domingo, marzo 15, 2009

Cuentas galanas

Es muy llamativo leer artículos de progresistas hispánicos sobre las elecciones estadounidenses porque todos parten de una certeza más bien extraña: la del triunfo demócrata. Se preguntan cuál de los representantes de los excluidos, mujeres o negros, será el próximo presidente y con mayor frecuencia apuestan por el mulato, ejerciendo su sentimiento solidario con alguien que pese a ese handicap ha salido adelante. Verdaderamente la vida hispánica es como una comedia escrita a partir de un manual, el primitivismo generalizado es tan abrumador que es muy frecuente encontrar personas así.

La dificultad de entender mínimamente la sociedad estadounidense procede de un sentimiento problemático: realmente es muy triste comprobar que esa gente nunca llegará a ser como los colombianos, por mucho que se lo propongan. Ni siquiera como los franceses llegan a ser. La elección del candidato menos imperialista y más cercano a los oprimidos resulta un paso en la buena dirección, por eso queda la impresión de que el único obstáculo es la señora que representa a la mujer oprimida y relegada.

Y no, esos progresistas no dan en el blanco porque su premisa principal es que todo el mundo está lleno de rencor contra Bush por el sufrimiento que le ocasionó al pueblo iraquí al obligar a los patriotas a masacrar a sus compatriotas y al derrocar a su amado líder. ¡Algo humano les tiene que quedar, no pueden ser tan perversos y cínicos! ¡No pueden ser todos lacayos de mister Danger, semejante burro, ya lo dijo el coronel Chávez, “You are a donkey, mister Danger”. Seguro que la mayoría de los estadounidenses, por ignorantes y torpes que sean en comparación con los colombianos, están a punto de darse cuenta (o ya lo han hecho) de que estuvo muy mal elegir a ese genocida fanático borracho y sin categoría intelectual.

De modo que los que creemos más probable un triunfo republicano no tendremos ocasión de contar con la grata noticia de coincidir con casi todos los analistas de la prensa, al menos de la colombiana. Pero al menos para los pocos que leen este blog, vale la pena explicar los puntos que tiene a su favor un candidato republicano.

El más evidente, pero no el principal, o sí, el principal según la faceta de él que se mire, es que la situación económica no es tan promisoria como cuando ganó Clinton por primera vez. A la hora de evaluar a los candidatos, la gente mirará hacia los que tengan trayectoria de administradores eficientes, y alguien como el ex gobernador de Massachusetts Mitt Romney le resultará más atractivo que las figuras del Partido Demócrata.

Eso tiene mucho que ver con corrientes de mayor alcance que la elección de un gobernante: la mentalidad que defienden los demócratas es proteccionista y retrógrada. Su resistencia a firmar tratados de libre comercio con Latinoamérica sólo expresa el afán de asegurar empleos de baja calificación en EE UU a costa del desarrollo de otros países con los que, desde el punto de vista del interés nacional, conviene asociarse. Esa tarea de protección de los rezagados termina siendo dañina para la sociedad estadounidense porque fuerza a la gente a pagar más por las cosas y limita las potencialidades de los sectores más dinámicos, al tiempo que pone en desventaja la economía del país frente a los grandes bloques comerciales o a las grandes naciones emergentes del Extremo Oriente.

La inclinación a atravesar la nave del Estado de modo que obstruya el curso del río del libre comercio para favorecer a clientelas políticas define la vida latinoamericana, y no cabe duda de que si hubiera predominado en EE UU el poderío de esa nación sería apenas un poco mayor que el de la suma de Sudamérica. Esa tarea no tiene más futuro que desplazar rentas hacia los sectores que no pueden exportar y que se acostumbrarán a ser demasiado débiles para competir. Es una apuesta en la que se juega el sentido mismo de la sociedad, pero a diferencia de Latinoamérica en EE UU hay corrientes poderosas que se oponen a ese avance del dominio de la máquina estatal.

El pretexto de las garantías a los sindicalistas en Colombia es una muestra de otra característica de los demócratas: la política de la mentira. Primero porque las responsabilidades en esos asesinatos sólo están claramente establecidas en la propaganda de los amigos de la guerrilla, y segundo porque al cerrar las puertas a los productos colombianos no se hace nada por la suerte de los sindicalistas. Sí se puede decir que el gobierno debería haber hecho más para impedir esas muertes y para encontrar a los responsables, pero el conjunto de la violencia serviría igualmente para reclamarle por muchos otros fracasos: basta con ver a los congresistas demócratas reuniéndose con antiguos terroristas colombianos que colaboran en las tareas de espionaje de Chávez para comprender que la suerte de los sindicalistas es un pretexto, que quieren explotar el viejo mito de los gobiernos sudamericanos represores para cosechar votos entre personas ignorantes y distraídas.

Es el primer punto, dadas las circunstancias económicas los estadounidenses reaccionarían como hispanoamericanos si votaran al Partido Demócrata. Por eso tal vez los comentaristas del bando progresista dan por sentado que algún miembro de ese partido será el próximo presidente. Pero en la prosaica realidad, en la que no se parecen a nosotros, va a ocurrir que un personaje con la trayectoria del mormón Romney despierte muchos apoyos.

Pero otro tanto ocurre con un frente que tal vez mueva a tanta gente a votar como la economía: la seguridad. No creo que haya un solo progresista hispanoamericano que no haya experimentado una intensa sensación de desagravio el 11 de septiembre de 2001. Se puede decir que la radicalización de Chávez tuvo lugar a partir de ese momento, al igual que la de Ahmadineyad (que encontró votantes entre esos desagraviados en su país) y la de cientos de partidos de izquierda en toda Europa y en toda Hispanoamérica. El poder de una nación convierte en enemigos a los ciudadanos de las demás, no importa qué se haga con ellos. La primera enseñanza de las escuelas en Hispanoamérica es que el atraso de la región se debe a los estadounidenses y a los capitalistas.

A los estadounidenses esos atentados los llenaron de zozobra y necesidad de protección, por eso las restricciones y controles no les resultan tan afrentosas como a los que estarían encantados de ponerles bombas. Son las cosas de este mundo, no debería ser así pero no es algo que esté en nuestras manos cambiar.

También en el terreno de la seguridad pueden resultar más atractivos los candidatos republicanos Mccain y Romney que los demócratas. Es que un presidente que recuerde a Zapatero sólo complacería a una minoría. Allá, claro, en Colombia la gente tiene metas más elevadas.

Aparte, las posibilidades de un candidato republicano son mayores porque los que podrían ser designados por el Partido Demócrata cuentan desde ahora mismo con mayor imagen negativa, como ocurre con la favorita, Hillary Clinton. El peso que tengan las prevenciones raciales o el conservadurismo en el rechazo a Obama se confunde con el rechazo efectivo que puede proveer la falta de sustancia que muchos ven en su discurso: un tipo de seducción adánica que ofrece pocas certezas en un mundo en el que los atentados islamistas son peligros reales y en el que la amenaza de crisis económica está a la orden del día.

El otro factor que puede influir en las elecciones es el desenlace de la guerra de Irak, y de nuevo, la percepción de los que pueden votar es distinta de la de sus consejeros progresistas del Caribe y el Mediterráneo: ¡eran pocos los que festejaban cada masacre como un retroceso de los yanquis! Lo que hay que ver, se quedaban tan tranquilos condenando a los que mandaban poner las bombas y ahora tienen ellos la opción de elegir presidente y no están del todo convencidos de que los iraquíes vivían mejor en 2002 cuando no les robaban su petróleo. Da un poco de tristeza no poder ayudar, creo que haría falta mucha elocuencia para convencerlos de lo que saben todos los estudiantes de Bachillerato en Colombia (y en Venezuela y Bolivia hasta los de Primaria).

Puede que algún día la historia sea agradecida con Hugo Chávez: la incesante exhibición de arrogancia del patán —muy parecida a la de los narcotraficantes enriquecidos y en realidad fruto de un fenómeno parecido: de una prosperidad no derivada del trabajo y en últimas basada en la violencia y el engaño— termina siendo como una borrachera ignominiosa para una parte de la sociedad venezolana que sufre la otra parte y que causa revuelo en todo el vecindario. Que por ejemplo disuadió a muchos en México de votar por el correspondiente caudillo tropical y en Perú dirigió votos de tradición populista a Alan García, quitándoselos al poseedor local de la franquicia del chavismo. Puede que el mismo efecto, salvadas las distancias y el grado de su impacto, tenga el personaje en las elecciones españolas, y también en las estadounidenses. Para la parte del mundo que trabaja vendría a ser como el espantajo que protege las cosechas y que previene de intoxicaciones funestas.

Ah... el Partido Demócrata no es asimilable a un partido de izquierda en Europa, por ejemplo, su conducta respecto a Israel es más dócil ante las pretensiones del sionismo radical, que forma parte de su base electoral. Pero lo cierto es que la clase de personas que en Europa votan por los partidos de izquierda y por los defensores de Chávez en EE UU votan demócrata. Tanto el bolivariano como Ahmadineyad son útiles para la creación de un escenario grato al orgullo estadounidense y en alguna medida conveniente para que triunfe el partido de la tradición. ¡Qué lástima, cuando ya esperábamos todos que esos vergajos entraran en razón!

Publicado en el blog Atrabilioso el 30 de enero de 2008