sábado, agosto 18, 2012

Tu bando y el mío

Querido amigo uribista:

No hay día en que yo no tenga disgustos y polémicas más bien agrias en Twitter por mi actitud ante el expresidente y sus actuaciones. No ha faltado el que me llama "ambiguo" y hasta "ambivalente" porque por un lado a los uribistas les parece que escribo cosas razonables contra el gobierno pero por el otro desconfían de cualquiera que ose encontrarle errores y defectos al amado líder.

En cierta medida se puede decir que por mucho tiempo hemos estado en el mismo bando, en la época en que la candidatura de Uribe apenas era un rumor fui de los primeros en alentar una respuesta electoral firme al Caguán, y por tanto a ese candidato. Como ya he señalado muchas veces, eso era minoritario, los que no estaban expectantes a ver cómo quedaban tras el ascenso de las FARC esperaban una intervención estadounidense (eran frecuentes las burlas de los periodistas de ese país sobre esa expectativa: que acudieran soldados estadounidenses a morir en las selvas colombianas por gente que ya tenía sus posesiones en Miami y hasta vivía allí), un golpe de Estado y con muchísima frecuencia un triunfo de las autodefensas de Carlos Castaño.

Lo más sorprendente para mí es lo rutinario y simple de mis ideas, exactamente iguales en 1999 y ahora, tal vez por vivir fuera de Colombia: sólo hay un camino, que es la asimilación a la forma de organización política y social predominante en Europa occidental y Norteamérica. El orden imperante en Colombia es profundamente distinto y el uribismo, ya lo explicaré, es a medias conformista con ese orden (no pretende romperlo para implantar una democracia homologable a las del mundo desarrollado) y a medias transgresor (está dispuesto a ir más allá de lo que dicha democracia tolera), a un tiempo carece de firmeza y de modales democráticos. No es tanto un problema del expresidente o su sanedrín cuanto de la cultura del país.

De tal modo, hacia 2001 se formó una mayoría que se negaba a elegir a quienes querían seguirles entregando el país a los terroristas. Esa mayoría, como ya expliqué arriba, no respondía a una tradición política ni a un proyecto específico en el que la gente creyera, sino que en medio de la desesperación se optó por la adhesión a un líder resuelto que sobrevivía a los atentados y convencía a la gente de que era posible salir del infierno en que habían hundido a Colombia los comunistas y sus socios oligarcas (o al revés, porque creo que el comunismo y la guerrilla son expresiones de la incapacidad de las castas antiguas de adaptarse al mundo moderno, con lo que los oligarcas siempre terminan de aliados de los comunistas, por mucho que antes los hubieran masacrado, como los Leyva o los Ramírez Ocampo —a fin de cuentas quienes caen forma parte del ganado—, mientras que los comunistas pueden provenir de sectores desfavorecidos económicamente pero encuentran en el acceso forzoso al funcionariado y al mando una forma de ascender socialmente, con lo que el totalitarismo marxista se encuentra con el viejo orden). Ese aspecto desesperado, sin tradición, programa, ideario ni valores claros determinará el rumbo posterior del uribismo.

El gobierno elegido en 2002 ofreció pronto resultados que, vista la situación anterior, eran sencillamente de ensueño. Hacia 2006 todos los indicadores de violencia y de desarrollo humano y crecimiento económico habían mejorado notoriamente. Cuando se decidió un cambio legislativo para permitir a Uribe presentarse a la reelección hubo una mayoría que lo apoyó. A mí también me pareció razonable, por una parte porque no había verdaderas alternativas que no fueran las de los grupos dominantes que durante los noventa habían hecho toda clase de alianzas con las guerrillas comunistas, y por la otra porque a fin de cuentas en las democracias presidencialistas, como la estadounidense, es normal que el gobernante pueda ver refrendadas sus políticas con la reelección.

Es decir, en 2002 no había un verdadero partido que defendiera las obviedades democráticas (debo insistir en que democrático tiene en mis escritos el sentido de "asimilable a los regímenes de Europa y Norteamérica") y fue necesario elegir a un líder que imponía por su fuerte imagen personal. En 2006 no existía aún ese partido, y había que elegir al mismo líder, esta vez como reconocimiento a su éxito. Lo que había sido una solución de urgencia y desesperada resultó la norma y para la mayoría que había agrupado el gobernante, que por entonces ya incluía a muchísimos políticos de los que habían acompañado a Serpa y a Noemí Sanín en 2002, no hacía falta cambiar nada sino conservar ese orden, cuya precariedad se demostraría en el periodo siguiente.

Defendí esa reelección y ahora que lo pienso comprendo que no debí hacerlo. Lo que la animaba no era tanto la defensa de la democracia contra el hampa terrorista y burocrática, sino el apego a los puestos de los funcionarios y el fervor caudillista de toda clase de personajes turbios ideológicamente: los mismos que en 2000 alentaban la intervención estadounidense, el golpe de Estado y a las AUC, la misma clase de gente que en Chile se entusiasmó con Pinochet, en Argentina con Videla y en Perú con Fujimori. Los profesionales de la política acostumbrados a las prácticas mafiosas de los partidos tradicionales y siempre dispuestos a entenderse hasta donde fuera posible con los comunistas, resultaron bendecidos gracias a los nombramientos de Uribe como agentes de un nuevo conservadurismo que no requería cambiar a fondo el orden impuesto por Pablo Escobar, César Gaviria y sus socios del M-19 en 1991, sino interpretarlo como conviniera a cada ocasión. (Esto llegó al extremo increíble de que Fabio Valencia Cossio, que acordó una Constituyente no elegida con las FARC, resultó el ministro imprescindible.)

Es decir, creo que me equivoqué porque esa respuesta al hampa bolivariana era equívoca y a la vez retrógrada. La obstinación de Uribe en formar mayorías gracias a la prohibición de la dosis personal de psicotrópicos es un indicio de ese sesgo: con tal de halagar a unas mayorías indigentes en términos intelectuales, se permite a los castristas hacerse voceros de las "minorías sexuales" o de los consumidores de drogas, como si en Cuba hubiera grandes libertades al respecto.

El periodo 2006-2010 demostró ese rumbo peligroso. A nadie se le ocurrió organizar un partido que representara a los ciudadanos que quisieran defender la democracia (que opera con partidos, salvo que cada cual quiera interpretar el término a su manera, como la "democracia orgánica" del franquismo o la "democracia de bienestar" que para el candidato a vicepresidente de la campaña de Sergio Fajardo en 2010 es el régimen cubano). La sospecha de que se pensaba forzar las leyes para buscar una segunda reelección fue negada siempre por el presidente, hasta que no hubo forma de negarla. Ese proyecto no sólo mostró la falta de respeto del uribismo por el juego democrático, sino más aún su condición de mera aventura sin fundamento. Para la casta política resultó sencillísimo influir sobre la Corte Constitucional y acabar con el experimento.

Me opuse a esa segunda reelección y aún más firmemente a la mamarrachada del "Estado de opinión". Los que escribíamos por entonces en Atrabilioso nos opusimos. No creo que seamos en absoluto importantes, pero curiosamente todos los que recuerdo que se opusieron son los que proponían candidaturas hostiles a ese gobierno. Cuando el engendro de referendo se hundió nos opusimos a los candidatos que de algún modo representaban la alianza de comunistas y oligarcas y el juego ambivalente respecto a los terroristas, que en la fase final encarnó el señor Mockus con su campaña de calumnias criminales.

Para explicar hasta qué punto me produce malestar pensar en la improvisación y falta de rigor del uribismo, baste recordar que cuando la prensa lanzó el escándalo grotesco del AIS, otra de las infamias de esos criminales que quedarán en la historia por mucho que ellos se conciban como creadores de la realidad, ¡el gobierno de Uribe trató de hacerle cargar la responsabilidad a Arias para que no afectara a las posibilidades del aspirante a la reelección! ¿Era Arias un candidato fungible y Santos el que convenía? No, cuando no salió la lotería del referendo pensaron en apoyar a Arias, con tan mala suerte que la oligarquía sólo tuvo que alentar votantes por Noemí Sanín en la consulta conservadora para sacarlo del juego.

Es decir, ni respetaron el juego democrático ni tenían un plan B eficaz para suceder a Uribe, sino que terminaron cediendo a la componenda gracias a la cual la casta política permitió la reelección de 2006 (que también comportó el retraso de seis años en el TLC), y entregando el poder a un personaje que resultó mucho peor que Pastrana o Samper, propiamente la suma de ambos, y mucho más propenso a todas las campañas criminales que cualquier gobierno anterior.

Cuando Uribe estaba a punto de dejar la presidencia escribí un post en el que me felicitaba de que la sociedad colombiana que se resiste a someterse al terrorismo tuviera un líder civil de ideas firmes y con amplio reconocimiento en todo el mundo. Nada parecía entonces tan terrible, el país había avanzado muchísimo y la campaña de calumnias y amenazas de la prensa y los comunistas había sido arrinconada en las urnas. Ese liderazgo, habida cuenta de que había salido elegido el heredero de Uribe, representaría a escala continental una respuesta al chavismo y una defensa clara de la democracia. Me imaginaba por ejemplo una denuncia fundamentada, en un libro, por señalar una posibilidad, de la labor de las ONG de derechos humanos en el conflicto colombiano: una demostración precisa e innegable de que Amnistía Internacional, HRW y muchas otras ONG del mismo estilo en realidad colaboran con las actividades terroristas y se dedican a proveerles legitimación. No era nada difícil. No, no sólo en mi imaginación no era nada difícil, sigo convencido de que en la realidad sería facilísimo, pero hace falta que lo haga o lo firme alguien que cuenta con reconocimiento en todo el mundo.

¡Qué equivocado estaba! Creo que es lo último que haría el señor Uribe. Su mundo es otro. El defensor del Estado de Opinión entiende sobre todo de reunirse con congresistas para obtener alguna actuación conveniente, y una vez deja de ser presidente ya no sabe comunicarse con la opinión. El cómico episodio en el que anuncia que Roy Barreras introducirá en las nuevas leyes una salida para los militares secuestrados por el poder judicial deja ver qué distinta es Colombia de una sociedad democrática: de lo que se trata es de que la gente opine y participe, no de que en acuerdos personales se establezcan cambios legislativos.

Amigo uribista, no creas que es tan difícil entenderme. Como en la canción de Leonard Cohen, eres tú el extraño. Pero no tú sino tu país, la mentalidad de tu país. Lo que yo planteo es tan simple que explicárselo a los colombianos me hace recordar a una muchacha que hablaba por primera vez con un extranjero que desconocía el español: su esfuerzo por pronunciar con claridad resultaba patético porque el otro desconocía las palabras.

Bueno: para mí la Constitución de 1991 es el resultado de un acuerdo ilegítimo de un gobierno con criminales y muchas de sus disposiciones son contrarias a lo que entiendo, y entiende cualquier persona de un país civilizado, por democracia. Debe haber una constitución nueva y a tal fin debe convocarse una asamblea constituyente. Eso es lo que creo yo. Eso NO es lo que creen los uribistas, que podrían haberlo hecho durante los ocho años en que estuvieron gobernando. De hecho, el mismo señor Uribe promovió cuando era senador un reindulto para el M-19. No se vale decir que entonces había otras urgencias: el señor Uribe no promueve una constituyente ahora.

Creo que la democracia funciona con partidos que agrupan a ciudadanos que comparten unos valores y unos proyectos políticos. Las organizaciones existentes en Colombia no me representan, el Partido Conservador está sometido a Pastrana y a los intereses de unos rateros cuyo filón es el catolicismo. El PSUN es de lo más coherente, en el sentido de que corresponde a su nombre y a quien agrupó a los profesionales de la política que lo conforman. El uribismo es parte de ese partido, una parte rezongona y extremosa, pero, perdona amigo uribista que te lo recuerde, el señor Uribe sigue siendo un jefe de ese partido. ¿Es tan complicado? Tú estás con el partido de Santos, yo estoy contra el partido de Santos.

De hecho, en estos días salió una noticia impresionante: "Uribe asegura que no quiere afectar la relación de la U con Santos", que incluía esta noble declaración:
"Las posiciones sobre el país tienen que ser patrióticas. Lo que he expresado sobre la marcha del país y del Gobierno no tiene por qué afectar la actitud del Partido de Unidad Nacional frente al Gobierno", precisó Uribe.
¿Les queda claro? Uribe habla como un jefe del partido de la U, que es el principal partido de la coalición de gobierno, y trata de restringir el ámbito de su crítica para que la relación de esos políticos con Santos no se eche a perder.

Yo no sé qué ocurre en tu cabeza, creo que eres torcido como buen colombiano. Yo creo que es necesario organizar una oposición a Santos, convocar una constituyente, organizar un partido que defienda el sistema democrático. Si tú estás en el bando del señor Uribe no debes creer que estás en el mismo que yo, porque eso visiblemente no es lo que pretende el uribismo.

De hecho, como el uribismo es una parte díscola, en buena medida por motivos mezquinos o retrógrados, de la Unidad Nacional y del Partido de la U, no ha habido realmente una resistencia a las peores infamias del gobierno de Santos. El escándalo porque se reconociera el "conflicto armado", ocasión que sirvió a los socios del terrorismo para apropiarse del diccionario, sólo significaba que se hacía una mueca de asco para aprobar la ley de víctimas, que efectivamente votó el partido del señor Uribe. Recientemente en la página de Debate Nacional apareció un artículo del profesor Darío Acevedo Carmona, en el que se incurre en la misma trampa retórica:
El dilema en la Colombia de hoy no consiste en si estamos o no por una salida negociada del conflicto armado.
Yo suelo provocar en Twitter con la etiqueta #TodoEstáEnTuMente. Bueno, es así, no hace falta que necesites calor de establo para sentir que vas a triunfar y no que el país está en manos de una camarilla de criminales. ¿Estás o no por una salida negociada del conflicto armado? Yo no hablo de la impunidad, de si Timochenko se va a retirar tranquilo a vivir su vida, y ni siquiera si va a poder ser candidato a cargos públicos. No tengo vocación de verdugo, no es lo que interesa. Pero ¿qué hay que negociar para que los terroristas desistan?

Ojo, no digo que el señor Acevedo no tenga razón. Todos los de la Unidad Nacional están por una salida negociada, al igual que los de la Marcha Patriótica. A lo mejor no hay nadie más que yo que no esté por negociar la democracia, y entonces la frase es exacta. Lo que no quiero es que alguien crea que si condeno las infamias judiciales o periodísticas debo estar por tanto a favor del señor Uribe y sus partidarios, que con toda certeza se plegarán a una salida negociada porque su motivación no es la democracia sino el acceso a los cargos públicos.

No creas que es tan terrible: uno vive en ciudades en las que hay millones de personas que piensan sólo en sus placeres, negocios, manías, etc., y casi ninguna es peligrosa. Si eres de los que esperan un puesto por tus lealtades me resultas mucho menos intolerable que si realmente crees que estás en un bando distinto al de Santos. Los locos son más peligrosos que los malvados o mezquinos.

De hecho, ¡qué más escandaloso que la persecución judicial contra los rivales de Santos que lleva a que haya un ex ministro claramente inocente en la cárcel y otro alto funcionario fugitivo! Pues cuando le preguntan al señor Uribe si hay una persecución contra su gobierno, ¡responde que hay que mirar caso por caso!

En este blog hemos publicado muchas entradas y aun varios videos con la idea recurrente de que la democracia está amenazada por el gobierno de Santos y su alianza con los promotores de las bandas terroristas. Ahora tenemos que señalar que el señor Uribe no la defiende, y que aquello que sería necesario para tal fin (un partido, una constituyente, una prensa independiente, una campaña de denuncia) cuenta más bien con ese grupo como un obstáculo. 

Quienes nos planteamos la oposición a Santos cada día más incluimos a Uribe entre aquello a lo que nos oponemos. No importa que seamos dos o tres. Sabemos lo que decimos.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 20 de abril de 2012.)