Esa conclusión es forzosa porque de otro modo no se explica que el general y los demás secuestrados fueran vestidos de civil a una zona peligrosa. ¿Qué podrían estar haciendo allí? El contexto refuerza esa certeza: la tregua fue advertida hace un mes por Eduardo Mackenzie, la campaña de propaganda previa, con el indecente artículo de The Economist y el igualmente indecente publirreportaje del ABC (acompañado de un editorial antológico) corresponde al afán de legitimar a tal punto el proceso que su ruptura parezca una tragedia y se genere un clamor por su continuación, cosa a la que se apresuraron los terroristas legales con el hashtag #TreguaYa en Twitter, campaña que Al Jazeera se apresuró a convertir en expresión ciudadana mayoritaria. Si Colombia no fuera el país de la impunidad total, algún día se investigaría qué recursos se movieron para obtener tanta generosidad con ese criminal.
Ese clamor fue inmediato en textos como el editorial de El País que alude a la supuesta suspensión de los diálogos, que en medio de fingidos reproches a las FARC arremete con insultos brutales a la oposición (el sesgo de este periódico respecto a Santos y las FARC es tan llamativo como la pasión de Cuatro, la cadena de televisión afín al grupo Prisa, por promover a la franquicia española del narcoimperio).
Luego, pese a que cualquiera puede ver que se trata de un montaje, es seguro que el show tendrá lugar, salvo que algo les falle a los terroristas y les dé por matar a los secuestrados. A fin de cuentas, la máquina de propaganda es eficiente y la moral de los colombianos, distraída: ¿cuántos espectáculos repulsivos de liberaciones de secuestrados no han tenido lugar con Piedad Córdoba como protagonista? Por los motivos que sean, hay gente que cree que ella ejerce de liberadora. Así será Santos, que ofrecerá el alivio de la continuación de los diálogos y como paso hacia la paz aceptará la tregua bilateral navideña (que incluso podría ser tácita, como una simple directiva aplicada a las fuerzas militares sin declarar la tregua, en el caso de que se adivinara algún rechazo).
Como ocurre con cualquier catástrofe sanitaria, la única cuestión importante es la respuesta que se dará. Y ciertamente en Colombia no hay oposición y lo que hace Santos recibe algunas murmuraciones vagas pero ningún rechazo resuelto. Unos espontáneos convocaron una marcha para el 13 de diciembre, y con toda certeza ocurrirá lo mismo de siempre, que como mucho acudirán algunas decenas de personas, mientras que los terroristas sacarán a cientos de miles para presionar por la tregua y se apropiarán de la vocería de la sociedad. El Centro Democrático está ocupado en otras cosas.
No hay respuesta cívica porque nadie se ha interesado en explicarle a la gente que ese triunfo rotundo de los terroristas y la expansión de su dominio está en la base misma de las negociaciones de paz: cuando el Estado renuncia a la ley se convierte en una banda de forajidos. Cuando esa renuncia comporta el entendimiento con organizaciones criminales, se vuelve un apéndice de ellas. Entregarle el país a los terroristas era lo que habría hecho encantado Betancur si no hubiera encontrado resistencia. Fue lo que intentó hacer Pastrana, cuyo compañero de gobierno, Fabio Valencia Cossio, en medio de francachelas con los terroristas, acordó una Constitución que ni siquiera sería refrendada en las urnas. Santos tiene muchas más ventajas para conseguirlo, y seguramente lo conseguirá.
Pero eso es incomprensible para los colombianos, que corren a despojar a los muertos en los accidentes y a prestar el servicio que haga falta a un asesino que se haya hecho millonario: es la disposición moral con que se aborda la "paz", como acuerdo con los victimarios para ahorrarse problemas y sacar partido del botín.
La mayor tragedia es que no hay quien denuncie tal determinación. Ante la perspectiva de librarse del problema todos se hacen a un lado para no aguar la fiesta, como decía Saúl Hernández Bolívar y el propio Mackenzie declara muy orondo en su artículo citado: "Nadie en Colombia, y mucho menos la oposición parlamentaria uribista, son 'enemigos del proceso de paz'”. Nosotros somos enemigos del proceso de paz, y tal vez haya alguien más. Ciertamente no la "oposición" parlamentaria uribista, que por el contrario es entusiasta. Baste ver esta perla de tuit de un precandidato presidencial para entenderlo:
Queda claro que exigir cesación acciones criminales farc busca defender colombianos y facilitar las conversaciones , no sabotearlas ?
— Carlos Holmes (@CarlosHolmesTru) noviembre 19, 2014
Bueno, esa buena disposición con la "paz" es aún más evidente en este artículo del mismo personaje.
Es decir, el plan de Santos de ensanchar el poder terrorista a través de la "tregua" bilateral tiene un éxito seguro y probablemente lo presentarán los uribistas como un triunfo propio: ¿o no cuestionan que se negocie en medio del terror? Con tregua bilateral deja de negociarse en medio del terror. Decirles a los terroristas que no delincan sino que negocien mientras esperan a que los capturen es muy estúpido, pero puede servir para engañar a votantes poco avisados. Y en definitiva esas condiciones para negociar corresponden al regateo de cualquier claudicación.
Es muy probable que haya que esperar medio siglo de tiranía totalitaria para que surja en Colombia una corriente que defienda la democracia liberal. Todo el que no cuestione la negociación DE POR SÍ porque parece tener un atractivo irresistible obra a favor del terrorismo y sus melindres sólo sirven para legitimarlo, como cuando alguien se indigna por el mal olor de los pies de los violadores.
Vendrá la tregua y será popular y a punta de lloriqueo el uribismo tendrá alguna ventaja para colocar a sus seguidores en los concejos y asambleas el año próximo. El triunfo terrorista es un hecho. La coincidencia del uribismo con el gobierno también: ¿o alguien cree que Francisco Santos como alcalde será distinto de Petro y Samuel Moreno? Tal vez restituya a su apadrinado Holman Morris en la dirección de Canal Capital en lugar del tirano doméstico que ejerce ahora, pero poco más. Bueno, muchos de los aduladores de Uribe tendrán algún puesto secundario.
Todo eso es obvio porque alguien que acepte negociar la ley con los criminales es otro criminal. ¿Que eso sean la mayoría de los colombianos? Es posible: la ley no es natural, hay comunidades cuyo primitivismo e indigencia moral les impide llegar a asimilarla. El genocidio será mucho mayor, pero muchos de los que lo dirigen protegerán a los amigos de Uribe tal como ellos protegen ahora a Sigifredo López.
(Publicado en el blog País Bizarro el 21 de noviembre de 2014.)
Es decir, el plan de Santos de ensanchar el poder terrorista a través de la "tregua" bilateral tiene un éxito seguro y probablemente lo presentarán los uribistas como un triunfo propio: ¿o no cuestionan que se negocie en medio del terror? Con tregua bilateral deja de negociarse en medio del terror. Decirles a los terroristas que no delincan sino que negocien mientras esperan a que los capturen es muy estúpido, pero puede servir para engañar a votantes poco avisados. Y en definitiva esas condiciones para negociar corresponden al regateo de cualquier claudicación.
Es muy probable que haya que esperar medio siglo de tiranía totalitaria para que surja en Colombia una corriente que defienda la democracia liberal. Todo el que no cuestione la negociación DE POR SÍ porque parece tener un atractivo irresistible obra a favor del terrorismo y sus melindres sólo sirven para legitimarlo, como cuando alguien se indigna por el mal olor de los pies de los violadores.
Vendrá la tregua y será popular y a punta de lloriqueo el uribismo tendrá alguna ventaja para colocar a sus seguidores en los concejos y asambleas el año próximo. El triunfo terrorista es un hecho. La coincidencia del uribismo con el gobierno también: ¿o alguien cree que Francisco Santos como alcalde será distinto de Petro y Samuel Moreno? Tal vez restituya a su apadrinado Holman Morris en la dirección de Canal Capital en lugar del tirano doméstico que ejerce ahora, pero poco más. Bueno, muchos de los aduladores de Uribe tendrán algún puesto secundario.
Todo eso es obvio porque alguien que acepte negociar la ley con los criminales es otro criminal. ¿Que eso sean la mayoría de los colombianos? Es posible: la ley no es natural, hay comunidades cuyo primitivismo e indigencia moral les impide llegar a asimilarla. El genocidio será mucho mayor, pero muchos de los que lo dirigen protegerán a los amigos de Uribe tal como ellos protegen ahora a Sigifredo López.
(Publicado en el blog País Bizarro el 21 de noviembre de 2014.)