domingo, julio 31, 2005

Eufemismos, retruécanos, sobreentendidos

El seductor-predador ve que ha llegado el momento oportuno y se arma de valor para preguntarle a su víctima: "Bueno, nos vamos a tu apartamento o al mío".

Claro que alguien que tiene muy claro lo que quiere no cae en la trampa. Por ejemplo una persona más segura de sí misma, más rica, más hábil con las palabras que el tiburón. Pero también una persona así tal vez no se hallaría en esa situación.

O alguien que tuviera una determinación muy firme. En fin: es un ejemplo de las trampas que el lenguaje permite. Si analizamos la situación encontramos que hay un elemento tácito "irnos juntos a un apartamento" que se da por sobreentendido, y que por lo general no estaba en las cuentas de la víctima.

Esa introducción de sobreentendidos es un arma muy peligrosa por parte de los propagandistas políticos. Lo importante es lo que no se dice, pero como la mayoría de la gente está "disponible" (como la víctima de mi ejemplo, que tal vez no va a retozar con un don Juan sino a morir a manos de un serial killer), entonces no les resulta difícil salirse con la suya.

Justicia social
El más influyente de esos sobreentendidos es la justicia social. ¿Cuál es el sentido de esa expresión? Casi todos los que la usan lo dan por obvio. Si un hombre tiene una gran fortuna y otro no tiene nada, hay una injusticia. Y como no hay justicia sin quien la administre (no hay justicia en la naturaleza: la gacela no protesta por la injusticia de que el león se la coma), viene el segundo sobreentendido: cuando hay gente que tiene mucho y gente que no tiene nada, tiene que haber un Estado que reparta esa riqueza. Todo obvio. El socialismo, un proyecto político más bien controvertido, se presenta como una obviedad moral.

Por ejemplo, si mi lector se compra una alcancía y cada día guarda mil pesitos, al cabo de tres años tendrá un millón de pesos que yo no tendré, y lo "justo" sería que eso se repartiera entre él y yo. Pero ese ejemplo es muy tonto: lo que una persona resuelta a conseguir plata puede alcanzar es extraordinario, puede crear empresas, emigrar a países ricos, escribir libros o hacer películas que producen millones de dólares... Da lo mismo, que trabajen los tontos, que al final del camino siempre están los buenos socialistas dispuestos a repartir sus ahorros.

Pongamos que se tratara de la igualdad: a mí me parece una aspiración básica, no es justo que haya gente viviendo en condiciones infrahumanas, que los niños no se alimenten bien, que las viviendas sean miserables: cualquiera que se dedicara a construir viviendas, a producir alimentos, etc., tendría en condiciones normales de mercado capitalista posibilidades de prosperar, de ser más rico que quienes sólo quieren tomar cerveza o fumar marihuana. A ver: para los socialistas no se trata de crear las condiciones de la igualdad sino de repartir lo ajeno.

Y aun, si mañana surgieran unos rebeldes que se propusieran despojar a los ricos para repartir lo que hay entre los pobres, uno podría juzgar eso de muchas maneras: podría plantearse seriamente que el origen de la riqueza de los ricos en esa sociedad no es legítimo, o que es más importante asegurar los gastos básicos de la gente pobre que el derecho de propiedad. En Colombia no ocurre nada parecido.

En Colombia hablan de justicia social los que se roban los recursos de la gente: los magistrados que no administran justicia y sí reciben rentas que alcanzan los 60 salarios mínimos, por no hablar de los negocios sucios que manejan o de la edad a la que se pensionan, los maestros y profesores universitarios, cuyos ingresos en comparación con los del promedio de la población son varias veces superiores a las de sus colegas de los países desarrollados, los titulados universitarios, que también disfrutan de las rentas más altas del mundo pese a su ínfima productividad, los sindicalistas estatales, los intelectuales, los políticos profesionales, los periodistas... En Colombia hablar de justicia social es algo que caracteriza a las personas que tienen servicio doméstico. Con lo que a la superchería de la obviedad del socialismo se añade el cinismo de la mentira descarada por parte de los parásitos.

Pero era sólo un ejemplo. Todo sería muy fácil si los que hablan en Colombia de justicia social repartieran sus rentas con su servicio doméstico.

Guerra y eufemismos
Hoy sale en la revista Semana un artículo de Eduardo Posada Carbó sobre el uso de eufemismos respecto al terrorismo. Entre las joyas que nos muestra aparecen algunas citas de un artículo de Javier Darío Restrepo aparecido hace unos meses en El Colombiano.

Para el propósito de este post, ese escrito es lo que se dice una joya. De nuevo aparece el hábil procedimiento de dar por sobreentendido lo esencial:

"En efecto, llamar terrorista al guerrillero lo descalifica, es una agresión verbal muy similar a la que ocurría cuando se iniciaba un ataque a una población. En los primeros minutos, atacantes y atacados echaban mano de todo su arsenal verbal, el más grueso y ofensivo, después venían los disparos."

¡De manera que si usted es un habitante de un pueblo que va a ser demolido a punta de cilindrazos, o un policía que trata de evitar tal cosa, usted es el agresor si descalifica a quienes van a ejecutar esa tarea! El ejemplo no podía ser más apropiado para preparar al lector para el párrafo siguiente:

"Se trata de eliminar cualquier posibilidad de legitimación de la guerrilla. Esa agresión verbal se propone dejar atrás la imagen del guerrillero que lucha por la justicia y por un nuevo orden, como si estos dos logros ya se hubieran dado o hubieran sido definitivamente abandonados."

¡Póngase usted a deslegitimar a la guerrilla o a poner en duda que lucha por la justicia o por un nuevo orden ("Nuevo Orden" era la consigna de Hitler), y resultará convertido en un agresor! A ver, a ver ¿Es que ya se ha conseguido la justicia o es que ya se ha renunciado a que la haya?

Todo aquello que sería motivo de discusión pasa por obvio: que la guerrilla busca la justicia: ¿qué justicia? Yo no veo mayor injusticia que la que ha aportado la guerrilla a Colombia, desde la masacre del Palacio de Justicia, que renovó la cúpula judicial por encargo de Pablo Escobar hasta la espantosa infamia del reclutamiento masivo de niños, pasando por el despilfarro de muchos miles de millones de dólares en prebendas para su clientela de Fenaltrase. Pero eso ya pasó por obvio en la frase de ese columnista. ¿Y cuál es el nuevo orden por el que lucha el guerrillero? ¿El régimen comunista? ¡Todo eso está obviado, ya se estableció que la guerrilla era la agredida!

Todos los días, sobre todo los domingos en El Espectador y en Semana se encuentra uno con "argumentos" de ese tipo.

Vuelta al principio: la víctima del seductor no sólo es torpe a la hora de responder sino que también está muerta de ganas de jugar a la seducción. Lo mismo le pasa a la sociedad colombiana, que QUIERE creer que la guerrilla es algo ajeno y marginal y no el producto típico de la cultura del país. Por eso estos propagandistas del terror son columnistas de prensa, y a menudo de los más leídos.

Retruécanos
Quien quiera ahorrarse la definición puede recordar simplemente el dicho de que no es lo mismo una pelota negra que una negra en pelota. Esos dichos son muy útiles a la hora de transmitir a la gente determinados contenidos de forma que resulten en apariencia obvios, simétricos, incuestionables.

Un ejemplo que casi bastaría para entender todos esos mecanismos: en 2002, durante la campaña electoral, el columnista Daniel Samper escribió repetidamente desaconsejando la elección de Uribe porque ¿a quién se le ocurre remediar la guerra con más guerra?

Eso: que alguien conteste. ¿Se remedia el dolor con más dolor, el hambre con más hambre, la suciedad con más suciedad?

Los mamertos bailaban en una pata de lo contentos que estaban con el hallazgo. Y mucha gente que realmente quería que hubiera seguridad y reducción de la violencia seguramente habrá vacilado. Uno de los problemas con que cuentan esos propagandistas es que la mayoría de la gente no los lee, con lo que el impacto directo de sus trampas es limitado. Aunque por eso mismo cuentan con la ventaja de que la minoría que los lee se siente de un nivel intelectual asombroso y no se da cuenta del paquete chileno que le están metiendo (aunque como a las víctimas del seductor...).

Es que la gente que no lee entiende que hay unas bandas que destruyen pueblos y secuestran gente y hay que ir a capturarlos o a matarlos para que eso no siga ocurriendo. El lector, ay, con lo poco lector que es el colombiano, ya está mareado con tantas palabras tan bonitas y se ha olvidado de eso y se ha dejado imbuir de que el enemigo no es la secta de psicópatas, sino la guerra. Esos lectores proclives a la retórica de Daniel Samper (que junto con Antonio Caballero son los mejores representantes de las clases altas tradicionales, de su moralidad y valores), quieren que se haga la guerra contra la guerra y no contra la guerrilla. Ahora bien, ¿cómo se hace la guerra contra la guerra? Ya está descartado que sea con más guerra. ¿Cómo?

El regalito que trae el retruécano de Samper es que hay que rendirse a la guerrilla y premiar sus crímenes (aunque ése es mi lenguaje, el que quiera demostrar que no son crímenes y que no andan proponiendo premiarlos tiene todo el campo abierto para demostrarlo). El mecanismo con el que se introduce eso indecible es la idea de que hay que combatir la guerra, cuando la gente lo que quiere combatir es la transgresión de las leyes y la opresión de las bandas criminales.

Es que esas bandas están formadas por personas que han recibido esos juegos retóricos, esa corrupción del lenguaje, en un estado de absoluta inmunodeficiencia. Gente rústica, primitiva, indigente, para la que es fácil concebir que hay un diablo que es EE UU y que los lujos y placeres que les gustarían tener son naturales, pero los estadounidenses o los militares o los empresarios o los políticos indóciles se los han robado. Una vez creado el fetiche y encontrada la víctima, no es tan difícil explotar la vanidad y la soberbia sembradas con el abono de esos truquitos en almas simples, resentidas y acomplejadas. Las rentas y el poder siempre terminan en manos de Daniel Samper y sus próximos.

Otro ejemplo de retruécano, de muchos que recuerdo, es la reacción del actual alcalde de Bogotá ante el aumento de controles para prevenir ataques terroristas de las FARC. Nos enseñó el simpático Cantinflas semioligarca que la democracia se defiende con más democracia. ¿Dónde está el guapo que se atreve a contradecirlo?

Para el caso "más democracia" quiere decir "menos controles", y "menos controles" quieren decir "más facilidades para cometer atentados". "Más democracia" quiere decir "más atentados", pero por una parte, ¿quién ha dicho que las FARC no son democráticas? Siempre han dicho que luchan por una democracia auténtica, y sus partidos hermanos se denominan democráticos: el Polo Democrático Independiente y Alternativa Democrática. El encanto de las palabras es así: Kampuchea Democrática, República Democrática Alemana...

Con lo que no se sabe a qué se refería el alcalde, pues el mismo defiende el régimen cubano. La verdadera democracia, sin duda.

Vamos a suponer que se refiere al sistema democrático occidental: ¿se altera la democracia porque aumenten los controles para impedir atentados? No ocurre tal cosa en absoluto, sólo que hay una parte de los colombianos que con el mayor gusto del mundo vivirían gobernados por Tirofijo con tal de verse a salvo de los controles. En todas las familias de alcurnia bogotanas, y creo que de otras regiones también, hay varios militantes de la izquierda. Si Colombia cayera en manos de Tirofijo esas personas estarían a salvo de los controles. Entonces para esas personas parece como lógico que "democracia" sea sinónimo de "pocos controles".

Ahora, con pocos controles no se defiende nada. Pero la frase ya estaba hecha y sonaba bien. El alcalde es un experto en juegos de palabras parecidos, pero se encuentra con un pueblo que secunda cualquier amasijo de palabras en el que encuentre algo que cree que lo favorece.

Che Guevara, la máquina de matar

De Álvaro Vargas Llosa

Che Guevara, quien tanto hizo por destruir el capitalismo, es hoy una marca quintaesencial del capitalismo. Su imagen es adorno de tazas, mecheros, llaveros, carteras, gorras, pantalones vaqueros, sobres de infusiones y, por supuesto, esas omnipresentes camisetas con la fotografía tomada por Alberto Korda: el galán del socialismo, con gorra, en los primeros años de la revolución, pasando casualmente por delante del visor del fotógrafo y quedando fijado en la imagen que, treinta años después de su muerte, sigue siendo el logo del chic revolucionario.

Los productos Che son comercializados tanto por grandes corporaciones como por pequeños negocios, como la Burlington Coat Factory, que sacó un anuncio de televisión en el que un muchacho con pantalones militares llevaba una camiseta del Che. Los revolucionarios también se apuntan a este frenesí de la mercadotecnia: desde The Che Store, que cubre "todas tus necesidades revolucionarias" por Internet, hasta el escritor italiano Gianni Minà, que vendió a Robert Redford los derechos cinematográficos del diario que escribió el Che en su viaje por Suramérica en 1952. Por no hablar de Alberto Granado, que acompañó al Che en ese viaje de juventud, trabaja como asesor de documentalistas y ahora lamenta, mientras consume vino de rioja y magret de pato en Madrid, que por culpa del embargo norteamericano contra Cuba le resulta difícil cobrar sus derechos de autor.

La metamorfosis del Che Guevara a marca capitalista no es nueva, pero la marca está siendo objeto de una operación de revival en los últimos tiempos, y se trata de un revival especialmente notable porque llega años después del colapso político e ideológico de todo lo que Guevara representaba. Este éxito inopinado se debe fundamentalmente a Diarios de motocicleta, la película producida por Robert Redford y dirigida por Walter Salles. Hermosamente rodada en paisajes que han logrado evitar los efectos corrosivos del capitalismo contaminante, la película muestra al joven en un viaje de autodescubrimiento, cuando su incipiente conciencia social se topa con la explotación social y económica -sentando las bases para una reinvención de nuevo cuño del hombre al que Sartre un día calificó como el más completo de nuestra era.

Es habitual entre los seguidores de una secta no conocer la historia real de la vida de su héroe, la verdad histórica. No es sorprendente que los seguidores contemporáneos de Guevara, sus nuevos admiradores poscomunistas, también se engañen aferrándose a un mito -excepto los jóvenes argentinos entre los que cunde la expresión "tengo una remera [camiseta] del Che y no sé por qué".

¿Faro de la justicia?

Pensemos en algunas de las personas que han exhibido o invocado la imagen de Guevara como un faro de la justicia y la rebelión contra el abuso de poder. En Líbano, los manifestantes que protestaban contra Siria frente a la tumba del primer ministro Rafiq Hariri portaban la imagen del Che. Thierry Henry, un futbolista francés que juega en el Arsenal, apareció en una gran fiesta organizada por la FIFA con una camiseta roja y negra del Che. En Stavropol, en el sur de Rusia, los manifestantes que denunciaban el pago en efectivo de ayudas sociales tomaron la plaza central con banderas del Che. En el campo de refugiados de Dheisheh, en la franja de Gaza, carteles del Che adornan un muro en el que se rinde tributo a la Intifada. Leung Kwok-hung, el rebelde elegido para el Congreso Legislativo de Hong Kong, desafía a Pekín vistiendo una camiseta del Che. Y el caso más célebre, en la ceremonia de entrega de los Premios de la Academia de Hollywood de este año, Carlos Santana y Antonio Banderas interpretaron la canción de Diarios de motocicleta, y Santana apareció con una camiseta del Che y un crucifijo. Las manifestaciones de la nueva secta están por todas partes. Una vez más, el mito está animando a personas cuyas causas, en general, representan exactamente lo contrario de lo que era el Che Guevara.

No hay hombre que no tenga alguna cualidad que le redima. En el caso del Che, esas cualidades pueden ayudarnos a medir el abismo que separa la realidad del mito. Su sinceridad le condujo a dejar testimonio escrito de sus crueldades, incluyendo cosas verdaderamente horrendas, aunque no las más horrendas. Su coraje le llevó a que no viviera para asumir la responsabilidad por el infierno cubano. Un mito puede comunicar tanto acerca de una época como la verdad. Y así, gracias a los propios testimonios del Che acerca de sus pensamientos y acciones, y gracias también a su prematura desaparición, podemos saber exactamente el grado de engaño que muchos de nuestros contemporáneos tienen acerca de tantas cosas.

Puede que Guevara estuviera enamorado de su propia muerte, pero estaba mucho más enamorado de la muerte de los demás. En abril de 1967, hablando desde la experiencia, resumía su idea homicida de la justicia en su Mensaje a la tricontinental: "El odio como factor de lucha; el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar".

En otras ocasiones, el joven bohemio parecía incapaz de distinguir entre la ligereza de la muerte como espectáculo y la tragedia de las víctimas de la revolución. En una carta a su madre de 1954, escrita en Guatemala, donde fue testigo del derrocamiento del Gobierno revolucionario de Jacobo Arbenz, escribió: "Fue muy divertido, con todas aquellas bombas, discursos y otras distracciones que rompían la monotonía en la que estaba viviendo".

La disposición de Guevara cuando viajó con Castro de México a Cuba a bordo del Granma queda reflejada en una frase de una carta a su mujer redactada el 28 de enero de 1957, poco después de desembarcar, y publicada en su libro Ernesto: Memorias del Che Guevara en Sierra Maestra: "Aquí, en la selva cubana, vivo y sediento de sangre".

En enero de 1957, como indica su diario de Sierra Maestra, Guevara mató de un disparo a Eutimio Guerra porque sospechaba que estaba pasando información al enemigo: "Acabé con el problema con una pistola del calibre 32, en el lado derecho de su cerebro... Sus pertenencias ahora son mías". Luego dispararía a Aristidio, un campesino que expresó su deseo de abandonar la lucha cuando los rebeldes se trasladaran a otro lugar. Mientras se preguntaba si esta víctima en concreto "realmente era lo suficientemente culpable como para merecer la muerte", no le tembló el pulso a la hora de ordenar el asesinato de Echevarría, hermano de uno de sus camaradas, por crímenes no especificados: "Tenía que pagar el precio". En otras ocasiones simulaba ejecuciones, aunque no las llevara a cabo, como método de tortura psicológica.

Fusilamientos en La Cabaña

Pero la "fría máquina de matar" no demostró todo el alcance de su rigor hasta que, inmediatamente después de la caída del régimen de Batista, Castro lo puso al frente de la prisión de La Cabaña. San Carlos de la Cabaña era una fortaleza de piedra utilizada para defender La Habana de los piratas ingleses en el siglo XVIII; más tarde se convirtió en un barracón militar. Guevara presidió, durante la primera mitad de 1959, uno de los momentos más oscuros de la revolución. José Vilasuso, abogado y profesor de la Universidad Interamericana de Bayamón, en Puerto Rico, que perteneció al organismo a cargo de los procesos judiciales sumarios en La Cabaña, me contó hace poco que el Che dirigía la Comisión Depuradora. "Se regía por la ley de La Sierra, tribunal militar, de hecho y no jurídico, y el Che nos recomendaba guiarnos por la convicción. Esto es, sabemos que: 'Todos son unos asesinos, luego proceder radicalmente es lo revolucionario'. Mi función era de instructor. Es decir, legalizar profesionalmente la causa y pasarla al ministerio fiscal. Se fusilaba de lunes a viernes. Las ejecuciones se llevaban a cabo de madrugada, poco después de dictar sentencia y declarar sin lugar (de oficio) la apelación. La noche más siniestra que recuerdo se ejecutó a siete hombres".

Javier Arzuaga, el capellán vasco que consolaba a los condenados a muerte, habló conmigo recientemente desde su casa de Puerto Rico. Este ex cura católico que ahora tiene 75 años y que se define como "más cercano a Leonardo Boff y a la Teología de la Liberación que al antiguo cardenal Ratzinger", recuerda que había alrededor de 800 prisioneros en un espacio donde no cabían más de 300: antiguos militares y policías de Batista, algunos periodistas, unos pocos hombres de negocios y comerciantes. El tribunal revolucionario estaba compuesto por milicianos. Guevara presidía el tribunal de apelaciones. "Nunca anuló ninguna condena. Después de que yo me fuera, en mayo, ejecutaron a muchos más, pero yo personalmente fui testigo de 55 ejecuciones".

¿Cuántas personas fueron asesinadas en La Cabaña? Pedro Corzo da una cifra de unos 200, similar a la ofrecida por Armando Lago, un catedrático de economía jubilado que ha elaborado una lista con 179 nombres como parte de un estudio sobre las ejecuciones en Cuba que le ha llevado ocho años. En cables secretos enviados por la Embajada estadounidense en La Habana al Departamento de Estado en Washington se hablaba de "más de 500" ejecuciones. Félix Rodríguez, un agente de la CIA que formó parte del equipo encargado de dar caza al Che en Bolivia, me contó que se enfrentó al Che tras su captura recriminándole las "más o menos 2.000" ejecuciones de las que fue responsable a lo largo de su vida. "Me dijo que eran todos agentes de la CIA y no discutió la cifra", recuerda Rodríguez. Las cifras más altas podrían incluir ejecuciones llevadas a cabo en los meses después de que el Che dejara de estar al mando de la prisión.

Lo que nos devuelve a Carlos Santana y su chic vestimenta Che. En una carta abierta publicada en El Nuevo Herald el 31 de marzo de este año, el gran músico de jazz Paquito D'Rivera criticaba a Santana por su atuendo en los Oscar. Y añadió: " Uno de estos cubanos fue mi primo Bebo, preso allí precisamente por ser cristiano. Él me cuenta siempre con amargura cómo escuchaba desde su celda en la madrugada los fusilamientos sin juicio de muchos que morían gritando '¡Viva Cristo Rey!".

El ansia de poder del Che tenía otras formas de expresión, además del asesinato. Escribiendo sobre Pedro de Valdivia, el conquistador de Chile, Guevara reflexionaba: "Pertenecía a esa clase especial de hombres que la especie produce de vez en cuando, en quienes el anhelo de poder ilimitado es tan extremo que cualquier sufrimiento padecido para lograrlo parece natural". Podría haber estado describiéndose a sí mismo. En cada etapa de su vida adulta, su megalomanía se manifestó en una urgencia depredadora por arrebatar a otras personas sus vidas y sus posesiones, y por abolir su libre albedrío.

Obsesión por controlar

La obsesión del Che por el control colectivista le llevó a colaborar en la formación del aparato de seguridad que se montó con objeto de subyugar a seis millones y medio de cubanos. A principios de 1959 tuvieron lugar una serie de reuniones secretas en Tarará, cerca de La Habana, en la mansión a la que el Che se retiró temporalmente para recuperarse de una enfermedad. Ahí fue donde los líderes más importantes, incluyendo a Castro, diseñaron el Estado policial cubano. Ramiro Valdés, subordinado del Che en la guerrilla, fue puesto al frente del G-2, un organismo creado a partir del modelo de la Checa. El propio Guevara asumió el poder del G-6, el organismo encargado de adoctrinar ideológicamente a las fuerzas armadas. La invasión de Bahía de Cochinos, llevada a cabo con apoyo estadounidense en abril de 1961, se convirtió en la ocasión perfecta para consolidar el nuevo Estado policial, con la captura de cientos de miles de cubanos y una nueva oleada de ejecuciones. Como el propio Guevara le contó al embajador soviético Sergei Kudriavtsev, los contrarrevolucionarios "no volverían a levantar cabeza".

"Contrarrevolucionario" es el término que se aplicaba a cualquiera que se desviara del dogma. Era el sinónimo comunista de "hereje". Los campos de concentración eran una de las formas que el poder dogmático adoptaba para aplastar la disidencia. La historia atribuye al general español Valeriano Weyler, capitán general de Cuba a finales del siglo XIX, la primera utilización de la palabra concentración para describir la política de rodear a multitudes de adversarios potenciales -en este caso, partidarios del movimiento de independencia cubano- con alambre de espino y vallas. Qué apropiado, que los revolucionarios cubanos, más de medio siglo después, adoptaran esta tradición. Al principio, la revolución movilizó a los voluntarios para que construyeran escuelas y trabajaran en los muelles, las plantaciones y las fábricas -proporcionando exquisitas oportunidades para que el Che se fotografiara en versión Che estibador, Che cortador de caña, Che trabajador textil-. No pasaría mucho tiempo antes de que el trabajo voluntario se hiciera algo menos voluntario: el primer campo de trabajos forzados, Guanahacabibes, se puso en marcha a finales de 1960 en el oeste de Cuba.

Este campo fue el precursor del confinamiento sistemático, que finalmente comenzaría a producirse a partir de 1965 en la provincia de Camagüey, de disidentes, homosexuales, víctimas del sida, católicos, testigos de Jehová, curas afrocubanos y demás ralea, bajo la bandera de las Unidades Militares de Ayuda a la Producción. Hacinados en autobuses y camiones, los no aptos eran transportados a punta de pistola a campos de concentración organizados a partir del modelo de Guanahacabibes. Algunos jamás regresarían; otros serían violados, apaleados o mutilados, y la mayoría acabarían traumatizados de por vida.

Quizá la revista Time estuviera poco acertada en agosto de 1960, al describir el reparto de tareas de la revolución con un reportaje de portada en el que Che Guevara aparecía como el "cerebro", Fidel Castro como el "corazón", y Raúl Castro como el "puño". Pero esta visión reflejaba el papel crucial de Guevara en la transformación de Cuba en un bastión del totalitarismo. Che era un candidato bastante dudoso como ejemplo de pureza ideológica, dado su espíritu bohemio, pero durante sus años de entrenamiento en México y, en el periodo siguiente de lucha armada en Cuba, se reveló como un ideólogo comunista enamorado de la Unión Soviética, para gran incomodidad de Castro y los demás, que eran básicamente oportunistas dispuestos a utilizar cualquier medio necesario para hacerse con el poder. Cuando los revolucionarios en ciernes fueron arrestados en México en 1956, Guevara fue el único que admitió ser comunista y estar estudiando ruso. Durante la lucha armada en Cuba, estableció una alianza férrea con el Partido Socialista Popular (el partido comunista de la isla) y con Carlos Rafael Rodríguez, un personaje fundamental en la conversión del régimen de Castro al comunismo.

Este temperamento fanático convirtió al Che en un eje de la sovietización de una revolución que en repetidas ocasiones se había jactado de su carácter independiente. Poco después de que los barbudos tomaran el poder, Guevara participó en negociaciones con Anastas Mikoyan, viceprimer ministro soviético, de visita en Cuba. El viaje de Guevara a Rusia en agosto de 1962 fue significativo, porque selló el acuerdo que convertiría Cuba en una cabeza de playa nuclear. Se reunió con Jruschov en Yalta para cerrar los detalles de una operación que ya estaba empezada y que tenía que ver con la introducción de 42 misiles soviéticos, la mitad de los cuales estaban provistos de cabezas nucleares, además de lanzaderas y unos 42.000 soldados. Después de presionar a sus aliados soviéticos amenazándoles con el peligro que supondría que Estados Unidos descubriera lo que estaba sucediendo, Guevara obtuvo garantías de que la marina soviética intervendría -en otras palabras, que Moscú estaba dispuesto a ir a la guerra.

Guevara se distanció de la Unión Soviética en los últimos años de su vida. Lo hizo por razones equivocadas, reprochando a Moscú su blandura ideológica y diplomática, y que estuviera haciendo demasiadas concesiones -no como la China maoísta, que llegaría a ver como el refugio de la ortodoxia-. A Guevara le molestaba el hecho de que Moscú estuviera pidiendo a otros miembros del bloque comunista, incluida Cuba, algo a cambio de su colosal ayuda económica y apoyo político. Su ataque final contra Moscú llegaría en Argelia, en febrero de 1965, en una conferencia internacional en la que acusó a los soviéticos de adoptar la "ley del valor", es decir, el capitalismo. Su ruptura con los soviéticos, por tanto, no fue un grito por la libertad, sino un aullido en pos de la subordinación total de la realidad a la ciega ortodoxia ideológica.

Su visión económica

El gran revolucionario tuvo la oportunidad de poner en práctica su visión económica -su idea de la justicia social- al frente del Banco Nacional de Cuba y del Instituto Nacional de Reforma Agraria del Ministerio de Industria a finales de 1959, y, a partir de principios de 1961, como ministro de Industria. La etapa en la que Guevara estuvo a cargo de la mayor parte de la economía cubana coincidió con el desplome casi total de la producción azucarera, el fracaso de la industrialización y la introducción del racionamiento -y todo esto en lo que había sido uno de los cuatro países de mayor éxito económico de Latinoamérica desde antes de la dictadura de Batista.

Su período al frente del Banco Nacional, durante el cual acuñó billetes firmados por "Che", ha sido resumido por su segundo de a bordo, Ernesto Betancourt: "Ignoraba los principios económicos más elementales". Los poderes de percepción de Guevara en relación con la economía mundial fueron expresados en una famosa frase de 1961, en una conferencia hemisférica en Uruguay, donde predijo para 1980 una renta per cápita mayor que la de "Estados Unidos hoy". De hecho, en 1997, cuando se cumplía el trigésimo aniversario de su muerte, los cubanos estaban restringidos por el racionamiento a una dieta de dos kilos de arroz y medio kilo de alubias al mes, 100 gramos de carne dos veces al año, 100 gramos de pasta de soja a la semana y cuatro huevos al mes.

La reforma agraria arrebató la tierra a los ricos, pero se la entregó a los burócratas, no a los campesinos (el decreto fue escrito en casa del Che). En aras de la diversificación, se redujeron las zonas cultivables y la mano de obra se distrajo hacia otras actividades. El resultado fue que entre 1961 y 1963, las cosechas se redujeron a la mitad. (...)

miércoles, julio 06, 2005

Pensando en educar

Cuanto más lo pienso más me desespero: es horrible descubrir a todas horas motivos tan mezquinos en la gente. ¿No me estará atacando la paranoia? Puede que sí, pero no tengo más remedio que hacer frente a los argumentos que me acosan.

La cuestión es que cuanto más lo pienso más me va pareciendo que el colombianito cuarenta millones habla de educación y sólo se refiere a la parte del país que sufre la miseria, el analfabetismo, la exclusión, el despojo de sus "derechos fundamentales", etc. "¡Cuánta educación hace falta en este país!"

Y yo digo: a ver, ¿por qué nunca se ocupan de la gente rica? ¿Hemos de dar por sentado que los que tienen recursos para pagar colegios costosos sí están dando una educación óptima a sus hijos? ¿Qué clase de jóvenes brillantes salen de esos colegios, que a fin de cuentas tienen en Bogotá varias decenas de miles de alumnos?

Y cuando hablo de motivos mezquinos me refiero a dos cosas: el que la falta de educación de los demás lo pone a uno de repente, mágicamente, entre los educados. ¡Pobres chinos de estrato 1, no son como yo! (Perdón, "Por culpa de la 'inequidad' [uuuuuuuggggggggg] de este sistema no han tenido las mismas oportunidades que ha tenido uno.")

Si alguna vez fuéramos conscientes de todo lo que hay en las palabras habríamos dado un pasito en el camino de la "educación". De educarnos a nosotros mismos en el sentido de superar nuestras radicales limitaciones y florecer de verdad. ¡Es como la "justicia social", que me pone, a mí, individuo perezoso y gran consumidor de cerveza durante muchos años, a tener derechos sobre lo que otros han conseguido matándose a trabajar, y de paso alienta a todos los ladrones y abusadores que en el mundo han sido! Suena tan bonito. JUSTICIA SOCIAL.

Pero hay una mezquindad de otro tipo, que parece más justificable pero en realidad es la que está en la base de todo. Es que al suponer que el que se logra matricular en un colegio fino ya tiene una gran educación se está renunciando a aspirar a ninguna superación verdadera. ¿Puede hacer falta alguna educación distinta de ésa, del aprendizaje de las posibilidades enormes que hay en cada niño de hacer prodigios y compararse con todos aquellos que honran a la especie?

El colombiano ante todo aspira a que sus hijos sean de estrato alto. La "educación" que espera darles se puede resumir en conseguir que adquieran las maneras de las personas ricas y finas y los contactos que les aseguran una vida tranquila en el futuro.

Y me perdonarán todas las almas bondadosas, pero esto me parece todavía más grave que usar la "educación" para presumir. Es el lado verdaderamente feo del "daño moral" que corroe al hombre latinoamericano. Ya no es la crueldad sino la indolencia en lo que la indolencia más repugna: el negarse a competir con los mejores, el admitir que lo que se tiene es ilegítimo y que del propio mérito no saldrá nada.

Si uno piensa en todo lo que la humanidad ha admirado siempre aparece esa parte de los hombres que entran en la batalla para ser ellos los que mandan, que se prueban y mueren tratando de impedir que otro los supere o los humille. Es lo que hay en las gestas homéricas o en las sagas escandinavas o en toda la épica medieval.

Pero al lado de esas personas siempre hay una gente que es como de segunda, que no inspira respeto ni desea inspirarlo. Eran esclavos, escuderos, ayudantes, peones. Es la gente que no cuenta y que si tiene algún bienestar es porque el poderoso, el que sí fue esforzado, los favoreció. Como cuando uno mima a su perrito.

Los colombianos educados cuando hablan de educación me recuerdan a esa gente. Se escandalizan cuando les recuerdo que de Colombia no ha salido ningún invento, ninguna patente usada por la industria mundial, ninguna figura científica, ningún gran pensador. El lugar de García Márquez o de Botero en sus respectivos campos lo dirá la historia, pero si hay algo seguro es que surgieron como disidentes de lo que predominaba en el país. Como individuos periféricos que huyeron a Europa a desarrollar sus aptitudes.

De modo que deberíamos hablar de educación prescindiendo del adoctrinamiento fecodista y de la miseria y de las limitaciones de los niños que sufren retraso mental y de los desfavorecidos y de los feos y de los hijos de padres negligentes... Y eso porque en realidad el nivel de los colegios de elite es todavía mayor indicador de atraso que el del conjunto de la educación. Si nos comparáramos con el resto del mundo en alfabetización tal vez estaríamos dentro del 40 % más alfabetizado (no de Estados sino de conjuntos de población, China no es comparable a Mónaco, si los chinos tienen de promedio un 89 % de alfabetización y nosotros un 91 %, ya habría un 20 % menos alfabetizado que nosotros), si lo hiciéramos en calidad de la enseñanza, seguiríamos estando tal vez entre la mitad mejor situada (hablo de calidad y no de productividad, no se pueden comparar los recursos que se gastan los asquerosos parásitos de Fecode con los que tienen los países de verdad pobres, como India, Pakistán o los del África); pero si sólo comparáramos a los formados en los colegios de elite, estaríamos entre los peores. Y si comparáramos a los colegios de elite en relación con el gasto en educación, mucho me temo que seríamos el último país del mundo.

A mí me llama mucho la atención que las mismas personas que se quejan de la falta de educación están culpando siempre de todo a los "corruptos". ¿Qué es un "corrupto" típico sino precisamente alguien que ha salido de un colegio de elite colombiano?

Es decir, a la hora de presumir hasta el modesto colegio de pago al que se fue, en medio de gran apatía y sufrimiento, se vuelve un indicador de la calidad de la persona, pero a la hora de explicarse los problemas basta acusar a todos los que hacen los negocios que a uno le gustaría hacer. ¡Seguro que con gobernantes probos ya iríamos a la luna, compraríamos Microsoft, curaríamos el cáncer y el sida y exportaríamos nuestras obras filosóficas! ¿Que los países ricos tienen 20 veces más renta que nosotros? ¡Seguro que nunca han visto gobernantes ambiciosos ni pícaros!

Ortega y Gasset decía que la humanidad no se determinaba por la jerarquía social, como los demás animales, sino por la ejemplaridad. Para construir realmente a Colombia sobre todo hacen falta individuos, aunque sean una docena, que realmente merezcan y despierten admiración. No entre los colombianos, porque para eso bastan Juanes y Montoya, sino entre la gente seria del mundo. Y para que esas personas prosperen hace falta educar BIEN a algunos miles. A los que más aptitud y posibilidades tienen. Pero para eso hace falta al menos la ambición.

Productividad del esfuerzo educativo

Cuando se habla de la gente rica siempre se piensa en la propia situación de uno: para mí el que tiene su casita de estrato 5 y su carrito propio ya es un rico. Me gustaría tener al menos eso. Pero ¿qué posibilidades tiene esa persona de ofrecer a sus hijos una educación excelente? ¿Cuántos preceptores puede contratar? ¿Qué nivel de conocimientos tienen esos preceptores? ¿Qué nivel tienen realmente los profesores de los colegios donde puede llevar a sus hijos?

A la hora de pensar en la excelencia casi todos nuestros ricos son bastante pobres, y a nadie le cabe duda de que si hubiera centros de altísima calidad educativa buena parte de esos padres estarían dispuestos a llevar allá a sus hijos, haciendo grandes sacrificios, claro. No va a resultar que todos son arribistas de telenovela. Pero esos centros son para unos pocos centenares de estudiantes, y aun están muy por debajo de los colegios de elite de un país desarrollado.

De modo que para todo el mundo los recursos son limitados y por eso lo que se hace por la educación de los niños debe ser planteado pensando en los costes y en los resultados. En la eficacia que cada gasto tiene en la tarea educativa.

Siempre partiendo de que el amor propio de los padres es suficiente para no andar pensando simplemente en producir otro parásito privilegiado. ¿Y no será ése todo el problema de mucha gente acomodada en Colombia, la incapacidad de pensar en sí mismos como parásitos privilegiados?

Ese aspecto de la productividad me parece a mí el principal. Ya en el post anterior expliqué mi suposición de que dar los libros de lectura a los niños costaba poco y tenía grandísimos efectos sobre los educandos. Ahí se trataba del gasto del Estado o del conjunto social. En realidad hay algo parecido cuando se piensa en las familias. Al menos es algo que deberíamos admitir.

Estrategias productivas

Entre las pocas cosas que yo puedo decir figura en primer lugar el aspecto de precocidad: toda verdadera educación debe empezar muy temprano y hasta la adolescencia el papel principal lo desempeña la familia. No tanto en la transmisión de actitudes-valores-normas cuanto en la provisión de los elementos de aprendizaje y en el control "en corto" de la formación del niño o joven.

Esa precocidad debe centrarse en la lectura. Desde antes de cumplir el año el niño debe conocer los libros. Hay libros de plástico que los acompañan en el baño, libros de tela con los que duermen y libros de cartón con los que juegan. Más o menos hacia los tres años los niños deben empezar a familiarizarse con la letra impresa, para lo cual hay infinidad de recursos.

Es imposible hablar de los libros de los prelectores sin hablar de los juguetes. Casi como que la clase de juguetes que se dan a un niño ya fueran como un destino. Y no como cree mucha gente tonta que la pistolita de plástico lo va a convertir en un guerrero y las muñecas en un ama de casa. Pero hay por una parte infinidad de juguetes verdaderamente útiles para desarrollar las aptitudes del niño, que pueden complementar a las pistolas y muñecas. LOS LIBROS TAMBIÉN SON JUGUETES. Mientras no se entienda que nadie va a ser lector si no encuentra en los libros diversión se estará perdiendo el tiempo.

Pero todo esto es requetesabido. Sólo que ¿no predominan entre los niños de nuestras clases acomodadas los juguetes cuyo principal sentido es mostrar que se tiene plata, o que la tiene quien lo regala? Es como si se le estuviera diciendo al niño o niña que él o ella no van a destacar en el mundo por alguna cosa que aprendan a hacer, por alguna aptitud que desarrollen, sino porque pertenece a la clase de gente que puede comprar esas cosas. ¿Cómo no van a ser después políticos o funcionarios o abogados tramposos? Antes de entrar al colegio se los ha convencido de que no importa tener honra.

La lectura no sólo es útil por la felicidad que da al construir una persona un mundo con base en las referencias que encuentra en un cuaderno de papel impreso, sino también porque esa comprensión del lenguaje es lo que determina el éxito en los estudios. ¡Cuánta ventaja no tiene a la hora de aprender alguien que en una lectura rápida entiende las explicaciones de cualquier materia! ¿Verdad que también es requetesabido? No obstante, yo encuentro que entre los colombianos, aun los de estrato 6, el libro es concebido como una cosa juiciosa y más bien penosa. ¿Cuántos regalan libros a los hijos de sus amigos y conocidos? Muy pocos: no faltaría más sino darle trabajo al niño.

Otro instrumento maravilloso y extraordinariamente barato para que un niño desarrolle su capacidad de razonamiento abstracto es el ajedrez. Cualquier niño de cinco años debería estar familiarizado con las fichas y el tablero. Está demostrado que es de una utilidad extraordinaria para que el niño o niña entienda después las matemáticas, sobre todo cuando se hacen muy abstractas. ¡A que mi lector o lectora también lo sabía! Sólo me hace falta preguntarle: ¿cuántos tableros de ajedrez tienen los niños de cinco años o menos de las personas que conoce? ¿Cuántos niños menores de diez años conoce que sepan jugar más o menos bien? ¡No faltaría más sino complicarle la cabeza a los pobres niños!

También la música, si se puede inscribir al niño en alguna escuela o pagarle clases, por esporádicas que sean. Los juguetes musicales deberían ser siempre prioritarios.

Ya en la escuela, otro instrumento que se ha demostrado extraordinariamente eficaz es el teatro. Eso requiere un profesor dedicado y sensible, pero el valor formativo de una experiencia como la de actuar en una representación es altísimo. Es otro de tantos instrumentos baratos que casi no se usa por eso mismo: ¿qué utilidad tendría a la hora de demostrar a los padres que la oferta del colegio es más exclusiva que la de otros?

Y me gustaría mucho que los lectores añadieran otros instrumentos y estrategias útiles a la hora de educar. Seguro que también tendrán críticas que hacerle a mi post, pero para eso están los blogs, para discutir y aprender.

sábado, julio 02, 2005

Para empezar a hablar de educación...

Voy a copiar una definición del diccionario que me parece de gran utilidad porque mi experiencia es que cuando se habla de "educación" cada persona interpreta una cosa distinta. Sobre todo el tipo de persona predominante en Colombia, ese clon increíble que aparece a todas horas en cualquier parte dictaminando que "aquí lo que falta es educación". Yo no hablo de lo mismo que esas personas, yo me aferro a esta definición que da el diccionario:

"EDUCAR: Desarrollar o perfeccionar las facultades intelectuales y morales del niño o del joven por medio de preceptos, ejercicios, ejemplos, etc."

Porque lo que esas personas piensan es que hacen falta más doctores, más diplomas y aulas, etc. Pero la verdad es que a ese dictamen incuestionable nadie presenta ninguna objeción, incluso cuando se comprueba que la "educación" es un obstáculo para que una persona sea productiva. En cuanto ha estudiado ya no encuentra un trabajo digno de su rango y es necesario que el gobierno cree a toda costa los puestos de trabajo para que esas personas puedan cobrar el sueldo que corresponde al esfuerzo que han hecho estudiando.

Arriba he puesto "más doctores" y en ese momento pensaba en el viejo chascarrillo de que en Colombia se le dice "doctor" a cualquier titulado universitario. Pero entre tanto me he acordado de que Antonio Navarro Wolf tiene entre sus primeras propuestas desarrollar más programas de doctorados en las universidades colombianas. Y entonces salto muerto de angustia: ¿qué sueldos cobrarán esos doctores y de dónde saldrán los recursos para pagarlos si ya no hay con qué crear empleos para los simples titulados? A mí toda esa noción de educación me desagrada profundamente. Considero mi mayor honra carecer de cualquier cosa parecida a esa "educación".

Pero eso es sólo el discurso rutinario tradicional, predominante entre quienes han terminado el bachillerato o tienen algún título universitario y necesitan atribuir un gran valor de rango social a su condición de personas educadas, toda vez que dadas sus notorias virtudes morales, su amor patrio y sus sutiles conocimientos son refractarios a todo entendimiento con el vil metal, al que rehúyen cuando no está respaldado por el debido reconocimiento por parte de una autoridad competente que les firma el nombramiento. Esa educación y esos valores ya hace tiempo han cedido a mecanismos desesperados y más bien brutales de asegurar las rentas, el rango y el reconocimiento de la corporación de los educados.

Bueno, escribí "de los educados", pero la verdad es que podría haber escrito mejor "de los educadores", no sólo en alusión al gremio docente sino a todos los que dictaminan que "aquí lo que falta es educación y salud". El orden de castas tradicional ha entrado en crisis hace décadas por la expansión del modelo triunfante en todo el mundo, y en su defensa ha abrazado el discurso totalitario. Eso ocurrió en toda América Latina en los años sesenta, y la ceguera al respecto es la prueba más palpable de nuestra indigencia intelectual. ¿Nadie se da cuenta de que el líder actual de los revolucionarios del continente es un militar golpista que se gasta fortunas incalculables en comprar armas al mejor estilo árabe? ¿Y de que no hay un solo beneficiario de becas estatales y demás bicocas derivadas de privilegios familiares o de casta que no sea antiamericano y "progre"? No, nadie se ha dado cuenta.

La cuestión es que para ceñirnos a Colombia y a la educación hablaremos de esos "educadores" adaptados al discurso totalitario como "fecodistas", pues no puedo estar repitiendo continuamente las definiciones. Cuando los fecodistas hablan de "educación" no hablan de lo mismo de lo que hablamos las personas de mentalidad liberal. No es "Desarrollar o perfeccionar las facultades intelectuales y morales del niño o del joven por medio de preceptos, ejercicios, ejemplos, etc.", sino de inscribir a las personas en un sistema de clasificación en el que son sometidas a supuestas enseñanzas que las hacen dóciles al sistema en que los maestros son los que tienen la autoridad.

Ya sé que nadie estará de acuerdo conmigo. TODOS, sin remedio, reconocen que en Cuba hay problemas y falta de libertades, pero TODOS tienen educación y salud. ¿Cuál es la educación que tienen los cubanos? ¿Cómo es que teniendo a toda su población educada Cuba no es una potencia industrial? ¿Cómo es que tampoco destaca respecto a otros países latinoamericanos en lectura o en producción cultural? Los niños cubanos no van a aprender a leer y a escribir sino a recitar la propaganda del régimen y a asimilar el miedo con que éste se sostiene. Cuando una persona liberal habla de educación habla de formar personas libres, autónomas, capaces de ganarse la vida y de entender el mundo, así como de disfrutar de todo aquello que ha producido el espíritu humano. Eso no tiene que ver en absoluto con la "educación" que conciben los totalitarios. Es otra cosa. Es como si mañana unos empresarios de la prostitución infantil "educaran" a los niños para atender a los clientes.

Pero... es que un régimen totalitario por definición es indiferente a lo que le pase a su población. Póngase el lector o lectora en la piel de Fidel Castro a observar su obra, la miseria absoluta, el aislamiento, el miedo, la delación, la prostitución... ¿Cómo es que no piensa en buscar una salida para su país, para que esos niños que nacen tengan oportunidades y puedan llegar a ser como los puertorriqueños (que es con quienes se podría comparar a los cubanos sin el ascenso de la satrapía)? En realidad el régimen cubano, como todos los regímenes comunistas, sólo florece allí donde hay una experiencia reciente de esclavitud, donde la noción de ciertos grupos humanos como ganado está presente en muchas cabezas. Los sufrimientos del ganado importan poquísimo a la casta dominante, que puede sacrificar a un tercio como en Camboya, o condenar al hambre a la mayoría, como en Corea del Norte. También el predominio del totalitarismo entre las castas "instruidas" en Colombia corresponde a ese mismo efecto: ¡no va a resultar ahora que un doctor con cuatro diplomas decide lo mismo que un indio ignorante! ¿O no es unánime el apoyo a la solución negociada de las leyes con la guerrilla entre los "doctores"?

Por favor, no me hablen de que esas personas son educadas porque sus líderes son personajes como Luis E. Garzón, que no acabó ninguna carrera y que basa todo su discurso en retruécanos que hacen pensar que sus seguidores no han pasado de una edad mental de quince años, o Gustavo Petro, que dice que la conquista del Oeste era una reforma agraria igualitaria y que Lincoln era un populista como Benito Juárez (no, yo no digo que Juárez fuera un populista, es él quien lo dice). ¿Qué han estado aprendiendo nuestros sabios doctores?

Un rasgo sobresaliente de ese discurso es que no concibe otra "educación" que la impartida en las aulas por el Estado. El que el nombre propio de eso sea "dominación" va de suyo, sobre todo cuando se comprueba que los niños que sufren el adoctrinamiento son incapaces de ganarse la vida trabajando y cuentan con toda serie de resortes que los arrastran al crimen. Hace poco un compañero de la blogosfera se lamentaba de lo que pasa en Cali, de la proliferación de pandillas de sicarios. ¿No es lo que les enseñan los fecodistas en los colegios? ¿No vivimos en un mundo lleno de injusticia en el que los ricos desangran a los pobres? ¿Tiene alguna legitimidad el dinero obtenido de otra forma que siendo funcionario estatal, sindicalista, vociferante y amedrentador? Es muy fácil: el lector o lectora muy probablemente no proceden de la escuela pública. Perdón: SEGURO que no proceden de la escuela pública, y es ahí donde entra uno en el mundo espeluznante del sentido de todo eso. ¿Para qué sirve una "educación" que en realidad no produce lectores? Ya lo he dicho: para formar delincuentes que pueden ser utilizables por el gremio docente.

Ojalá alguien se tomara un poco en serio el esfuerzo de evaluar la relación de los maestros con el totalitarismo. ¿Sabe alguien que el puntal principal de apoyo de Hitler fueron los maestros? Sí, en todos los niveles: al tratarse de un régimen gobernado por la idea del imperio milenario de la raza aria, las escuelas eran centros perfectos para la formación de los combatientes que construirían ese sueño, y los maestros el gremio premiado con buena parte de lo que se robaba a los judíos. No es tan complicado: el gobierno premiaba a sus fieles propagandistas y éstos prosperaban gracias al régimen que traía un crecimiento económico fabuloso, por no hablar del reconocimiento del gremio.

¿Y en Camboya? ¿Habrá quien quiera enterarse de que la mayoría de la militancia, de los cuadros medios del jemer rojo eran maestros? El director de la cárcel de Pnom Penh, donde fueron asesinadas varios miles de personas, era un maestro de matemáticas.

Es que la escuela pública genera esa misma proyección del poder. Por una parte transmitir conocimientos es difícil y poco útil desde el punto de vista del interesado. Por la otra se cuenta con un liderazgo por designación, con lo que convencer a los "educandos" de las ideas políticas de uno, sobre todo de las que son rentables y aseguran el ascenso social de uno no sólo es mucho más fácil sino también más provechoso. Sin las escuelas públicas el totalitarismo moderno sería inimaginable, pues cualquier utopía criminal habría encontrado demasiadas resistencias sin unos pasos previos de inculcación de valores y esquemas ideológicos.

Ese mismo papel tiene la "educación" en Colombia, y por eso oír hablar de "educación" a veces da más bien miedo. Lo que pasa es que se vive una simbiosis entre el sentido de casta tradicional y el totalitario de Fecode, por lo que casi no hay nadie que no se reconozca en alguna afinidad con ese discurso. Es que quienes queremos un país libre y próspero somos minoría, al menos entre los que leemos o entre los que escribimos en internet.

Cuando se piensa en educar como formar personas que a la vez sean capaces de ganarse la vida y de comprender el mundo de modo que puedan resistir al embate de las supersticiones y de las tentaciones criminales, lo primero que urge separar de la noción de los fecodistas es el ámbito de la educación.

¿Quién educa?

Educa ante todo la familia, que transmite todo el esquema de valores del que se parte, que es el ámbito en que se aprenden las destrezas básicas como hablar o como los rudimentos de la urbanidad. Cuando la gente renuncia a su tarea de educar a sus hijos en la convicción de que eso corresponde al Estado, ya está abandonándolos en manos de los totalitarios. Una familia en la que los padres asuman como propia la tarea de educar tiene muy pocas posibilidades de tener hijos delincuentes, pues el adoctrinamiento de Fecode es más eficiente en personas desvalidas moralmente.

Educan los medios de comunicación, que cada vez más influyen en transmitir modelos, lenguajes, datos, valores estéticos, etc.

Educa la escuela, aunque en el caso de las públicas en Colombia su impacto es más bien negativo. En cierta medida se puede reconocer que es mejor que los niños estén adoctrinándose para ser asesinos fanáticos a que se pasen el día en la calle. En cierta medida corren menos riesgos. En la mayoría de los casos el aprendizaje de la lectura y la escritura tiene lugar en esos centros, aunque el contraste entre los privados y los públicos es bien notorio: se nota que en los públicos predominan los profesionales formados en centros como la Universidad Pedagógica, lo cual debería inquietar a alguien. La enseñanza fundamental es la militancia en la izquierda, después a los niños se les enseña a odiar a los ricos y a EE UU, que es a fin de cuentas todo lo que saben los maestros.

Educa el entorno social: la familia extensa, el vecindario, etc. En todo el periodo de formación de una persona nueva se puede decir que el impacto de este ambiente es tan decisivo como el de la familia, la escuela o los medios.

Educa el trabajo: depende de la fase en que una persona se integra en el mundo laboral, siempre hay una serie de enseñanzas importantísimas que adquiere ejerciendo efectivamente un oficio, aunque sea como simple peón. En la medida en que se favorezca la creación de empleo para jóvenes y el desarrollo empresarial, las posibilidades de formarse dentro de las empresas crecerán. Pero el sistema de castas es rabiosamente hostil a ese desarrollo.

Bueno: tanto los necios rutinarios como los totalitarios piensan sólo en las escuelas y universidades cuando hablan de educación. Es que no están pensando en formar personas libres y eficientes sino en producir títulos de doctores. ¡Como a fin de cuentas los ingresos no proceden de hacer ni producir nada sino de haber estudiado, creen que basta con conseguir diplomas para muchos para remediar la pobreza!


¿Qué es educación?


A la hora de transmitir conocimientos y formar personas libres, siempre se debe evaluar la productividad, pues lo deseable, desde el punto de vista de las personas de valores liberales, es que esa formación alcance al mayor número posible.

Empecemos por la familia: ¿qué se podría hacer para motivar a los padres a tomar parte en la educación de los hijos y a enseñarles técnicas y estrategias que podrían serles útiles? Pongamos que uno de cada mil dictaminadores de la educación se interesara y apoyara a algún programa de radio que incluyera consejos sobre educación, o algún espacio en televisión. Pero eso quiere decir de una iniciativa cívica, lo cual quiere decir que no ocurrirá. ¡Ojalá alguna empresa se resolviera a hacerlo! Yo una vez vi en televisión un programa sobre educación que estaba en manos de Fecode. Eso era abierta, directa, manifiesta, patente propaganda de las FARC, llamadas por su propio nombre y rodeadas de toda clase de elogios. De no ser porque he visto eso, porque leo las columnas de opinión en la prensa en las que se llama a matar gente, no dedicaría ni un segundo a escribir nada en internet. Al menos hubo alguien que no fue cómplice silencioso.

¿Qué aprendizaje experimenta el niño en los primeros años? Ahí se encuentra uno con lo mismo, con que la educación empieza por tener juguetes y libros. Hay libros para niños de menos de un año, son juguetes que acostumbran al niño con el libro y que le ofrecen ilustraciones. Pero como esas industrias no sirven para cobrar buenos sueldos sin trabajar, no hay nadie que se interese por eso. Los juguetes son para los niños ricos, los mismos que después irán a un colegio privado donde estarán más o menos a salvo de ser carne de cañón de los docentes. No debería haber niños sin juguetes y una parte de la tarea educativa debería consistir en promover la donación de juguetes usados para los niños más pequeños, las fiestas en que personas ansiosas de notoriedad colaboran en el reparto de juguetes a los niños pobres, etc. Dicho sea de paso, éste es sólo un ejemplo de cómo el mito de que hace falta educación para que haya crecimiento económico es otra forma de entender el mundo al revés: hace falta desarrollo económico para que haya educación. En la medida en que vaya creciendo la proporción de la población que se integra en la clase media, habrá más consumo de juguetes y por tanto más niños con personalidades desarrolladas y dispuestas a integrarse en la sociedad sin resentimientos.

Cuando se piensa en la educación formal en las aulas, ésta requiere una reforma pues muchas de sus concepciones forman parte de las urgencias de otra época. Como la chusma en Colombia no tiene ningún interés en evaluar la historia sino en culpar de todo a los "corruptos" que hacen los buenos negocios que les gustaría hacer a ellos, nadie recuerda que hace sólo dos generaciones ni siquiera un tercio de la gente acababa la escuela Primaria. Eso significaba que en los dos primeros años se necesitaba enseñar al niño todas las habilidades básicas que después iba a necesitar, pues no había muchas probabilidades de que terminara la Primaria.

Debería convertirse en un objetivo nacional asegurar que todos los niños que nazcan a partir de ahora tendrán ocasión de acabar la primaria. De hecho, eso ya es mayoritario, aunque la calidad de lo que aprenden es ínfima. Pero si hay una expectativa seria de que el niño va a estudiar al menos esos cinco años, tal vez ciertas destrezas y aun muchos conocimientos pueden retrasarse un poco para los tres últimos años. ¿El motivo? Que los dos primeros deberían centrarse casi exclusivamente en la lectura. ¿Cuántas veces habré dicho que la inmensa mayoría de los doctores colombianos son incapaces de leer completo un artículo de opinión del periódico? ¡No hay nadie que no encuentre este escrito largo y "ladrilludo" y es porque la lectura, la ingesta de letra impresa, es algo en lo que Colombia dista más de un país desarrollado que en la renta, muchas veces más. Immanuel Kant decía que era poco lo que se podía esperar de la humanidad dado el leño torcido del que había surgido, lo mismo podemos decir de la escuela primaria en Colombia: es poco lo que se le puede pedir, pero al menos los niños deberían salir con alguna aptitud lectora. Eso es algo que después no se puede hacer y que está en la base del fracaso de la mayoría de los que empiezan una carrera universitaria.

También el conjunto de conocimientos básicos resultan más fáciles de asimilar por personas que han tenido acceso a la lengua impresa, que están en cierta medida familiarizadas con ella. Si alguna reforma requiere la escuela primaria, habría que pensar ante todo en que el que termina el último curso debe tener más o menos los mismos conocimientos que tiene uno que termine ahora, pero en cambio debe haberse acostumbrado a leer con bastante frecuencia. Si al menos hubiera una docena de personas que se interesara por eso. Yo dudo que la haya.

Y cuando se habla de la lectura hay que pensar en las herramientas con que contará el docente para enseñar a leer a sus alumnos. Yo creo que los libros de lectura de la primaria deberían ser provistos por la escuela. Gratuitos, pagados por el Estado o por patrocinadores que figurarían en la contraportada, por ejemplo. Supongamos que se imprime un libro de unas trescientas páginas con letra grande y muchas ilustraciones para los niños de primero y segundo (un solo libro para los dos años). Supongamos que los que acuden a la escuela en esos dos grupos son un millón de niños, con lo que cada dos años se imprimirían un millón de ejemplares. Si hacemos el cálculo pongamos de diez mil pesos por libro (que sería un libro muy bueno porque normalmente, en ediciones de pocos miles, el precio de venta al público es de unas diez veces el de la impresión), dotar a los niños de primero y segundo de un libro de lectura costaría unos 10.000 millones cada dos años, cinco mil millones al año. ¿Hacemos la cuenta de lo que cuestan los maestros? En un solo año la nómina y las dobles pensiones, sin contar la proyección de las pensiones y la ristra de prebendas, ya sube a cinco billones, mil veces más. ¿Habrá quien me convenza de que la productividad de estos huelguistas profesionales es mil veces la de un libro que el niño observa decenas de veces? Conforme, me convenció: yo creo que si alguien tuviera la iniciativa encontraría patrocinadores privados. Pero son cosas que digo yo, que me pongo a soñar que a alguien le interesa la educación más allá de presumir de sus títulos, de quejarse de los corruptos y de soñar con un sistema donde los maestros fueran los pobladores de los barrios ricos (en Colombia ya lo son).

Y para la segunda fase de la primaria, en la que se avanzaría en las habilidades que habían quedado relegadas al principio en favor de la lectura (como la escritura, que hoy en día ya no consiste tanto en la buena letra cuanto en el conocimiento del lenguaje y la aptitud para usarlo), también podría haber un libro de lectura provisto por las escuelas o por el Estado, con letra más pequeña y menos ilustraciones. En este caso el coste sería aún menor porque se trataría de un solo libro para tres años y porque las ilustraciones perderían protagonismo frente a la letra impresa.

El tener un libro para los tres años es de gran utilidad porque la aptitud lectora de los niños no tendría cortapisas, el muy apto leería en tercero los textos de quinto, el muy desfavorecido leería en quinto los textos de tercero y seguiría obteniendo ventajas en su relación con la letra impresa.

Por otra parte, en esta fase sería deseable que hubiera otros refuerzos a la lectura, como la difusión de obras literarias infantiles (por ejemplo, libres de impuestos o incentivadas de distintas maneras), o un periódico escolar, que se podría financiar con publicidad y vender a un precio ínfimo. Es verdad que la capacidad adquisitiva de los niños es limitadísima, pero por una parte un periódico de un millón de ejemplares influiría en un mercado muy grande, y por la otra los niños son más receptivos a la imagen de marca y demás elementos del negocio publicitario.

Y para no extenderme más sobre la primaria, supongamos que hay una cuarta parte de los colombianos que no pueden estudiar más. Lo que requieren para integrarse en la sociedad moderna, para leer un libro de instrucciones y manejar un computador ya lo tienen. Sería deseable que todos los niños tuvieran clases en inglés desde el primer año, empezando por una hora semanal y aumentando una hora cada año. Yo recuerdo que cuando terminé cuarto de bachillerato mis conocimientos de inglés eran sencillamente nulos, como los de la mayoría de mis compañeros. Es que nuestra escuela tradicionalmente sólo sirve para excusar un puesto en la pirámide social. El conocimiento sobra por completo.

La cuestión de que esa fase que deben acabar todos los niños sea completa me parece esencial. En ese terreno del conocimiento la persona es sólida en su modesta condición "de una planta". Si sigue estudiando, también las metas deben ser de que todos terminen una fase "completa" de enseñanza. Nada más triste que esa masa de niños que empiezan el bachillerato y se quedan a medias, casi como si hubieran estado perdiendo el tiempo esos años. Las personas que no puedan pasar a la secundaria por los motivos que sean deberían tener una oferta concreta de enseñanza profesional que les permita integrarse más o menos rápido en el mercado de trabajo. Sería primordial que esa enseñanza, de uno o dos años, fuera también gratuita y que garantizara al estudiante la integración en alguna empresa, aunque fuera con un sueldo ínfimo, o aun incentivado por el gobierno. Lo que importa no es que al adolescente no lo "exploten", sino que sea capaz de ganarse la vida en el futuro.

Sería deseable que la secundaria pudiera garantizar en cierta medida un éxito a quienes la comienzan. ¿Cómo conseguir eso? Yo creo que se debería partir en dos. Una primera destinada a "completar" la escuela primaria, es decir, a dotar de todos los conocimientos básicos que se supone que se aprenden hasta la mitad del bachillerato y a preparar a los jóvenes para una formación profesional en un nivel de técnicos medios. Es importante que se tenga en cuenta que estos niveles educativos y laborales no aluden necesariamente a la manufactura, sector en el que Colombia tiene más bien poco futuro.

Es decir, llamaremos a esta fase "secundaria" y a la siguiente "bachillerato". Sería deseable a medio plazo aspirar a que todo el mundo acabara la "secundaria". Esta etapa sería universal y tendría un amplio abanico de materias, tanto las tradicionales como otras nuevas: informática, rudimentos de administración y economía, así como de derecho, tecnología, etc. Mi convicción sincera es que la productividad de estos años sería muchísimo mayor si se contara con educandos leones: en la situación actual la asistencia a clase y el esfuerzo de "estudiar" sólo sirven para que la mayoría de los niños aborrezcan el conocimiento. Todo les resultaría más grato y sencillo si verdaderamente supieran leer.

Me gusta insistir en esa idea de que quien termine la escuela "secundaria" haya completado un ciclo porque cierta concepción tradicional de la escuela plantea que el niño llega a estudiar para formarse como doctor, con lo que el paisaje de los colombianos es como una ciudad en la que no hay casitas sino sólo cimientos de rascacielos. Eso mismo se podría decir de la escala siguiente. Quienes no puedan o no quieran acceder al "bachillerato" deberían integrarse lo antes posible en alguna forma de instrucción orientada al trabajo, a especializarlos según sus aptitudes y preferencias. Y a ese respecto los cursos podrían variar muchísimo, así como los programas de formación en las empresas.

El "bachillerato" debería ser de unos tres años, mientras que la "secundaria" debería ampliarse a cuatro dentro de pocos años. En el "bachillerato" debería haber ya una clara especialización, de modo que las personas empezaran realmente a prepararse para aquello que van a estudiar después, sea universitario o técnico. A ese respecto me parece conveniente insistir en la imagen de los cimientos de rascacielos: como yo no terminé el bachillerato no asistí a clases de cálculo. Pero da la casualidad de que conozco a decenas de personas que sí acudieron a esas clases y para ser sincero su dominio de materias más básicas, como el álgebra, es inferior al mío, salvo los que estudiaron ingenierías o ciencias. El que tenga alguna duda al respecto puede evaluarlo con sus conocidos. ¿Qué utilidad tuvieron los conocimientos de trigonometría, cálculo y aun geometría del espacio en la secundaria si al cabo de pocos años casi nadie recuerda nada de eso? Eran los cimientos de un gran científico en los siglos en los que quienes iban a la universidad se contaban por decenas. ¡Por el amor de Dios, si al menos la ortografía de nuestros doctores correspondiera a alguien que ha hecho bien la escuela primaria!

La enseñanza superior también debería estar abierta a la diversidad: tanto técnicos que se forman en las empresas como cursos de seis meses como carreras técnicas de cuatro años. Cada cual que escoja lo que le sirve y lo que corresponde a sus aspiraciones. Pero para entender la utilidad y el valor de todo eso hay que dejar de pensar que a uno le deben pagar un sueldo por haber estudiado, o que por fuerza el que acaba un doctorado debe ganar más que el que sólo domina una especialidad técnica pero resulta productivo para la empresa. Sencillamente el mundo moderno no funciona así, y el izquierdismo, con su natural resultado de terrorismo y parasitismo estatal, sólo es la incapacidad de asimilar eso.

Si se piensa en la universidad se encuentra uno de nuevo con el mismo fenómeno que en la secundaria: ¿por qué no crear carreras de tres años que permitieran a la persona ejercer un trabajo especializado en una materia y dejar otro curso de tres años para los que aspiren a conocer la materia a fondo? Es lo que se hace en los países anglosajones, al menos con las licenciaturas. Eso sería de enorme utilidad porque reduciría drásticamente la deserción de estudiantes y permitiría hacer útiles las actuales "universidades de garaje". El que esos centros se conviertan en una estafa me parece a mí más la consecuencia del esquema de valores de nuestra sociedad que de la perversidad de sus dueños. Si mañana en lugar de llamarse "universidades" que producen abogados, ingenieros, arquitectos (que después de todos modos no tienen ningún reconocimiento ni menos empleo según su título), esos centros se llaman "academias" y forman a técnicos administrativos, informáticos, etc., fracasarían como negocio: la gente aspira a ser doctora, de estrato 5, para eso se arruinan, viven infelices, ciertamente no aprenden nada y se resignan al desempleo. ¡Todo con tal de no trabajar!

Yo creo que todos los niveles de educación que he mencionado (Primaria, Secundaria, Bachillerato, licenciaturas y fases superiores) deberían estar sometidos a un examen de Estado. También que en todos los barrios de estrato 3 para abajo se debería pagar a los colegios privados una parte de la matrícula o la pensión de los alumnos, de modo que poco a poco la escuela pública se vaya quedando para los que no pueden pagar nada. Eso sería de gran utilidad porque serviría para que hubiera competencia, para que los padres se hicieran responsables de la educación, para limitar la cultura asistencialista y para impedir que la escuela siga siendo el templo de adoctrinamiento totalitario que es. ¿Alguien se acuerda del referendo?

Pero con todo, con lo largo de este post, se me quedan cuestiones muy importantes, como que la educación para mí es ante todo destrucción de la concha embrutecedora de la mentalidad tradicional, conciencia sobre la magnitud de nuestra desgracia, algo que curiosamente nadie quiere ver. La educación en esa fase en que la persona no está sacando un título sino formándose para asumir el mundo como su posesión es ante todo discusión y reflexión. ¡Pero qué lejos estamos de eso!