El caso es que Uribe declara que no será obstáculo para la paz y en consecuencia no condena lo que ocurre en La Habana. No por lo que hubiera propuesto en 2006 sino porque quedaría en minoría oponiéndose a la negociación. Tanto él como sus seguidores sugieren que el proceso se podría llevar mejor y denuncian sin cesar las atrocidades terroristas, tal vez para dar a entender que la negociación debería darse con alto el fuego.
Conviene aclarar que en 2006 las ofertas de negociación tenían por objeto responder a las críticas por la desmovilización de las AUC y que iban acompañadas de la persistencia en la política de seguridad democrática. Si se quiere, no había una verdadera voluntad de negociar, toda vez que los terroristas no aceptarían una negociación que tendría lugar mientras se debilitaban día tras día (no la aceptaron hasta que no tuvieron a su hombre en la Presidencia). La Constituyente, en el supuesto extremo e improbable en que hubiera tenido lugar, no les habría sido favorable en absoluto.
Comparar eso con lo que hace Santos sólo corresponde a la mala fe de la propaganda de un régimen criminal. El inverosímil "periodista" Daniel Coronell dice sin pudor: "El gobierno Uribe les ofreció a las FARC la posibilidad de desmilitarizar un área y efectuar un cese bilateral del fuego. Hoy, por mucho menos, Uribe sostiene que el gobierno les está 'entregando el país a los terroristas'”. Lo fascinante de todo eso no es la audacia del malhechor sino la ceguera de la gente: claro que la mayoría de los lectores de la revista están a favor de la banda asesina, que a fin de cuentas ejerce de guardiana del orden social, pero no darse cuenta de que los terroristas ya tienen todo el poder, y lo tendrán además refrendado dentro de unos meses, es el colmo de la estupidez.
Más allá del resultado de la negociación, los jefes terroristas ya son impunes porque nadie cree que van a volver de Cuba a entregarse a la justicia, ya han tenido tiempo de lavar las decenas de miles de millones de dólares del secuestro y la cocaína y aun de ampliar copiosamente sus negocios criminales, y sobre todo, ya han recuperado el terreno perdido gracias a la complicidad del gobierno, que ha dedicado todo el Estado a perseguir a quienes les incomodaban y a destruir a las Fuerzas Militares. Con sus grandes capitales, los terroristas son los dueños del país y es imposible leer la prensa sin darse cuenta de que todo lo que se publica está orientado por ellos.
El que quiera ver diferencias entre el gobierno de Santos y las FARC se aferrará a cualquier mentira: sencillamente son lo mismo. Los partidos de la Unidad Nacional defienden con toda clase de vilezas los intereses de los que enriquecen a sus jefes, los jueces siempre dictan sentencia para favorecerlos y aun hay montones de generales elogiándolos y amenazando a todos los que discrepan de la tal "paz". Buena prueba de que son lo mismo es que todos los crímenes terroristas resultan legítimos y necesarios según el acuerdo de participación política que firmaron ambas partes.
Pero la propaganda es obstinada. La invitación de Santos a Uribe forma parte de ese mismo libreto: presentar la "paz" como una obviedad que encuentra el obstáculo del expresidente, al que se calumnia a todas horas (para que alguien dude de que el gobierno y las bandas terroristas son la misma cosa). El artículo de fondo de la última edición de Semana insiste en esa oposición de dos presidentes y es un buen ejemplo de la clase de periodismo que se hace en Colombia y aun de la idiosincrasia de los pobladores. Este párrafo trata de la terna de la Fiscalía:
Cuando se explica que para complacer a la Corte Santos propuso a Vivianne Morales, se menciona la proximidad de esta señora al uribismo, cosa que es cierta toda vez que la mayoría de los funcionarios del gobierno Uribe terminaron en la Unidad Nacional y persiguiendo a su antiguo benefactor (cosa que a ojos de los uribistas es una prueba más de su inteligencia superior). De hecho, cuando fue nombrado Eduardo Montealegre los uribistas se volvieron a entusiasmar: José Obdulio Gaviria declaró que con él volvía el derecho. Ésa es la altura de miras del uribismo, ésos son los juristas de los que esperan que apliquen las leyes.
Este párrafo ya describe definitivamente a la revista: aludiendo a las persecuciones que emprendió la esposa de Carlos Alonso Lucio, afirman:
Y el resultado en definitiva es que a punta de persecuciones se crean banderías de Santos y de Uribe y queda como la cosa más obvia del mundo que las miles de monstruosidades cometidas por unos totalitarios que intentan abolir la democracia son la fuente del derecho.
Los colombianos han aceptado esa infamia, lo pagarán caro, pues lo que sale de la "paz" es la legalización del asesinato y el aliento a los crímenes futuros. Los cientos de miles de asesinatos que han cometido las bandas del Partido Comunista hasta ahora son sólo el prólogo de lo que viene, ¿o alguien duda de que cada día matan más? ¿O alguien espera que desistan de sus fabulosos negocios criminales ahora que tienen seguro el control de vastas regiones?
Un columnista de Semana señalaba que a punta de amenazas judiciales pretendían que Uribe se plegara a la paz. Lo cierto es que no se ha opuesto, y la pasión de sus seguidores es una buena forma de tapar la complicidad general con los criminales, pues ¿alguien discute que se deban negociar las leyes con ellos? Yo no recuerdo a nadie, incluso el procurador (cuyos amigos ponen en duda los derechos humanos) se proclama amigo de la paz.
Hace falta un bando de quienes no queremos premiar a los terroristas. Uribe no puede liderar ese bando, no por lo que propusiera o buscara hace ocho años sino por lo que dice ahora. La democracia tiene que partir del rechazo a la componenda de los asesinos, de la negativa a acatar las leyes y a reconocer a las autoridades que salgan del éxito del crimen, de la determinación de llevar al Partido Comunista y a todos sus jefes a la CPI como autores de un dilatado genocidio y de abolir las leyes impuestas por las bandas mafiosas, como la Constitución de 1991.
Que Uribe diga lo que quiera, que se contradiga o sea coherente, no se trata de tomar partido por un personaje o por otro sino de oponerse a los genocidas.
(Publicado en el blog País Bizarro el 30 de octubre de 2014.)
Más allá del resultado de la negociación, los jefes terroristas ya son impunes porque nadie cree que van a volver de Cuba a entregarse a la justicia, ya han tenido tiempo de lavar las decenas de miles de millones de dólares del secuestro y la cocaína y aun de ampliar copiosamente sus negocios criminales, y sobre todo, ya han recuperado el terreno perdido gracias a la complicidad del gobierno, que ha dedicado todo el Estado a perseguir a quienes les incomodaban y a destruir a las Fuerzas Militares. Con sus grandes capitales, los terroristas son los dueños del país y es imposible leer la prensa sin darse cuenta de que todo lo que se publica está orientado por ellos.
El que quiera ver diferencias entre el gobierno de Santos y las FARC se aferrará a cualquier mentira: sencillamente son lo mismo. Los partidos de la Unidad Nacional defienden con toda clase de vilezas los intereses de los que enriquecen a sus jefes, los jueces siempre dictan sentencia para favorecerlos y aun hay montones de generales elogiándolos y amenazando a todos los que discrepan de la tal "paz". Buena prueba de que son lo mismo es que todos los crímenes terroristas resultan legítimos y necesarios según el acuerdo de participación política que firmaron ambas partes.
Pero la propaganda es obstinada. La invitación de Santos a Uribe forma parte de ese mismo libreto: presentar la "paz" como una obviedad que encuentra el obstáculo del expresidente, al que se calumnia a todas horas (para que alguien dude de que el gobierno y las bandas terroristas son la misma cosa). El artículo de fondo de la última edición de Semana insiste en esa oposición de dos presidentes y es un buen ejemplo de la clase de periodismo que se hace en Colombia y aun de la idiosincrasia de los pobladores. Este párrafo trata de la terna de la Fiscalía:
Para el expresidente Uribe hay otro episodio no menos grave que el anterior: el cambio de la terna de la Fiscalía. Como se recordará Uribe había enviado a la Corte Suprema de Justicia una terna integrada por Marco Antonio Velilla, Camilo Ospina y Virginia Uribe. La Corte le devolvió dos veces esa terna con el argumento de que no era viable. Uribe no aceptó este rechazo aduciendo que la devolución era inconstitucional, pues todos los ternados reunían los requisitos. Detrás de este pulso estaban las pésimas relaciones que existían entre la Corte Suprema y su gobierno por cuenta de múltiples enfrentamientos y un espionaje del DAS.Si el lector presta atención al párrafo entiende que la letra de la ley es prescindible. ¿Se entiende que la Corte cometió una ilegalidad, tal como hizo Santos después? En Colombia la ley no existe y nadie la echa de menos: la destitución de Petro fue escamoteada por una decisión judicial que no se aplicó en ningún otro caso. Obviamente la disposición de la Constitución de que la Corte elija un fiscal de los propuestos por el presidente si cumplen los requisitos se pasa por alto, pero los colombianos enredan la pita con leguleyadas según les convenga y al final se resignan a que el poderoso hace lo que le dé la gana.
Cuando se explica que para complacer a la Corte Santos propuso a Vivianne Morales, se menciona la proximidad de esta señora al uribismo, cosa que es cierta toda vez que la mayoría de los funcionarios del gobierno Uribe terminaron en la Unidad Nacional y persiguiendo a su antiguo benefactor (cosa que a ojos de los uribistas es una prueba más de su inteligencia superior). De hecho, cuando fue nombrado Eduardo Montealegre los uribistas se volvieron a entusiasmar: José Obdulio Gaviria declaró que con él volvía el derecho. Ésa es la altura de miras del uribismo, ésos son los juristas de los que esperan que apliquen las leyes.
Este párrafo ya describe definitivamente a la revista: aludiendo a las persecuciones que emprendió la esposa de Carlos Alonso Lucio, afirman:
El expresidente responsabiliza a Santos de lo sucedido. Considera que el cambio de la terna inicial degeneró en una persecución de la Justicia en contra de todo lo que oliera a uribismo. El actual presidente obviamente ni buscaba ni anticipaba lo que acabó sucediendo, que no ha sido otra cosa que el desarrollo de las investigaciones judiciales.¿Alguien duda de que la persecución contra todos los rivales de Santos fue encargada por él? OBVIAMENTE es así, la idea de que alguien se tome en serio las "investigaciones judiciales" gracias a las cuales se encarcela a todos los que podrían hacerle sombra al lamentable tartamudo sólo hace pensar en gente de otro país o en sicarios comunistas de los que cada año producen cientos de miles las universidades colombianas.
Y el resultado en definitiva es que a punta de persecuciones se crean banderías de Santos y de Uribe y queda como la cosa más obvia del mundo que las miles de monstruosidades cometidas por unos totalitarios que intentan abolir la democracia son la fuente del derecho.
Los colombianos han aceptado esa infamia, lo pagarán caro, pues lo que sale de la "paz" es la legalización del asesinato y el aliento a los crímenes futuros. Los cientos de miles de asesinatos que han cometido las bandas del Partido Comunista hasta ahora son sólo el prólogo de lo que viene, ¿o alguien duda de que cada día matan más? ¿O alguien espera que desistan de sus fabulosos negocios criminales ahora que tienen seguro el control de vastas regiones?
Un columnista de Semana señalaba que a punta de amenazas judiciales pretendían que Uribe se plegara a la paz. Lo cierto es que no se ha opuesto, y la pasión de sus seguidores es una buena forma de tapar la complicidad general con los criminales, pues ¿alguien discute que se deban negociar las leyes con ellos? Yo no recuerdo a nadie, incluso el procurador (cuyos amigos ponen en duda los derechos humanos) se proclama amigo de la paz.
Hace falta un bando de quienes no queremos premiar a los terroristas. Uribe no puede liderar ese bando, no por lo que propusiera o buscara hace ocho años sino por lo que dice ahora. La democracia tiene que partir del rechazo a la componenda de los asesinos, de la negativa a acatar las leyes y a reconocer a las autoridades que salgan del éxito del crimen, de la determinación de llevar al Partido Comunista y a todos sus jefes a la CPI como autores de un dilatado genocidio y de abolir las leyes impuestas por las bandas mafiosas, como la Constitución de 1991.
Que Uribe diga lo que quiera, que se contradiga o sea coherente, no se trata de tomar partido por un personaje o por otro sino de oponerse a los genocidas.
(Publicado en el blog País Bizarro el 30 de octubre de 2014.)