viernes, diciembre 11, 2009

El Estado de opinión

Diversos medios han señalado últimamente la manía del presidente Uribe de aludir al "Estado de opinión", una supuesta "fase superior del Estado de Derecho". La primera vez que leí un comentario al respecto no entendí ni remotamente a qué aludía. En lasillavacia.com han reproducido diversos ejemplos de uso de la citada expresión, que permiten formarse una idea del sentido de esa extraña ocurrencia. Y la verdad es que nada bueno pinta.

El mero nombre del hallazgo resulta molesto. Si uno se detiene a pensar lo único que encuentra parecido es el "voto de opinión", expresión que sirve para explicar la anomalía de la democracia colombiana, donde el hecho de que la gente vote según sus ideas y no según los incentivos ilícitos que le ofrecen las "maquinarias" por su voto resulta de lo más honroso. Como si alguien imprimiera "hijo legítimo" en sus tarjetas de visita. Fuera de Colombia, "voto de opinión" es una expresión incomprensible. Como lo sería "biología del carbono". Los votos que no fueran "de opinión" serían considerados fraudulentos.

Para no alargar innecesariamente este post comentaré sólo una frase en la que parece resumirse el espíritu que alienta el nuevo hallazgo del gobierno:
Aquí las leyes no las determina el presidente de turno. Difícilmente las mayorías del Congreso. Todas son sometidas a un riguroso escrutinio popular, y finalmente a un riguroso escrutinio constitucional.
De modo que el Estado de opinión consiste en la aprobación mayoritaria a las políticas del gobierno. Lo primero que asusta es la mentira flagrante: ¿cómo va a ser "riguroso" el escrutinio popular? Se trata de la más patente contradicción en los términos, lo "popular" es casi por definición lo que no es riguroso. ¿Quién evalúa la aprobación popular de cada medida? Pero eso es lo primero que asusta, no lo que más asusta. Lo peor es que si la opinión bastara las leyes sobrarían. Y es lo que parece anunciarse: un régimen plebiscitario que aprovechará el éxito de las artes propagandísticas del presidente para imponer lo que quiera a punta de referendos.

Uno no puede dejar de mirar los regímenes políticos del Tercer Mundo, y el colombiano es uno de ellos, sino como un aula de alumnos díscolos, indisciplinados y conflictivos respecto de los cuales las democracias maduras siempre tienen una mirada recelosa y severa. Puede que muchos reaccionen con emoción nacionalista ante esta idea, pensando que no hay que someterse a ese escrutinio. Pero basta con comparar los resultados de todas las estadísticas para entender que no hay ninguna alternativa a la asimilación a esas democracias.

Y lo que más puede dañar la integración de un estudiante problemático es la resistencia a ceñirse al protocolo: quién sabe qué ocurrencia podrá tener, gracias a la cual empeorará su rendimiento y abrirá para sí las puertas de la correccional, como saben todos los maestros. La idea del escrutinio de la opinión es una ocurrencia vulgar que tienen todas las dictaduras, como los nombres pomposos que encuentran para aludir a esas ocurrencias (imposible no acordarse de la "democracia orgánica" del fascismo).

Lo que más preocupa es la sensación de que el presidente se va encerrando en un círculo de aduladores y va perdiendo la noción de la realidad. La popularidad es algo que se puede perder en cualquier momento y que no asegura el éxito, como le ocurrió a Fujimori (que fue el primer populista que mantuvo un amplio apoyo popular gracias a la televisión). También la continuidad de las políticas del gobierno es una aspiración legítima y que debemos defender, pero las urnas podrían escoger otra cosa. El presidente no es el dueño del puesto, sino quien ha recibido un mandato que expira el 7 de agosto de 2010.

Si Uribe fuera consciente de lo cuestionada que es la democracia colombiana fuera del país y de los enemigos tan poderosos que tiene no cedería a la tentación de promover esas ocurrencias. El hecho de que un medio como la BBC reproduzca la propaganda de alguien como Holman Morris puede servir de ejemplo de las amenazas que acechan al régimen democrático y a la continuidad de las políticas del gobierno. No se podría hacer ningún regalo mejor a los amigos de las FARC y de la llamada izquierda democrática que esa retórica que recuerda a las dictaduras o semidictaduras de los países vecinos, y que les servirá para deslegitimar precisamente la opinión mayoritaria que respaldará la democracia liberal en las urnas.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 10 de junio de 2009.)