jueves, abril 09, 2009

La ética y el Trust Münzenberg

Cuando observamos una fotografía antigua en que aparezcan retratados numerosos personajes nos sorprendemos de muchas cosas que en el momento no habrían sorprendido a nadie, es lo que pasa cuando se observa algo con perspectiva y distancia. Estoy seguro de que los historiadores del futuro observarán lo que ocurre hoy en Colombia y en los países vecinos con especial fascinación por las opiniones que aparecen en la prensa, sobre todo de los autores más prestigiosos y leídos. ¿Quién será capaz de explicarles que para la mayoría de los colombianos no hay ninguna relación entre esos argumentos y la actividad de las bandas terroristas? Perdón, el detalle más asombroso de la fotografía de la Colombia actual es esa ceguera increíble, esa mezcla de servilismo y credulidad que hace que los promotores del crimen se sientan completamente impunes y hasta inocentes y muy poca gente se dé cuenta de su verdadera actividad.

El caso de la recompensa al asesino de alias Iván Ríos es característico: todos los amigos de las FARC han salido a protestar, indignados. En El Espectador del 23 de marzo los cinco primeros artículos de opinión, incluido el editorial, estaban dedicados a lo mismo, en Semana eran la mayoría, en Cambio, Cromos, El Tiempo, otro tanto. Los argumentos iban desde la indignación por el recurso a la corrupción de la población hasta la protesta porque al pagar por crímenes “empezamos” a “parecernos” a ellos. Pongo los verbos entre comillas porque si algo es fascinante es el descaro de todos esos canallas para hablar en nombre de las víctimas, de tantos miles de colombianos cuyo asesinato los ha enriquecido y “empoderado”.

Es difícil resistirse a citar algunas de esas perlas, como el escrito del ex guerrillero León Valencia, comedidamente titulado “El azaroso olvido de la condición humana”, y dedicado a la tradicional labor de equiparar la labor de secuestrar y masacrar gente con la de impedir que tales cosas sucedan, eso sí, desde la legitimidad que tiene para invocar la caridad un asesino pensionado. En Colombia el diablo hace hostias, nunca llega uno a sobreponerse al asombro que eso produce.

Otro maestro de moral es el archipremiado y archirreconocido Dandi Taurino, ¡para quien el gobierno ha llegado a corromper tanto a la gente que ya no se distingue el bien del mal, siendo el bien la lealtad a los amigos y el mal la traición! Y todavía hay quien se escandaliza porque yo digo que Colombia es un muladar: para este humanista la moral contenida en el apego filial es mucho más importante que la vida y la libertad de cientos o miles de colombianos y la terminación de la orgía sanguinaria de la tropa de niños que él contribuyó a formar desde su púlpito de Alternativa y que alienta y justifica cada semana desde Semana desde hace décadas.

Más grotesco es otro personaje del mismo estilo, Óscar Collazos, para el que ¡las recompensas echan a perder a los buenos ciudadanos! Pero si era el mismo que hace cinco años se alegraba de que los colombianos escogieran ser “bacanes” indiferentes al asesinato en masa de sus vecinos porque lo erróneo habría sido tomar partido por el gobierno o por la guerrilla.

Para todos esos personajes el recurso de protestar en nombre de la ética sólo es un intento de descalificar al gobierno con el último argumento que les queda: si no hubiera sido posible acabar con “Raúl Reyes” e “Iván Ríos” dirían que a fin de cuentas la seguridad democrática habría fracasado porque los miembros del secretariado seguían impunes y tranquilos. ¿Qué importa que la reducción de secuestros y asesinatos en menos de seis años de gobierno haya sido extraordinaria? Para esa pléyade de pensadores la buena noticia habría sido el proceso inverso, el que tiene lugar en Venezuela, a cuyo gobernante “respeta y admira” otro de “nuestros grandes intelectuales”. Para usar una expresión conocida: del ahogado el sombrero. No pueden presionar para que se premien copiosamente las masacres, o dejan ese trabajo a personajes más oscuros, pero no desaprovechan la ocasión para guiarnos por el camino del bien.

Bueno: el mismo esfuerzo de corrección pretenden llevarlo a cabo otros angelitos con su particular campaña contra el consejero José Obdulio Gaviria. ¿Su crimen?, señalar que la marcha del 6 de marzo estuvo convocada por las FARC y que el núcleo convocante es en últimas parte de un conglomerado más vasto, del que las FARC forman parte, algo como la sección colombiana del Foro de Sao Paulo, en cuya fundación estuvieron el Partido Comunista y el M-19, además de las dos grandes bandas terroristas.

Esa multiplicación de los frentes de actividad tiene una antigua tradición en el movimiento comunista, del que forma parte el indescriptible humanista Cepeda II por herencia familiar. El responsable de “Agitación y Propaganda” en la Internacional Comunista (Komintern) era el alemán Willi Münzenberg, el cual ideó esas innumerables combinaciones de medios, grupos, siglas, campañas, frentes, causas y demás máscaras que caracterizan a la llamada “izquierda democrática” en Colombia. Todo lo que uno oye de cientos de organizaciones no gubernamentales de paz, de derechos humanos, de defensa de las víctimas de crímenes de Estado, de apoyo a los desplazados, de los familiares de los secuestrados, de las mujeres, de las negritudes, de protección a los niños de la guerra, de apoyo a los presos políticos, sindicales, estudiantiles, profesorales, etcétera, etcétera, no son resultado de la malicia indígena, sino aplicación de una vieja técnica que dio muchos réditos al movimiento comunista durante décadas.

En Colombia sigue funcionando porque por una parte la perversidad de los empresarios del asesinato es mayor, un rasgo típico de barbarie, y el arraigo de la causa esclavista que defiende todo ese formidable conglomerado es muy profundo. Realmente a todas horas encuentra uno voces indignadas porque se hayan reducido los secuestros y masacres, gente frustrada porque ahora parece menos probable el hermoso camino que ya emprendieron nuestros hermanos venezolanos, bolivianos, nicaragüenses y ecuatorianos.

Pero a nadie debe caberle la menor duda: la campaña de calumnias e intimidación contra el “primo de Pablo Escobar” es la que emprenderían contra cualquier persona que denuncie la diversa trama de manipulaciones de los “revolucionarios”: hace una década era Plinio A. Mendoza, dentro de poco será Juan Manuel Santos, la formidable industria de la calumnia, con cientos de agentes viviendo rodeados de lujos en Europa y aun en Estados Unidos gracias a los negocios farianos y al apoyo generoso de la revolución bolivariana, no cesará y será cuestión de cada colombiano resolver si quiere enterarse de la relación histórica y en realidad evidente entre la tropa de niños y el resto del “Trust Münzenberg”.
Publicado en el blog Atrabilioso el 2 de abril de 2008