sábado, julio 31, 2004

Las ONG y la gran industria colombiana

Diagnosticar la causa de nuestros problemas es fácil: en el origen de todo está la mentalidad rentista que se formó durante la época colonial, y la sociedad jerárquica, de castas, que heredamos. ¿Hasta ahí me explico bien? Bueno: pues esa sociedad tiende a excluir la competencia, y no hay que entender "competencia" como "concurrencia", "rivalidad", sino también como "aptitud". En la sociedad jerárquica no cuenta lo que uno HAGA sino lo que uno SEA. Por eso se buscan siempre argumentos y máscaras que más o menos sirvan de excusa a la exclusión de una parte de la gente. ¡En África se llegaba a entablillar la cabeza de los recién nacidos de las castas superiores para deformarla de tal manera que los otros creyeran que eran diferentes, una raza superior!

Ya hay dos cosas que definen a Colombia: el colombiano aspira a vivir sin trabajar y vive para ponerse los símbolos que lo caracterizan como persona de una casta superior. Eso explica que el que consigue algo tenga tanta necesidad de ostentarlo. Y que en medio de la pobreza, del endeudamiento, de la incertidumbre, las tiendas que alquilan fracs y las concesionarias de carros de lujo sigan funcionando a todo gas.

Pero ¿qué es lo que de verdad divide a las personas de modo que un esclavo, un indio, un negro, un pobre no pueda fingir jamás que lo tiene? Obviamente, la educación, los estudios universitarios, la cultura, el lenguaje. Por eso en Colombia siempre ha sido muy importante para todos el conseguir que sus hijos accedan a esa "educación", pero ahí viene el problema de la mentalidad jerárquica: ¡uno no va a la universidad a aprender nada útil sino a convertirse en doctor!

El ascenso social no está ligado al prestigio de HACER nada, sino de SER (abogado, médico, alcalde, senador, ministro). Y por eso jamás ha habido en las universidades colombianas (algunas son más antiguas que Harvard o el MIT) ningún invento importante, ningún profesor colombiano que pudiera dar clases en una universidad de un país civilizado. Y siendo tan importante ese servicio de ADORNO de los poderosos, el grupo que controlaba la universidad se fue llenando de pretensión y de ambiciones de poder.

Así se llega a la época de la Revolución cubana, en la que las universidades de toda América Latina hervían de fervor antiyanqui y socialista. Los muchachos que accedían a una universidad pronto eran captados por los grupos revolucionarios, y la forma en que eso funcionaba, y todavía funciona, es ésta: al muchacho, de 18-20 años, se le halaga y se le convence de que pronto se podrá convertir en un líder de un gran acontecimiento histórico y se le ponen los ejemplos de Rusia y Cuba, donde los jóvenes llegaron a cargos de mucho poder en una primera época.

La "injusticia" es una excusa perfecta para que el muchacho no se dé cuenta del fenómeno de VANIDAD que se le está inoculando. ¿Quién es él para decir cómo ha de ser el mundo? ¿Quién es él para decidir por los demás cómo se debe vivir? Para que un adolescente de ésos se sienta con derecho a matar y torturar gente hace falta que pertenezca, o aspire a pertenecer, a una casta de las que siempre han matado y torturado gente. O sea: el muchacho se siente con derecho a inventarse el mundo porque es de la casta de los doctores, porque es "universitario", y la recitación de la increíble letanía "revolucionaria" lo hace sentir superior a la gente que va en bus o que trabaja. ¡Se vuelve un "pensante"!

¿Qué hace el pensante? Ante todo, gritar y tirar piedras contra los policías, reunirse y establecer lazos solidarios con los demás pensantes y recitar las consignas comunistas, que en las universidades colombianas se convirtieron en una pseudorreligión bastante primitiva. ¿Se acuerda alguien de que estos muchachos son "universitarios" y que habían ido a la universidad a aprender una profesión que teóricamente tendría alguna utilidad? Pero es que, ¿qué interés va a tener aprender medicina o ingeniería cuando se está ante la formidable misión histórica de crear la sociedad sin clases y el reino milenario de los pensantes? El mismo método que se empleaba para combatir al gobierno servía en la universidad: los gritos y amenazas convencían a los profesores de que era mejor no ser demasiado exigentes con el rendimiento académico de los alumnos. Y las normas de la universidad se negociaban bajo esa presión, siempre haciéndolas más y más laxas.

Varias generaciones de estudiantes colombianos han sufrido ese proceso de convertirse en pensantes, y cuando terminan la carrera realmente no saben mucho más que aquello que los situaba en el organigrama de la organización revolucionaria: ésta es la empresa que se ha formado en las universidades, y pronto les voy a explicar qué es lo que produce esa empresa.

En los primeros años de euforia hubo muchos jóvenes que fueron a Cuba a entrenarse y fundaron el ELN, mientras que otros se sumaban a los residuos de guerrillas de los años cincuenta que controlaba el Partido Comunista y que en 1964 se convirtieron en las FARC. Después se fue viendo que no sería tan fácil tomar el poder y los revolucionarios se vieron convertidos en lo que han sido siempre los doctores en Colombia: "doctores", titulados sin ninguna aptitud. Como no podía ser menos en Colombia, la verdadera vocación de esos miles de doctores era la política, ya he dicho que todo el problema es el afán de vivir sin trabajar.

Los revolucionarios se dedicaron a organizar sindicatos y a recibir rentas de las que entonces llegaban de la Unión Soviética. ¿Cómo creen que llegó Luis Eduardo Garzón a trabajar en Ecopetrol? ¿Acaso no era un estudiante de Derecho en Bogotá? Allá estaban las redes que desde varias décadas antes había estado formando el Partido Comunista, y como Garzón hubo miles de revolucionarios que entraron a las principales empresas públicas, a los bancos, al sistema judicial, al magisterio, con el claro propósito de formar sindicatos y "concientizar a las masas", es decir, a preparar la revolución.

¡No estudiaban cuando iban a la universidad y tampoco trabajaban después, la revolución los alejaba de ambos objetivos y les permitía realizar el sueño de quince generaciones de encomenderos, el que definía a los españoles de la edad media: VIVIR SIN TRABAJAR!

Pero entonces ocurrió el increíble milagro de la tregua de Belisario y de la Mannesmann y las guerrillas se convirtieron en organizaciones legales que podían instalarse en cualquier parte. Así en vastas regiones hubo trabajo para los revolucionarios como políticos que representaban desde los cargos públicos el poder de terror de las guerrillas, que no habían dejado de secuestrar ni muchísimo menos de extorsionar a los campesinos.

¡Tenía que ser en Colombia! ¡Los puestos públicos ya habían garantizado sueldos altísimos y gran poder a unos estudiantes que no habían estudiado y que como funcionarios estatales sólo se dedicaban a protestar e intrigar! Eso los menos ambiciosos, los de "estrato" más bajo, porque los más avispados ya viajaban a Europa a establecer relaciones con las fundaciones de esos países y con los revolucionarios europeos, y así se creó otra fuente de ingresos importantísima y otro frente de acción revolucionaria.

¿Qué es lo que ha pasado siempre en Colombia? QUE-CIERTAS-CASTAS-VIVEN-SIN-TRABAJAR-A-COSTA-DE-LA-MAYORÍA. Al mismo tiempo, el auge del narcotráfico despertó el interés de las guerrillas, que se plantearon promover los narcocultivos en vastas regiones despobladas. ¡Otra fuente de ingresos, ya la mejor profesión en Colombia era ser revolucionario! Por rivalidades relacionadas con esos negocios ocurrió lo del secuestro del padre de los Castaño Gil y la consecuente matanza de revolucionarios legales.

Pero entre una cosa y otra el negocio ya había crecido a dimensiones fabulosas: miles de millones de dólares de las extorsiones, miles de millones de dólares del narcotráfico, cientos de miles de puestos de trabajo bien remunerados en el Estado, control de la rama jurisdiccional tras la masacre del Palacio de Justicia, control de la prensa, que pasó a ser un monopolio en manos de los que publicaban la revista Alternativa, y recursos fabulosos de los gobiernos europeos y de sus fundaciones.

Alrededor de este último aspecto surgió el frente de actividad de los revolucionarios que más daño ha hecho a Colombia: las ONG de "paz" y "derechos humanos". Se trata de cientos de microempresas controladas por algún antiguo dirigente de alguna secta revolucionaria que tiene ingresos muy superiores a los de un ministro y que hace de consultoría para el negocio del secuestro y el narcotráfico. Debido a su bonito nombre y a los convenientes contactos que sus jefes han establecido en Europa (pues estas ONG son propiamente el estrato 6 del movimiento revolucionario), son prácticamente intocables y tranquilamente se dedican a presionar, a explotar cada bomba y cada masacre (que a menudo no servirían para nada si no hubiera quien las rentabilizara), así como a organizar la presión que permitirá (?) sacar de la cárcel a los terroristas presos y despejar territorios.

¡Empezaron, acompañados por los inútiles y arribistas de ciertos países (que allá son los últimos micos y en las selvas colombianas son semidioses), llamando "guerra" a los crímenes más vulgares, y ahora ya han conseguido que haya una guerra! El único problema es que ellos no están por fuera ni por encima, sino que son la cara más repugnante, la de la mentira y el cinismo, del bando terrorista. Y en la medida en que el gobierno calle, en que la gente calle, en que se nieguen a verlo, en que cedan a la presión de medios como El Tiempo, que las convierten en portavoces de la "sociedad civil", estos criminales continuarán estrangulando a Colombia.

¡Nada ha hecho multiplicar tanto los secuestros y masacres como la existencia de estas organizaciones! En realidad son la división de ventas de la única industria que se ha organizado en gran escala en Colombia: LA INDUSTRIA DE LA MUERTE.

miércoles, julio 21, 2004

La guerrilla que perdió sus ideales

Siempre produce mucha angustia encontrar a tanta gente que lamenta que la guerrilla haya perdido sus ideales. Lo peor es tener que consolarlos: lo que hace que esas bandas criminales se mantengan son esos ideales. Les puedo asegurar que la mayoría de los miembros adultos de la guerrilla siguen planteándose la toma del poder para imponer el socialismo.

Las múltiples infracciones del código penal que cometen son MEDIOS para ese fin (no hablo de "crímenes", porque el mayor crimen es la pretensión de tomar el poder para imponer el socialismo). ¿Cuáles son los ideales de los revolucionarios? "NOSOTROS destruimos la máquina de poder de los imperialistas (neoliberales, explotadores...) y creamos una máquina de poder que sirva al pueblo, a los pobres, a los oprimidos (como nosotros, nuestras familias, nuestros paisanos y vecinos)". Eso implica despojar a la gente, matarla, etc.

¿Por qué habría de escandalizarnos que después eso se haga? Durante cincuenta años al menos eso es lo que se ha ido a aprender a la universidad en Colombia. En medio de ese primer ideal (la revolución) se cuelan casi imperceptiblemente sueños casi naturales en todo ser humano (vivir en una de esas mansiones del Chicó, desplazarse en un buen carro, tener trato con los intelectuales...) y elementos tácitos de egoísmo: "Yo me dirijo a mi pueblo para llamarlo a construir en esta tierra que sólo ha conocido la opresión por fin una sociedad justa donde el negro no sea menos que el blanco ni la mujer menos que el hombre, donde el que nació entre la basura no sea menos que el que nació en los palacios que construyeron los opresores con lo que le quitaron al pueblo. Yo he estado más de treinta años acompañando la lucha para que este momento de plenitud llegue y por fin Colombia pueda decir que nace como nación que tiene mucho que enseñar al mundo". Siempre hay un predominio de la primera persona.

Quien decide aplicar la justicia a la fuerza le niega a los demás el derecho a aprobar esa justicia. Por tanto, el contenido de esos ideales que la gente echa de menos sólo es éste: "YO MANDO".
Pero esa voluntad está en el fondo de la naturaleza humana, el problema es que la pretensión de aterrorizar y matar se disfraza como una forma de reparar un agravio o de crear un mundo justo.

Pero es que los marxistas han estado descalificando las urnas y el sistema democrático desde siempre. El mensaje implícito es el reconocimiento de una jerarquía de la fuerza, el desprecio de lo que la gente puede elegir. Pero cuando a la gente no se la deja optar por una forma de vida, por un lugar, un oficio, unos hábitos... se la está esclavizando. ¡No es que las guerrillas terminen esclavizando a la gente, sino que era lo que se proponían desde el principio! Esclavizar a la gente era el otro "ideal".

Robarla y esclavizarla. Aquí es donde uno se encuentra con lo que es la guerrilla: una constante de la historia humana. Todos los imperios crecían robando y esclavizando. Pero sobre todo lo que hay es una constante de la historia latinoamericana: los conquistadores vinieron a robar y esclavizar. Los mismos secuestros se practicaron en los primeros años de la Conquista. ¿No?

¡Todos los revolucionarios obedecen a esa mentalidad de guerreros y reproducen un fenómeno tradicional! Lo demás es la típica corrupción del lenguaje. No se dice "robar", se dice "expropiar", no se dice "esclavizar", se dice "liberar", no se dice secuestrar sino retener... Pero a esa mentalidad de guerreros se le suma la ideología heredada de los españoles.

Por eso algo tan obvio como la libertad de opinión se descarta sin problemas cuando se quiere la justicia. Todos los profesores universitarios marxistas aceptaban y aceptan que en Cuba no haya ninguna libertad de expresión o de opinión.

¿Por qué eso? Durante casi ocho siglos España y Portugal estuvieron poblados por árabes y musulmanes. El mismo año del descubrimiento cayó el último reino moro. Las colonias heredaron muchos rasgos de esas culturas. ¿No se les ha ocurrido que es muy raro que en Estados Unidos nunca haya habido caudillos? Es que el caudillo es una institución árabe que todavía existe. Casi todos los países árabes son gobernados por caudillos que se sostienen sobre todo por la lealtad del ejército.

El desprecio de la democracia "formal" o "burguesa" es otro "ideal" de los que hicieron nacer las guerrillas, pero sólo lo tolera la mente porque en el fondo todos tenemos a un Bolívar que espera hacer de las suyas acaudillando a una tropa fiel.

¡Ojalá las guerrillas fueran un club de bandidos! Hace tiempo que se habrían dispersado para disfrutar de sus riquezas fabulosas, o se habrían denunciado y matado entre ellos. La forma en que esas guerrillas, esos comunistas, esa "izquierda", son hoy en día los defensores del statu quo daría para otro sermón más largo que éste. Pero es evidente. Basta con ver quiénes son los votantes de Garzón.

Una de las mayores desgracias de Colombia es que los comunistas conservan un gran prestigio. Los 100.000 muertos que puedan haber causado las guerrillas comunistas en su ascenso hacia el poder no son nada en comparación con los más de 100.000.000 de muertos que produjo el comunismo en el siglo XX en el resto del mundo. Tres ceros de diferencia que a muchos colombianos no les quitan el sueño.

Pero para que deje de haber guerrilla hay que destruir el mito que la sostiene, mirar con ojo crítico toda nuestra historia y defender los valores de la civilización moderna, a los que se opone NUESTRA TRADICIÓN.

Si los guerrilleros perdieran sus "ideales", eso sería algo muy bueno para el país. Podrían irse a vivir en cárceles de lujo o recluirse en un pueblo de millonarios en el que disfrutarían de sus ingentes capitales. Pero a eso se oponen los demás "idealistas" que esperan un gobierno que decrete más inversión social (más puestos para ellos) y esperan que eso se negocie a cambio de la paz.

Éstos son los empresarios del negocio, pero nadie les dice nada, todos aplauden sus "ideales" y hasta les hablan en tono condescendiente (y con secreta admiración) por no haberse vuelto prosaicos consumistas.

Las universidades y las guerrillas

Las universidades son supuestos centros de conocimiento que reúnen a grupos bastante considerables de personas fuertes: sanas, jóvenes, talentosas, bien situadas socialmente... Casi sin remedio las universidades generan ese sentimiento de superioridad y de autoridad sobre la sociedad. Eso en general y en todo el mundo.

Pero en Colombia eso se multiplica por la raíz esclavista de la sociedad. En última instancia, la persona que va a la universidad perpetúa una posición de dominio que tenía su familia. Al tratarse de una sociedad esclavista (la Colombia del siglo XVI al XIX), lo que determina el rango no es lo que se haga, sino la casta a la que se pertenezca. Por eso durante mucho tiempo en Colombia ha importado muy poco la calidad de los conocimientos de los "doctores". Mucho menos que el anillo de grado o el diploma. La universidad refleja esa mentalidad.

En el libro "Fabricantes de miseria", de Plinio A. Mendoza, Carlos A. Montaner y Álvaro Vargas Llosa se analiza la forma en que la universidad ha sido siempre en Latinoamérica una institución que se siente ajena a la sociedad en la que vive. En realidad, es heredera del clero de la sociedad estamental de la Colonia y en lugar de un conocimiento útil a la sociedad existe para garantizar los privilegios de la casta que la controla.

Hace un tiempo salió un artículo de Armando Montenegro en "El Espectador", en el que se considera el hecho de que las universidades colombianas tienen una productividad bajísima, sobre todo cuando se piensa en la investigación.

También en su último libro el pensador francés Jean-François Revel se plantea el problema de que las universidades de todo el mundo tienen un papel irrelevante cuando se trata de la investigación, pues ésta requiere una inversión costosísima. Así, hay universidades que investigan en EE UU, algunas pocas en el Reino Unido, en Alemania, en Japón y en China. Las demás forman a sus alumnos a medias, y ciertamente no significan nada en el terreno de la investigación y el conocimiento de vanguardia.

Lo que pasa con la universidad colombiana es que al no haber industria ni una actividad productiva que ocupe a los titulados, éstos se forman para ocupar cargos públicos. Por eso han abundado siempre los revolucionarios. Hay que meterse en la piel de una persona de ésas para entender que todo el tránsito de adolescente visionario a terrorista es bastante rápido. ¡Es tan fácil ver un mundo en el que todo opera según la visión de uno y todos los que no le gustan a uno pierden poder e importancia! ¡Es tan fácil para alguien de un país pobre, atrasado, humillado y desvertebrado sentirse con derecho a imponer cualquier ensueño! De todo eso a la violencia hay muy poco. Después ocurre que esa ideología se reproduce, pues a fin de cuentas los recursos estatales han aumentado y los que estaban ligados a la militancia han encontrado empleo en las empresas públicas y en las otras universidades, y finalmente la mejor apuesta de un muchacho que entra a la universidad no es el conocimiento sino la conspiración. PERO EN ESO SÓLO SE REPRODUCE LA VIDA TRADICIONAL.

De modo que no hay que imaginarse una guerrilla ajena a la universidad que la infiltra y pretende dominarla. Hay que entender la vida colombiana como el doloroso tránsito de la sociedad del Barroco a la modernidad, con la resistencia numantina que presentan las castas privilegiadas del mundo esclavista, la tentación de la riqueza petrolera, carbonífera, gasífera, cocalera, esmeraldera... La universidad está condenada a ser el refugio de esas castas parasitarias. No crean que es la Nacional. En la revista Semana publican artículos de personajes de universidades de ricos, como un tal Llanos de la Javeriana de Cali, y otro personaje del Externado, que son descaradamente proguerrilleros, con mucha menos elegancia que Alejo Vargas. Lo mismo ocurre con el Think Tank de la Universidad de los Andes, dirigido por un señor Camacho Guizado que antes era del IEPRI y que tampoco oculta mucho su sesgo proterrorista.

Entender que nuestra situación es ese tránsito que vivieron los europeos en el siglo XVIII y que se conoce como "revoluciones burguesas" implica ver el papel de las clases productivas, que hoy en día, tanto en sus vertientes conservadoras como en las progresistas, se identifican con el uribismo. Y por tanto ver que la universidad por su propia definición produce sociólogos, filósofos, antropólogos, psicólogos sociales, literatos, abogados, economistas, historiadores, etc., que por fuerza se sienten mal en una sociedad capitalista en la que su actividad no se vende mucho y tampoco sus discursos calan en el electorado, de modo que no pueden pensar en ocupar cargos públicos.

Es decir, son partidarios de regímenes de fuerza por su propia condición, no porque alguien los corrompa. No es que sean tontos como para no ver que un régimen castrista o chavista significa la miseria generalizada. ES QUE UN RÉGIMEN SEMEJANTE TAMBIÉN SIGNIFICA QUE EL PODER ESTARÁ EN MANOS DE ELLOS. Eso fue el comunismo en todo el mundo, y todavía en Europa hay poderosos intereses ligados a esos sectores sociales. Por eso el entusiasmo que despierta Lula y la simpatía por la guerrilla colombiana.

Ya he dicho que esa función de la universidad tiene sus raíces en el Clero de la Colonia. Bueno: la universidad colombiana nació para formar sacerdotes, teólogos, etc., y la verdad es que en Colombia la mayoría de la gente tiende a razonar con criterios así. ¡Parece tan natural andar decidiendo lo que deben hacer los demás con su dinero! Hace poco los poetas caleños armaron un gran escándalo porque una entidad privada le había dado un premio a Álvaro Mutis. ¿Quiénes son ellos para decidir cómo se gasta esa entidad su dinero? ES QUE LA IGLESIA SE SIENTE DUEÑA DE LA SOCIEDAD PORQUE SIEMPRE HA ASPIRADO A ESO Y EN ALGUNAS ÉPOCAS LO CONSIGUIÓ, Y LOS QUE VAN A LA UNIVERSIDAD HEREDAN ESA CONCIENCIA.

¿Quieren que las tierras y las fábricas sean del Estado, que no haya propiedad privada sobre los medios de producción, que el Estado se ocupe de alimentar a los ciudadanos...? Eso parece la novedad y hasta la aplicación de la justicia para la mayoría. Pero es que eso ya existía así en el Imperio romano. El catolicismo es un cristianismo que trata de mantener esa centralidad de Roma y el Papa aspira a ser el emperador perpetuo, y las sociedades formadas en esa ideología reproducen hasta el final esos valores y esas estructuras mentales. A fin de cuentas, en Colombia, como en la antigua Roma, lo que define el rango de los ciudadanos es que no trabajan. Para eso hay esclavos. 

Eso es lo que defienden los justicieros de las universidades, el ocio fecundo de los privilegiados: no se puede decir que los funcionarios públicos de cierto nivel "trabajen" mucho.

domingo, julio 18, 2004

Sobre el Informe de Desarrollo Humano

El entusiasmo con que los medios de prensa controlados por la familia Santos han acogido el Informe de Desarrollo Humano muestra en gran medida lo que este texto tiene de estrategia de la oposición al gobierno de Uribe y las esperanzas que despierta un discurso que, creen sus promotores, puede unir a los que combaten la política de seguridad democrática. Yo creo que al publicar con tanto bombo un texto que podría haber redactado Víctor G. Ricardo, sus promotores sólo hacen el ridículo. El documento "que puede cambiar el país" es falaz y está orientado a favorecer los intereses del narcoterrorismo, como demostraré más adelante. Y ciertamente no va a cambiar nada, porque lo que podría traer un cambio es que los sectores partidarios de las guerrillas dejaran de hacer la guerra con los hijos ajenos y se involucraran en la lucha y corrieran riesgos. De otro modo, la presión sobre las FARC y el ELN continuará y llegará el momento en que tengan que negociar su desmovilización, o refugiarse en algún país amigo tratando de salvar sus copiosos recursos.

LOS PROMOTORES

Lo primero que hay que mirar respecto a ese informe es quién lo promueve: la financiación corrió a cargo del PNUD y de la Agencia Sueca de Cooperación Internacional. Por una parte, la burocracia de la ONU ha estado durante años dedicada a alentar a los narcoterroristas y a tratar de impedir el triunfo de las instituciones. Paradigmático es el caso del representante en Colombia del Secretario General, señor Lemoyne, para quien el núcleo duro de las FARC está formado por personas de gran formación y madurez política, y al mismo tiempo esas personas buscan la paz. ¿Se acuerda alguien de Mary Robinson? ¿Y de Jan Egeland? ¿Y de Anders Kompass? En octubre de 2003 salió en El Tiempo un artículo de Michael Frühling advirtiendo al gobierno para que no hiciera aprobar el Estatuto Antiterrorista, pues con eso violaba alguna normativa que les conviene invocar para el caso, pues lo que nunca van a permitir es que se combata eficazmente a los narcoterroristas y que se admita la legitimidad del Estado Colombiano. (El informe de Derechos Humanos de la ONU carga en la cuenta del Estado los crímenes cometidos por las AUC.)

En cuanto a la Agencia Sueca de Cooperación Internacional, la relación con la guerrilla es mucho más clara. Este país se ha dedicado durante muchos años a proteger a los narcoterroristas colombianos. Miles de miembros del Partido Comunista y de la antigua UP viven en Suecia, desde donde emitía la agencia Anncol y donde se manejan muchísimos intereses de las FARC. No es raro que este país bloqueara la declaración de las FARC como organización terrorista, y también que en sus bancos estén los grandes recursos de esa banda. Algo que financie en Colombia la Agencia Sueca de Cooperación Internacional por fuerza es algo ligado a los intereses de las FARC.

LOS AUTORES

Los coordinadores de ese proyecto son los profesores Hernando Gómez Buendía y Alejandro Reyes. El primero fue uno de los que aplaudió la propuesta de los Notables en tiempos del Caguán, por no mencionar otros comentarios suyos. No es nada nuevo que proponga remediar el "conflicto" premiando los crímenes. El otro era columnista de El Tiempo hace algunos años, e igualmente planteaba que mientras no se firmara la paz con la guerrilla el país estaría por fundar. ¡Lo que saliera de las urnas antes no tendría por qué valer, porque el acto fundacional de la sociedad era el acuerdo respecto a dejar de matarse! Se puede decir que no son propiamente personas resueltas a defender la democracia y una política de contención que fuerce a las guerrillas a desmovilizarse.

LAS FALACIAS

En el resumen que hace El Tiempo se puede ver el tipo de argumentación de quienes redactaron el informe, algo que conoce bien cualquiera que lea las columnas de Gómez Buendía: "Es una lectura -la más ambiciosa en muchos años- del conflicto armado, hecha sobre una tesis sencilla: el conflicto es complejo y las simplificaciones, en lugar de resolverlo, lo agravan."

Gómez Buendía, al igual que su vecino de columna, Antonio Caballero, es muy hábil con esos recursos retóricos. Esta vez se trata del retruécano, esa figura literaria en que se usan los mismos términos o conceptos para decir cosas diferentes. ("No están todos los que son ni son todos los que están.") Esta vez el prodigio es una tesis sencilla: el conflicto no es sencillo, y las percepciones sencillas lo hacen aún menos sencillo. Maravilloso.

La primera falacia es la que se cuela en los silencios del discurso: hay un conflicto en cierta medida legítimo, basado en diferencias locales relacionadas con la tenencia de la tierra. FALSO: los conflictos locales sobre la tenencia de la tierra los aprovechan las organizaciones terroristas para ganar adeptos a su interés. El "conflicto", es decir, las bandas terroristas, nacen en la universidad y en ambientes urbanos y acomodados, y su origen era la posibilidad de imponer un régimen comunista. Eso desde mucho antes de que hubiera guerrillas. Ya en los años 40 el Partido Comunista organizaba grupos armados en las zonas de colonización para tener una base militar. Ir a buscar las raíces locales del conflicto sin señalar que las guerrillas son ante todo expresión de las universidades es una forma de trabajar para esas guerrillas, que no pueden vivir de la triste legitimidad de los sueños guevaristas.

Típicos retruécanos: "el principal enemigo es la guerra y la primera tarea del país debe ser derrotarla". Eso fue lo que dijo Tirofijo cuando le hablaron de "humanizar la guerra". ¡Ahora tenemos a un país puesto de acuerdo para hacer la guerra contra la guerra! ¡Es la primera tarea del país! Ahí se está despersonalizando al enemigo y creando un bando universal en el que los crímenes no tienen autores ni instigadores ni consecuencias, sino que pertenecen a ese enemigo abstracto, "la guerra". ¿No estábamos en que debemos reforzar las instituciones democráticas para que sea posible forzar la desmovilización de las bandas de asesinos? ESO NOSOTROS. Los redactores del informe quieren que hagamos la guerra a la guerra.

Otra grave, fétida falacia: "... esta guerra que todos, el Estado, la guerrilla, los paramilitares y, sobre todo, la gente común, perdimos hace tiempo". Aquí con el mismo tipo de palabrería se atribuye a la sociedad el haber fracasado en un esfuerzo que no ha emprendido. Es que lo que se busca es que no lo emprenda. El Estado no ha perdido la guerra porque sencillamente ha vivido de espaldas a ella. La posibilidad que se abre con el triunfo de Uribe Vélez es precisamente el esfuerzo para ganar la guerra. Pero en ese esfuerzo no están los autores del informe.

"LA MEJOR SALIDA ES LA NEGOCIADA"

Conviene leer con atención estos tres párrafos del comentario aparecido en El Tiempo: 
 
-- El momento para una 'paz honrosa' para la guerrilla se agota tan rápido como el de una solución con el menor costo para el Estado y el país. -- Dos realidades deberían bastar, según el Informe Nacional de Desarrollo Humano, para que las partes enfrentadas en el conflicto colombiano entiendan que se impone una salida negociada: es tan obvio que la guerrilla no derrotará al Estado como que su capacidad de daño es gigantesca. -- "El diálogo se impone porque la nuestra es una guerra de perdedores", dice el capítulo 17 del INDH.--

El sentido de este discurso, claramente dirigido a la sociedad, a los empresarios y ganaderos y a quienes tienen algo que perder se puede resumir en esta idea: "Está bien, la guerrilla no se podrá tomar el poder, pero todavía puede hacer mucho daño". LO QUE HAY QUE ENTENDER ES QUE LA GUERRILLA NO PRESTA ATENCIÓN A ESOS DISCURSOS. En la medida en que se mantenga y la voluntad de la sociedad de combatirla se relaje, a medio plazo cuenta con grandes posibilidades de tomar el poder. Basta una situación de caos institucional, de grave corrupción del ejército, de rebelión de sectores determinantes de la población, como ocurre ahora en Bolivia. Mientras haya guerrilla y quintacolumnistas en el interior de la sociedad, la posibilidad de llevar al colapso a las fuerzas militares está siempre abierta.

VEAMOS AHORA ESTO: 

-- Los motivos que esboza el Informe para concluir que la negociación sigue siendo la mejor salida tienen que ver tanto con la insurgencia como con el Estado.

"Un proyecto revolucionario tan poco viable, una degradación que rompe todos los límites y ahora el prospecto de retroceso o derrota política y militar, habrían de persuadir a los insurgentes de que llegó la hora de negociar", les dice. Recordando, a la vez, al Estado y a la ciudadanía que tienen más que perder que su contraparte, por el costo-beneficio de una salida puramente militar.--

ESTO DEMUESTRA PLENAMENTE LO QUE DECÍA ANTES: EL INFORME AMENAZA A LA SOCIEDAD Y LEGITIMA CON ESA AMENAZA Y CON EL FINGIDO REPROCHE A LAS GUERRILLAS PRECISAMENTE LO QUE ÉSTAS BUSCAN: QUE SE NEGOCIEN LAS LEYES CON ELLAS. Cuando la sociedad se haya avenido a negociar, entonces verán la posibilidad de tomar el poder. Su fuerza no es el apoyo político ni la eficacia de su actividad criminal, sino la dispersión de la sociedad. Cuando ésta se avenga a negociar las leyes con unos asesinos, está negándose a sí misma todo derecho a decidir.

MÁS PÁRRAFOS CON LO MISMO:

-- Para el Estado los costos son más altos. Derrotar a la guerrilla es resolver solo uno de sus problemas. Y hacerlo sería un verdadero desgaste por la situación de las finanzas públicas, por la difícil geografía, por el empobrecimiento del campo y la radicalización aún mayor del contrario. --  
Lo mismo de antes: amenazar con las consecuencias de no rendirse. ¿De qué lado están los redactores del informe?

ESTO ES DEL PROPIO INFORME:

"Más allá o más acá de quién tenga la razón, se ha llegado al punto en que ambos bandos ganarían más de negociar que de seguir la guerra: la insurgencia porque estaría pactando una paz honrosa; el Estado, porque las concesiones no costarían tanto como cuestan hoy los daños".
 
¿QUEDÓ CLARO? No importa quién tenga la razón. La democracia sobra, pues hay hechos objetivos que están por encima, como que la guerrilla es invencible. PERO LA GUERRILLA NO QUIERE NINGUNA PAZ HONROSA, Y HABLAR DE ESO EN ESE INFORME SÓLO MUESTRA LA PRETENSIÓN DE ENGAÑAR A LA SOCIEDAD. Y las concesiones que se dieran a unos criminales costarían muchímo más que los daños porque se estaría legitimando el secuestro y la masacre como formas correctas de acción política. Bastaría con que diez guerrilleros se negaran a negociar si no hubiera rendición general, y que pudieran mantenerse, para que se les sumaran muchos que aspiraran al poder político. AQUÍ SE VENDE COMO ACUERDO LIMPIO LO QUE NO ES MÁS QUE RENDICIÓN ANTE UNOS CRIMINALES. ¿Algún país habrá renunciado a sus leyes, sobre todo a la democracia, porque los daños que un enemigo interno puede infligirle son más costosos? ¿Por qué no despenalizar el homicidio? La sociedad gasta mucho combatiendo ese delito.

Pero si a alguien le cupiera alguna duda del objetivo de ese informe, basta este párrafo:

-- El Informe señala que habría que hacer concesiones sustanciales, en particular a las Farc: "Habrán de ser bastante más significativas que las de cualquier acuerdo pactado desde mediados del pasado siglo".--

Sin embargo, Hernando Gómez Buendía, el director del proyecto, explica que no se trata de negociar algo tan extenso como una lista de mercado, pues "los temas deben ser tan pocos y tan precisos como sea posible". Pero, al fin y al cabo, se trataría de ceder poder real.

--Ciertas reformas son necesarias. No todas las que el país demanda, pues una 'revolución por contrato', como planteara el ex presidente López, sería cumplir con todo el programa guerrillero. Pero sí reformas que avancen, aún afectando poderosos intereses, hacia una sociedad más justa. A la vez, estas no deben depender de un acuerdo con la guerrilla. --

¿ESTÁ CLARO? No sólo hay que ceder poder político a la guerrilla, sino que hay que aplicar aspectos sustanciales de su programa, pues así se avanza hacia una sociedad más justa. Todo eso lo dicen tranquilamente y nadie lo discute. Pero eso fue lo que se agotó en el Caguán, y lo que muy torpemente se intenta recrear ahora.

--El INDH puntualiza que el mecanismo para decidir las reformas es "el verdadero núcleo del acuerdo". Si se trata de una Asamblea Constituyente, de una 'Convención Nacional' o del Congreso deberá decidirse en el marco de la negociación. [...] En el fondo -y esta es una de las cuestiones más polémicas que plantea el INDH- está la cuestión del poder. "Sorprende que a lo largo de años de diálogo y de repetidos 'procesos de paz', se le haya sacado el cuerpo a la cuestión capital de la política, que es la cuestión del reparto del poder", afirma. [...] El Informe Nacional de Desarrollo Humano dice que al Estado le cabe la responsabilidad de construir esa voluntad de diálogo, si busca parar este desangre inútil, injusto y envilecido. --

¿VEN? LO QUE PASTRANA NO QUISO DECIR, QUÉ ERA LO NEGOCIABLE, LO VIENEN A DECIR ESTOS AMABLES FILÁNTROPOS. LO NEGOCIABLE ES EL PODER POLÍTICO. LAS URNAS SON BOBADAS QUE HAY AHÍ POR SEGUIR LA MODA GRINGA.

MÁS ILUSTRATIVO ES LO QUE DICEN SOBRE LAS AUTODEFENSAS: 

-- Por sus características, por sus fuentes de financiación, los paramilitares colombianos tienen un mayor grado de autonomía política y militar frente al Estado que grupos de otras latitudes, y son un actor tan complejo como la guerrilla.

Dado que sólo levantaron reivindicaciones políticas mucho después de tomar las armas, "no sería lógico pactar toda una gama de reformas sociales y políticas" con ellos.
 
En la medida en que se trata de un "piélago de ejércitos sin ideología que los unifique de veras", la cuestión del interlocutor de las autodefensas con el Gobierno es clave. --

OTRA VEZ EL CUENTO DE LA TARDÍA INVOCACIÓN DE REIVINDICACIONES POLÍTICAS PARA JUSTIFICAR LA ASIMETRÍA DE QUE SE REPARTA EL PODER CON LAS FARC Y NO CON LAS AUC. (NO SE DEBE REPARTIR EL PODER CON BANDAS DE ASESINOS.)

En resumen, lo que trae el portentoso informe de desarrollo humano, las soluciones que presenta, son las mismas cosas que dice Gómez Buendía hace tiempo. Las mismas que dicen Molano y todos los propagandistas de las guerrillas. Y las soluciones son exactamente las mismas que proponen las guerrillas.

Una prueba más de que El Tiempo sigue en la misma tarea de alentar las masacres y secuestros en busca de un statu quo congelado para varias décadas en la que sus dueños salieran ganando. Pero el nivel de discusión es tan bajo en Colombia que un paquete caguánico como ése pasa sin que nadie se dé cuenta.


viernes, julio 16, 2004

Bin Laden y Tirofijo

A menudo leo comentarios de personas que comparan a los terroristas de Al Qaeda con los de las FARC o el ELN y me sorprendo de tanta ligereza. Si algo está bien lejos de los pilotos suicidas del 11 de septiembre son los sicarios de las bandas narcoterroristas colombianas.
 
Los primeros representan el extremo del arraigo y los segundos el extremo del desarraigo; los primeros son patricios hastiados del confort mientras que los segundos son el lumpen que sueña con acceder rápido a ese confort; los primeros sacrifican su vida para salvar su honra durante varias generaciones, mientras que los segundos sacrifican su honra durante varias generaciones para sobrevivir; los primeros matan a miles de extranjeros y dejan indemne a su pueblo mientras que los segundos matan a su pueblo para satisfacer las "utopías" e "ideales" de unos extranjeros (o más bien extranjeras, las damas aburridas de la Europa rica que acogen a los embajadores guerrilleros como excelente combinación de amante latino y buen salvaje)...
 
Lo que pasa es que muy poca gente se ha detenido a pensar en cuáles son los motivos por los que unos tipos privilegiados, algunos incluso casados y con hijos, se lanzan en unos aviones contra unos edificios y crean una masacre espantosa, sacrificándose en el acto. Todo lo resuelven con formulismos que no dicen nada: "fanáticos", "musulmanes", etc. Habría que ver qué es Arabia Saudí (la patria de casi todos los suicidas del 11-s): un país milenario que se mantiene en su primitivismo por su aislamiento y por las condiciones durísimas en que viven sus gentes.
 
Se debe recordar que todos los pueblos conocidos como semitas salieron de esta península: tanto los judíos como los babilonios, asirios, acadios y fenicios de la antigüedad. Este país se convirtió en el centro de una cultura a partir de la expansión árabe que en un principio dirigió Mahoma, el fundador de la religión musulmana, una especie de adaptación a la lengua y cultura árabes de la tradición espiritual judía y cristiana. Esta religión monoteísta se expandió por todo el norte de África y el oeste de Asia. Aunque el centro político de los imperios árabes estuvo en las ciudades de Damasco y Bagdad, La Meca conservó siempre el papel de centro religioso, al ser la peregrinación a esta ciudad una de las obligaciones de todo musulmán.
 
De modo que el país desértico que rodeaba a esta ciudad se mantuvo como la reserva de las esencias árabes y musulmanas, hasta tal punto que el el siglo XVIII un movimiento fundamentalista se impuso en la región, el wahabismo. Lo que ocurrió después de que se liberaran de los turcos y se convirtieran en un Estado independiente es que el país accedió a grandes recursos derivados del petróleo. Eso convirtió a los saudíes en ciudadanos ricos que además tienen el orgullo de encarnar lo más puro de la tradición árabe y musulmana, aunque se consideran más cultos los miembros de las clases altas egipcias, iraquíes o sirias.
 
Lo cierto es que el horizonte de vida de estas gentes es irse hundiendo en un consumismo desaforado en el que se pierden y quedan convertidos en ciudadanos de segunda, pues sus creencias y tradiciones no dicen nada a los occidentales. Al mismo tiempo, la creciente prosperidad derivada del petróleo hace surgir sueños de poder, que se multiplican al pensar en la gran cantidad de musulmanes que hay en el mundo: más de 1.200 millones. El islamismo nace como proyecto de liderar a esa parte de la humanidad, hoy relegada, y formar una nueva potencia en expansión.

Para la mayoría de los varones musulmanes la globalización es la pérdida de poder en la vida doméstica porque sus mujeres ven el ejemplo de las occidentales, por eso el apego a las tradiciones religiosas, porque los privilegios tradicionales se ven amenazados; al mismo tiempo, para las clases altas saudíes, orgullosas herederas de una antigua tradición, ricas dueñas de gigantescas reservas de petróleo, la occidentalización sería una renuncia a su propia identidad, al tiempo que los varones compartirían la mala suerte de los demás musulmanes en el mundo americanizado. Por eso el odio al Occidente es común a casi todos los varones musulmanes y árabes, y ese odio se transfiere a las casas reales del Golfo porque se las considera lacayas de los norteamericanos.

Así, hay en Arabia Saudí toda una generación hostil a Occidente y a la monarquía, y su bandera es el islamismo. Bin Laden es el líder de este sector opositor, que es más importante de lo que se piensa. Es como el Che Guevara de la región (aunque Guevara fue un criminal más funesto).
 
De modo que cuando Mohammed Atta se lanza en el avión, hay miles de jóvenes saudíes que lo aplauden y lo admiran: en esa rebelión toman su primera forma los sueños de poder que tantas décadas de prosperidad petrolera han dejado. En lugar de envejecer degenerando, convertidos en los bárbaros consumidores de lujos a los que todos los occidentales desprecian, estos "fanáticos" mueren jóvenes dando "ejemplo" de valor y dignidad (según su punto de vista).
 
¿Tiene esto algo que ver con Tirofijo y sus gentes? En Colombia de lo que se trata es de una tradición de bandidos, que arranca en la misma conquista y que consiste en apropiarse del Estado para saquearlo. Para ello se recurre a las mentiras que sea, y cada época ha visto al demagogo que más convenía a los intereses de las "roscas" de hampones que en cuanto se apropiaban del Estado excluían a todos los demás. Lo que conocemos como "oligarquía" es sólo el producto de la última guerra de ese tipo.

El comunismo fue desde los años veinte la salida para sectores que no habían salido muy bien favorecidos en ese reparto. La demagogia era muy eficaz, y pronto empezaron a llegar recursos y prebendas de la Unión Soviética (como me preguntó hace años un político de barrio: ¿puede haber política sin prebendas?). La formación de las guerrillas fue el gran puntal del poder comunista, y el dominio que este partido ha llegado a tener en todas las universidades públicas (en las que se contrata preferentemente a los profesores recomendados por el PC), en las empresas públicas (ídem), en el magisterio (ídem) y ahora hasta en la prensa y en la diplomacia, por no hablar del sector judicial, ES EL PRODUCTO DE LAS AMENAZAS GUERRILLERAS.

En efecto, al existir una fuerza que objetivamente resultaba invencible porque el país no tenía valores ni recursos para perseguir a una organización que se podía ocultar en las infinitas selvas y montes del país, no había quien se resistiera a apoyar a los profesores, rectores, fiscales... que el Partido escogiera. La carrera de muchos políticos, como el mismo Horacio Serpa, está ligada a este partido.

¿Quiénes forman este partido y sus frentes armados? Pues los típicos bandidos que nos dejó la Colonia: los nietos de los encomenderos. Los borrachos, mujeriegos, informales, inconstantes, mentirosos y aprovechados pícaros que se definen por la crueldad y la bajeza. En el mamertismo y en la guerrilla no hay ninguna grandeza, sino lo peor que nos ha dejado la tradición. ¿O es que ustedes no conocen a esos sindicalistas y profesores? Todo el sueño de poder que tienen consiste en pensionarse antes de los cincuenta años, a ser posible de Foncolpuertos o de algún negocio así, y su espiritualidad no procede de una antigua religión, de una antigua identidad, sino que es una triste rutina que recitan mirando para otro lado mientras ven si alguien se descuida y pueden fugarse con algunos millones de algún secuestro o del narcotráfico.
 
¡Y nadie más apegado a los privilegios de clase, nadie más patético en sus pretensiones de dandismo, nadie más servil ante los poderosos y extranjeros y despiadado ante los colombianos pobres!

El concepto de "izquierda"

Tal vez uno de nuestros mayores problemas sea la corrupción del lenguaje: los cosas no tienen sus verdaderos nombres, sino que las han puesto en otro envoltorio para vendérselas a los incautos, exactamente del mismo modo que las compañías tabacaleras se anuncian con imágenes deportivas, o que las distintas marcas de cerveza se anuncian exhibiendo cuerpos esbeltos.

Les propongo que consideremos lo que se puede llamar "izquierda" y si los comunistas y guerrilleros colombianos tienen algo que ver con esa idea. Según el diccionario, izquierda es aquello que no es conservador, que promueve los cambios y el progreso.

En la tradición europea, la izquierda era el sector político que promovía la libertad y la igualdad, en oposición a la derecha, que defendía la autoridad, el orden, las diferencias sociales y la tradición.
 
Honradamente, ¿habrá alguien que crea que el Polo Democrático, el Partido Comunista, las Farc, el Eln, las mil ONG de paz y derechos humanos que protegen el secuestro, la Cut, el profesorado universitario, los prebendistas profesionales de la cultura, etcétera, son partidarios de la igualdad, la libertad y el progreso para todos? ¿Nos viene a librar Romaña de la autoridad? ¿Los pensionados de 45 años de Telecom quieren que todos tengamos empleos bien remunerados y un nivel de vida digno? Alguien como Antonio Caballero, que recibe el sueldo de 50 colombianos por mentir y halagar a los envidiosos, ¿representa de algún modo el interés de las empleadas domésticas y demás pueblo colombiano humilde? ¿O lo hacen en cambio los miles de militantes del Partido Comunista que reciben el sueldo de 15 personas en empleos públicos en los que no se hace otra cosa que echar cepillo e intrigar? ¿Son las joyas de los comandantes guerrilleros una muestra de solidaridad con los pobres? ¿Lo son los honorarios fabulosos de los que fueron a Maguncia o a Costa Rica a hacer de estadistas con la plana mayor de los corruptos? ¿Respetan en algo al ciudadano de a pie los personajes como Alejo Vargas, Alfredo Molano o el "notable" Lozano que se asoman a los medios de comunicación a pedir una "paz" que no es otra cosa que la imposición de una minoría de opresores armados?

Las personas de "izquierda" no saben lo que es su ideología y lo que son sus verdaderos valores porque viven por una parte inmersos en una tradición que explicaré más adelante, y por otra parte presionados por los mecanismos de las sectas.

A donde quiero llegar es a esto: la llamada "izquierda" es exactamente la defensora de los valores tradicionales, de la jerarquía, del derecho de pernada, de las desigualdades sociales y de un orden opresor.
 
Para eso habría que hacer un breve repaso histórico. En Colombia, los saqueadores de la conquista se convirtieron en encomenderos y terratenientes esclavistas: las generaciones siguientes cifraban su seguridad económica en un empleo público para la corona. Se daba el caso de que robar una parte de lo recaudado era legal, o sea, el Estado era el patrimonio de los reyes y nobles y también de los funcionarios, por eso los funcionarios en Colombia siempre han robado y lo han encontrado normal. La idea de que la riqueza se iba a encontrar trabajando resultaba odiosa, sobre todo porque en la tradición representada por el catolicismo, que venía del Imperio romano, el trabajo era una deshonra. Toda esa mentalidad hispánica en Colombia, sobre todo en Bogotá, se quedó congelada por el aislamiento, y es lo que a lo largo del siglo pasado produjo tantas vocaciones jurídicas y políticas.

Los jóvenes de buena familia tendían a estudiar derecho y a planear un futuro como políticos. En la medida en que crecían los cupos universitarios, aumentaban los candidatos, y eso producía muchos desplazados. De ahí la necesidad de hacer la revolución.
 
El joven revolucionario NO era consciente de que lo importante era su protagonismo, su poder y la seguridad de sus recursos. Eso lo daba por supuesto en un mundo que el organizaría siguiendo modelos ideales de justicia, aunque enterarse de verdad de los entresijos de la economía o de la historia le resultaba más bien tedioso. (¿DE DÓNDE CREEN QUE SALIÓ LA CORTE CONSTITUCIONAL?) En todo caso, menos agradable que redactar decretos que establecieran de una vez por todas la verdadera justicia. Eso es la izquierda: esa herencia de parasitismo, miedo a la competencia, apego a las jerarquías de siempre (o hay alguien más consciente de su "clase", de su "estrato" que un izquierdista colombiano), odio a la productividad y a la movilidad social.

Para explicar la forma en que esos fósiles antropológicos se convierten en rebeldes habrá que ver la historia del mundo (aunque rebeldes ya eran los encomenderos, y en los primeros siglos de la Colonia había un dicho muy expresivo: REBELDE SIGNIFICA TIRANO). Los países del centro, este y norte de Europa asimilaron el cristianismo y la cultura latina mucho después que los del suroeste, y en realidad la interpretación que dieron a la doctrina cristiana no encajaba muy bien en la tradición de la Iglesia. Esas diferencias se volvieron rebelión abierta al final de la Edad Media, y afectaron a toda la cultura posterior. Como reacción a la Reforma protestante, el Imperio español se convirtió en el adalid de la Iglesia romana, y dio un enorme poder a una institución medieval, creada para perseguir herejes.
 
Desde entonces ambas formas de cristianismo, y ambas formas de pensar han estado enfrentadas: el protestantismo está en el origen del desarrollo de Alemania, de las naciones escandinavas, de Gran Bretaña y de Estados Unidos. Estos países terminaron imponiéndose en el mundo y su forma de organización económica, el capitalismo, basado en la productividad y el crecimiento continuo de los recursos, se expandió durante varios siglos, trayendo consigo el desarrollo de que hoy disfruta una parte considerable de la humanidad. Sobre todo después de la II guerra mundial, todo el mundo copia las formas de vida norteamericanas, sus instituciones y sus valores.

Éste es un elemento importante de la llamada globalización, y en realidad todo lo que pensamos y sentimos hoy está marcado por este fenómeno mucho más de lo que nos damos cuenta. Ni siquiera nos podríamos imaginar cómo vivía un colombiano de hace 100 años, con sus camándulas y sus remilgos. Esa expansión de la mentalidad liberal, competitiva, Igualitaria, esa expansión de la prosperidad a todos y del premio al esfuerzo y al mérito AMENAZA LOS PRIVILEGIOS DE LOS COLOMBIANOS QUE SE ARRIMAN AL ESTADO, DE LOS QUE ESTUDIAN DERECHO, DE LOS QUE NO SABEN HACER OTRA COSA QUE INTRIGAR Y ECHAR CEPILLO.

Por eso se volvieron marxistas: para poder robar a los que habían conseguido algo con su esfuerzo y su eficiencia, para instalar una teocracia provinciana en la que su rango quedara congelado. ¿Qué esperaban ustedes? Ya lo decía el señor Molano, en la columna que escribió para justificar los atentados de Nueva York: no todo el mundo quiere que lo globalicen y le rompan sus estructuras, sus costumbres y sus jerarquías. Los afganos no quieren que el día de mañana las mujeres crean que tienen derechos y hagan algo para vengarse porque les hayan quitado la nariz, o que pueden escoger a su marido, o a abandonarlo, o a engañarlo, como perfectamente podría hacer una ciudadana del primer mundo sin temer lapidaciones ni torturas.
 
Para eso se resisten: los discípulos del finadito Pardo y de Molano no quieren que se les insolente la sirvienta, que cualquier carpintero evangélico se vaya a comparar con ellos porque ha conseguido plata. Tirofijo y compañía, menos todavía: ¿se imaginan al policía castrado reclamando sus derechos en igualdad de condiciones con el semidiós de la Revolución, con el nuevo Bolívar?

De modo que eso de "izquierda" habrá que ponerlo siempre entre comillas, porque lo que no hay en Colombia es un verdadero partido de los humildes que quieren ser como los demás. Ese partido querrá construir un país como los demás países, querrá fomentar el empleo favoreciendo a las empresas (sobre todo quitando los impuestos al empleo que sólo pueden pasar por la cabeza de legisladores colombianos, antiguos estudiantes de derecho), favoreciendo a los exportadores, promoviendo la seguridad, respetando la voluntad de la mayoría. Pero hace falta mucho para que se cree esa conciencia.


jueves, julio 15, 2004

Todo lo que pasa por culpa de los corruptos

La causa del atraso y la miseria de las naciones, sobre todo de las que pobladas por otra gente serían ricas, es aquello que hace y dice su gente.

Pero cuando se examina eso, siempre resulta que nadie quiere poner en duda sus convicciones, las "ideítas" que se han formado en su mente, que ha oído en la escuela, en la familia, en la iglesia, en la cantina... Paradigmático de esto es el mito que existe alrededor de los políticos del sistema democrático: la opinión generalizada es que son todos unos ladrones y que de no ser por ellos todos tendríamos suficiente.

Da lo mismo que se demuestre de mil maneras que eso no es así, la rutina tradicional es una enfermedad casi orgánica. De todos modos el esquemita maravilloso de que existía un paraíso en el que no hacía falta trabajar y llegaron unos malos, una serpiente tentadora (por eso ni siquiera hay que leer lo que escriben los que no recitan lo que uno sabe, a lo mejor terminan confundiéndolo a uno), un ángel caído y sus agentes, etc., y lo echaron todo a perder, ese mito de cuento de hadas, es una costra pétrea que nadie arranca de ningún cerebro.

Esa convicción es muy profunda en Colombia y la prueba está en que todos los analistas concuerdan en que si Uribe hubiera cerrado el Congreso habría ganado mucho apoyo popular.
Ese cuento sobre la corrupción es falso, procede del predominio de valores predemocráticos y premodernos y termina paralizando a la sociedad. Un país como Italia es riquísimo en comparación con cualquiera de Latinoamérica, pero allí la corrupción nunca ha sido menor que en conjunto en nuestro continente. Un país como Bolivia podría haber estado administrado por ángeles y seguiría siendo miserable, PUES LO QUE HACE LA RIQUEZA DE LAS NACIONES ES SOBRE TODO LA PRODUCTIVIDAD DE SUS POBLADORES.

Para llevar a un país a la miseria no hace falta "robarse" nada: la Argentina de Perón tomó el rumbo de la miseria el día que se crearon más empleos estatales que los necesarios, creando una "canal" por la que se han ido siempre los recursos, y lo mismo ha pasado en la Venezuela de Chávez (eso en cuanto al despilfarro, si se piensa en los cierres de empresas que produjo el aumento de los salarios por decreto, el daño sería mucho peor).

En Colombia todo el mundo se acuerda del robo de Dragacol, pero esa cantidad, unos 10 millones de dólares de entonces, SE GASTA CADA DÍA EN PENSIONES QUE NO SE PAGARÍAN EN EL PRIMER MUNDO. De eso nadie se acuerda, la renta legalizada, segura, cómoda, carente de ingenio o de esfuerzo es el sueño verdadero de casi todos los colombianos.

Las proclamas contra la corrupción son lo que se dice un canto a la bandera, y para saber que un político sólo tiene en mente robar basta con estudiar la frecuencia con que protesta contra la corrupción: lo que se espera de un administrador es que presente un programa riguroso explicando lo que va a hacer, el destino de las inversiones, etc.

Lo que hace el que sólo clama contra la corrupción es halagar la envidia de su público para conseguir su favor y así acceder al puesto, que sólo le interesa por las rentas que le pueda producir. Y es muy difícil contestarle, pues no hay ningún partido que se declare partidario de la corrupción.

En realidad, ese mito procede del rencor de los caudillos y otros gobernantes predemocráticos que aborrecen las urnas y los controles. Si los colombianos no confían en sus representantes en el Congreso, ¿por qué no eligen a personas honradas? Eso resulta imposible: se vota por prebendas, o no se vota porque no hay quien se las ofrezca a uno, y después se condena todo el sistema porque el ladrón del que el votante fue cómplice hace de las suyas. Pero lo gracioso es que si no hubiera políticos buscando votos, ¡ahí sí habría que ver lo que sería la corrupción!
 
La ONG Transparencia Internacional ha publicado la lista de los peores gobernantes ladrones, y en ella sólo figura un presidente de un régimen democrático: Arnoldo Alemán, el heredero de la "piñata" sandinista (Fujimori fue elegido, pero su régimen se convirtió en dictadura dos años después). El mayor corrupto por la cantidad que robó fue el dictador indonesio Suharto, lo sigue el filipino Marcos, el zaireño Mobutu, el nigeriano Abacha, el serbio Milosevich, Fujimori y un ex presidente ucranio. Claro que ahí no figuran Sadam ni Fidel Castro porque nadie controla las cuentas de sus regímenes, y no sería raro que ambos encabezaran la lista. ¿Cuál de todos esos grandes ladrones ha sido castigado por su pueblo? ¡El único, el que presidía un régimen democrático, Arnoldo Alemán, condenado a 20 años de cárcel!

Así pues, debería quedarnos claro que

1. La corrupción no es la causa de todos los males puesto que no todo es del Estado, como desearían los seguidores de Mussolini y de Tirofijo.

2. La única forma efectiva de controlarla y perseguirla es defendiendo las instituciones democráticas, las libertades, los controles institucionales y la transparencia de los gobiernos.

3. Más allá del robo hay formas de despilfarro, por ejemplo por populismo (el cual es complementario de los grandes robos: un ladrón que quiera llevarse muchos millones al exterior es indiferente al futuro del país, perfectamente puede endeudarlo para comprar apoyos), o la mala administración (que no implica mala fe: Mockus podrá ser un santo que no se robe nada, pero sólo es bueno porque no gasta, a la hora de invertir para resolver los problemas no parece ningún genio).

4. El problema está en reducir la parte del Estado, en hacer autónoma a la sociedad: en la medida en que el poder del Estado respecto al ciudadano sea mesurado, el funcionario ladrón tendrá menos posibilidades de cometer abusos. El rutinario clamor contra la corrupción sólo sirve para multiplicar ese mal de impotencia que mantiene a sus víctimas enardecidas por la envidia y al mismo tiempo absurdamente esperanzadas en que algún gobernante llegado de la luna o engendrado por el rencor de las multitudes va a remediarlo todo.

Emanuel Swedenborg

Emanuel Swedenborg fue un teólogo sueco del siglo XVIII que concibió el trasmundo (lo que encontraremos tras la muerte) como una simple prolongación de lo que vivimos aquí. Los justos estarán dedicados a escuchar a los ángeles sabios y a edificar sus almas, los condenados seguirán con sus crueldades, intrigas, mentiras, bajezas... ¡Estos últimos ni siquiera se darán cuenta de que están en el infierno, pues de todos modos les parecerá el paraíso!

Esa visión de Swedenborg tiene un gran valor porque nos permite concebir nuestra vida terrenal como eterna, como sagrada y como expresión de nuestro ser (no como cárcel en la que estamos por mala suerte).

Pero ¿por qué me pongo yo a hablar de las teorías de ese señor? Porque para mí tienen que ver con una experiencia personal muy dolorosa. Después de muchos años de ausencia volví a Colombia, y estaba bastante sobrecogido por todas las noticias que oía o leía: se robaban niños, se secuestraba a diez personas cada día, se mataba a casi cien, se llenaban los campos de minas, se desplazaba a millones de campesinos. ¡Esperaba encontrar a las víctimas de semejante tragedia dispuestas a buscar una salida, a remediar tales sufrimientos y a construir un país en paz!

¡QUÉ EQUIVOCADO ESTABA! Casi todas las personas con las que hablé estaban convencidas de que vivían en el paraíso. Uno me dijo que en realidad toda esa gente de Europa y Estados Unidos seguramente vivía llena de envidia y amargada porque a causa de la violencia no se podían venir a vivir aquí. ¿Alguien admitía alguna responsabilidad propia o de algún compatriota en las cosas monstruosas que pasaban? NO, NADIE. Todo era culpa de los estadounidenses que ponían precios bajos para el café, que compraban cocaína y obligaban a los colombianos a vendérsela, a llevársela en el estómago, a obligar a otro pistola en mano a tragarse las bolas de látex... O bien era culpa de los "corruptos", que en lugar de repartirse los recursos con los pobres se los quedaban para ellos solos, o de los militares, que se inventaban el conflicto con la guerrilla para poder seguir aumentando el presupuesto.

¡En esa época la guerrilla todavía era para muchos una esperanza de redención! Ahora se ha convertido en una plaga bíblica, una especie de langosta antropomorfa que descendió misteriosamente de la luna con la increíble intención de amargarle la vida a los colombianos. ¡Todo eso pasó desde que perdieron sus ideales! Antes, cuando tenían ideales, el soldadito que caía, el secuestrado, el niño reclutado..., tenían el alivio de que su sacrificio servía a la historia y generaba buena conciencia entre los colombianos urbanos, llenos de esperanza de que los jóvenes llenos de ideales fueran y construyeran el país justo, un hiperparaíso, porque ¿para qué habrían de mejorar el paraíso?

Pero desde que perdieron sus ideales, ya se volvieron tan malos como los gringos y como los corruptos. Y como les decía, tuve que conocer las teorías de Swedenborg para entender por qué a toda esa gente le parecía tolerable, normal, hasta envidiable la situación del país: les parecía el paraíso porque estaban bien adaptados a él. Como los condenados de Swedenborg, no comprenden que son condenados, que esa vida de atropellos, intrigas, servilismos, maledicencias, crueldades es propiamente el infierno, PORQUE ESA VIDA EXPRESA SU SER. Por eso no les veía ningún descontento ni ninguna vergüenza, la mayoría estaban contentos de la atribución de estrato que les habían hecho, muchísimos se habían acostumbrado a vivir "con servicio" y cuando veían niños mendigando en el semáforo, ¡AY, AY, AY! ¡CON QUÉ ENTUSIASMO SE INFLAMABAN A CONDENAR AL FMI! ¡Qué poco valían antes de encontrarse ese espectáculo que demuestra las maldades del neoliberalismo! Por suerte había algo que los convertía en jueces y maestros de moral.

¿Alguno pensaba en alguna solución? ¿En trabajar? ¿Para qué va a pensar alguien en trabajar si el país está lleno de petróleo y todo el problema es que los gringos paguen un precio "justo", ya que se lo roban? ¡Que repartan las riquezas de los corruptos, de los capitalistas, etc. (ahora también de la guerrilla)! NO ENCONTRÉ A UNA SOLA PERSONA QUE SE INTERESARA POR LAS POSIBILIDADES DEL PAÍS PARA PRODUCIR Y EXPORTAR MANUFACTURAS, PARA EXPLOTAR EL TURISMO, ETC. Los ingresos de la mayoría de esos ángeles del paraíso provienen de puestos públicos y su perfección no se ensucia con sudores y pujos, todo lo que cuenta, eso sí, es presentarle las hermanitas menores al compañero dirigente sindical, inventarle historias sobre la vida sexual a cualquiera que despierte un poco de envidia, salir a gritar cada vez que se negocia la convención colectiva para poderse pensionar a los 10 años de "trabajo", presumir de ser los más "rumberos", ver si hay alguna ocasión de expropiarle algún recurso al Estado burgués opresor.

Ésta es mi experiencia dolorosa: ¿cómo llegar a explicarles a estos condenados o demonios o trolls o subhombres que esa realidad que viven es rigurosamente infernal, que toda la culpa de la miseria, de los millones de muchachas que se prostituyen en el extranjero, de los millones de desplazados, de los millones de niños que no conocen una escuela, ES DE ELLOS, DE SUS MENTIRAS, CRUELDADES, INTRIGAS? Nunca lo admitirán. Perdonen que me repita, pero todo el problema es el profundo DAÑO MORAL que heredaron de la sociedad colonial, la crueldad y la indolencia del esclavista se manifiesta en los líderes guerrilleros, pero también en los lambones urbanos (los primeros sólo aspiran a estar en la situación de los segundos) y en la masa de "intelectuales", que curiosamente no saben ni redactar una frase pero sí se creen parte de una pléyade admirada por todo el mundo.

¿Por qué no voy a estar en minoría? Yo me limito a expresar lo que veo, el necesario CAMBIO DE MENTALIDAD puede que tarde siglos, porque lo que impulsa a los canallas a ser canallas es algo más profundo que una lectura mejor o peor interpretada.

¿Como se podría financiar la educación superior?

Lo que se debería hacer con las universidades públicas es privatizarlas y reformar drásticamente su forma de financiación. En principio habría que mantener el gasto actual, pero en lugar de una formación por un precio simbólico habría que conceder créditos a todos los estudiantes que accedan a la universidad. Así el que estudia se hace responsable de pagar en 10 o 15 años su formación, y el que no piensa trabajar no pierde el tiempo en la universidad.

Si se empezara a aplicar eso ahora, dentro de diez años habría por una parte los recursos del gasto ordinario más los pagos que harían los egresados de sus créditos. Naturalmente contra esto se levantarían todos los actuales estudiantes de esos centros, y todos los sectores sociales significativos: es de los pocos reductos que quedan del sistema de apartheid de la Colonia, no faltaría más sino que los recursos de los pobres dejaran de gastarse en el lustre de los ricos.

Pero una persona honrada tendría que admitir que eso serviría para ampliar la cantidad de cupos y también para exigir más productividad a profesores y alumnos. En la medida en que aumente el acceso a la universidad y la competencia entre unos centros y otros, se iría acabando con el predominio ideológico totalitario, PUES NO SE TRATA DE UN CAPRICHO NI UN DELIRIO NI EL RESULTADO DE LA FALTA DE INTELIGENCIA: la ideología guevarista y afines es lo que garantiza la continuidad de esa forma de vida en la que el doctor (que sólo es el reemplazo del cura del mismo modo que la universidad es el reemplazo del seminario) es incuestionable, improductivo y poderoso por definición.

Otra cosa que se podría hacer sería permitir que las empresas, también las extranjeras, patrocinaran algunas carreras y contrataran a tiempo parcial a los estudiantes, así la inversión en educación revertiría rápidamente en creación de riqueza.

¿Cuándo se empieza a ser un criminal?

Siempre me he preguntado qué sentirá un revolucionario que negocia con una madre angustiada para apropiarse por ese medio de todo el patrimonio de una familia, mientras apunta a la cabeza de un niño. Conocí a muchos izquierdistas de hace 25 años y soy consciente de que muchos de ellos no eran decididamente unos canallas, aunque creo que la obstinación y el oficio de guerreros los puede haber convertido literalmente en eso.

En los últimos meses he tenido ocasión de leer muchas intervenciones en diversos foros de personas que se identifican con ese discurso de las guerrillas y de los movimientos afines, y creo que he descubierto, ya con la perspectiva de la edad y de la distancia, la forma en que un adolescente rebelde, ambicioso y parlanchín termina organizando masacres y aterrorizando a los campesinos.

En el principio siempre están los intereses políticos de gentes de familias influyentes y poderosas. Esas personas tomaron el discurso de la moda revolucionaria que caracterizó al siglo XX y lo aprovecharon para crear un movimiento que los llevara a ocupar posiciones de poder. La forma en que convencieron a miles de personas pobres o débiles de carácter o carentes de convicciones firmes fue ésta: convirtiéndolos en agraviados, fomentando la envidia y el resentimiento. Por eso, cuando uno lee lo que escriben los partidarios de los guerrilleros, siempre se encuentran los razonamientos del tipo "queremos la paz con justicia social, de otro modo no hay paz". No se les ocurre que la primera "justicia social" que puede haber en el mundo es el derecho universal a la vida. Les parece obvio que todo el mundo está enemistado, o debe estarlo, con las personas que tienen más dinero. Eso es muy extraño, yo toda la vida he sido muy pobre y jamás he sentido que alguien por el hecho de tener más recursos sea mi enemigo.

Esa convicción de la lucha de clases tiene una especial acogida entre gente envidiosa y malvada. Pero no se dan cuenta, los ambiciosos fabrican monstruos que la gente sencilla no puede entender y los ponen a encarnar el "agente del mal" que antes el catolicismo había creado para justificar el dominio de los sacerdotes. Así a Tamaris la mandaron a luchar contra la burocracia, los muchachitos de la selva se van contra el imperialismo norteamericano, contra el neoliberalismo, etcétera.

La cosa se mantiene por las técnicas de secta y también porque en el mundo hay más envidiosos que personas conformes con lo que tienen. Después consiguen como aliados a todos los mediocres, los que tienen miedo de una sociedad competitiva. El que conozca el medio universitario habrá comprobado que son los profesores más rutinarios y perezosos los que siguen repitiendo la letanía izquierdista; y lo mismo pasa con los funcionarios públicos, ineptos y corruptos en su gran mayoría, pero afiliados a sindicatos cuyo discurso es ése.

Por eso una persona medianamente informada pierde el tiempo explicándoles que esas ideas sólo trajeron hambre y miseria en todos los lugares donde se han aplicado, que en Cuba la gente se gana cuatro mil pesos al mes y la principal actividad del país es el turismo sexual, sobre todo por los servicios que prestan las menores de edad, que en 1960 la renta cubana era el doble de la española y hoy es 20 veces menor, que en la misma época se vivía mucho mejor en Colombia que en Italia, que toda Latinoamérica está abandonando las mentiras totalitarias, terroristas y criminales para vivir en paz en sociedades productivas... Todo el mundo.

Colombia ya es sólo comparable a Angola, al Chad, a la República Centroafricana, a Sierra Leona, etcétera, países en guerra eterna en los que cualquier mentira mantiene el poder de unos criminales. Siguen y siguen porque no pueden figurarse que la sociedad sólo es jerárquica en Colombia, que la democracia moderna significa la apertura de las oportunidades para muchos y garantías REALES para todos. No les importa y no quieren entender porque psíquicamente los sigue dominando la noción de estar descendiendo de estrato y el rencor contra los que aciertan y viven mejor.

No se dan cuenta de que su odio no es contra los que han robado o hecho sufrir, sino contra los mejores, los que son como a ellos les habría gustado ser. Ese sordo resentimiento es generalizado en Colombia, he conocido a personas de cientos de países y los únicos que sienten eso son los colombianos (a veces se encuentran otros latinoamericanos con ideas semejantes, pero son pocos).

En ese sentido, el izquierdista de siempre es ya un criminal, porque su "revolución" significa el despojo violento de otros, porque su proyecto de vida y de política es el fomento del odio y porque sus ideas sólo se pueden aplicar mediante el terror. Que nadie se engañe a ese respecto: los secuestros y el boleteo son la revolución; el que proclama el derecho a quitarle a alguien su patrimonio por la fuerza está echando a rodar una idea que más temprano que tarde se aplica. Conocí a la izquierda de 1975 y entonces éramos jóvenes estudiantes que gritábamos lo que hoy hacen el Negro Antonio y Romaña. Y sé que en las ciudades tienen muchos aliados en los estudiantes de entonces... ¡En los peores, claro está, en los que nunca destacaron por saber ni por ayudar a los demás ni por tener ideas eficaces! ¿Qué les parece que va a pensar un profesional mediocre que sólo tiene el empleo gracias a que el gobierno tiene miedo de despedirlo porque se arma una huelga que termina en el despido del alto funcionario que está ahí sólo por unos añitos para hacerse un capital? Cuanto más indolente, egoísta, inepto es un funcionario público, más izquierdista.

Pero en Colombia contra ellos no hay nadie, porque el resto de la sociedad carece de visión y de moral: frente al resentido sólo hay tetas de silicona y pretensiones ridículas de lujo. En realidad, también lo conozco en decenas de casos, esos izquierdistas rutinarios son también los peores arribistas, los lujos que se van consiguiendo los justifican como derechos de todos y se combina una increíble arrogancia de estrato 5 con la arrogancia de superioridad moral por estar en contra del neoliberalismo (o sea, de la productividad).

ESA GENTE ESTÁ BIEN EN LA COLOMBIA DE HOY Y SABOTEARÁ TODO INTENTO DE CONSTRUIR UN PAÍS LIBRE, CULTO, AMABLE Y PRODUCTIVO. Pero ¿habrá quien lea esto? ¿Habrá quien comprenda que es necesario LLENAR DE MORAL la causa de la democracia, denunciar la vileza de los revolucionarios y lo monstruoso de sus intenciones? Es muy difícil ser optimistas.

El vicio de aparentar

Tal vez la cosa que más me ha parecido admirable de los países civilizados y maduros es el contraste que hay entre el cuantioso patrimonio de sus ciudadanos y la sencillez con que viven. Sobre todo en Suiza y en los estados fundadores de EE UU se ve a personas riquísimas vestidas como cualquier parroquiano y comportándose con absoluta modestia. El complemento de eso es la honda dignidad que se percibe en la persona de condición humilde, en la que es muy raro ver amargura o resentimiento.

¡Qué comparación con nuestro pobre país! Aquí la mayor aspiración de cada persona es PARECER alguien del estrato superior. En una ocasión una persona extranjera que vive en Colombia me dijo que a un colombiano bastaba con verlo para saber cuál era su condición social. El que no va vestido con ropa de Armani es sólo porque no tiene con qué pagarla. Y para la inmensa mayoría la mayor aspiración de esta vida es bajarse de un carro de lujo, llevar un Rólex de oro como el comandante Jojoy, beber "leche de la mujer amada" (así dicen, qué asco), etcétera. Darse como sea aires de persona prestante, pudiente e importante (valga la cacofonía) es lo que cuenta, mucho más que tener con que comer al día siguiente.

Pero cuando uno conoce a las personas que tienen todas esas cosas y se pavonean ante un auditorio famélico, se encuentra con que a menudo roban hasta a sus propios familiares, le prestan la esposa al superior jerárquico, halagan indignamente a todo el que está arriba y tratan con una crueldad y un irrespeto intolerable a todo el que esté abajo y para colmo es frecuente que no tengan ni para pagar el arriendo.

Bueno: eso pasa con el consumo, que la gente se pone un disfraz principesco y cree que no se le nota su condición innoble, pero es que LO MISMO, LO MISMO, LO MISMO pasa con las instituciones, con la política y el derecho. ¿Nadie les ha contado que somos un Estado Social de Derecho? ¿No saben que según la Corte Constitucional se deben respetar a rajatabla los derechos básicos a la vida, a la salud, a la educación, etc.? ESE MISMO VICIO DE APARENTAR LLEVA A ESOS ORANGUTANES CON PELUCA A DECLARAR QUE TODOS TENEMOS DERECHO A VIVIR BIEN.

Pero ¿tiene eso que ver con la realidad? Cuando uno tiene un trabajo y tiene amigos abogados o jueces, sobre todo si están bien relacionados con la Corte Constitucional, es posible que acceda a una EPS a la cual la Corte la obliga pagar cosas que no figuraban en el Contrato, pero la inmensa mayoría de la gente no tiene nunca nada parecido, de modo que ni siquiera acaba la primaria ni tiene un servicio médico y ni siquiera puede salir tranquila a la calle. Pero eso sí, el poder de los jueces no lo puede tocar nadie.

¡Es que con el cuento de las tutelas se corrigen la pensión hasta ganar más que el sueldo! (El atropello espantoso de Foncolpuertos se perpetúa gracias a las tutelas.) De modo que un magistrado que llegó a los 50 años y empezó a cobrar su pensión y le van a pagar sólo 35 salarios mínimos elabora una tutela muy bien redactada y muy bien "sustentada en derecho" y la presenta ante sus antiguos compañeros, a los cuales ayudó a ocupar el sitio, y éstos descubren que una pensión de 35 salarios mínimos atenta contra el sagrado derecho a la vida de ese magistrado y decretan que gane una pensión de 60 salarios mínimos. ¿No es lo que pasa? Todo el Estado Social de Derecho es la palabrería en la que se sustenta el poder omnímodo de unos señores que con tanta palabrería y tanto lirismo veintejuliero sólo defienden sus privilegios inicuos.

Como la prostituta que se casa con un mafioso y compra ropa de alta costura en París y se siente una gran dama, así la iniquidad sustentada en el poder latente del terrorismo se proclama guardiana del paraíso. Pero todo eso es muy difícil de cambiar. Es muy saludable la reforma de la justicia que pretende el gobierno, pero no es muy seguro que vaya a salir adelante: la gente que saca provecho de la iniquidad es muy poderosa y muy hábil, y la mayoría vive de espaldas a esas realidades.

¿Por qué es Colombia como es?

Cuando nos preguntamos por las causas de que nuestra sociedad sea como es, todo el mundo tiene una explicación y por lo general tiende a contentarse con ella evitando complicaciones que pueden resultarle fatigosas. Pero vale la pena que confrontemos las explicaciones que tenemos unos y otros de forma que nuestra visión se enriquezca.

Yo diría que hay una serie de causas, que enumeraré más adelante, y que obviamente están relacionadas y se determinan mutuamente. Y creo que si acertamos a definir esas causas podremos comprender mejor lo que hace falta para conseguir que nuestros descendientes tengan una vida más plena y armónica.

Las principales causas de la violencia, la miseria, el atraso y la chabacanería de nuestro pueblo, desde mi punto de vista y en orden de importancia, son éstas:

1. Desarraigo. En pocos lugares del globo la población es tan reciente como en algunas regiones de Colombia. Y son esas regiones las más azotadas por la violencia. El motivo es que los vínculos que forman una comunidad no han tenido tiempo de afianzarse, así como los prestigios, las jerarquías, las convenciones... Por el contrario, en las zonas de frontera, de colonización, la gente tiende a "asilvestrarse" y pierde los escrúpulos ante una violencia que difícilmente resulta evitable y pocas veces se castiga. Recuerdo un relato que publicaron en El Malpensante sobre un hombre que contrajo la leshmaniasis en la zona selvática: el patrón que tenía llevaba a los trabajadores a "pagarles" a una zona apartada y allí los mataba. En las regiones del globo en las que hay menos violencia, la misma gente lleva viviendo a veces miles de años: se recuerdan conflictos de hace varios siglos y se acepta el orden que surgió de ellos. En nuestras zonas de colonización nada definitivo ha ocurrido, y lo único claro es que conviene imponerse. De ahí surge, en buena medida, la violencia. Cualquier análisis histórico de las zonas de violencia, trátese de la de 1950 como de la del narcotráfico como del actual narcoterrorismo, siempre son las mismas regiones. Y son las que tienen menos arraigo de población.

2. Aislamiento. Colombia ha vivido mucho tiempo apartada del resto del mundo, encerrada en sus rutinas y en sus valores e ideas renacentistas. El clima tórrido y la falta de grandes riquezas aleja a los emigrantes de nuestras costas y la complicada orografía desalienta a quien quiera llegar a nuestros valles altos y mesetas. Sencillamente, Colombia está lejos de todos los centros de cultura y civilización. Eso determina que las cosas tarden más en llegar y que el modelo de sociedad semi esclavista de la Colonia se mantenga inalterado. Alguien que haya vivido algún tiempo lejos descubre al colombiano como alguien aislado de las corrientes de pensamiento del resto del mundo, como alguien que lo traduce todo a un código antiguo y estrecho. El aislamiento multiplica las consecuencias del desarraigo e impide que las nuevas concepciones morales, históricas, religiosas, estéticas o políticas permitan salir del atraso.

3. Explosión demográfica. La población colombiana hace cien años no excedía en mucho los tres millones de personas. ¡En un siglo esa población se ha multiplicado por doce! Eso quiere decir que en cada generación hay una amplia mayoría de personas menores de veinte años, sobre todo teniendo en cuenta que la esperanza de vida a principios del siglo XX no llegaba a los cincuenta años. Esa mayoría de personas jóvenes siempre terminaba imponiéndose, y de ahí la fe que se tiene en la fuerza y el desapego a la propia vida. Muchos elementos de la miseria colombiana tienen que ver con este desmesurado crecimiento de la población: por mucho que aumenten los productos y servicios, nunca se llega a satisfacer las necesidades de tanta gente. El crecimiento desordenado de las ciudades y las exclusiones, violencias, desarraigos y penalidades que conlleva, son sólo la consecuencia natural de este fenómeno, que, no hace falta decirlo, multiplica los anteriores.

4. Deformación moral. La palabra "moral" procede del latín y en su origen alude a las costumbres. La moral de los individuos y de los pueblos no es algo natural, sino una sedimentación de la experiencia histórica y una respuesta a esa experiencia. Los pueblos anteriores a la Conquista no habían alcanzado un gran desarrollo espiritual ni religioso y por eso sus normas de conducta y sus valores tenían poco desarrollo, por decirlo de algún modo. El hecho de que mirar al cacique a la cara se castigara entre los chibchas con la pena de muerte y al mismo tiempo hubiera frecuentes levantamientos de autoridades menores muestra hasta qué punto las relaciones sociales no estaban basadas en una gran legitimidad mutuamente aceptada, sino en el terror y la fuerza. Los conquistadores, guerreros a fin de cuentas, obtuvieron el dominio a costa de dosis extraordinarias de crueldad. Esa crueldad se afianzó durante los siglos de esclavismo y encomienda, y determina muchos rasgos de los colombianos actuales, como la picardía, que en última instancia significa que despojar o hacer sufrir a otro son motivos de orgullo. Para mí, toda forma de delito es ante todo un ejercicio de crueldad. Las personas compasivas y bondadosas jamás delinquen. Otro fenómeno moral es la indolencia, que también procede del ejemplo de quienes se enriquecieron rápidamente robando a los indios y a partir de entonces se dedicaron a vivir cómodamente sin trabajar. Son los antepasados de nuestras clases altas, y su ejemplo determina la conducta habitualmente deshonesta de los funcionarios públicos.

El peor aspecto de este daño moral es la incapacidad de valorar la verdad. Sabido es que quien miente por hábito termina engañándose a sí mismo. Y en Colombia las palabras tienden a valorarse más por su utilidad que por su precisión. El resultado es que a muy poca gente le interesa entender las causas verdaderas de las cosas, y cada cual se afirma en la interpretación que conviene a su interés momentáneo: por ejemplo, el atracador se apoya en supuestos agravios porque la rabia y el afán de venganza son un poderoso estímulo para el despojo brutal de otros. Y lo mismo hacen los abogados, los comerciantes, los políticos, los maestros (éstos especialmente, con consecuencias monstruosas). Como la veracidad no es un valor que dé prestigio, ya que éste procede de la riqueza y de la fuerza, y como al mismo tiempo la crueldad es una forma de ser muy arraigada, en realidad mentir es otra forma de afirmarse y de mostrar el propio rango.

Por causa de ese desapego a la verdad es imposible hacer cambiar a cualquier fanático estalinista o camandulero: ceder sería para ellos una pérdida de poder. No importa lo absurdo de aquello que se dice, lo que cuenta es la fuerza con que se respalda. Eso explica que esos tristes alcohólicos del narcoterrorismo (incluidos los de Redepaz y afines) sigan explicando el mundo con el ladrillo soviético de 1950. Y que se nieguen a entender que su orgía de sangre jamás les dará ningún poder duradero.

Se podrían encontrar miles de causas diversas a éstas de que Colombia sea como es, pero creo que casi todas serán derivadas de la combinación de estos factores. ¡No he dicho que el desarraigo, el aislamiento, la explosión demográfica y hasta el daño moral son también particularidades llenas de promesas! Yo no creo que los colombianos tengamos en general un terrible déficit de autoestima. Creo que nuestro desarraigo y nuestro aislamiento nos permiten inventarnos de una forma que es imposible para un pueblo antiguo, que nuestro crecimiento acelerado de población nos presenta de repente una sociedad grande (lo que influye mucho en la creación de determinantes culturales propios, como la fama de Shakira o Juanes) y que hasta el daño moral nos permite, al ser capaces de comprenderlo y analizarlo, ser más sabios.

¿Qué hacer para reducir significativamente la violencia y la miseria en Colombia? Ante todo debemos ser honrados, no ceder a las mentiras que nos "dan puntos" con personas poderosas y desenmascarar todo aquello que se vuelve incitador de la violencia. La cuestión del desarrollo económico es de primer orden, ya que la miseria multiplica los estragos del desarraigo, y que la única forma en que la gente se acostumbra a plantearse la vida a largo plazo es gozando de cierto bienestar. En la medida en que desautoricemos a los malhechores de alto rango (narcotraficantes, políticos corruptos, socios del secuestro, demagogos, etc.) iremos proponiendo otros modelos.

Pero tal vez las propuestas que nos ayudarían a salir de nuestra triste situación aparezcan debajo de este mensaje.

miércoles, julio 14, 2004

Revolución o civismo

Uno de los errores más frecuentes entre quienes se oponen al poderío de las guerrillas es la suposición de que se trata de una conjura de 30.000 bandidos que han encontrado en el terror y el narcotráfico un rentabilísimo negocio. Ni siquiera se podría decir que se trate del medio millón de colombianos que los aplauden ni de los dos o tres millones que simpatizan con sus fines y en cierta medida se sienten representados por los "izquierdistas".
 
La cuestión, como decía alguien hace poco, es la confusión moral y política de la mayoría, la falta de claridad sobre el país que se quiere construir, sobre los valores que se quieren defender, sobre la forma en que debemos evaluar nuestra historia y sobre lo que queremos ser y que sean nuestros descendientes. Muy poca resistencia ofrecerían 30.000 asesinos a un país que mostrara una voluntad clara de resistir a su arremetida y de imponer una convivencia basada en leyes justas y en el respeto a los derechos de todos.
 
La primera percepción falsa es que esa sociedad ha existido alguna vez en Colombia y vino a ser alterada por la subversión. En realidad, lo que ha existido siempre en Colombia es la arbitrariedad, el ejercicio despótico del poder por parte de quienes pueden concentrar la fuerza, y la mentira asociada a ese poder. Si algo impresiona de Colombia al que vive fuera por mucho tiempo y vuelve es el servilismo, la disposición de la gente a humillarse ante los poderosos y a adularlos. Los poderosos pueden ser para el portero de un edificio los vecinos, para el funcionario de bajo rango cualquier superior jerárquico o cualquier dirigente sindical, para el campesino cualquier armado o cualquier abogado.

El concepto de dignidad humana no ha arraigado mucho en estas tierras, sobre todo porque quienes desaprueban el poder despótico existente sólo aspiran a encontrarse entre los nuevos poderosos. Los colombianos de cierta edad, que conocieran la propaganda de los antiguos países comunistas, o los que pudieron viajar a alguno de esos países, sabrán de qué hablo, de la insignificancia del ciudadano corriente ante el poder y de su rebajamiento continuo causado por el miedo y por la impotencia. Lo que distingue a la persona servil del ciudadano libre no es que deje de sentir deseos de venganza por su humillación, sino que renuncia a creer en lo ilegítimo de esa situación: su aspiración secreta es destruir a su superior y ocupar su puesto.
 
Ese proceso se llama "revolución", o para expresarlo con una canción de mi época, "que la tortilla se vuelva, que los pobres coman pan y los ricos mierda mierda". Porque es que junto con el servilismo lo que distingue a Colombia es la cantidad de personas imbuidas de un sentimiento de agravio y de un anhelo de "justicia" que curiosamente sólo se alivia cometiendo injusticias y provocando agravios a otros. Esta clase de personas descontentas con el orden social y misteriosamente hostiles a cualquier noción de equilibrio y consenso son los revolucionarios, espécimen que es el predominante en Colombia, tal vez sólo superado por el de los pasivos, que existen en todas partes y que se adaptan a lo que sea, a un gobierno de Bin Laden o a uno de Al Capone.
 
Hace poco un periodista preguntaba a un candidato de la "izquierda" si los "izquierdistas" no se destrozarían entre ellos antes de tener siquiera una parcela de poder. El motivo por el que esa amplia franja de los revolucionarios nunca se pone de acuerdo es porque el sentido profundo de su rebeldía es éste: "Quítate tú pa' ponerme yo", y no hay ministerios para tantos. En resumen, la revolución en Colombia es lo de siempre, cada vez que un grupo consigue imponerse por la fuerza, desde la Conquista, crea su propia jerarquía excluyendo a los otros, y siempre tiene la excusa de un agravio anterior.
 
Los empleados públicos de hoy en día siempre se quejan de los partidos tradicionales y de los políticos que los nombraron, pero no se dan cuenta de que son sus atropellos, sus perpetuos paros, sus prebendas imposibles lo que empobrece al país, mucho más que la corrupción y que la misma guerrilla. En realidad, son los agentes actuales de esa arbitrariedad, opresión y exclusión que siempre ha caracterizado al país. En Colombia la revolución es una rutina, pero también es una forma de resistencia a la integración en el mundo civilizado: una resistencia que encarna en los sectores sociales privilegiados precisamente porque en una sociedad verdaderamente democrática perderían su rango. Eso explica que la "izquierda" nunca consiga una cantidad significativa de votos: el pueblo llano no se siente representado en absoluto en los proyectos comunistas, y para cualquiera resulta evidente que la forma de aumentar el bienestar de todos no puede ser la llamada "épica del bochinche".

La forma en que ese apego a la costumbre de estar haciendo la revolución y creando agravios para justificar una posterior revolución se manifiesta es el odio a los Estados Unidos. No es que los colombianos no tengamos intereses distintos a los de los norteamericanos, el problema es si la forma de defender nuestros intereses y tener algún poder en el mundo es mediante la destrucción continua, las huelgas, las prebendas desproporcionadas, el parasitismo, la arbitrariedad (todas las huelgas de empleados públicos son imposiciones violentas y arbitrarias de una minoría: si fueran derechos compartidos, los gobernantes elegidos los satisfarían). Pero las personas del pueblo llano puede sentirse identificado con alguna revolución en la que personalmente puedan sacar algún provecho o mejorar de estrato, por eso hay tantos enemigos del "neoliberalismo" y tantas versiones de la "justicia social": el serpismo, la "izquierda democrática", el ELN, las FARC...

Una mayoría partidaria del imperio de la ley todavía no se ha formado en Colombia, y todo el problema es lo que tarde en formarse. Por esa misma experiencia han pasado otros países de Latinoamérica, con sus particularidades, como Chile y México. Pero en realidad en periodos anteriores también fue una elección que hicieron los países hoy desarrollados. Sencillamente se trata de pasar del "estado de naturaleza" a la sociedad civilizada. Ese salto es muy difícil en Colombia porque los revolucionarios no son sólo los organizados políticamente en proyectos de reparto de los cargos públicos, sino los millones de personas que sienten que las convenciones de propiedad, prohibición del comercio de drogas, legitimidad de los documentos, derecho a la vida, etcétera son arbitrarias y extranjeras.

Volviendo al principio: hay una mayoría confundida moral y políticamente que no puede convencerse de que vale la pena vivir en un mundo basado en la defensa de la propia dignidad, en el respeto de las leyes y en la necesidad de una armonía y un equilibrio entre el Estado y los ciudadanos. La forma en que se manifiesta el carácter de esa mayoría es mediante el servilismo, el crimen y el apego a la revolución.
 
Para cambiar eso tenemos que ir formando poco a poco el bando del civismo, por ejemplo, apoyando a los candidatos que prometen aplicar las leyes (la única garantía de que no nos podrán traicionar es que haya mucha gente dispuesta a exigirles que cumplan y a castigarlos aunque sea mediante el voto. Hasta ahora NUNCA se ha votado así en Colombia. Aplicar las leyes no es darnos casa, carro y beca, sino esforzarse en serio por reducir la tasa de homicidios, por defender la propiedad, por aumentar la renta y reducir el desempleo. Los que prometen casa, carro y beca a menudo no mienten: darían todo eso y más con mucho gusto si hubiera plata para todos, pero sólo pueden satisfacer a los que tienen más cerca.) También se podría aumentar el bando del civismo en la conducta privada, apoyando a quienes crean empresas y dan empleo y desaprobando a quienes cometen estafas y viven del cuento (¿ven que el bando del civismo sí es minoritario?), informándonos y renunciando a repetir las mentiras que promueven nuestros conocidos, desconfiando de toda queja y toda impotencia.

En realidad, vista la situación colombiana en un contexto mundial, es una crisis normal: los beneficiarios de la ley del más fuerte, los acostumbrados a vivir sin trabajar, los herederos de la pacífica y católica colonia española (que vivía del robo y la esclavitud), de la república esclavista de los próceres del siglo XIX, de las mil revoluciones que ha habido desde entonces, los maestros y abogados del Estado que se pensionan a los cuarenta años y reciben el sueldo de 15 personas por gritar y amenazar, se sienten en peligro e imponen su fuerza. No se puede saber cuándo podrá la mayoría librarse de esa opresión. En cambio, sí se puede saber cómo: MEDIANTE EL CIVISMO.