lunes, febrero 09, 2009

Víctimas, victimarios y distraídos

Tenemos de los hechos una referencia a partir de nuestros sentidos, de manera que aquello que no nos llega por ellos nos resulta lejano y en general incomprensible. Para una percepción más amplia recurrimos a los medios de comunicación, pero a través de éstos recibimos lo que interesa divulgar a sus dueños y lo que quiere encontrar la mayoría de la audiencia. De ahí que eso que no llega directamente esté mediatizado por esa visión ajena, y la visión sesgada por intereses que no controlamos puede determinar una percepción errónea.

Un ejemplo típico son los asesinatos políticos que ocurren en Colombia. ¿Hasta qué punto interesan a los habitantes de los barrios acomodados de las ciudades? Muy poco. Han sido casi treinta durante este periodo electoral, y han tenido por objeto favorecer las posibilidades del Polo Democrático en diversas regiones. Pero han desaparecido rápido de las noticias y la gente muy pronto los ha olvidado. Ya es tan normal como que haya lluvias copiosas en ciertas regiones, y carece del menor interés. Puede que sea tan normal que hasta las propias víctimas acepten el juego y esperen el momento en que les toque el turno de morir, pues de hecho hay que tener verdadera vocación de héroe para presentarse a cargos públicos en contra del Polo Democrático en las regiones en que ese partido es el eje del clientelismo armado.

Esa práctica inexistencia de esas víctimas es un rasgo colombiano que los colombianos casi no ven, tal como el oriundo de cada región no detecta ninguna musicalidad “especial” en su dejo al hablar, o como el habitante de una ciudad musulmana no echa de menos la presencia de mujeres en la calle. Pero hay que entender que no haya tiempo para preocuparse por esos asesinados, ni por los soldados ni por los policías ni por los pobladores de cada región ni por los ganaderos y finqueros ni por los miles de secuestrados ni por los niños reclutados a la fuerza. ¡Es que al percibir la propaganda negra contra la oposición no queda tiempo para preocuparse de todo eso, que ya se sabe que es el resultado del conflicto, conflicto que el gobierno ni siquiera reconoce y que lejos de intentar resolver agrava escalando el gasto en la guerra y emprendiendo ataques contra la guerrilla!

A algunos les parecerá excesivamente caricaturesco este retrato, pero ¿alguien recuerda un solo artículo en un solo periódico cuyo autor se preocupe por esos compatriotas asesinados? Claro que no, y el hecho de que uno registre que no hay ningún artículo de opinión en que siquiera se mencionen es síntoma de algún trastorno tremendo, pues ¿no es lo más lógico olvidarse por completo de eso? De lo que hay que preocuparse es de que un comentarista de los foros de El Tiempo amenazó por enésima vez a Óscar Collazos, de que a Alfredo Molano le tocó barrer en Barcelona, de que el presidente está acusando a la oposición que trabaja por el premio de las masacres de no ser leal con las víctimas.

Para esa solidaridad sí hay una disposición absoluta en los colombianos. Un artículo aparecido ayer en El Tiempo y firmado por Guillermo González Uribe da cuenta de esa queja dolorida por los señalamientos. ¿Cómo se le ocurre al gobierno poner en peligro a la oposición diciendo que es cómplice de los terroristas? ¿Qué culpa tiene el PDA de que las FARC dediquen su página de internet a hacer propaganda de la campaña electoral de ese partido? ¿Y qué importa que les maten a los competidores en varias regiones? ¿Y que no sólo ese partido sino el espectro amplísimo de las clases altas “instruidas” esté unánimemente por el premio de las masacres y la “Constituyente de paz”, que es aún peor que el premio de las masacres, sencillamente la implantación de la esclavitud a punta de cilindrazos y castraciones?

Lo único que falta es que el gobierno se empiece a ocupar de esos candidatos asesinados, cosa que se podría juzgar como meterse en política.

La historia de los escasos atentados contra personas relevantes relacionadas con el comunismo en Colombia es siempre el resultado de ejecutar políticas de signo opuesto a la de seguridad democrática y al cuestionamiento de todas las falacias que sirven de pretexto a los crímenes. Esos asesinatos prácticamente no han ocurrido durante los cinco años largos de Uribe mientras que fueron muy frecuentes durante el gobierno de Pastrana. También durante gobiernos anteriores, y nunca tenían relación con la denuncia de la clara unidad de objetivos de los grupos comunistas urbanos y las guerrillas, sino casi siempre con la sensación de que esos sectores avanzaban con la práctica benevolencia de los gobiernos.

Ése fue el caso del atentado contra Wilson Borja y de los asesinatos de varios congresistas durante el período del Caguán. Esos crímenes son tan atroces y tan condenables como los de la guerrilla, aunque en comparación su número ha sido insignificante. Lo que pasa es que también son fruto de la acción guerrillera, alentada y justificada por los ideólogos, periodistas y profesores que dirigen la sección urbana y vestida con ropa cara del movimiento revolucionario. Al igual que las bandas criminales que competían con la guerrilla por el control territorial y el narcotráfico, esos crímenes florecen cuando la institucionalidad está destruida, cuando desaparece la noción de derecho y sólo prima la ley del más fuerte.

De modo que la exigencia a los criminales de que desistan de sus actos y de sus pretensiones es a la larga conveniente para todos. El artículo de Guillermo González es sólo, como las consuetudinarias amenazas contra Collazos, un recurso de propaganda que pretende acallar la denuncia sobre el interés manifiesto del PDA en cobrar los secuestros y alentar las masacres. No otra cosa es la exigencia de “solución política negociada del conflicto social y armado” que figura en la declaración política aprobada en un congreso de ese partido el año pasado.

Pero ¿cómo pedir a quienes tanto han prosperado gracias a la lucha armada que se vuelvan partidarios de su fin? El que albergue dudas sobre el papel de la guerrilla en el desarrollo del PDA sólo tiene que indagar en la historia de los sindicatos estatales que sirven de base a ese partido. O en la biografía de los dirigentes que han tenido cargos públicos como intermediarios de paz, sobre todo en los gobiernos de Samper y Pastrana. El Estado colombiano ha gastado muchísimo más dinero en pagar prebendas, viajes, viáticos y demás (como en Maguncia) a esos personajes que en resarcir a las víctimas de las guerrillas.

El problema es de los demás colombianos, que no pueden seguir distraídos pensando que los asesinos están sólo en regiones remotas matando a gente muy distinta a uno. Los verdaderos asesinos son los divulgadores de falacias, como las que se detectan en el citado artículo, según el cual los asesinatos de miembros del Partido Comunista (avatara Unión Patriótica) fueron culpa de quienes denunciaron la relación de esa organización con el Partido Comunista (avatara FARC), ¡como si no lo supiera todo el mundo! ¡Como si los Castaño Gil se la pasaran oyendo conversaciones de personas de las ciudades! el interesado puede buscar una carta de Pablo Escobar donde protesta porque "la oligarquía" dejó que los castaño mataran a esos concejales de pueblo. O falacias como que a las guerrillas hay que quitarles apoyos, como si contaran con otros que los de ellos, sus socios manicurados, o que están "perdiendo el norte", como si alguna vez lo hubieran tenido.

Para formarse una idea de los valores de estas víctimas, tan distintas a los que mueren cada semana por decenas, lo mejor es leer con atención sus palabras (las negritas son mías):
La guerra en Colombia es cada día más cruel e inhumana. La guerrilla pierde en forma creciente su norte social, y su proceder autoritario la ha conducido al asesinato, la destrucción de pueblos enteros, el uso de carros bomba y la realización de atentados indiscriminados que afectan a la población civil, utilizando métodos semejantes a los empleados por quienes combate. La sociedad civil, que quiere negociaciones que conduzcan a una paz con justicia social, es débil, está en medio del fuego cruzado de los actores armados y sufre los ataques de un lado y de otro.
¡Hay que entenderlo, las guerrillas se están pareciendo a los candidatos que pretendían ocupar algún puesto de elección! Y los angelitos que esperan “paz con justicia social” están muy amenazados. ¿Alguien duda de que la guerrilla también quiere paz con justicia social?La sociedad colombiana cometería una gran injusticia comparando a estos personajes con la guerrilla. En la guerrilla hay algo viril y resuelto, no ese repugnante arte de encargar masacres para acceder a ministerios y embajadas vitalicios, que en caso de conseguirse la “paz con justicia social” no ocuparían los pobres rústicos que facilitan el protagonismo de estos miserables.

De hecho, el retroceso de las FARC será insignificante si no se consigue ilegalizar a sus jaleadores y legitimadores, tal como se hizo en España con Batasuna. Los partidos que promueven la negociación de las leyes por encima de las urnas y el premio de los crímenes y no exigen la desmovilización de las bandas de asesinos, deben ser ilegalizados. Pero eso es pedir demasiado a una sociedad que ni siquiera se acuerda de los cientos de miles de muertos que el sueño comunista ha provocado. A una sociedad formada por la clase de ganado que esos criminales pueden someter.

Publicado en el blog Atrabilioso eln 2 de noviembre de 2007.