jueves, noviembre 24, 2011

Refrendar el santismo


Ya quedan menos de tres meses para las elecciones a alcaldías y gobernaciones y la habitual confusión de la política colombiana se multiplica a tal punto que es correcta la apreciación de Paloma Valencia de que la Alcaldía de Bogotá es un galimatías electoral.

Pero el punto central, cuando se piensa en el conjunto del país más que en los intereses en liza en cada municipio o departamento, es el resultado electoral de la Unidad Nacional de Santos, no respecto a los grupos que están por fuera, como el Polo Democrático, cuyo programa es exactamente el de Santos (negociación con las FARC e integración en la entente chavista) sino respecto a quienes podrían cuestionar el giro que ha experimentado el gobierno colombiano desde hace un año.

No es fácil entender qué busca el ex presidente Uribe y su círculo más próximo, al parecer influir en la elección y favorecer a personas afines gracias al arrastre electoral de Uribe. Si lo consiguieran, me imagino, esperan tener algún control del Partido de la U y aun del conservatismo. El objeto de tal aquiescencia con los que hasta ahora han apoyado todas las iniciativas de Santos me resulta oscuro, pero apostaría a que se busca algún cambio legislativo que permita una nueva reelección. Si fuera otra cosa, no les costaría nada aclararlo. Pero mientras que unos lo dicen, los que deberían hablar callan: exactamente como ocurrió durante años con el referendo para la segunda reelección, que fue la principal tarea del gobierno de Uribe entre 2006 y 2010.

Desde el punto de vista de los políticos profesionales del Partido de la U, la posibilidad de influir en las elecciones de octubre depende de que se identifique su partido con Uribe, como se puede comprobar leyendo noticias como ésta. Es del máximo interés entender la mutua conveniencia de uno y otro sector para influir en las elecciones y tener personas leales en las alcaldías, concejos, gobernaciones y asambleas departamentales.

La ciudadanía elige según aspectos técnicos que por lo general desconoce, pero vista la actitud de Uribe y los suyos y la dispersión y atonía de la gente que eligió a Santos esperando otra cosa, lo que se ve venir es un refrendo masivo al santismo, incluidas las infamias judiciales (que acompaña y promueve la prensa de la familia) y la negociación política con los terroristas que sin duda conducirá a una Constituyente no elegida y que en todo caso propondrá un texto que de ser aprobado permitiría la desmovilización de las FARC. Ya tendrán tiempo antes de eso de "explicar" la conveniencia de la negociación.

Uribe ascendió en 2001 encarnando el rechazo ciudadano a esa negociación. La falta de alternativas y la indolencia tradicional permitieron que fuera reelegido en 2006. ¿Quería toda la gente que lo eligió que dedicara su presidencia a prepararse para instaurar una autocracia plebiscitaria? Yo no lo sé. El resultado de todo eso fue este gobierno y las mismas infamias judiciales contra los funcionarios de la época de Uribe. La lealtad perruna al expresidente y a su juego conducirá a una situación en la que realmente la negociación de Santos habrá sido respaldada de forma tácita por la ciudadanía. ¿O es que algún candidato ha querido encarnar el rechazo a este gobierno y a sus proyectos?

Es peor aún: en Bogotá el señor Garzón despotrica de la mano negra de extrema derecha, con lo que intenta espantar a los uribistas que podrían votar por Peñalosa, y al mismo tiempo entra a la Unidad Nacional, con lo que espanta a los que apoyaron a los verdes en 2010. Su apuesta es por el triunfo de Petro, al que apoya Chávez y la maquinaria samperista y la clientela del PDA. Como Peñalosa formaba parte de las huestes de la calumnia el año pasado, difícilmente será el candidato que rechace el santismo. Y sus votos tendrá que disputárselos con figuras como David Luna, antiguo compañero suyo y ahora candidato liberal asesorado por un prócer como Felipe Zuleta.

Es decir, la ola que montó Uribe para alzarse con la presidencia en 2002 no tendrá por quién votar y aunque se resignara a votar por Peñalosa estará en absoluta desventaja respecto del candidato chavista, que también es el que necesita Santos para legitimar su negociación. De una forma o de otra, el santismo saldrá legitimado, y no porque ninguna fatalidad lo imponga, sino porque no hay civismo para exigir a los candidatos que se proclamen abiertamente en contra de todas las infamias de este régimen.

El gran timonel nos legó a Santos. Ahora nos legará también la obra de Santos.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 3 de agosto de 2011.)