Hay una especie de establishment colombiano formado por las familias que dominan el Estado y sus redes de influencias, de las que la llamada izquierda y hasta las bandas terroristas son sólo una faceta, como los medios de comunicación o las mafias del poder judicial. Lo que piensa ese sector dominante es muy conocido y resulta casi ocioso considerarlo sin pensar en alguna alternativa. Es decir, lo que más importa es el discurso alternativo tal como la estructura del virus del ébola sólo importa porque permite buscar el remedio o la vacuna que podría impedir las muertes que ocasiona.
En Colombia la única alternativa que hay al régimen es el uribismo y por desgracia es imposible hacerles entender a los uribistas la peligrosa confusión en que andan, toda vez que están dispuestos a seguir a su líder a donde él quiera llevarlos y él no parece saber muy bien adónde quiere ir.
En Colombia la única alternativa que hay al régimen es el uribismo y por desgracia es imposible hacerles entender a los uribistas la peligrosa confusión en que andan, toda vez que están dispuestos a seguir a su líder a donde él quiera llevarlos y él no parece saber muy bien adónde quiere ir.
Baste pensar en las críticas a la negociación de La Habana por parte de la mayoría de los uribistas: todas las objeciones que ponen tienen el problema de que antes Uribe ha aceptado todo eso. Tanto la no entrega de las armas ("dejación") como la elegibilidad, la impunidad y hasta la Constituyente se planteaban al comienzo de su segundo gobierno. El interesado puede consultar al respecto este documento de la Presidencia de la República del año 2006 (una entrevista a Uribe en la que acepta todo eso y aun aboga por el "intercambio humanitario").
Nadie debe pensar que siquiera remotamente Uribe es comparable a Santos, ni que esas ofertas de negociación se parecían a lo que ocurre ahora: lo que ha hecho Santos es resucitar a una banda derrotada y poner a todo el aparato del Estado a su servicio. Durante los gobiernos de la Seguridad Democrática se combatió a las bandas terroristas con los resultados que se conocen (aunque parece que ya todos los olvidaron). La tentación de negociar no era en absoluto un peligro porque los terroristas sólo podrían sentarse estando ya desesperados, y siguiendo su costumbre esperaron al siguiente gobierno.
Es decir, es normal que Uribe considerara la negociación con todas esas condiciones como el logro completo de su obra de gobierno: de esa negociación podrían haber salido los terroristas impunes y elegibles y no obstante derrotados. De la que tiene lugar en La Habana ya son totalmente triunfadores y sencillamente tienen seguro el control del país por muchas décadas siempre y cuando mantengan la alianza con la oligarquía.
También se debe tener en cuenta que Uribe tenía que hacer frente siempre a la formidable presión de la máquina de propaganda de los aliados del terrorismo y de algún modo necesitaba mostrarse conciliador para evitar que lo presentaran como un generador de violencia sesgado a favor de los "paramilitares". Y sobre todo al eco que esa propaganda siempre ha tenido entre los colombianos, tan poco apegados a la ley que anhelan "reconciliarse" con los terroristas (que agravian a otros).
Los reproches que se le pueden hacer no tienen que ver con lo que hiciera con las bandas terroristas, a las que a fin de cuentas combatió con rotundo éxito, sino con los errores que cometió en la presidencia como líder político: la alianza con la oligarquía y la lamentable intentona de convertirse en presidente vitalicio, que son las causas de la catástrofe actual (tal vez lo peor que le ha pasado a Colombia en toda su historia, la caída en manos de unos genocidas que matarán en las próximas décadas a muchas veces más personas de las que han matado hasta ahora).
Y mucho más grave aún que eso ha sido la incapacidad de hacerle frente al conjunto del régimen y al gobierno de Santos después de salir de la presidencia. Tiene gracia que pudiera plantearse una Constituyente para conseguir la desmovilización de las FARC pero no para transformar el poder judicial que le impedía desarrollar su plan de gobierno y aun cometería desmanes atroces como el encarcelamiento de Plazas Vega durante su gobierno.
El problema está en esas limitaciones de todo tipo, no sólo de Uribe sino de todos quienes le acompañan, que acerca de la forma en que conciben el país y del proyecto que tienen son bastante confusos y "cortoplacistas". ¿Alguien cree que ha habido alguna diferencia clara de Uribe o el uribismo con la letra o el espíritu de la Constitución de 1991? En absoluto, ni siquiera con tantas increíbles endemias colom bianas como la parafiscalidad o el 4 X 1000.
Y como el gobierno de Santos plantea un proyecto siniestro, mal pueden hacerle oposición unas personas que no tienen un proyecto claro de país. De ahí vienen todas esas concesiones escandalosas (como llamar "paz" a la negociación, "replicando" la peor corrupción del lenguaje, que es la base del poder terrorista). Y todas esas máscaras de una oposición que no lo es al hecho mismo de premiar el crimen (pues, como ya he explicado arriba, tanto la impunidad como la elegibilidad o la misma constituyente habían sido aprobadas por Uribe en 2006).
Nadie debe pensar que esas actuaciones de entonces comprometen a Uribe o al uribismo y que por eso no pueden oponerse rotundamente a lo que ocurre en La Habana: podrían decir que eso ocurría entre verdaderos enemigos, o aun que eran errores que no están obligados a volver a cometer. El problema no es ése, es que realmente no se oponen a negociar con los terroristas sino a ser excluidos de la negociación. De otro modo podrían declarar que liderarían una movilización popular contra la componenda y que no acatarían lo que acuerde el gobierno con las FARC. No harán nada de eso.
Nadie debe pensar que esas actuaciones de entonces comprometen a Uribe o al uribismo y que por eso no pueden oponerse rotundamente a lo que ocurre en La Habana: podrían decir que eso ocurría entre verdaderos enemigos, o aun que eran errores que no están obligados a volver a cometer. El problema no es ése, es que realmente no se oponen a negociar con los terroristas sino a ser excluidos de la negociación. De otro modo podrían declarar que liderarían una movilización popular contra la componenda y que no acatarían lo que acuerde el gobierno con las FARC. No harán nada de eso.
Sencillamente el hecho de negociar es una violación flagrante de la ley y la abolición de hecho de la democracia. Es decir, por mucho que en el lenguaje colombiano "democracia" sea cualquier cosa, es evidente que la voluntad ciudadana se ve sometida a la opresión de las bandas terroristas y mientras éstas no se sometan a las instituciones legítimas no pueden ser sino perseguidas. Los demócratas nunca pueden aceptar el resultado de esas negociaciones y puede darse el caso de que una mayoría, aun una mayoría clara del censo electoral, se someta al atraco. Eso no querría decir que el resultado fuera legítimo, lo que habría aprobado esa mayoría sería la continuación del genocidio y el premio del cometido hasta la fecha de la consulta.
El uribismo no está para eso: lo que han hecho desde que Santos es presidente es tratar de evitar que la propaganda los muestre como "enemigos de la paz", no porque sean idiotas y no entiendan que la componenda de La Habana no es "la paz" sino porque descubrieron que no tenían recursos comparables a los del Estado y los medios de comunicación bien implantados que sirven al proyecto terrorista.
Ésa es una actitud mezquina que está en la base de las derrotas electorales de este año: a fin de cuentas sólo tienen una quinta parte del legislativo y un 20% de los votos posibles en la segunda vuelta de las presidenciales. Unos políticos con valores claros preferirían oponerse a la voluntad de la mayoría (conformista ante el éxito de los asesinos de otros por pura comodidad) que obrar de forma indecente aceptando de hecho la infamia de La Habana.
Y por eso Santos sólo tiene que ganar invitando a Uribe a conversar. Si éste no acude, los medios podrán decir que se opone a la paz y entonces tendrá que ir a pedir disculpas o a poner las burdas objeciones que ha puesto hasta ahora (hasta el procurador declara que él no se opone a la "paz"). Si acude, queda como que va a bendecir la componenda y a aceptar migajas que se quedarían en nada. Muchos esperan que pida una cita pública, que se convertiría en un show, en el que como mucho plantearía objeciones secundarias a la paz, de nuevo explicando que no se opone ni es obstáculo...
Sencillamente ni Uribe ni el uribismo son respuesta a la componenda terrorista. Ya lo han demostrado por cuatro años (fíjense en esta noticia de comienzos de 2011, para ver que ya era público el designio de Santos de premiar a las FARC) y no van a decir que sencillamente la negociación es un crimen.
Pero falta una generación o dos para que aparezca gente que quiera entenderlo. Prácticamente todos los uribistas votarían por Romaña si fuera en las listas de Uribe. ¿O en qué se diferencia Romaña de Angelino Garzón o Everth Bustamante? Hace falta gente que entienda que el poder judicial es una banda criminal que debe estar en la prisión y no encarcelando inocentes. ¿Algún uribista habrá notado que todos los precandidatos declararon ante el encarcelamiento de Luis Alfredo Ramos que "demostraría su inocencia ante la justicia", sin ocultar la satisfacción por las expectativas que se les abrían? Los uribistas no son gente que esté para cambiar esas cosas y se extinguirán como corriente política significativa tras someterse a la componenda de Santos tal como Gómez Hurtado se sometió al engendro de 1991.
(Publicado en el blog País Bizarro el 22 de octubre de 2014.)
(Publicado en el blog País Bizarro el 22 de octubre de 2014.)