domingo, noviembre 09, 2008

Las FARC, en defensa del Estado

1. Invercolsa como síntoma. En una columna reciente dedicada a comentar los planes de las FARC para asesinarlo, Fernando Londoño cita unas frases encontradas en el computador de Carlos Antonio Lozada, entre las cuales me llamó la atención ésta: "... [Londoño] siempre ha estado del lado de los intereses del capital y en contra de los del Estado y el pueblo". Es verdad que esto se puede relacionar con el papel del ex ministro como litigante en procesos en que se demandaba al Estado, o aun con el famoso episodio de Invercolsa, pero esa interpretación ligera es más bien propia de quienes lo desconocen todo sobre el marxismo y de la disciplina ideológica de las FARC.

Pero el episodio de Invercolsa es sintomático de ese sentido de "Estado" que según las FARC está en el mismo lado del "pueblo" y tiene como opuestos al "capital" y a Londoño: el de la corporación de las personas que ocupan cargos públicos y viven de la máquina estatal. El delito (según Salomón Kalmanovitz, delitos) de Londoño produce una indignación generalizada porque compró unas acciones sin ser empleado de la empresa. El hecho de que esas acciones se vendieran muy por debajo de su valor a los empleados de la empresa no molesta a nadie. Puedo haber leído mil comentarios al respecto, y aun haber escrito decenas de veces que la sustracción de recursos comunes habría ocurrido igual si quien comprara las acciones fuera un empleado, pero eso resulta invisible para todos los comentaristas. Peor, en el caso de Kalmanovitz la explicación que se da es de un cinismo que supera con creces a Londoño: vender muy por debajo de su precio las acciones a los funcionarios estatales tenía por objeto ¡"democratizar la propiedad accionaria"!

2. Concepción del Estado. El Estado surge en todas partes como organización destinada a mantener un orden cuya esencia es la dominación. Casi siempre esa dominación tiene al principio características étnicas, la determina la conquista de un territorio por una comunidad guerrera que puede tener o no organización estatal previa. En el caso de la América española la labor de los representantes del Imperio era la administración del saqueo y la esclavización de los conquistados, respecto de los cuales las diferencias culturales eran tan rotundas que la asimilación sólo era posible a costa de destruir las sociedades tradicionales. De ese modo, la Corona española era la propietaria legal de las riquezas del continente y en los territorios sometidos sus agentes se constituyeron en la clase dominante. Es en esa organización, en sus valores y estructuras, aun en las personas que ocupaban los cargos de mayor jerarquía, donde está el origen del Estado colombiano. La independencia no alteró ese orden, salvo por la expulsión de los peninsulares.

El crecimiento de esa organización y la ampliación de sus tareas siguiendo la estela de las sociedades europeas y de las demás de Latinoamérica comportó una ampliación considerable de la masa de funcionarios. Eso aseguró la creación de posiciones de mando para la mayoría de los descendientes de los poderosos de antaño, salvo los que llegaron a ser suficientemente ricos para emigrar. Esa masa de funcionarios, es decir, de personas que contaron con "palanca" para conseguir los puestos o aun con la información y la instrucción que se requerían configuran una clase social específica cuyos intereses son muy diferentes a los de los demás grupos sociales. Por eso no hay una oposición significativa entre "el Estado" y los "trabajadores al servicio del Estado"; estos últimos requieren que haya provisión de recursos y siempre tienden a estar a favor de la expansión de competencias para la organización que les paga el sueldo. Los ¡trabajadores! al servicio del Estado son la clientela de las FARC, por eso uno nunca encuentra ninguna protesta de las personas que profesan la ideología socialista por atropellos como la venta de acciones de Invercolsa, sólo por la intrusión de un farsante que no era verdadero ¡trabajador!

3. El proyecto comunista. La forma de obrar del Partido Comunista a lo largo de su historia es típica: creación de organizaciones sectoriales de masas, de un núcleo de cuadros muy formados en la doctrina y con mucha frecuencia profesionalizados, en su día gracias a los recursos soviéticos; formación de guerrillas campesinas e infiltración y dominio de todas las organizaciones sindicales. En cualquier parte los comunistas habrían hecho lo mismo, pero en Colombia se encontraron con que el único sector de asalariados potencialmente interesados en la organización sindical y la presión de todo tipo eran los empleados estatales, es decir, los beneficiarios del sistema que en teoría el comunismo pretendía destruir, los amigos de los políticos de los partidos tradicionales, las personas de las clases acomodadas de las ciudades que podrían aspirar a obtener cómodas sinecuras gracias a su condición de privilegiados.

Grupos sociales como el magisterio, los empleados de empresas como Telecom y Ecopetrol, de las entidades públicas de salud, como el Seguro Social, etc., encontraron en las habilidades organizativas de los comunistas una verdadera mina para asegurarse privilegios y formas de presión irresistibles. Tanto por el afán de control de los comunistas como por la eficacia de la lucha sindical, la existencia de guerrillas relacionadas con el mismo partido fue de una utilidad extraordinaria. Gracias a esa fuerza fue posible convertir la minoritaria CSTC de los años setenta en la hegemónica CUT de los noventa. Y ciertamente los administradores y directivos no estaban para oponer mucha resistencia a esa presión. Si todo el mundo ha oído hablar de la ineficacia de las entidades públicas, en Colombia eso se multiplica; y con la perspectiva de una toma del poder por los comunistas, aún más. Los altos cargos siempre han estado pendientes de enriquecerse mientras ocupan sus puestos, no faltaría más sino que los arriesgaran o incluso se jugaran la vida para impedir la expansión del sindicalismo comunista.

4. El partido de los amos. De ese modo, sean cuales sean las creencias de los militantes, sin apartarse de la doctrina, el comunismo en Colombia lejos de ser una fuerza de rebelión que aprovecha el descontento de los excluidos es el principal frente de organización de la clase que desde siempre domina a la sociedad a través del Estado. El aspecto de explotación del resentimiento de gente humilde sólo funcionó con una minoría ínfima de campesinos desplazados a las zonas más inhóspitas y fue primero alimentado por los sueños de emular a Castro que prosperaron en las universidades y después por los recursos del narcotráfico. La capacidad de presión de los comunistas habría sido insignificante sin haber alcanzado la representación de los ¡trabajadores! estatales.

5. ¿Por qué necesitan la guerrilla? Esto es de la máxima importancia para entender por qué la llamada izquierda democrática no puede romper realmente con las FARC: a diferencia de Venezuela, falta el gran botín que repartir entre los pobres y por eso un triunfo electoral es realmente imposible. Quien pretenda hacer frente a la fuga de capitales, al aumento de cargos parasitarios y de prebendas para la base de asalariados estatales (y por tanto del gasto), al rechazo de la mayoría de los militares y de muchos otros sectores sociales, etc., no puede basar su aspiración en promesas y buenas palabras, necesita un elemento de disuasión eficaz. Es más o menos como si en Sudáfrica de después del apartheid se presentara un partido blanco con pretensiones de ganar las elecciones con el voto de los negros. Siempre perdería.

Así, lo que llegó a ser el comunismo en otros sitios (una sociedad de esclavitud generalizada en provecho de una casta) en Colombia sólo necesitó la resistencia de la sociedad tradicional a cualquier reforma liberal. La doctrina comunista partía del sueño de crear una sociedad sin clases y sin Estado, pero en Colombia ha significado la imposición más inicua de la jerarquía de "estratos" gracias al saqueo que se ejerce sobre todos los que trabajan a través del Estado, siguiendo la costumbre de la encomienda.

6. Guerra fría para rato. Pero la retórica comunista les sigue siendo necesaria: la vida intelectual en Colombia es tan precaria que la creencia en una superación del capitalismo por el socialismo es unánime, y por eso la afirmación de un orden de esclavitud sin la salmodia anticapitalista resultaría intolerable, sobre todo para los descendientes de los que exterminaron y esclavizaron a los aborígenes con el pretexto de la evangelización. No es que la guerra fría se mantenga por enquistamiento de odios, como supone un comentarista de El Espectador, sino que la gastada retórica comunista ayuda a mantener el dominio de la misma casta de siempre.

7. Divertimentos académicos. El episodio de las críticas de José Obdulio Gaviria a un profesor comunista de la Universidad Nacional que predica la violencia permite ver hasta qué punto por una parte el sentido de esa universidad es proveer rentas a los divulgadores de la doctrina y por la otra formar a los futuros activistas, cuya participación en la lucha dependerá de su estrato. Desgraciadamente en Colombia quejarse de esos proyectos se traduce en censurar el pensamiento y la larga ristra de amenazas que ha recibido el asesor presidencial se presentan como defensa de la libertad de expresión.

Los lectores deberían por ejemplo prestar atención a esta revista que publica escritos de profesores de la Universidad Nacional. ¿Quién había de protestar por el contenido de estudios académicos? Para poner un ejemplo, este artículo, verdadera salmodia satánica que habría hecho sonrojar a Jojoy termina con esta belleza:El contexto de la economía política colombiana analizado en este artículo, posibilita una gran respuesta popular en contra de este modelo de dominación, explotación y expoliación, tal y como viene ocurriendo en la mayor parte de los países de América Latina. Esta resistencia de los explotados y oprimidos debe proyectarse hacia gobiernos verdaderamente alternativos que empiecen a confrontar esta tiranía política y social del capital globalizado desde una perspectiva socialista. Es lo que en sentido colombiano se llama rigor académico, por eso el profesor que predicaba la violencia, colaborador de la misma revista, fue defendido por decenas de columnistas con el cuento de que se trataba de una discusión académica. Lástima que esa violencia teórica se interprete de otro modo según la revista:

ESPACIO CRÍTICO es un proyecto de intelectuales e investigadores sociales que a través de sus trabajos de investigación en diversos campos de las ciencias sociales, la cultura y el pensamiento político, así como de sus análisis de la coyuntura política y económica, nacional e internacional, pretende contribuir a la causa del movimiento social y popular, constituirse en punto de apoyo de sus discusiones, de sus luchas y movilizaciones.

8. La larga conquista del Estado. A nadie debe caberle la menor duda: el que amenazó a Londoño sabe por qué pretende hablar en nombre del Estado: sólo les hace falta tener suerte mandando cilindros y masacrando soldados, la parte principal del control estatal ya la tienen y la sociedad colombiana no quiere salir del sopor y darse cuenta de que las FARC son la fuerza de choque de ese clero millonario y linajudo que en gran medida domina el Estado y simplemente ha heredado de sus antepasados encomenderos el mando y el hábito de mentir. Es tanta la ceguera que otro profesor de los que colabora en esa revista y escribe la misma retórica comunista ¡dirigía el Instituto para el Desarrollo de la Democracia!

9. Después del 91. De hecho, recientemente Eduardo Pizarro se felicitaba del gran triunfo de la "izquierda" que fue la Constitución del 91. Si se evalúan sus particularidades y lo que ha ocurrido después, por ejemplo con la Corte Constitucional, se puede ver que ni siquiera hace falta cambiar las leyes, sólo eliminar a quienes ven con temor el ascenso del paraíso socialista (que todo el mundo ha rechazado, salvo países más atrasados que Colombia como Venezuela, Bolivia o Nicaragua). Puede que el esfuerzo de los dos gobiernos de Uribe haya sido eficaz contra las FARC, pero el control del Estado por las redes de la llamada izquierda democrática no ha menguado. Y por otra parte es una tendencia demasiado profunda, con demasiado arraigo para que el Estado esté a salvo: sólo un programa audaz que reduzca el gasto público, sobre todo el destinado a adoctrinar terroristas, permitirá esperar que en Colombia se afiance la democracia liberal.