viernes, octubre 04, 2013

¿Habrá una primavera colombiana?


Los socios del terrorismo como María Jimena Duzán están convencidos de que toda la gente es como la que se encuentran en las oficinas públicas o en las de las revistas en que publican sus escritos, o como las numerosas criadas que pueden pagarse gracias al orden social que defienden las tropas de niños, y que por tanto le podrán decir a cualquiera lo que debe pensar. De modo que esa columnista sueña con una rebelión popular para condenar a los "políticos", como si lo más vil y rastrero de la política colombiana no lo encarnara ella y los tinterillos que le son afines, y a exigirles que resuelvan por fin "el conflicto".

Los comunistas colombianos son expertos en esas maquinaciones: durante al menos medio siglo las manifestaciones "obreras" lo eran de estudiantes universitarios y empleados estatales, interesados en asegurarse privilegios a punta de intimidación. Lo mismo se puede decir de los "paros cívicos" y las marchas de todo tipo, que en las zonas rurales surgen de la descarada intimidación que practican las bandas de asesinos. En las redes sociales pretenden encarnar la antipolítica, la "indignación", el progresismo, el ecologismo, el feminismo, el colectivo LGBTI (no sé si le habrán añadido otra inicial), etc. pero extrañamente aparecen todos recitando la propaganda de las FARC (cuentas de Twitter como la de Gustavo Bolívar, Anonymous_co, manos limpias, etc. son típicas).

Pero las oleadas de protestas de los últimos años no son rebeliones de pobres contra ricos ni propiamente contra los políticos. En Túnez y Egipto se trataba del hastío con dictadores afiliados a la Internacional Socialista y convergieron los liberal-demócratas con los islamistas. En Libia el dictador era el amigo del M-19 y Chávez (el patrón de Duzán), con los mismos opositores. En Turquía la rebelión fue contra un gobierno islamista por parte de los laicos y en Brasil contra una exguerrillera heredera del socio de los islamistas y Chávez.

(Sobre la características de esas protestas le enlazo al interesado un texto de Moisés Naím.)

De modo que en Colombia la única protesta posible de una clase media que no cuenta con grandes privilegios ni depende de lealtades con los políticos sería de la clase de gente que se manifestó el 4 de febrero de 2008 contra las FARC, que son el verdadero poder opresor que hay en Colombia, para el que gobierna Santos. Según el viejo adagio, no se puede engañar a todos todo el tiempo, por lo que la extraña combinación teatral de un establecimiento dedicado a promover y legitimar la rebelión contra el establecimiento a causa de la desigualdad cuya desaprobación es la verdadera tarea de los privilegiados no funcionará por mucho tiempo, por retorcidas que sean las estratagemas del hampa gobernante para que la gente las siga creyendo.

Las últimas noticias remiten a ese juego burdo de propaganda: el programa "En contexto" sirvió para que el anciano Betancur hiciera pública su adhesión al gobierno de Santos y aun legitimara la persecución a los militares por los hechos del Palacio de Justicia. Es una maquinación tras la que se puede comprobar la existencia de favores (como contratos para nietos del expresidente) y el evidente interés de producir la noticia de que hay otro aliado de Santos (casi todas las adhesiones que consigue son parecidas: serviles y evidentemente incentivadas).

Todo el problema es la falta de liderazgo, ya que el rechazo a la alianza del gobierno con los terroristas se remite siempre a la adhesión a Uribe y sus socios políticos, los cuales durante tres años han estado ligados a los partidos de la Unidad Nacional e impidiendo cualquier oposición. El que crea otra cosa podría buscar un solo tuit de algún congresista o precandidato que usara el hashtag #NoMásJuanManuelSantos en Twitter. No lo hace ninguno, prácticamente ninguno rechaza con firmeza la negociación de La Habana y apenas sugieren reproches para resultar gratos a los posibles votantes descontentos.

No sería nada raro que las atrocidades se multiplicaran y que la gente saliera: el gobierno de Santos destruyó las posibilidades de recuperación del país de un modo que apenas empieza a notarse. La situación todavía no es desesperada pero lo será pronto, también por la multiplicación del terrorismo, y es inevitable que el descontento cunda. Los políticos uribistas intentarán encauzar ese descontento hacia sus candidaturas y hediondas zalamerías, pero además de la gente que aspira a prosperar desde puestos públicos gracias a su lealtad a esos políticos, nadie les cree.

Las acusaciones del gobierno contra el senador Robledo como instigador de los paros son como un buen retrato de la situación. Claro que ese senador hace eso y resulta grotesco negándolo: ¿hay que entender que no los apoya? Lo curioso es que el gobierno no señale a la exsenadora Piedad Córdoba, mucho más involucrada, seguramente por algún juego perverso. Pero lo más lindo es que Uribe sale en defensa del senador:
De donde hay que deducir que no hay ninguna organización planeada de los paros sino que son respuesta espontánea a la falta de autoridad, y que el probable (?) apoyo de Robledo a esos bloqueos es sólo resultado de su identificación con el pueblo.

Hay que desconocer muy a fondo a las organizaciones comunistas para creer eso. Yo no tengo pruebas de que Robledo tuviera que ver con la organización de los bloqueos, ni quiero suponer nada al respecto. Pero la principal tarea de cualquier organización comunista es precisamente disponer esa clase de acciones y la participación personal en cada tarea concreta es secundaria. Se puede respetar o no respetar a las personas que forman parte de esas organizaciones, pero afirmar que no le son atribuibles a Robledo como si su secta no estuviera involucrada es temerario.

Colombianamente, los indignados por el señalamiento de Robledo son los que apoyan los paros. Practican otra clase de doblepensar, esta vez tratando de ocultar la relación de todas esas protestas con los afanes del terrorismo y el gobierno de legitimar la negociación (fuera de Colombia nadie puede entender que se negocien las leyes con unos criminales que no representan a nadie: faltan los disturbios para que parezca que representan a sus víctimas rurales).

En resumen: lo que impide una rebelión popular parecida a la primavera árabe es el uribismo, y no se sabe si eso seguirá siendo así dentro de unos meses. De momento, los precandidatos siguen sin romper claramente con los partidos de Santos, mientras que los más desvergonzados socios del presidente, como el senador Juan Lozano, resultan ahora críticos y opositores.

Pero si no hay una movilización firme de rechazo a los terroristas los colombianos lo pagarán muy caro, porque la pasividad de los últimos tres años simplemente ha permitido que los asesinos se envalentonen y cometan atrocidades que les resultaban imposibles hace un tiempo.

(Publicado en el blog País Bizarro el 22 de julio de 2013.)