sábado, enero 30, 2016

El mundo de hoy


En los años ochenta conocí a alguien que había viajado por África y me contó que todas las personas con las que entablaba conversación tenían una sola cosa en la cabeza al hablar con él: que los ayudara a emigrar a Europa. En mi visión ingenua de esa época no tenía sentido renunciar a vivir en el propio país en aras de una situación de exclusión y humillación en países extraños. Se me olvidaba que era mi misma situación siendo que mi país con todo era menos miserable y desordenado de lo que lo son los africanos.

¿Qué sería ahora de la vida de alguien que en aquella época hubiera emigrado a Europa y de alguien que tuviera circunstancias parecidas y se hubiera quedado en Togo o Níger? El "sueño europeo" que a mí me parecía tan disparatado resultó la estrategia adaptativa adecuada, y los hijos de ese inmigrante imaginario sin duda tendrían un acceso más probable al bienestar que los que se quedaron en su país.

Pero ahora más que nunca esa situación es evidente: la inmensa mayoría de la población del planeta tiene razones para creer que sus países no podrán salir nunca de la barbarie y la miseria, por lo que está justificado cualquier precio que haya que pagar por llegar a alguno de los pocos países que prometen algún futuro. Las regiones en las que la población es capaz de hacerse disciplinada y respetuosa del orden pueden alcanzar en poco tiempo el nivel de vida de los países ricos, y hoy Taiwán tiene un PIB per cápita más alto que la mayor parte de los países de Europa, y Singapur es uno de los países más ricos del mundo. Pero esas regiones son minoritarias.

La llegada de cientos de miles de personas que huyen de las guerras de Siria, Irak y Afganistán e intentan establecerse en Europa es el hecho más importante del año en el continente, y genera una situación traumática para la que no hay solución viable a la vista. La colonización de Europa por inmigrantes musulmanes, cada vez menos dispuestos a obedecer las leyes de la tierra de acogida y más resueltos a ostentar su desprecio por los europeos, parece repetir el mismo proceso de renovación demográfica que ocasionó la caída de los diversos imperios mesopotámicos de la Antigüedad (algo parecido ocurrió en México, donde los chichimecas de los desiertos del norte siempre conseguían imponerse sobre los toltecas, más civilizados; los aztecas fueron sólo el último imperio de origen chichimeca que hubo antes de la conquista española). El que llega del desierto miserable no tiene nada que perder y el que se ha habituado a una vida muelle y tranquila no está en condiciones de hacerle frente.

En ese caso, todo parece anunciar un sometimiento de Europa al islam, cosa que en Colombia suena a delirio pero que cada vez es más el temor de muchos en Europa. (Al respecto, esta extensa reseña de Sumisiónel último libro de Michel Houllebecq, es muy recomendable.) La reacción de la prensa europea tras la masacre del 13 de noviembre fue estremecedora, se aludía con grandes elogios a los parroquianos de la zona atacada que hacían frente a los asesinos acudiendo a divertirse donde solían, como si la respuesta a unos asesinos suicidas fuera seguirse divirtiendo: ¿qué resistencia va a haber si nadie cree que tiene que hacer frente a esos criminales y la mayoría los justifica de algún modo u otro? En España hubo notorias expresiones de rechazo a la respuesta francesa contra el Estado Islámico. Ante el riesgo de jugarse la vida combatiendo contra los decapitadores, la inmensa mayoría de los europeos se convertirían al islam.

Pero no es la misma situación en Estados Unidos y las otras grandes naciones de habla inglesa, a donde acuden cada vez más inmigrantes de todo el mundo, particularmente de Hispanoamérica. Primero porque esos inmigrantes no tienen ideología de conquistadores (que es lo que según muchos conocedores es en últimas el islam) y segundo porque sus poblaciones raizales están menos dispuestas a someterse.

Los narcorregímenes impuestos en Sudamérica durante las últimas décadas generan la certeza de que son sociedades sin otro futuro que la rapiña, la violencia, la miseria, la mentira y la continua selección negativa. ¿Alguien sería capaz de disuadir a un joven colombiano que se plantee buscarse un futuro en Estados Unidos, Canadá o Australia? En Colombia la vida sólo es relativamente grata y segura para los que viven apegados al erario, para lo cual se integran de algún modo en las organizaciones criminales que lo controlan desde hace muchas décadas, como la CUT, frente sindical del Partido Comunista que ha hecho más daño a Colombia que los brazos armados, cuyos crímenes cobra, legitima y alienta. 

Los demás obran bien emigrando, y lo  mismo se puede decir de toda Sudamérica. Nadie cree que las cosas vayan a mejorar realmente. Al contrario, España está a punto de integrarse en el narcoimperio.

(Publicado en el blog País Bizarro el 28 de diciembre de 2015.)

domingo, enero 24, 2016

España, en la senda del caos


Los resultados de las elecciones generales del 20 de diciembre dejan a España en una situación que los medios de todas partes han descrito con el mismo adjetivo: ingobernable. El partido gobernante, de centro derecha (descripción que más bien corresponde a su origen en un ministro de Franco y no a su orientación actual, claramente socialdemócrata) ganó las elecciones pero no tiene una mayoría suficiente para formar gobierno, tampoco en coalición con ningún partido cercano, mientras que la oposición sólo podría ser mayoritaria juntando al PSOE con los secesionistas catalanes y los totalitarios de Podemos.

Cuarenta años sin Franco
Franco dio un golpe de Estado en julio del 36. La resistencia que generó entre la izquierda que entonces estaba en el gobierno, pronto apoyada por la Komintern y el gobierno soviético, dio lugar a la guerra que duró hasta marzo de 1939. Se impuso un régimen que tenía elementos del fascismo italiano y algunas afinidades con el nazismo, sobre todo por lo que tenía que agradecerles a esos regímenes el apoyo durante la Guerra Civil. Tras el triunfo aliado en la Segunda Guerra Mundial, el régimen dictatorial intentó sobrevivir tapando su relación con los fascistas y haciéndose necesario para Occidente en la Guerra Fría con la URSS. Hasta la muerte del dictador a finales de 1975 se toleró su persistencia para no dar lugar a otra guerra civil, también porque prometió restaurar la monarquía y porque diversos sectores del régimen buscaban el entendimiento con Europa y Estados Unidos.

La represión contra los comunistas y anarquistas, muy dura en los años cuarenta, fue menguando a medida que el régimen dejaba de tener resistencia. También sus rasgos fascistas fueron desdibujándose y la Falange (que antes de la guerra era una pequeña organización de intelectuales fascinados con el fascismo italiano y fue después cooptada por Franco) dejó de ser el referente ideológico del régimen después de 1959, cuando empezó a predominar el Opus Dei. También la economía de matriz socialista cedió ese año el paso a una vasta reforma que permitió al país crecer a ritmo acelerado durante la década siguiente.

Tras la muerte de Franco, el nuevo jefe del Estado, Juan Carlos I, maquinó un cambio de régimen y al cabo de tres años ya había una nueva Constitución, era legal el Partido Comunista y se accedía a todas las libertades del resto de Europa. Ese régimen funcionó razonablemente bien hasta 2004, cuando la rebelión que promovían los socialistas, entonces en la oposición, y los nacionalistas periféricos a causa del apoyo del gobierno de Aznar a la intervención de Estados Unidos en Irak empató con el peor atentado terrorista de la historia del país, con 192 muertos atribuidos a una célula islamista. La movilización de la izquierda en plena jornada de reflexión y el miedo generado por la bomba (se culpaba a Aznar de haber metido a España en la guerra) le dieron la victoria al PSOE, que emprendió a partir de entonces una política bastante parecida a la de Chávez: la continua descalificación de la oposición y el fomento del odio a todos los niveles, con toda clase de leyes que alentaran la persecución de la derecha. También fue catastrófica su gestión económica; todavía en 2008, año electoral, negaba la crisis que ya dejaba a miles de españoles sin trabajo cada día. Gracias a la multiplicación del gasto, ganó esas elecciones y siguió destruyendo la economía hasta 2011, cuando tuvo que convocar elecciones tras verse forzado por Obama y los líderes europeos a tomar medidas drásticas, como bajar un 5% el sueldo de los funcionarios.

La economía española experimentó un gran salto con la integración en la Unión Europea en 1986 y después con la aparición del euro, pero finalmente su principal fuente de ingresos es el turismo y la fabricación de productos de alto valor añadido es minoritaria. Desde los tiempos de los juegos olímpicos de 1992 se fue formando una burbuja inmobiliaria que si bien animaba las inversiones en construcción también hizo subir tanto los precios que era sólo cuestión de tiempo que estallara. La crisis mundial de 2008 tuvo ese efecto y los resultados, gracias al despilfarro de Zapatero y a la falta de actividades que absorbieran la fuerza laboral disponible, fueron miseria generalizada y una baja clara del nivel de vida durante varios años.

El PP de Rajoy obtuvo una mayoría de diputados en el Congreso el 20 de noviembre de 2011, fecha en que se convocaron las elecciones porque era el aniversario de la muerte de Franco y de José Antonio Primo de Rivera, el fundador de la Falange. Zapatero quería de ese modo continuar con su estigmatización de la derecha liberal-conservadora como franquismo. Desde antes de las elecciones se formó un movimiento asambleario animado por la extrema izquierda universitaria y ciertos periódicos. Los que controlaban en la sombra ese movimiento eran profesores de la facultad de Ciencia Política de la Universidad Complutense de Madrid que tenían ya una larga relación con los regímenes cubano y venezolano.

Durante los cuatro años en que Rajoy estuvo en el gobierno su labor principal fue hacer frente a la crisis económica, descuidando la reforma de las leyes de Zapatero y aun el combate ideológico contra la izquierda. En medio los partidos mayoritarios en Cataluña se lanzaron a buscar apoyos en las urnas a su proyecto de crear una república independiente, lo que ha sido una fuente de tensión constante que no encontró ninguna respuesta firme del gobierno, dado que el estilo de Rajoy consiste en esperar a que los problemas se resuelvan solos.

Hegemonía ideológica
Durante la mayor parte de los últimos cuarenta años, España ha estado gobernada por el PSOE, que ha tenido ocasión de imponer su ideología a través de la escuela. Esa hegemonía está en la base del ascenso de la franquicia chavista, pues todo el mundo comulga con la teoría de la lucha de clases y cree que tiene "derechos" que los demás deben pagarles, de modo que si un gobierno de derechas recorta el gasto porque sencillamente no hay recursos, se genera una gran rebelión por lo que parece un atropello inconcebible. La peor superstición colectivista-estatista encuentra público en la España de hoy gracias a tantas décadas de propaganda. En un debate televisivo el candidato socialista prometió abolir la reforma laboral que impuso Rajoy, dado que su público no entiende que cuanto más costoso sea para un empresario el despido menos probable es que vaya a contratar a alguien. Eso es totalmente incomprensible para millones de personas que a partir de 2011 han encontrado en la televisión y después en las redes sociales un espacio para el activismo radical.

Al igual que los países hispanoamericanos, España vuelve cíclicamente al orden en que se constituyó como nación en los siglos XV y XVI: una casta de funcionarios que opera como clero y que gracias al control del Estado persigue la disidencia. Una masa ingente de personas cuya única forma de vida viable es formar parte de esa casta. La expansión de los estudios universitarios y la imposibilidad de crear puestos de trabajo para las personas que estudian las carreras más vistosas y en cierta medida fáciles, como periodismo, sumadas a la crisis, generaron una enorme frustración entre gente joven que no ve ninguna posibilidad de encontrar un empleo y que es la base de la rebelión totalitaria que encarna el partido de Pablo Iglesias.

Pero esa hegemonía ideológica no es tan completa, las opciones aniquiladoras no alcanzaron ni la mitad de los votos. Lo que pasa es que un 20% para algo como Podemos en un país de la Unión Europea cuya economía se va recuperando es un signo gravísimo.

Colaboradores necesarios
Lo más llamativo de todo lo ocurrido en España en 2015 es la inexistencia de respuesta a la propaganda de la izquierda. La catástrofe griega habría ilustrado a la gente sobre el peligro que representa un movimiento como Podemos, pero no apareció en la propaganda del PP ni casi en las columnas de la prensa. ¡Todos se sometieron para que no los acusaran de distraer de los problemas hablando de otros países! Las increíbles amenazas de Maduro a la oposición venezolana y su fracaso tanto en las elecciones como en el escrutinio no afectaron en nada a las elecciones españolas porque los políticos distintos a la banda chavista, salvo algunos del PSOE, rehuyeron el tema.

Además del PP, como partido democrático está Ciudadanos, un movimiento surgido en 2004 en Barcelona como respuesta al nacionalismo catalán y que se expandió a toda España tras el fracaso de los intentos de unión con UPyD, el partido creado por una antigua líder del PSOE vasco y que contaba con el apoyo de las principales figuras intelectuales del país. Albert Rivera evitó cualquier confrontación directa con Podemos, tal vez para buscar asimilarse al grupo castrista como intérprete del descontento y renovador de la política.

Ésa es la situación: un grupo demagógico comunista tiene ahora una quinta parte del parlamento y aun podría formar gobierno con el PSOE, al que ya intenta someter a sus planes. Visto el carácter de sus rivales (el líder del PSOE es un demagogo aún más vulgar e ignorante que Iglesias, Rajoy rehúye los temas problemáticos y Rivera trata de aparecer como podemita blando) y la extraordinaria inversión en las grandes televisiones (una de ellas, La Sexta, es sólo un continuo publirreportaje de Podemos), se debe temer que los totalitarios serán cada vez más poderosos: la respuesta es casi inexistente entre los políticos y muy minoritaria entre los periodistas.

La amenaza inminente
Ninguna coalición posible garantizaría la mayoría del Congreso necesaria para formar gobierno, salvo la Gran Coalición del PSOE y el PP que el primero ha rechazado tajantemente. El PSOE y Podemos necesitarían de los votos de partidos nacionalistas catalanes, abiertamente inclinados a la secesión, y eso haría que la alianza llevara a tensiones internas insoportables en el PSOE. La otra alternativa es convocar nuevas elecciones, pero si los candidatos son los mismos se correría el riesgo de volver a los mismos resultados. O incluso a una mayoría de Podemos entre los diputados de la izquierda (en número de votos, su diferencia con el PSOE fue pequeña) y una situación en la que podría tomar el control del Estado.

Habría una salida si Rajoy o Sánchez renunciaran a dirigir sus partidos y éstos pudieran ofrecer un proyecto creíble a la sociedad, pero no se les ve ninguna disposición a hacerlo y queda la impresión de que el designio de los socios de las FARC se cumplirá. Está copiosamente financiado mediante negocios que los gobiernos del Foro de Sao Paulo, o el colombiano, hacen con las grandes empresas de medios, como Planeta, dueña de La Sexta, y a la vez animado por sus habituales recursos de propaganda para imponerse en las redes sociales y ejercer el asesinato civil a punta de chistes, burlas, insultos, calumnias y toda clase de intimidación contra cualquiera que se les oponga. Todos los días los Trending Topics incluyen algún personaje al que cientos o miles de activistas destruyen.

De momento, los líderes regionales del PSOE se han manifestado divididos, unos a favor de la confluencia con Podemos, otros en contra. Si finalmente se da esa alianza la crisis española de los últimos ocho años será parte de una época feliz, ante lo que sobrevendrá.

(Publicado en el blog País Bizarro el 23 de diciembre de 2015.)

lunes, enero 18, 2016

Hola, posconflicto. El infierno que crean y que llaman paz


Hace pocos días discutía en Twitter con alguien que desaprobaba las manifestaciones callejeras contra la infamia de La Habana con el argumento de que una participación pequeñísima sólo movería a risa y no tendría ningún efecto. Soy de la opinión de que un par de personas protestando son muchas más que ninguna, de hecho, infinitas, si se atiende a las matemáticas. Y sobre todo, que cuando se trata de una causa justa, cuantos menos sean mayor es el honor que corresponde a cada uno.

Eso mismo pasa con la tesis central de este blog desde 2004: que las guerrillas comunistas no son el resultado de una rebelión rural ni simples organizaciones criminales que triunfan gracias a la cocaína, ni tampoco el fruto de la todopoderosa mente diabólica de Karl Marx, sino que expresan a la sociedad colombiana y su conflicto central entre la posibilidad de asimilación a la democracia liberal moderna y la resistencia del orden viejo. Eso no interesa a nadie ni lo comparte nadie, pero esa soledad multiplica el honor.

Porque esa tesis es verdad, y la paz lo demuestra. Tanto la de los ochenta como la de ahora. Los terroristas estaban totalmente derrotados en 2010 pero la izquierda urbana mantenía el control sobre el Estado y sobre la sociedad a través de los funcionarios y también de los estudiantes, periodistas, artistas, miembros de ONG, etc. Es decir, la minoría ligada a la universidad y a la función pública se movilizó ante la derrota de las FARC por las Fuerzas Armadas legítimas y el gobierno de Uribe, y concentró esfuerzos en la campaña de Mockus, que alcanzó una votación significativa, y después acompañó a Santos en su viraje hacia la "reconciliación" con los terroristas que obedecen al régimen cubano, cuyo representante es su hermano. Esa minoría es sencillamente la etnia dominante desde el siglo XVI y por eso se concentra en Bogotá, en los despachos judiciales, las universidades y los medios de prensa.

¿Cuántas veces he tenido que explicar en discusiones en internet que la izquierda es lo mismo que las FARC y el ELN? Según la edad y el grado de información del interlocutor, eso parecía totalmente delirante o absurdo. Pese a todas las evidencias, había prosperado un relato según el cual se trataba de extremistas enloquecidos que no tenían relación con los antiuribistas urbanos ni con los jueces que emprendían persecuciones contra militares. (Por cierto, tanto la fiscal como la juez que prevaricaron en el infame juicio contra Plazas Vega resultan evidentemente personas de extracción social baja, dado que quienes les encargan el crimen se cuidan de no figurar. La persecución inicial, que comenzó en Semana, contó con la participación de la Corte Suprema de Justicia, que creó una "Comisión de la Verdad" para acusar a los militares.)

Ahora nadie puede negar esa relación ni que todos los izquierdistas se reconcilian con las FARC, en nombre del país o de las víctimas a las que alentaban a matar, en aras de sus carreras o de sus intereses económicos en relación con el Estado. En definitiva, que los crímenes siempre han respondido a la rapiña de grupos sociales privilegiados incrustados en las universidades y en la función pública desde el origen del país.

De modo que la paz es, como ya expliqué en un texto de hace varios años, la continuación de la Constitución del 91 que lleva hacia la implantación de un régimen de dominio absoluto de los funcionarios; persecuciones sin fin, concentración de los recursos en el Estado, desindustrialización y empobrecimiento generalizados. Ya ocurrió durante los noventa, cuando el gasto público se multiplicó por 19 y la desigualdad aumentó diez puntos del coeficiente de Gini. Esta vez se agravará muchísimo más porque el poder terrorista se traducirá en un gasto mucho mayor y en mucho peores condiciones para producir.

En los últimos meses los asesinatos de soldados se han reducido, después de aumentar gracias a las negociaciones de paz. Pero eso no quiere decir que la amenaza terrorista haya cesado. Lo que sale de las negociaciones es que el gobierno en nombre de la nación reconoce legitimidad a la insurrección y promete remediar los problemas que la causaron, siempre conforme a la versión terrorista. No aparece por ninguna parte que la banda asesina se vaya a disolver ni vaya a entregar las armas. Sencillamente, obrarán como partido armado con control absoluto sobre algunas regiones y poder político evidente, sumado al control del poder judicial que es un hecho desde 1991.

El Estado colombiano ya está en manos de los terroristas hace mucho tiempo, las persecuciones descaradas que emprenden los diversos fiscales avergonzarían a la dictadura venezolana, así como las sentencias de las altas cortes. El triunfo, no de las FARC sino de sus socios urbanos, comportará una multiplicación de esas persecuciones y montajes, sin que eso se deba entender como que los asesinatos se reducirán: si los jefes reconocidos de las FARC tienen que pasarse a la legalidad (terminarán en el uribismo, como los del M-19), también por motivos de jubilación, la extorsión, la cocaína y la minería ilegal pasarán a ser tareas del ELN, con el que el próximo gobierno preparará una agenda de paz que requerirá otros cien mil asesinatos o más. Ya lo verán.

Pero en realidad el control por parte de los terroristas, entendidos éstos como las diversas organizaciones de izquierda, pues de otro modo se podría argumentar también que Hitler no mató a nadie, es más complicado de lo que parece: les ha resultado fácil comprar a muchos generales y otros altos oficiales, pero el control sobre todas las Fuerzas Armadas es bastante más difícil y exigirá persecuciones, asesinatos y sobornos mucho mayores. Es decir, la izquierda no renunciará a su poder armado legitimado por el gobierno de Santos sin ninguna resistencia, pero tampoco podrá controlar totalmente el país sin multiplicar la violencia y los atropellos contra los derechos humanos. El control político sobre el ejército y la policía por parte de organizaciones criminales no es tan seguro como parece, y el triunfo electoral de la oposición venezolana lo demuestra: los militares se negaron a dar el golpe que les pedían Maduro y Cabello.

Ya está listo el fruto del gobierno Santos: la cuestión decisiva, la de si Colombia se asimila al mundo moderno o emprende el camino de Cuba no se ha resuelto porque el poder comunista no tiene legitimidad más allá del catecismo escolar y la propaganda pagada con recursos públicos, y la alternativa no existe. Colombia será en 2020 un país mucho más violento, mucho más corrupto, mucho más desigual, mucho más pobre y mucho más dominado por los que controlan la cocaína de lo que era en 2010. Y de eso no hay que culpar sólo a la conjura terrorista sino a toda la sociedad, pues en realidad nadie ha cuestionado la paz. Los uribistas, como niños embusteros, corren a entender "paz" como "negociación" o como "situación en que no hay conflicto", según convenga a su buena conciencia. ¿Cómo van a estar ellos en contra de la paz? Los políticos profesionales uribistas corren a buscar acomodo en el nuevo orden, y en la mayoría de los casos podrían pasarse al bando "progresista" (del que muchos proceden); los ciudadanos corrientes se ven representados en el lloriqueo cotidiano que oculta la claudicación. De hecho, los uribistas de a pie no son demócratas liberales muy sólidos, el caudillismo es sólo otra forma de política tercermundista.

Por otra parte, Sudamérica sufrirá en los próximos años convulsiones mucho peores que las vividas hasta ahora, y eso afectará al régimen pacífico de la izquierda colombiana: si cae el chavismo en Venezuela la exportación de cocaína se complicará, si el nuevo presidente estadounidense no se hace cómplice de los traficantes, todo será más difícil para el narcorrégimen. Pero eso no bastará para que caiga, sólo hará que se agraven sus rasgos dictatoriales, tan dulcemente ocultos por los uribistas (cuyos líderes, salvo Uribe, apenas ocultaban la alegría cuando encarcelaron a Arias y a Ramos): más violencia y más iniquidad judicial. ¿Podrán poner a las fuerzas armadas a masacrar críticos? Eso es lo que está por ver. La posibilidad de que surja la democracia será cuestión de una generación o más, de momento ni siquiera es posible discutir con nadie qué son realmente las FARC y por qué existen.

(Publicado en el blog País Bizarro el 18 de diciembre de 2015.)

martes, enero 12, 2016

Un modelo

“Religión de hombres honrados”,
descripción de Calderón,
extraña definición
para hombres uniformados.

No obstante, esa injusticia
que afronta mi coronel
nos permiten ver que él
honra, grande, a la milicia.

Él construye su entereza
mítica, enorme, tenaz
en la prueba pertinaz
de padecer la vileza

de hombres pequeños, sin fama:
sicarios de la maldad
que en su arrogancia y crueldad
ejecutan el programa

de canallas poderosos
que señorean el horror
contentos con el dolor
que crean. Son asquerosos.

¿Por qué obran de tal manera
si saben que su papel
en la historia será aquel
de los que nadie venera?

¿No serán más bien hechuras
del Dios al que el coronel
adora con esa fiel
inocencia sin fisuras?

Tal parece, pues resulta
que la tortura sin fin
que infligen al paladín
contiene una gracia oculta.

El mito, que es lo que falta:
los ejemplos de honradez
y de piedad sin doblez:
de amor a una mira alta.

Colombia tiene un problema:
la desmoralización
que sufre su población
y que sostiene el sistema.

Nacen muchos colombianos
pero para permitir
a la nación existir
faltan modelos humanos

como Alfonso Plazas Vega,
acaparador de honor,
héroe, en nada menor
que cualquier otro estratega.

Benéficos, los perversos
regalan a los demás
una joya que jamás
alcanzarán estos versos.

martes, enero 05, 2016

La palabra cautivante de la paz

Por @ruiz_senior

¿Cuál es la lección más importante de las elecciones venezolanas? Que ante la presión de la realidad el poder de los tiranos no es infinito. Tras la caída del comunismo, la mayoría de los tiranos que han querido masacrar a su pueblo han terminado mal: Milosevich, Sadam, Gadafi... De modo que la alternativa de los jefes militares venezolanos era hacer respetar las urnas en las que el régimen sufría una derrota total (a pesar de las mil formas de fraude), o acompañar a Cabello y Maduro hasta su triste final. Escogieron la primera opción. Puede que muchos de ellos terminen impunes cuando se depuren responsabilidades por el tráfico de cocaína.

Otra lección importante es que no se debe menospreciar a la gente: muchos pensaron que las amenazas de Maduro disuadirían a los venezolanos, pero no hubo tal. Esta enseñanza debería servir también para los colombianos que no queremos someternos a las FARC. Al respecto quiero llamar la atención sobre este tuit de Uribe y el video que lo acompaña.


La asunción de la propaganda oficial es absoluta: ¿por qué hace falta declarar que se quiere la paz? ¿No llevan ya bastante tiempo explotando esa falacia estúpida de que quien no quiere someterse a los terroristas y convertir el crimen más repugnante en la fuente del derecho es porque tiene mentalidad belicista? ¿No se podría esperar que los ciudadanos corrientes tuvieran un poquito de sentido común para entender cuáles son los propósitos del régimen y sus socios terroristas?

Pero lo más grave es la actitud derrotista: uno puede pensar que para hacer frente a los terroristas y su gobierno es mejor abstenerse (cosa que parecía recomendable ante la presión de la propaganda y el chantaje, para denunciar al mundo la infamia), pero predominan los que prefieren votar NO, como recomienda Eduardo Mackenzie. ¿Por qué habla Uribe de "Votar NO o abstenerse"? Si hubiera algún interés en hacer oposición, lo urgente sería concentrar el rechazo en una sola de las dos opciones. Si un 20% de los posibles votantes rechazan la paz de Santos y la mitad de ellos vota NO y la otra mitad se abstiene, al SÍ le basta un 13% para imponerse.

Creo que Uribe se equivoca gravemente cuando dice que "El plebiscito se gana muy fácil". De ninguna manera: la propaganda del régimen ha funcionado porque mucha gente cree que la paz significará la desaparición de las guerrillas y la recuperación de la seguridad, no que pasarían a controlarlo todo, cosa que cada vez es más evidente para todos.

En un artículo reciente de Salud Hernández Mora (periodista que parece la cuota de Francisco Santos en El Tiempo y coincide en todo con el ex vicepresidente que aplaudió el comienzo de la negociación y afirmó que de tener éxito con la paz su primo sería "el rey del universo") la idea de votar NO o abstenerse no es que sean equivalentes sino ambas absurdas ante el éxito rotundo de Santos. Esa clase de gente es la que aconseja a Uribe. No es raro que ella y su protector afirmen sin pudor que las FARC son invencibles.

Lo que ha hecho Santos con su atraco es sobrecargar a tal punto la utilidad de la palabra mágica que a estas alturas ya su contenido es excesivo e indigerible, y tras tantos años de paz y atrocidades morales y mentiras en su nombre ya serán pocos los que la tomen por una abstracción tan agradable. La paz significa que las FARC conservarán las armas, lavarán los billones obtenidos con sus crímenes, quedarán impunes de todos ellos, controlarán territorios inmensos y tendrán un poder político que los colombianos refrendarían votando SÍ en el plebiscito.

No es una situación fácil para Santos, con la economía en caída libre y un ambiente internacional cada vez más hostil al terrorismo, por no hablar del retroceso de sus socios de Unasur, que pronto podría incluir la caída de Dilma Rousseff. La disponibilidad de recursos para pagar propaganda de la paz, y aun para alentar atrocidades judiciales, no es la misma de otras épocas, ni la lealtad de los periodistas y políticos que lo acompañaron durante su primer gobierno. Incluso los militares pueden empezar a acusar el descontento de amplios sectores sociales y a perderles el respeto a los generales que obran más o menos abiertamente como subalternos del Secretariado terrorista. Eso por no hablar de la probable desaparición del burladero venezolano para los terroristas, que hace aún más absurda la rendición de la sociedad.

Además, la sensación de triunfo de los terroristas resulta insoportable para sus víctimas y para mucha gente: una campaña por el plebiscito que Santos presenta como la escogencia entre paz y guerra puede resultar una campaña en la que se opta entre los terroristas y la democracia si se denuncian los mecanismos de intimidación y falsedad del régimen. Lo que llaman paz no viene a ser más que el triunfo de los asesinos y en algún momento la gente se hastía, como en Venezuela.

Se trata de una corriente de toda la región, que se intensificará a partir de ahora con la caída de los precios del petróleo. La situación de la mafia de Unasur, con Obama en grandes dificultades para impedir que su sucesor sea un republicano (hoy por hoy, los candidatos mejor situados son los cubanoamericanos Marco Rubio y Ted Cruz), es cada día más desesperada. La oportunidad histórica es excepcional.

Pero ahí está Uribe y su séquito politiquero tratando de agradar a María Jimena Duzán y Abad Faciolince, que podrían insultarlos y decirles guerreristas, e intentando demostrar a toda costa que no lo son, puede que incluso apoyando el SÍ y pidiendo respeto por los que voten NO o se abstengan.

Mauricio Vargas decía que la refrendación es "peligrosa" en un artículo muy aplaudido y divulgado por los uribistas. Es muy peligrosa, podría poner en peligro la paz. Uribe y compañía tienen la misma preocupación porque necesitan el lloriqueo para mantener su cuota de poder: prefieren que Santos le entregue el país a las FARC para culparlo después, en lugar de movilizar a la sociedad para impedirle cometer ese desafuero.

Las perspectivas para Santos son tan malas que podría encargarle a la Corte Constitucional declarar inexequible la ley que cambia las condiciones del plebiscito y su convocatoria. Así quedaría como que quiso refrendar la paz pero no lo dejaron. Y en ese caso Uribe y compañía respirarán con alivio, porque no quieren pasar por la ordalía de defender la guerra.

Para la democracia, esas perspectivas asoman ahora, pero para impedirlo están Uribe y el Centro Democrático, que colaboran con Santos en la infame tarea de intimidación, en el aliento a los que no prestarían a sus hijos para la guerra y por eso se dejan gobernar por los violadores de niñas. Tal actitud, increíblemente generalizada en Colombia por la barbarie del país y el enanismo moral de sus políticos, va en contra de toda la historia humana, en la que precisamente la libertad, la dignidad o la justicia exigían que quienes aspiraban a disfrutar de ellas tuvieran valor para defenderlas.

Que Santos convoque el plebiscito y que el mundo conozca el contenido de su paz y sus resultados (salvo los propagandistas de la izquierda, nadie dice nada sobre esa paz en la prensa extranjera, me gustaría que se supiera en qué consiste lo que prometen para ver cuántos aplauden esa infamia).

Que cada colombiano se haga responsable de su decisión, porque cuando Uribe da por sentada la estupidez, cobardía y bajeza de los ciudadanos sólo lo hace en aras de sus propias cuentas politiqueras.

(Publicado en el blog País Bizarro el 8 de diciembre de 2015.)