jueves, agosto 05, 2004

Colombia tiene vocación revolucionaria

Casi toda la gente que no está en los puestos de poder en la sociedad quiere estar ahí. De modo que la revolución sirve para que cambie esa jerarquía. Eso no es de por sí bueno ni malo. Ya alguien dijo en los foros de internet hace tiempo que tanto los corruptos como los guerrilleros eran sinceros cuando decían que querían el poder para el "pueblo". El pueblo para ellos son ellos mismos, sus parientes, vecinos, amigos: el pueblo se define porque no tiene el poder.

Lo que pasa es que sobre eso vivimos una presión poderosa de sedimentación de valores, de ideología, de deformación del lenguaje, de experiencia histórica de nuestra comunidad, que hace que por ejemplo a muy poca gente se le ocurra que "revolución" es algo de por sí monstruoso. La Revolución francesa despertó muchas ilusiones entre mucha gente admirable, pero quien sólo la vio como una orgía criminal fue Goethe, que con el tiempo habría de ser el modelo de los poetas y sabios de su país.

Los países verdaderamente cultos y desarrollados no experimentan revoluciones con demasiada frecuencia. Pongamos el caso de Japón, de Suiza, de Dinamarca, de Canadá... Incluso de Estados Unidos. Todo cambio violento del orden político implica sacrificio de vidas, destrucción física, ascenso de los crueles y audaces, desvalorización de la experiencia en favor de la audacia y la fuerza... En ese sentido toda revolución tiene algo en común con el fascismo, pues lo que viene a significar una ruptura impuesta por la fuerza es el triunfo de los más jóvenes y sanos frente a los que no pueden competir con ellos en el terreno de la fuerza. Por eso sería muy llamativo que alguien contestara: ¿por qué para un colombiano es tan difícil estar en contra de la "revolución"?

Lo que merece un análisis detenido es que en Colombia la gente es muy receptiva a la propuesta de revolución. Y lo más grave es que nadie ve que eso es singular, que eso no es natural, que eso no es culpa de quienes se oponen a la revolución, sino que es algo característico de la vida colombiana. En cualquier otro país del mundo hay gente pobre y gente que está fuera de los puestos de poder. ¿Por qué a esa gente no la tienta levantarse y organizar una guerrilla que secuestra y pone bombas y, como una pirámide sicarial, va pensionando temprano a los que comenzaron, que van a vivir en Cuba o en Europa sin trabajar y con grandes patrimonios? En cualquier país de Europa la gente se esfuerza más de 40 horas a la semana para ganarse 1.500 euros, y cuando tienen 64 años todavía están trabajando. ¿Por qué no organizan un grupo rebelde y secuestran a algunos hijos de millonarios? Al cabo de unos meses ya tendrían varios millones de euros. La explicación es ésta: la mayoría de la sociedad rechazaría esa conducta.

Pero en Colombia no pasa eso. En Colombia el señor Carlos Pizarro era el "comandante Papito", una estrella mediática, un modelo de caballero apuesto, idealista, refinado, culto... ¿No era un asesino? En Colombia ser un asesino no está mal visto. En los barrios ricos de Bogotá nadie mira mal a los parientes de "Alfonso Cano", pues más bien se considera honroso tener en la familia a alguien tan importante. La señora Vera Grabe publicó un libro en el que cuenta con mucho orgullo el secuestro y asesinato de José Raquel Mercado y nadie se lo ha reprochado. ¿Alguien ha pensado que Camilo Torres también era un asesino que esperaba que la banda con la que se alió matara muchos soldaditos para poder él ser protagonista absoluto de una teocracia zarrapastrosa? Ya se verá cuánta gente comparte lo que yo digo.

Y para entender todo eso habrá que buscar en el fondo de nuestro ser, en la historia, en la ideología, en el lenguaje... Entonces empezamos a entender que la guerrilla no es un fenómeno llegado de la luna, ni algo natural que entonces ocurriría en todas partes, sino algo que expresa profundamente a la sociedad colombiana. El problema es que nadie encuentra del todo ilegítimo e intolerable que un caudillo organice una tropa eficaz y destruya las instituciones existentes e implante su tiranía. Si mañana el gobierno de Bush decidiera bloquear de verdad a Cuba y exigiera elecciones libres o amenazara con destruir posiciones del ejército cubano, la inmensa mayoría de los colombianos estaría a favor del régimen de Fidel.

¿Cuántos castristas hay todavía? El problema es que a nuestro país lo fundó un caudillo que llegó con una tropa pequeña e impuso una tiranía de esclavitud, saqueo, exterminio... que duró casi 300 años. Y a ese régimen lo derrocó un caudillo que llegó con una tropa pequeña y creó su propio régimen al que se acomodaron los poderosos de siempre y durante casi dos siglos ha habido ajustes continuos entre las facciones del poder, porque quien se hace con esos puestos y los puede defender jamás tiene que trabajar y su riqueza es incomparable con la de los demás.

Los comunistas y afines siempre hablan de la "oligarquía" que asesinó a Gaitán, Pardo Leal, etc., etc-., etc., pero esa oligarquía es la que está detrás de las guerrillas. Antes ya habían matado a Uribe Uribe, a Sergio Arboleda, a Córdoba, a Sucre, etcétera, etcétera, etcétera. Lo que diferencia a los comunistas es que a cualquier maestro de pueblo se lo puede convencer de que en la medida en que siembre el terror y cometa algunos secuestros se convertirá en un estadista. NADIE REFLEJA TAN PERFECTAMENTE EL DAÑO MORAL DE LOS COLOMBIANOS COMO UN IZQUIERDISTA TÍPICO.

Cada palabra que profiere un personaje de ésos está centrada en la esperanza del ascenso social mendiante el asesinato y el secuestro, pero como ya he dicho, esa gente no llegó de la luna, sino que son COLOMBIANOS ANTIGUOS SEDIMENTADOS.

Si vemos la definición de "oligarquía" (gobierno de unos pocos) resulta claro que nada es más oligárquico que ese "izquierdismo", nada es más conformista respecto a la jerarquía social tradicional (centrada en los caudillos y en sus lugartenientes, y en cuantos conseguían sus favores). Habrá que ver, pues, CONTRA QUIÉN ES LA REVOLUCIÓN DE LOS COMUNISTAS. Eso es muy interesante porque la "izquierda" se forma en las universidades y en los grupos desde el principio hay un mando claro del jefe, del fundador, de quien está bien relacionado con órganos de poder (la guerrilla, el Partido Comunista).

¡Ese mando es ya la jerarquía de la sociedad, porque en el supuesto de que un sobrino del presidente entrara al grupo ya tendría más mando y respeto que cualquier advenedizo! Por eso casi todos los defensores de la guerrilla son personas de buena familia. En realidad, lo que esas personas defienden es su mando y jerarquía DE LA FORMA TRADICIONAL, MEDIANTE LA VIOLENCIA. Por eso odian al productor, al industrial, al banquero... Lo que cuenta para ellos es que son "académicos" (pues la casta guerrera siempre se vuelve casta sacerdotal) y que tienen derecho a mandar por sus títulos (universitarios o de nobleza: en Colombia son casi sinónimos, de los segundos no hay, pero sí hay apellidos prestigiosos).

Si se pensara en el promedio de ingresos de las familias de comerciantes o empresarios colombianos, sería muchísimo más bajo que el de profesores de la Universidad Nacional, que heredaron terrenos de engorde y desde muy pronto tienen otros negocios. ¡Se repite lo de siempre, los nietos de los esclavistas siguen mandando en la sociedad y viviendo sin trabajar! El sentido de su revolución es sólo uno: oponerse a la globalización neoliberal, al capitalismo (la productividad, la competencia), la democracia... Y sobre todo al país que representa para toda la humanidad eso: Estados Unidos.

Para entender a Colombia basta con recordar que quien determinó que nos hiciéramos aliados de esa potencia era el brillante hijo de la lavandera, Marco Fidel Suárez, mientras quien dedica sus manipuladoras deposiciones a calumniar a ese país es el probable descendiente del virrey Antonio Caballero y Góngora. No es tan complicado: la "revolución" es la defensa de la sociedad tradicional, de la jerarquía arbitraria (un profesor de la Universidad Nacional obtiene por cada hora de conversación más de cien veces de lo que obtiene el pobre que "volea" ladrillo), de los apellidos y los contactos y los títulos y los abolengos y el saber taurino y el ordeno y mando. ¿Puede que para defender eso dejen entrar a Jojoy? BUENO: si les incomoda lo quitan de en medio: nadie respeta más la extracción social que un izquierdista de ésos.

La toma de partido de El Tiempo

Hay dos motivos por los que repetidamente he criticado a este periódico en los foros de internet, que son el único medio al que tengo acceso: su línea editorial y la información tendenciosa, sesgada y manipuladora respecto al conflicto colombiano.

Es verdad que la mayoría de los columnistas que publican artículos son, con matices, hostiles a las guerrillas y que la mayor parte de la información intenta ser "objetiva", pero ¿se podría llamar mentiroso a alguien que diga la verdad en un 99 %? Yo diría que sí. La cuestión de que el señor Enrique Santos Calderón sea más o menos partidario del marxismo y de ideología socialista no sería tan grave si la línea editorial de su periódico no fuera claramente favorable a la negociación de las leyes con las guerrillas. Recuerdo el editorial del 20 de enero de 2002, fecha en la que se "temía" que el gobierno de Pastrana suspendiera el proceso de paz. Sin ningún recato se decía que la sociedad colombiana estaba marcada por grandes desigualdades y que ni siquiera la derrota completa de las FARC sería una solución, porque pronto saldría quien las reemplazara.

Con ello se está diciendo que las FARC son una respuesta a la desigualdad, y que la negociación de la agenda que había pactado el gobierno habría contribuido a remediar esa desigualdad. ¡Claro que eso lo piensa tanta gente en Colombia que uno queda como un orate poniéndolo en duda!

Lo que pasa es que hay dos clases de personas que creen eso: por un lado, las figuras intelectuales, que reciben prebendas en la medida en que apoyen al Partido Comunista (conozco decenas de casos, no hablo por suponerlo) y tendrían grandes cargos en caso de que la negociación tuviera éxito, y por otro lado las personas poco avisadas, que arrastran por motivos generacionales una ideología bastante afín a la de las guerrillas.

Pero el problema es que ése es un remedio para la desigualdad que excluye la consulta a las víctimas de esa desigualdad y que al mismo tiempo se basa en una desigualdad mayor: en que se quita a la mayoría poder para decidir las leyes con las que quiere vivir.

El argumento de que el resultado de la negociación, o de la constituyente designada a dedo, que también promovía el señor Santos Calderón, sería sometido a votación, es tan repugnante como el de un abogado que considerara un atraco como una cesión "voluntaria" de dineros porque la propia víctima se habría metido la mano al bolsillo. Y mucho más extraño es que tanto el señor Santos Calderón como TODOS los partidarios de esa "izquierda", como los 680.000 votantes del señor Luis Eduardo Garzón sean al mismo tiempo usufructuarios de esa desigualdad, y estos últimos no precisamente por un don del cielo sino precisamente gracias a la acción efectiva de saqueo del Estado, apoyada en masacres y secuestros.

Quiero decir con ello que el impulso a la negociación y la justificación de la actividad guerrillera como lucha contra la desigualdad son al mismo tiempo falsedades y estímulos a los secuestros y masacres. Si Colombia debe renunciar al sistema democrático para alcanzar la paz (no otra cosa es la negociación), y la contraparte del "establecimiento" elegido en las urnas es la que busca propiamente combatir la desigualdad, lo que se está pidiendo es que aumente su poder para imponer más igualdad en la mesa de negociación, es decir, que cometa más secuestros y masacres.

Al mismo tiempo, al presentar a la guerrilla como un movimiento popular que combate la injusticia, se está mintiendo y se oculta su origen de brazo armado del Partido Comunista, financiado y armado durante mucho tiempo por los soviéticos y cubanos y comprometido con los intereses de ciertas castas sociales privilegiadas.

La trayectoria ideológica de Enrique Santos Calderón en la revista Alternativa, el medio de prensa que adoctrinó a muchos de los actuales comandantes guerrilleros, dice mucho de esa vocación de defensor de esa causa.

Pero todo lo anterior tenía que ver sólo con los editoriales del periódico. En repetidas ocasiones he señalado en internet la aparición de noticias en las que se falsea la realidad. La tarea típica es presentar el conflicto colombiano como un enfrentamiento entre dos fuerzas con igual legitimidad. ¿Es eso mentir o no?

Durante mucho tiempo la mayoría de las noticias que publicaba El Tiempo sobre el conflicto, particularmente las firmadas por la Unidad de Paz, hablaban de "los actores del conflicto", como si el policía o soldado que van a impedir o a perseguir un secuestro fueran equivalentes al secuestrador. Después, a raíz del levantamiento de ciertas comunidades indígenas del Cauca, se empezó a hablar de "resistencia civil". ¡Pues en El Tiempo no vacilaron en usar esta expresión para aludir a la campaña de ciertas organizaciones pertenecientes al Frente Social y Político (controlado hegemónicamente por el Partido Comunista) como "resistencia civil"! Presentando la labor de estas organizaciones como resistencia a una "guerra" ajena que hacían las guerrillas y el ejército.

De nuevo uno se encuentra con un problema moral muy grande, porque lo que ocurre en Colombia es la conformación íntima de cada persona como un pequeño canalla que no puede reconocer la verdad y menos proclamarla. ¿Se admite que el Partido Comunista es un aliado de la guerrilla, o más bien es un sector que trabaja por la paz? Según casi todas las informaciones que firma la Unidad de Paz de El Tiempo, tanto este partido como todas sus organizaciones de fachada son los que verdaderamente luchan por la paz.

Poco antes de la posesión de Uribe Vélez, las organizaciones amigas de las guerrillas organizaron una manifestación de mujeres en Bogotá. El objetivo de esa manifestación era hacer presión para que el gobierno no hiciera nada para impedir los secuestros. Los objetivos eran claros, y la demagogia también: absolutamente cínica. Se quería descalificar la red de informantes, el aumento del pie de fuerza..., y, claro está, pedir que el gobierno se sentara a negociar con la guerrilla (sin alto al fuego y cediendo en lo de los dos departamentos, aunque esto último no se decía abiertamente).

¡Pues tanto en El Tiempo como en El Espectador salía la noticia como un gran esfuerzo por la paz! No es que informaran de la marcha, sino que abiertamente hacían propaganda de ella.

Noticias de ese tipo salen casi cada día en El Tiempo, y ello coincide con la trayectoria de Santos Calderón y con lo expuesto en sus editoriales. No se trata de que se publiquen opiniones favorables a la guerrilla, pues para eso sería hasta tolerable que publicaran columnistas guerrilleros, como en una época salía Gabriel Ángel en Semana. El problema es mezclar la información con la opinión, siempre en el sentido que conviene al Partido Comunista y a sus afines. De eso sí se podrían encontrar numerosas pruebas.

Yo podría recordar hasta diez casos en que el lector de una noticia sobre el conflicto colombiano termina convencido de que hay una guerra entre unas guerrillas izquierdistas y un gobierno derechista, pues el adjetivo se le asigna a Uribe Vélez cada vez que se le menciona. Como yo sí conozco a miles de personas de izquierda, tanto colombianas como europeas, sé qué efecto tienen esa clase de adjetivaciones. A lo mejor es que yo soy de extrema derecha y me apego a cosas como el respeto a la vida y a la libertad personal, la legitimidad de los gobiernos, etcétera, para oponerme a la revolución de los desposeídos.

miércoles, agosto 04, 2004

Noción de bienestar social

A pesar de que la propaganda del régimen cubano esté un poco pasada de moda, con otro lenguaje y otros modales, la inmensa mayoría de los titulados universitarios colombianos repite el mismo discurso.

Tenemos que entender que ese discurso es retrógrado y opresor. En apariencia se preocupa por los desvalidos y por la igualdad, pero su verdadera aspiración es crear una identidad entre sociedad y Estado y después generar la relación absoluta de dependencia de todos los individuos respecto al Estado.

Empecé hablando de Cuba porque es un caso paradigmático de lo que significa ese discurso. ¿Tienen los cubanos acceso a la salud? ¡Claro, el 100 %! ¿TIENEN SALUD? ¡Claro, están a salvo de la obesidad, de las enfermedades cardiovasculares y de muchas otras que produce la opulencia, y es bastante probable que las hojas de que se alimentan les aporten montones de vitaminas, oligoelementos y otros nutrientes! Claro que dicen que dentro de poco el sida causará una emergencia humanitaria, pero eso se lo achacarán a los imperialistas. ¿Cómo es que no hay una migración masiva de gente de otros países a Cuba? ¿Y la educación? ¡Claro, todos acuden siempre a las sesiones de adoctrinamiento con la amenaza de todo tipo de represalias si no lo hacen! ¿Puede haber "educación" sin libre acceso a la información? Claro: esa clase de "educación". ¿Y la vivienda? ¡Claro, todos tienen garantizada su piecita o su rincón dentro de una piecita!

¡Todos los logros en "lo social" consisten en despojar a las personas concretas de cualquier posibilidad de ser dueñas de su vida, de disponer de recursos propios, de elegir la educación de sus hijos y de acceder a la información! Y cuando se piensa en la igualdad no se alude claro está a la igualdad de todos los ciudadanos de elegir la forma de vida que desean, esa igualdad no se va a permitir porque no todos son tan inteligentes como el comandante. Hay otra igualdad cierta en Cuba, y es que todos salvo unas decenas de personas son iguales en que carecen de poder, en que en cualquier momento por cualquier capricho de un poderoso pueden ser condenadas a muerte o a lo que le dé la gana al régimen.

En Europa todo el mundo conoció esos prodigios y no hay ningún país ex comunista donde la gente añore semejante opresión. Pero podría ser que llegaran a añorarla: la libertad no significa necesariamente felicidad. La libertad es la condición del desarrollo de lo humano, la opresión puede resultar más cómoda para gente envilecida, pero sólo conduce a una degradación incesante.

En cualquier lugar del mundo todos hemos experimentado la displicencia con que atienden al público en las entidades gubernamentales. Es simple: uno no va a pagar, la presencia de un ciudadano que espera algo molesta al empleado porque lo hace trabajar más. Su sueldo no depende de la cantidad de personas que atienda ni de la calidad del servicio que preste, sino de un contrato con esa entidad. ¿Cómo creen que es la educación en condiciones semejantes? ¿Y la salud? Resulta sintomático que los ricos en Colombia y en todo el mundo manden a sus hijos a instituciones privadas. ¿Acaso la instrucción allí será de mejor calidad?

Ése es sólo un aspecto, el concreto, el de tener derechos al acudir a un servicio sanitario y educativo. En la sanidad pública no se puede decir: "Vea, he comprobado que estos médicos son unos verdaderos irresponsables, ignorantes, cínicos y vagos, yo me voy a otro sitio". LA SALUD DE CADA PERSONA ESTÁ EN MANOS DEL LEVIATÁN AJENO QUE EN REALIDAD PUEDE DISPONER DE SU VIDA COMO QUIERA, DEL MISMO MODO QUE DISPONE LA SATRAPÍA CUBANA DE LOS PENSAMIENTOS DE SUS ESCLAVOS.

Pero aparte está el aspecto de productividad. Suponiendo que todos los maestros fueran gente razonable y bienintencionada (cosa que en Colombia suena a chiste siniestro), ¿cómo se podría evaluar su rendimiento a la hora de transmitir conocimientos y de enseñar destrezas? El amo omnipotente decreta que todos hacen bien su trabajo y el partidario de tal régimen aplaude PORQUE EL SENTIDO DE SU ASPIRACIÓN ES LA SUJECIÓN DE TODOS AL PODER.

Si fuera por eso, si los cubanos tuvieran al menos acceso a las destrezas básicas y la "educación" que reciben tuviera alguna calidad, habría que ver la cantidad de premios Nobel que se habrían formado en la isla, la cantidad de profesionales que dan clases en universidades de países ricos, la cantidad de estudiantes de otros países que pagan para obtener un título cubano... ¿Nadie recuerda que Cuba competía en pie de igualdad con México y Argentina por tener la mejor nómina de escritores y artistas? La tiranía colectivista sólo ha degradado al infinito la cultura de ese pueblo.

La productividad de los servicios, igual que la de cualquier producto, depende de que las instituciones de control ejerzan su función, de que las normas se apliquen y de que haya COMPETENCIA. Ésta supone la libertad, supone que cuando una EPS se muestra eficaz, atiende bien a la gente, cumple los contratos y admninistra sus recursos con acierto de modo que pueda pagar buenos médicos, va a tener muchas más afiliaciones y por tanto va a ser rentable para quienes invierten y promisoria para quienes trabajan allí. Y un colegio tendrá éxito y será rentable si consigue métodos de enseñanza que despierten la inteligencia de los niños, si su eficacia como organización permite racionalizar el esfuerzo de los maestros y demás personal escolar de modo que los padres vean a sus hijos formándose y aprendiendo. ¡También así resultará esa institución rentable para quienes tienen que ver con ella!

En el caso de un gobierno, hay que considerar qué es lo que va a generar mayor bienestar para la mayoría de la población, mayor acceso a los bienes y servicios, mayores ingresos, mayor seguridad respecto al futuro, más posibilidades de estudiar y de acudir al médico y de alimentarse de forma sana y de disfrutar de la vida. Eso quiere decir que la estabilidad y el crecimiento económico son los mayores logros "sociales" de un gobierno.

Un ejemplo escandaloso de lo que pueden hacer los gobiernos que no se concentran en ese esfuerzo es el de Argentina: el padre de Jorge Luis Borges se fue a vivir a Suiza porque estaba pensionado y allí la vida era más barata. Tal era la riqueza fácil que tenía ese país hace cien años gracias a las infinitas extensiones explotables para producir granos y criar vacas. Hoy en día los sueldos de los argentinos son inferiores a los de los colombianos, y eso que allá no tienen el desplazamiento forzoso y los gastos increíbles de combatir al narcoterrorismo.

Fácil: cada gobernante complacía a la gente gastando más, creando más puestos estatales improductivos, endeudándose más... En los años setenta (para que no digan que hablo sólo de los gobiernos de izquierda), los argentinos viajaban por Europa como verdaderos potentados y compraban toda clase de bienes a bajo precio. Algún mago de la dictadura había encontrado muy eficaz revaluar la moneda hasta permitir eso (hay montones de genios de esos en Colombia hoy). Claro que los que eran muy pobres no podían viajar ni comprar muchas cosas, pero tampoco eran propiamente la mayoría. No tardó en producirse la famosa hiperinflación y un empobrecimiento que hizo incontrolable al país. ¿Quiénes pagaron realmente las consecuencias? Los de siempre, los más pobres. La misma hiperinflación sirvió para que los que estaban mejor informados y tenían más recursos se enriquecieran aún más.

Se dice que el crecimiento económico no llega a todos por igual, y es completamente cierto. Si las industrias de un país doblan su producción, eso no quiere decir que todos vayan a sacar provecho por igual. Los inversores ganarán más y los asalariados ganarán menos. Y ciertamente, eso aumentará las desigualdades: si mañana surge un Bill Gates en Colombia que descubre un negocio buenísimo y lo explota y da trabajo a cien mil colombianos, eso significará que habrá más desigualdades que nunca, porque seguirá habiendo quien no tenga nada, y la distancia de cero a cuarenta mil millones es mayor que de cero a mil millones. ¡Hay que evitar que surja en Colombia un empresario semejante!

Pero esa visión es torpe y mezquina: las rentas altas de los ricos por una parte generan aumento del consumo y por tanto del empleo. Algunas industrias como la construcción pueden crecer muchísimo si los millonarios deciden construirse verdaderos palacios, y eso implicará oportunidades para los albañiles y para los desempleados que pueden emplearse como peones. Eso no se había contado al pensar en lo que se gana con el crecimiento.

Y por otra parte la alta rentabilidad de los negocios alienta la inversión, con lo que el crecimiento atrae más crecimiento y sirve para crear empleo. Todos los sectores productivos mejoran en sus conocimientos y capacidades, y así se multiplican los ingresos de mucha gente.

No hay que desesperarse. Para las personas de "izquierda" eso sólo es aumentar la masa de los consumistas. ¡Lo que tiene que ocurrir es que el gobierno los alimente y los haga felices a todos! El aspecto de comunismo torpe y tercermundista sólo sigue imperando en Colombia, y eso sólo ocurre por el poder que tiene ese sector político al dominar amplias parcelas del Estado y al disfrutar de grandes rentas derivadas del narcotráfico. Todo esto no habría que decírselo a ninguna persona de un país civilizado.

Otro factor que se puede considerar irrenunciable a la hora de pensar en "lo social", en el bienestar general, sobre todo de la gente más desprotegida, es la seguridad: la posibilidad de salir a la calle sin que a uno lo maten, sin correr grandes riesgos, etc. En Colombia todo el poder obtenido por la Corte Constitucional, Fecode y los sindicatos estatales se ha hecho a costa del asesinato de cientos de miles de ciudadanos pobres. No hay que pensar que todo eso es casual ni contradictorio: la idea de que todo lo que una persona tiene y da en esta vida ha de pasar a través del Estado sólo está alentada por la pretensión de poder de quien aspira a ser dueño de ese Estado. La educación, la salud y la vivienda que el Estado le debe dar a la gente sólo es la excusa para que esa máquina sea dueña de la vida de todos. ¿Qué importa quitar de en medio algunos obstáculos? En TODOS los países comunistas se masacró sin muchos escrúpulos a porcentajes significativos de la población.

No puede haber desarrollo humano si esos factores empeoran, pero aparte hay muchas medidas que un gobierno puede tomar para mejorar la condición de su población pobre. ¡Pues en ese terreno, igual que en todos los demás, el gobierno de Uribe es extraordinariamente productivo! Los cupos del SENA se han doblado y en la educación básica se han creado más de 700.000 nuevos cupos.

Los resultados de este gobierno apenas empiezan a verse porque la situación de déficit público, de inseguridad general y de casi recesión que había en 2002 era verdaderamente desesperada. No puede ocurrir que un gobierno venga y resuelva todos los problemas de golpe. Como no sea a la manera de los comunistas, masacrando a una parte de la población. Pero lo que nadie debe poner en duda es que los indicadores básicos de bienestar, la esperanza de vida, la alfabetización, el uso de computadores y el acceso al empleo han mejorado y mejorarán muchísimo en los próximos años.

Ésa es la verdadera inversión social. Lo demás es el plato de fritanga con que Garzón espera conseguir votos entre la gente a la que su mafia ha empobrecido (pensiones y prebendas que no tiene nadie en ningún lugar del mundo, huelgas continuas que deterioran los servicios, secuestros y masacres que alejan a los inversores...), o la repartición de los recursos de todos entre las "fichas" que consiguen votos para malhechores lamentables como Serpa y Samper.

La revolución como statu quo

En cierta medida, en Colombia, la revolución ya ocurrió muchas veces, y todo lo que vivimos es el periodo de asentamiento de esas revoluciones, un proceso que puede durar siglos y fermentarse con los residuos de las sucesivas revoluciones que nos esperan.

El poder político se lo reparten los herederos del gaitanismo con los herederos del Frente Nacional, con los herederos del MRL, con los herederos del camilismo, con los herederos del anapismo, con los herederos del maoísmo (admirables colombianos éstos, como el cineasta Sergio Cabrera, cuyo talento la historia lamentará más que el de Laureano Gómez), con los herederos del guevarismo, y con los nietos del "combo" de María Cano y Luis Vidales, y con los talentosos soñadores y dialécticos de las organizaciones de izquierda del movimiento estudiantil (semillero de la intelectualidad actual), y con los nadaístas, y con los viriles esgrimistas de la espada del rey Arturo, y con los que vieron publicados sus primeros escritos en "Alternativa", y con los del "kínder", y con los que llegaron a constituyentes en el 91 y con los de los sindicatos y con los contemporizadores que llegaron en su gandhismo hasta a hablar con Pablo o con el mítico Tirofijo (ese Sandokán longevo de una pesadilla) y sobre todo con los miles y miles y miles y miles y miles de colombianos que han prosperado gracias al poder que alcanzaron los míticos Pablo, Tirofijo, Castaño, etcétera, (o bien han alcanzado la gloria literaria, que pese a la crítica entusiasta, las novelas no habían deparado).

Cuesta digerir tanta revolución.

La elección de Pastrana fue el primer paso de la contrarrevolución, el gobierno godo como alternativa al fracaso liberal. Y el sentido de esa votación era: "Bueno, salgamos de ésta pagando el precio que haya que pagar a los guerrilleros y emprendamos de una vez el camino del desarrollo y reconciliémonos con Estados Unidos y reduzcamos la violencia". Esa actitud apaciguadora la compartía una gama amplia de la ciudadanía. Los pastranistas sólo fueron los intérpretes de la sensatez popular, que es la clase de entereza de quien tiene medio país plagado de adolescentes que disparan antes de preguntar y prosperan gracias a ello.

El empeoramiento de la situación trajo otra reacción de la gente. Si eligiendo a Pastrana rechazaban la revolución, eligiendo a Uribe emprenden la contrarrevolución. Y el sentido de este gobierno en última instancia es "Vamos a imponer las leyes, aunque para eso tengamos a contratar al mismísimo Stallone como responsable de la policía".

Una revolución es el dominio del fuerte sobre el débil, la destrucción de los lazos de convivencia y del orden social por parte de una minoría, o bien de una mayoría que está efectivamente impedida de imponer sus intereses, como ocurrió en 1989 en Europa central. Una revolución es una apuesta que puede dejar réditos fabulosos a quien la emprende, y todas las revoluciones de las últimas décadas han dejado sus clases altas con una dosis considerable de poder.

Una contrarrevolución es el retorno a una situación anterior. Y lo que pasa es que hasta hace poco a la mayoría de la gente no le parecía envidiable la situación de las generaciones anteriores mientras que ahora hay muchos que empiezan a idealizar la Colombia de 1969. La condición de una contrarrevolución, lo que hace que no sea otra revolución, es la disposición a entregar el poder a quien resulte legitimado por la tradición. (Como el franquismo en España, que terminó volviendo a la monarquía constitucional y renunciando a su continuidad.)

En Colombia hay unas instituciones democráticas débiles y a menudo falseadas, pero son lo mejor que tenemos. Es muy fácil imaginarse que el bienestar general de la gente de los países ricos, que se ve como modelo, es un estado natural, cuando, como toda la cultura, es una construcción complejísima y frágil. Si comparamos las instituciones colombianas con las británicas, sin duda nuestra situación es deprimente. Pero ¿qué pasaría si comparamos nuestro desempeño en los Juegos Olímpicos o en el mundo universitario?

¡Es increíble que para tantos colombianos la supresión de las urnas sea menos escandalosa que la supresión de las universidades! Esto último ocurre con mayor frecuencia en las capas altas de la sociedad, pues a fin de cuentas quienes forman parte de las capas altas de la sociedad son los nietos de gente que tuvo relación con el gaitanismo o el MRL o alguno, o varios, de los demás. La verdadera vocación del colombiano es la política, y la revolución es una técnica muy eficaz del gremio político. Aciertan quienes señalan al uribismo como un neoconservadurismo, pero eso ocurre como respuesta de la mayoría ante la arrogancia y mezquindad increíble de todos los revolucionarios.

La segunda cosa que requiere el gobierno de Uribe para ser la contrarrevolución y no otra revolución es perpetuarse en forma de partido del Imperio de la Ley. Al mismo tiempo enlazar con la tradición colombiana tratando de interpretarla. Poniendo por encima del interés de complacer a los nietos de López Pumarejo, Santos o los Lleras, el de estudiar el desarrollo institucional de esos periodos y fundar un partido progresista y civilizador cuyo ideario sea la proyección de esa tradición. Si no consigue eso, dejará las puertas abiertas a otra revolución, se convertirá en otra revolución, y dejará su estela de “poderes fácticos” más interesados en defender su sueldo parasitario que el bienestar general. Y por otra parte, nada nos garantiza que vayamos a ganar la guerra contra las FARC: sin un avance militar significativo, es posible que el terrorismo cree una situación desesperada que conduzca a un triunfo de las FARC.

Si uno se pone a pensar en lo que pasaría si eso llegara a ocurrir. ¡Pues descubre que dentro de las mismas FARC y de su base social empezarán a formarse los bandos y la generación de otros herederos que reclamarán su tajada junto con los herederos del camilismo y los del protobolivarismo pseudoanapista, etcétera, o mejor dicho, cada uno de estos grupos reclamaría su tajada y apoyaría al bando de las FARC que favoreciera su interés, generando otra guerra civil en la que la violencia sería aún más tolerada por la sociedad.

En otras palabras, el uribismo es el intento de sostener la legitimidad de las urnas y la restitución del derecho. No porque nuestra tradición institucional sea ejemplar y admirable, sino porque nuestras desgracias proceden del deseo de destruirla, utopía adolescente que sirve de máscara a quienes EXPLOTAN el derramamiento de sangre para ocupar posiciones de poder, o sea, los herederos de las continuas revoluciones. Y si se trata de restituir una legitimidad, ¿no se está alterando el statu quo? ¿Cuál será ese statu quo?

Pues el del poder revolucionario.

En Colombia la revolución ya triunfó, todo lo que ha pasado desde el gobierno de Betancurt es el poder revolucionario, más o menos lo que los revolucionarios hacen en cuanto triunfan. Lo que pasa es que esos revolucionarios también son herederos de gente que no tenía poder por ningún mérito sino por sus relaciones y su abolengo... Son los enredadores profesionales de la “academia” o de la prensa.

La revolución es la bota pantanera que aplasta sin cesar la rala hierba institucional que ha crecido en nuestro lodazal, el estudiante de derecho que planea el uso de unos juristas como rehenes para hacerse amo de la sociedad, la retórica de unos políticos que se encarnan en voceros de la legitimidad democrática cuando su poder se construyó mediante hechos tan admirables como el secuestro y asesinato de José Raquel Mercado.

El sentido de la contrarrevolución uribista es salvar esas semillas, contraponer la cultura de la equidad al actual predominio de los que matan y trafican con droga o prosperan justificando a los que matan y trafican con droga, de los revolucionarios eternos con su disco rayado de exterminios cíclicos y mentiras recurrentes.

Vamos a salir de este edén de triunfo revolucionario hacia el único mundo posible: el de la institucionalidad democrática. Esa voluntad de la mayoría uribista durará décadas, y terminará imponiéndose a la pretensión de los monopolios de prensa que favorecen una institucionalidad en la que el poder de la bota pantanera no haya sido abatido sino precisamente obedecido. (¿O es que yo no sé leer? ¿Qué es lo que en última instancia proponen El Tiempo-Semana-Hoy, o El Espectador-Cromos-Caracol, o Cambio?)

Lo que no se entiende es que no haya una voluntad de agrupar a esa mayoría social y comprometerla con unos dirigentes que exhiban un programa de largo plazo. ¿Tal vez todos temen perder el favor de esos amos, que sin duda seguirán contando durante décadas en la vida colombiana y que se dedican a urdir mentiras para justificar el poder guerrillero, o sea, el poder propio basado en la amenaza de una tropa numerosa, altanera y hambienta? ¿Es que nadie ha entendido que el objeto de ese poder es oprimirnos a todos los demás, y que cuando favorece a uno lo hace a costa de la pobreza de diez más? ¿Para qué van a querer que lo que votemos no cuente, si no es para ensanchar su poder a costa nuestra? ¿Cuántos secuestrados no habrán compartido las tesis de Enrique Santos Calderón? ¿Cuántos no habrán prosperado relacionándose con gente así?

El sentido del secuestro es éste: los intelectuales de izquierda hacen el papel de Dios delante de Job, la voluntad de la gran figura revolucionaria cuenta infinitamente, da y quita a capricho, mientras que la marioneta que se le somete sólo puede agradecer o resignarse. Del mismo modo que el adicto a la ruleta debe recordar siempre que el sentido del casino es quedarse con su dinero, el sentido de los favores y del predominio de los amos de Colombia es mantenernos como criaturas inferiores que se arrastran para no resultar calumniadas o amenazadas o desplazadas.

Mientras no haya quien agrupe a la sociedad contra este poder guerrillero, se seguirán alimentando las esperanzas de muchos de prosperar colaborando en la compra de explosivos para volar el club de los rivales de los amos de Colombia, hecho que la prensa y los intelectuales lamentan con las palabras más galanas al tiempo que se lo aprovechan para fomentar el pacifismo y rechazar cualquier pretensión de involucrar a la población civil en el conflicto o de aumentar el gasto militar.

Pero a lo mejor el político o el periodista que se atrevan a hacerlo, a denunciar a los que encargan las masacres, termina liderando una corriente poderosa, pues ya es mucha gente en Colombia la que quiere insolentarse frente a los amos que patrocinan las masacres y el oligopolio de la información, que termina ejerciendo su censura.

¿O es que hay algún medio en Colombia que denuncie las manipulaciones de los amigos de las guerrillas para desarmar a la sociedad frente al terror?

domingo, agosto 01, 2004

En los treinta años de Alternativa

Ya hace treinta años que apareció esta revista, fundada por personajes que hoy en día concentran en Colombia la mayor influencia: el editorialista del único periódico de circulación nacional, el columnista estrella de la revista de mayor circulación y cierto ilustre amigo de Fidel Castro, que posee la segunda revista más importante.

Todos los que se sorprenden de que en Colombia haya guerrillas y de que éstas cometan tantas atrocidades deberían acercarse a la hemeroteca y leer los números antiguos de esta revista, porque la ideología que ronda en la cabeza de los dirigentes guerrilleros fue la que aprendieron en esta revista. ¡Todavía es la ideología hegemónica en las universidades y colegios! Es falso que se trate del marxismo, que es un plato demasiado refinado para nuestro triste trópico: la ideología de la revista Alternativa es un castrismo difuso, una serie de resortes de resentimiento y de anhelos de igualdad que siguen manejando los "hablamierdas" que organizan los atropellos de los sindicatos estatales contra la equidad, Y SIGUE SIENDO LA IDEOLOGÍA DE SUS FUNDADORES.

El que se sorprenda de que en El Tiempo se hable de la organización de intrigas para favorecer los secuestros (Redepaz y compañía) como "resistencia civil" y se fomente a los socios abiertos de las FARC (Partido Comunista y otros) como "izquierda democrática" debería tener en cuenta el discurso central del editorialista ante el proceso de paz. Recuerdo el día en que Pastrana amenazó con decretar el fin del despeje (20 o 21 de enero de 2002) lo que escribió El Tiempo, porque NADIE hizo ningún comentario a semejante monstruosidad. Venía a decir el señor Santos Calderón que en Colombia había una desigualdad escandalosa que debería remediarse en el proceso del Caguán mediante la negociación. Desaconsejaba la derrota militar de las FARC, porque pronto surgirían, de la injusticia inherente a la sociedad, sus nuevos émulos. O sea, no es que no se pudiera derrotar a las FARC, ni que hacerlo fuera costoso, sino que era inconveniente por motivos de equidad.

Eso, en primer lugar, es ponerse abiertamente en contra del sistema democrático y prestar un argumento a esos terroristas. Las FARC no existen porque en Colombia haya desigualdades ni pretenden remediarlas, sino que se aprovechan de la torturada orografía del país y de la antediluviana precariedad del Estado para desarrollar su proyecto de tiranía perpetua. En más de setenta años de lucha y pese a los ingentes recursos de que ha dispuesto, el Partido Comunista no ha llegado a contar jamás con el apoyo significativo de ningún sector de desposeídos.

La votación que obtuvieron en 2002, la más alta de la historia, sólo procede del clientelismo sindical y la intimidación ("¡Reconciliémonos!"), y casi todos los votantes son personas de ingresos altos. Y no deja de ser una ironía desconcertante el que sean personas tan encumbradas y solventes las que con tanto ahínco promuevan un discurso de "igualdad". Lo que nadie nota, por efecto del predominio de la ideología de esa revista, es que en la concepción de tan desprendidos filántropos la igualdad no afecta nunca al poder político: se quiere que un sector, incluso un sector minoritario, alivie las penurias económicas de todos y de paso les impida decidir la forma de vida que quieren. ¿No? ¿No es lo que se deduce de la pretensión de Santos y Caballero de que el gobierno "cambie las estructuras" en una negociación con las guerrillas?

Claro que un discurso semejante tiene muchos partidarios entre los beneficiarios del Estado colombiano, nada más parecido a una "guaca" puede haber que una ideología que promete la armonía maravillosa entre los seres humanos y de paso le garantiza a uno tener varias empleadas domésticas, pues en Colombia la relación entre los sueldos y ventajas laborales de los trabajadores estatales y los del sector privado es la más desigual del mundo, por no hablar de la miseria de la inmensa mayoría.

En otras palabras, profesar la ideología de la revista Alternativa produce una buena conciencia maravillosa, sirve para quejarse de los oligarcas de siempre que hasta le niegan el saludo a uno, y cuando se tienen los contactos adecuados es algo que favorece el acceso a los empleos relajados y bien pagados. ¡Qué raro que eso sea EXACTAMENTE lo que siempre llamaba la atención de Colombia a los viajeros del siglo XIX! Me pregunto si en treinta años la difusión de esta ideología ha servido para remediar la desigualdad en Colombia, o para aliviar la miseria de la mayoría.

Yo creo que la concentración del poder político y de la influencia va a llevar sin remedio a la concentración de la riqueza, como ocurrió en todos los países comunistas. Otra cosa es que hubiera títulos de propiedad: en todo caso, en cuanto los hubo también se concentraron en las manos de los mismos. Dicen que el ministro ruso Chernomirdin acumuló en pocos años una fortuna en Suiza de 5.000 millones de dólares.

Pues en fin: el socialismo igualitario de los antiguos lectores de Alternativa, de los actuales lectores de Caballero, al atentar por principio contra la determinación por consenso de las políticas gubernamentales, y por tanto al pretender despojar de su poder de decisión a amplios sectores, no sólo es la gasolina de la insurrección terrorista, sino también lo que más impide que en Colombia se avance hacia una igualdad de derechos y oportunidades, algo que SIEMPRE ha conducido a una verdadera igualdad económica.

Se sueña con un Estado providencial pero esa utopía sólo es la excusa para despojar desde el Estado o desde el Estado embrionario a los productores. O sea, que nadie lo olvide, a los indios y a los negros, a los "nuevos ricos", a los que o bien no leen a Caballero o bien lo leemos con asco.