domingo, julio 02, 2023

Colombia es líder mundial

Durante mucho tiempo me pareció que lo que ocurría en Colombia era muy distinto de lo que ocurre en los países democráticos de renta alta, y que fenómenos como la conquista completa del poder judicial y de la educación por los comunistas eran imposibles en otras partes. Ahora descubro que sólo ocurrió antes. Colombia va a la vanguardia.

¿Qué ocurre en Colombia? Que los viejos clanes del poder encuentran una forma eficaz de mantener el statu quo gastando el presupuesto en cebar a una casta parasitaria —a su vez heredera de un rango elevado en la sociedad ancestral— que domina a la sociedad a través de la mentira y la violencia. La riqueza de los hidrocarburos y del narcotráfico permite a esa casta crecer y prosperar mientras la gente trabajadora se mantiene en la miseria. El conflicto agrario y las guerrillas comunistas son herramientas de esos grupos sociales. El resultado es ese reino del crimen en el que cualquier disidente de las FARC sigue matando y acumulando una gran fortuna a través de la extorsión y el narcotráfico porque cuanto más lo haga más urgente e importante será un acuerdo de paz, y que Colombia sea uno de los países más desiguales del mundo, porque los afiliados de la CUT, la organización sindical del Partido Comunista y de las FARC, hegemónica en la función pública, cobran sueldos mucho más altos que los demás y pensiones millonarias a edades en las que a los demás les quedan quince años de trabajo, y los recursos se gastan en darles ocasión de reclutar prosélitos en las universidades.

Si se piensa en la conquista del poder judicial por los comunistas, es algo que ocurre en muchos sitios, aunque no tan rotundamente. Que haya camarillas oligárquicas cebando a una casta parasitaria es algo evidente en todas partes, aunque algo va del parasitismo de Harvard al de la Universidad Pedagógica y de los Clinton a los Samper. Cada presidente demócrata en Estados Unidos es más descarado que el anterior, Obama se apoyó en los radicales más que Clinton, y Biden más que Obama. Fenómenos como Antifa y sobre todo Black Lives Mater ya son medios de guerrilla urbana, controlados por militantes marxistas y dedicados a intimidar a la gente. Cuando cuenten con las altas cortes y la mayoría de los jueces ya se permitirán las proezas de las FARC y el ELN en los noventa.

En casi toda Iberoamérica domina la llamada izquierda, que se apoya en la delincuencia, como en Venezuela, en el griterío universitario, como en Colombia, en el narcotráfico, en todas partes, al igual que en el adoctrinamiento y en la destrucción del tejido productivo. Pero esa izquierda aliada con el régimen iraní tiene mucha influencia en el primer mundo, por ejemplo a través de los lobbies y think tanks afines al Partido Demócrata en Estados Unidos, así como de la diplomacia y los grandes negocios con esos países. Un ejemplo de cómo cada vez más el modelo se extiende al primer mundo es el claro fomento de la delincuencia que contiene la ley de vivienda del gobierno de Pedro Sánchez, que protege a los okupas, como han denunciado muchos comentaristas.

Parece como si lo que está ocurriendo en el mundo fuera lo que pretendieron los filósofos del Partido Comunista Francés en los años setenta, y que alguna organización comunista, como el G2 cubano, lo hubiera estado aplicando con fervor después de contar con el dinero de Venezuela porque sus “cerebros” hubieran leído a Jacques Derrida, Michel Foucault, Gilles Deleuze, Louis Althuser y Félix Guattari. No hay que olvidar que los académicos españoles Juan Carlos Monedero, Pablo Iglesias e Íñigo Errejón ganaron reconocimiento ante los poderosos cubanos y venezolanos porque habían leído a Laclau y tenían un mapa del tesoro.

Lo cierto es que la sociedad occidental se ve subvertida por una insurrección generalizada cuyo fondo es el cuestionamiento de todos los valores e instituciones heredados, la expansión del gasto público y el predominio de la casta a la que el economista marxista Thomas Piketty llama «élites brahmánicas», en alusión a la clase sacerdotal de la sociedad india tradicional, pero que también se podría llamar «élite progresista», formada por los que se han apropiado de la educación y cada vez más del poder judicial en la mayoría de los países. La clase de gente que se forma en la universidad y corre a educar a los demás con los recursos públicos.

Al mando de la «izquierda» que promueve y coordina esa insurrección está el sistema universitario, como ya ocurría en Colombia en los setenta con el camilismo y el M-19. Ya han renunciado al comunismo del Estado empresario y la igualdad económica, ahora explotan particularismos y agravios de sectores que descubrieron que si se organizaban y luchaban obtendrían rentas del Estado, como los líderes del colectivo LGBTI, que se desagravian con sueldazos que les permiten ligar con ventaja y hacer una política cuyo eje es la leva de partidarios y votantes a punta de caricias.

Colombia también lidera el fenómeno iberoamericano de alianza de las «élites extractivas» y las «élites brahmánicas», sin ir más lejos, el Grupo Santodomingo ha sido promotor del narcoterrorismo desde mucho antes de 1991.

El viejo comunismo está integrado en ese segundo comunismo y mueve los formidables presupuestos de casi toda Iberoamérica en el fomento de esos particularismos. Es una clientela de gobiernos como el de Pedro Sánchez pero también está presente, por ejemplo, en el ecologismo alemán. Quien piense que es conspiranoico creer en una conjura comunista tendrá que admitir que esos filósofos charlatanes (Octavio Paz decía que habían convertido a la filosofía en un género de la oratoria) acertaron en reconocer el mundo que llegaba pero no tuvieron influencia en la realidad.

Pero, recuerden, primero Colombia, como con las naciones autóctonas de la constitución pablocomunista de 1991 —que trataron de replicar en Chile—, y que hoy son una fuerza de choque del gobierno mafioso de Petro. Chávez llevó a la realidad drásticamente el sentido de esa constitución, que es el control del Estado por gente inepta y fanatizada que sólo trabaja en servicio del poder de su facción. Esa hegemonía, que por ejemplo Pedro Sánchez ha impuesto al poner a sus fichas en el Tribunal Constitucional, es una amenaza en muchos sitios. El siglo xxi será el siglo de los petros.

¿Alguna esperanza de revertir eso? Primero debe haber una mayoría social que los rechace, algo que podría darse en España con una amplia mayoría del PP y Vox, y en Argentina con un, menos probable, triunfo de Milei. Pero lo importante son las elecciones de 2024 en Estados Unidos, donde la persecución contra Trump de los jueces y fiscales adscritos ideológicamente al radicalismo «progresista» a la vez lo refuerza frente a los demás aspirantes republicanos y lo desprestigia para que termine perdiendo.

Aunque usted no lo crea, todo lo que ocurre ocurre en la cabeza de la gente, cuando usted cede a la idea de que Trump es un tirano que niega el resultado electoral y mandó a sus huestes a tomarse el Congreso para desconocerlo, pasa por alto que es absurdo que unos cientos de exaltados vayan a poder entrar a un edificio como ése y sembrar el caos, lo intentaría Al Qaeda por sorpresa. Y hay pruebas de que los invitaron, tal como el montaje en Brasil antes de la posesión de Lula. Y que Trump los invitó a manifestarse pacíficamente frente al Capitolio, como hacen en todas partes los candidatos que se sienten víctimas de un fraude. Y que ese escrutinio fue muy extraño porque la ventaja de Trump era clarísima en varios estados, donde pasaban semanas y semanas antes de que se conociera el resultado definitivo, porque los votos que llegaban al cabo de tres semanas eran casi todos por Biden. Eso no prueba que hubiera fraude, pero explica por qué la inmensa mayoría de los votantes republicanos crean que lo hubo.

Cuando usted pasa por alto todo eso y cede a la intimidación, que eso es la propaganda, empieza a desear que el presidente no vuelva a ser Trump. Ya estará de parte de un gobierno amigo de Petro, ya habrá caído en ese bando, como millones de personas en todo Occidente piensan que Petro es un buen gobernante y que Vox es el nazismo.

Bueno, en eso del antiamericanismo Colombia no va más adelante que el resto de los países iberoamericanos, pero tampoco detrás. La descolombianización del mundo, como decía, depende de mayorías que se impongan de forma contundente en las elecciones, y por desgracia no es lícito esperar que Colombia vaya a estar a la vanguardia en ese proceso. Por ejemplo, ¿cómo van las candidaturas unitarias antipetristas en todas las localidades y departamentos? 

(Publicado en el portal IFM Noticias el 11 de junio de 2023.)