Por @ruiz_senior
A la marcha del orgullo gay de Madrid acudieron más de 700.000 personas (más de un millón según los organizadores). Ciertamente fue mucha gente de fuera pero aun así es más de un veinte por ciento de la población total de la ciudad. Es un dato que puede orientar sobre el peso que tiene hoy en día la cuestión de la «diversidad sexual» y sobre lo que significa para el bando político al que está asociada.
Los desfiles del «pride» son ocasiones reivindicativas y a la vez festivas que reúnen en el mes más caluroso de la primavera a toda clase de activistas y personas que han hecho de sus prácticas sexuales el centro de sus vidas. Esa doble vertiente (reivindicativa-festiva) explica en gran medida el atractivo que tienen esos actos: en España se dice «chollo», algo como una guaca, un negocio milagroso y fácil. Eso es lo que vive la persona joven que se entrega a la épica de mejorar el mundo dejándose acariciar bajo el efecto de alcohol y drogas y a menudo ganando dinero por ello, situación que la inscribe en el censo de víctimas de persecución y valerosos luchadores justicieros, y a la vez le permite estar a la moda.
En Colombia deben estar preparados porque las víctimas de Fecode nacidas en este siglo no tendrán la intoxicación de propaganda centrada en el odio a los ricos y la lucha contra el imperialismo norteamericano, sino las banderas de la inclusión y la lucha contra la homofobia, la transfobia, la bifobia y la LGBTIfobia, además de los ya habituales feminismo y ambientalismo.
En España, los abanderados más resueltos de estas causas son los del partido Podemos, que es sólo la sucursal española de la multinacional del crimen con sede en La Habana, que acaba de hacer elegir presidente de Colombia al lamentable Gustavo Petro.
Lo más seguro es que el lector razone que eso ya pasa y que Colombia es un país modernísimo porque tiene a una alcaldesa lesbiana en la capital y a una «rectora» transexual. No se imagina lo que será a partir de ahora. Por ejemplo, si uno entra a un instituto de educación secundaria en España la única propaganda que encuentra son invitaciones a «salir del armario», y la radio pública está todo el día dedicada a hablar de la opresión de las mujeres por el patriarcado y de la exclusión de las personas trans. En Colombia el gobierno de Petro hará lo mismo, lo que se agravará porque al ensanchar el peso del gasto público como parte del PIB hará más dependientes que nunca de la pauta pública a los medios de comunicación.
Y esa propaganda tendrá mucho éxito por mucho que las personas «camanduleras» hagan aspavientos apocalípticos: siempre es más fácil convocar a la gente, sobre todo a la gente joven, a la diversión que al esfuerzo, y siendo algo tan ventajoso, incluso premiado en el ámbito «educativo», de poco servirán los gemidos desesperados de los mayores. De hecho, la obsesión de mucha gente contra esas prácticas (también contra el consumo de drogas) a menudo está más movida por la envidia que por un criterio moral equilibrado.
Esa «homofobia» no va a contrarrestar la corrupción de los jóvenes por sus maestros, los medios y el gobierno, al contrario, le será útil: el «homófobo» o machista será el objeto de odio al que todos vilipendiarán, como ha ocurrido con los uribistas, en un fenómeno de adoctrinamiento e intimidación tan increíble que resulta verdaderamente fascinante.
De modo que lo más urgente es entender que la típica indignación de las personas conservadoras no representa ninguna resistencia sino que forma parte del paisaje en que el fenómeno florece. No es que el mundo antes estuviera bien ni que a los comunistas, hasta hace poco los peores perseguidores de los «homosexuales» les haya dado por volverse libertinos, sino que esa corrupción sirve a su agenda de dominación.
Las personas mayores están seguras de sus certezas, pero la mayoría de ellas admiten la existencia de personas «homosexuales» siguiendo la rutina dualista por la que hay buenos y malos, izquierda y derecha. etc. ¿Hay personas con una constitución genética diferente por la que en lugar del anhelo de yacer con las del otro sexo sienten ese impulso respecto del propio? ¿Alguien ha aislado ese gen? ¿Cómo es que en las generaciones anteriores no se veían tantas?
Lo que hay detrás de esa moda es la ruptura del tabú de la sodomía, del mismo modo que el aborto y la eutanasia, «derechos» que defienden con llamativo fervor todos los que obtienen rentas de la educación en Colombia, son la ruptura del tabú del homicidio. La sodomía es mucho más antigua que el tabú y es muy llamativo que casi todas las sociedades tradicionales la persigan. Romper tabúes es algo muy útil a los fines de los totalitarios porque así surge una población vacía moralmente a la que es más fácil dominar.
El gran escritor ruso León Tolstói escribió una novela, La sonata a Kreuzer, centrada en ese temor suyo de que las personas de las clases altas de su tiempo, que ingerían grandes cantidades de comida y no hacían nada, fueran entregándose a una sensualidad sin objeto y en última instancia degradante. Ése es el drama de la juventud del nuevo siglo, más cuando el tradicional impulso reproductivo tiene toda clase de frenos. Las modas LGBTI no sólo afectan a los ricos, pero los jóvenes de clases humildes más bien encuentran en ser gais una forma de ganar dinero, además de divertirse.
La cuestión de las «personas trans», inventadas en las universidades estadounidenses, otro ejemplo terrible de engaño y manipulación de los totalitarios sobre las mentes de los niños, requeriría muchos más párrafos. Al respecto les recomiendo este artículo.
Tras la alegría de no sufrir por encontrar quien los complazca está el plan de dominación de los comunistas, que cada día matan y torturan en Venezuela, que tienen en Cuba a muchos miles de personas en campos de concentración y que en Colombia por supuesto matarán y torturarán mucho más que cuando eran «la guerrilla». Los jóvenes atraídos por el recreo sólo son idiotas útiles a los que usarán para intimidar, y también agredir, a cualquiera que les estorbe.