lunes, julio 18, 2011

Bruma y halago: la técnica del odio


Oficio
Como es bien sabido, la principal tarea de los medios de prensa en Colombia es el desprestigio del ex presidente Uribe, tarea con la que esperan por una parte reforzar la legitimidad del gobierno y de sus nuevos amigos, y por la otra complacer a quien muy probablemente financia tan obstinada y obsesiva campaña: el dictador venezolano. Los cientos de columnistas y redactores que compiten a ver cuál inventa la mentira más desvergonzada, o cuál usa la figura retórica más ingeniosa para convertir al líder de la mayoría de los colombianos en un criminal, son sin la menor duda, al menos los más profesionales, incentivados directamente por alguien que recibe dinero del régimen venezolano.

Bruma
Entender algo es ante todo percibir su contorno. Aquello que no comprendemos del todo está más allá, en una especie de bruma respecto de la cual creemos cualquier cosa, con frecuencia lo que nos digan los que de algún modo están mejor situados en el orden jerárquico de la sociedad. Aquello que se alcanza a reconocer es poco para todos los seres humanos, pero para la mayoría es casi nada: por fuerza cree lo que le dicen. Para poner un ejemplo sencillo, antes del accidente de Fukushima yo perfectamente podría haber creído que un atentado terrorista contra una central nuclear desataría una explosión como la de una bomba atómica. La verdadera capacidad de explotar de una central estaba para mí, y en gran medida lo sigue estando, más allá de lo que puedo explicar y describir. Eso mismo le pasa a la mayoría de la gente con la administración pública, con los hechos violentos que ocurren fuera de las ciudades, con los intereses que se mueven alrededor de la política, y a menudo con todo, salvo cuando el tema sea próximo para uno.

Poder
El poder como ventaja de un grupo humano y como dominación de una parte de la sociedad sobre otra se reproduce generación tras generación. Casi que esa transmisión del poder es la esencia de las sociedades humanas, tal como el ADN es la esencia de la vida. En el contexto de la sociedad colombiana, ese poder se materializa en los capitales invertidos en los medios de comunicación y también en el prestigio de los miembros de las castas privilegiadas. Respecto de éstas, los demás son no sólo subalternos sino aspirantes a igualarse. Por eso es muy escasa la resistencia respecto a lo que transmiten a la gente esos medios sobre lo que hay detrás de la bruma. Las mentiras de Caballero y Molano enlazadas arriba son típicas y las creen casi todos los que las leen porque no tienen modo de conocer otros datos y porque en realidad nada desearían más que formar parte del medio social de esos filántropos. La posesión de los medios permite a los empresarios del terror describir el mundo que les interesa, por ejemplo ocultando el episodio de la mujer bomba de Samaniego, Nariño, o el asesinato ayer mismo del dirigente agrario del Centro de Pensamiento Primero Colombia Hernán Yesid Pinto Rincón (muchas horas después no aparecía la noticia en los periódicos capitalinos). ¿Se imaginan que alguien REALMENTE hubiera amenazado a algún figurón de los que cobran las masacres terroristas desde la prensa?

Odio
El odio es una mercancía que esos medios mafiosos saben vender. Como toda mercancía, quienes la adquieren tienen motivos muy diversos, pero sobre todo ceden a la seducción del producto. Su enorme popularidad remite a la constitución ideológica del colombiano, tradicionalmente convencido de la creación del mundo por un demiurgo que determinó cierta justicia escamoteada por los ricos, los guapos y los simpáticos y siempre pendiente de ser restituida. La tensión entre la adhesión a un mundo jerárquico y la conciencia de no estar entre los de más arriba genera un continuo rencor y una disposición a anhelar la venganza contra aquel que parezca merecerla: el sodomita, el hereje o el judío en los siglos anteriores, el "corrupto", el pederasta y el exitoso en el nuestro. Las sociedades herederas de la Contrarreforma y la Inquisición cuentan con la populosa chusma que acompañará cualquier linchamiento, basta que haya oportunidad o que alguien lo organice.

Envidia
Ese desajuste que percibe la gente en el mundo (en el que lo bueno siempre les toca a los demás) y el rencor que las penalidades cotidianas de un país atrasado generan, hace que sea muy corriente la envidia, el "pesar del bien ajeno" según la graciosa definición del diccionario. Cuando se combinan todos esos elementos sale algo muy curioso: en realidad el ladrón es todo el que prospera, salvo que esté legitimado por su posición jerárquica en la sociedad. Todo funcionario público es "corrupto" y todo esplendor es sospechoso. Sólo hace falta que alguien señale con el dedo para que, siguiendo el dicho de que "todo ladrón juzga por su condición", se lance la chusma en actitud perseguidora.

Halago
El otro elemento de la labor de la prensa, de la industria del odio a que aludía en una entrada reciente de este blog, es el continuo halago al lector. Si uno piensa en el individuo típico de clase media en Bogotá encuentra las condiciones perfectas para destilar odio. En la inmensa mayoría de los casos esa persona adhirió al socialismo y justificó el régimen cubano, incluso todavía hay cientos de miles que lo justifican, y cuando la negociación del Caguán, se esperanzó con la paz que surgiría del premio de los cilindrazos y de la justicia social que surgiría del desprecio de las urnas. No es que tales cosas le interesen tanto para odiar a quien las combate, sino que el odio que le inducen los agitadores de la prensa le resulta halagador, dado el escaso éxito de sus sueños en el mundo: ¿quién se atrevería a comparar a Álvaro Uribe, paramilitar, mafioso, asesino potencial, ladrón, etcétera, etcétera, etcétera con Perico de los Palotes, respetable abogado, artista plástico, profesor, etc., caracterizado por su decencia y honradez? Cuanto más alto se despotrique contra el ex presidente más valiosas resultan las prendas del progresista cinco millones del triste trópico. Lo relativo al tráfico de drogas, al paramilitarismo, a la corrupción política, al peculado y demás no requiere tantas pruebas: cual prometeos de un mito rebajado a subhumanidad tropical, los grandes creadores de opinión como Felipe Zuleta, Daniel Coronell, Héctor Fabio Cardona y Alejandro Gaviria, entre varios centenares, le traen el tesoro de esas noticias escandalosas. Las pruebas las tendrán ellos, y si no las encuentran es porque tienen miedo de que los maten. Sin ir más lejos, el líder de los pensadores colombianos, Felipe Zuletam señala respecto a la escasa relación entre lo que Santos proponía y lo que hace:
Las promesas de Santos en campaña fueron pocas y ahora entiendo las razones: si hubiera hablado de devolución de tierras, reparación de víctimas, de estatuto anticorrupción, de acabar con las entidades corruptas como el DAS y la DNE, de restablecer las relaciones con Chávez y Correa, de no proteger a los corruptos, de no permitir que los congresistas untados de corruptela lo chantajeen, de no consentir más chuzadas, jamás, absolutamente jamás, hubiera sido presidente, pues muy seguramente desde la mismísima ‘Casa de Nari’ le hubieran disparado para detenerlo.
¿Habrá un solo lector que se imagine a don respetable Perico de los Palotes disparándole a alguien? Eso sólo lo hacen mafiosos, paramilitares, etc. Cuando esas personas admirables y llenas de méritos se lanzaron a defender la decencia (con calumnias tan despreciables que en un país civilizado hubieran llevado a Mockus a prisión) sólo defendían una dignidad echada a perder por esos paisas.

Técnica
No hay propiamente sutileza en los criminales de la prensa que obedecen a los gobernantes de los noventa, todos ellos aliados de Chávez. Lo que no es puro argumento de autoridad basado en las relaciones familiares o en el mismo hecho de ser columnistas, es reproducción de la ideología tradicional, con los habituales recelos regionalistas y el muy barroco desprecio del dinero. Los socios de Martha Catalina Daniels se presentan como adalides de la moral porque su público tiene exigencias parecidas y sobre todo odia a quienes CREE que hacen lo que le gustaría hacer. Lógicamente explotan la propiedad de los medios y la distracción de la gente. El halago que practican con la chusma que los sigue no requiere mucho arte, y en definitiva, tal como encuentran espacio en las páginas de opinión gracias a sus familias, también encuentran un mundo creado por las falacias de Willi Münzenberg, que fácilmente encuentran público entre una chusma de mediocres y esnobs.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 30 de marzo de 2011.)