jueves, octubre 18, 2012

Las reservas frente a una Asamblea Constituyente

Lo primero que debo señalar es que el interés por convocar una Constituyente no es nuevo ni sobre todo popular. Hace varios años lo venimos señalando en este blog, por ejemplo en esta entrada de 2008. Pero siempre han predominado las resistencias de todo tipo, cosa que me produce una tremenda fascinación: ¿qué creen los supuestos "derechistas" o enemigos de las bandas terroristas que significa la Constitución de 1991? ¿Dónde creen que se sustentan en últimas las continuas atrocidades del poder judicial surgido de esa Constitución sino en su texto y en las instituciones que creó? La resistencia a la Constituyente es una expresión de un conformismo para mí incomprensible, una visión según la cual todo lo que se puede aspirar es por ejemplo a que las altas cortes reflexionen un poco y tengan el buen gesto de soltar a Plazas Vega sin soñar siquiera con que los terroristas que mataron a los magistrados paguen por su crimen o al menos encuentren rechazo de la nación en su norma fundamental.

La reciente crisis generada por la Reforma a la Justicia animó a los sectores próximos al expresidente Uribe a pensar en esa posibilidad, pese al escaso eco que habían tenido las propuestas anteriores, como este post de abril de 2011 ("Diez razones para una constituyente") o éste de enero de este año ("Maduros para la democracia"). No obstante, la idea, piedra de escándalo para los propagandistas del terrorismo que predominan en los grandes medios, encontró la resistencia habitual, cuyos argumentos pienso comentar en esta entrada.

Por ejemplo, Eduardo Mackenzie publicó un artículo titulado "La peor de las dos reformas" sobre la malhadada reforma a la justicia, del que copio unos párrafos: 
Como toda crisis, ésta podría aportar algo positivo: abre perspectivas de recambio, de regreso a una cierta racionalidad y prudencia en la conducción del Estado, a condición, claro está, de que la oposición uribista adopte un tono y una postura tan firmes como serenas. 
Por el momento, de ese lado, se nota un cierto apresuramiento. Unos lanzan, de nuevo, la consigna de la asamblea constituyente. Otros piden un juicio político al presidente (la atracción de lo ocurrido en Paraguay parece irresistible). Los demás claman contra la reelección de Santos. Todo eso es interesante pero el recambio político no saldrá de esas iniciativas inmediatistas. Hay que ser cautos pues algunos ya están queriendo transformar esa legítima efervescencia política en un momento revolucionario, es decir, en una coyuntura abierta a todas las aventuras. 
El país necesita un nuevo liderazgo político. O, mejor, necesita recuperar la dinámica que perdió cuando el presidente Santos, elegido por el pueblo uribista, dejó de lado esas banderas. El país debe frenar el curso caótico que emprendió la llamada Unidad Nacional. 
Pero, atención: no hay atajos hacia esa reconquista del poder. La no construcción hasta ahora de un nuevo partido político, de oposición, de proposición y de reconstrucción del país, con millones de adherentes, militantes y votantes, con un programa absolutamente claro, no puede obviarse con llamados a convocar una Asamblea Constituyente.
Lo primero que se me ocurre pensar es ¿de qué modo es "inmediatista" una Asamblea Constituyente? Parece que lo que yo me imagino es distinto a lo que Mackenzie sabe o supone: ¿cuándo se convocaría en el supuesto de que ocurriera? No es verdad que Santos o el Congreso la buscaran, para eso lo habrían hecho antes. Luego, primero habría que convocar un referendo, cosa que requiere la aprobación del Congreso, la cual de por sí es bastante improbable. ¿En qué me equivoco? En un ensueño de lo más complaciente, la Constituyente se podría convocar a la vez que las elecciones de 2014, pero eso sólo a condición de que hubiera verdadero interés, cosa que según veo no comparte el propio Mackenzie.

Tanto el primero como el tercer párrafos citados plantean como solución una "reorientación" del rumbo del gobierno, no hablemos del sobreentendido de que basta esa dirección para que el país vaya bien, cosa que comentaré más adelante. Pero el último trae una confusión grave: de nuevo aparece la Constituyente como un atajo, pero resulta además opuesta a la construcción de un partido de "oposición, proposición y reconstrucción del país". ¿Cuál sería el programa de ese partido sino cambiar lo que los terroristas impusieron en 1991? Otra cosa es que de parte de los líderes de algún modo opuestos a Santos no hay la menor intención de crear ese partido, a tal punto que Fernando Londoño sigue siendo del mismo partido que Pastrana y, según he leído, propone como candidata a la exministra Martha Lucía Ramírez.

Es decir, si entiendo bien a Mackenzie, no hay que promover ahora una Constituyente porque no hay ningún partido que represente a la mayoría, pero tampoco hay la menor intención de crearlo ni de apremiar a los políticos profesionales para que lo hagan: la verdad es que la urgencia de ese partido, que dadas las condiciones de la política colombiana real tendrá que ser amplio y acoger tanto a los católicos y tradicionalistas como a los libertarios, no ha interesado a nadie, al menos públicamente, tampoco a Mackenzie, al que no recuerdo advirtiendo contra la fatal patochada de la segunda reelección de Uribe.

Los siguientes párrafos del texto de Mackenzie me inducen a pensar que lo que llaman constituyente no tiene nada que ver con lo que yo concibo:
¿Ésta sólo se ocupará de hacer otra reforma de la justicia? ¿Y cómo sería esa Constituyente? ¿Incluyendo a toda la clase política? ¿Excluyendo a unos y tolerando a otros? ¿Sería eso democrático? 
¿Sería correcto dejar que quienes votaron el adefesio del 14 de junio voten también el perfil de esa Constituyente?
¿No es lícito suponer que una Constituyente tendría que ser como la de 1991, abierta a todos los partidos y mediante elección libre de delegados por sufragio universal? Lo FASCINANTE es que al parecer para Mackenzie la vaguedad del proyecto le parece expresión de algo "apresurado" y ligero, y digo "fascinante" porque el sobreentendido es que la Constitución de 1991 es tolerable y sólo con un país reconstruido se debería plantear suplantarla.

Todo eso es sumamente confuso: el Congreso existente debería aprobar un referendo para convocar una Constituyente; es previsible que habría muchas resistencias, pero también que con suficiente presión ciudadana se conseguiría. ¿De dónde sale la posibilidad de excluir a alguien? ¿Cuál es el "perfil" de esa Constituyente que podrían (o no) votar los que aprobaron la reforma a la justicia? ¡Los mismos que se quejan de eso lamentan que una Constituyente sea una caja de Pandora o una caja de los truenos o una "vacaloca"! 
¿Cuál sería el partido dominante, el faro iluminador de los debates en esa asamblea? ¿Cuáles sus postulados constitucionales? No seamos ingenuos: una constituyente improvisada puede, por el contrario, agravar la crisis y abrirle las puertas a fuerzas minoritarias y sectarias más avezadas y organizadas para esas maniobras que los otros grupos. Lo repito: sin un partido o, al menos, sin un movimiento uribista estructurado y claro, independiente de esa caricatura que es el partido de la U, una asamblea constituyente será un nuevo problema, no la solución. La teoría de la soberanía popular absoluta ha conducido a veces a nuevas tiranías.
El partido dominante sería el mayoritario, aquel que obtuviera más delegados. Tal vez la única forma en que se lograría crear un partido que defendiera la democracia sería precisamente en el acuerdo de una propuesta constituyente. ¿De dónde saldrá la idea de "una constituyente improvisada". De momento no hay, que yo sepa, una propuesta remota de convocarla, cosa que no aprobaría el Congreso y que requeriría buscar firmas para un referendo. ¿De qué modo fuerzas minoritarias podrían cambiar esa decisión mayoritaria si se conseguiría una participación mucho mayor que la de 1991, inferior al 20%? Lo único que sale claro es la suposición extraña de que de aquí a un par de meses se estaría barajando de nuevo todo el orden legal, y la atroz certeza de que la Constitución de 1991 es tolerable.

Pido perdón por citar todo el resto del artículo de Mackenzie. De verdad es algo que produce angustia. A lo mejor, y no es ningún sarcasmo, hay algo importantísimo que yo no entiendo y que algún amable lector me explicará:

La oposición uribista, por otra parte, se está dejando encerrar en un falso debate: el de la llamada “reforma judicial” del 20 de junio. Ese engendro, es verdad, debe ser echado a tierra. Pero no olvidemos dónde está lo esencial: hay un acto de reforma constitucional aún peor, aún más grave y peligroso para el Estado de Derecho y para la paz en Colombia: el llamado “marco para la paz”. Derrumbar la reforma del 20 de junio de 2012 sin tocar la monstruosidad del 14 de junio de 2012 es dejar que el mal se escape por la ventana. 
Con mucha perspicacia, la izquierda y, sobre todo, sus jefes extremistas, quienes fueron los primeros en destruir la justicia introduciendo métodos abyectos para cometer arbitrariedades a granel, sobre todo contra el uribismo, las Fuerzas militares y los servicios de seguridad del Estado, están alimentando esa visión unilateral: claman contra la “reforma a la justicia” y pretenden que nadie toque el tema del “marco para la paz”. 
Esas dos reformas constitucionales son piezas claves del viraje de Santos. Las dos son nefastas. Pero el “mpp” es la peor. 
Si una favorece a la burocracia de los tres poderes, para facilitar la gobernabilidad del santismo, la otra favorece al principal y más implacable enemigo del país: las Farc. Si el país se distrae ante eso tendrá dentro de poco, si el señor Timochenko es un poco más lúcido, senadores y toda suerte de caudillos, agitadores, bandas y pistoleros de esa corriente en plena libertad y con todos los derechos. Y tendremos, además, una Constitución dictada por las eminencias grises de La Habana. 
Nadie puede olvidar que el acto legislativo votado el 14 de junio de 2012 por el Congreso permite dejar a Colombia huérfana de una Fuerza Pública creíble, en aras de la financiación de un ilusorio “post conflicto”, fase en la cual más se agrava la violencia, como se ha visto en los países de África y Centroamérica donde la llamada “justicia transicional” fue adoptada.

El “mpp” garantiza la impunidad de los jefes y bases de las Farc y del Eln, pues legitima la suspensión de la ejecución de las penas de éstos, prevé sanciones “extra-judiciales”, “penas alternativas” y hasta la “renuncia de la persecución judicial penal” de todos esos criminales, incluso los de lesa humanidad, que hayan sido beneficiados por una decisión subjetiva de la Fiscalía General de la Nación. 
 
 Sí, hay una crisis institucional grave, pero no olvidemos que la solución vendrá de la prudencia inteligente y de la discusión humana, no del arrebato.
¿De verdad que no es una broma? ¿Habrá quien me explique en qué consiste la "prudencia inteligente"? Lo que Mackenzie llama "arrebato" es algo que estamos pidiendo en este blog desde hace al menos cinco años y que no será realidad ciertamente ni en 2014 ni en esta década, pero es el único camino viable para enderezar a Colombia. 

El que publica textos que pueden leer personas desconocidas siempre tiene ese desasosiego de no saber si aquello que escribe se entenderá. ¿Qué es lo que podrían hacer los que no están de acuerdo con el Marco Legal para la Paz para revertirlo? ¿No parece un chiste lo de la "prudencia inteligente"? La única forma en que se podría revertir el conjunto de medidas con que Santos pretende negociar la "paz" con los terroristas (y que no traería violencia de posconflicto sino un agravamiento de las aspiraciones terroristas), es una resuelta movilización ciudadana por una Constituyente. Está visto que son muchos los que no han entendido que la Constitución de 1991 es sencillamente la toma del poder por los terroristas y la garantía de la continuidad del Conflicto hasta que se consiga todo el poder: la vieja noción de Montesquieu de que "No se puede comprar la paz porque quien te la ha vendido se encuentra en mejores condiciones para volver a vendértela".  

Sobre el mismo tema Camilo Andrés Mosquera publicó una entrada en este blog: "Los objetivos del uribismo". Copio un par de párrafos muy dicientes.
El proceso de iniciar una Asamblea Nacional Constituyente es largo y no parece haber un líder que dé palo para iniciarla. La Asamblea Nacional Constituyente por ser nacional es incluyente y las posturas del uribismo son en su mayoría excluyentes de otros sectores como la izquierda.  

 Además de que debe iniciar a través de una ley y este limita su contenido y objetivo lo cual puede convertir a la constituyente en un texto muerto e inocuo, pero la mayor preocupación que deben tener sus impulsores más allá del tema económico es la apatía de los colombianos por ir a las urnas. Sin Uribe en el poder y con una burocracia y maquinaria menguada es posible que la Constituyente se hunda y no consiga los 8 millones que necesitaría para aprobarse, y siendo un fracaso esto, será un lastre muy costoso de cara a las elecciones de 2014.
Lo que para Mackenzie es inviable por corresponder a un arrebato inmediatista, para Camilo es inviable por ser un proceso largo. Las posturas pueden ser opuestas, pero tiene que expresarse una mayoría del país. La ley limita el contenido de la Constituyente, pero ese límite dependerá de la presión ciudadana. La apatía de los colombianos por acudir a las urnas no será tanta como la de 1991, cuando votó menos del 20%.

Queda el sobreentendido de que la Constitución de 1991 es tolerable. Es lo que de verdad merece atención porque, trágicamente, lo que significa esa Constitución permanece oculto para la mayoría. Será el tema de un próximo post.

Una Constituyente sería la ocasión para que la sociedad colombiana discutiera ampliamente sobre lo que quiere y sobre el orden que subyace a las apariencias legales. El error del uribismo fue acomodarse al orden impuesto en 1991 y gobernar hasta donde permitían los verdaderos legisladores de las Cortes, tolerando el prevaricato como forma habitual de obrar del poder judicial.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 10 de julio de 2012.)