viernes, agosto 20, 2021

El imperio global

El mundo está en manos de un trust omnipotente formado por agentes diversos, cohesionados por la mutua conveniencia y resueltos a aplastar a quien les estorbe en aras de una dominación cada vez más opresiva y de efectos estremecedores. La ingeniería social que se practica hoy en día en todo Occidente es una de las experiencias más inquietantes que ha vivido la humanidad, y no se puede decir que haya una respuesta coherente, más bien al contrario, hasta ahora la conjura totalitaria avanza sin parar.

La clase funcionarial

La renta per cápita del Distrito de Columbia era en 2018 de 160.472 dólares frente a los 50.577 del promedio nacional, más del triple, relación que no se da en ninguna otra comparación entre estados. ¿Quiénes disfrutan de esa ventaja? La población del área no sólo está formada por políticos y funcionarios sino también por representantes de otros países y muchos profesionales del cabildeo, cuya tarea es hacer que ciertos intereses pesen más que los de los votantes. El dato puede servir para ilustrar el poder que ha alcanzado incluso en Estados Unidos el sector social que vive del Estado y que fatalmente estará siempre a favor de expandir el gasto público. Nadie debe sorprenderse de que Biden haya obtenido allí el 93% de los votos. Es un ejemplo que se puede trasladar a todos los estados de la unión americana y a todos los países occidentales, en todas partes ha crecido una clase poderosa cuya cohesión resulta inevitable. Esa clase tiene un papel central en el imperio global porque su interés no es el de su nación sino el del grupo que representa dentro de su nación. Tal como se dice del bolchevismo y el fascismo que llevaron a los jóvenes soldados a despojar y oprimir a sus propios conciudadanos, también la casta burocrática puede compartir sin riesgo intereses con potencias extranjeras y forma de por sí una potencia aparte a través de organismos multinacionales cada vez más poderosos y ricos.

China

La expansión europea a partir del Renacimiento italiano, no sólo territorial y militar sino sobre todo científica y tecnológica, dejó en una situación de extrema debilidad a los demás imperios del planeta. Hasta el siglo XX, la historia de China en el mismo periodo es la de una larga decadencia. De modo que pese a su larga tradición y a su peso demográfico, China era un país insignificante hace cien años. La república, proclamada en 1912, fue un primer intento regenerador que no bastó para impedir la revuelta masiva que llevaría al poder a los comunistas tras dos décadas de guerra civil y contra la ocupación japonesa. Se suelen recordar las hambrunas del Gran Salto Adelante de los años cincuenta o la violencia de la Revolución cultural de los sesenta, pero se olvida que en las décadas anteriores también había hambre y violencia. Tras la muerte de Mao los comunistas se propusieron alcanzar el desarrollo industrial y económico y lo consiguieron de forma arrolladora. El Partido Comunista Chino no necesita acordar nada con los demás miembros del trust imperial, todos le son dóciles porque bastaría la prohibición de importar automóviles de lujo alemanes o de operar a cualquiera de las grandes compañías de internet para afectar las cuentas de resultados de la potencia europea o de cualquier empresa. Además, cuenta con la adhesión de los grupos de la llamada izquierda, que no muestran mucho interés en las cuestiones de derechos humanos, feminismo, pena de muerte, etc. cuando afectan a la gran potencia asiática.

Las universidades, los medios, el show business, las grandes empresas tecnológicas...

Cada uno de estos agentes tiene su propio interés, pero la actitud de cualquiera de ellos está estrechamente relacionada con la de los demás y con la de la clase burocrática. Se puede decir que las universidades concentran al alto clero que especula con proyectos de ingeniería social a los que se suman los demás agentes, cuyo poder requiere la adhesión conjunta. Los especialistas en estudios culturales elaboran el espectro teórico del transexualismo, que pronto se vuelve una obsesión de los medios, una presencia incesante en las obras de ficción y en los programas de entretenimiento y una "causa" que interesa a las redes sociales, a los buscadores de internet y a los dueños de los sistemas operativos más importantes de la telefonía móvil. La persona a la que se le asignó el género equivocado es un fruto inexorable de esa movilización. Al mismo tiempo, las universidades forman a los profesionales de todos esos negocios y mantienen su influencia desde ellos. Muchos profesores son a la vez columnistas o guionistas, o incluso directivos de empresas. Pese a las apariencias, la clave es la universidad porque quienes la dominan cuentan con la sumisión de los demás grupos.

El "progresismo"

También podría haber escrito "la izquierda", pero me parece detestable ese lenguaje. Hay una larga tradición de movimientos revolucionarios que comienza con la Revolución francesa y da lugar al obrerismo del siglo XIX y al comunismo del siglo XX. Durante la Guerra Fría y a causa del fracaso de los regímenes sometidos a la URSS a la hora de brindar bienestar a sus ciudadanos, los marxistas y afines buscaron un sucedáneo del proletariado que construiría la sociedad perfecta: otros agraviados por el racismo, feministas cada vez más radicales, ecologistas reclutados en las universidades entre jóvenes a los que les hacía falta un ideal creíble, etc. La caída del comunismo en Europa central y oriental hizo que esa nueva "izquierda" tomara el relevo, pero para que alcanzara la hegemonía hacía falta la prosperidad china y la expansión de internet. Baste pensar que las principales empresas hasta los años ochenta eran las automovilísticas y las petroleras, hoy insignificantes al lado de las tecnológicas. Las conexiones de los comunistas y afines, con sus ONG y sus alianzas con regímenes criminales, de nuevo demuestran la primacía de las universidades. En definitiva, el imperio global es el dominio de una casta que se apropia de los Estados y alcanza la hegemonía con que soñaban Gramsci y Marcuse, no tanto para crear la sociedad comunista cuanto para asegurar su dominio y sus rentas. La ideología marxista puede animar activismos como los de Black Lives Matters, pero el control termina en manos de un club más restringido y con otras pretensiones. Pese a lo que creen los sectarios conservadores, las ideologías sólo son pretextos. Lo que cuenta son los intereses.

El crimen organizado

El tráfico de drogas, armas y personas, como principales negocios, anima a poderosas organizaciones de malhechores por lo general relacionadas con gobiernos como los de Cuba, Venezuela o Irán y con otras redes terroristas, como las que amenazan ahora con controlar Afganistán. A su vez, esos regímenes, en realidad protegidos por China y Rusia, incentivan y alientan a los grupos comunistas y anarquistas que hay en todo Occidente, y ciertas actividades, como el tráfico de personas, cuentan con la participación de las típicas ONG creadas en las universidades, asociadas con grupos comunistas y promovidas por los medios y las redes sociales. También es característica la relación entre la corporación progresista y el narcotráfico, que en los países consumidores suele ser presión para tratar con benevolencia el consumo y en los productores para culpar a los prohibicionistas del poder de las mafias. Faltaría precisar lo que "crimen organizado" significa exactamente, porque en definitiva los gobiernos como el cubano, el nicaragüense, el venezolano o el iraní son entidades mafiosas ligadas a negocios ilícitos y usan los negocios ilegales para pagar sobornos.

Pensamiento obligatorio

Los nuevos dominadores quieren gente sumisa, para eso es la intimidación permanente que se conoce como "corrección política". Muchos movimientos reivindicativos son meros pretextos para acosar al individuo cuyas raíces en la tradición lo hagan indócil ante el nuevo dictado. Si se juzgaba con desprecio al sodomita o a la lesbiana, ahora ese desprecio es anatema y quien exprese siquiera vagamente la menor reserva a la hora de amar a los "homosexuales" es poco menos que un nazi, aunque pronto no habrá que decir "poco menos". Quien no sea entusiasta de los nuevos "hombres" embarazados o de "las" atletas "trans" es un nazi, no debe sorprender que todos los días los canales temáticos pasen infinidad de series sobre el nazismo (tratando de que un público infantilizado y adoctrinado en las escuelas lo asimile con Trump o con cualquiera que no sea "progresista") y misteriosamente casi nunca sale nada sobre el bolchevismo, mucho más letal y no menos perverso. Lo mismo ocurre con el ecologismo, cualquiera que ponga en duda la culpa colectiva en el cambio climático, o que no exprese odio al "capitalismo", es un sospechoso de deslealtad a los amos de los medios, la farándula, la universidad y el poder tecnológico. No es raro que la imposición funcione menos en los países que estuvieron casi medio siglo sometidos al comunismo, como Hungría y Polonia. Allí ya saben con qué fines se obliga a pensar a la gente de cierta manera.

Patriotas y "globalistas"

Una cosa es que el "valiente mundo nuevo" (traducción literal del título de la novela de Aldous Huxley conocida en español como Un mundo feliz) sea una distopía horrible y que los nuevos tiranos exploten la industria del agravio y la demagogia ambientalista para practicar su ingeniería social, y otra muy distinta que se pueda volver al pasado o que baste con los impulsos patrióticos para hacerles frente. Los "patriotas" de un país son de por sí enemigos de los del otro, la patria ya no va a reunir a las víctimas del nuevo imperio. Tampoco la religión, en claro retroceso desde la aparición de internet, será la respuesta eficaz. En general, el rechazo al "Nuevo Orden Mundial" ha ido acompañado de toda clase de teorías conspirativas que no se sabe si son añoranza de un orden anterior o elogio del desorden. Ya no será posible prescindir de alguna forma de "gobierno mundial" y problemas como las migraciones o las epidemias no se remediarán con arrebatos patrióticos. Falta otra cosa, una visión de los problemas comunes basada en el sentido común, en la verdad, en la justicia y en la libertad. Otro "globalismo" y otro "Nuevo Orden Mundial" en el que el poder de los actuales dominadores quede reducido drásticamente y las tareas comunes se emprendan con base en liderazgos efectivos frente a los problemas, el principal de los cuales es precisamente el totalitarismo, no en la manipulación de emociones ni en grandes campañas de engaño e intimidación.

El comunismo de tercera ola

En la misma época en que Marx escribía sus libros más influyentes se empezó a hablar en Europa de la expansión estatal. Hasta entonces el Estado era un organismo pequeño, en comparación con lo que llegó a ser después. Las nuevas funciones que fue adquiriendo implicaban más impuestos y más funcionarios, y en definitiva más poder sobre la gente. Sobre el efecto que esa expansión del Estado tiene sobre la sociedad es imprescindible leer lo que escribió hace noventa años José Ortega y Gasset. Casi todo lo estamos viendo aunque cambia según el país. Se da la aparente paradoja de que los países de Hispanoamérica parecen más "avanzados" que Estados Unidos porque el dominio de la clase funcionarial empezó antes, mucho antes, ya que nunca hubo una clase burguesa que hiciera de contrapeso al Estado controlado por los descendientes de los criollos de la época colonial, los cuales, ocultos tras una retórica pseudocomunista y "vanguardista", mantienen el control de los recursos y las rentas y enmascaran su parasitismo usando como pretextos las modas que se crean en las universidades estadounidenses. El "núcleo irradiador" (como decía el comunista español Íñigo Errejón) lo siguen formando comunistas e hijos de comunistas, pero la base social la forman los grupos privilegiados de siempre. A medida que menguan las oportunidades laborales, van surgiendo dos grandes grupos sociales, los que tienen cargos en el Estado y los demás.

Otra lucha de clases

El discurso anticomunista del siglo XX no tiene mucho sentido frente al nuevo orden de la "izquierda". Los que creen que se trata del resentimiento de "perdedores" que quieren darle la vuelta a la tortilla y despojar a los ricos no entienden nada. Si se piensa que en general en las clases acomodadas siempre ha habido médicos y juristas, hoy estos profesionales son casi unánimemente del bando de los comunistas, en parte porque la mayoría de ellos son funcionarios, en parte porque las personas con las que conviven lo son, o bien forman parte de los medios, las universidades, las grandes tecnológicas, la farándula... Ya nadie habla de acabar con la explotación del hombre por el hombre ni de la desigualdad entre pobres y ricos, sólo del peligro del "fascismo", que es la persistencia de la mentalidad burguesa tradicional, de la familia, la religión, el patriotismo y el amor a la libertad. Por eso en muchos sitios se habla de "izquierda caviar" y en Perú los llaman directamente "los caviares". Ya advirtió Max Weber hace más de un siglo que la burocracia reemplazaría a la burguesía como grupo dominante. El comunismo les legó una formidable tecnología de dominación, y demostró que el terror y la propaganda podrían salvar al régimen más impopular. Los diversos usufructuarios del imperio global son sus aliados más que sus catecúmenos. No hay una oposición entre "capitalismo" y "socialismo" sino entre la libertad y la democracia del pasado y la opresión distópica que implanta el imperio global. Soros no planea nacionalizar los bancos sino expandir el poder de sus dueños gracias a Pedro Castillo y las personas "trans".

Adiós, democracia

Mario Vargas Llosa es un escritor de otra época y sus inquietudes parecen ajenas a lo que pasa en el mundo de hoy. En un artículo reciente no vacila en hablar de la amenaza que representaba para la democracia la presidencia de Trump, ¡por el dominio de la prensa! Realmente a ese hombre le pagan por el premio literario que obtuvo. Es difícil decir algo más absurdo. Si algo define nuestra época es el hecho de que el discurso de Trump fuera interrumpido por las cadenas de televisión: unas empresas que sirven a sus dueños impiden que la gente conozca lo que dice el gobernante al que ha elegido. Tras la suspensión de la cuenta del expresidente en Twitter, el intento de recuperarla en Parler fracasó debido a que los otros grandes de internet impidieron el funcionamiento de esta red. Aún más llamativo es el manto de silencio que se tendió sobre esa censura. Salvo los sectores más radicalizados a favor de Trump, a nadie le pareció mal que eso ocurriera. Y es sólo un aspecto de ese control de las mentes que de hecho suprime la libertad de expresión y pensamiento. En España se emprendió una acción penal (finalmente archivada) contra quienes hicieron circular un bus en cuya carrocería se podía leer "Los niños tienen pene, las niñas tienen vulva". Se veía ahí un "delito de odio" contra las personas "trans". Eso por no hablar de la educación, incesante adoctrinamiento que con el pretexto de la tolerancia condiciona el pensamiento hasta forzar a la gente a opinar como quieren los ingenieros sociales, so pena de ser estigmatizada como "fascista".

La familia acosada

Los bolcheviques y los nazis consiguieron el control de la sociedad a través de la camaradería, de la inclusión del individuo en el grupo con el que pasaba todo el tiempo, rompiendo los nexos que tuviera con personas ajenas al partido. De ese tipo es la campaña actual, a las personas jóvenes se las recluta a punta de caricias y la vida sexual constante, promiscua y frívola la aparta de cualquier posibilidad de formar una familia convencional. La mayoría de las campañas de la red de propaganda tienen ese fin, sea el transexualismo, la homosexualidad, el aborto, la eutanasia, etc., todo conduce a formar personas cuyos nexos con los demás sean pasajeros y cuyo arraigo en el mundo sea liviano. Es uno de los puntos que pueden explicar la coincidencia entre los fines de Gates o Zuckerberg y los de los herederos del comunismo.

Un mundo trastornado

No se puede pensar en esta nueva realidad distópica sin recordar lo que fue el comunismo en el siglo XX. A pesar de la propaganda, la sociedad soviética no fue más igualitaria que las del Occidente y sí sometió a la población a muchos más sufrimientos. Eso mismo se ve ahora, baste pensar en el ecologismo obligatorio. En muchos países de Europa se persigue el uso de plásticos, se prohíbe dar bolsas gratuitas y se hace una campaña continua contra ellos. Si se mira la contaminación marina por plásticos, resulta que los consumidores europeos no causan ni una milésima parte de ese grave problema. Las bolsas que no se usan y los productos que se castigan generan buena conciencia entre el público dócil, siempre dispuesto a encontrar judíos en el vecindario, pero no cambian nada las islas de plástico que se han ido formando en los mares, sobre todo por vertidos de la industria en Asia. ¿Hacen algo esos todopoderosos que disponen del presupuesto de los países más ricos y de las fortunas de los multimillonarios por recoger el plástico de los mares? NO, no les importa, sólo es un cuento con el que pueden intimidar a la gente. La mayoría de los problemas ambientales requieren soluciones de ingeniería y grandes inversiones, para lo que hacen falta gobiernos que representen a los ciudadanos y no el poder concentrado del dinero y de regímenes tiránicos como el chino. Lo mismo se podría decir de las migraciones: mucha gente se inquieta por la presencia de inmigrantes pobres en su país, que fomentan los señores del imperio para destruir el arraigo y la identidad de las poblaciones. Nadie quiere pensar en lo que podría animar a los migrantes a quedarse en su país. El bienestar de las personas no interesa en absoluto a los amos, sólo la dominación y el control sobre una población atomizada, confusa, infantilizada e intimidada.

La decadencia de Occidente

Por otra parte, la mayoría de la humanidad aún no está sometida a la tiranía de la nueva cultura. Los indios, árabes, rusos, chinos y africanos no parecen muy dispuestos a creer que el sexo es algo que uno puede escoger a los catorce años, como autoriza la nueva ley "trans" que se tramita en España, de modo que esa nueva doctrina, hegemónica sobre todo en las ciudades, como el cristianismo en el periodo tardío del Imperio romano (de donde se llamaba a los reticentes "paganos", palabra que significaba "campesino"), todavía tendrá que hacer frente a las tradiciones de esos pueblos. Puede que el éxito conseguido en lo que va de siglo haya generado un optimismo excesivo entre los "progresistas" y que al final sean otros los que saquen provecho de la desmoralización y el desorden que cada vez son más claros en Europa occidental y América.

(Publicado en el blog País Bizarro el 21 de julio de 2021.)