lunes, abril 26, 2010

Educación infantil

Según una leyenda urbana que se oye mucho hoy en día, los pactos de estabilidad del gobierno con las empresas y las exenciones fiscales a la inversión están en la base del aumento del desempleo: a las empresas les resulta más rentable aprovechar el dólar barato y los premios por reinvertir que contratar gente, lo que afecta sobre todo a los trabajadores sin formación universitaria.

Digo que es una leyenda urbana porque si fuera por eso todos los adelantos en productividad tendrían el mismo efecto en cualquier parte del mundo. Ocurrió con la informatización, pero precisamente donde menos disminuyó el desempleo y donde se abrieron más oportunidades fue en los países que antes aplicaron todos los avances informáticos. Ocurrirá con la robótica y los demás procesos de automatización, que los procedimientos industriales más efectivos darán ventaja a los fabricantes de los países que antes se "posicionen" en el uso de esas nuevas posibilidades, generando riqueza gracias a la cual la mano de obra cesante encontrará forma de ganarse la vida.

Lo más extraño de todo eso es que se presente el aumento de cupos universitarios como la solución. ¿Se pretenderá que todo el mundo acabe una carrera? ¿O se intentará remediar la desigualdad gastándose los recursos de los más pobres en ofrecer a una minoría la oportunidad de alejarse de esa situación de miseria? Hasta ahora yo pensaba que la redistribución suponía un esfuerzo de igualación, pero parece que es al contrario, que el remedio para la pobreza es el de los Dead Kennedys: matar a los pobres. En este caso de hambre, y por un fin loable desde un punto de vista patriótico: se les quitará el Sisben y los auxilios de Familias en Acción, que los acostumbran a ser informales, para que algunos se vuelvan sabios y honren al país.

Muy extraño sobre todo porque la institución que permite una formación relativamente rápida y claramente orientada al trabajo es denostada por los mismos entusiastas del progreso. Supongo que el Sena no gusta porque es un sitio en el que la gente de escasos recursos aprende a trabajar y no a pensar, aunque en la hilarante germanía colombiana "pensar" signifique sencillamente "recitar el catecismo comunista" (no, no, por favor, no, no hablo del Manifiesto comunista, que sólo leen los miembros de las elites, sino de los volantes de propaganda y el periódico Voz). Tras esa confusión vienen todas las demás: la salida es la educación, pero "educación" quiere decir "adopción de la retórica chavista".

El hecho de que las personas con formación universitaria encuentren más trabajo que los que no la tienen no demuestra mucho respecto a las ventajas de esa inversión, y no se suelen publicar comparaciones entre la "empleabilidad" de los titulados universitarios y la de los egresados del Sena. Por ejemplo, puede tratarse de que las personas sin formación son aún muchas, por lo que para cada puesto que no exige calificación hay demasiados candidatos, o que el desempleo es de todos modos alto a causa de la violencia, de la fuga de capitales durante los noventa o incluso de los mismos avances en seguridad, que dejaron en la calle a mucha gente de la que recorría con su arma larga las calles del norte de Bogotá, etc., y los empleadores enganchan gente con título porque al menos han demostrado más maduración cognitiva que los demás. ¿Quién puede asegurar que trabajan en algo relacionado con lo que estudiaron? Bueno, estoy exagerando un poco: la burocracia sí contrata montones de titulados en leyes para que asesoren los informes y demás. Es una prueba de que la educación sí sirve, y de que la productividad es una causa del desempleo. Esos doctores no producen nada y sí tienen buenos ingresos.

Pero hay más: aun suponiendo que la formación universitaria en Colombia fuera buena, eso no garantizaría nada respecto al desarrollo del país y al bienestar de la población. En los países de la región que fueron ricos en el pasado se consiguió brindar educación superior de calidad. Venezuela es un ejemplo, Uruguay otro. La gente formada y diestra recibe una buena oportunidad de integrarse en países más ordenados y tranquilos: "Has demostrado que tienes talento, que no mereces malgastar tu vida entre nosotros, por eso invertimos la plata de los que no lo tienen para que te jubiles retozando con una rubia simpática y tan talentosa como tú en un país digno de tus méritos". Hermoso. De hecho, Colombia debería plantearse cómo atraer a esos profesionales para que produzcan en el país, en lugar de fastidiarlos enviándoles competencia en el mundo rico. Lo terrible es que eso requeriría empresas sólidas y rentables y no tanto un estudiantado combativo y consciente. No se puede tener contento a todo el mundo.

Lo cierto, y ya no sé cuántas veces he hablado de eso con ciudadanos españoles, es que en casi toda Hispanoamérica los titulados universitarios tienen una ortografía espantosa. Es verdad que un cirujano o un ingeniero pueden tener mala ortografía y desempeñar bien su trabajo, y que personas de gran valía, incluidos escritores importantes, tienen mala ortografía. Pero el hecho de que sea algo generalizado sólo demuestra una cosa: que entre los estudiantes colombianos el hábito lector es más bien raro. Vean, no es justo extenderse explicando que el rendimiento de los "profesionales", como el de cualquier persona, es menor si no están habituados a leer. Ya tiene mérito la paciencia que despliegan leyendo mi escrito para hacerlos perder más tiempo explicando algo que debería ser considerado obvio.

¿Tendrá algo que ver la lectura con el desempleo? Yo creo que sí, que la gente capaz de informarse tiene más oportunidades y que los países que antes redujeron el analfabetismo y divulgaron la lectura son los que mayor bienestar disfrutan. Claro que también son los mismos en que menos se recita la propaganda comunista, pero eso es difícil de explicar en Colombia. ¿Quién va a explicarles a los asesinos fanáticos que dan clases en las universidades que sus diatribas y sus galimatías leguleyos son la principal causa del atraso y que ellos no representan el "pensar" ni la "conciencia" sino los privilegios bárbaros de las clases más improductivas de la vieja sociedad?

Alguien que piense en asimilar a Colombia a esos países desarollados debería prestar atención a la lectura, incluso si tiene oportunidad de que sus hijos accedan a la educación superior y emigren a países más ricos, porque un nivel alto de lectura en el medio multiplica el acceso real al conocimiento y la competitividad de los egresados. Lo que se oculta tras la revolución y demás sueños de los doctores es el intento de asegurar los privilegios antiguos apoyándose en palabrería como la del gorila rojo, aunque a veces con mejores modales.

Pero es que la educación es otra actividad humana cuyo rendimiento también se puede evaluar. Y si aceptamos que el hábito lector multiplica la productividad del esfuerzo educativo, ¿qué se podría hacer para brindar realmente a todos los colombianos mejores oportunidades? Durante los gobiernos de Uribe se ha extendido ampliamente la cobertura en educación Primaria y Secundaria, pero seguramente los bachilleres seguirán teniendo tan poca afición a leer como los que se graduaron hace varias décadas.

Pensando en eso, ¿qué podría ofrecer un candidato presidencial para que lo apoyemos? Yo creo que la educación básica rendiría mucho más si empezara antes, como de hecho empieza en los países más avanzados. Tal vez en lugar de ampliar los cupos en universidades públicas convenga avalar créditos para las privadas, reforzar la calidad del Sena y ampliar sus cupos, y empezar a desplegar establecimientos de educación infantil, para niños de tres a seis años. Primero porque la escuela más que transmitir conocimientos permite integrar al individuo en la comunidad, y esa inserción será más fácil si empieza antes. Segundo porque las bases de la lectoescritura se sientan mejor antes, si se permite a los niños familiarizarse con los libros y con las letras antes de que se los esté sometiendo a calificaciones y tareas. Tercero porque de esa educación ya disfrutan los más acomodados, lo que les da ventajas enormes respecto a los demás. Cuarto porque la calidad de vida de los padres, y sobre todo de las madres, aumentaría al no tener que dedicar la mayor parte del día a lidiar con los niños...

Ya sé que es perder el tiempo porque en Colombia apenas hay energía para librarse de las intrigas del hampa de siempre, de las leguleyadas de cada día, de las añagazas propagandísticas, de los crímenes incesantes, de la "lucha" que lanza a los jovencitos más sanos y enérgicos a amedrentar a los transeúntes y usuarios de busetas, de los mil engaños y habladurías y leyendas urbanas que son a fin de cuentas una y la misma cosa que la tradición que perpetúa el atraso. Pero es peor callarse.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 2 de diciembre de 2009.)

miércoles, abril 21, 2010

Guerra y campaña

Los votos del miedo
Cada día hay alguna noticia nueva sobre la actuación belicosa del gorila rojo contra las instituciones colombianas, y el sentido de los titulares y también de los escritos de opinión es por lo general desconcertante. Lo que hasta ahora no he encontrado es lo obvio, lo que realmente importa: que la agresión es un intento de incidir sobre el "conflicto" colombiano, un "conflicto" que tiene importantes implicaciones políticas y que podría cambiar de rumbo según los resultados de las elecciones del próximo año. Las amenazas y los atropellos de Chávez son parte de la campaña electoral de la oposición, tanto como las masacres de las bandas terroristas dentro del país.

La agresión rentable
Lo más interesante de la situación es esto: que el gobierno obra con extrema prudencia, gracias a lo cual recibe aplausos de la oposición. Pero la prudencia sólo viene a ser la autorización para cometer más desmanes. La belicosidad es muy rentable para Chávez: fuerza la adhesión entre los militares, da poder dentro de las instituciones a los más leales y despiadados, debilita a los gobiernos regionales díscolos, halaga el orgullo chovinista de la chusma, distrae la atención de las fuerzas armadas colombianas, que podrían estar acosando a las FARC, y va minando la confianza de los colombianos, que cualquier día deciden que es mejor no tener bases compartidas con EE UU pero sí poder exportar a Venezuela y vivir sin el riesgo de que les lancen misiles.

Hagas lo que hagas lo lamentarás
Para el gobierno colombiano no es viable entrar en una carrera armamentista con Venezuela, y tampoco puede pensar en responder agresivamente, porque con eso les estaría dando argumentos a los que desde antes acusaban al "caudillo" de "retórica belicista". Y eso alentará a Chávez a proveer de armas y hasta tropas a las FARC, que podrían atacar y volver a territorio venezolano, convertido en burladero para la ocasión. De tal modo, César Gaviria y Ernesto Samper felicitan al gobierno por su prudencia porque la escalada de agresiones de Chávez le abre grandes expectativas a su alicaído partido. Lo terrible es que el gobierno se confíe en los aplausos de esos socios de Piedad Córdoba y en realidad también de Chávez, al que Gaviria protegió cuando la población se le rebeló en 2002 y al que Samper respalda cada vez que tiene ocasión. Ambos están haciendo caja con el triunfo que les representa la humillación del gobierno colombiano y con la certeza de que la escalada terminará por generar suficiente miedo para derrotar en las elecciones a cualquier candidato uribista.

Guerra civil transfronteriza
Muy poca gente en Colombia cree posible una guerra con Venezuela. Las guerras entre países suelen enfrentar a gentes de culturas distintas y suelen ser la maduración de enemistades heredadas. Nada de eso ocurre entre Colombia y Venezuela, pero en cambio sí hay una cultura del odio, que es la que durante todo el siglo XX inculcaron los totalitarios y populistas en amplios sectores de la población de ambos países. Chávez no es un producto venezolano sino la izquierda andina en el poder. El intento de poner un gobierno socialista en Colombia no corresponde al anhelo de dominación de una nación sobre otra, sino a la convicción del tirano de que así podría ayudar a hacer la revolución. Por eso la complicidad del "liberalismo", del pastranismo y del PDA es algo muy difícil de tapar: todo lo que hace Chávez es ayudarles a recobrar el poder de que disfrutaron durante los noventa, a medida que se multiplicaban los secuestros y que la tropa dócil al Partido Comunista se hacía con el control del tráfico de drogas.

La prensa incoherente
Esa labor compartida de Chávez y la oposición colombiana es complementaria a la que lleva a cabo la prensa local. Todos los improperios que ha usado el sátrapa han salido en la prensa, incluso en los editoriales. Las supuestas intenciones amenazantes para Venezuela del acuerdo sobre las bases compartidas son día a día denunciadas por los columnistas y entre líneas en cualquier noticia de actualidad, al tiempo que un personaje tan resueltamente afín a las FARC como la senadora Piedad Córdoba fue nombrada personaje del año por El Espectador y cuenta con el respaldo sistemático de los redactores y de casi todos los columnistas de Semana. Basta con ver la cantidad de artículos que aparecieron ensalzándola cuando se conoció la noticia de que podría ser candidata al premio Nobel de la Paz. La prensa colombiana está detrás de la agresión de Chávez, pero no puede proclamarlo porque despertaría la rabia de mucha gente.

Del ahogado el sombrero
Esa ambivalencia se detecta día a día, y en algunos casos adquiere rasgos grotescos. Por ejemplo, Enrique Santos Calderón se queja de la indiferencia del gobierno estadounidense ante las agresiones de Chávez. ¿Recordará alguien lo que se escribía sobre el anterior gobierno estadounidense, más dado a la solidaridad con la democracia colombiana? Sin el menor escrúpulo ese patrón del terrorismo totalitario pretende aprovechar las agresiones de Chávez para despertar el sentimiento antiamericano, tan arraigado en Colombia. Se podría decir que lo que le pasa al gobierno de Obama es que sus funcionarios dedicados a asuntos relacionados con Hispanoamérica leen la prensa colombiana. La desfachatez de ese forjador de las FARC (que llegó a usar las prensas del diario de la familia para imprimir Voz Proletaria) es una prueba de la afinidad entre el oligopolio de medios y Chávez. No es raro que otro valedor de Piedad Córdoba, Daniel Samper, incida sobre el mismo punto, casi con las mismas palabras.

Colombia aislada
Otro tema frecuente en la prensa de estos días es la indiferencia de los "países amigos" ante las amenazas del gorila rojo. Lo primero que hay que preguntarse es ¿cuáles son esos amigos? ¿Serán los "países amigos" que presionaban de todas las maneras posibles a Pastrana para que siguiera colaborando con las masacres de las FARC en tiempos del Caguán? ¿O serán esos gobiernos socialistas a los que casi todos los columnistas de la prensa colombiana han elogiado siempre por mucho que colaboren abiertamente con las FARC, como es el caso de Brasil? También se podría decir que ni siquiera el gobierno ecuatoriano ha secundado las amenazas de Chávez ni las ha aplaudido. En cuanto a EE UU, está claro que el interés primordial de Obama es complacer a su electorado, al que las redes de socios de las guerrillas tienen convencido de que Colombia vive bajo una dictadura genocida y ellos son las víctimas. Lo que pasa es que entre esas redes destaca en primer lugar la prensa colombiana.

La respuesta posible
Así las cosas, lo único claro es que las agresiones de Chávez continuarán y se agravarán y que el gobierno no podrá atacar el territorio venezolano para no darle motivos al tirano para usar sus nuevos juguetes bélicos. Pero no hacer nada conducirá al candidato unificado de la oposición a negociar por su cuenta con Chávez el fin de las agresiones. El gobierno necesita algún logro significativo sobre las FARC, por una parte, y por la otra denunciar a Chávez ante la CPI. A pesar del sesgo que puedan tener los miembros de esa corte, las formas del derecho harían imposible exculpar lo que ha hecho el sátrapa. Petro y compañía se frotan las manos cuando Uribe saca pecho por no hacer nada, y tienen razón porque saben que tanta inacción desgastará el prestigio del gobierno. Bueno, por otra parte se sabe que Uribe no lo hará, tal como no fue capaz de convocar una constituyente ni de crear un partido basado en ideas. La imagen de Gaviria y Samper felicitándolo es la prueba de que Chávez acierta con sus amenazas. Se sienten seguros de poder poner a uno de los suyos en la presidencia en 2010.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 25 de noviembre de 2009.)

viernes, abril 16, 2010

El modelo "Pro-rico"

El consenso generalizado entre los colombianos a la hora de rechazar a los ricos es un rasgo llamativo de la mentalidad predominante. Y es curioso: lo que distingue a un país desarrollado es que en él los ricos se sienten bien. Mejor dicho, los países desarrollados son aquellos que gustan a los ricos, bien por la oferta de lujos, bien por la tranquilidad, bien por el prestigio de su cultura, bien por las oportunidades de negocio que se presentan. Una de las fuentes de ingresos más importantes para la mayoría de los países es el turismo, y el éxito en este campo depende en gran medida de que se consiga atraer visitantes ricos, razón por la cual infinidad de países se esfuerzan por corregir todo lo que podría espantarlos.

Ésa no es la visión que predomina en Hispanoamérica. Todavía recuerdo un artículo del inefable dandi taurino Antonio Caballero en plena época del Caguán quejándose de que veía demasiados estadounidenses en Colombia. El ejecutor de los sueños de gente como Caballero, el espeluznante Hugo Chávez Frías, ha convertido a su país en uno de los que menos desean visitar los ricos de otros países, por no hablar de los propios, que huyen desde que él empezó a "gobernar", dejando sus bienes en manos del hampa que asciende con el sátrapa (Venezuela es, de lejos, el país más corrupto de Hispanoamérica, según Transparencia Internacional). Más resuelto aún, el "caballerista" africano Robert Mugabe ha arrastrado al hambre a la población de su país con el muy patriótico pretexto de expropiar a los granjeros blancos.

De modo que cada vez que oigo hablar del "modelo pro-rico" me parece un elogio involuntario: claro que una política correctamente enfocada tendría por objeto que la gente en Colombia se enriqueciera. Pero en las universidades colombianas la "enseñanza" unánime conduce a pensar que aquello que obtienen los ricos es lo que quitan a los pobres, con lo que cuando personajes infectos como la senadora López Montaño hablan del "modelo pro-rico" su público se siente legitimado en toda su violencia y perversidad. ¡Parece que se estuviera cometiendo la mayor injusticia! ¿Habrá algún país sin pobres en el que no haya ricos? No; sólo hay países más ricos que otros: los más ordenados, productivos, amables, respetuosos de la ley, solidarios y justos. En las satrapías totalitarias los poderosos no necesitan ser ricos, pues disponen de todo sin necesidad de comprarlo. ¿Cuándo entenderán que el hecho de que las víctimas de las universidades colombianas crean que Cuba es preferible a Luxemburgo sólo es la persistencia de un esclavismo atávico?

Esa ideología de la suma cero es tan impresionante que hasta un enemigo del gobierno como Rudolf Hommes la reseña:

Pareciera que culturalmente, por aquello de que es más difícil que un rico llegue al cielo a que pase un buey por el ojo de una aguja, cuando los colombianos pensamos en justicia social o distribución, la mayoría lo entiende como un "juego de suma cero" en el cual se les quita a aquellos para darles a estos.

En Colombia, cuando se habla de distribución es de repartir lo que hay y la idea de 'justicia' va acompañada del concepto de "castigo", que consiste en quitarle al rico para darle al pobre.

Esto se refleja en otra característica popular que consiste en que la gente se siente con derecho a tener ciertas cosas aunque tenga que robar, engañar o hacer trampa para obtenerlas. Y en el ejercicio de los negocios, muchos operan con la idea de que son "juegos de suma cero" en los que lo que uno gana lo pierde otro.

El escándalo reciento por el programa Agro Ingreso Seguro ha servido para el despliegue de la peor demagogia. La inmensa mayoría de las columnas, como es habitual en la prensa colombiana, presentan el programa como una simple forma de robar recursos públicos y repartirlos entre los amigos del gobierno. Al respecto conviene prestar atención a lo que señala Alfredo Rangel:

Entre los años 2002 y 2009 se han incorporado 700.000 nuevas hectáreas a la agricultura, o sea un 16 por ciento adicional, y la productividad por hectárea se incrementó en 10 por ciento. Como resultado, antes producíamos 22 toneladas de alimentos y hoy producimos 27 toneladas, un 22 por ciento más. Por eso la inflación de alimentos es la más baja de los últimos 20 años. Simultáneamente la pobreza rural bajó de 80 por ciento a 65 por ciento y el desempleo rural descendió de 10,8 por ciento a 7,4 por ciento. Hoy obtenemos tres veces más divisas por nuestras exportaciones de alimentos que lo que pagamos por las importaciones. Y si estas últimas han crecido un poco es para alimentar gallinas y cerdos para satisfacer la enorme demanda de proteína animal que por sus bajos precios consume en forma creciente la población colombiana.

Pero como estos datos que demuestran el éxito de la política agropecuaria son irrebatibles, entonces Robledo, los liberales y algunos medios insisten en que AIS es un programa "pro-rico" y ''le da plata al que no la necesita". Argumento efectista, burdo y populista. Primero, porque está probado que el 98 por ciento de las 316.000
familias campesinas beneficiarias son pequeños y medianos productores cuyos patrimonios en su mayoría no pasan de 250 millones de pesos. Esas familias también han recibido el 86 por ciento de los subsidios, porcentaje superior al 70 por ciento que el mismo senador Robledo declaró aceptable en el momento que se discutió y aprobó AIS en el Congreso. Segundo, porque este no es un programa asistencial como el Sisbén, sino de estímulo a la producción, y por eso los subsidios deben llegar a los productores pequeños, medianos y grandes, para crear más riqueza y más empleo. Tercero, porque aquí no se trata de regalar plata improductivamente, sino de incentivar la inversión y el desarrollo del campo. Así, por cada peso de subsidio estatal, el beneficiario ha tenido que invertir cuatro pesos de su propio bolsillo. Cuarto, hay que recordar que el Incentivo a la Capitalización Rural -componente de AIS- fue creado en 1993 por César Gaviria para aliviar los efectos de una apertura descontrolada que arruinó a muchos empresarios agrícolas. También lo aplicaron Samper y Pastrana, sin que en esas épocas fuera criticado por los críticos de hoy. Puro oportunismo. Y quinto, porque AIS es mucho más democrático y equitativo que programas similares de otros países. Así, mientras en Colombia los pequeños y medianos campesinos reciben el 84 por ciento de los recursos, en la Unión Europea sólo reciben el 50 por ciento; en Francia, el 40 por ciento; en México, el 33 por ciento, y en Inglaterra, el 16 por ciento, para citar sólo algunos ejemplos.

No estaría mal que el debate que presentan los opositores se basara en cifras reales y no en la incidencia sobre los prejuicios ideológicos de la gente. Más allá de esa clase de críticas, los subsidios agrícolas se cuestionan con frecuencia por lo que tienen de apoyo a la ineficiencia. El problema de esa clase de argumentación es que nadie ha demostrado que sin subsidios la agricultura fuera viento en popa. El mismo Hommes, aludiendo a AIS decía:

Y el novio de la reina de belleza remató confesando que si no le hubieran regalado plata no hubiera emprendido el negocio.

Extraño "razonamiento" que delata el interés de hacer demagogia con el asunto: ¿no sería lo realmente escandaloso que subsidiaran a quien de todos modos habría emprendido el negocio? Es que precisamente se subsidia porque las inversiones no son suficientes para la potencialidad del sector.

En la misma dirección se critican las exenciones tributarias, los pactos de estabilidad y la posibilidad de desgravar las inversiones. Eso también encuentra fervorosos aplausos en los medios universitarios. Primero, ¿no es Colombia un exportador de materias primas? Eso hace pensar que la provisión de recursos que recibe el Estado debería alentar una fiscalidad baja para quienes crean empleo y producen, pero la mentalidad tradicional conduce a esa noción "anti-empresa". No se trata ya de ricos y pobres, pues ¿será por casualidad pobre la senadora López Montaño? La inmensa mayoría de los empresarios tienen ingresos muy inferiores a los suyos como senadora, y si hubiera el menor interés en reducir la desigualdad ella misma habría promovido el fin de la exención de la cuarta parte de los salarios del impuesto de renta. Lo que ella tiene exento es unas diez veces lo que se gana de promedio un colombiano.

El punto es la presión "redistribuidora" de los grupos parasitarios de siempre, que opera a favor del despilfarro estatal y a costa de la producción, el crecimiento y el bienestar de la mayoría de la gente.

Esa polémica hace recordar la trayectoria del difunto líder chino Deng Xiaoping: tras el fracaso del esfuerzo colectivizador del Gran Salto Adelante, Deng, un comunista curtido y leal, pero práctico, se planteó, hacia 1960, aquello de que "da lo mismo que el gato sea negro o gris con tal que cace ratones". Es decir, en lugar de la ingeniería social, Deng optaba por el aumento de la producción, que sin la menor duda implicaba el permiso para enriquecerse (tal como había ocurrido en la URSS al comienzo de la década de 1920, con la Nueva Política Económica). Tras la reacción de la Revolución Cultural y la muerte de Mao, al ser rehabilitado, Deng lanzó un programa de modernización económica que ha permitido tres décadas de crecimiento sostenido en ese país.

Naturalmente no faltan los que se quejan de las desigualdades que la liberalización produce: parece que la vida de los chinos hace cincuenta años, cuando murieron más de veinte millones de hambre, o durante la Revolución Cultural, cuando la inmensa mayoría de la gente comía una vez al día, fuera mejor que ahora.

Y es que los alegatos contra el "modelo pro-rico" son sólo resistencia al progreso de los enemigos del comercio. Lo que hizo Deng en China fue precisamente favorecer el enriquecimiento creciente de los ciudadanos, obviamente primero de los más productivos, y por supuesto que tuvo formidables resistencias. Aunque seguro que no fueron tan poderosas como en nuestra región porque China es una cultura antigua y compleja, y sin duda allá la gente no está esperando que la riqueza salga del subsuelo y sea suficiente para pagarlo todo.


(Publicado en el blog Atrabilioso el 11 de noviembre de 2009.)

domingo, abril 11, 2010

La labor de la quinta columna

Pensándolo un poco, el hecho de que la caída del comunismo en Europa coincidiera con el comienzo de su mejor época en América es menos paradójico de lo que parece a primera vista: una vez desaparecida la amenaza soviética, Estados Unidos dejó de gastar energías en contener las poderosas corrientes totalitarias de las republiquetas del sur, en gran medida porque se impuso la creencia de que las elites políticas se merecían el descontento que podría barrerlas. Al parecer no se les ocurrió que el comunismo era una buena jugada de esas elites políticas, una tecnología superior para asegurar la permanencia de la cleptocracia.

El precursor fue el mismo Fidel Castro, que no tenía ninguna relación con el Partido Comunista hasta un mes antes de la toma del poder, cuando el Che Guevara se reunió con los dirigentes de la sucursal comunista cubana. Quien sí había sido aliado de los comunistas era Fulgencio Batista; durante su régimen el partido y su prensa eran legales. Ese aspecto "tecnológico" del proyecto totalitario es en extremo interesante: un ex agente de la CIA y despiadado perseguidor de los comunistas como Sadam Husein se inspiró en los métodos de Stalin para asegurarse el control de su país.

A partir del triunfo de Chávez en Venezuela y del afianzamiento de su régimen "bolivariano", diversas tendencias tradicionales de la región se encontraron con un modelo eficaz que prometía asegurar la persistencia en el poder de quienes lo adoptaban: el golpismo militar tradicional se mezcló con el guerrillerismo, con el populismo, con el indigenismo, con las nuevas corrientes de retórica de los derechos, etc., y de repente el viejo sueño de hacer la revolución empezó a hacerse factible y fácil de entender: Chávez provee dinero; los universitarios, marchas; los indígenas, asonadas; los intelectuales, diatribas; los sindicalistas, huelgas... Tras un triunfo electoral se cambia la Constitución y se implanta un régimen de terror que por un tiempo permite algunas libertades. En la mayor parte de los países de la región el modelo ha tenido éxito. Falta Colombia.

Ése es el sentido de la escalada bélica de Chávez: la revolución pendiente. Por eso no hay diferencia entre los fines de Chávez, los de las FARC y los de la izquierda colombiana. Sólo es la función la que cambia. Bueno, la izquierda colombiana, gracias a los millones de Chávez y al poder que conservan las FARC, concentra toda la oposición al gobierno actual: el hecho de que cuatro ex presidentes presionaran a Uribe para que despejara Pradera y Florida no es un hecho banal, como tampoco lo es la retórica incendiaria, calumniosa, deslegitimadora y abiertamente orientada a favorecer a los terroristas que despliegan las maquinarias de propaganda de las viejas elites: Semana, El Espectador, El Nuevo Siglo y El Tiempo (si bien en este último la entereza de los antiguos redactores de Alternativa desfallece ante la presencia de varios miembros de la familia propietaria en el alto gobierno).

Pero la intención de Chávez no es nueva: ya en tiempos del Caguán se sabía que quería poner una fábrica de munición para el tipo de fusiles que usan las FARC. Por eso es muy torpe suponer que la escalada es sólo el resultado de las dificultades que tienen los venezolanos o del probable descontento con el régimen. Primero porque Chávez no tiene miedo de que la gente empobrecida se le rebele, para eso tiene suficientes elementos de control organizados por los cubanos, y segundo porque la transformación de ese descontento en rebelión requeriría al menos el arraigo de valores diferentes entre la población. No tiene sentido esperar que la gente que se ilusionó con el sueño justiciero del gorila rojo se convierta de repente en liberal y ansiosa de disfrutar de las mieles del capitalismo y de trabajar duro para integrar a su país en el mundo civilizado.

Lo que pasa es que el afianzamiento de Chávez coincidió con el de Uribe y con el retroceso militar de las FARC: la manifiesta afinidad del tirano con los terroristas en declive terminó generando mucho rechazo a su figura en Colombia y aun dificultades en el país para los sectores políticos que trabajan por la revolución. De tal modo, la explotación del anticolombianismo y la amenaza de guerra es no sólo una forma de cohesionar a sus seguidores y arrinconar a los críticos con el pretexto patriótico, sino también de incidir en la campaña electoral colombiana. El acuerdo para el uso conjunto de las bases militares con EE UU le sirve de pretexto para escalar la retórica belicista. Y sus socios colombianos no tardan en cobrar las amenazas, tal como siempre han cobrado las atrocidades de la tropa de niños que les hace el trabajo sucio.

En eso contexto se entiende la insistencia de Gustavo Petro en pedirle al gobierno colombiano que renuncie al acuerdo. Sabe que no le harán caso, pero así puede justificar la agresión de Chávez. Lo último es la carta a Obama, que tiene el mismo fin y que en rigor es parte de la agresión del régimen venezolano. Aunque también hace reír con sus florituras leguleyas y su desparpajo. La verdad es que uno lo entiende bien y sabe a qué juega, pero la infinidad de lisiados morales que lo justifican o le creen sacan de quicio a cualquiera.

Más repugnante por su perversidad es el escrito del lamentable mártir heredero Héctor Abad Faciolince. Lo más sucio, lo más bajo, lo que más claramente hace de ese canalla un criminal de la peor calaña es que se presente como alguien imparcial que condena a Chávez y a las FARC. Así consigue aliviar las culpas de los que vacilan y aprovechar la rabia que generan las amenazas del gorila rojo para favorecer su agresión. Esa clase de personajes, esa clase de prensa, son la quinta columna de la agresión chavista, mucho más peligrosos que los niños del partido que dirigía el mártir senior.

Conviene prestar atención a las mentiras de ese canalla porque forman parte de la agresión, y desgraciadamente encuentran público:

Hace algunos meses el presidente Uribe declaró que sólo se quedaría otros cuatro años en el poder si ocurría una hecatombe. Y bien, la hecatombe se está fraguando en la frontera con Venezuela, con gran euforia de los gobiernos de uno y otro lado. Tanto a Uribe (por su segunda reelección) como a Chávez (por sus desastres internos) el ambiente de preguerra les conviene. Y como les conviene, harán todo lo posible porque la tensión se mantenga e incluso aumente hasta llegar a alguna escaramuza.

Lo que he puesto en negrita es completamente falso. ¿Se imaginan que Uribe tiene la posibilidad de concentrar esfuerzos para capturar a Cano y desbaratar los frentes de las FARC que operan en el sur del país, pero en lugar de eso tiene que estar pendiente de la posibilidad de que el ejército venezolano entre en Colombia? ¿Y si no hubiera problemas con el vecino y Colombia estuviera exportando por montones toda clase de productos? ¿En qué le conviene a Uribe?

Lo que pasa es que la propaganda y diversos tipos de presión tienen a cierta gente condicionada a la hostilidad hacia el gobierno: no faltan los que aluden al programa Agro Ingreso Seguro como un simple robo. Como la gente no se esfuerza en entender lo que pasa, y menos va a desautorizar a toda la prensa, tal falacia cuela fácilmente. La suposición de que el ambiente prebélico le conviene a Uribe es un viejo recurso de la propaganda comunista. Una vez creado el demonio, se le atribuyen todas las intenciones perversas que se quiera. No hace falta que tengan ninguna coherencia.

De ayer es la noticia del movimiento de tropas venezolanas hacia la frontera colombiana. También de ayer el dato de que noventa colombianos sin papeles serán deportados de Venezuela. De antier el asesinato de otros nueve que según algunos jugaban al fútbol y según otros conspiraban. De trasantier las mutuas acusaciones de espionaje y el asesinato de dos guardias venecos. Como denunciaba hace poco Ibsen Martínez, la xenofobia anticolombiana tiene en Venezuela una vieja tradición política en momentos de crisis de popularidad: “La pérfida Colombia vuelve a ser, como de costumbre, motivo electoral”. Y por supuesto el confuso e inoportuno acuerdo de bases colombianas abiertas a los militares estadounidenses son el pretexto perfecto (porque además tiene un fondo de verdad) para gritar que el lobo viene ya.

La enumeración de hechos violentos tiene un solo actor: el chavismo, pero ¿no recuerdan que las ONG formadas por los amigos de Abad Faciolince hacen la cuenta de las víctimas de las FARC y después se las cargan a "la violencia política" y después culpan al gobierno por no resolver la violencia política mediante el procedimiento de premiar a las FARC? Es lo mismo: los crímenes del chavismo ya son atribuibles al interés de Uribe en ganar el referendo: ¿qué importa quién los comete? El problema tremendo es un país en el que tales métodos son los normales en la prensa. En el que lo corriente es la mentira interesada en el ascenso del crimen (hay que leer por ejemplo los reportajes que Abad escribía sobre la Venezuela de Chávez, o su continuo reconocimiento a William Ospina, el ganador del Rómulo Gallegos después de aplaudir a Chávez). Estos personajes, promovidos por la secta comunista y aun por gobiernos de malhechores como el de Saºmper (también aliado de Chávez), encuentran el aplauso generalizado de la gente servil que predomina entre la cómica intelligentsia criolla.

Las Farc fueron el gran elector de Uribe en las dos campañas presidenciales anteriores. Arrinconadas ahora y menos protagonistas, el nuevo gran elector de Uribe será Chávez. Y si no Chávez, el espantajo que su figura y su gritería significan para la mayoría de los colombianos. Este coronel con sus modos estrafalarios, con su verborragia agresiva, con su fiebre consumista de armamentos modernos, sirve también aquí para crear la idea equivocada, pero muy arraigada, de que solamente Uribe puede contenerlo. Como si una guerra —supongamos que la hubiera— se ganara con sombrero, poncho, gritos y carriel. Si Chávez se atreviera a invadir nuestro país (y no se atreverá) cualquiera de los actuales candidatos colombianos que fuera presidente le daría total apoyo a nuestro ejército para repelerlo al instante. A Chávez, sin duda, le gusta desestabilizar, apoyar a las Farc, pero sabe que una guerra convencional la perdería contra un ejército mucho más numeroso, y el más entrenado a luchar de toda Suramérica.

El procedimiento es el mismo: todos los adjetivos que se descargan sobre Chávez refuerzan la acusación de que ayuda a elegir a Uribe. Las mentiras son grotescas: los candidatos de la oposición colombiana son casi abiertamente empleados de Chávez, incluido Sergio Fajardo, que ahora tiene en sus listas a Luis Eladio Pérez, el desvergonzado propagandista de las FARC. ¿No es prueba de que apoyarán a Chávez el que Petro pretenda convencer a alguien de que la agresividad del patán venezolano es el resultado del acuerdo con EE UU? Bueno, es que también Abad condena el acuerdo y justifica la agresividad venezolana respecto de él, como si Chávez no estuviera entrometiéndose en Colombia y amenazándola hace tiempo. Basta con pensar en la situación de Colombia, con clara inferioridad de armamento, sin alguna forma de respaldo exterior. ¡Abad ya estaría de ministro vitalicio!

Es triste que Latinoamérica, el continente con menor tradición de guerras internacionales del mundo entero, una de las más pacíficas regiones del mundo (en términos de guerras entre los vecinos), se esté hundiendo por culpa de Colombia y Venezuela en una retórica belicista creciente. No podemos aceptar que esta retórica guerrerista, por el hecho odioso de que les convenga tanto a Uribe como a Chávez, nos la vengan a imponer como un destino irremediable. Estos dos gobiernos son inoportunos y nefastos porque claman al odio, porque su animadversión es simétrica y complementaria, porque azuzan el nacionalismo más cerrero y primitivo, porque uno y otro se quieren perpetuar en el poder como si sólo este par de falsos mesías nos pudiera aliviar de nuestras desgracias.

¿Cómo puede pasar inadvertida una sarta de mentiras absurdas como ésa? Porque la atmósfera de propaganda fanática de los que buscan la revolución y la integración en el Alba nubla la razón de la gente cooptada para ese fin, por ejemplo de los estudiantes. ¿Cuál es la retórica belicista colombiana? Propiamente, ¿cuándo ha hecho gala el gobierno colombiano de retórica belicista? Es imposible clamar al odio, pues se clama a alguna autoridad superior (al cielo, por ejemplo), pero no a una pasión. Lo cierto es que el gobierno colombiano NO INCITA EL ODIO CONTRA VENEZUELA NI AZUZA EL NACIONALISMO. Se trata de más mentiras que forman parte de los diversos pretextos con que el gorila rojo intentará invadir a Colombia. Parece que Abad Faciolince espera ganar también el Rómulo Gallegos. O hay ya una conspiración para aprovechar los juguetes bélicos de Chávez y el escritor intenta posicionarse para un cargo importante.

Me recordaba hace poco Armando Montenegro que durante las crisis anteriores con Venezuela los escritores, artistas e intelectuales de los dos países jugaron un valioso papel de distensión. Una vez García Márquez y Miguel Otero Silva se comprometieron a salir a la calle a gritar ¡Viva Venezuela!, el primero, y ¡Viva Colombia!, el segundo, si los gobiernos se obstinaban en llevarnos a la guerra. Creo que ha llegado el momento de inventarnos un movimiento pacifista ciudadano parecido. No podemos dejar que Uribe y Chávez, estos exaltados a los que les convienen estos amagos de guerra, nos lleven pasivamente a una hecatombe absolutamente evitable e innecesaria.

La basura de este canalla es EXACTAMENTE la típica propaganda fascista: recuerda el incendio del Reichstag, cuando los propagandistas hitlerianos salieron a acusar a los comunistas del crimen. ¿De qué modo el gobierno colombiano "se obstina en llevarnos a la guerra"?

Otro objetivo evidente de esta clase de propaganda es acobardar al gobierno colombiano, cosa que al parecer no es necesaria, pues la lógica del apaciguamiento parece guiar su conducta. ¿Por qué no ha rechazado de plano las propuestas de mediación de Brasil y España? Es obvio que ambos gobiernos pretenden sacar ventaja para Chávez de las agresiones y debilitar la posición de Colombia explotando el tema de las bases. ¿Por qué va a dar quejas a la OEA sabiendo que es un órgano cuyos dirigentes y cuyos miembros son mayoritariamente sumisos a Chávez?

Esa lógica de apaciguamiento sólo sirve para que el criminal se envalentone y mande a sus propagandistas a justificar sus agresiones (que resultan culpa de la inexistente retórica belicista del gobierno colombiano). Lo que debería hacer el gobierno colombiano, y cada vez somos más los que pensamos en eso, es...

DENUNCIAR A CHÁVEZ ANTE LA CORTE PENAL INTERNACIONAL.

Sólo ocurre que antes de eso esperará y buscará congraciarse con Insulza, Lula y Zapatero, o esperará algún gesto de Obama, que a lo mejor hasta consiente en desistir de usar las bases para merecer el premio Nobel de la Paz (como le sugería Chávez). A fin de cuentas, quienes pueden morir no son los ministros ni la gente que los rodea.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 5 de noviembre de 2009)

lunes, abril 05, 2010

La ciencia chabacana

El lector de la prensa colombiana está condenado a encontrarse a todas horas con la propaganda: hay mucha más propaganda que discusión. No es ninguna sorpresa que los temas tecnocráticos sirvan para la demagogia, que los literatos más reconocidos sean poco más que oradores veintejulieros, que el tráfico de drogas se convierta no en la culpa de ciertos colombianos sino de quienes intentan perseguir el negocio. Bueno, esto último es casi obsesivo: no pasa una semana sin que vuelvan sobre el viejo tema, el halago fácil a la ignorancia de una gentecita cuyas fórmulas para resolver los problemas son tristemente pueriles, pero que se ven gratificadas al ver repetida la misma monserga en letra impresa. Lo dicho: propaganda.

Últimamente prolifera otro Leitmotiv: el derecho a abortar. Pero en realidad es un pretexto de otro tema propagandístico habitual, muy útil sobre todo cuando se han reducido tanto las masacres y la gente respira aliviada, de modo que no es fácil asustarla con las que cometen los peones de los propagandistas ni soliviantarla con las que cometen los émulos de los peones de los propagandistas. El odio y el desprecio por la Iglesia y por las personas creyentes siempre tienen éxito, refuerzan el sentido de superioridad de los leales y alientan sus instintos de agresión. Si además hay niñas violadas que sufren la condena de concebir al fruto de ese crimen, mejor que mejor: no hay muchos recursos tan buenos para dibujar con rasgos denigrantes al enemigo y justificar la continua violencia que se ejerce sobre él.

El problema no es ni siquiera la violencia. Al menos no tanto como ese aspecto degradado con que se vive todo en Colombia. El periodismo es propaganda, la literatura es oratoria, la tecnocracia es demagogia (a niveles patéticos con el cuento del Agro Ingreso Seguro); lo increíble es que con motivo de la campaña antirreligiosa la ideología más brutal y simplona se convierte en ¡ciencia! No me interesa tanto discutir la despenalización del aborto, ni menos reivindicar la fe religiosa, cuanto mostrar los ribetes grotescos de lo que se presenta como ciencia. De hecho, ¿qué es ciencia? En Colombia el anticlericalismo más rancio y el odio antirreligioso se consideran una actitud "científica", y son el motivo de las más entusiastas diatribas.

Vale la pena evaluar la "cientificidad" de tales escritos. Por ejemplo el columnista de El Espectador Klaus Ziegler escribe Sobre el aborto. Invito al lector a evaluar su escrito a ver si encuentra otra cosa que disparates (como que los brahmanes aconsejan quemar a las viudas, costumbre superada hace varios siglos, o que los católicos son sistemáticamente partidarios de la pena de muerte), descalificaciones groseras (los cristianos son "fanáticos" de "mente medieval" y su sistema ético está basado en "supersticiones") y tránsitos conceptuales pintorescos (los casos extremos de "concepción forzosa" se vuelven el paradigma de la situación de quien aborta). Lo interesante de tanta razón y ciencia es esto: suponiendo que el lector se ponga en el lado evolucionista en la discusión sobre el origen de la humanidad, ¿qué papel le atribuiría a la religión? ¿Cuál sería el origen de nociones como la de "dignidad humana" o de la prohibición del homicidio?

Ziegler parece dar por sentado que tales nociones son naturales o las resuelven los hombres haciendo uso de su razón, lo cual es opuesto a toda noción de evolución, es decir, da por sentada la creación del mundo. ¿Qué origen tiene la razón que crea una "dignidad del hombre" o prohíbe el homicidio? El Espíritu Santo, sin duda. Bah, de hecho, el homicidio no sólo no estaba prohibido sino que era una tarea básica de supervivencia durante la mayor parte de la (pre)historia humana. El hecho de que se prohíba es una convención del mismo rango que la prohibición del aborto. ¿Qué es la religión? Para Ziegler, se infiere tácitamente de su escrito, el fruto de la ignorancia, la superstición y el fanatismo. Yo diría que es la creación humana que instaura y hace comunes ciertas premisas de la vida en común, como la sacralidad de la vida humana. Los sobreentendidos de la "razón" son el resultado tardío de la convivencia bajo determinados contextos religiosos, los mismos conceptos ligados a todo pensar se formaron bajo el influjo de determinadas doctrinas religiosas.

La arrogancia es aún más bestial en el caso de Héctor Abad Faciolince: la característica de la sociedad colombiana, y puede que aun de todas las hispánicas, es que ni siquiera la pérdida de la fe religiosa permite superar los hábitos inquisitoriales. Apenas cambian los pretextos, lo característico del poder, sobre todo del poder de la casta clerical, es la persecución de toda disidencia, a la que previamente se demoniza y descalifica con toda clase de falsedades: dudar de la idoneidad de promover el aborto es equivalente a creer en homúnculos en el semen y en el pecado de la masturbación.

Es decir, cuando se discute sobre una prohibición arraigada en la ley, los defensores del "derecho" a abortar no intentan demostrar la conveniencia de las reformas, sino que descalifican a sus contrincantes con insultos. Si el aborto se despenaliza pero el homicidio no, eso no tiene nada que ver con la ciencia ni con la razón sino, como mucho, con los vaivenes de la opinión pública. El óvulo fecundado no recibe el soplo divino, pero ¿qué hace que deba ser sagrada la vida del mamífero después del parto? Las implicaciones del aborto son un tema bastante más complejo que la vulgar propaganda anticlerical que pasa por "ciencia" en Colombia. Al interesado lo invito a leer por ejemplo al pensador español Julián Marías.

Ignorancia, superstición y fanatismo existen en la sociedad tanto dentro como fuera de las confesiones religiosas. La diferencia es que cuando no se reconoce nada sagrado ni ninguna autoridad, esas tres gracias tienden a derivar en grandes orgías criminales como las del siglo pasado, todas ellas cometidas por regímenes ateos, o en serles útiles a psicópatas para los que, como Iván Kamarazov, "si Dios no existe, entonces todo está permitido". Nadie debe creer que los más de ocho mil frailes y monjas asesinados durante la guerra civil española (fuera del "conflicto") lo fueron en aras del avance de la ciencia. También en Colombia las consuetudinarias guerras civiles siempre han contado con esa mezcla de arrogancia y resentimiento que caracteriza a los "científicos" que creen que persiguiendo a los cristianos acercan la justicia "social".

No es nada extraño que el fervor abortista coincida con las campañas de los amigos de Chávez y compañía. El aborto era una de las pocas "libertades" que permitían la mayoría de los regímenes comunistas de Europa central y oriental. A fin de cuentas, el régimen de ensueño que buscan las FARC es el socialismo "científico", rasgo que a ojos de los adeptos de la secta (no sólo los verdugos montunos) se asocia automáticamente con el odio a la religión. La penuria y el terror que sufren por ejemplo los cubanos son el fruto característico de esa "ciencia".


Publicado en el blog Atrabilioso el 28 de octubre de 2009.