martes, septiembre 18, 2012

La insensatez de aprenderse las capitales


Me llamó mucho la atención que un comentarista del blog de Alejandro Gaviria preguntara si todavía seguían con esa "insensatez" de hacer aprender de memoria las capitales a los niños. Cuando manifesté interés por el tema me contestó dos cosas, en apariencia complementarias pero en realidad opuestas, y ambas problemáticas. Una era que esas cosas que se aprenden de memoria casi siempre se pueden consultar, más ahora, y la otra que una profesora que había tenido los obligaba a dibujar el mapa hidrográfico de Rumania y aun a reconocerlo en un examen.

La nueva pedagogía
Es famoso que la invención de la escritura despertó el malestar de un sabio egipcio, que vio el peligro de que la gente ya no quisiera aprenderse las cosas porque le bastaría con buscar el texto escrito. Seis milenios después se sigue intentando que los niños aprendan de memoria las tablas de multiplicar, aunque la idea de que a fin de cuentas la calculadora va a resolver cualquier operación aritmética gana adeptos. Yo no veo ninguna diferencia entre buscar en google la capital de algún departamento colombiano y multiplicar 4 X 5 en la calculadora. Dado que todo se puede consultar, verdaderamente no entiendo qué necesidad hay de ir a la escuela, aparte de librar a la familia de la carga de los niños en la casa y permitirles relacionarse con los demás en un contexto más o menos ordenado. ¿Van a aprender a consultar?

El valor de un derecho
Es muy amplio el ámbito de lo que se ofrece a discusión a partir de ese punto: sencillamente habría que ir a lo primero, que es comprender que lo que en Colombia se concibe como educación no guarda relación ni con el diccionario ni con lo que el término significa en otros países. Ya en una ocasión intenté centrar el tema como para abrir la discusión, pero precisamente porque hay muy pocas personas verdaderamente preparadas para pensar, quedó en nada. La disposición a menospreciar cualquier aprendizaje memorístico forma parte de una ideología totalmente hegemónica en Hispanoamérica, cuyo trasfondo es el del socialismo, particularmente en las burdas versiones tropicales, que son muy anteriores a Chávez y que precisamente están en la base del chavismo. Cuando el colombiano recita que la educación es un derecho (y no un negocio) está reproduciendo esa misma actitud que lleva a que carezca de interés aprender nada, pues el sentido recto del término sería que a nadie se le podría impedir educarse, pero se entiende como que no se debe excluir a nadie, no de aprender sino del reconocimiento de haber aprendido: la educación como derecho termina en que se debe reconocer al que no sabe, por eso las democracias influidas por el socialismo terminan fomentando la promoción automática y produciendo resultados que comentaré después. Antes debo registrar que en Bogotá he sabido de casos en los que el gobierno del Polo Democrático incentiva a los rectores de colegios según la cantidad de alumnos que pasan el año, lo que obviamente se traduce en que pasan todos, factor que, no lo duden, favorece el respaldo electoral de ese partido, no sólo entre los profesores (cosa que podría ilustrar muy bien sobre el sentido del socialismo). También en las misiones venezolanas reina ese espíritu de proveer títulos a todos los ciudadanos como un derecho que les concede el gobierno.

Los resultados
Ojalá se entienda que no pretendo ensañarme con el comentarista de ese blog ni atribuirle deslices ideológicos que tal vez no quiera compartir: creo que él sólo expresa una noción general que es casi una obviedad para los colombianos, y eso me devuelve al viejo problema de mi dificultad de comunicación por la dura experiencia de haber luchado para limpiarme lo colombiano. Esas nociones "obvias" para los colombianos son a la vez el resultado de la ideología y la causa de la productividad fascinante que muestran las escuelas colombianas. Para no apartarme de ese blog voy a citar tres datos que aportaba el propio decano de Economía de la Universidad de Los Andes:
1. La mayoría de nuestros bachilleres no tienen las habilidades requeridas para entrar a la universidad. Más de la mitad son incapaces de realizar una operación aritmética básica: “Usted compró una camisa que costaba 20 mil pesos y recibió un descuento de 15%, ¿cuánto pagó finalmente?”.
2. Conozco un empresario bogotano que tiene un negocio de comida: el negocio emplea en esencia bachilleres. El dueño contrata muchachos constantemente y siempre les hace un examen sencillo que empieza con la misma pregunta: ¿cuál es la población de Colombia? 
Las respuestas, me dijo, oscilan entre 10 mil personas y 10 mil millones. Ninguno ha acertado. Mientras tanto Fecode sigue marchando por la calidad de la educación. 
3. Un comentario de profesor refunfuñón: les pregunté a mis estudiantes de Constitución y Democracia en los Andes (eran como 150) quién había sido el presidente de Colombia entre 1974 y 1978. Ni uno solo, ninguno supo responder.

Conocimiento a fondo
Es el momento de prestar atención a la hidrografía de Rumania, porque TODOS los casos que conozco de personas que hacen la escuela secundaria en Colombia en las últimas décadas incluyen esfuerzos similares: uno tenía que leer el Poema de Mio Cid; otro, la Divina Comedia; otro, una novela decimonónica de 900 páginas, en inglés, naturalmente. Una profesora se sentía frustrada porque la condición marginal de sus alumnos les impedía asimilar las causas de la expansión del feudalismo en la Alta Edad Media, otro estudiante incapaz de leer un cuento era responsable de escribirlo... ¿A qué hora van a poder calcular el 85% de 20.000 o enterarse de la población aproximada de Colombia si desde tan pronto su vida está centrada en tan profundas cuestiones? (Lo del presidente de 1974-1978 es más grave no porque todos debieran saberlo, pues les faltaba mucho para nacer, pero que entre 150 muchachos de una carrera con incidencia política de la primera universidad del país no haya uno solo que lo sepa ya deja que pensar).

Enseñar sin amor
Bueno, la verdad es que esos datos de Gaviria los conoce todo el mundo pero realmente a nadie le importan, por eso no recuerdo la menor mención a algo que en otros países produciría angustia. ¿Cómo es que ni los padres ni los maestros se dan cuenta de que la mitad de los bachilleres no saben resolver una operación obvia para cualquier niño de cuarto de primaria? Insisto, no hay el menor misterio cuando nadie hace ningún comentario a lo que señala Gaviria: a nadie le importa. Tal como el estudiante tiene derecho a recibir "educación" (es decir, un título), el profesor tiene derecho a su renta por el ejercicio de una tarea tan valiosa y respetable, aunque yo no vacilaría en señalar que el verdadero trabajo del profesor es protestar y exigir calidad de la educación. Con toda certeza, ningún profesor podría citar un solo verso de la Divina Comedia o del Poema del Mio Cid, pero no pierde nada por esperar que algún estudiante lo intente: forma parte del pénsum educativo, al final nadie se da cuenta de que los bachilleres no saben nada, a nadie le importa.

Pero ¿qué es saber?
Bueno, ya es famosa la frase de Aristóteles de que "saber es recordar", y ya antes había dicho Sócrates en el Menón que aprender no es otra cosa que recordar. El que se burla del aprendizaje memorístico de las tablas de multiplicar supone que ese conocimiento es superfluo porque lo hace la calculadora, como si el sentido de la multiplicación no fuera también un dato presente en la memoria. La cuestión de lo que cuesta una camisa de 20.000 pesos a la que se le descuenta el 15% no debería ser una operación matemática sino una respuesta automática: "¿Cómo se llama tu madre?". Una persona que ha aprendido de memoria las capitales no se detiene a pensar en qué departamento estará Valledupar ni a relacionarlo con nada. Es decir, no dedica su atención a relacionar eso porque es un dato arraigado, como sumar 3 + 1, con lo que la atención aplicada a otras cosas permitirá una comprensión más completa, fenómeno que se repite en todo momento. Ciertamente hay capitales, como las de los países africanos, que además de ser difíciles tendrán probablemente poca relación con la vida de un colombiano, pero cuando se desconoce TODO, por ejemplo sobre la población de los distintos países, aun del propio, sencillamente daría lo mismo no haber ido a la escuela. La presencia de numerosos datos en la memoria de una persona define su calidad intelectual (por las posibilidades de la atención que señalé y por la asociación inmediata de diferentes datos) y es inconcebible en un país civilizado que alguien que va a la universidad desconoce datos esenciales; de hecho, los países con mayor rendimiento en educación, como los de Asia oriental, son obsesivos con la memorización de datos por parte de los escolares.

El país eterno
Ya expliqué en otra entrada que la ideología comunista en Hispanoamérica es sencillamente el complemento de la certeza de que las riquezas naturales de la región deben proveer todos los bienes que hagan falta, cosa que efectivamente hacen, en volumen creciente, para la minoría que rodea al Estado. La ignorancia espantosa de los jóvenes es el sustento del partido de los profesores, cuya dominación y cuyas rentas se verían contestadas si aquéllos estuvieran dotados para algo más que para el parasitismo y la rapiña, para reproducir de memoria la jerga del gremio. El malestar de Gaviria (sobre cuya mala fe he dejado muchas veces constancia en su blog) es casi cómico si se tiene en cuenta que para él el hecho de que entre los profesores de su universidad abunden los más descarados propagandistas del terrorismo es muestra de apertura ideológica, y más si se piensa que como parte del gremio acompañó al partido profesoral en la Ola Verde de 2010 y sin duda alienta (comedida y educadamente, eso sí) a las nuevas huestes de luchadores que por ejemplo reinaron el fin de semana pasado en Twitter con el hashtag #UribeAsesino. Si la base de quienes llegan a las universidades no fuera de personas de una ignorancia estremecedora, al gremio de Gaviria le resultaría más difícil convertirlos en asesinos fanatizados.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 17 de mayo de 2012.)