martes, marzo 29, 2011

Colombia: generosidad y elegancia por milloncitos


Acerca de Bolívar decía Salvador de Madariaga que en él estaban presentes al mismo tiempo la arrogancia del conquistador y el rencor del conquistado. Eso mismo se descubre en la disposición de casi todos los hispanoamericanos. Y es una desgracia espantosa porque cada vez que la arrogancia va a lograr algo aparece el resentimiento para impedirlo, y al revés. De la arrogancia podrían haber surgido grandes naciones en el territorio de México o Argentina, tierras mucho más acogedoras que Canadá y Australia, con mucha más población hace un siglo, y sin embargo miserables. Y podría haber surgido un gran imperio continental, como tal vez soñara el mismo Bolívar.

Del resentimiento podrían haber surgido sociedades justas, como esas comunidades de cuáqueros que prohibían el arte y la poesía a sus adeptos y conversaban en jergas inventadas para que nadie fuera a resultar más refinado o inteligente que los demás. Pero cada vez que en Hispanoamérica alguien se pone de parte de los débiles, como sería normal exigir a un cristiano, termina recordando, si lo puede, su origen patricio y dando por sentada su preferencia en el mando, que es lo que ocurre con los jesuitas y otros sacerdotes católicos, siempre dispuestos a mandar a los pobres a matarse para adquirir poder ellos.

Esa misma ambivalencia se detecta respecto del clasismo. Centrándonos en Colombia, el colombiano sufre más que por cualquier otra cosa por la arrogancia de los privilegiados oligarcas, pero casi siempre reproduce esa conducta odiosa en cuanto tiene relación con alguien más negro o más indio, más rústico, rural, pobre o débil. Y el efecto también es tremendo porque el grupo ínfimo de los privilegiados no tiene mucha necesidad de pulir sus rasgos, ya que de abajo no le surge ninguna competencia: nadie es tan clasista para empezar a comportarse como si fuera un verdadero príncipe, y entonces los oligarcas privilegiados que miran a los demás con tan insufrible desdén resultan unos patanes tan lamentables como cualquiera.

Y si hubiera un igualitarismo más profundo, que no fuera corregido por las pretensiones de estrato de todo colombiano, tal vez el conjunto de la sociedad habría progresado más, sobre todo en el aspecto del progreso que es más apremiante, que es la prosperidad. De hecho, todos los grupos sociales serían más refinados si la gente en lugar de vivir para corresponder al rango que se atribuye en la jerarquía y tratar de sacar ventaja de eso se pusiera a trabajar ligando el propio bienestar al servicio a los demás.

En esa tensión entre arrogancia y resentimiento es peligroso tomar partido a la ligera, sobre todo porque cada respuesta que se dé puede ser engañosa. Cuando una muchacha de estrato 3 se jacta de no saber cocinar o planchar está pretendiendo que su condición social es superior a eso, pero en la realidad cada vez que una persona aprende a cocinar o a cuidar la ropa está mejorando su condición social, y las mujeres de los grupos más privilegiados suelen saber cocinar y planchar. En todo caso, convendría que el arribista controlara sus gestos serviles ante los poderosos, tanto el portero como el subgerente: esos gestos son un rasgo de Colombia tan repugnante para un extranjero como los indigentes que proliferan en cualquier ciudad.

Un caso muy interesante sobre el peligro de tomar partido es el del famoso frac de Uribe. ¿Es mejor saber llevar el frac o no? Le damos o quitamos importancia a eso según nuestra adhesión al ex presidente, con lo que el desprecio por no vestirse bien aumenta el odio por la alianza con los empresarios y el quitarle importancia corresponde al ánimo de quienes piensan sobre todo en el crecimiento económico. Yo diría que el presidente tiene que saber usar el frac, ojalá lo supiéramos todos, como con tantas cosas secundarias pero convenientes. Los que saben llevar el frac, sean quienes sean, tienen razón en sentirse orgullosos de su cultura o educación a ese respecto.

Pero ya que algunos presumen de tales características, ¿no sería el momento de evaluar hasta qué punto son tan finos como pretenden? El caso del comentarista de la prensa que más criticó lo del frac es perfecto. Podríamos empezar por la suficiencia con que se burla de la ortografía de Tomás Uribe. Felipe Zuleta y sus lectores se creerán grandes autoridades al respecto. A tal punto que nadie le ha señalado al columnista las singularidades de su escritura. No las pueden ver.


La relación de la ortografía y del lenguaje en general con el vestido es sumamente llamativa. Yo no soy quién para juzgar la indumentaria de nadie, pero no sería raro que este genio se vistiera tal como escribe. En un medio de indigencia generalizada nadie se daría cuenta. Y tengo que volver al comienzo de este escrito porque ésa es la gran tragedia nacional, que el patricio es tan "mañuco" que no se distingue del delincuente. No es raro que Pablo Escobar atrajera a la diva que sin duda desearían los más supuestamente refinados señoritos de las páginas sociales.

Nadie debe creer que me ensaño con el columnista por lo que escribe en Twitter, donde de todos modos lo hace desde un computador. Para probarlo mostraré las dos últimas entradas de su blog:

Desde el título, la conciencia del lenguaje, y es perfecta la analogía con el vestido, es grotesca. Es un lenguaje "descachalandrado" y sus recursos serían despreciables aun en un presidio. La calumnia idiota de llamar "don Berna Moreno" a Bernardo Moreno refleja la categoría intelectual del grupo social de que Zuleta es portavoz. La pretensión de que se dicte orden de captura preventiva contra altos funcionarios del gobierno anterior refleja la conciencia del derecho de los grupos poderosos, así como la certeza de que si los miembros de la Comisión de "absoluciones" no condenan a Uribe serán castigados por prevaricar. (¿Para qué habría pues una Comisión de Acusaciones? Ya lo sé, para que obre según altos conceptos de moral y derecho como los que permitieron la absolución de Samper.)

De paso, con esas convicciones de este inverosímil personaje se ve quién controla la Corte Suprema de Justicia y qué intereses tiene detrás, pues no es ningún secreto para nadie que Zuleta Lleras forma parte de la camarilla de Ernesto Samper. Pero ¿y qué? Mucho más interesante es que el motivo de sus iras sea la destitución de Piedad Córdoba, portavoz abierta de las FARC, dato interesante para los que dudan de que la banda asesina obra al servicio de los clanes patricios que dice combatir.

Es tremendo el aporte de Felipe Zuleta Lleras como paradigma de la Colombia que condena a Uribe, de su aristocratismo, intelectualismo y decencia. A veces uno siente que en realidad es un agente del uribismo dedicado a desnudar a los críticos de la corriente ideológica mayoritaria. Pero también podría ser que efectivamente Colombia sea un país tan invertido que hubiera que buscar rasgos de nobleza y grandeza sólo entre la gente que duerme en la calle.

Porque si se trata de nobleza y grandeza, ¿qué mejor ejemplo que la columna que publicó el 25 de diciembre este líder intelectual de las clases altas, sucesor del también inefable dandi taurino, que en todo caso ostenta mejor ortografía y recursos más vistosos para sus manipulaciones.

El conmovedor escrito se llama "Generosidad nacional", idea que ya orienta sobre su verdadero objetivo: parece que lo importante fueran los milloncitos que aporta el columnista y no la desgracia que abruma a millones de colombianos. Pero hay más, mucho más: como un mapa de la vida colombiana actual:
Vemos al gobierno del presidente Santos asumiendo el tema con juicio, disciplina, rigor. El equipo de gobierno se siente organizado, bien comandado y dirigido, tratando, por ahora, de llegar con las primeras ayudas a los millones de compatriotas que lo necesitan.
¿No habrá nadie que recuerde las lindezas que decía Zuleta sobre el lamentable Master Komponendas? "Santos positivos" lo llamaba, entre muchas otras afrentas. En cuanto el gobierno se dedica a favorecer por intereses mezquinos a lo más podrido de la politiquería tradicional, a Vargas Lleras, Pastrana, César Gaviria y Samper, estos valedores de Piedad Córdoba se ponen de su parte. El tono servil y laudatorio explica perfectamente los motivos de las descalificaciones anteriores y de los ultrajes a Uribe y su familia: las hondas motivaciones de este pensador hacen temer que ante cualquier crítica severa va a responder con una bofetada reforzada con una hoja de afeitar entre los dedos, como hacían los de su condición hace unas décadas. Ahora que contribuye a la persecución del uribismo y al refuerzo del poder de la camarilla de Samper, que en últimas es el de las organizaciones dedicadas al tráfico de drogas, Santos resulta el paradigma del buen gobernante.
En igual sentido vemos a la primera dama, trabajando sin descanso, organizando, dándoles apoyo a quienes lo necesitan, llena de compasión y generosidad.
Tremendo, ese mundo de las primeras damas "trabajando" en figurar para que el pueblo sienta la protección de tan generosos seres es el que reivindican los defensores del chavismo y Piedad Córdoba. Pero lo más gracioso viene después:
Cada uno de nosotros, de acuerdo con las posibilidades, hemos puesto nuestro granito de arena. Yo, y no debería decirlo porque es de pésimo gusto, lo he hecho como lo hago desde hace mucho tiempo con la fundación Eudes, que maneja extraordinariamente el padre Bernardo Vergara y quien trabaja con los niños VIH positivos o que tienen sida. Es poco, lo sé, pero como le dije al padre, esos pocos milloncitos deben llevarles alguna felicidad a esos niños, a quienes conozco y quiero entrañablemente.
Es un rasgo incomunicable, y a menudo pienso que yo noto esas cosas por vivir lejos de Colombia: el colombiano cree que la decencia consiste en decir "Soy decente". No hay modo de que entienda que ésa es casi toda la indecencia. Este patán cree que por mencionar que es de mal gusto ya está autorizado a contar que aporta unos pocos milloncitos, todo con tal de figurar al lado del Gran Timonel y su familia. ¿No es Colombia un triste muladar? Estoy seguro de que en las fiestas a que acude Zuleta Lleras se tira pedos sonoros, convencido de que es muy gracioso, tal como el genial Samper Ospina desechó la religión porque encontró una espiritualidad superior en la poesía.
Muchos de los empresarios de este país han dado un ejemplo de generosidad. Las familias Santo Domingo, Ardila y Sarmiento lo han hecho. Bien por ellos, es así como realmente se construye patria; mejor diría se reconstruye, porque al país hay que rehacerlo en más de un 50%.

Ver nuevamente obras como Teletón, la campaña de los dineros para los soldados extraordinariamente organizada por el grupo Éxito, promovida por W Radio, la impecable organización de Colombia Humanitaria, nos hacen recuperar la confianza en Colombia, en sus empresarios y en su gobierno. El hecho de saber que es la propia primera dama quien está detrás del manejo de los recursos, nos da una gran tranquilidad.

No podemos dejar de felicitar a la Policía Nacional que, milagrosamente, ha redoblado esfuerzos haciendo presencia en cada uno de los sitios del país que requieren de su presencia. Los vemos alzando damnificados, levantando colchones, manejando máquinas, cargando enseres, dando primeros auxilios. En estos días pensaba que tiene que ser muy verraco para un ciudadano enfrentarse al tiempo con el hampa mientras ayuda simultáneamente a una ancianita que apenas puede tenerse en pie. Eso hacen los policías al mando del general Naranjo y el país debe reconocerlo magnánimamente. ¡Gracias, amigos!
Es fascinante comprobar hasta qué punto la "educación" en Colombia es algo aún más grave que un doblepensar: no hay un solo radical antiuribista legitimador de Piedad Córdoba que no esté con Zuleta, y por tanto con la familia de Ardila Lülle y la primera dama, y con el general Naranjo, que tanta decencia demostró calumniando a asesores y funcionarios del gobierno ante autoridades extranjeras: todos están en la misma tarea, y es que en realidad las FARC son un servicio doméstico armado de la minoría que tan elocuentemente expresa este inspirado pensador. De hecho, cualquiera que conozca a las clases altas colombianas habrá encontrado a menudo personas para las que la adhesión a las FARC, y a Piedad Córdoba, Chávez y William Ospina, es un adorno que refuerza su rango.
Qué diferencia todas esas muestras de generosidad, amor, solidaridad, con las conductas asumidas desde la internet por un grupo de malhechores que, al peor estilo gaminesco, se han dedicado esta semana a calumniar a periodistas, a tratar en vano de enlodarlos en su prestigio, denigrando aun de sus propios abogados. ¡Mafiosos son mafiosos!
Ése era el sentido de toda la generosidad nacional y del modesto esfuerzo de los milloncitos: aprovechar la desgracia del diluvio y el sufrimiento de millones de colombianos para las habituales calumnias e insultos contra Uribe, secundadas inmediatamente por los burócratas frustrados que posan de grandes académicos porque leen algún blog de economistas estadounidenses y que sólo son apéndices del contubernio que tiene en Zuleta a su portavoz.

No es cosa de sorprenderse: tratándose de Ernesto Samper, Daniel Coronell y su camarilla, esas lindezas son las respuestas corrientes. ¿Por qué no explica más bien Zuleta qué es lo que dicen que hacía en Perú? Lo único que puede hacer es batirle la cola al poderoso, amenazar al crítico y ostentar las estridencias de la gente de su condición.

Mafiosos son mafiosos, "locas" son "locas", pero las "locas" mafiosas sólo tienen audiencia en un país que todo lo envilece, aun los negocios de los caballeros de industria y los delirios neurasténicos de estos filántropos que salvan la decencia.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 3 de enero de 2011.)