lunes, mayo 23, 2011

Un momento histórico para alcanzar la paz



El mayor prodigio de cuantos se pueden descubrir en Colombia es la ceguera de la gente acerca del sentido de la actividad de las bandas terroristas. Por eso lo primero que me gustaría preguntar al lector es qué sentido le encuentra a esta noticia de portada de la edición digital de El Tiempo del lunes 21 de febrero.



Casi no hay que seguir. Es muy raro el colombiano que entienda que la guerrilla es lo mismo que los redactores de ese periódico. En el mejor de los casos ante titulares como éste razonan que el autor es tonto o distraído. Seguro, ¿no está ya todo en ese "razonamiento"? El que dirige el periódico, pues eso tienen que haberlo visto varias personas con cargos directivos, es el tonto, mientras que el que no ve la manifiesta intención de legitimar y promover el terrorismo es el avisado.

Así, se dice con toda seriedad que un acto en el que participa Piedad Córdoba como emisaria del jefe de las FARC, alias Alfonso Cano, es un "foro" cuyas conclusiones debemos valorar y aun admitir como noticia de portada. Todo eso refrendado por la foto del ganador del Nobel de la Paz, premio que se ha convertido, gracias a los intereses partidistas de la izquierda noruega y al antiamericanismo europeo en una caricatura obscena de lo que indica su nombre y aun de la intención de su creador.

Poner a un Nobel de la Paz como valedor de una operación de legitimación del terrorismo es más o menos como disfrazar de obispo a un "actor" que hace pornografía infantil. Pero se cuenta con la inclinación de los colombianos a valorar más lo que juzgan los que no están en el país que su propia experiencia.

Y lo interesante es que ese periódico es entusiasta partidario del gobierno, cuyo jefe tiene sin la menor duda influencia en él: la hermosa noticia con su interesante redacción no habría aparecido sin la aprobación del hombre elegido gracias a un actor cuya voz se parecía a la de Álvaro Uribe. Claro que el ex presidente ha rechazado las declaraciones del anciano Nobel, pero no ha dicho nada de la publicación de semejante perla en el diario semi oficial.

Conviene detenerse ante cada uno de los párrafos, sobre todo los que dudan de una relación clara entre los Santos y las FARC.


De modo que todo ha cambiado, según los ¡expertos de paz! y se juntan el hambre con las ganas de comer, el cambio de lenguaje con la mayor apertura al diálogo por parte del gobierno y la generosidad de liberar secuestrados por parte de la guerrilla. ¿Nadie nota en la redacción cierta complacencia y adhesión respecto de las ideas de esos "expertos de paz"?

Siempre se vuelve a lo mismo: los colombianos son criaturas extrañas, una especie de psicóticos que pueden estar convencidos de que quien les habla es en realidad un extraterrestre disfrazado o una bestia que ha adquirido forma humana. El redactor de esa noticia, y el director del medio que la publica, hablan en nombre del terrorismo, cosa que siempre han hecho. ¿O es que nadie les ha dicho que Roberto Pombo era redactor y corresponsal de la revista Alternativa y fue coordinador del "comité temático" del Caguán? Claro que lo segundo no significa necesariamente, para los colombianos, estar en el bando terrorista. Pero al menos admitirán que el actual director de El Tiempo favorecía una negociación que convertía los crímenes terroristas en fuentes de derecho.

De modo que en la descripción de esos respetables "expertos de paz", cuyas palabras son tan precisas y apropiadas que no hace falta el estilo indirecto, las FARC y el gobierno elegido por la gente son entidades equiparables y la infame explotación del dolor de las familias de los secuestrados sumada a la humillación de los ciudadanos con el show, que sin duda aprovecharon los terroristas para obtener ventajas para sus crímenes y gracias al cual probablemente se fugó el cabecilla principal, es un favor que se complementa en aras de la paz con la inclinación del gobierno al premio de los asesinatos y secuestros. ¡Qué gusto da saber qué pronto viene esa paz!

¿Cuántas personas han asesinado, mutilado o secuestrado las FARC sólo desde que Juan Manuel Santos es presidente? Si se contaran los meses anteriores de 2010, saldrían menos. ¿Cuántos de esos crímenes han siquiera aparecido en la prensa? ¿No se está dando por obvia la calificación de "paz" a una situación de reconocimiento de los terroristas por parte de un gobierno traidor? ¿Qué es "paz"? ¿Está Colombia en guerra? Si se dice que Colombia está en guerra, ¿no lo están todos los países respecto del crimen organizado? Los sobreentendidos de esa retórica, que es la del gobierno de Santos, son exactamente los de los terroristas. ¿O cuántos países se dedican a cambiar las leyes para complacer a las distintas bandas de asesinos que puedan formarse?

El sobreentendido tiene una dimensión mayor, que conduce a la vieja discusión del delito político, que sólo en Colombia es concebible, y eso gracias a la propaganda de los medios de comunicación. Es que la actividad de las bandas terroristas merece la rendición de las instituciones democráticas porque esas bandas interesan a las personas con las que gobierna Juan Manuel Santos: a Ernesto Samper, amigo de Hugo Chávez y de Piedad Córdoba, a César Gaviria, jefe del partido de la ex senadora, a Andrés Pastrana, entusiasta de la abolición del sistema democrático en favor de la componenda con los terroristas. No tiene sentido ninguna otra explicación.

Produce vergüenza ajena el "uribismo": esa adhesión de millones de personas a un caudillo siempre presto a defenderse de acusaciones personales de que es víctima pero incapaz de plantearse la necesidad de hacer oposición a un gobierno cuya "mayor apertura al diálogo" y cuyo "cambio de lenguaje" delata un claro acuerdo con los terroristas y sus aliados. Mientras que la gente adhiere al ex presidente porque lo identifica con la firmeza frente a las bandas criminales, ese apoyo sólo termina sirviendo para su defensa personal.

Federico Mayor Zaragoza es el paradigma del funcionario internacional en declive que promueve los conflictos en aras de obtener protagonismo gracias a ellos, como un médico que envenenara a la gente para hacer necesarios sus servicios. Oírlo hablar es encontrarse con la demagogia más descarada y burda, pero además es muy característica su increíble ignorancia sobre lo que ocurre en Colombia. Como en todo el artículo noticioso, el tono es absolutamente legitimador de la actividad terrorista, y la cita de Mayor Zaragoza y su alto cargo sólo corresponde al afán de proveer autoridad al foro de promoción del terrorismo.

Pues resulta que los Colombianos por la Paz no tienen nada que ver con las liberaciones sino como agentes del cobro de los secuestros. Para ganar espacio político y justificar las increíbles campañas de la prensa a favor de este grupo de verdaderos accionistas y gerentes de la industria de la muerte y el terror, las FARC liberan de vez en cuando a algún secuestrado. ¿Cuántas personas han sido liberadas y cuántas secuestradas desde que el grupo que dirige y representa a la universidad colombiana se dedicó a legitimar mediante toda clase de recursos de propaganda y con la colaboración de los grandes medios a los terroristas? La desfachatez de todo eso requiere de seres no del todo humanos para ser tolerada.

¿Cómo es que el redactor no lo ve? Pues porque la prensa siempre ha estado de parte de los Colombianos por la Paz, que son una operación de legitimación del terrorismo. No hay ninguna campaña mundial a favor de los Colombianos por la Paz y si algún europeo entendiera la clase de monstruosidad que es la industria del secuestro, cuya boutique es la red de charlatanes subvencionados que dirige Piedad Córdoba, sentiría mucho asco.

Lógicamente, tras la bendición de la UNESCO, nada menos, viene la alusión al video del LÍDER de las FARC, con un mensaje que los colombianos deberíamos atender: "hombre, conversemos".

Claro que cuanto más se presten los colombianos dispuestos a callar ante un gobierno que los venderá sin escrúpulos como esclavos a la banda terrorista, más asesinatos y secuestros habrá. La frase del jefe terrorista, que con toda seguridad escapó en aplicación de un plan acordado con el presidente Santos (es la hora en que la única versión que hay sobre lo que hizo el helicóptero brasileño es la de Piedad Córdoba, nótese la desfachatez del "periodista") sólo se entiende pensando en el sentido de las atrocidades que han cometido los terroristas en tantas décadas de alcahuetería de los grupos oligárquicos: "conversar" no es sólo premiar sus crímenes, sino estar dispuestos a colaborar con ellos.



Ya se puede detectar una continuidad clara desde el principio: el titular habla del momento de la paz, los primeros párrafos dan por sentadas todas las mentiras de los promotores del terrorismo, descritos como "expertos de paz", se anuncia la actitud "apaciguadora" del gobierno, todo se respalda con el sello de la UNESCO y entonces entra en escena el "líder guerrillero" con sus hermosas intenciones. Siempre hay que volver al principio, lo fascinante de Colombia es encontrar algo así sin que nadie se inmute. ¿Por qué se les habrá ocurrido mencionar a Uribe? Lo más seguro es que no habría habido ninguna respuesta.

Que nadie vaya a pensar que el líder guerrillero es cualquier criminal que mata colombianos para destruir el sistema democrático, o que su banda de asesinos comete una infamia contra el lenguaje llamándose "ejército del pueblo": los intereses supremos del presidente Santos y su familia resultarían afectados.

Las acusaciones de Pérez Esquivel son la segunda parte de la legitimación "externa" del terrorismo. El Nobel de la Paz aprovecha la oportuna condena del ex senador Mario Uribe para calumniar al ex presidente y acusarlo de aplicar las leyes. Pero ¿nadie detectó en el periódico que "aplicar las leyes", es decir, no rendirse ante los criminales, es descrito por Pérez Esquivel como "no tener vocación de paz"? Es exactamente la clase de cosas que dicen la mayoría de las columnas de El Tiempo, sobre todo la clase de cosas que decían durante el gobierno de Andrés Pastrana, más atrevidas cuanto más poder adquirieran los terroristas gracias a la desgracia y el sufrimiento de los ciudadanos.

El último párrafo de este fragmento delata el juego de Santos: del foro de los angelitos pacifistas saldrá una propuesta a Unasur, entidad que se dedicará a gestionar la paz en Colombia con la aquiescencia del gobierno colombiano, y muy probablemente del ex presidente Uribe, que todavía no ha mostrado disposición a oponerse a las jugadas de su heredero. Ya lo verán.

Cosa extraña, ¿no era el gobierno que había mostrado disposición al diálogo? ¿No es el gobierno que todavía no ha dicho nada sobre lo que ocurrió en el helicóptero que llevó a Piedad Córdoba a encontrarse con un frente de las FARC en el Tolima? La falsa noticia de la muerte del líder terrorista, esparcida por un medio de la revista que dirige el sobrino del presidente, convenía al interés de ocultar la fuga de Cano, pero ahora sirve también para justificar el escaso entusiasmo internacional por el premio de los crímenes terroristas. A lo mejor resulta que La Silla Vacía es hostil a los terroristas.

Ya lo ven, de eso se trataba: de cobrar las liberaciones. Es la parte final del show y corre por cuenta de los directores y guionistas, pues tanto Piedad Córdoba como las FARC y las víctimas son sólo el reparto. Llamar "paz" a la negociación con los terroristas es como llamar "amor" al sometimiento al atracador que nos sodomiza. La paz es inconcebible sin la justicia, y ésta es inconcebible sin que Roberto Pombo, Enrique Santos Calderón y los miles de miembros de los clanes del poder que han impulsado el terrorismo sean procesados por los crímenes que instigaron y siguen instigando.

La paz es el estado de las naciones en las que las autoridades reconocidas por los ciudadanos tienen el monopolio de la fuerza y aquellos que amenazan las libertades, vida, honra y bienes de la gente sufren un merecido castigo. Mientras no se reaccione y no se haga frente a esta corrupción del lenguaje, grotesca y "subliteraria" (los de Alternativa leyeron a Orwell y se decidieron a aplicar sus ejemplos), los asesinos seguirán operando.

Doctor Uribe, ¿no es hora de que usted haga honor a su fama de persona coherente rompiendo de forma clara con un gobierno que no oculta en absoluto su contubernio con los criminales y que abrirá las puertas a Unasur para que imponga un reconocimiento a los terroristas que asesinaron a su padre a costa de los derechos de los colombianos? Al menos debería hacerlo por el cariño que tantos colombianos honrados conservan por usted. O porque esa perla del periódico oficial del gobierno y su entorno alude a usted como un generador de violencia y al jefe de la secta de psicópatas como un generador de paz. ¿No es el colmo de la mentira?

(Publicado en el blog Atrabilioso el 23 de febrero de 2011.)

lunes, mayo 16, 2011

¿Estaba la fuga de Cano en el libreto de Juan Manuel Santos?

La sensibilidad del medio colombiano a lo que se salga del prejuicio es tan intensa que fácilmente se pierde el miedo a que lo traten a uno de loco. Los defensores de Piedad Córdoba están seguros de que el poderío mediático de quienes les pagan es de una solidez inquebrantable, a tal punto que se permiten asegurar que quienes denunciamos sus vilezas estamos pagados, como en el video de Contravía que comentamos hace poco. Así, ¿qué no parecerá a la gente un título como el de este escrito?

De modo que para no aburrirlos con disparates empecemos despacio. ¿Se fugó Cano? "Es posible", dice el presidente, como resignado a algo que no pudo evitar. Claro que si la liberación de secuestrados fuera un montaje acordado previamente con ese fin, ¿qué diría? No podría asegurar que no se fugó, pues a alguna hora aparecerá en Cuba, incluso en Brasil o Argentina. Pero tampoco puede reconocer que era el objetivo del show. Luego, diría lo mismo: "Es posible".

Bah, sigamos descartando obviedades. Si Cano no se fugó, ¿para qué se detuvo el helicóptero brasileño en un caserío donde lo esperaba una cuadrilla terrorista, como pregunta Eduardo Mackenzie? No vale suponer un error de las FARC, y el mismo Santos lo descarta: cualquiera podría entrar a un cibercafé y mandarle un mensaje directo de Twitter a un contacto de Piedad Córdoba. Para creer que no se trataba de la fuga de Cano hay que confiar en la lealtad de la ex senadora al gobierno y a la ley.

No es tan disparatado: ¿no es lo que expresamente dicen casi todos los columnistas y redactores de la prensa y tácitamente... todos? Los que creemos que la señora Córdoba es parte del entramado terrorista somos locos o sicarios morales pagados por el DAS mientras que quienes la defienden a capa y espada son los campeones de la decencia, como Felipe Zuleta o Gonzalo Guillén. Colombia es así. La honradez o la sensatez son el verdadero crimen. ¿O no defienden a la senadora casi todos los columnistas?, ¿y a los próceres mencionados?

Pero por si acaso yo no confío en la lealtad de Piedad Córdoba con la democracia colombiana ni en su independencia del terrorismo. ¿Habré leído lo que ella y la Universidad Nacional les dicen a las FARC? ¿Lo habré entendido? Colombia es un infierno tal que aparte de la honradez y la sensatez hay otro crimen: la comprensión de lectura.

Y como no confío en esa señora, pues termino creyendo que Cano se pudo escapar. Y aceptando esa posibilidad, como lo hizo el propio Santos, me pregunto. ¿Cómo es que él no ha pedido cuentas al gobierno brasileño por las instrucciones de las tripulaciones de sus helicópteros? ¿Cómo es que no responden a una indagatoria judicial en Colombia? No pueden hacerlo porque la autorización de participar en el show de las liberaciones es precisamente para que no haya jurisdicción ni soberanía. ¿No? ¿Qué necesidad habría de que participaran los helicópteros brasileños?

Algún sentido y alguna explicación tiene eso. Pero ¿no es Juan Manuel Santos un firme promotor de Unasur? ¿No es un amigo leal de los gobiernos del Foro de Sao Paulo que forman esa organización? ¿No declaró tres días de duelo nacional por la muerte de Kirchner, otro participante en el show de las liberaciones? Si no era para llevarse a Cano no se entiende muy bien para qué aterrizó el helicóptero ahí, pero ¿se entiende para qué tenían que entrar a Colombia los helicópteros? Yo no lo entiendo, y sólo me lo explico admitiendo que Santos quería colaborar en esa fuga.

Si no fuera así, pues habría pedido explicaciones al gobierno brasileño y a los periodistas y a Piedad Córdoba, que sería reo de un delito gravísimo, aparte de los que ya ha cometido, y al CICR. ¿Cómo es que no lo ha hecho? Evidentemente porque dentro de poco la fuga de Cano se presentará como un hecho consumado respecto del cual no hay ya nada que hacer, y se aprovechará para negociar, tal vez en Cuba, con el representante del ala intelectual o política de las FARC. Y si no es para eso, ¿para qué se jactaba en Twitter el repulsivo Germán Vargas Lleras de la nueva ley que prohíbe los despejes como el de Ralito?

Claro que el interés de negociar con las FARC, de premiarlas y de aliarse con ellas es TAN manifiesto en Santos que sólo lo pone en duda la clase de gente que no lee la prensa, aparte de la que está en el bando negociador. Y entre los primeros opera la gran mentira de que las FARC son la machaca que salió de las selvas y amenaza las ciudades, cuando sólo son un aparato de control de los mismos que dominan el Estado, los medios de comunicación, las universidades, la vida cultural y los gremios influyentes, como el de los abogados, que parasitan a la sociedad gracias a la confusión derivada de la ausencia de normas y al tráfico de influencias.

Por ejemplo, podría plantearse uno leer el artículo de Maite Rico que enlacé arriba sobre Piedad Córdoba y Teodora de Bolívar, ¿cómo es que no hay una investigación de la Fiscalía ni de ninguna instancia judicial sobre eso? No, no es una cuestión sólo del poder judicial. ¿Cómo es que el gobierno se alía con la Corte Suprema de Justicia para que siga sus atroces persecuciones, como la que llevó al exilio a la ex directora del DAS, pero no se molesta por la manifiesta impunidad de la ex senadora? La Corte es un aliado de Santos, que ya deja ver cuáles son sus intenciones.

Pero ¿y el partido de la ex senadora? ¿Cómo es que ella sigue participando en las elecciones por ese partido? ¿Y no se alió Santos con ellos? ¿Y no son los principales líderes de ese partido, como Ernesto Samper, César Gaviria y Rafael Pardo aliados cercanos de Hugo Chávez? ¿Son aliados de Chávez y de Santos o no? La alianza internacional del presidente con su "nuevo mejor amigo" no es una farsa ni un juego de circunstancias, sino algo real, ligado a las relaciones de su hermano, Enrique Santos Calderón, con Fidel Castro y con todos los demás aliados del Foro de Sao Paulo.

Pero ¿nadie recuerda la bomba de Caracol? El senador Benedetti declaró en Venezuela que era obra de la "extrema derecha". El gobierno calló, convenientemente, mientras que la prensa, unánimemente "enamorada" de Santos propaló la sospecha de que era obra del uribismo. No hay ninguna demostración de que Santos no estuviera detrás de la calumnia, y yo creo que hasta de la bomba, en el hecho de que después reconociera que los computadores de Jojoy arrojaban pruebas de que habían sido las FARC. Para ocultarlo tenía que comprometer a muchas personas, y alguna podría delatarlo.

Es decir, no hay ninguna explicación de que pasara otra cosa que la fuga de Cano, ni de que eso no fuera lo que buscaban los helicópteros brasileños por un trato acordado con Santos. Y en cambio sí es innegable que Santos es en extremo grato a todos los que defienden a Piedad Córdoba y alientan una negociación política con los terroristas, que permite a Chávez reforzar a las FARC en la frontera de Arauca, que colabora en las persecuciones de la Corte Suprema de Justicia, que favorece a los seguidores de Ernesto Samper y que incluso llegó a plantearse una votación internacional alineada con el régimen venezolano.

Bah, no espero convencer a nadie. Me gustaría, eso sí, que alguien se acordara de este escrito dentro de un par de años, y supiera que la orgía de atentados terroristas era hoy en día completamente previsible, así como la negociación política y la creciente inserción de Colombia en el eje chavista. Los periodistas en los años del Caguán lamentaban las masacres pero consideraban inevitable que las partes necesitaran llegar fuertes a la mesa de negociación. No creo que la aritmética deba estar sometida a la moral. Esos periodistas, más allá de sus intenciones, decían una verdad. Si no es por el horror que pueden generar, ¿por qué se va a negociar con las FARC? Y si se va a negociar por eso, ¿no necesitan demostrar cuánto daño pueden hacer? Lo que no cabe en la cabeza de una persona decente es una negociación de las leyes con una banda de asesinos.

Pero me pareció que desde su discurso de posesión el señor Santos prometió esa negociación. Puede que los crímenes venideros no los ordene él directamente, son absolutamente necesarios para convencer a la gente de la negociación que busca, que es por lo que los "periodistas" que defienden a Piedad Córdoba lo admiran con tanto entusiasmo, el mismo motivo por el que hay tantas tramas de odio e intimidación contra el ex presidente Uribe.

Pero sobre todo sé que las bombas las atribuirán los paniaguados de Santos y las grandes familias dueñas de los medios a la "extrema derecha", como hacen siempre. No hay nada que no haya ocurrido ya, y de nuevo me remito a la bomba de Caracol. Puede incluso que emprendan persecuciones judiciales contra cualquiera que "dé papaya" para que los crímenes de las FARC sirvan al objetivo de negociar. Pues no se cometen por el deporte de matar.

Y las alianzas de Santos con el chavismo y las FARC corresponden a su "pragmatismo": ¿no está la prensa de parte de Piedad Córdoba? Uno observa la cabeza de los colombianos como si fueran triangulares. ¿Está la prensa de parte de Piedad Córdoba o no? Yo no recuerdo a nadie que conteste eso claramente. ¿Está la Corte Suprema de Justicia de parte de Piedad Córdoba y Ernesto Samper o no? Pero la prensa no son sólo sus dueños y redactores, suposición que constituiría un error espantoso. Los lectores de la prensa ¿están de parte de Piedad Córdoba o no? El que lo dude sólo puede mirar la cantidad de seguidores que tienen en Twitter los defensores de la ex senadora y perseguidores de Uribe y la que tienen los demás periodistas.

Es decir, contados por igual en Colombia hay una mayoría abrumadora de enemigos de las FARC y de su representante oficiosa. Contados por el poder que tienen dentro del Estado y por los recursos de que disponen, cuentan mucho más los interesados en la negociación con las FARC que los demás. De momento, Santos no es objeto de críticas, sus proyectos pasan en el Congreso, por atroces que sean, la prensa internacional lo entrevista y los gobiernos de todo signo lo aplauden. ¿Qué van a interesar los votantes?

Cuando estoy acabando de escribir esto me entero de que Santos declara que sabe dónde está Cano. ¿Cómo es que no lo captura? ¿Cómo es que no explica qué fines tendría la detención del helicóptero? Pero es todavía mejor esto:
El Presidente ha expresado que los grupos guerrilleros deben suspender los secuestros, las extorsiones, el narcotráfico y liberar, sin condiciones, a todas las personas plagiadas, si quieren avanzar en un principio de diálogo.


Y si cesan los secuestros, las extorsiones y el tráfico de drogas y liberan a los secuestrados, podrán seguir matando soldados y policías en espera del momento en que sus proezas se conviertan en fuente de derecho, como lo fueron las que cometió el M-19 en alianza con Pablo Escobar y que premiaron los actuales aliados de Santos?

Mucho me temo que sí. Que es lo que va a pasar.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 26 de febrero de 2011)

lunes, mayo 09, 2011

La previsible historia de la "universidad" o "guerrilla"

A definir la vida humana, sus condiciones y constantes, fue a lo que dedicó su labor filosófica José Ortega y Gasset. Puede que un pensador dedicado a la historia se planteara definir los rasgos de las sociedades humanas: tal como experimentamos nuestra vida personal como excepcionalmente compleja y singular, también las naciones pueden concebir su historia como un hecho completamente novedoso que no se puede interpretar con los datos de otras sociedades. El adolescente confundido que acude a la consulta de un psicólogo experimentado no puede imaginar que sus pensamientos y emociones son transparentes para aquel, tal como "Para un viejo una niña siempre tiene / el pecho de cristal", según Campoamor.

Esa ceguera ante la falta de originalidad de la propia historia es característica de los hispanoamericanos. La experiencia de la conquista se concibe como un trauma único en la historia, y la verdad es que es más bien lo que ha ocurrido siempre. Todas las regiones de los continentes han sido objeto de conquista en alguna época de su historia, y respecto del "viejo mundo" la principal singularidad americana es que la conquista es más reciente.

Tal vez nos sirva conocer las circunstancias de otras conquistas para entender nuestras sociedades. En muchos casos los conquistadores eran pueblos más atrasados que los conquistados, que se apropiaban del territorio movidos por la desesperación, en la primera ocasión en que consiguieran agrupar una hueste suficiente y aprovechar la decadencia o confusión de los viejos poderes. Es el caso de los chichimecas del norte de México, de las sucesivas oleadas de invasores de Arabia a Mesopotamia y de los mongoles en China. También de los macedonios que se apropiaron de la Hélade en el siglo IV antes de Cristo. Esos pueblos por lo general terminaban asimilándose a las viejas sociedades y mezclándose con los nativos sin conseguir hacer duradera su dominación como comunidad diferenciada.

Pero cuando los invasores son más civilizados que los nativos la norma es que los sometan a esclavitud y que a toda costa intenten mantener sus ventajas sobre ellos. El paradigma de esa clase de conquista es la India clásica, en la que los ocupantes indoeuropeos organizaron la sociedad de tal modo que los grupos superiores, es decir, los descendientes de los conquistadores, heredaban el mando mientras que los nativos estaban condenados a servidumbre y exclusión para siempre. La dominación pasó al cabo de unas generaciones a ser sobre todo espiritual: ya no hacía falta imponer castigos crueles a los sometidos, ni matarlos, sino que se los convencía de que la desobediencia a la norma comportaría un castigo al lado del cual la muerte sería una liberación: un renacer degradado.

Esa misma es la historia de la América española, con la particularidad de que todo ocurrió en la misma época en que Europa maduraba y florecía, de tal modo que el orden colonial resultaba expuesto a las nuevas corrientes de pensamiento y a las migraciones de europeos, y por eso alterado.

El aislamiento colombiano permitió que en el país el orden de castas colonial se mantuviera durante más tiempo que en los países de orografía menos torturada o cuyo centro estaba en las costas. También el volumen de población, insignificante para el territorio, permitió esa continuidad. Hace 200 años apenas había unos 700.000 colombianos. Es verdad que desde el principio hubo mestizaje en el altiplano, pero el poder siempre lo tenían los funcionarios imperiales, es decir, no sólo peninsulares sino también personas con marcadas condiciones jerárquicas. La burocracia y el clero constituyeron una casta sacerdotal cohesionada por su origen étnico y aun por lazos de sangre, como la nobleza europea.

Ésa fue la estructura que heredó la república al nacer y el esfuerzo de ese grupo por conservar sus privilegios es el hilo conductor de la historia del país. Al igual que las castas superiores de la sociedad hindú, ese grupo se caracteriza por su parasitismo y por su resuelto rechazo a compartir las alegrías y penas de los demás pobladores.

Durante la mayor parte de la historia neogranadina-colombiana imperó la Iglesia católica, encargada de la educación y del dominio espiritual de la comunidad. Ese dominio caracteriza al país: el orden totalitario que parece permanecer escondido en cada cabecita colombiana a ver cuándo puede reclamar su derecho al mando, los recursos monstruosos con que se perseguía la desobediencia, la infalibilidad del de arriba, la adhesión a un origen de extremo rigor moral como pretexto para el abuso sistemático, el agradable parasitismo de los miembros de la casta, el sentimiento de "derecho" a excomulgar y perseguir a cualquier gobernante o a cualquier ciudadano, el odio a las corrientes de pensamiento extranjeras...

El liberalismo decimonónico y la expansión del capitalismo y del modelo de institucionalidad democrática hicieron perder poco a poco poder a la Iglesia. Pero eso no significó que los dueños del mando en la sociedad se perdieran en la masa. El poder espiritual pasó al Estado, que se encargó de la educación y ha ido integrando en su orden a toda la población. En el centro de esa institucionalidad educativa se erigió la universidad pública, en particular la Universidad Nacional.

El lector que haya llegado hasta aquí debería detenerse a evaluar lo expuesto. Lo que planteo es que la universidad se concibe como heredera de la Iglesia, que representa el mismo surtidor de rentas para las castas dominantes, que como rectora de la educación de la población concibe dicho "derecho" como una forma de adoctrinamiento que asegure la lealtad de los educandos y que ve amenazadas sus prerrogativas por el orden liberal-democrático, al que trata de combatir con utopías e ideales en los que la retórica... católica o pseudocatólica, colectivista en todo caso, oculta una realidad de explotación, despojo y exclusión de la mayoría de los ciudadanos.

Se trata de un estamento del antiguo régimen que por su relación con el Estado tiende a una alianza natural con los grupos oligárquicos. Por una parte, los puestos de mando de la universidad se los reparten esos grupos; por la otra, tanto el gremio profesoral como las grandes familias se ven amenazadas por el capitalismo liberal.

Ése es el contexto en el que, tras la revolución cubana y el fin de la violencia de liberales contra godos las universidades públicas abrazan de forma casi unánime, o mejor dicho unánime, la ideología socialista: las variantes del proyecto revolucionario correspondían más que a verdaderos disensos respecto al proyecto de sociedad a los intereses y el estilo de determinadas camarillas de herederos de cargos de poder. Pese a todo, en la izquierda de los años setenta, expresión de la universidad, organización del estudiantado controlada por profesores con aspiraciones políticas y relaciones con los grupos de poder (en particular con los herederos de la "República Liberal"), terminó imperando por una parte la relación con esos grupos, y por la otra la relación con la gran potencia comunista y su satélite caribeño. Es decir, la exuberancia retórica de los críticos del "revisionismo" sólo era ostentación de los propios talentos, la organización de pequeñas sectas de exaltados sólo era un medio para asegurarse el acceso a rentas dentro de la universidad, pues al final todos terminarían obedeciendo al Partido Comunista, que era el único que disponía de recursos y determinación para generar un poder efectivo.

El proyecto revolucionario pudo surgir de las ambiciones delirantes de aventureros pero sólo fue significativo cuando se hizo expresión de las universidades y reclutó al grueso de los estudiantes. Para un colombiano es casi inconcebible que en algún país la mayoría de los estudiantes, profesores y egresados no sean unánimemente socialistas, pero eso ocurre en todos los países civilizados. Los universitarios colombianos lo son porque el país tiene una tremenda raíz totalitaria.

La historia del país en las décadas siguientes permitió al PCC o a la izquierda expandir su dominio: los universitarios pasaron a ser en buena medida empleados estatales, pues el país no ofrece una cantidad comparable de empleos en el sector privado. Maestros, funcionarios judiciales o del sistema de salud, petroleros, empleados de empresas estatales monopólicas como Telecom, funcionarios de la copiosa burocracia estatal... Todos tenían como garantía de sus ingresos no el hecho de servir en nada a los demás sino organizarse y luchar.

La guerrilla no es más que eso: una parte del sindicalismo que asegura los privilegios fascinantes de los miembros de las castas ligadas al Estado y el poder creciente de su organización política. Junto con las FARC, el PCC de los años setenta contaba con su propia, aunque pequeña, organización sindical, la Confederación Sindical de Trabajadores de Colombia, CSTC. Con el paso del tiempo y la integración de los sindicalistas ligados a otras organizaciones guerrilleras o a otras redes universitarias, la CSTC se convirtió en la CUT. Esta central está formada prácticamente sólo por funcionarios estatales y no podría oponerse a las decisiones de la cúpula de su principal sindicato: Fecode. Los sucesivos dirigentes de esas organizaciones, como Wilson Borja, presidente de Fenaltrase (federación de sindicatos estatales) o Gloria Inés Ramírez, ex presidenta de Fecode, aparecían en los computadores de Raúl Reyes.

Acerca de la forma en que se oculta el origen urbano y universitario de las FARC y el ELN recomiendo, para no extender más esto, este escrito del actual viceministro de Defensa Rafael Guarín. Con el mismo propósito de no extenderme más de forma innecesaria enlazo este escrito mío sobre los miembros del grupo Colombianos por la Paz y este otro sobre la ideología que defienden y su relación con las organizaciones terroristas.

La universidad es el refugio del viejo orden, donde personajes como Pedro Medellín (que aseguraba que la biodiversidad "moviliza" el 45% del PIB mundial o que los votos con que Juan Manuel Santos ganó la elección fueron comprados), como Francisco Gutiérrez Sanín (aún más asqueroso), como Carlos Castillo Cardona (que demandaba "justicia social" para que soltaran a Íngrid Betancur) y varios miles más se dedican a hacer política sin haber obtenido ningún voto ni representar otra cosa que intereses particulares indistinguibles de las organizaciones terroristas, todo ello pagado con sueldos de muchos millones que se sustraen a las víctimas. Pero ¿qué son dichas organizaciones? Como entidad de poder en el interior de la sociedad, las castas dominantes necesitan asegurarse los recursos contra cualquier eventual arremetida de la cultura del mercado o cualquier exigencia de productividad. Para eso es necesario que todo proyecto de la comunidad esté convenientemente frenado por el miedo al secuestro o el asesinato.

En náutica se llama "obra viva" a la parte sumergida de una embarcación, la que soporta el trabajo de desplazar el peso, y "obra muerta" a la parte emergida, donde se habita y se controla. La guerrilla es la obra viva de la embarcación totalitaria; la universidad y el funcionariado que le obedece, la obra muerta. Los crímenes de las columnas de niños y rústicos no significarían nada si no sirvieran para someter a la sociedad, tarea que corresponde a los funcionarios estatales, como los jueces (un típico "político" universitario, Rodrigo Uprimny, fue magistrado; otro típico fecodista con retórica más siniestra que la de Alfonso Cano, Alfredo Beltrán, también), a los periodistas (orientados por los mismos profesores y pagados por los jefes de la conjura, los miembros de familias presidenciales y afines), a los activistas de ONG, a los políticos favorecidos por la actividad terrorista y ahora por lo que el Gorila Rojo roba a los venezolanos, etc.

Se equivocan quienes pretenden condenar el marxismo como causante de las desgracias colombianas. Se trata sólo de un disfraz. Detrás está la raíz de la sociedad colombiana y el juego de intereses de sus amos sempiternos.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 16 de febrero de 2011.)

lunes, mayo 02, 2011

La estupidez del metro

En el triunfo de Samuel Moreno Rojas en las elecciones de 2007 a la alcaldía de Bogotá influyeron decisivamente los rumores calumniosos contra Peñalosa, la candidatura sospechosa de William Vinasco, las viejas prácticas de la maquinaria que heredaron los "liberales" de Martha Catalina Daniels, las clientelas sindicales, que a la hora de una elección sólo son determinantes en Bogotá, y la capacidad de manipular conciencias de Fecode y el profesorado universitario. El resto fue la promesa del metro. Sería difícil decir cuánto pesó cada elemento, pero la ilusión del metro no era mucho mejor motivo para votar por Samu El Alcalde que las demás. Bueno, siempre suponiendo que ese eslogan, herencia del estilo de Luis Eduardo Garzón, no aportara muchos votos. Nunca se sabe.

Los motivos que uno lee para reivindicar la construcción de un metro en Bogotá siempre dejan ver que las personas que los proclaman no saben realmente qué es un ferrocarril de ese tipo, que no se han puesto a pensar seriamente en el costo real de una obra semejante y que no han considerado las causas de la continua crisis de movilidad de la ciudad. Parece como si siempre funcionara con ellos el resorte de quienes pasaron su juventud sin oír la Desiderata:
Si te comparas con los demás
resultarás vano y amargado
pues siempre habrá personas más grandes
y más pequeñas que tú.
¿Qué importancia tiene que en todas las grandes ciudades haya metro? En una época se decía que las clases altas de los países tropicales vivían obsesionadas por usar lo mismo que los lores británicos, por mucho que no correspondiera al clima de sus países. La humillación de no tener metro parece más propia de tontos vanidosos y desocupados que de personas sometidas a la vejación diaria del pico y placa, a los trancones o a los desplazamientos interminables en buses.

Los continuos estudios y planes para construir el metro en cambio convienen mucho a los políticos, que siempre tienen excusa para dejar la presentación de resultados para la generación siguiente y que en cambio disponen de cantidades fabulosas de dinero, que siempre da para mejorar el propio patrimonio o al menos la propia carrera política. Eso no inquieta mucho a los entusiastas, que en realidad admiran la astucia y eficiencia de esos políticos a la hora de prosperar por esos medios. La corrupción opera exactamente como un esquema de Ponzi ("pirámides"), con unos perdedores que por una parte aceptan el juego y por la otra llegan demasiado tarde al reparto.

Puestos a pensar en la conveniencia de semejante medio de transporte convendría plantearse cuánto cuesta. Los ciudadanos de las grandes metrópolis europeas pueden pagar la construcción de metros, pero por una parte eso ocurrió hace muchas décadas, y por la otra también pueden pagar lujos que en Colombia sólo alcanzan los altos funcionarios del gobierno o gente de ese nivel de poder adquisitivo, que en su mayoría son asalariados.

Lo que no se tiene en cuenta es que la densidad de una ciudad europea es muchísimo mayor que la de Bogotá. Entonces, cada tramo del metro lo pagarían en Bogotá cinco veces menos ciudadanos (es un decir) con cinco veces menos ingresos, con lo que la carga sería 25 veces mayor. Eso sin contar que la altísima proporción de ciudadanos indigentes o muy pobres haría que los demás tuvieran que pagar mucho más, y que de todos modos ninguna ciudad europea se plantea construir un metro ahora partiendo de cero.

Para formarse una idea de lo que cuesta ese sueño baste pensar en los horrorosos puentes elevados que uno ve en Bogotá, a veces a escasos metros de las casas, como en la calle 53. ¿Cómo es que no hacen los puentes a ras del suelo haciendo pasar los vehículos por debajo? Pues porque es mucho más caro. El metro significaría hacer eso, pero no por tramos de unas decenas de metros sino por decenas de kilómetros. Y eso sin contar las dificultades particulares del suelo de la capital.

Uno escribe "decenas de kilómetros" pero ¿cómo cuántas decenas? La respuesta es para desesperar. Si sólo se hiciera una línea como quien dice por debajo de la Caracas, por una parte el resto de la ciudad seguiría igual de congestionado, pero por la otra los usuarios que quisieran llegar al norte desde el sur aprovechando la mayor rapidez del desplazamiento serían tantos que se echarían de menos las comodidades de "Transmilleno". Por eso decía que ese sueño ilusiona a gente que no sabe qué es un metro.

Las razones se van acumulando hasta desesperar. ¿Cómo es que no hay recursos para tapar los baches de las calles, que hacen de Bogotá una urbe africana mucho más que la falta de metro? Parece como si eso fuera llevadero en comparación con el agravio que representa la ventaja de los paisas.

En fin: una red de metro que realmente cubriera a Bogotá como a una gran ciudad europea costaría muchísimo más que por ejemplo un tren bala a la Costa o a Buenaventura. Costaría el PIB de muchos años y de ninguna manera lo podríamos pagar. Una sola línea no resolvería en absoluto el problema de movilidad y sólo significaría un endeudamiento mucho mayor, por no mencionar que el costo seguiría siendo espantoso.

En cambio, y es lo fascinante, a los que gobiernan muchas ciudades europeas les gustaría tener como en Bogotá territorios casi inagotables en los que los inversores privados derribarían viviendas precarias para construir rascacielos y equipamientos urbanos modernos cerca de los lugares céntricos. El gran problema en esas ciudades es el precio del suelo, que en Bogotá resultaría irrisorio en comparación con lo que costaría el metro y que no saldría del bolsillo del contribuyente. Baste pensar en la zona que se extiende al sur de la Candelaria, hacia Los Laches y los barrios que hay al sur para plantearse una reforma que atrajera a muchas personas acomodadas y usuarias de automóvil al centro de la ciudad, cerca de donde vivían sus bisabuelos, de la vida bohemia y del patrimonio urbano y nacional. No sólo se trata de los ricos locales, sino de posibles inmigrantes acomodados de todo tipo, de turistas y de empleados de empresas extranjeras. Y la reducción de desplazamientos en carro ahorraría tanta contaminación como el metro, por no hablar de los que se harían en ascensor, en bicicleta o a pie, en entornos más seguros y gratos que los extrarradios cada vez más remotos a que suelen huir los ricos.

Todo el entorno del centro de la ciudad es susceptible de reformas de ese tipo: con mayores posibilidades de vías anchas y parqueaderos, con mejores zonas verdes y todo tipo de equipamientos que cada vez se solicitan más y podrían pagarse si la economía del país en el medio plazo mejora.

La movilidad podría mejorar mucho por una parte ampliando las vías que van pegadas a los cerros orientales (no a costa de éstos, que de todos modos siempre han sido pasto de invasiones, y en las que podría construirse algún tipo de tranvía o tren ligero), y por la otra construyendo una vía realmente amplia entre la Caracas y la carrera 30, demoliendo manzanas enteras de viviendas deterioradas: con todo, lo que costara indemnizar a los dueños y a los inquilinos, sería muchísimo menos que el precio del metro. Y lo mismo se podría plantear con vías que atravesaran la ciudad en dirección este-oeste.

Ojalá los candidatos a alcaldes y concejales tengan algo que decir sobre esto. Y ojalá los votantes se informen un poco mejor, de modo que las tremendas posibilidades de la ciudad, sobre todo de su zona céntrica, se aprovechen y la construcción sirva de verdad como locomotora de la economía.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 26 de enero de 2011.)