miércoles, febrero 15, 2023

Los adalides de la democracia

  

Por @ruiz_senior

Un día una persona no llega a su casa y sus familiares se preocupan hasta que un buen samaritano les comunica por teléfono que ha sido «retenida» y que los captores exigen cierta cantidad de dinero para dejarla en libertad. Objetivamente, ese informador es un intermediario cuya tarea es procurar la liberación de la persona, por mucho que se considere que puede ser el jefe de la banda e incluso el mismo que raptó a la persona, aunque esto último es menos probable porque la violencia es una tarea ingrata que se suele dejar a subalternos.

Tal vez el lector esté muy seguro de que el que telefonea es un criminal evidente, pero ¿no es lo mismo que ocurre con las negociaciones de paz con las FARC gracias a las cuales los violadores de niños resultaron legislando y las masacres se convirtieron en la fuente del derecho? ¿Cuántos lectores admiten que es el mismo caso? Poquísimos, los valedores de la paz eran todos los periodistas importantes y todos los actores, cantantes, juristas, profesores, intelectuales, artistas, políticos de todos los partidos y hasta militares.

Esta curiosa forma de distinguir a los amigos de la paz de los amigos de la libertad del primer párrafo deja ver el impacto de la propaganda intimidadora en el caso de las personas poco avisadas y cierta indigencia moral en el de las que ostentan poder e influencia. El que llama paz al acto de premiar el crimen y permitir que una banda de asesinos imponga la ley es aún más canalla que el que intenta conseguir la libertad de una persona secuestrada, pero ¿cómo va un aspirante a ministro o a columnista a decir algo semejante? Echaría a perder su carrera.

Las recientes algaradas en Brasilia permiten aflorar a una tercera clase de miserables, los amigos de la democracia, indignados por el «golpismo» de la turba que asaltó las sedes del poder. ¡Qué ocasión más apropiada para exhibir buenos sentimientos y amor a la ley! Suelen ser las mismas personas que odian a Trump y lo acusan de querer dar un golpe de Estado por llamar a manifestarse pacíficamente frente al Capitolio, como hacen en muchos países los que sospechan que han sido víctimas de fraude electoral.

La certeza de que tal fraude no ocurrió o no pudo ocurrir es obvia en los amigos de la paz de Santos y en los que votan por candidatos como Petro, pero dada la hegemonía que ostentan, llega a mucha gente que desconoce por completo las elecciones en Estados Unidos y prestó poquísima atención al recuento de 2019, ocasión en la que en los estados decisivos el recuento tardó muchas semanas hasta que fue posible cambiar un resultado claramente favorable a Trump. Y cuando se demostró en las redes sociales que el asalto al capitolio fue posible porque a los manifestantes los invitaron a entrar, las cuentas que lo hacían fueron canceladas.

La aversión a Trump se extiende a Bolsonaro, y dado que los partidarios de la llamada izquierda de todos modos aplauden todo lo que convenga a su bando, sólo vale la pena prestar atención a los enemigos de Trump y Bolsonaro que se suelen contar entre la llamada derecha. La ocasión de las algaradas en Brasilia es perfecta para mostrar la incoherencia de esas personas, su frivolidad y en últimas su complacencia con la tiranía narcocomunista que se apropió de Iberoamérica con el beneplácito de la casta que impera en Estados Unidos.

No se trata de que se deba apoyar el asalto, pero el hecho de que haya ocurrido no refuta las sospechas de fraude, no puede ser lícitamente ninguna acusación contra Bolsonaro —que incluso lo condenó—, no legitima la represión contra los que habían montado campamentos para denunciar el fraude y sobre todo no convierte a Lula en un demócrata ni en un presidente legítimo. Aunque no hubiera habido manipulaciones en el recuento electoral, y eso es mucho decir, ¿realmente alguien puede creer que su elección no contó con el resuelto respaldo financiero de sus socios de los narcorregímenes venezolano y cubano y con los recursos acumulados en las corruptelas que caracterizaron a los gobiernos del PT?

La poderosa mafia mediática que defiende a esa multinacional de tiranos narcocomunistas explota esa extraña algarada —en la que muchos ven infiltrados del PT y aun un montaje conveniente, como las habituales amenazas a Piedad Córdoba— para lavar la imagen del presidente —cuya impunidad tras una condena sólida hace pensar en las grandes fortunas que produce el narcotráfico— y de paso a su vasta organización continental. Lula y el PT sólo son la franquicia brasileña del régimen que asesina y tortura a miles de venezolanos y mantiene en el terror a Cuba y a Nicaragua, el socio del régimen criminal de los ayatolás. El antiguo obrero metalúrgico ha sacado de su actividad política una fortuna gigantesca que manejan sus hijos, involucrados en toda clase de escándalos y rodeados de lujos inverosímiles.

Los «derechistas» que figuran como odiadores simétricos de Lula y de Bolsonaro colaboran con ese designio de la citada mafia mediática, tal como respecto de un hecho como el apuñalamiento de Bolsonaro en 2018 apenas si pudieron ocultar la sensación de alivio y obviamente se apresuraron a reconocer meras manías personales de un psicótico.

Falta que nos expliquen qué fue lo que hicieron Trump o Bolsonaro que atentara contra las libertades y derechos de los ciudadanos, porque lo que dejan ver esos personajes es que están resignados a ser los gestores del mundo que implantan los totalitarios y si no llegan a tanto, al menos a lucrarse desde el Ministerio de la Oposición que tan alegremente ocupan en muchos sitios. Prestos a hacer carrera política, ¿qué obtendrían oponiéndose a medios todopoderosos que implantan la verdad que quieren? Mejor ayudan a engañar a la gente.

Y como expliqué al principio, esa clase de defensa de la democracia es lo mismo que colaborar con la libertad cobrando los secuestros o promover la paz aplaudiendo el premio del genocidio: lo que amenaza la democracia es la constelación de satrapías de La Habana y Teherán, no el Partido Republicano estadounidense ni los conservadores brasileños.

(Publicado en el portal IFM Noticias el 13 de enero de 2023.)