sábado, diciembre 28, 2013

La moda de la paz


Todo lo que durante este gobierno se llama "paz" es la guerra, ahí sí, contra toda oposición al gobierno y sus socios terroristas. Los mayores defensores de la negociación de La Habana viven azuzando a los terroristas para que persigan a quienes les incomodan y obviamente preparan el terreno para que los terroristas atenten contra Uribe con sus campañas de odio, calumnia y legitimación del crimen (un columnista de Semana llegaba a escribir "terroristas" entre comillas, dando por sentada la legitimidad de las actuaciones de ese "bando del conflicto", que en últimas resulta víctima de Uribe).

Además de eso, la llamada paz es la consecución de los fines con los que los grupos dominantes promovieron las guerrillas: la certeza de que las urnas no darán sorpresas y se mantendrá el control a perpetuidad. De eso se trata, de que la voluntad de los ciudadanos no cuente, sino la decisión del grupo dirigente, que se transmite a la sociedad a través de las "organizaciones sociales" y se convierten en leyes gracias a la "paz" que determina que el poder pasa a manos de esas organizaciones.

En ese sentido es muy curioso que las FARC surgieran por presiones del MRL (aunque desde los años treinta había una gran alianza entre la dirigencia liberal y el Partido Comunista), partido formado por el hijo del presidente del periodo 1934-1938, y alcanzaran el triunfo en el periodo actual gracias al sobrino nieto del presidente del periodo 1938-1942, la revista del nieto del primer presidente mencionado la dirige el sobrino del actual. Ellos crean la violencia y la resuelven premiando a los criminales y blindando su poder contra toda forma de oposición.

Eso les permite repartirse el botín de riquezas naturales del país con sus clientelas, pero sobre todo perpetuar su dominación. La pobreza de la mayoría no les importa, porque es necesaria para tener provisión de criados y aun de emigrantes cuyas remesas les proveen rentas por diversos medios.

Es un plan muy eficaz porque la "redistribución" de los recursos entre sus clientelas se justifica por servicios públicos como la justicia y la educación. Los economistas, como el cínico que está ahora de ministro de Salud, dicen que la educación provee excelentes retornos, pero eso sólo corresponde a que el título es necesario para ocupar cargos parasitarios y muy bien pagados en el Estado o en entidades que en últimas dependen del Estado (como los medios de comunicación o las universidades privadas), y así la educación se vuelve un pretexto para ese despojo.

Bueno, también sirve para cooptar jóvenes aptos que en otro país serían emprendedores o empleados eficientes de empresas industriales o de servicios. La recitación de la propaganda los convierte en fichas del poder, lo que de algún modo les garantizará rentas como profesores, como periodistas, como jueces o en otros puestos parasitarios (el poder judicial en Colombia sólo es una organización criminal y cuando no está prevaricando para enriquecer a sus miembros lo hace para perseguir a quienes incomodan a la oligarquía y sus socios terroristas).

Esa concentración del poder en la oligarquía y sus redes de dominación refuerza la peor tradición de la sociedad colombiana: el servilismo. El estudiante "gana puntos" si adopta la ideología de su profesor y cuanto más estridente sea su actitud "pacifista", es decir, su odio a Uribe, más probable es su reconocimiento y éxito.

Por eso a raíz de la noticia del plan para matar a Uribe aparecieron montones de tuits de adolescentes que consideraban deseable esa eventualidad. A la gente perezosa le molesta admitir que eso es TODO lo que les enseñan, sobre todo en las universidades públicas y de elite. Pero ¿no sería la educación precisamente el ahormamiento para no andar aplaudiendo asesinatos?

A esa clase de público del poder terrorista se lo ilusiona con una retórica de la "paz" cuyos argumentos son inverosímiles: mentiras estúpidas que los adolescentes que estudian reproducen porque creen que haciéndolo se asemejan a los "intelectuales" que les dan clases y les sirven de modelos, tal vez soñando con llegar a disfrutar de rentas parecidas, que casi siempre son para los hijos de esos mismos "intelectuales": los que dan clases en la Nacional mandan a sus hijos a Los Andes y después al exterior, el revolucionario de provincias o de estrato 3 tiene que ocuparse de las masacres y los niños bomba.

Por ejemplo, el columnista Luis Noé Ochoa escribe:
Darle la vuelta al yate es regresar a más desplazamiento, a más minas antipersonas, a más mutilados, a más muertes. Es mejor que la paz venga en yate, y no la guerra en tanques.
Se trata abiertamente de una amenaza, y la renuncia a aplicar la ley se da por sobreentendida: no someterse a los terroristas premiando sus crímenes se castigará con más mutilaciones, cosa que supondría en todo el mundo la desaparición del derecho penal, pues los criminales siempre podrían responder a la acción de la ley. Pero no hace falta salir de Colombia, los crímenes se multiplicaron cuando el gobierno de Pastrana se obstinó en premiar a los terroristas, se redujeron de forma abrumadora cuando el gobierno de Uribe aplicó la ley. Es casi de niños, pero las falacias las reproducen las clientelas a niños nacidos en los últimos años del siglo XX y aun en este siglo. La evolución de la violencia terrorista es clara: SIEMPRE se multiplica cuando el gobierno se dedica a premiarla para favorecer a las clientelas de la oligarquía.

También ahora los terroristas vuelven a todos los territorios de que fueron expulsados, multiplican sus crímenes y la extorsión, etc. La frase de Ochoa tiene sentido si uno cree que premiar el crimen va a servir para que cese, pero eso obviamente no lo cree Ochoa ni menos los que le pagan. Sólo es un engaño para favorecer unos negocios que sin la menor duda le proveen rentas a él.

Más desvergonzada, como es previsible, es la mártir heredera María Jimena Duzán, que gracias a los acuerdos de Pastrana con Tirofijo fue nombrada cónsul en Barcelona, donde acordaba estrategias con los representantes de las FARC en Europa. Si los colombianos no fueran una gentuza servil, esta asquerosa sería vista con mucho más desprecio que la pobre Karina.

El artículo se titula "La guera de Uribe", y desde el comienzo va resultando que el presidente es el causante de la "guerra", como si no fuera una víctima típica. La entradilla es también del mismo estilo: "En el fondo los uribistas le temen a la paz negociada porque les conviene más la guerra, que es cosa de machos". Seguro: la paz negociada es la abolición rotunda de la democracia y su reemplazo por el Trust Münzenberg, pero resulta que la mayoría de los colombianos (que se opone a que los terroristas gobiernen) buscan la "guerra". La desfachatez del engendro sólo remite al grado moral de los lectores de esa revista: siempre y cuando puedan obtener rentas cómodas por recitar mentiras tan atroces, están contentos con lo que pasa.
Qué mezquino está resultando Álvaro Uribe y su ventrílocuo Óscar Iván Zuluaga con este país que tanto les ha dado. Es tal su obsesión por la guerra como forma de vida y por lograr que el país se devuelva al pasado, a ese mundo ideal de la seguridad democrática que nos llenó de falsos positivos, de Urabeños, de Rastrojos y de eufemismos que no han hecho sino confundirnos, que han terminado oponiéndose como una mula muerta a cualquier posibilidad de paz negociada que se le abra al país.
¡Que tanto les ha dado! Los compañeros de esta asquerosa han intentado matar a Uribe más de diez veces. ¿Cuál obsesión por la guerra como forma de vida? Eso es absurdo. ¿Qué es guerra? Los lectores de Semana, los tristes arribistas del triste muladar, sobre todo del triste moridero que hace de capital, están dispuestos a suscribir que intentar aplicar las leyes e intentar impedir los asesinatos es "hacer la guerra". Lo que se puede decir de la seguridad democrática es sencillo: ¿cuántos secuestros cometían las FARC en 2001 y cuántos en 2010? ¿Cuántos niños reclutados, cuántos asesinatos, cuántas extorsiones, cuántas minas? Sencillamente Colombia volvió a ser un país viable, pero las aspiraciones de esta señora y de toda la caterva de asesinos que la acompañan se echaron a perder. Colombia ya volvió al pasado, a los gobiernos de Pastrana y Samper, con el retorno de la extorsión y de la presencia terrorista en todo el territorio, amén de las bajas de soldados y policías.

El resto del artículo es repetición de la misma idea y del mismo estilo violento y amenazante, amén de las falacias sobre el contenido del acuerdo, que ya comenté en dos entradas anteriores. Realmente produce malestar leer eso. La opinión que uno pueda tener sobre los colombianos empeora mucho al hacerlo.

En definitiva, a punta de falacias pretenden convencer a la gente de que decidiendo por ella amplían la democracia y de que las "organizaciones sociales" que controlan los terroristas van a ser representativas. Eso fue lo que triunfó en Rusia en 1917 y no existe como forma de poder en ninguna sociedad democrática. Pero con todos los recursos de los medios y la "educación" llenarán las plazas de festejantes ilusionados con que premiando a los asesinos van a hallar el paraíso.

Aunque la verdad es que son los demás colombianos los que deben preocuparse: la indolencia les asegura una suerte bastante peor que la de los venezolanos y bolivianos. Ésos no tenían tantas pruebas de lo monstruosos que eran sus verdugos antes de someterse a ellos.

(Publicado en el blog País Bizarro el 11 de noviembre de 2013.)