jueves, octubre 04, 2012

Eichmann en Buenos Aires


El mes pasado se cumplieron cincuenta años del ahorcamiento de Adolf Eichmann, el criminal nazi que no sólo es recordado por organizar el traslado de millones de judíos a los campos de exterminio, sino por haber inspirado a Hannah Arendt la idea de la "banalidad del mal", y el título del libro que he parodiado para este post: Eichmann en Jerusalén. Más interesante que la ejecución es la forma en que fue capturado: un secuestro por un comando del Mosad. La descripción que hace de Eichmann el jefe de dicho comando me hace pensar en tantos miles de colombianos acomodados y "educados" que son la verdadera base social de la trama terrorista. 
Eichmann era un hombrecito suave y pequeño, algo patético y normal, no tenía la apariencia de haber matado a millones de los nuestros... pero él organizó la matanza.
Lo que pasa es que ¿cómo explicar que un empleado administrativo alemán sin muchas luces es infinitamente menos banal e insignificante que esas decenas de miles de politólogos, antropólogos, sociólogos, filólogos, historiadores, juristas, economistas y filósofos que cada año gradúan las "universidades" colombianas y cuya ignorancia y labilidad moral hacen que cualquier matón nazi resulte una especie de gran pensador en comparación?

Bueno, tratándose de un criminal semejante, ¿cómo es que tenían que secuestrarlo? Pues porque Argentina no lo extraditaría. Unos años antes, la República Federal Alemana pidió en extradición a Josef Mengele, petición que fue denegada por la Corte Suprema de Justicia argentina. Los motivos de esa disposición a proteger a los nazis están en la base de su fuga a Argentina. Es decir, los protegían por los mismos motivos por los que los acogieron.

Durante la guerra, la actitud argentina fue ambivalente respecto al Eje. En 1946 fue elegido presidente un coronel ligado a los pronazis que había sido agregado militar de la embajada argentina en Italia. Muy llamativo es que Perón definiera así el régimen fascista:
un ensayo de socialismo nacional, ni marxista ni dogmático. 
La afinidad del peronismo con el fascismo italiano era tan clara que el embajador estadounidense, Spruille Braden (que antes había sido embajador en Colombia) publicó un Libro azul en el que denunciaba los nexos de Perón con el Eje. Al ocurrir antes de las elecciones de febrero de 1946, Perón aprovechó el "papayazo" nacionalista y animó a sus bases con la consigna "O Braden o Perón". Sobre el régimen resultante escribiría Borges:
Las dictaduras fomentan la opresión, las dictaduras fomentan el servilismo, las dictaduras fomentan la crueldad; más abominable es el hecho de que fomenten la idiotez. Botones que balbucean imperativos, efigies de caudillos, vivas y mueras prefijados, ceremonias unánimes, la mera disciplina usurpando el lugar de la lucidez... Combatir estas tristes monotonías es uno de los muchos deberes del escritor ¿Habré de recordar a los lectores del Martín Fierro y de Don Segundo Sombra que el individualismo es una vieja virtud argentina?
De tal modo, Eichmann, Mengele y muchos otros criminales nazis se refugiaron en la Argentina, en la que gobernó Perón hasta 1955, gracias a que las redes de apoyo al nazismo eran poderosas y tenían aliados en el gobierno. Ese gobierno fascistoide contó con el rechazo de los intelectuales, no sólo de Borges sino también de Cortázar, que publicó una novela, El examen, que mostraba la desmoralización del país bajo ese régimen. También apoyó al huérfano que dejó en Europa el hundimiento del Eje: el régimen de Franco, por entonces aplicado a legitimarse con prácticas socialistas próximas a las del mismo Perón con base en la ideología de la Falange, también parecida al justicialismo (hasta 1959 no variaría el plan, con el ascenso de los ministros próximos al Opus Dei). Además de todo eso, el régimen peronista fue en la práctica una dictadura obstinada en perseguir izquierdistas, en torturar opositores y en reprimir toda expresión de descontento. Incluso cuando Perón volvió a Argentina, en 1973, el nuevo régimen resultó controlado por el secretario privado de Perón, José López Rega, responsable de la Alianza Anticomunista Argentina, una banda de asesinos.

Esos hechos sirven para demostrar de nuevo algo que llevo mucho tiempo diciendo: la división izquierda-derecha es el pretexto de un gran engaño. El fascismo italiano, el primer fascismo, era una facción socialista; el partido de Hitler se llamaba Partido Obrero Nacional Socialista Alemán, y ese aspecto "obrero" deja ver su afinidad con los demás socialistas: la lucha de clases no se podía presentar como uso del resentimiento contra la jerarquía porque el partido necesitaba reclutar a los antiguos militares y pequeños aristócratas empobrecidos por la derrota en la Gran Guerra, por lo que el partido obrero se oponía a los judíos, minoría (0,5% de la población) entre la que predominaban las clases medias urbanas: los empresarios y comerciantes, los "burgueses".

Pero si el imitador de Mussolini que determinó el fracaso argentino por medio siglo tiene herederos casi francamente comunistas, los demás representantes de la "izquierda" actual no están muy lejos de esa misma actitud. Hugo Chávez es un golpista parecido a los que en décadas anteriores tiranizaron a Venezuela y a la mayoría de los países de Hispanoamérica, pero se las ha arreglado para hacerse el líder de los enemigos tradicionales de los ejércitos de la región. También para entenderse con los líderes del "otro" socialismo, como los baazistas iraquíes y sirios. El Partido del Resurgimiento (Baaz) Árabe Socialista era un intento de copiar el modelo hitleriano. Sólo que al no poder acabar con Israel tuvieron que contentarse con sus propios ciudadanos, sin pretextos racistas. Las personas asesinadas por el régimen de Sadam Husein podrían ser más de un millón, más del 5% de la población, sin contar la guerra contra Irán. Bueno, el mismo Chávez es antisemita y aliado del otro criminal de moda: Mahmud Ahmadineyad, el presidente iraní, que niega el Holocausto.



Para el caso todos olvidan lo que en otros momentos les parece importantísimo: la fractura izquierda-derecha. Pese a los asesinatos de comunistas, tanto por parte de Perón como de los baazistas, es más lo que tienen en común los enemigos de la libertad. A tal punto que con la consigna "O Braden o Perón" se buscaba contrarrestar las denuncias de complicidad con el Eje pero resultó una anticipación tan típicamente "mamerta" que ya no deja equívocos. Más aún, al comienzo de la guerra Borges escribió un texto, "Definición del germanófilo" que resume exactamente lo que se puede decir del chavista colombiano, del que apoya a Petro y se suma a la intimidación del hampa contra el anterior gobierno (un linchamiento en son de "humor" con seres como Samper Ospina, Vladdo o Bacteria Opina, o bien con el llorado Jaime Garzón y su compañero Antonio Morales Rivera, que hace evocar el espíritu con que el grupo numeroso de niños envilecidos golpea al más débil de la clase).
Descubro, siempre, que mi interlocutor idolatra a Hitler, no a pesar de las bombas cenitales y de las invasiones fulmíneas, de las ametralladoras, de las delaciones y de los perjurios, sino a causa de esas costumbres y de esos instrumentos. Le alegra lo malvado, lo atroz. La victoria germánica no le importa; quieren la humillación de Inglaterra, el satisfactorio incendio de Londres. Admira a Hitler como ayer admiraba a sus precursores en el submundo criminal de Chicago. La discusión resulta imposible porque las fechorías que imputo a Hitler son encantos y méritos para él. Los apologistas de Artigas, de Ramírez, de Quiroga, de Rosas o de Urquiza disculpan o mitigan sus crímenes; el defensor de Hitler deriva de ellos un deleite especial. El hitlerista, siempre, es un rencoroso, un adorador secreto, y a veces público, de la «viveza» forajida y de la crueldad. Es, por penuria imaginativa, un hombre que postula que el porvenir no puede diferir del presente, y que Alemania, victoriosa hasta ahora, no puede empezar a perder. Es el hombre ladino que anhela estar de parte de los que vencen.
¿Es concebible un retrato más preciso de un mamerto de hoy en día? Conozco algún caso de gente que apoyó a Uribe hacia 2003 y ahora apoya los cambios de Santos. Es que la patria o la justicia social son buenos pretextos para los parásitos-ambiciosos que caracterizan a Hispanoamérica desde la época colonial y que determina su vocación socialista. Varias generaciones de argentinos han prosperado dentro del "justicialismo" desde la época de las intrigas pro-nazis hasta las criminales expropiaciones de CFK. La "izquierda" es un ropaje más cómodo. Pero moral e intelectualmente los herederos de Perón no son mejores que los nazis a los que el primer peronismo protegió.
(Publicado en el blog Atrabilioso el 20 de junio de 2012.)