sábado, febrero 06, 2010

¿Es de verdad posible un "milagro colombiano"?

Tal como se va aclarando día tras día, la crisis económica actual no va a ser una catástrofe comparable a la de los años treinta, en la que se llegaron a producir hambrunas en Estados Unidos y Europa, y en todo el mundo reinó durante una larga década una miseria generalizada. Los indicadores de los mercados hacen pensar que el estallido de la burbuja dejó un panorama en el que los países que más habían ahorrado, como las grandes potencias emergentes, tenían recursos para invertir y reactivar sus economías, mientras que los grandes perjudicados son los países cuya prosperidad provenía sólo de operaciones especulativas o del precio exorbitante de las materias primas.

Eso hace pensar que la próxima década será en todo el mundo de recuperación, tal vez un poco lenta al principio, pero tal vez no tan lenta: las posibilidades de aplicación de la tecnología son tantas que el problema práctico de multiplicar los bienes y abaratar su producción se puede considerar resuelto. Las preocupaciones ecológicas probablemente encontrarán respuestas tecnológicas, estrategias para captar carbono de la atmósfera, depurar las aguas, reciclar los materiales de desecho y así detener el deterioro ambiental. Puede que las tecnologías de explotación de energías renovables avancen tanto que las zonas del planeta con grandes extensiones expuestas al sol encuentren una nueva fuente de ingresos, y aun que los procesos de filtrado de las aguas marinas permitan aumentar la superficie cultivada.

Uno de los efectos de esa previsible recuperación es el retroceso de las ideologías apocalípticas: ya la crisis final del capitalismo sólo tendrá audiencia en los últimos reductos de la barbarie totalitaria: las universidades del Tercer Mundo. Otro será el cambio en los equilibrios geoestratégicos a favor de Asia, en detrimento de Europa e Iberoamérica.

En ese contexto vale la pena preguntarse qué pasará con la economía colombiana. Por una parte, el crecimiento se puede dar por sentado porque los altos precios de los productos energéticos favorecieron las exploraciones, que poco a poco irán dando algún resultado, y las explotaciones existentes encontrarán mejores precios a medida que se afiance la recuperación. También el entorno de mayor seguridad alienta las inversiones, al tiempo que las políticas de "confianza inversionista", incluidos los pactos de estabilidad, disuaden a los inversores de buscar otros destinos.

Algo que se podría hacer para favorecer ese crecimiento sería favorecer el asentamiento en Colombia de personas que disienten de las cleptocracias bolivarianas: no todos los "cerebros" encuentran su lugar en el Primer Mundo, ni todos los que huyen son profesionales de gran nivel. Ojalá los gobernantes estén atentos a los carteles de los trámites, que tan famosos son por hacer la vida imposible a los extranjeros para conseguir sobornos por documentos o trámites que es deber de los organismos correspondientes cumplimentar.

La experiencia de los países de nuestro entorno que han dado un gran salto en su Producto Interno Bruto es casi repetida: después de un periodo de inestabilidad llega uno prolongado de imposición del orden, de gobiernos de derecha que desactivan los polvorines sociales y dejan las estructuras básicas sobre las que se cimenta la prosperidad. Tal fue el caso de España tras los cuarenta años de franquismo, de Chile tras las casi dos décadas de dictadura y de Perú tras el reino corrupto de Fujimori.

Colombia ha sacado provecho de la destrucción por Chávez de la economía venezolana, y el acopio de beneficios empresariales, experiencia laboral y avance de las organizaciones productivas debería servir de base para un desarrollo que continúe en la próxima década. Al mismo tiempo, la guerra contra las organizaciones de traficantes de drogas ha debilitado a las mafias y aun la misma industria, que probablemente se desplazarán a los países bolivarianos.

Hay dos peligros que amenazan ese desarrollo: uno es el precio que se ha de pagar por el retraso en infraestructuras de transporte, retraso que es uno de los peores puntos del actual gobierno. El otro es la inestabilidad política, que podría provenir de un triunfo de personajes equívocos respecto a Chávez o las FARC en 2010, o a una percepción de ilegitimidad derivada de una nueva reelección, la cual podría abrirle las puertas a gobiernos demagógicos parecidos a los de Venezuela y Ecuador en 2014.

Un crecimiento continuado de la economía colombiana durante la próxima década exige conservar las riendas en manos de sectores afines al actual gobierno y al mismo tiempo intentar una renovación: si ésta conduce a errores, vacilaciones o inestabilidad, el liderazgo de Uribe en la sociedad permitirá enderezar el rumbo a partir de 2014.

Lástima que tantos profesionales de la política y de la función pública estén tan dispuestos a sacrificar el orden y la disciplina institucionales para asegurarse nombramientos y negocios. De otro modo ya se tendría claro que Uribe no debe presentarse a emular a Chávez y sus epígonos en la tarea de convertirse en presidente vitalicio, y se estaría pensando seriamente en cuál sería el mejor candidato. Y lástima que haya tantos ciudadanos dispuestos a suscribir la religión de un gobernante perfecto a cuya sombra, en tantos años, van creciendo redes de corruptelas dañinas y deslegitimadoras.
(Publicado en el blog Atrabilioso el 11 de agosto de 2009.)