambiamos, que no escuchamos y eso no es cierto”, me dijo Iván Márquez.
Claro que Iván Márquez piensa en abandonar las armas porque ya está en edad de jubilarse y debe de tener mucha envidia de su antiguo jefe Angelino Garzón, hoy vicepresidente, o de su antiguo émulo Gustavo Petro, hoy alcalde de Bogotá. Los crímenes seguirán porque ¿quién va a dejar un negocio como la cocaína o la extorsión? ¿A cuántos jefes de frente no los tentará tener a Iván Márquez trabajando por la paz como hizo el Partido Comunista cuando el ascenso de las FARC y el fracaso de la negociación de Betancur le complicó la cómoda tarea de dirigir los crímenes desde la legalidad? Los que van a dejar las armas hace tiempo que no las usan, ¿alguien se imagina un combate entre adolescentes e Iván Márquez? 

Pero ¿cómo que "nos" deben? La trampa idiota de hacerse portavoz de la gente a la que manda matar es muestra del cinismo de ese asqueroso engendro de "periodista".
Me sorprendió también ver que en la delegación del gobierno no hay mayor signo de agotamiento a pesar de que muchos de ellos ya llevan un año en La Habana y de que a varios la tensión les ha ocasionado ciertos desarreglos en la salud, que intentan curar con jornadas de ejercicio vespertino luego de que se terminan las sesiones que van siempre de ocho de la mañana a dos de la tarde. Todos con los que hablé coincidieron en afirmar que las cosas iban mejor de lo que pensaban, así en público no lo digan y mantengan ese exagerado hermetismo que ha rodeado al proceso desde que comenzó.
La delegación del gobierno está feliz, es la forma de vida colombiana, coronar una carrera política o funcionarial con un encargo de alto nivel en el que es posible lucrarse copiosamente. ¿Quién les pidió que se reunieran a premiar los crímenes?
Pude darme cuenta también de algo que ha sido un elemento fundamental en todos los procesos de paz que han sido exitosos como el de Irlanda: las dos delegaciones han ido construyendo un respeto mutuo que no recuerdo haber visto ni en El Caguán ni en Tlaxcala. Eso de tener que verse cada semana las caras les ha permitido a las dos delegaciones ir creando un clima de confianza importante para disipar los más de 50 años de desconfianza que hay entre las Farc y el gobierno.
Claro, eso es lo principal, el respeto mutuo de unos lagartos despreciables y unos asesinos. Ese respeto mutuo ya estaba antes, como ocurre en todas las negociaciones entre mafiosos.
Pequeños detalles pueden convertirse en importantes en un proceso de paz si logran romper desconfianza. Por eso me pareció curioso que al jefe de la delegación del gobierno Humberto de la Calle, Iván Márquez le llame “doctor De la Calle” y que se refiera a él con una deferencia inusitada. “Es un hombre muy culto y respetable que conocí en Tlaxcala” me dijo Iván Márquez. Al alto comisionado para la paz Sergio Jaramillo, sin duda el hombre más duro y enigmático del gobierno en la mesa, encargado de ponerle presión a las Farc para que cumplan las fases que se acordaron, lo consideran un martirio puntilloso que han terminado por respetar. Luis Carlos Villegas ha empezado a cumplir un papel de pedagogo porque trae a la mesa toda suerte de cifras y de estudios sobre los indicativos del país, los cuales son confrontados con documentos presentados por las Farc, mientras que el general Mora, que habla poco, se ha ido convirtiendo en el personaje más respetado entre los delegados de las Farc.
Exacto: la medida justa de la respetabilidad de Humberto de La Calle es el juicio de Iván Márquez. La imagen del pedagogo con cifras para convencer a unos asesinos es un chiste indecente: las únicas cifras que pueden estar discutiendo esos canallas son las del negocio de la cocaína y la extorsión y las comisiones de los vendepatrias. 
Sin embargo, esta frase que le logré sacar al alto comisionado para la paz, Sergio Jaramillo, me permitió medir realmente el ambiente que reina en la delegación de gobierno. “Estamos en esto para cerrar un acuerdo que conduzca a la terminación del conflicto. Y mientras ese acuerdo se construya a un ritmo razonable, que es lo que está pasando ahora, podrán hacer todo el ruido que quieran, aquí nos mantendremos optimistas. Los ingenuos son los que no ven las oportunidades en sus narices”.
Claro, ¿quién ha dicho que son ingenuos? Los funcionarios siempre tienen la tentación de aliarse con los criminales, no por ingenuos sino por sus rentas. Es exactamente el problema de cualquier oficio, cómo obtener rentas sin trabajar. En lugar de aplicar las leyes, se da poder a los asesinos y se hace uno su socio para lucrarse de eso. Fue lo que pasó con los gobiernos de Betancur, Barco, Gaviria, Samper y Pastrana. Cientos de funcionarios de origen "bipartidista" cuyas carreras pasaron a depender de la influencia que les pudieran aportar los terroristas, y que gracias a eso son hoy poderosos, como Juan Camilo Restrepo y muchísimos otros.
Otro hecho que me da muy buen pálpito es que el apoyo dado por los gobiernos de izquierda más importantes de la región al proceso de paz en La Habana se ha traducido en una invitación a que las Farc abandonen la lucha armada y entren a la política. Rafael Correa, presidente del Ecuador, ha dicho que este es el momento oportuno para que las Farc depongan las armas y que si “alguna vez las Farc quisieron lograr justicia social por medio de la lucha armada en Colombia, pues ese objetivo se perdió”. El propio Chávez en una de sus últimas declaraciones, el 5 de octubre de 2012, afirmó que su aspiración era “ver a las Farc sumándose a un proceso político sin armas” y el presidente de Bolivia, Evo Morales, dijo algo similar en diciembre del año pasado al indicar que las Farc “tienen que cambiar las balas por votos”.
Esto ya es el colmo de la desfachatez: ¡claro que los gobiernos que deben su poder a las FARC y sus industrias criminales, como el venezolano y el ecuatoriano, buscan que la banda quede impune y poderosa! El tanto a favor que se apunta esta asquerosa es sólo una muestra del desprecio que tiene que sentir por los lambones que la leen.
Una cosa es que los que no creemos en la lucha armada le digamos a las Farc que es hora de abandonar las armas y otra muy distinta es que se lo digan los presidentes de izquierda que ellos admiran y que sin embargo han llegado al poder por las urnas.
Pero ¿cómo que no cree en la lucha armada si está optimista porque los asesinatos, las mutilaciones, los secuestros y demás labores de la "lucha armada" permiten a esos canallas reunirse con sus émulos del gobierno? Tanta desfachatez describe a esta asquerosa como alguien mucho peor que los que ordenan los crímenes (los que los cometen son más bien otras víctimas).
Solo dos cosas pueden frenar la paz en La Habana. Y las dos no tienen que ver con lo que pase en la isla sino con lo que ocurre en Colombia. Una es el proceso electoral, como bien lo advirtió Enrique Santos Calderón cuando afirmó que el presidente tendría que reelegirse porque de lo contrario no habría garantías para que el proceso pudiera concluir felizmente. La otra, es que se firme la paz pero que el acuerdo no termine contando con el apoyo de los colombianos, como sucedió en Guatemala. Ese país se demoró tres años entre la firma del acuerdo y el referendo constitucional que se hizo con el propósito de que el pueblo ratificara el acuerdo de paz firmado. ¿Y saben qué pasó? Que solamente votó el 17 por ciento de la población y el referendo no pasó el umbral.
Tiene gracia que el hermano mayor de Santos, que es el verdadero jefe de las FARC y las demás bandas, pretenda usar el chantaje de la continuidad de la negociación para buscar la reelección de su hermano. Parece que por la caída de popularidad tendrán que apresurarse a firmar cualquier cosa este mismo año. Y respecto a la aprobación ciudadana, la conseguirán a punta de masacres, tal como hicieron para hacer aceptar la Constitución de 1991 a punta de carros bomba.
Para conjurar esos peligros al presidente Santos le va a tocar decidirse si se echa al hombro el proceso y lo defiende de cara a las elecciones o si lo mantiene escondido dándole el trato de proceso vergonzante como hasta ahora lo ha hecho. En La Habana, más que los actos de la guerra que se asumen como parte del marco de la negociación que se pactó, lo que más afecta son los bandazos sin explicación del presidente cada vez que se publica una encuesta adversa. Un día sale y dice que si el proceso de paz no avanza se levanta de la mesa y al otro le dice al periódico francés Le Figaro lo contrario. Por un lado le exige a las Farc que le den la cara a las víctimas, pero por el otro permite que el Estado desconozca a los desaparecidos del Palacio de Justicia.
Ahora es la presión a Santos para que ayude en todas las tramas terroristas: la infame persecución contra Plazas Vega, el artículo de este engendro y los asesinatos de la tropa son una misma tarea de la misma banda, que los colombianos no ven relacionados porque sólo miran la marca del calzado.
En este ir y venir se le ha olvidado recordarle a los colombianos las inmensas ventajas que se derivan de si se firma la paz en La Habana. Una Colombia con las Farc haciendo política le conviene a todos los colombianos, incluidos sus enemigos políticos. Y los más contentos si se firma la paz van a ser los grandes empresarios. Eso me lo recordó el propio Iván Márquez cuando me dijo que el país “había podido llegar al millón de barriles en diciembre, cifra que nunca había alcanzado, porque impusimos la tregua unilateral”. Cierto o mentira, la realidad es que un país sin las Farc poniendo bombas y asesinando a concejales es mejor que uno en constante guerra.
Eso es una amenaza directa: en todos los países se podría pensar en dar rentas elevadas a los asesinos y ladrones porque se ahorraría el gasto en policía. La monstruosidad de esa idea sólo muestra la monstruosidad que son los colombianos, seres capaces de dejarse seducir por "argumentos" semejantes. Y ya se ha hecho la paz muchas veces y el resultado lógico es que se multipliquen los crímenes: ¿por qué no va a reclutar el ELN a las "bacrim" para explotar el narcotráfico y buscar la paz? La negociación es el objeto de los asesinatos de las FARC, promoverla es formar parte del mismo negocio.
Si alguna certidumbre me dejó esa semana que estuve en La Habana es que lo que allí se está definiendo no es si las Farc van o no a dejar las armas, sino cómo y cuándo. Y en eso todavía no hay ningún acuerdo. Pero hasta en eso soy optimista porque si eso es lo que le falta al proceso, mi percepción es que los gestos que hasta ahora han dado las Farc al admitir que van a darle la cara a la víctimas y que no se levantarán hasta que no haya un acuerdo final de la mesa en La Habana son un muy buen augurio para cualquier posibilidad de acuerdos futuros. Pero además, una guerrilla que fue capaz de seguir adelante con las negociaciones de paz, luego de que Alfonso Cano su jefe máximo fue abatido por el Ejército, no creo que ya se vaya a parar de la mesa ni mucho menos que no esté en La Habana dispuesta a jugársela toda.
¡Claro que no se va a parar de la mesa! ¿Puede haber algo mejor para unos terroristas que obrar legalmente? La extorsión es un negocio que avanza. Los militares viven continuamente perseguidos por los jueces, la posibilidad de sobornar a los que no desistan de luchar es altísima. Lo fascinante es que semejantes mentiras tengan público. De lo que se trata es de que un gobierno desleal con sus votantes se alía con los criminales y se dedica a buscar la forma de gobernar aliado con ellos y de ayudarles a extorsionar, a matar soldados y a exportar cocaína. La negociación durará lo que le convenga a Santos, si puede usarla para la reelección se mantendrá, si se ve mucho descontento saldrán con su monstruosidad firmada unas semanas antes de que se otorgue el Nobel de la Paz, que le aseguraría la reelección. El problema es si por entonces Iván Márquez seguirá relacionado directamente con la exportación de cocaína o si se la dejará a los herederos.
Si Santos logra sacar adelante este proceso, le da la dignidad que amerita y consigue que se firme el acuerdo a mediados de este año, hasta yo, que no voté por él, pondría mi voto para que fuera reelecto.
Se dice "reelegido", como corregido, elegido, colegido, regido, etc. Estos intelectuales sólo lo son en un medio miserable y mezquino en el que los asesinos se defienden con sofismas tan toscos como los de esta asquerosa y encuentran quien les crea. Todo lo que importa de la llamada "paz", que es el hecho de que al negociar las leyes con bandas criminales se suprime la democracia y se convierten los asesinatos, mutilaciones y secuestros en fuente de derecho, resulta sobreentendido, como en toda la propaganda criminal de este gobierno.

Si Santos consigue hacer tragar a los colombianos su alianza con los asesinos esta asquerosa será embajadora, por lo menos, y podrá intrigar con ropa más cara con sus amigos asesinos para repartirse el país.

(Publicado en el blog País Bizarro el 7 de marzo de 2013.)